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Cita inicial:
“Con el mismo acto por medio del cual el hombre va
tejiendo desde sí mismo la red del lenguaje se va quedando
enredada en ella y cada lengua traza, en torno a la nación a
la que pertenece, un círculo del que sólo es posible salir en
la medida en que se entra al mismo tiempo en el círculo
de otra lengua”
Wilhelm von Humboldt.
Dice Wittgenstein en el Tractatus Logicus-Philosophicus que: Los límites de mi lenguaje significan los límites
de mi mundo. El conocimiento que se tiene del mundo, dice Guillermo Zermeño, está mediado por el
lenguaje.
Preámbulo:
Asimismo, menciona que uno de los elementos que consideró como un problema para la
investigación de este trabajo tiene que ver con el desencanto de la historiografía y la
sociología de los años 80, debido a que, de alguna manera y forma, habían perdido potestad
en las ciencias sociales, es decir, no tenían la fuerza explicativa que sirviera como referente
teórico… Esto conduce a un distanciamiento de los historiadores sobre el orden teórico del
conocimiento, de la epistemología, centrándose particularmente en una “vocación
empirista” de la historia. En términos sintéticos, el objetivo del empirismo es mostrar una
visión muy concreta sobre la posibilidad de conocimiento al margen de la experiencia.
Locke afirma que el conocimiento se divide en ideas simples (el contacto directo entre el objeto conocido y
los sentidos) y las ideas complejas (creaciones de la mente a partir de las ideas simples) [la mente humana
es una tabula rasa que va llenándose con la experiencia].
Hume divide las ideas de Locke en Impresiones e Ideas existiendo, por tanto, tanto impresiones simples e
impresiones complejas, como ideas simples e ideas complejas. Hume afirma que las impresiones nacen en el
presente, en el momento en que estamos experimentando la realidad, mientras que las ideas son el
recuerdo de las impresiones, por lo tanto, son elementos del pasado.
Kant supera de forma definitiva la polémica entre los racionalistas y los empiristas sobre la
existencia o no de las ideas innatas. Kant considera que no podemos afirmar que existe un
conocimiento definitivo, como considera Descartes, pero tampoco es cierto que no podamos
llegar a tener ningún conocimiento, como afirma Huma. Kant afirma que podemos llegar a tener
un conocimiento fiable el cual no es un conocimiento total, y, por lo tanto, puede llegar a
demostrarse como falso. Esta es la clave del criticismo propuesto por Kant como alternativa al
racionalismo y el empirismo.
I. Introducción.
La historiografía, entre la teoría y la investigación histórica
Idem: “Este procedimiento que divide al mundo en dos partes es propio de una teoría de la
modernidad que basa su identidad en la lucha de contrarios, cuya resultante es la
concepción de un desarrollo histórico continuo y ascendente. No toma en cuenta los
posibles intercambios que puedan darse entre las partes antagónicas. Desde una
perspectiva histórica, el problema de esta taxonomía estriba en que las nociones utilizadas
para designar cada uno de estos objetos presuponen de antemano lo que debe ser
explicado”.
Tanto cultura, como historia y modernidad tienen connotaciones universales en un sentido representativo,
es decir, que son únicas para esa comunidad, lo que implica una exclusión determinada a partir de la
singularidad de lo único instituido en lo antagónico, lo que impide un diálogo, una discusión y, sobre todo,
una yuxtaposición de conocimientos entre diferentes culturas e historias, mucho menos se puede pensar en
una cohesión de realidades-modernas.
Por ejemplo, cuando O’Gorman en su obra La invención de América dice que la Nueva España se constituye
a partir de una narrativa de “descubrimiento”, está diciendo que el exterior constitutivo de su existencia es
la Vieja España, Occidente, el otro… y que por sí misma no existe
22: “Se puede encontrar una salida alterna a esta tautología metodológica si, en cambio,
concebimos a las palabras que utilizamos para describir el mundo como “conceptos
históricos”. Esta posición nos permitirá sentar las bases para indicar que a lo largo del
tiempo -e incluso dentro de un mismo espacio temporal-, pueden existir diferentes culturas,
distintos usos del tiempo y diversas modernidades. Entender estas nociones como
categorías históricas presupone además concebirlas como producciones sociales […] Su
condición histórica los hace ver no como el producto de una deducción mental
(axiomático), sino como elaboraciones sociales que invitan a su vez a darles un tratamiento
histórico”.
Al pensar los conceptos en su línea histórica abre un margen de relaciones, de procesos, de constituciones
que implican cambios, de una fenomenología del conocimiento, esto es, el desarrollo práctico del ser
humano. Ya no es axiomático, ex nihilo o ahistórico, sino referencial, histórico.
Luhmann se refiere a la cultura como un concepto histórico porque según él, la cultura se ocupa de estudiar
acontecimientos del pasado. La cultura estudia el hacer del hombre, o, mejor dicho, las huellas del hombre. La
cultura, o el estudio de la cultura, dependen en buena medida de la memoria o de la imaginación. “Cultura es,
así lo podemos considerar, la memoria de los sistemas sociales y, sobre todo, del sistema social llamado
sociedad”.
En términos hegelianos, hay una actualización de los conceptos que hagan inteligible el mundo. Así, el
lenguaje funge como vehículo, entre el fenómeno-mundo y la lógica de un conocimiento que dé cuenta de
ese mundo, que lo haga comprensible. Eso explica, en cierta medida, los cambios conceptuales que sirven
para dar referencia del mundo en el que se encuentran.
A partir de aquí, Zermeño realiza una historiografía del concepto de “modernidad”,
revisando y precisando la connotación que se le daba en los textos clásicos y la elaboración
y fabricación que a partir del siglo XVIII la historiografía moderna empieza a conferirle al
término “modernidad”.
Goethe, Fausto.
24: “Como sabemos, Wilhelm Dilthey, uno de los más conspicuos historiadores y
epistemólogos alemanes del siglo XIX, dedicó buena parte de su obra a la fundamentación
científica de la historia buscando equipararla con las ciencias de la naturaleza.
El ser humano no es puramente espíritu, sino que es un ser que está condicionado naturalmente. La
unidad psicofísica, la llama Dilthey. ¿De dónde viene la separación? De los neokantianos, que
plantean lo dual, así como los fenomenólogos como Husserl.
Los mundos históricos encarnan los objetos en los cuales el propio ser humano se objetiva, en el
lenguaje, en la arquitectura, en los códigos… tienen su significación en un mundo, lo que Dilthey
se cuida en su psicología descriptiva analítica o antropología. La influencia de Husserl en Dilthey
es el valor de la interpretación. Dilthey ve en Husserl una psicología abstracta, una piscología que
no es antropología.
Cuando el hombre pone la mano en la arcilla y la coloca en la pared, ya tenemos una relación
naturaleza-histórico (no una conciencia histórica necesariamente)
Las bases de su teoría del conocimiento histórico se pueden sintetizar en la siguiente frase:
“La realidad auténtica la poseemos únicamente en los hechos de conciencia que se nos dan
en la experiencia interna”. Es decir, sólo podemos tener certeza de lo que experimentamos
internamente. El proyecto de Dilthey no hizo sino proseguir el modelo cartesiano de
ciencia al preguntarse por las condiciones válidas para la producción de ideas claras y
distintas sobre el mundo. Uno de los trabajos de Dilthey lleva por título La construcción
del mundo histórico en las ciencias del espíritu. La misma noción de espíritu se relaciona
con la de mente, y se contrapone a la de materia o naturaleza. Esta distinción sentó las
bases para el desarrollo de una historiografía que, por un lado, se ocupa de hacer la historia
de las ideas y, por el otro, intenta rescatar la vida material de los individuos. A partir de
estas distinción -podríamos decir muy antiguamente-, la que existe entre espíritu y materia,
entre naturaleza y cultura, la historiografía moderna ha intentado dar cuenta de lo que
sucede en el ámbito de las cosas humanas”.
La noción de conciencia -ese lugar donde se realizan las actividades espirituales o
mentales- está asociada a una filosofía de la percepción que encuentra su fundamento en la
psicología. El mundo es concebido como el conjunto de datos que se ofrecen de manera
inmediata y espontánea a la conciencia del observador. Esta concepción supone que
existe un mundo que se ofrece al conocimiento independiente del observador. El mundo
histórico siempre ha estado ahí y sólo resta encontrarlo y recogerlo para conocerlo”.
No es lo mismo conciencia histórica que ciencia histórica. ¿Qué constituye la conciencia histórica?
Pluralidad de culturas, pluralidad de tradiciones y, además, el tener qué decidir en medio de todo
ello la forma de sentido. El pueblo griego no tiene conciencia histórica, porque no se encuentra en
la coyuntura de validarse frente a otra cultura.
La conciencia histórica tiene que ver, en clave marxista, con una transformación de una conciencia
de sí a una conciencia para sí, en tanto que la ciencia histórica responde a una lógica de
conocimiento instituida temporalmente y que tiene unos marcos explicativos que hacen inteligible
el mundo.
La crisis de nuestra época no es la pregunta por el ser, es lo olvidado de nuestro ser histórico.
27: “Algunas de las reminiscencias de la crítica de esta epistemología basada en los hechos
de conciencias que aparecen en México en la argumentación de Edmundo O’Gorman en
contra de la noción “descubrimiento de América”, que presupone que América existe antes
de la llegada de los europeos. Sus intérpretes y los seguidores de esta descripción dan por
sentado que la realidad llamada América existe independientemente del observador”.
Pero antes de Wittgenstein está Russell, quien ya hacía una diferencia entre “apariencia” y “realidad”, entre
lo que las cosas parecen ser y lo que en realidad son; antes que ellos Gottlob Frege en contraposición al
Círculo de Viena.
Rorty concluye que el conocimiento más que mental pertenece al orden del lenguaje, por lo
cual, para su esclarecimiento requiere más de la filosofía analítica del lenguaje que de la
piscología o de la crítica trascendental”.
Idem: “Jürgen Habermas ha destacado que, bajo la influencia de Hegel, Gadamer ha puesto
al descubierto la engañosa posibilidad de objetivación de los hechos de conciencia que
impide el desarrollo de la reflexión histórica”
27: “El problema central que enfrenta una epistemología centrada en la conciencia es su
incapacidad para dar cuenta fehaciente del mundo social e histórico a partir exclusivamente
de percepciones individuales. No considera suficientemente que esos actos de conciencia
sólo adquieren significado hasta que son comunicados […] A partir de esta consideración
la sociología de Niklas Luhmann adquiere su relevancia en cuanto a su propósito de
suministrar una teoría general de las sociedades modernas complejas y el modo como éstas
han construido su saber sobre la historia y la sociedad . La propuesta de Luhmann
elaborada a partir de la teoría de sistemas es una invitación a concebir el mundo
conformado no por percepciones, sino por comunicaciones. Simplificando mucho,
significa que el acceso al mundo siempre está mediado por observaciones previas cuya
composición básica es de carácter lingüístico”
Hobbes instituye la categoría de Física social a partir de la Física de Galileo que, posteriormente en el siglo
XIX Saint-Simon la retomará y le dará más presencia en las ciencias sociales, misma categoría que Comte
resignifica llamándola sociología…
28: “El historiador del arte, Michael Baxandall, por ejemplo, para dar cuenta de su
profesión, comenta que no consiste tanto en explicar cuadros en sí sino en explicar
(observaciones sobre cuadros” realizadas a la luz de esquemas conceptuales de carácter
fundamentalmente lingüístico. Podemos hacer extensiva esta proposición a nuestro interés
en observar no el mundo histórico en sí como Dilthey, sino en explicar la aparición de la
cultura moderna de la historia a la luz de conceptos tales como los de cultura e historia que
han sido elaborados a su vez por la misma modernidad para observar su inserción
específica en las coordenadas de la temporalidad. En ese sentido, los términos cultura e
historia, entendidos como conceptos históricos, son dispositivos verbales que permiten
entender de qué manera y cómo se ha conformado la sociedad contemporánea”. [Hegel: la
conceptualización del mundo [re]actualizada del mundo].
29: “En la conformación de la historiografía moderna han sido determinantes las formas
comunicativas que pasan a través de las notificaciones por escrito. En el espacio de la
comunicación escrita es donde ha tenido lugar preponderantemente la formación de la
cultura histórica moderna”.
Idem: “En una sociedad dominada por la escritura que ha hecho de la alfabetización la
panacea del progreso se entiende que aquella afirmación taxativa de fines del siglo XIX de
los historiadores y metodólogos franceses, Charles V. Langlois y Charles Seignobos, en el
sentido de que no hay historia sin escritura y que, por lo tanto, los pueblos que desconocen
la escritura no tienen historia. Esta aseveración sólo se entiende si se le sitúa dentro de una
sociedad que tendió a privilegiar un tipo de comunicación basada en la escritura en
detrimento de la palabra hablada”.
31: Las reflexiones críticas desarrolladas por este historiador francés se dirigen
precisamente a mostrar la relación que guarda el objeto -producto de esa práctica- y la
realidad de la que habla. La propia concepción de documento o testimonio histórico
entendido no sólo como un dato que nos informa del pasado, sino sobre todo como el
síntoma de lo que lo ha producido, permite advertir la ambigüedad en la que se encuentra
la historiografía; por un lado, es el testimonio de una presencia -ahí paso algo- y, por el
otro, es expresión de una ausencia -la de quien lo ha producido-. De ahí que De Certeau
convenga en que todo documento y texto histórico sólo se hace inteligible si se le remite a
su lucha de producción”.
Idem: “Lo real de la historia proviene entonces de las determinaciones de un lugar que
hace posible la fabricación de un tipo de discurso sobre el pasado mediante un cierto
instrumental. Su carácter de ciencia proviene de su capacidad para transformar “la
tradición recibida en un texto producido”. De esa manera sustituye la opacidad del presente
por un cuerpo de escrituras representativas del pasado que aspiran tanto a conocer el
pasado como a controlar el presente”.