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CASTIDAD eterno” (F, 742). Por eso, como “no hay


amor humano neto, franco y alegre (...) si
1. La virtud de la castidad. 2. Importancia no se vive esa virtud de la castidad” (ECP,
para la vida humana y cristiana. 3. La casti-
25), “discurrir sobre este tema significa
dad en el propio estado.
dialogar sobre el Amor” (AD, 178). Lo que
“Porque verán a Dios” es el título de la comporta, entre otras cosas, que se deba
homilía que san Josemaría dedica a tratar “tratar de la santa pureza con razonamien-
de la virtud de la castidad o pureza (cfr. AD, tos positivos y límpidos, con palabras mo-
175-189), a la que, según él mismo decía, destas y claras” (ibidem).
“suelo añadir el calificativo de santa” (ECP, San Josemaría dijo y escribió en los
5). Ese título, que remite a las palabras del contextos más variados que la castidad es
Señor en el Evangelio –“bienaventurados “una corona triunfal” (C, 123), “una triun-
los limpios de corazón, porque ellos verán fante afirmación de amor” (S, 831; ECP,
a Dios” (Mt 5, 8)–, señala con precisión la 25). Está al servicio del amor y es también
clave para percibir la perspectiva desde la su fruto o resultado. Crea en el interior del
que san Josemaría considera siempre esa corazón la disposición necesaria para que
virtud, “que sin ser la única ni la prime- el hombre pueda “responder que sí a su
ra, sin embargo actúa en la vida cristiana Amor, con un cariño claro, ardiente y or-
como la sal que preserva de la corrupción, denado” (AD, 178). A la vez, “la pureza es
y constituye la piedra de toque para el consecuencia del amor con el que hemos
alma apostólica” (AD, 175). Esta doctrina entregado al Señor el alma y el cuerpo, las
resulta clara si se advierte que la vida eter- potencias y los sentidos” (ECP, 5), hacien-
na consistirá en “ver a Dios cara a cara” do posible “vivir delicadamente (…) esa
(1 Co 13, 12); y que la vida cristiana, en finura que sólo se entiende cuando nos
cuanto participación y desarrollo de la gra- colocamos junto al Corazón enamorado
cia santificante, es como el comienzo de de Cristo en la Cruz” (AD, 184). “Pero no
la vida eterna en la tierra. De ahí que san es santa, ni agradable a Dios si la separa-
Josemaría, que habla del existir de los cris- mos de la caridad. La caridad es la semilla
tianos como de un caminar en “presencia que crecerá y dará frutos sabrosísimos con
de Dios” (C, 278) o de ser “contemplativos el riego, que es la pureza. Sin caridad, la
en medio del mundo” (ECP, 174), subraye pureza es infecunda, y sus aguas estériles
con fuerza que, aunque “la santa pureza convierten las almas en un lodazal, en una
no es ni la única ni la principal virtud cris- charca inmunda, de donde salen vahara-
tiana: es, sin embargo, indispensable para das de soberbia” (C, 119).
perseverar en el esfuerzo diario de nuestra
“La castidad –no simple continencia,
santificación y, si no se guarda, no cabe la
sino afirmación decidida de una voluntad
dedicación al apostolado” (ECP, 5).
enamorada– es una virtud que mantiene la
juventud del amor en cualquier estado de
1. La virtud de la castidad vida” (ECP, 25). Y, según el mismo san Jo-
Creada “a imagen de Dios” (Gn 1, semaría explica en una apretada síntesis,
27), que “es Amor” (1 Jn 4, 16), la persona conlleva que “el querer, el dominio, el ven-
humana está llamada a hacer de su exis- cimiento, no lo da la carne, ni viene del ins-
tencia una respuesta de amor, que, en el tinto; procede de la voluntad, sobre todo
caso del cristiano, se resume en la caridad si está unida a la Voluntad del Señor. Para
–“el vínculo de la perfección” (Col 3, 14)–; ser castos –y no simplemente continentes
y, como consecuencia, “convertir –por el u honestos–, hemos de someter las pasio-
amor– el trabajo humano de nuestra jorna- nes a la razón, pero por un motivo alto, por
da habitual, en obra de Dios, con alcance un impulso de Amor” (AD, 177). San Jose-

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maría proclamará de muchas maneras que res de la corporalidad y sensibilidad. “Es


la castidad no es “una negación” sin más combate, pero no renuncia (...). No ha de
(cfr. ECP, 5; F, 92; AD, 177), ni su importan- reducirse de ninguna manera a una nega-
cia se debe a la abstención de la actividad ción fría y matemática” (AD, 182). Es sólo
sexual (que sí será necesaria en los que no subordinación del instinto a la racionalidad
han sido escogidos por Dios para vivir en exigida por la misma condición de la per-
el matrimonio). sona humana creada a imagen y semejan-
Es una “afirmación”. Todo ser huma- za de Dios. La “violencia” de la castidad
no ha de “ser continente, cada uno según combate la esclavitud que el “hombre vie-
su estado [… Pero] esta postura compor- jo” o la “carne”, de que habla san Pablo,
ta un acto positivo, con el que aceptamos quiere imponer a los hijos de Dios. Nada
de buena gana el requerimiento divino” de lo que pertenece al “ser” de la persona
(AD, 182). Debido al pecado original, exis- puede considerarse como menos bueno o
te en el interior del corazón un desorden, infrahumano.
que hace que se rebele el “estímulo de la Es una “afirmación decidida de la vo-
carne” (cfr. 2 Co 12, 7) o “concupiscencia luntad”. El querer y el dominio que requiere
de la carne” (1 Jn 2, 16). Se manifiesta de esa “ordenación” no viene de “la carne, ni
manera particular en “la apetencia sexual, viene del instinto” (AD, 177), que, como tal,
que [por eso] debe ser ordenada” (ECP, 5). sólo es capaz de percibir la dimensión útil
Si no es así, cuando “las pasiones” no se y placentera de la sexualidad. Es necesaria
ordenan y se ponen al servicio de la “con- la actuación de la voluntad racional, por-
cupiscencia de la carne”, las personas se que sólo la razón es capaz de percibir el
convierten en “esclavos de la sensualidad” bien de la sexualidad como bien de la per-
(cfr. ECP, 5). Eso ocurre, comenta san Jo- sona; y sólo la voluntad racional es capaz
semaría, con referencia al placer y satis- de integrarlo en el bien de la persona, im-
facción que “Dios ha unido a las diversas pregnándolo de racionalidad.
funciones de la vida humana”, siempre Pero esa integración será “virtuosa”, si
que “el hombre, invirtiendo el orden de las la decisión de la voluntad, supuesta siem-
cosas, busca esa emoción como valor úl- pre la actuación de la gracia, está al ser-
timo, despreciando el bien y el fin al que vicio del amor. Ha de darse, por tanto, en
debe estar ligada y ordenada, la pervierte y el interior de “este corazón nuestro [que]
desnaturaliza, convirtiéndola en pecado, o ha nacido para amar. (...) Los cristianos
en ocasión de pecado” (ECP, 25). estamos enamorados del Amor: el Señor
Esa “ordenación” –para san Josema- no nos quiere secos, tiesos, como una ma-
ría, como para la gran teología– se identifi- teria inerte. ¡Nos quiere impregnados de
ca con la integración del bien de la sexua- su cariño!” (AD, 183). Por eso “responder
lidad en el bien de la persona. Es fruto que sí a su Amor [de Dios], con un cari-
del señorío de la persona sobre sí misma, ño claro, ardiente y ordenado, que eso es
sabedora de que “el sexo no es una rea- la castidad” (AD, 178), comporta el com-
lidad vergonzosa, sino una dádiva divina promiso de la voluntad de llevar a Dios
que se ordena limpiamente a la vida, al en nuestros cuerpos, ya que, por haber
amor, a la fecundidad” (ECP, 24), que “la sido “comprados a gran precio” (1 Co 6,
apetencia sexual (...) no es mala de suyo, 20) y hechos “templos de Dios” (1 Co 3,
porque es una noble realidad humana san- 16), “pertenecemos totalmente a Dios, con
tificable” (ECP, 5). Por eso, el “vencimien- alma y cuerpo, con la carne y con los hue-
to” propio, necesario a fin de “someter las sos, con los sentidos y con las potencias”
pasiones” (AD, 177), no se ha de entender (AD, 177). Se requiere la colaboración de la
como una negación o recorte de los valo- libertad humana al don de la gracia, que,

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teniendo lugar en el interior del corazón, se del entendimiento divino, que nos permite
manifiesta al exterior a través del lenguaje –con la libre voluntad, otro don de Dios–
de la corporalidad. “Nos revela la Escritura conocer y amar” (ECP, 24;cfr. A cfr. AD,
Santa que esa obra grandiosa de la santi- 179). Y cuando ya no predominan “las as-
ficación, tarea oculta y magnífica del Pará- piraciones de la vida espiritual”, sino que
clito, se verifica en el alma y en el cuerpo” ese horizonte es presidido por la sensibi-
(AD, 178). lidad, el placer o la satisfacción, se oscu-
Como trasfondo doctrinal de la en- rece la luz de la inteligencia y se debilita la
señanza sobre la castidad subyace, entre voluntad. Si no se lucha por rechazar los
otros principios de la antropología cristia- desvaríos de la impureza se puede termi-
na, una idea del hombre que lleva a verlo nar, como advertía el confesor, “un poco
con lo que podríamos calificar como una rudo”: “andas ahora por caminos de va-
“totalidad unificada” (“unidad substancial” cas; luego, ya te conformarás con ir por
de cuerpo-alma, de que habla la explica- los de cabras; y luego..., siempre como un
ción hilemórfica) y una valoración de la animal, que no sabe mirar al cielo” (S, 843).
sexualidad como dimensión constitutiva La necesidad de contrarrestar esas
de la persona humana. consecuencias explica que san Josemaría
anime fuertemente a amar y vivir personal-
2. Importancia para la vida humana y mente esta virtud: “No olvides que la pure-
cristiana za enrecia, viriliza el carácter” (C, 144). Y
El papel decisivo de la castidad en la también, a que mediante su valoración, se
vida humana y cristiana viene determinado contribuya a humanizar la sociedad: “Hace
por su necesidad. Si esta virtud no se vive, falta una cruzada de virilidad y de pureza
el existir de las personas no se desarrolla que contrarreste y anule la labor salvaje de
de acuerdo con su dignidad, y tampoco quienes creen que el hombre es una bes-
es posible corresponder a la gracia que el tia” (C, 121). Esa afirmación de la castidad
Señor pide “a cada uno, de acuerdo con cobra un vigor y vibración especiales al
su situación personal, [que] exige la prác- situarla en relación con la vida cristiana.
tica de las virtudes propias de los hijos Después de haber enumerado los recursos
de Dios” (AD, 177). De la homilía “Porque (formación de la conciencia, guarda de los
verán a Dios” son unas palabras que, de sentidos, frecuencia de sacramentos, etc.)
algún modo, resumen el pensamiento de con que “contamos siempre los cristianos
san Josemaría sobre esta función e impor- para vencer en esta lucha por guardar la
tancia: “Ciertamente la caridad teologal se castidad” (AD, 185), añade: “Me diréis que
nos muestra como la virtud más alta; pero todo eso resume, sin más, la vida cristia-
la castidad resulta el medio sine qua non, na. Ciertamente no cabe separar la pureza,
una condición imprescindible para lograr que es amor, de la esencia de nuestra fe,
ese diálogo íntimo con Dios; y cuando no que es caridad, el renovado enamorarse
se guarda, si no se lucha, se acaba ciego; de Dios que nos ha creado, que nos ha re-
no se ve nada, porque el hombre animal no dimido y que nos coge continuamente de
puede percibir las cosas que son del Espí- la mano, aunque en multitud de circuns-
ritu de Dios” (1 Cor 2, 14)” (AD, 175). tancias no lo advirtamos” (AD, 186; cfr.
Espiritualmente hablando, los que “se S, 836, 837).
han entregado cobardemente a la lujuria”, Una vida cristiana auténtica no se
“no ven, ni oyen, ni entienden nada” (AD, puede separar del esfuerzo por guardar
181). Han abdicado de lo que es más pro- la castidad, ya que, según se argumenta
pio del ser humano, como imagen de Dios: en esta misma homilía, “Jesucristo es el
“la inteligencia, que es como un chispazo modelo nuestro, de todos los cristianos”

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(AD, 175). [... Y] “quiere que nosotros a quedar enlodados. Las alas –también las
conservemos ese ejemplo sin sombras: de esas aves majestuosas que se remon-
un modelo maravilloso de pureza, de lim- tan donde no alcanzan las nubes– pesan,
pieza, de luz, de amor que sabe quemar y mucho. Pero si faltasen, no habría vuelo.
todo el mundo para purificarlo” (AD, 176). Grabadlo en vuestras cabezas, decididos
Para reflejar ese modelo o “revestirse de a no ceder si notáis el zarpazo de la tenta-
Cristo”, es decir, “esa obra grandiosa de ción, que se insinúa presentando la pure-
la santificación”, necesitamos de la “tarea za como una carga insoportable: ¡ánimo!,
oculta y magnífica del Paráclito” (AD, 178); ¡arriba!, hasta el sol, a la caza del Amor”
por tanto el cristiano ha de luchar por ser (AD, 177). Jamás se debe olvidar que la
dócil a esa acción del Espíritu Santo. Sólo “carga” del Evangelio es “suave y ligera”
así el alma dispondrá de ese como instinto (Mt 11, 30).
sobrenatural para descubrir “a Jesús que
pasa quasi in occulto (Jn 7, 10) por las en- 3. La castidad en el propio estado
crucijadas aparentemente más vulgares”
(AD, 4). Esa motivación late en Camino: Valorar como se debe la importancia
“Quítame, Jesús, esa corteza roñosa de de la castidad exige, junto a otras cosas,
podredumbre sensual que recubre mi co- advertir que, como recuerda san Josema-
razón, para que sienta y siga con docilidad ría, “vuestra vocación humana es parte,
los toques del Paráclito en mi alma” (C, y parte importante, de vuestra vocación
130). Y también en la invitación a poner los divina” (ECP, 46). Por eso, la castidad es
medios para vencer en el combate de la necesaria para todos. El ejercicio de esta
castidad. “¡Qué amor a la virtud encanta- virtud no queda “reducido” a la lucha con-
dora de la santa pureza, que nos ayuda a tra el desorden de la concupiscencia, que
ser más fuertes, más recios, más fecundos, acompaña al hombre mientras peregrina
más capaces de trabajar por Dios, más ca- por la tierra. Además, ha de hacerse en
paces de todo lo grande!” (AD, 176). todos los estados y etapas de la vida “de
acuerdo con su situación personal” (cfr.
La relación entre vida cristiana vibrante AD, 177), es decir, conforme lo exige la
y corazones limpios, entregados al Amor, propia vocación.
es también la razón de que la castidad sea
necesaria en el apostolado. “Sin la santa “Por vocación divina unos habrán de
pureza no se puede perseverar en el apos- vivir esa pureza en el matrimonio; otros,
tolado” (C, 129). No es posible, porque “tu renunciando a los amores humanos, para
apostolado debe ser una sobreabundancia corresponder única y apasionadamente al
de tu vida “para adentro” (C, 961; cfr. F, amor de Dios. Ni unos ni otros esclavos
708; AD, 5): de “una intensa vida interior”, de la sensualidad, sino señores del propio
que consiste “en ser, eficaz y realmente, cuerpo y del propio corazón, para poder
hombres y mujeres que hacen de su jor- darlos sacrificadamente a otros” (ECP, 5).
nada un diálogo ininterrumpido con Dios” “Pero, en cualquier caso, cada uno en su
(F, 572). Esa perspectiva hace ver que, sitio, con la vocación que Dios le ha infun-
entre otras cosas, vale la pena esforzarse dido en el alma –soltero, casado, viudo,
por superar las dificultades que pudieran sacerdote– ha de esforzarse en vivir deli-
presentarse y que, en ocasiones, pudieran cadamente la castidad, que es virtud para
parecer duras y pesadas. Es una exigencia todos y de todos exige lucha, delicadeza,
del amor a Dios y de la ayuda que se pue- primor, reciedumbre, esa finura que sólo se
de y debe dar a los demás. “Comparo esta entiende junto al Corazón enamorado de
virtud a unas alas que nos permiten trans- Cristo en la Cruz” (AD, 184).
mitir los mandatos, la doctrina de Dios, por Desde esa valoración positiva de la
todos los ambientes de la tierra sin temor vida matrimonial, san Josemaría anima a

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los que se preparan para el matrimonio a concedido a la humanidad, y una manifes-


que comprendan “bien lo que es el amor: tación de que es el egoísmo y no el amor
el Amor divino, y también el amor humano lo que inspira la conducta. Entonces todo
noble; y sabrán lo que es la paz, la alegría, se enturbia, porque los cónyuges llegan a
la fecundidad” (CONV, 105). Con esa pers- contemplarse como cómplices: y se pro-
pectiva les recuerda que “el noviazgo debe ducen disensiones que, continuando en
ser una ocasión de ahondar en el afecto y esa línea, son casi siempre insanables”
en el conocimiento mutuo. Y, como toda (ECP, 25; cfr. CONV, 94). Ese “no cegar las
escuela de amor, ha de estar inspirado no fuentes de la vida” expresa la generosidad
por el afán de posesión, sino por espíritu y la fidelidad a la vocación recibida que
de entrega, de comprensión, de respeto, debe guiar las manifestaciones de su amor.
de delicadeza” (ibidem). En ese mismo Ésa es la razón de que san Josemaría su-
sentido se expresa el Concilio Vaticano II braye con fuerza de palabra y por escrito:
cuando dice “a los novios (…) que alimen- “Bendigo a los padres que, recibiendo con
ten y fomenten el noviazgo con un casto alegría la misión que Dios les encomienda,
afecto” (GS, 49) y el Catecismo de la Igle- tienen muchos hijos. E invito a los matri-
sia Católica, que en la castidad propia de monios a no cegar las fuentes de la vida, a
esa etapa “han de ver un descubrimiento tener sentido sobrenatural y valentía para
del mutuo respeto, un aprendizaje de la fi- llevar adelante una familia numerosa, si
delidad y de la esperanza de recibirse el Dios se la manda” (CONV, 94).
uno y el otro de Dios” (CCE, n. 2350). La familia numerosa no es, pues, sin
Con esa convicción san Josemaría más, la que tiene muchos hijos, sino la que
asegura “a los esposos que no han de te- es generosa con el plan de Dios: “Cuando
ner miedo a expresar el cariño: al contra- alabo la familia numerosa, no me refiero a
rio, porque esa inclinación es la base de la que es consecuencia de relaciones me-
su vida familiar. Lo que les pide el Señor es ramente fisiológicas; sino a la que es fruto
que se respeten mutuamente y que sean de ejercitar las virtudes cristianas, a la que
mutuamente leales, que obren con deli- tiene un alto sentido de la dignidad de la
persona, a la que sabe que dar hijos a Dios
cadeza, con naturalidad, con modestia”
no consiste sólo en engendrarlos a la vida
(ECP, 25). “Les diré también –continúa el
natural, sino que exige también toda una
texto– que las relaciones conyugales son
larga tarea de educación: darles la vida es
dignas cuando son prueba de verdadero
lo primero, pero no es todo. Puede haber
amor y, por tanto, están abiertas a la fe-
casos concretos en los que la voluntad de
cundidad, a los hijos” (ibidem). Con lógica
Dios –manifestada por los medios ordina-
coherencia, san Josemaría recordaba una
rios– esté precisamente en que una familia
y otra vez que “el verdadero amor mutuo
sea pequeña. (…). No es el número por sí
transciende la comunidad de marido y mu-
solo lo decisivo: tener muchos o pocos hi-
jer, y se extiende a sus frutos naturales: los
jos no es suficiente para que una familia
hijos” (CONV, 94): el amor conyugal forma
sea más o menos cristiana. Lo importante
parte irrenunciable de la respuesta de los
es la rectitud con que se viva la vida ma-
casados a su vocación a la plenitud de la trimonial” (ibidem). Por esa razón los es-
vida cristiana, y la apertura a la fecundidad posos a los que “el Señor no les da hijos,
es una dimensión constitutiva de ese amor. no han de ver en eso ninguna frustración:
En este sentido, san Josemaría aler- han de estar contentos, descubriendo en
taba de las consecuencias a que puede este mismo hecho la Voluntad de Dios para
conducir la desnaturalización del amor ellos. (…) No hay, pues, motivo para sentir-
conyugal: “Cegar las fuentes de la vida es se fracasados ni para dar lugar a la triste-
un crimen contra los dones que Dios ha za” (CONV, 96).

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CATEQUESIS, LABOR Y VIAJES DE

Amor conyugal y apertura a la vida con- con la perspectiva del reino de los cielos;
forman la castidad o constituyen la misma el matrimonio, que la castidad del celibato
realidad. Esto equivale a decir que la rela- no puede quedarse en una universalidad
ción conyugal es expresión verdadera del abstracta, ya que sólo las personas sin-
amor cuando se vive la castidad: “Cuando gulares pueden ser amadas. Por eso “no
la castidad conyugal está presente en el hay contradicción alguna entre tener este
amor, la vida matrimonial es expresión de aprecio a la vocación matrimonial y enten-
una conducta auténtica, marido y mujer se der la mayor excelencia de la vocación al
comprenden y se sienten unidos; cuando celibato” (ibidem). En el fondo, porque uno
el bien divino de la sexualidad se pervierte, y otro son modos que expresan que “la
la intimidad se destroza, y el marido y la existencia del cristiano –la tuya y la mía–
mujer no pueden ya mirarse noblemente a es de Amor” (AD, 183).
la cara” (ECP, 25).
Proclamando la grandeza de la voca- Voces relacionadas: Celibato; Matrimonio.
ción matrimonial, san Josemaría enseña
a la vez que a algunos Dios les pide más: Bibliografía: AD, 175-189; C, 118-145; ECP,
“entregarse por amor al Reino de los cie- 24-26; S, 831-849; Josef Pieper, Las virtudes
los sólo a Jesús y, por Jesús, a todos los fundamentales, Madrid, Rialp, 1980; Augusto
hombres” (AD, 184). Es el don de los que, Sarmiento, “La castidad, integración del bien
siguiendo la llamada del Señor, viven la de la sexualidad en el bien de la persona”, en
virginidad o el celibato por el reino de los Id. - Tomás Trigo - Enrique Molina, Moral de la
cielos, que exige, ciertamente, la continen- persona, Pamplona, EUNSA, 2006, pp. 197-211;
cia; pero sólo será expresión de la virtud Karol Wojtyla, Amor y responsabilidad, Madrid,
de la castidad si está al servicio del Amor Razón y Fe, 1978.
de Dios y de los demás. Y así “es algo más Augusto SARMIENTO
sublime que el amor matrimonial, aunque
el matrimonio sea un sacramento y sacra-
mentum magnum (Ef 5, 32)” (ibidem).
Esa sublimidad del celibato se debe CATEQUESIS, LABOR Y VIAJES DE
a su vinculación particular con el reino de
1. Durante los primeros años de su sacer-
los cielos. Objetivamente el celibato ex-
docio (1925-1931). 2. Desde la fundación
presa en forma más acabada la redención del Opus Dei hasta el comienzo de la Gue-
del cuerpo, como será en la resurrección. rra Civil española (1928-1936). 3. En los
El matrimonio expresa esa misma reden- años sucesivos (1939-1970). 4. Las gran-
ción mediante el sacramento, según la des catequesis en los últimos años de su
condición de este mundo. Pero desde la vida (1970-1975).
perspectiva de las existencias concretas,
“lo que interesa, sobre todo, es la corres- San Josemaría afirmó siempre que “el
pondencia de cada uno a su propia voca- Opus Dei es una gran catequesis”, pues
ción: para cada uno, lo más perfecto es se propone avivar en los fieles corrientes
–siempre y sólo– hacer la voluntad de la urgencia de la llamada a la santidad, al
Dios” (CONV, 92). El don del celibato y el tiempo que ofrece la formación doctrinal
matrimonio son dos tipos de llamada voca- de la fe cristiana y los medios ascéticos y
cional que se necesitan: ninguna expresa espirituales para alcanzar ese fin. El afán
completamente por sí sola el misterio del del fundador por difundir la doctrina cris-
amor de Cristo por la Iglesia. Y se comple- tiana comenzó muy pronto: desde que el
mentan: el celibato “recuerda” que la cas- Señor se cruzó en su vida, preparándo-
tidad propia del matrimonio ha de vivirse le para la misión a la que le destinaba, y

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