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EL SISTEMA PENITENCIARIO
DOMINICANO. SU EVOLUCIÓN
Orientación de la Unidad VII
Ya que conoces la evolución del sistema penitenciario a nivel internacional, ahora
corresponde ver el sistema penitenciario en República Dominicana, tomando en cuenta
su surgimiento, su base legal, su funcionamiento y los derechos que esta consagra en
beneficio de las personas privadas de libertad.
2) Muestra dominio de los derechos de las personas privadas de libertad y los mecanismos
para su exigencia en defensa de sus clientes ante las autoridades competentes en su
campo profesional.
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Colón, para realizar el cobro de los tributos, erigió nuevas fortalezas, como la Santa
Calina, Esperanza y otras. Con la aplicación de este tributo, el sistema feudal español,
comenzó a entronizarse en la isla, y miles de aborígenes fueron obligados al trabajo
forzado en los ríos, donde se les obligaba a lavar oro, a la excavación minera y al cultivo
de algodón y otros frutos.
El mismo autor previamente indicado, refiere que los colonizadores adoptaron un sin
número de medidas, como una forma de garantizar el orden entre los aborígenes.
En el año 1702, un colono estimó que todo castigo que pasara de 100 latigazos, era
muy rígido para que se aplicaran sin el consentimiento de las autoridades. Por lo
que el número fijó en 39 y más tarde en 50. Pero los colonos no respetaban leyes ni
reglamentos, de ahí que muchos de los esclavos morían a causa de los golpes de látigo.
A veces se interrumpía el látigo para aplicar al negro castigado un hierro candente en
el cuello; y sobre la llaga sangrienta se le rociaba sal, pólvora, limón, cenizas. Los amos
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les derramaban cera sobre los brazos, cabeza y hombros. También hubo quienes les
vaciaban en la cabeza guarapo hirviendo, los asaban vivos a fuego lento, los llenaban de
pólvora y los hacían explosionar.
Ramos (1986), señala que durante la colonia, el Rey Felipe II, en Real cédula dada en el
Prado el 2 de diciembre del 1582, ordena que en todos los pueblos de Indias se hagan
cárceles para custodiar a los delincuentes. En estas habrá habitaciones divididas para
mujeres y hombres.
En el año 1596 se dicta la ordenanza 317, donde se le instruye a los alcaides y carcelarios
para que no injurien ni ofendan a los presos. También que los carcelarios hagan barrer
dos veces cada semana la cárcel y tengan agua en buen estado para que los presos
beban. (Ord. 325 Rec. Ley 8).
La ordenanza 292 de 1563, Rec. Ley 3 establecía que en las cárceles tenía que existir una
capilla y un capellán que celebrara la misa a los presos.
La ordenanza 309 Rec. Ley 11, establecía que los alcaides y carceleros estaban obligados
a visitar los presos todas las noches, revisar las prisiones, las puertas y cerraduras de toda
la prisión.
El citado penalista apunta que Thod, en un estudio realizado sobre la historia del Derecho
Penal de la América Latina, dice que se instituyó individualización de la prisión, ya que
por cédula de Don Carlos y la Emperatriz, dada en Ocaña (Toledo) el 25 de enero 1531,
se ordenó que en caso de que las Audiencias y Justicia manden a apresar a su Regidor
o Caballero o cualquier persona honrada, el encarcelamiento debía hacerse conforme a
la gravedad de la infracción.
Refiere Ramos, que fue en el año 1920, época de la intervención norteamericana cuando
comenzó a tratarse en República Dominicana, lo relativo al mejoramiento de la situación
penitenciaria. En ese sentido el gobierno militar dictó las órdenes ejecutivas número
384 y 435. La primera se emitió el 14 de enero de 1920, la cual en su artículo 1 establecía:
“el Poder Ejecutivo queda investido con autoridad para conceder indultos, suspensión
provisional, prórrogas o conmutaciones de sentencias criminales, correccionales y
de policía; cancelar multas y condicionales.” También el artículo 53 párrafo 16 de la
Constitución del 1908, en vigencia para esta fecha autorizaba al Poder Ejecutivo a
conmutar la pena de muerte, cuando fuere invocado el recurso de gracia, quedando el
inculpado sujeto a la pena inmediatamente inferior.
La segunda orden ejecutiva se puso en vigor el 24 de Marzo del 1920, la cual constituyó
el mayor paso de avance en materia penitenciaria, pues República Dominicana, se coloca
a la altura de otros países más civilizados. El artículo 1 de la citada orden establecía que
todo condenado por una sentencia criminal o correccional, excepto el que esté preso
por haber dejado de pagar una multa, se le podrá rebajar la pena a la cuarta parte del
tiempo de encarcelamiento, cuando el recluso hubiera observado buena conducta. Así
mismo el artículo 2 de la referida orden, autorizaba al Poder Ejecutivo a poner en
libertad al recluso, bajo palabra, cuando hubiese cumplido por lo menos la cuarta parte
de la pena a que fue condenado, siempre que el condenado contara con una persona que
le sirva de amigo y consejero durante el período de libertad. Conforme al artículo 3 de
la citada orden la persona que serviría al procesado de consejero del período de libertad,
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Una vez cumplidos esos requisitos, el Secretario de Justicia debía enviar el expediente
con sus recomendaciones al Presidente de la República, y este a su vez concedía la
libertad bajo palabra mediante una resolución donde se hacía constar que esa libertad
sería revocada si el recluso no observare buena conducta en libertad. (Art. 6).
En el mes de diciembre del año 1926, se puso en vigor la Ley No. 582, para corregir la
deficiencia de la legislación anterior. Mediante esta ley se le faculta a la Suprema Corte
de Justicia, para que previo dictamen del Procurador General de la República, rebajase
la cuarta parte de la pena a los reclusos condenados por crimen o delito en caso de
haber observado buena conducta en el penal. Lo mismo se podría hacer en cuanto a las
multas.
El 27 de octubre del año 1927, se promulgó la Ley No.759, mediante la cual se crea
una institución conocida como Junta de Gracia y Perdón, integrada por el Secretario de
Estado de Justicia e Instrucción Pública, quien la presidía, el Procurador General de la
República, por el Secretario de la Procuraduría General de la República y el Procurador
General de la Corte de Apelación de Santo Domingo. Esta junta tenía facultad para
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perdonar, a solicitud del interesado, la cuarta parte del tiempo de la condenación por
sentencia definitiva a no menos de un año de prisión, siempre y cuanto el recluso
hubiese observado buena conducta. Luego se promulgó la Ley No.83, del 2 de enero
del 1931, con la cual se modificó la ley anterior, para que la Junta quedara integrada así:
el Procurador General de la República quien la presidía, el Procurador General de la
Corte de Apelación de Santo Domingo y el Procurador Fiscal del Distrito Judicial de
Santo Domingo. Se dispuso que no podían beneficiarse los condenados por robo de los
beneficios del perdón de la cuarta parte de la pena.
En ese tiempo existían unos presos vestidos de fuerte azul, denominados presos de
confianza, que salían día tras día de la fortaleza Ozama a trabajar fuera de la prisión y
regresaban a dormir. Ellos se dedicaron a cometer toda clase de crímenes, lo que motivó
que la población se alarmara. Refiere Ramos que los presos que habían obtenido la
libertad con la rebaja de la cuarta parte y los liberados bajo palabra, volvieron a cometer
infracciones más graves que las que motivaron su primera prisión.
En esas prisiones no hubo jamás talleres, escuelas, ni nada. Se tenía la idea de que el
preso era un preso y no se cumplían los fines nobles y humanitarios en que se inspiraron
los autores de la orden ejecutiva citada con anterioridad.
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En este mismo año se dictó el decreto No. 14789, cuyo artículo único estableció la
clausura a partir del 1ro. de mayo del mismo año, de la cárcel ubicada en el edificio
conocido como “el cubo” de la ciudad de Puerto Plata. De ese modo se clausuró una
celda que venía operando desde hacía 90 años.
El párrafo II del artículo 14 prohibía a los miembros del ejército nacional establecer
relaciones con los presos del recinto de cada cárcel, ni utilizarlos en servicios personales.
También se les prohibía maltratar los presos con palabras o vías de hechos, pudiendo
dirigir toda queja al alcaide de la cárcel.
El empeño que tenían las autoridades en demostrar que en el país se interesaban por
los recintos carcelarios, conllevó a que en 1946 se construyera una cárcel modelo en
Elías Piña, ubicada la salida de la ciudad en la parte Oeste. El recinto era más o menos
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amplio, dividido en cuatro secciones, tres para hombres y una para mujeres. En cuanto
a los menores, eran llevados a San Juan de la Maguana.
Al iniciarse la década de los 50 la situación de las cárceles no varió, muy por el contrario,
las condiciones de las mismas empeoraban.
Los reclusos eran utilizados en labores agrícolas en colonias propiedad del tirano,
como “El Pozo” en Nagua. Allí los presos morían por decenas, ya que era un lugar
cenagoso y con una extensión territorial muy grande. A los prisioneros primero había
que distribuirlos y después recogerlos en camiones.
Los reclusos que estaban en “El pozo” pasaban el día en pleno sol trabajando en la
siembra, limpieza y corte de arroz, y en la noche dormían en galpones construidos en
diferentes lugares, sin bañarse, en el suelo, con hambre y con mordedura de sanguijuelas.
Los reclusos que eran trasladados al Sisal en Azua padecían situaciones críticas, ya que
este era un sembradío de sisal, planta parecida a la cabuya. Allí aparecían alacranes,
camarones, guazábaras, etc.
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También, se utilizaban los presos comunes para trabajar en caminos vecinales. Eran
tratados como bestias salvajes por los oficiales de las Fuerzas Armadas o la Policía
Nacional.
El sátrapa también utilizó como centro de tortura las cárceles de “San Isidro” en la
base aérea de ese mismo nombre. En el palacio de la Policía Nacional, existía la celda
conocida como “La Capilla” donde se sacaban de noche a los reclusos, y según se dice,
los torturaban y a veces los asesinaban.
a) El Potro: fue un instrumento de tortura utilizado por los seguidores del sátrapa.
Consistió en poner al prisionero boca arriba y halarle los brazos y piernas en direcciones
opuestas con tortores y manivelas hasta que hable o pierda la conciencia por el dolor o
el desmembramiento de sus extremidades.
b) La Prensa para la cabeza: consistía en una prensa hecha con tablones y un tornillo
sin punta en el que se le ponía la cabeza al recluso y comenzaba a apretarla hasta que
admitiera los hechos que se les imputaban.
c) La tenaza: consistió en darles mordiscos con pinzas en los testículos a los reclusos y
por el dolor que provocaba por lo regular castraba al que se le aplicaba.
Era un sillón de madera con abrazaderas metálicas en los brazos, pies y cabeza,
conectado a unos interruptores que aumentaba el voltaje al deseo del manipulador. Los
sillones fueron construidos en los talleres de mecánicas de la entonces aviación militar
dominicana e instalados, uno en Las 40 y otro en El 9. Fueron motivos de diversión al
final de la dictadura para los hijos del tirano (Ramfis y Radhamés), quienes llevaban a los
presos políticos a esa silla para divertirse mientras los veían morir lentamente.
Luego Trujillo colocó la baja oficialidad en distintas cárceles del interior del país y la alta
oficialidad en la cárcel de Nigua, la cual fue un antiguo edificio construido durante la
ocupación militar Trujillo lo convirtió en un centro de torturas y exterminio. Allí fueron
cientos de jóvenes que formaban parte del complot organizado en Santiago. Muchos
de ellos fueron fusilados, otros fallecidos a causa de las torturas y enfermedades, y
desfallecimiento físico debido al trabajo inhumano forzado a que fueron sometidos.
Para consolidar su régimen, se dice que miles de presos políticos eran sometidos a
trabajos forzados, los cuales morían debido al trabajo inhumano a que eran sometidos.
A fines del año 1937 se produjo una gran matanza de haitianos ejecutados por el ejército
de Trujillo. Fueron asesinadas más de 17 mil personas, con bayonetas, puñales, machetes,
etc., hombres, mujeres y niños de todas las edades.
La represión del régimen de Trujillo era tan fuerte que un juez de Santiago que dictó
una sentencia declarando que el expediente del cual estaba apoderado había prescrito,
fue cancelado y encarcelado.
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En los años 1944 y 1945, dos sindicalistas conocidos como García Dickson (Blanquito)
y Héctor Quezada (Negrito) fueron asesinados. Se dice que el primero fue lanzado al
mar y el segundo fue encontrado muerto en una estrecha carretera que conduce a Tierra
Colorada.
Argumenta Pichardo, que además de esos dos crímenes de dice que 17 personas que
participaban en un movimiento huelgario en contra de los despidos injustificados que
realizaban los administradores de Central Romana, fueron ejecutados, y se les colocaron
letreros que decían: éste obtuvo un aumento de salario. El más sonado de esos crímenes
fue el Francisco Antigua, colgado de un poste con uno de los letreros muy cerca del
Central. Los cadáveres restantes, con sus correspondientes rótulos, fueron distribuidos
entre los principales bateyes, como Higueral y Guaymate, quedando durante días a la
vista del público sin que nadie osara sepultarlos.
Las protestas laborales continuaron en otros puntos del país y el tirano utilizó los
mismos procedimientos.
3. La cárcel de Nigua
Este centro penitenciario fue levantado mediante orden ejecutiva No. 257 del 15 de
febrero del 1919, firmada por B.H. Fuller, Brigadier General, U.S.M., gobernador militar
interino de Santo Domingo. Este recinto fue el más grande del país, ubicado a escasos
kilómetros de la capital, con paredes gruesas y reforzadas con barrotes de acero. Fue
construido a modo de semicírculo, de modo tal que la puerta de cada celda quedaba de
frente a la oficina de administración de la cárcel. Esta oficina era de 3 plantas, la última
planta era usada para vigilar todo el recinto carcelario.
La cárcel de Nigua se encontraba rodeada de una cerca de alambres. Allí los presos eran
cruelmente castigados, ahorcados o fusilados. Además, se les obligaba a hacer trabajos
de agricultura y a reparar las carreteras.
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“cuando un preso esté cumpliendo condena y los hijos no tengan medio de subsistencia
el Estado le suministrará cinco pesos mensuales por cada hijo hasta el número de diez”.
“como se advierte por la simple lectura del proyecto de ley anexo, éste tiende a socorrer a los hijos
necesitados de personas que estén cumpliendo condena, quienes en la práctica son seres inocentes, y sin
embargo, quedan afectados profundamente por la suerte de sus progenitores”. Martínez, p. 219
En 1955 se dictaron los Decretos No. 671, del 26 de febrero; el 1080, el 13 de agosto;
el 1171 del 22 de septiembre y el 1958, del 22 de diciembre concediendo indultos a 249
reclusos que cumplían condena en las cárceles.
De 1958 a 1960 hubo un total de 64 solicitudes de indulto, pero como en otros casos
los peticionarios fueron a parar a recintos hospitalarios como el Hospital Sanatorio Dr.
Matos y el Padre Billini.
5. La cárcel de la Victoria
El penal de la victoria fue inaugurado el 16 de Agosto del 1952 por el General Héctor
B. Trujillo Molina, en el poblado de la Victoria, cerca de 22 kilómetros del Distrito
Nacional. Construido para alojar a 1,200 reclusos, apenas podía albergar unas 800
personas.
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El penal de La Victoria, que sustituyó al de Nigua, fue construido en la década del 1950
para que funcionara con los siguientes áreas: Oficina de Alcaide o director del penal,
oficina administrativa, parqueos, comedor, cocina, celdas con baños, talleres, hospital,
panadería, barbería, capilla, dormitorios de guardias, dormitorios de oficiales, patio de
visitas, canchas de baloncesto y terreno de béisbol.
6. La cárcel La Cuarenta
“...la noche que yo llegué al centro de tortura, aquello parecía la obra de alguna alucinación dantesca.
En todo el patio de la prisión y en sus diversas dependencias se torturaba del más diverso modo en medio
de un frenesí bestial en el que, aparecían entremezclados, esbirros y hombres desnudos y esposados
dando alaridos y revolviéndose como gallinas decapitados. No es poco el impacto que produce en el
ánimo más aplomado, contemplar a un hombre, indefenso y desnudo, vuelto una masa de carne lacerada
y convertido en una especie de cebra bípeda con todo el cuerpo cubierto de surcos negros y sanguinolentos
causados por pelas de más de doscientos azotes que se aplicaban con foetes, gruesos alambres y tubos
de material plástico. Los alaridos provocados por la aplicación de corrientes eléctricas, con su efecto
quemante en todo el sistema nervioso, tiene un carácter particularmente ondulante y desgarrador y la
escena de un hombre, desnudo y amarrado a una poltrona recubierta de láminas de cobres, es especial
dramática: La víctima se retorcía al recibir las descargas eléctricas y las contracciones de su cuerpo y
los rictus del rostro que se sucedían entre aullidos de dolor, producen una visión realmente insoportable.
Mientras tanto, el coro de torturadores, en medio de las pausas, vertía toda suerte de chistes y sarcasmo
con respecto a las víctimas, en tanto practicaban la diversión de apagar cigarrillos, de manera continua,
en los cuerpos de los maniatados en la silla. Cuando alguien perdía el conocimiento, como consecuencia
de las penas aplicadas en un cuadrilátero denominado El Coliseo, por dos o tres esbirros a la vez, sobre
el cuerpo despejado, sanguinolento y en carne viva del cautivo, era derramada un lata de agua de sal o
se le sentaba en la silla para reanimarlo con descargas eléctricas”. (Pichardo pp. 579-580).
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Por otra parte un potente foco producía una luz enceguecedora, aún en el caso en que
se cerraban los ojos. El coliseo también era usado para hacer entrar en acción a dos
perros amaestrados que azuzados contra el cautivo siempre desnudo y esposado que
sufría un ataque intermitente con pausas de 30 segundos a un minuto, lapso en el cual
se reanudaba al asediante interrogatorio para darle paso a una nueva acometida de los
canes. Los perros, como verdaderos seres humanos, obedecían de manera automática,
tanto la orden de atacar como la de suspender el ataque. Aquello era un sistema de
tortura física y psicológica: los perros, aun cuando suspendían por orden de esbirros
el ataque, permanecían prácticamente encima de la víctima gruñendo y en espera de la
nueva señal para acometer otra vez”. (Pichardo, 1993).
En la madrugada del 31 de Mayo de 1961, cuando el cadáver del tirano era conducido
al Palacio Nacional, los agentes de SIM, iniciaron las investigaciones en el centro de
exterminio de La Cuarenta. El primero en ser llevado allí fue Ernesto de la Maza,
hermano de Antonio uno de los participantes en el ajusticiamiento, quien fue sometido
a terribles torturas, muriendo pocas horas después cerca de a un árbol situado en el
patio de la prisión, donde fue tirado moribundo.
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Al día siguiente de la muerte del tirano, a raíz de las investigaciones del SIM, un hermano
del general Román que había sido detenido y posteriormente libertado, al recibir una
nueva visita del SIM, se encerró en la habitación y se suicidó. Un hijo, dos ayudantes
y el chofer del mismo general, detenidos conjuntamente con un sargento que llegó
coincidencialmente a la residencia, fueron asesinados en la silla eléctrica. La misma
suerte corrió un hijo de Juan Tomás, y Segundo Imbert, hermano de Antonio que se
encontraban en prisión. Otro pariente de Antonio de la Maza, fue estrangulado en su
propio hogar, el mismo día que detuvieron a su padre.
8. Ley No. 224 del 26 de Junio del 1984, (G.O. 9640) sobre Régimen Penitenciario
En el año 1984, durante el período de gobierno del Dr. Salvador Jorge Blanco, se
introduce la Ley 224 sobre Régimen Penitenciario, la cual constituyó un gran paso de
avance en lo que tiene que ver con el tratamiento de los presos, por lo menos desde
el punto de vista legislativo. Como se verá, en la práctica esa ley es letra muerta, por la
ausencia de una política penitenciaria eficaz. Aunque hay que reconocer que después
de la implementación del nuevo Modelo Penitenciario, muchos aspectos han mejorado
de manera considerable.
La susodicha Ley consta de 107 artículos y 27 capítulos, de los cuales se hará mención
de los aspectos más importantes.
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El artículo 1 de la Ley No. 224 sobre Régimen Penitenciario, señala que el sistema
penitenciario dominicano está dividido de la siguiente manera:
b) Los Presidios: En estos establecimientos sólo deben estar los condenados a penas
inferiores a 2 años.
c) Las Cárceles: En estos establecimientos deben estar las personas que aún no han sido
condenados, es decir, presos preventivos que aún están favorecidos por la presunción
de inocencia.
Tales prácticas contravienen el espíritu de la misma ley 224 sobre Régimen Penitenciario.
Los reclusos no podrán ser objeto de torturas, maltratos o humillaciones de ninguna
especie.
En los centros de corrección del nuevo modelo de gestión penitenciaria, los internos
son tratados con apego estricto al respeto de la dignidad humana, lo cual contribuye
a que pueda rehabilitarse con mayor facilidad. (Art. 5 Ley No. 224 del 26 de junio de
1984).
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Cuando los miembros del penal cometan en perjuicio de los reclusos, torturas, maltratos,
vejaciones o humillaciones de cualquier especie, serán sancionados con la suspensión de
su empleo sin disfrute de sueldo, hasta por 30 días, sin perjuicio de la responsabilidad
penal en que incurran. En caso de reincidencia serán sancionados con la destitución.(
Art. 5 Ley No. 224 del 26 de junio de 1984).
El citado artículo quizás sea el más importante que pueda contener la Ley 224 sobre
Régimen Penitenciario, en razón de que pretende hacer de la pena, no un castigo, sino
una manera de proteger a la sociedad y reeducar al condenado para que cuando adquiera
su libertad, obre bien, sin transgredir los preceptos legales. Es preciso que la persona
condenada a pena privativa de libertad, pueda mejorar su conducta, y que se aplique un
tratamiento individualizado acorde con su personalidad y el delito cometido.
Para lograr los propósitos perseguidos, el régimen penitenciario deberá emplear todos
los medios curativos, educativos, morales, espirituales y de otra naturaleza. Se debe
tratar de eliminar las diferencias existentes entre la vida en prisión y en libertad. (Regla
59, Reglas Mínimas). Es conveniente que antes del término de la ejecución de una pena,
se adopten las medidas necesarias para asegurar un retorno progresivo del recluso a su
sociedad natural. (Regla 59, Reglas Mínimas).
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Penología y Derecho Penitenciario
Es importante tomar en consideración que muchas de las personas que guardan prisión
tienen una autoestima muy baja. Algunos de ellos incluso han cometido hechos punibles
para llamar la atención, porque de esa manera entienden que la sociedad los toma en
cuenta.
En el penal, el preso consigue cierto liderazgo. Eso hace que se adapte más fácil a la
sociedad carcelaria, cosa que no le es tan fácil lograr estando en libertad.
Sin embargo, algunos de estos departamentos son inexistentes, y los que existen, son
infuncionales. Una muestra de ello es que los reclusos reciben como único tratamiento
el de la macana, el maltrato físico y psicológico.
Con el Código Procesal Penal, el control de los condenados y todo lo que tiene que ver
con las condiciones del cumplimiento de la pena, está a cargo del juez de la ejecución
de la pena, quien deberá velar porque las penas se cumplan en condiciones menos
perjudiciales para el condenado, es decir acorde con su personalidad.
Existirán establecimientos distintos para hombres y mujeres, y donde esto no sea posible,
en un mismo establecimiento se habilitarán secciones independientes.
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la difícil situación por la que atraviesan las cárceles del país. Dijo que hay que tomar
en consideración que un recluso pierde sus derechos civiles, pero no su dignidad.
Enfatizó que las cárceles deben estar integradas por profesionales de la conducta como
psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales, para que trabajen en los programas de
regeneración de los delincuentes.
En el mismo orden de López Rodríguez, Moreno refirió con una visión más amplia, que
en República Dominicana los reclusos que ingresan a las cárceles, de victimarios pasan
a ser víctimas, lo cual constituye uno de los peores males de las cárceles dominicanas.
Por eso plantea la reivindicación de los recintos carcelarios, de modo que se asegure
el respeto a la dignidad del individuo y los derechos que le asisten, sin que el Estado
renuncie a la persecución y encarcelamiento de los infractores de la ley penal. Pero el
Estado debe observar los siguientes principios:
e) Que el juez, además de la prisión para que el que resulte culpable, tenga otras opciones
que no sea la privación de libertad.
Mediante Decreto No. 430-98 del 26 de noviembre de 1998, del Poder Ejecutivo se
creó la Comisión para la Definición, Ejecución y Supervisión de la Política Penitenciaria
Nacional, la cual quedó integrada por el Procurador General de la República de ese
entonces, Doctor Mariano Germán Mejía, quien la presidía; S. E. R. Nicolás De Jesús
López Rodríguez, Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, Licda. Aura Celeste
Fernández, Coordinadora del Comisionado de Apoyo para la Reforma y Modernización
de la Justicia, Secretaria General de la Comisión; Dr. César Pina Toribio, Consultor
Jurídico del Poder Ejecutivo de esa época; Ing. Diandino Peña, Secretario de Estado de
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c) Proponer mecanismos que aseguren y respeten los derechos de los reclusos, así como
formas de supervisión.
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11. Derechos de los reclusos o internos conforme a la Ley 224 sobre el Régimen
Penitenciario en la República Dominicana
2- Integridad física. Está prohibido ejercer contra los reclusos o internos, torturas,
maltratos, vejaciones o humillaciones.
4- Todo interno tiene el derecho de interponer sus quejas ante el alcaide o quien haga
sus veces cada vez que considere que ha sido víctima de una arbitrariedad, y de no ser
atendida tiene derecho a presentarla ante la Dirección General de Prisiones.
9- Derecho a vestimenta uniforme sin que en ningún caso sea degradante o humillante.
Fuera del establecimiento el recluso usará sus ropas personales y en caso de no tener,
deberá proporcionársele.
12- Derecho a salir diariamente al patio o dependencias al aire libre por un plazo no
inferior a una hora.
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13- Derecho a que le sean devueltos a su egreso, el dinero, objetos de valor, ropas y otras
pertenencias que quedaron en el depósito a su ingreso al establecimiento penitenciario.
16- Derecho de recibir visitas de sus parientes, abogados, y amigos con la frecuencia que
dispongan los reglamentos.
18- A que se dé aviso a sus familiares o a la persona que indique, de su ingreso, traslado
o egreso de un establecimiento penitenciario.
21- Derecho de asistir al lecho de enfermedad grave o funerales de algún pariente del
recluso, siempre que fuere autorizado por el director del establecimiento.
22- Derecho de toda reclusa es poder conservar con su hijo dentro del establecimiento
penitenciario por el tiempo estrictamente necesario, debiendo a tal efecto habilitarse
dependencias apropiadas en el penal.
24- Derecho del recluso preventivo, a usar, si es su deseo, sus propias prendas de vestir
y ropa de cama, así como también a ser atendido por su propio médico y su dentista.
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25- Derecho de todo recluso egresado a recibir asistencia y protección moral y material,
a fin de poder desarrollar normalmente su vida en libertad.
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Los colonizadores adoptaron un sin número de medidas, como una forma de garantizar
el orden sobre los aborígenes. En el año 1528, la Audiencia de Santo Domingo, adoptó
un conjunto de ordenanzas, para lograr un control de los esclavos negros. La primera
de esas ordenanzas establecía condena para el esclavo que escapa. Se castigaba con 100
azotes y la carga de una argolla de hierro, si el hecho ocurría la primera vez, y la muerte
si el esclavo repetía el delito. Otras penas que se imponían a los esclavos eran el corte
de un pie y la horca.
En la segunda mitad del siglo XVIII, para mantener a millones de hombres y mujeres
en la explotación, se promulgó en 1685, el Código Negro, el cual autorizaba el uso del
látigo, las mutilaciones de los miembros, el corte de las orejas, las partes sexuales y la
muerte contra los rebeldes. Esas medidas se tomaban cuando el esclavo no se sometía
al orden.
En la era del tirano Trujillo, se crearon 14 comisiones, integrados por un total de 52 mujeres
RESUMEN
designadas en 1936 por Trujillo Molina para que velaran por el buen funcionamiento de
las cárceles del país y las visitaran cuando menos una vez por semana.
La designación se hizo por el decreto No. 1740 del 3 de diciembre del citado año, el cual
estableció en su artículo 2, que las comisiones debían preparar informes en cada visita
realizada a los recursos y presentarlos al Presidente de la República, donde se señalarían
las recomendaciones procedentes para una mayor eficiencia de dichos establecimientos.
Eso se contradecía con los métodos de torturas utilizados en la tiranía trujillista. Entre
ellos: el potro, la prensa para la cabeza, la tenaza, la silla eléctrica y bastones eléctricos.
En el año 1984, durante el período de Dr. Salvador Jorge Blanco, se introduce la Ley
224 sobre Régimen Penitenciario, la cual constituyó un gran paso de avance en lo que
tiene que ver con el tratamiento de los presos, por lo menos desde el punto de vista
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legislativo. Como se verá en la práctica esa ley es letra muerta, por la ausencia de una
política penitenciaria eficaz.
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