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ESCUELA DE HISTORIA
Santiago, 2018
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A todos mis amigos, a mis profesores que me dieron una segunda oportunidad, a mis
padres y en especial a mi madre que me enseño que la vida es maravillosa.
AGRADECIMIENTOS.
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INTRODUCCIÓN. 4
2
CAPÍTULO 2. LA DICTADURA CÍVICO MILITAR: EL NEOLIBERALISMO Y
LOS DERECHOS HUMANOS. 19
La imposición y hegemonía del neoliberalismo en Chile mediante la violencia política por las dictaduras y
elites cívico-militares. 19
La problemática de las violaciones de los DD.HH.: EE.UU. frente a América Latina y el Chile de Augusto
Pinochet. 25
CONCLUSIONES.
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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA.
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ANEXOS.
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Anexo 1: Panfletos, boletines, fotografías. 74
INTRODUCCIÓN
El mundo es de ustedes, y también de nosotros; pero en última instancia, es de ustedes. Los jóvenes, plenos de
vigor y vitalidad, se encuentran en la primavera de la vida, como el sol a las ocho o nueve de la mañana. En
ustedes depositamos nuestras esperanzas (...) El mundo les pertenece. Mao Zedong. Conversación con
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estudiantes y practicantes chinos en Moscú (17 de noviembre de 1957) en Citas Del Presidente Mao Tse-
Tung. Ediciones en Lenguas Extranjeras 1966. Primera Edición.
En tanto, la oposición al régimen del Gral. Augusto Pinochet que se reactivó en 1983
durante las Jornadas de Protestas Nacionales, debido a los graves efectos de la crisis
económica que comenzó el año anterior fue un movimiento de carácter amplio y
heterogéneo, con sectores que incluso rivalizaban entre sí, tales como el Partido Comunista
o la Democracia Cristiana. Entre los grupos de la oposición estaban personajes tan
heterogéneos, que iban desde aquellos que justificaban la lucha violenta e incluso con brazo
armado como los grupos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), o el Frente
Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), hasta los dirigentes políticos pacifistas o demócratas
más acérrimos, como Eduardo Frei, Clotario Blest, etc., o un ex miembro de la Junta
Militar, como el general Gustavo Leigh Guzmán. Todos ellos fueron protagonistas en
ayudar de alguna u otra forma, al menos en una salida política para terminar con la
Dictadura.
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régimen más la sensación de haber logrado la vuelta a la democracia sin derramamiento de
sangre, devolviéndole supuestamente a la nación al país sus tradiciones republicanas.
Es por eso que, durante los años de la década de 1980, el movimiento estudiantil, y entre
ellos el de tipo universitario, se comenzó a afianzar y empezó a dar muestras de ser un actor
imprescindible en la oposición a la dictadura de Pinochet. La lucha de los estudiantes
universitarios y secundarios se centró en el fin del régimen de facto del general Pinochet, la
vuelta a una democracia más incluida y más social, el término de los rectores militares, la
censura de la cultura y las artes, así como el rechazo a la discriminación económica en las
universidades.
Como mi tema de investigación final será investigar el rol de los movimientos estudiantiles,
en este caso sobre de los movimientos universitarios en los años 80. Mi tarea será acotar mi
investigación particularmente hacia los duros años de las Jornadas de Protestas Nacionales,
que fueron de reactivación política y social tras la crisis económica de 1982-1983, la peor
desde la Gran Depresión, durante el régimen dictatorial cívico-militar.
Una de las principales causas coyunturales de la crisis de 1982-83 fue la sobrevaluación del
peso chileno, que se mantuvo en una paridad artificial de 39 por dólar durante 3 años desde
1979. Junto a las crisis financieras generalizadas en Latinoamérica, como la expansión de
las deudas externas de los países de la región en los años 80 (la década perdida), y a la
dependencia de los mercados externos dieron paso a una estrepitosa caída del PIB chileno
en un 14,3% y del aumento del desempleo al 23,7%. Así, el régimen de Pinochet optó
definitivamente devaluar el peso en un 18%, intervenir más de cinco bancos y poner en
licitación emblemáticas empresas estatales como Chilectra y la CTC, que luego de la
recuperación serían privatizadas.
Bajo este sombrío panorama económico y social, llevó a que, en nuestro país trabajadores,
estudiantes y opositores políticos organizados en partidos políticos reactivados (proscritos)
y movimientos sociales se organizaran y dieran el comienzo a lo que la historiografía
chilena denomina como las protestas nacionales. Se dan contenido a diversas formas de
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hacer resistencia política como alternativa a la dictadura militar y su brutal y sangrienta
represión.
Así desde el punto de vista de la historia, lo que quiero desarrollar en esta investigación se
basará en la historiografía social pero que tome en cuenta e incluya a la política como el
motor y factor de cambio en las fuerzas que participan en los procesos históricos de un
determinado país, en este caso de Chile. Tener que resolver la gran problemática no tan
investigada de los movimientos estudiantiles universitarios en los años 80 será la tarea a
resolver La poca investigación sobre un tema tan específico que quiero investigar me deja
el campo abierto para poder indagar lo que pretendo en este trabajo.
Introducirse y hacer una retrospección al pasado es volver a repensar la historia reciente del
país. Si se trata sobre todo de los turbulentos años del Régimen militar, significa volver a
reflexionar y valorizar desde el presente la encarnizada lucha de muchos sectores de la
población chilena (quizá ya la mayoría hacia 1983) contra la opresión política, económica y
marcial del régimen de facto de Augusto Pinochet Ugarte y la Junta Militar. Un aspecto que
muchos se saltan u obvian por el localismo persistente de la idiosincrasia chilena es que nos
ubicamos espacio y temporalmente en plena Guerra Fría, donde las dos superpotencias o
imperios de facto: los EE.UU. y la Unión Soviética. Estos colosos se disputaban el dominio
geopolítico del planeta como si fuera una partida de ajedrez. Junto con el fenómeno de la
Revolución Cubana de Fidel Castro y su impacto de influencia en América Latina, que era
una fórmula rápida y violenta para llegar al socialismo, significó un ser uno de los casus
belli para la ejecución de un Golpe de Estado en Chile de 1973 por parte de las Fuerzas
Armadas y mediante la intervención directa e indirecta del Gobierno de los EE.UU. Es
decir, del presidente Richard Nixon y su Secretario de Estado Henry Kissinger.
Claro está decir que la paradoja resultó en el derrocamiento de un gobierno socialista que a
diferencia de Cuba propugnaba una vía democrática al socialismo, liderado por el primer
marxista elegido por las urnas en el mundo, Salvador Allende. Y precisamente debido a
esto al posible contagio de este tipo de socialismo en Sudamérica o en Europa Occidental,
los EE.UU. ocuparon todas las vías legales e ilegales para derrocar al gobierno e la Unidad
Popular, por motivos de “seguridad nacional”, de carácter geopolítico.
La oposición política que despertó del letargo y del terror de entonces, al calor también de
la crisis económica de 1982-83 y las grandes protestas nacionales empezó con las
exigencias del fin del Estado de sitio y las violaciones a los DD.HH., al mismo tiempo que
comenzaron las acciones armadas por parte de la oposición revolucionaria al Régimen
militar. A pesar de muchos, la dictadura cívico-militar se mantendría varios años en el
poder dilatando a propósito el proceso de apertura política a la democracia, con el fin de
imponer su institucionalidad por la fuerza mediante vías fraudulentas como los Plebiscitos
de 1978 y 1980 para legitimar la Constitución Política de la República de 1980 que rige
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desde el 11 de marzo de 1981 hasta la actualidad. Los enemigos de la dictadura eran de
carácter heterogéneo: iban desde los sectores revolucionarios que desconocían la
institucionalidad impuesta (como el MIR y el FPMR) y buscaban imponer la lucha armada
como la única fórmula para lucha y derrocar a Augusto Pinochet, hasta los sectores
moderados pertenecientes a la clase política de orientación centro izquierdista (entre ellas la
Democracia Cristiana) que buscaban una salida pactada del régimen de facto. Sería la
llamada Concertación de Partidos por la Democracia, fundada y formada en 1987 en
vísperas del Plebiscito Nacional que se realizó al año siguiente.
¿Cuál fue el rol del movimiento estudiantil universitario como actor político en la lucha
contra la dictadura cívico-militar durante el período de las grandes Jornadas de Protestas
Nacionales?
Objetivos de estudio.
- General:
- Específicos:
1) Establecer el rol político del movimiento estudiantil universitario desde sus inicios hasta la
lucha contra la dictadura cívico-militar en Chile.
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2) Analizar las etapas y las formas de lucha política del movimiento universitario durante el
período de las grandes Jornadas de Protestas Nacionales.
Metodología
- Chile en medio de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética: La Doctrina
de Seguridad Nacional de EE.UU. Las experiencias de las dictaduras militares en
Latinoamérica.
"Considero a Berlín como los testículos de Occidente, cuando quiero que Occidente grite, aprieto a Berlín.".
Nikita Jrushchov, 1961.
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“Esto nunca ha sido dictadura señores, esto es dictablanda"
Augusto Pinochet, 1983.
Sin duda alguna, los EE.UU. y Unión Soviética que fueron los grandes protagonistas de la
Guerra Fría, que influyeron directa o indirectamente en los acontecimientos de los países
del Tercer Mundo, como por ejemplo en la promoción de los procesos de descolonización
que desembocó en el fin de los grandes Imperios coloniales europeos como el Británico, el
Francés o el Belga. La llamada Guerra Fría es el período de enfrentamiento indirecto entre
el bloque capitalista, encabezado por Estados Unidos, y el socialista liderado por la Unión
Soviética, entre 1945 y 1991. Aunque la rivalidad entre ambos países nunca se materializó
en un choque directo, tanto Estados Unidos como la Unión Soviética extrapolaron sus
conflictos más allá de sus fronteras, imponiendo zonas de influencias u organizaciones
aliadas o satélites (OTAN, Pacto de Varsovia, FMI, COMECON).
La presión cada vez más fuerte del gobierno de los EE.UU. del Pdte. Harry Truman hacia
Chile con su doctrina de “contención del comunismo”, terminó con el gobierno chileno
rompiendo relaciones con la URSS en 1947, ilegalizando al Partido Comunista y
expulsándolo del Frente Popular, rompiendo la armonía de la coalición que era gobierno
desde 1938. El alineamiento del Partido Comunista de Chile (PCCh) con la ideología y la
política exterior impulsadas por la Unión Soviética, no sólo provocó el creciente
anticomunismo de muchos sectores de la derecha chilena, señalada por ejemplo en la
fundación de la Acción Chilena Anticomunista (ACHA) formada por seguidores del Pdte.
Arturo Alessandri Palma, sino que despertó la antipatía hacia el marxismo por parte del
Presidente Gabriel González Videla y su fracturado Frente Popular, ya que este siendo
radical, masón y librepensador de izquierda gira bruscamente su política interior y exterior
hacia el anticomunismo por las presiones de los EE.UU. en la naciente Guerra Fría.
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González Videla se hizo patente con la detención de cientos de dirigentes comunistas en el
campo de prisioneros de Pisagua en la provincia de Tarapacá, así también concibió un
deterioro tanto en la unidad de los partidos de izquierda y los del gobierno que había virado
hacia la derecha quebrando para siempre la coalición del Frente Popular, rompiendo la
coalición que era gobierno desde 1938. Creándose la cizaña de la polarización política en
las décadas venideras que se cristalizaría infamemente en 1973 con el Golpe de Estado
militar.
A raíz del éxito de la Revolución Cubana, que el 1 de enero de 1959 derrocó al dictador
Fulgencio Batista, la Doctrina de Seguridad Nacional, en el estilo norteamericano por
supuesto, postuló que Occidente y sus aliados no solamente estaban amenazadas por un
enemigo externo, encarnado por la Unión Soviética, sino también por uno de carácter
interno, simbolizado por los partidos, organizaciones y liderazgos de izquierda
revolucionaria. En consecuencia, no era ya eficaz utilizar las tácticas y estrategias de la
guerra convencional como la Segunda Guerra Mundial contra los fascismos, sino que serían
necesarios los nuevos métodos de la contrainsurgencia que aplicaron los Imperios británico
y francés en sus colonias alzadas en rebeliones armadas (la “lucha anti-guerrillera”,
infiltración, interrogatorios y torturas, etc.), métodos que luego serían aplicados en Estados
Unidos en Vietnam y asumidos por la mayor parte de los ejércitos latinoamericanos en los
’60 y ’70, incluido el chileno en 1973.
Esta doctrina da a conocer y entender todos los elementos conceptuales, así como las
tácticas y las estrategias para hacer frente al “enemigo marxista”, al que se le relaciona
directamente con la guerrilla y el terrorismo revolucionario. Por ejemplo, el coronel francés
Roger Trinquier elaboró una especie de manual de la anti subversión, a partir de sus
experiencias en Asia y África. Luego de describir cómo se desarrolla la guerra subversiva,
proporciona las recetas para derrotarla (Cháteau, 1983, p.1). Es interesante notar que a
pesar de que el contexto es distante y diferente, las enseñanzas de este tristemente célebre
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oficial francés fueron seguidas a pie juntillas por las dictaduras militares de América
Latina. Por consecuencia, cuando aparece la doctrina de seguridad nacional, se puede decir
que se ha llegado a la cumbre teórica por la cual el militarismo, la dictadura, el
nacionalismo, la suspensión de la democracia y el inhumanismo son considerados como
ideales (Castillo Velasco, 1984, p.28). Reforzando la tesis bipolar entre Occidente y el
comunismo.
Por ende, luego del influjo de la victoria de la Revolución en Cuba del carismático Fidel
Castro y del polémico revolucionario Ernesto “Che” Guevara surgió una ola de admiración
e imitación de alguna u otra forma del modelo revolucionario socialista, que en un principio
fue contrarrestado con el moderado programa del Pdte. John F. Kennedy, la Alianza para el
Progreso. Pero fue durante este período que comenzó en 1964, cuando Brasil, Argentina,
Perú, Bolivia, Uruguay, Ecuador y Chile llegaron a ser gobernados por regímenes militares
en los cuales las Fuerzas Armadas ejercieron el poder institucionalmente –bajo diversas
modalidades- ocupando no solo el gobierno, sino que penetrando la maquinaria del Estado,
transformándolo y logrando una nueva presencia que no desaparece en aquellos casos en
los cuales han terminado dejando el gobierno (Portales, 1986, p.50). En estos regímenes la
noción y la doctrina de la seguridad interna se entienden en relación a la “amenaza
comunista” (Cháteau, 1983, p.1), proveniente de la Revolución cubana y de la posible
influencia soviética. La respuesta a esta escalada de rebeliones sociales y política en
América Latina sería la contra insurgencia o anti subversión es la respuesta que se da a
diversos movimientos contestatarios, y eventualmente guerrilleros, que surgen a principios
de la década del ’60 en América Latina (Ibíd.).
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Chile en uno de los protagonistas del conflicto ideológico y concentrando las miradas de las
grandes potencias mundiales en su política interna.
Dos sucesos históricos pusieron a Chile en el centro de los acontecimientos mundiales: las
elecciones presidenciales de 1970 que llevaron al gobierno al socialista Salvador Allende,
el primer marxista elegido por sufragio popular, y el Golpe de Estado cívico-militar de
1973, que lo terminó derrocando a él y a su coalición izquierdista de gobierno, la Unidad
Popular. Tal fue la expectativa, que cuando Allende triunfó con mayoría relativa en 1970,
los comunistas italianos estaban tan entusiastas que Henry Kissinger, el por entonces
Consejero de Seguridad Nacional del gobierno del Pdte. Richard Nixon, vio peligrar los
intereses de su país por esta elección. Su preocupación junto a Nixon, es que bajo estos
métodos de toma del poder democrático, las izquierdas (socialistas y comunistas) en países
como Francia e Italia pudieran formar gobiernos en mayoría, de carácter antimperialista y
pacifista y quebranten la Alianza atlántica de la OTAN.
Hacia mediados de la década de 1980, llega al poder en la Unión Soviética nada menos que
Mikhail Gorbachov que junto a una camada de nuevos líderes que influidos por los
acontecimientos imponen nuevas políticas ideológicas y económicas que repercutirán tanto
en el bloque socialista como en la misma URSS. Dio a paso firme a nuevas relaciones
internacionales con Occidente y los EE.UU. de Ronald Reagan, terminando con las
confrontaciones de la Guerra Fría a través de las políticas de la Perestroika y la Glasnost
iniciadas ya en 1987, que terminaron con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la
disolución de la Unión Soviética en 1991.
Muchos autores especializados en la temática de la Guerra Fría han señalado que Chile ha
sido un país muy sensible a los grandes cambios geopolíticos mundiales. Tan sensible a las
influencias extranjeras que no debería extrañarnos que norteamericanos y soviéticos directa
o indirectamente influyeran en la política doméstica chilena de la segunda mitad del siglo
XX. Así, históricamente Chile se ha visto a sí mismo como una isla con vínculos
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comunicacionales con el mundo y que se relaciona con éste mediante una serie de estímulos
que van y vienen (Fernandois, 1998, p.150).
"El neoliberalismo -quiéralo o no- aunque meta muchos discursos sobre sus grandes logros económicos, su
resultado final será el aniquilamiento de la humanidad. Y no me refiero al aniquilamiento físico. Me refiero al
aniquilamiento de todos los valores realmente humanos." Subcomandante Marcos.
El Golpe de Estado de 1973 sin duda significó un quiebre político e institucional que no
solo acabó con la República presidencialista consagrada en 1925 sino que dio inicio a un
nuevo orden político, económico y social: el Neoliberalismo. En el marco de la Guerra Fría,
la violencia política de las dictaduras militares latinoamericanas apoyadas por EE.UU. será
el sello de estos gobiernos autoritarios que quieren cambiar de raíz las sociedades
latinoamericanas en su conjunto. La Doctrina de Seguridad Nacional, concepto explicado
en el capítulo anterior, fue impuesta por los EE.UU. en su “patio trasero”: América Latina.
Esa fue la política cotidiana en los ’60, ’70 y ‘80 para impedir el avance de la Revolución
cubana de Fidel Castro en el Hemisferio Occidental y supuestamente también la “influencia
soviética” en las Américas.
Así entonces, las dictaduras militares serían el supuesto “remedio” contra el “cáncer” del
marxismo en la región, mediante la represión militar, las doctrinas económicas de shock y
el cercenamiento de las libertades políticas y civiles de los países bajo la bota militar. Es
ahí entonces, en donde los nuevos gobernantes militares en el poder, adoptarán recetas
económicas y sociales neoliberales claves para entender para acabar con toda forma de
estatismo en aquellos tiempos de desarrollismo. De ahí el caso paradigmático de Chile al
ser prácticamente el país como un “conejillo de Indias”, ya que fue el primer país en el
mundo (incluso antes de los EEUU bajo Ronald Reagan o la Gran Bretaña con Margaret
Thatcher) o cualquier otro país) en aplicar políticas de “shock” o ajuste para abrir la
economía a pesar del enorme coste social y político que significo llevar al país al
Neoliberalismo prácticamente por la fuerza.
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La transformación que sufrió Chile fue brutal, significó la instauración de un modelo
socioeconómico de economía libre, según los planteamientos del sociólogo Tomás Moulián
en su famoso libro Chile actual: anatomía de un mito. El panorama que entrega Moulián es
esclarecedor, ya que según el resultado de la instauración del modelo neoliberal, indujo una
a democracia de baja intensidad y una indiferencia hacia la política institucional (Moulián,
2002, p.29). Este nuevo orden implantado en Chile, tuvo según el autor, un origen en una
suerte de licencia entre los militares golpistas, economistas neoliberales y el empresariado.
La gran mayoría de los integrantes de los grupos mencionados como opositores a la UP
eran activistas y a la vez dueños o accionistas de empresas o factorías privadas (fábricas,
latifundios) antes y durante el golpe de Estado, todos ellos en permanente peligro por las
múltiples expropiaciones apoyadas en el decreto de ley formulada en 1932. La dictadura
llevó adelante una revolución de carácter neocapitalista, que más se asemejaba a una
contrarrevolución, que borrara de raíz el fracasado experimento político y social de la UP.
Y esta que no fue una revolución burguesa tradicional de tipo liberal, ya que se requería
disciplinar tanto a la mano de obra como a los empresarios, que habían vivido a costa del
proteccionismo estatal (Moulián, 2002, p. 31) del modelo desarrollista.
Para poder accionar y aplicar este nuevo “experimento”, la dictadura cívico-militar chilena
se valió del terror, del control directo, indisimulado y sin contrapeso sobre los cuerpos de
las personas ya no como ciudadanos de una República sino como individuos. La tortura y la
represión, se justificaban aduciendo que había un proyecto superior que lo justificaba (la
salvación de la nación del marxismo-leninismo, del terrorismo internacional de izquierdas,
etc.). Aquí es necesario recordar los planteamientos de Antonio Gramsci (1984) acerca de
la hegemonía, la que necesariamente implica coerción y consenso (Gramsci, p.16). En la
situación chilena, la coerción se materializó en, por ejemplo, la tortura y el consentimiento,
lo manifiesta el mismo Moulián, cuando indica que el terror necesita de la complicidad de
la mayoría, de la negación oficial de que existen detenidos desaparecidos y porqué que se
tortura.
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como Portada y Qué pasa (Huneeus, 2000, p.445). Valiéndose de esos instrumentos, y
contando también con un poderoso medio de comunicación como la televisión,
desacreditaron hasta el paroxismo el modelo económico y político que intentó
(supuestamente por la fuerza) ejecutar el gobierno de la UP, y aplicaron el sabotaje
mientras este conglomerado de izquierda estuvo en el poder sobre todo mediante la
implantación artificial el desabastecimiento, la hiperinflación y el caos económico de la
producción.
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o consentimiento; así mismo, la figura de los neoliberales puede asimilarse a la de los
intelectuales.
Se demuestra entonces la percepción de que el neoliberalismo tiene del ser humano no sólo
se contrapone radicalmente con las convicciones ético-sociales que forman la conciencia
actual de la humanidad sino que contradice incluso alguno de los presupuestos
fundamentales del liberalismo clásico, del cual, no obstante, pretende ser su más fiel
intérprete (Mera, 1983, p.7). Es motivo de encomio tener el deber como historiadores y
cultivadores de la disciplina social y humanista el buscar comprender la sociedad chilena
como una totalidad en movimiento, un proceso de estructuración y desestructuración, en
suma, como una estructura efímera atravesada por el devenir (Guillaudat y Mouterde, 1993,
p. 22).
"Los derechos humanos se violan en tantas partes, en América latina, domingo, lunes y martes". Víctor Jara
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Es justamente en esta ocasión en que podemos recordar a los distintos autores que he
revisado a lo largo de mi carrera universitaria. Muchos de ellos vistos durante mis estudios.
Que relacionaban las violaciones a los DD.HH. con la implantación del neoliberalismo
tanto en Chile, el resto de América Latina y el mundo. Es frente a las dictaduras militares y
como se debían luchar los movimientos sociales por los DD.HH. y la vuelta a las libertades
políticas y civiles en donde confluyen los actores históricos (opresores y oprimidos) en el
marco de las grandes protestas nacionales. En el marco actual de demandas por una
sociedad más plural e inclusiva en la actualidad que se pretende para el siglo XXI, es donde
la lucha sigue a pesar de la vuelta de la vigencia actual de la democracia neoliberal sigue
vigente.
Para la oposición democrática al régimen militar es menester recordar que para ellos y
muchas de sus coetáneos occidentales opuestos a los gobiernos dictatoriales de facto los
derechos humanos son la afirmación final de los derechos económicos, sociales y culturales
a todos los hombres, como una exigencia de dignidad, igualdad y libertad, como el sólo
hecho, por ejemplo, de ser persona. Así para muchos oponentes a la dictadura el primer –y
más general- nivel de la oposición esencial que existe entre neoliberalismo y derechos
humanos está referido al concepto mismo del hombre, de modo que puede hablarse de
antropologías básicamente antagónicas (Mera, 1983, p.1) La concepción contemporánea
actual de los derechos humanos arranca de la certeza idealista fundamental de que todos los
hombres son esencialmente iguales, en el sentido de que nacen como seres dotados de
razón, dignidad, libertad, con necesidades y aspiraciones.
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En 1948, cuando las Naciones Unidas adoptaron la Declaración Universal de Derechos
Humanos, el artículo 1 decía: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad
y derechos» (Hunt, 2010, p.15). En consecuencia, hasta hoy nos parece sombroso, respecto
a los excluidos de los derechos ciudadanos que mencionamos, que hombres como que
hombres como Jefferson, propietario de esclavos, y La Fállete, un aristócrata, pudieran
hablar como lo hicieron de los derechos evidentes e inalienables de todos los hombres. Si
pudiéramos entender cómo sucedió, estaríamos en mejor disposición para comprender lo
que significan para nosotros los derechos humanos hoy en día (Hunt, 2010, p.17).
Entonces, para que si se pretenden implementar en una determinada sociedad los DD.HH.,
se precisan de tres cualidades entrelazadas: los derechos deben ser naturales (inherentes a
los seres humanos), iguales (los mismos para todos) y universales (válidos en todas partes)
(Hunt, 2010, p.19). Es decir, la condición misma de seres humanos hace que todos
poseamos derechos por igual, pero aun así no basta estas categorías liberales universales de
aplicación, ya que los derechos humanos sólo cobran sentido cuando adquieren contenido
político. No son los derechos de los seres humanos en la naturaleza; son los derechos de los
seres humanos en sociedad. No son tan sólo derechos humanos en contraposición a
derechos divinos, o derechos humanos en contraposición a derechos de los animales; son
los derechos de los seres humanos en relación con sus semejantes (Hunt, 2010, p.19). Vale
decir, se aplican en el marco de una sociedad secular y liberal con la participación activa de
sus miembros.
Así también, lo de 1973 se puede explicar en parte también porque comienzos del Régimen
había una mayoría relativa que estaba en concordancia con la ideología del nuevo régimen
militar de que en el marco de la Doctrina de Seguridad nacional había que en lo
fundamental, a reprimir y controlar al “enemigo interno”, es decir, las fuerzas política que
apoyaron al gobierno de la Unidad Popular (Barrera, 1988, p.1). La legitimidad de la
dictadura, según su argumento, por el hecho de que el golpe de septiembre de 1973 salvó al
país de caer en la dictadura del marxismo-leninismo (Barrera, 1988, p.1). De ahí que
entonces el historiador Gabriel Salazar postule que es el pueblo el que se organiza al
margen y en contra del Estado en los movimientos sociales-populares, Estado que
considera clientelista y autoritario. Salazar argumenta que desde la época de Independencia,
el “bajo pueblo” se organiza en movimientos populares de base y se funda en torno a un
proyecto histórico de tipo productivista y sociocrático, volcado de un modo otro a
desarrollarse sobre el espacio social y comunal (Salazar, 1990, p.205). Así se construye en
oposición a la clase política civil y militar.
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basta la falta de coacción de terceros para que el sujeto sea libre, independientemente de su
capacidad efectiva de actuación-, para los derechos humanos la libertad tiene un sentido
positivo, concreto: es la efectiva capacidad de realizar la plena personalidad humana (Mera,
1983, p.12). En consecuencia, la defensa de los derechos humanos frente a la violencia
política ejercida por el régimen militar, corresponde no solo a la lucha política de clases en
ese período sino la autoafirmación contemporánea que asumieron las sociedades que
supuestamente se amoldan a los cánones de la civilización occidental y al sistema liberal-
democrático.
Tanto con el concepto como en el papel, los DD.HH. aparecen en América Latina y en
Chile en este caso, gracias al brutal clima de violencia política que se perpetró durante las
décadas de los ’70 y ’80. La violencia política se guio por las experiencias represivas
corporales propiamente dichas, con las prácticas reales y con las víctimas directas de
tortura, prisión, desaparición, asesinato y exilio (Jelin, 2000, p.100) Lamentablemente los
procesos de desnaturalización y a la vez de utilización política aparecen cuando se agotan
las Jornadas de Protestas Nacionales al acercarse el Plebiscito Nacional 1988, que fue
convocado por la misma dictadura militar tanto como para legitimarse en el poder y
también decidir el futuro político del país por los próximos 8 años.
Esta especie de lobby que se ocupaba sobre los DD.HH. venía desde los años de denuncia
desde la derrota de la guerra de Vietnam y tenía mucha presencia en el Congreso de los
EE.UU. La omisión a las protestas de estos grupos de presión dentro de la política
norteamericana por las violaciones a los DD.HH. en América Latina y el resto del mundo
por parte de los gobiernos de los republicanos Richard Nixon y Gerard Ford (1969-1977)
permitió que durante un tiempo seguir apoyando a los militares y diplomáticos a diversas
dictaduras militares anticomunistas en todo el orbe, en el caso de América Latina: los
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regímenes autoritarios y sangrientos de Augusto Pinochet en Chile y de Jorge Videla en la
Argentina.
Esto significa que en la década de los ’80, paradójicamente con un anticomunista electo en
1980 como presidente de los EE.UU. y líder del mundo occidental, el exactor Ronald
Reagan se inició un proceso de aplicaciones de políticas de defensa de los DD.HH. tanto
con regímenes autoritarios de izquierdas y de derechas. La administración del Presidente
Ronald Reagan, se planteó en un principio apartarse de la política de DD.HH. de Jimmy
Carter retirando los embargos militares, reanudando totalmente las relaciones diplomáticas
a nivel de embajada y refinanciando créditos a las dictaduras de Argentina, Brasil o Chile
entre otras. Quizá debido a su recalcitrante ideología anticomunista, estuvo dispuesto a
enfrentarse directamente junto a la Gran Bretaña de su aliada Margaret Thatcher (la “Dama
de Hierro”) y a sus demás aliados europeos, contra la Unión Soviética a la que llegó
denominarla como “el Imperio del Mal” junto a su Bloque socialista de naciones. Por ende,
se mostró dispuesto a promover los valores de la democracia norteamericana u occidental
frente al “totalitarismo soviético”.
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Pero bajo las presiones del Congreso, la administración Reagan debió rápidamente
considerar su posición hacia la política de los derechos humanos en el Tercer Mundo, claro
está, insertándolos en el paradigma de la política exterior de los EE.UU., muy debilitado
con la errática administración anterior del presidente Carter. Pero ya durante ese gobierno,
Zbigniew Brzezinski el famoso Consejero de Seguridad Nacional, advirtió la creciente
pérdida de importancia en la brecha ideológica entre a la Unión Soviética.
- Desde los orígenes históricos del movimiento universitario hasta el enfrentamiento con el
autoritarismo militar y su proyecto neoliberal: la nueva educación chilena.
21
Nuestra trágica historia se nutre del pasado para proyectar el presente, donde la producción
historiográfica no es sino un diálogo entre el pasado y el presente, en términos tales que la
falta de distancia cronológica para apreciar los hechos no es razón suficiente para renunciar
a la constatación de la historicidad de nuestro hoy, que vivimos directamente como historia
(García, Isla y Toro, 2006, p.7). Es decir que nuestra experiencia no depende de lo que se
escriba en una academia, sea en palabras de Pierre Nora, la escritura de la historia “no
depende del consenso futuro de los historiadores, sino que mana de las profundidades de las
masas y de su vivir cotidiano, demasiado diverso, incierto y móvil para servir de
fondeadero al pasado” (Nora, 1988, p.535).
El pasado de Chile, al igual que en otros países de América Latina fue turbulento pero
también hubo intentos, levantamientos, sueños de luchar y cambiar el país por una sociedad
mejor. Tal como en la Europa medieval la era Colonial en Chile fue de oscurantismo
político y cultural a la luz de los ojos de la modernidad. Pero durante el siglo XIX y como
siglos atrás en el Viejo Continente con el pasar del tiempo surgió una maravillosa luz que
poco a poco lograría iluminar a toda la civilización humana, la luz de la inteligencia era la
luz que nacía en un entorno oscurecido por los dogmas, prejuicios y las imposiciones del
poder político y religioso (Carrillo, 1988, p.42). Era y sido concebidos como centro de
ebullición y producción de conocimientos para el librepensamiento de la humanidad en
general: “fueron las “universias” medievales (Ibíd.). Nada más ni nada menos, son lo que
conocemos como la Universidad.
Es aquí donde la historia de los estudiantes se cofunde con la historia nacional y
contemporánea. En este caso, la FECH o Federación de Estudiantes de Chile, constituida en
1906 se ha convertido en la organización estudiantil más importante del país. Fundada
como un movimiento en oposición al régimen oligárquico, no tardó en surgir como la
organización más importante del país. Sus métodos de lucha se basaban en las
reivindicaciones básicas, como la instrucción primaria obligatoria, la necesidad de una
legislación social en beneficio de los trabajadores, al igual que una legislación laboral
mínima (Lanzarotti C. y Modiano P., 1985, p.23).
Los derechos de los estudiantes al igual que los movimientos y mutuales de trabajadores se
estaban haciendo sentir con fuerza en un Chile agotado por la crisis salitrera producto de la
Primera Guerra Mundial y de la invención del salitre sintético en Alemania. La FECH
apoyó la candidatura de Arturo Alessandri, aunque fracasó en su intento inicial de reformar
el sistema. Pero se opuso tenazmente a la dictadura del Gral. Carlos Ibáñez del Campo,
quien con su régimen opresivo inspirado en el fascismo italiano en sus primeros años de
gobierno había logrado paralizar completamente a los estudiantes (Ibíd.). La Gran
Depresión y el shock de Wall Street de 1929-30 hicieron estragos en Chile, que se convirtió
en el país más afectado por la crisis económica en el mundo. Los estudiantes, al igual que
los obreros, colegios de profesionales, grupos y partidos opositores de izquierdas y
22
derechas se unen contra Ibáñez hasta que renuncia al máximo cargo y huye del país a la
Argentina en 1931. Los estudiantes refundan la FECH y acuerdan “marchar unidos contra
la tiranía, y apoyando los deseos de la mayoría del país, luchar por el restablecimiento de la
libertad de Chile” (Ibíd.).
23
desapariciones masivas, campos de concentración y exterminio, comenzaron a aparecer los
movimientos clandestinos de resistencia al régimen.
Se sabe que la temprana oposición a la nueva dictadura militar, la primera de este tipo en el
país, surgió en Santiago en la Universidad de Chile y en la Universidad Católica,
particularmente en el Campus oriente, presentes en aquel entonces en sedes regionales en
todo el territorio nacional. En una época marcada por la brutal represión de la policía
secreta del régimen (DINA, CNI) los estudiantes universitarios de aquellos años
comenzaron a ingeniárselas de múltiples maneras para eludir la censura y dar un mensaje
de libertad tanto a la comunidad estudiantil y al resto de la población chilena silenciada por
los aparatos represivos del Estado.
Bajo el alero de la ACU (Agrupación Cultural Universitaria) por ejemplo, los estudiantes
de aquella época organizaban actitudes clandestinas como producir panfletos en
mimeógrafos y después repartirlas sigilosamente en las calles de Santiago durante la noche.
Además, estaba el peligro constante de los infiltrados en estos movimientos sociales. Por lo
que los estudiantes opositores al régimen, aparte de soportar la prohibición de reuniones y
el Estado de sitio, tenían que lidiar contra los agentes del Estado dentro de las mismas
universidades. Los servicios de seguridad del régimen, como la Central Nacional de
Informaciones (CNI) tenían la capacidad de infiltrarse tanto en las organizaciones
estudiantiles clandestinas como en los planteles académicos de las universidades. Era difícil
y arduo el trabajo de alta carga política de los dirigentes políticos universitarios de la época,
donde muchos estaban presos y toda actividad de cualquier colectividad política estaba
prohibida.
“La crisis que hoy sucede a las universidades es el resultado de diez años de
intervención militar. El descalabro sido mayor a partir de la reforma neo-liberal de
1981: crecimiento desmedido de carreras y vacantes sin respaldo académico (en
1980, las vacantes de Ingeniería Civil eran 2400 y, en 1982, 6500);
24
desfinanciamiento de las nuevas universidades y crédito fiscal insuficiente. Son las
desoladores resultados del libremercadismo universitario” (Valdés, 1983, p.23).
Este lapidario informe corresponde de una columna que denuncia María Isabel Valdés en la
revista APSI, que como muchas publicaciones opositoras denunciaron la represión política
y el del descalabro del nuevo modelo económico que destruyó progresivamente la
educación pública chilena por parte del régimen militar.
Hoy, en la actualidad existe consenso entre los intelectuales que abordan el tema de los
movimientos sociales como una forma más de acción política “normal” con un desarrollo
histórico tan antiguo como el de los partidos políticos (Rossi, 2010, p. 304). En ese
contexto, la implantación brutal del neoliberalismo económico en Chile gobernado por los
militares, los estudiantes universitarios irrumpen con consignas como “Libertad para el
pueblo y para la Universidad; la Universidad protesta con Chile: Democracia, ahora”
(Ibíd.).
Las demandas estudiantiles que eran parte importante de las movilizaciones populares que
estallaron en mayo de 1983 exigían con fuerza el término del régimen de Rectores
delegados, fin de la represión, nuevas formas de financiamiento y participación estudiantil
(Ibíd.). Estos movimientos demandaban en pleno régimen de facto ausente de libertades
políticas y civiles, en ausencia de un Estado de Derecho. La transformación social y
económica que impuso a la fuerza la dictadura provocó la desatomización en lo social y la
desindustrialización en lo económico, cambios de raíz del antiguo modelo de sustitución de
importaciones por el neoliberalismo, la nueva receta que Chile exportó al mundo. Este
nuevo sistema, el proyecto educativo de los militares, la derecha y el capital, era el espejo
de un ordenamiento de la sociedad que los condenaba a muerte en cuanto alternativa social
y sujetos políticos y contra la imagen que ese espejo proyectaba, los estudiantes se
rebelaron (Bravo, 2012, p.128).
Con el despertar del movimiento estudiantil, la editorial del 20 de octubre de 1983 del
diario ultraconservador El Mercurio se podía leer un panegírico en favor de un discurso de
Augusto Pinochet en contra de la gratuidad que supuestamente era “promovida por el
comunismo”. Se lee lo siguiente:
25
estuvieran en condiciones de costear de contado su permanencia en alguna carrera.
El activismo político de diverso cuño se ha visto reducido sustancialmente, porque a
los educandos del nivel superior, a diferencia de lo que ocurría en otra época, debe
importarles su rendimiento académico, pues la repitencia tiene un costo (El
Mercurio, 20 de octubre de 1983).
La “modernización” capitalista fue para la dictadura la llave maestra para legitimarse ante
las nuevas élites económicas y sociales y que el general Pinochet se aferrarse al poder.
Mediante la represión estatal se terminó con toda forma de participación estudiantil tanto en
las universidades y en la vida política nacional del país, donde la oposición recién se
reactivó en 1983. La nueva ley de Educación de 1981, que ciertos matices rige hasta el día
de hoy permanece vigente. Este nuevo modelo de universidad impuso un nuevo modelo
educacional donde el financiamiento es uno de los problemas más acuciantes, no sólo por
las penurias económicas en que se han visto sumidas muchos estudiantes y universidades,
sino por la lógica mercantilista impuesta en ellas a partir de 1981 (Valdés, 1983, p.23).
El sociólogo francés Alan Touraine (Rossi, 2010) afirmaba que había llegado a su fin la
sociedad industrial donde el movimiento obrero era el actor protagónico. A consecuencia
de las profundas transformaciones sociales se vivía la transición de la sociedad industrial a
la “programada” (p.307). Por lo que los conflictos sociales ya se guiarían por el
antagonismo entre la burguesía y los trabajadores, sino que en esta sociedad post-industrial
la batalla social y política se dará en el campo cultural. Vale decir, ya no se concentraría el
conflicto en el control de los medios de producción, sino en la definición de la historicidad
(Rossi, 2010, p.304).
En consecuencia este modelo destruyó las bases del sistema educacional que fue eliminado
abruptamente con el golpe de Estado de 1973 y terminó por acabar de raíz con los ideales
26
republicanos que este intentó implementar desde el Estado a la sociedad chilena. Este
modelo continúa en gran medida vigente después del fin de la dictadura militar,
constituyendo la base y el marco general de las instituciones educacionales actualmente
existentes (Ruiz, 2010, p.97). Por lo que a los movimientos estudiantiles no les quedó otra
opción de seguir la lucha contra la dictadura. Como cuando la de FEUC y sobre todo la
FECH que esta última sucumbió antes el golpe militar, logró ser reeditada en la U. de Chile
y volver presentarse en las elecciones universitarias (Lanzarotti C. y Modiano P., 1985,
p.24).
«Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes
luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.»
Bertolt Brecht.
En la historiografía chilena largos han sido los debates sobre la historia de los movimientos
sociales y políticos de carácter popular, de cómo abordarlos e interpretarlos de cara a la
opinión pública y de relacionarlos con los hechos de la vida contemporánea. Queda en
evidencia que el derrocamiento del Pdte. Salvador Allende significó el quiebre político e
ideológico representado por el golpe de Estado de 1973 acarreó consecuencias que han sido
bastante analizadas en el campo de la historiografía nacional (Grez, 2005, p.20). Aunque
sin concordar con su forma de interpretar la historia nacional moderna, Gabriel Salazar es
uno de los referentes en cuanto a historia de los movimientos sociales en Chile. El postula
bajo rigurosa mirada “económica y social” el análisis del sujeto del “bajo pueblo” chileno
tanto del siglo XIX como del XX.
Es evidente la influencia de la Escuela de las Anales, pero… ¿cómo se hace sentir esa
influencia? En la historiografía chilena se impuso de manera indirecta y sutil en la
historiografía del “pueblo llano” bajo la forma de una historia con la política excluida. El
rechazo a la “interpretación alucinantemente apolítica” de los procesos históricos ha
llevado a algunos historiadores sociales a postular (si no en la teoría, al menos en los
hechos) una historia de “los de abajo” nacidos de su acción política (Grez, 2005, p.21).
Es menester entonces, argumentar por ejemplo las tesis del historiador Gabriel Salazar,
muy comentadas en la historiografía nacional en la esfera pública en cuanto su forma de
abordar los movimientos sociales al margen del Estado y sin política incluida. Tiene una
clara tendencia a dejar a los sujetos populares como seres sin proyección política, así por
ejemplo en su libro publicado en 1985, Labradores, peones y proletarios, no mencionó las
organizaciones ni las ideologías y postulados políticos en que ese apoyaron los trabajadores
para construir sus proyectos y conquistar sus reivindicaciones; solo tangencialmente
27
aparecen algunas de sus peticiones colectivas frente a las autoridades y los patrones. La
dimensión movimentista y política del “pueblo llano” no es considerada en Labradores,
peones y proletarios (Grez, 2005, p.22).
Salazar despolitiza a las clases populares y los reconfigura en una entidad impersonal: el
poder popular ciudadano. Según él, esta ciudadanía popular reaccionó contera la dictadura
en dos planos: hacia adentro, como lucha comunitaria por la supervivencia, y hacia afuera,
como protesta y desafío rebelde contra el sistema dictatorial (Salazar, 2012, p.40). Este
movimiento se manifestaba en las capas medias y populares. Al principio (1976) de manera
soterrada, clandestina, en gesticulación metafórica. Después (desde 1983) de manera
abierta, desafiante, asertiva (“la fuerza de los ‘80”) (Ibíd.), como serían las primeras
jornadas de protestas contra la dictadura.
Como refutación, el también historiador chileno Sergio Grez apuesta a que la historia social
sea con la política incluida. Por lo tanto se demuestra que al estudiar los movimientos
populares en Chile se puede darse cuenta de la relación compleja y dinámica entre lo
político (y la política) y lo social, considerando no solo los “desencuentros” entre la política
y lo social que son frecuentes en el mundo popular, sino también, y muy especialmente, las
relaciones entre lo social y la política (Grez, 2005, p.25). Se toma en cuenta que en la
historia del mundo popular hay directa relación entre ambos factores y delata las
complejidades de las relaciones del mundo social en que se desenvuelven las clases
populares.
En consecuencia se puede aseverar que la historia social tiene dimensión política, que la
política no es un simple reflejo de otras esferas (como la economía o la cultura) sino que
goza de cierta autonomía y que tiene lógicas y tiempos que le son propias (Ibíd.). Hacer una
historia social a partir desde la política significa descubrir las condicionantes de ésta por el
aspecto social, así como la influencia que ejercía el primer factor sobre el segundo ya
mencionados. Es decir, la idea esencial es establecer que todos los movimientos sociales, en
este caso los movimientos estudiantiles universitarios contestatarios siempre han tenido
origen en un proyecto político con un objetivo común donde sus miembros son militantes
de algún partido u organización política. Por lo tanto, que no se puede discutir de poder
desarrollar un movimiento social sin política incluida, tal como replica Sergio Grez.
28
solo desmantelar las formas tradicionales de movilización que la sociedad conocía, sino
imposibilitar la constitución de nuevos actores y nuevas formas movilización (Ibíd.).
Por ende no cabe duda alguna que Chile fue uno de los centros noticiosos y de los puntos
álgidos durante aquellos años caracterizados por ser los últimos de esa etapa histórica de la
Guerra Fría y del comienzo a la globalización económica mundial. En lo político en
Occidente y el resto del mundo se expande cada vez más el neoliberalismo se cobra
hegemonía mundial por sobre los modelos económicos desarrollistas y esta patente la caída
del bloque socialista liberado por la Unión Soviética.
En un período turbulento como éste, Chile hace eco de la dependencia política, económica
y sobre todo cultural de América Latina hacia Europa. Es decir la lógica de la lucha por la
dominación política o cultural no era entre Oeste y Este (capitalismo y socialismo), sino
entre Norte industrializado y el Sur subdesarrollado. En el caso de Chile, un país mestizo
pero con importantes capas medias con patrones culturales de origen europeo, no era de
extrañarse que tanto el fallido experimento socialista de la Unidad Popular y el Régimen de
facto que lo derrocó, han sido objetos de estudio para amplios debates historiográficos en
los círculos intelectuales en Europa occidental. Si en Francia por ejemplo, el gobierno de
Allende tuvo fuertes adeptos en el Partido Socialista y Comunista locales que llegaron a
imitaron a imitar su modelo de coalición política para llegar al gobierno, mientras que en
Gran Bretaña la dictadura tuvo simpatizantes en las élites políticas, económicas y militares
siempre sintieron admiración por el régimen dictatorial de las FF.AA.
29
1984, p.46). Por lo que incluso estos hechos acontecidos en nuestro país, analizados incluso
desde la óptica del marxismo contemporáneo, se advierte una fuerte dependencia cultural e
ideológica. El filósofo brasileño Michael Löwy se dio cuenta de los estragos que causó el
europeísmo en el pensamiento marxista latinoamericano, que afirmó que “designamos de
esta manera concepción que se limita a trasplantar mecánicamente a América Latina los
modelos de desarrollo económico y social de Europa, con su evolución histórico hasta el
siglo XIX” (Löwy, 1980, p.9).
Aunque lo que se conoce hoy como neoliberalismo no estaba tan generalizado, la sociedad
chilena de aquel entonces estaba entrando en abierto conflicto con ese nuevo sistema que
promovía valores y estilos de vida ajenos a la tradición republicana del país. Por lo que
consideramos que ni a los liceanos, ni a los pobladores, tampoco a los universitarios y ni
30
siquiera a los militantes de base, los impulsaron ideas doctrinarias, ciertas lecturas
marxistas ni las consideraciones del Che Guevara sobre el hombre nuevo (aunque la imagen
del guerrillero heroico esté presente en sus habitaciones, cantos y consignas, y muchas
jóvenes sueñen con seguir su ejemplo) (Bravo, 2012, p.18), sin llegar a un ideario de
doctrinas, estalló un imaginario colectivo en contra el autoritarismo imperante.
Luis Alberto Romero (1990) aseveró: “no se hace historia de los sectores populares o de la
élite, sino de la sociedad, vista desde la perspectiva de uno de sus actores” (p.273). Quizá y
tal vez sea el resultado de la violenta transformación de sociedad por el gran proyecto de la
dictadura y del neoliberalismo que terminó en la despolitización y atomización de la
sociedad chilena. Primero fue el fuego y las balas. La quema de libros, el asesinato y
persecución de líderes estudiantiles y académicos; tortura, allanamientos, prisión, despidos,
expulsiones, proscripción de organizaciones. Fue la muerte y el exilio de la palabra
(Revista Hoy, N° 232, Santiago, 1981).
Esa renacida y recobrada fuerza, La voz de los ’80, tal como fue la famosa canción de
protesta del mítico grupo de rock Los Prisioneros, se refleja perfectamente en la lucha entre
el pensamiento y el poder militar que proclamó Yerko Ljubetic (Acevedo, 1983),
reconocido dirigente estudiantil de la U. de Chile:
Durante las Jornadas de Protestas Nacionales, EE.UU. ya venía con nuevos aires, de
intentar resurgir con la gran superpotencia mundial que surgió victoriosa de la Segunda
31
Guerra Mundial. La elección en 1980 del republicano Ronald Reagan y su subida al poder
año siguiente hizo a creer a muchos conservadores en Occidente que por fin se podría
contener al “expansionismo soviético”, olvidar la sombra de la derrota militar en Vietnam y
de la recesión económica. Al igual que Pinochet, el neoliberalismo sería para Ronald
Reagan la cirugía y la “receta” perfecta para sanear la economía de la mayor potencia del
mundo, y de ahí se expandiría por el resto del orbe como el nuevo sistema que será
hegemónico hasta el día de hoy.
Así, al asumir Ronald Reagan la presidencia de Estados Unidos, se pensó que sobrevendría
un período de gran cordialidad en las relaciones unilaterales entre Chile y EE.UU. (Muñoz,
1983, p.40). En consecuencia la nueva administración Reagan levantó parcialmente las
sanciones al régimen de Pinochet impuesto por su antecesor James Carter. Pero para
disgusto de muchos conservadores la política exterior del país del norte no la decide el
Gobierno, ya que en el marco de esta potencia, una República liberal, la pauta la decide
también el Congreso y la opinión pública.
Pero el cambio de actitud en la política exterior de EE.UU. a Chile solo podía ocurrir si
Washington “certificaba que en Chile se había verificado un “mejoramiento en los derechos
humanos”, y que el Gobierno chileno exhibía manifestaciones claras de oponerse del
terrorismo y colabora en el esclarecimiento del asesinato de Orlando Letelier” (Ibíd.). El
cambio de política exterior de Ronald Reagan hacia América Latina tal como se graficó
anteriormente, y combinó como muchas de sus políticas erráticas durante su mandato, el
Gran Garrote en Centroamérica” con la “diplomacia silenciosa” en Sudamérica. Es decir,
jugando al intervencionismo directo como en Granada y Nicaragua y a la vez por la “lucha
por la democracia” en el Cono Sur, hasta romper por ejemplo y quitarle el apoyo al régimen
de Pinochet hacia mediados de la década de 1980, durante las grandes protestas.
32
su réplica mensual y por la consolidación de su forma envoltoria, es decir, y a muy
grandes rasgos: una convocatoria centralizada que acordaba el día y que
generalmente provenía de la Confederación Nacional de Trabajares y/o los
conglomerados políticos junto a organizaciones sociales; la ausencia estudiantil en
los establecimientos, el cierre del comercio; el atraso en el trabajo y diversas
manifestaciones artísticas y confrontaciones en universidades y poblaciones (p.19).
El Chile de aquel entonces era un país que agonizaba en depresión económica, en medio de
violentas protestas, torturas, desapariciones forzadas, se encontraba en una profunda crisis
política y moral. En consecuencia más de una década de gobierno autocrático, sin lugar a
dudas, el progresivo deterioro de la educación es el hecho que reviste mayor trascendencia,
pues su recuperación requerirá largos años de esfuerzo y cuantiosas inversiones, que
difícilmente podrá realizar un país que se encuentra en bancarrota” (Schaerer, 1985, p.10).
Eran más de 10 años de una dictadura que apoyado con grandes empresarios, comerciantes,
transportistas y agricultores que erróneamente terminando su empeño por un neoliberalismo
que impuso el dominio capital financiero por sobre la industria nacional. La fuerza del
poder de este régimen de facto entonces, se basa en los siguientes rasgos fundamentales:
Bajo estos parámetros, los estudiantes universitarios ya desde 1983, el año del estallido
popular no tardaron en reorganizarse políticamente bajo el marco de la reactivación de la
oposición de centro e izquierda al régimen militar. Un personaje clave es menester
mencionar, es Yerko Ljubetic (Democracia Cristiana), entonces presidente del Centro de
Alumnos de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y luego presidente de la
FECH fue uno de los dirigentes más importantes de aquella época.
33
Bajo las consignas de “Universidad libre: elemento fundamental en la liberación del
pueblo”, Ljubetic plantea no solo la vuelta a la democracia sino también el fin de los
rectores militares y la intervención estatal. Es evidente el daño que advierte el joven
dirigente de aquel entonces, que si bien no era de clase trabajadora propone una
“universidad democrática” en la inmediatez. Ya que las condiciones impuestas por el
Régimen hacen muy difícil el paso inmediato de este modelo al que finalmente aspiramos.
Hay diez años de intervención que ha dejado una huella muy profunda huella y una gran
herida (Acevedo, 1983, p.26). En consecuencia el proyecto universitario de la oposición
entre con fuerza al margen contra el orden de lo impuesto por la dictadura. El camino a la
democracia según Ljubetic, está en sus propias palabras que “Creemos en una universidad
comprometida con la realidad del pueblo. Y esa realidad es hoy de represión, de odio, de
dictadura, creo que al factor libertario en las universidades servirá para colocar a éstos al
servicio leal de la gran tarea de recuperación de nuestra patria” (Ibíd.).
Durante los años siguientes, 1984 y 1985, las batallas por la democracia seguían en curso
forzando con la dictadura por recuperar espacios para la oposición política ahogada por
tanta represión militar y policial. Organismo de seguridad del Estado como la CNI (Central
Nacional de Informaciones) fueron protagonistas a la hora de intervenir por la fuerza en las
facultades de las universidades, que junto a las poblaciones se convirtieron en los lugares
predilectos para la represión policial. Esta segunda etapa la podemos ubicar desde febrero
de 1984 con el llamado “puntarenazo”, hasta noviembre del mismo año, con la imposición
del estado de sitio en todo el territorio nacional. Fue éste el tiempo, de la consolidación del
movimiento estudiantil universitario con la exitosa democratización y conquista de todas
sus Federaciones, y aunque en menor cantidad con respecto al año anterior, de grandes y
masivas Jornadas Nacionales, como las de marzo, septiembre y octubre (Bravo, 2012,
p.20).
34
En el caso de la FECH que resucita como organización estudiantil en 1984, organizó
elecciones con el fin de elegir un nuevo gobierno universitario. Pues era urgente al menos
en la casa de Andrés Bello recuperar y avanzar en “la reconstrucción de espacios de diálogo
en el interior de la Universidad que permitan la participación organización de las
autoridades encargados de aplicarlas” (Valdés, 1984, p.15). Fue un el hito político histórico
de ese año, donde miles de estudiantes fueron a expresarse luego de 10 años de
proscripción política. Esta elección universal tuvo repercusiones tanto en los medios de
comunicación oficialistas y alternativos. Como lo señaló el cronista Jaime Valdés (1984)
para la revista Análisis:
La jornada tiene un halo de otra época como sí, extrañamente, nada hubiera
cambiado. Los afiches y los letreros cubren casi completamente los muros. Una
efervescencia estudiantil llena los auditorios donde los dirigentes explican sus
posiciones. Se discute, se canta, se grita. Los centros de alumnos se han convertido
en lugares de operaciones de la campaña de los candidatos a la Directiva y a las
vocalías. Es la FECH que nace otra vez. Pero ahora nace en una época muy distinta
(p.34).
El triunfo de la “Unidad democrática” con más del 65,3% tuvo repercusión hasta en el
diario El Mercurio abierto soporte periodístico de la dictadura, que no tuvo otra opción que
reconocer este hito haciendo referencia a la memoria colectiva de la Unidad Popular:
A las 23:15 horas los candidatos triunfadores subieron al estrado del hall central de
la Escuela de Ingeniería, mientras centenares de estudiantes gritaban temas como
“Venceremos”, “la FECH unida, jamás será vencida”, “Avanzar hacia el paro
nacional”, “con el Paro, con la FECH, a botar a Pinochet” (…) también se
escucharon consignas alusivas al ex presidente Salvador Allende (El Mercurio, 26
de octubre, 1984).
Los sentimientos de venganza del gobierno no se hicieron este esperar, y los triunfadores
serían blancos de ataque verbales como pertenecer a una conspiración demo-liberal y
marxista” como una especie de plan maestro para derribar al régimen por la fuerza. Sergio
Onofre Jarpa, el ministro del Interior y perteneciente al ala más más extrema e ideológica
del régimen instalo la insidia de que “viene desde antes y, a mi modo de ver, muy bien
proyectada en las protestas que han venido realizando juntos, en actos y reuniones” (La
Tercera, 7 de octubre, 1984). El fantasma de la Unidad popular vuelve a parecer en la
demonología de la dictadura, haciendo constantes referencias peyorativas sobre la
repolitización de las universidad y el caldo de cultivo de la “demagogia y el asambleísmo”
en los centros de estudios.
35
Luego con la tercera y última de que se puede denominar de “la fragmentación”, se abrió a
partir de las dos protestas que se desarrollan durante el Estado de sitio, que se prolongó
desde el 6 de noviembre al 17 de junio de 1985, es decir la “de las baja en las protestas”
(Bravo, 2012, p.2012) y el comienzo de la fragmentación de la oposición moderada y
radical al régimen. Tras finalizado el Estado de sitio en junio de 1985, en la CONFECH se
motivaron a seguir con la lucha y a seguir con las movilizaciones nacionales. Antes los
hechos de persecución, expulsiones académicas, relegaciones, secuestros y asesinatos, las
universidades llegaron al diagnóstico de que “el movimiento estudiantil es uno de los
sectores sociales más golpeados por la represión en el último tiempo” (Oliva, 1985, p.14).
Así, en las elecciones de la FEUC, en la Universidad Católica la oposición en su conjunto
gana al oficialismo, tanto el centro demócrata cristiano-socialdemócrata y el bloque de
izquierdas se impusieron a la derecha. En palabras de Esteban Valenzuela, el entonces
vicepresidente de la FEUC: “Se trata de profundizar un debate sobre los grandes temas que
nos preocupan, de modo de generar una gran propuesta de cambio para la Universidad
Católica, con la cual se comprometa nuestro movimiento estudiantil, y hagamos un aporte
muy concreto a la recuperación de los espacios de libertad en nuestro país” (Asenjo, 1985,
p.16).
Conscientemente, para la Casa Blanca la imagen de la dictadura chilena está cada vez más
deteriorada debido que antagoniza con la política de “imponer la democracia” en el mundo
como sucedía contra Nicaragua. Afganistán, Polonia, Cuba o Irán. Pero por aquellos días.
Pinochet ha ido perdiendo el sólido respaldo que le entregaban los conservadores
norteamericanas. Hasta hace muy poco, este cambio de actitud no se hacía evidente. Las
declaraciones públicas –si bien no mostraban entusiasmo- los conservadores evitaban
cualquier crítica que pudiera a la dictadura perjudicar a la dictadura chilena (Donovan,
1985, p.17). Desde el Departamento de Estado las críticas a la política exterior de Reagan
empezaron a ser más punzantes en referencia al silencio de ésta en frente a los atropellos a
los DD.HH. del régimen de Pinochet. A tal punto que en junio de 1985, luego de que
EE.UU. amenazara con anular un préstamo del Banco Mundial, el gobierno de Chile
levantó el penúltimo Estado de Sitio de la historia del país. El motivo de estas sanciones fue
incitar al régimen de Pinochet en la dirección correcta hacia la implementación de sus
promesas y plazos constitucionales. Pues EE.UU. quería una transición pacífica, y esta
dependía de la existencia de una oposición lo suficientemente unida capaz de ofrecer una
36
alternativa plausible, capacidad que existía luego del Acuerdo Nacional inspirado por la
Iglesia en agosto de 1985 (Angell, 2013, p.70).
A tal punto llegó el giro de los conservadores hacia Chile, que el general Vernon Walter
embajador de EE.UU. ante la ONU y su antecesora Jane Kirkpatrick comenzaron a alejarse
o a criticar abiertamente a Pinochet. Basándose en el hecho de que si el dictador chileno se
eternizaba en el poder como Jefe de Estado facilitaría aún más el “crecimiento del
comunismo”. Su colaborador Mark Falcoff por ejemplo, llego a publicar un descarnado
análisis en la revista Policy Review de la Heritage Foundation lo siguiente:
Es explícito el llamado a la democracia desde EE.UU. a Chile, de dar paso no sólo a una
oposición democrática sino terminar con la proscripción de partidos políticos evitando el
escenario radicalizado de antes del Golpe de Estado de 1973. También Falcoff es enfático
en denunciar el argumento de Pinochet en insistir permanecer en el poder:
“Que Pinochet clame ser la única alternativa al comunismo, no es razón para que
otros aceptemos el argumento como válido. Estas dicotomías sirven para solidificar
su mandato en el corto plazo, pero son artificiales y funcionaban contra otros
propósitos de la política chilena, incluyendo incidentalmente el resurgimiento de
una opción conservadora seria” (Donovan, 1985, p.18).
37
Ángel Domper (DC), otro notable dirigente de la FECH, proveniente de la Escuela de
Derecho, siempre representó la unidad de la oposición frente al oficialismo de derechas, es
decir desde las bases. Siempre enfatizó que no iba a aceptar una sola nota que venga de la
cara visible de la Dictadura en la Universidad. En la USACH mientras tanto (ex
Universidad Técnica del Estado) la dictadura desde un principio la intenta utilizar como “la
‘universidad modelo’ del régimen producir tecnócratas apolíticas y funcionales para el
consumismo subdesarrollado que se intentó aplicar” (Cauce N°48, 1985, p.41). Aquí la
organización de los estudiantes opositores fue mucho más unida políticamente que en la U
y la UC, por lo que la izquierda (MDP) y la Democracia Cristiana siempre presentaron una
lista única frente a la derecha y grupos pinochetistas, aunque claro está con la exclusión del
MIR considerado una movimiento de referente militar y no de carácter político.
Finalmente en 1986 considerada por la izquierda revolucionaria como el año clave para
acabar con el régimen de Pinochet, se planteaba aplicar la estrategia militar por parte de la
izquierda militante clandestina. El Partido Comunista y su secretario general Luis Corvalán,
proclamó 1986 como el “año decisivo” para el derrocamiento por la vía violenta y
revolucionaria del régimen militar mediante la movilización de masa y de grupos con
brazos armados como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez que durante mucho tiempo
estuvo bajo el mando del frente militar del PC. Cuando el mundo pensaba que su capacidad
de asombro frente a la represión que el régimen chileno utiliza contra la oposición había
llegado a su máximo, el secuestro y quema de los jóvenes Rodrigo Rojas y Carmen Gloria
Quintana mostró que era posible todavía más (Carrasco, 1986, p.18).
La opinión pública mundial, ya hasta el hartazgo con las violaciones a los DD.HH. vio
también la represión del Paro nacional de ese año el 2 y 3 de julio los gobiernos de países
democráticos como Alemania Federal (Helmuth Kohl), España (Felipe González) y Francia
(Francois Mitterand) donde condenaron públicamente las represiones de (junto a Paraguay)
la última dictadura militar de América Latina y exhortando un apoyo a la oposición política
y a la renuncia del Jefe de la Junta. Aunque la inquietud más grande de La Moneda estaba
centrada en la actitud que tomaría Washington. Inicialmente, las declaraciones del
Gobierno de Reagan se mantuvieron en el marco de la crítica suave, “deplorando la
violencia que marcó el Paro general”, al paso que reiteraban el apoyo de Estados Unidos a
una “transición pacífica hacia la democracia” (Ibíd.). Con la presión del Secretario de
Estado George Shultz y el Congreso en unos meses después una reunión del Consejo de
Seguridad Nacional (NSC, por su sigla en inglés) que tuvo lugar el 18 de noviembre de
1986, los principales asesores de Reagan pusieron el asunto en perspectiva: “El gobierno de
Estados Unidos y esta administración en particular, quieren que Chile vuelva a su tradición
democrática de 150 años. Entonces, la decisión clave no es si queremos o no democracia en
Chile. La queremos. La pregunta para nosotros es cómo podemos contribuir más
efectivamente a un resultado democrático en Chile” (Kornbluh y Schlotterbeck, 2010).
38
La última y tercera etapa cierra en 1987, con la condena pública a la violencia política
opositora, especialmente al Partido Comunista –después del fallido atentado a Pinochet y el
descubrimiento de la internación de armas por el puerto de Carrizal bajo- y la clara
hegemonía de la clase política democracristiana y socialdemócrata, que encabezó el pacto
de transición (Bravo, 1985, 2012, p.21). Es el comienzo de la “democracia de los
consensos” aceptando el orden y el cronograma impuesto por las FF.AA. y las élites civiles
de la Constitución de 1980. Esto debido a las fuertes presiones políticas y económicas
internacionales, especialmente la de EE.UU., que quería una salida pactada de la dictadura
mediante la asunción al gobierno de una oposición “no violenta” y democrática que
respetaría la nueva Constitución Política de 1980: la Concertación de Partidos por la
Democracia fundada en 1987. Este fracaso del modelo insurreccional de masas del Partido
Comunista en 1986 sirvió para enfocarse hacia la victoria en el Plebiscito de 1988.
CONCLUSIONES.
"Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción, incluso biológica". Salvador Allende. Discurso en el
auditorio central del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, 2 de
diciembre de 1972.
Sabemos que hoy el malestar social tanto en el Chile durante la dictadura cívico-militar y
hoy en la actualidad, sobre todo después las grandes movilizaciones de 2011, se manifiesta
abiertamente en la desconfianza popular se ha manifestado a viva voz frente al gobierno de
turno, la democracia representativa de los partidos políticos tradicionales gobiernos de
turno, el sistema económico dominante, y las institucionales tradicionales en general, como
el Parlamento, la Iglesia o las FF.AA. En estos últimos años los movimientos sociales a
nivel mundial han irrumpido con fuerza en todo el frente a un capitalismo desaforado y
frente una globalización que los excluye, los estudiantes de todo el planeta y sobre todo
chilenos hacen frente a un sistema que ha dejados a millones de excluidos, endeudados y
marginados de la sociedad actual y su educación.
39
Pero desafortunadamente sabemos que tanto nuestro contexto histórico de las últimas
décadas de tanto la generación que vivió y luchó contra la dictadura cívico-militar como el
presente de los estudiantes secundarios y universitarios movilizados, es influyente todavía y
se diluye en la confusión del fin de las ideologías y de los grandes metarrelatos marcaron el
fin del siglo XX. Es el derrumbe de las utopías socialistas y emancipadoras revolucionarias
que iluminaron a generaciones y a millones de personas, entre ellas muchas de las que
lucharon contra regímenes dictatoriales en el mundo como en el Chile de Augusto Pinochet.
Por su parte el filósofo y teórico francés Gilles Lipovetsky propone una mirada menos
pesimista acerca del fracaso de los grandes metarrelatos (cristiano, ilustrado, marxista y
capitalista). Plantea que su problema general de la era del vacío se basa en la conmoción de
la Sociedad, de las costumbres, del individuo contemporáneo en la era del consumo
masificado, la emergencia de un nuevo modo de socialización y de individualización
inédito, que rompe con el instituido desde los siglos XVII y XVIII (Lipovetsky, 1986, p.6).
Así nos demuestra el contexto histórico y sobre todo durante el último cuarto del siglo XX,
el fin de la Guerra Fría expresado en la caída del Muro de Berlín y de los socialismos reales
de estilo soviético vino a marcar del fin ya superado del fordismo. Donde en Occidente
40
todavía imperaba la tendencia a “extender el conocimiento y la posesión de la naturaleza, la
producción, la circulación y el consumo de los bienes” (Canclini, 2008, p.31). En el
capitalismo tanto liberal como keynesiano se manifestaba abiertamente en la promoción de
los descubrimientos científicos y el desarrollo industrial (Canclini, 2008, p.31). Se expresa
entonces en el triunfo del capitalismo neoliberal y post-industrial, la apertura de los
mercados y la globalización, así sea que desde la misma Casa Blanca se anuncia que ya el
"fin de la historia" y el “Nuevo Orden Mundial” mientras celebrábamos o protestábamos
los quinientos años de la conquista de América y nos anunciaban desde Washington el final
de la historia (Fernández de Alba, 2011, p.47), como diría explícitamente el pensador
norteamericano Francis Fukuyama.
Claro está, en una época en que evoluciona la ciencia y la tecnología con mayor rapidez
que antes, haciendo cada vez más fluidas la información y la comunicación, donde se
promueve con más fuerza una globalización que amenaza directamente al Estado-nación,
en que las salidas de flujos de capitales son cada vez más frecuentes y hacen cuestionar con
mayor fuerza los límites de las soberanías de los Estados nacionales y de las certidumbres
ideológicas. El capitalismo postindustrial ha llevado a la real convivencia global de los
seres humanos, como el multiculturalismo dentro de Estados naciones, y se puede observar
el fenómeno por la arquitectura posmoderna, en donde cada microcosmos emulando
edificios con función de mercado que entablan relaciones sociales articuladas por el
consumo que se ha vuelto natural.
Por consecuencia en nuestra realidad la del siglo XXI, en donde nuestro país los discursos
de los movimientos sociales se diluyen con el paso del tiempo por todavía la llamada “crisis
de los grandes metarrelatos” y de la arremetida de las posiciones que tienden a borrar las
fronteras de la disciplina de la historia, haciendo de ella una mera técnica literaria o un
género puramente ensayístico, es importante afirmar que si la historia tiene un sentido que
41
es posible desentrañar, lo político y la política son elementos vitales para que la
historiografía (y la escritura histórica) no sea una simple performance intelectual y/o
historiográfica.
Contribuir a hacer más inteligible el devenir de las sociedades humanas, aportando una
mejor sociedad para todos y mejor porvenir para el país fue la consigna de los
universitarios tanto durante la dictadura como durante las movilizaciones de 2011. No solo
alertar de la crisis crónica de la Educación chilena sino reivindicar del modelo de
Universidad como una comunidad participativa dentro de la vida política y social del país,
generar resultados, como los “valores, valores republicanos y colectivos, valores sociales
donde la participación hace sentido y lo público se fortalece. La recuperación de estos
valores es lo que hace capaz Re-Humanizar la representación y la participación en todas las
esferas de lo público” (Comisso, 2012, p.36) porque tal como dijo el gran pensador y
filósofo Jorge Millas: “La Universidad tiene que ser el baluarte del conocimiento inspirado
en la verdad y la libertad…” (Carrillo, 1986, p.43).
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA:
I- FUENTES PRIMARIAS
Diarios y Periódicos:
- El Mercurio.
1) N° 20 de octubre de 1983
“Lista DC-MDP ganó en la FECH”. El Mercurio N° 26 de octubre, 1984
- La Segunda.
- La Tercera.
Revistas (artículos):
- Análisis.
42
6) Valdés, J. (24 de septiembre al 8 de octubre de 1984). Universidades: Tarea académica
entre bombas y balines. Análisis. AÑO VII (N°91), p.13-15.
7) Valdés, J. (23 de octubre al 6 de noviembre de 1984). Análisis. AÑO VII (N°93), p.34-
35.
- APSI.
- Cauce.
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en la FECH. Cauce. AÑO 2 (N°48), p. 4-6.
2) Donovan, M. (Semana del 1 al 7 de octubre de 1985). EE.UU. Los conservadores dejan a
Pinochet. Cauce. AÑO 2 (N°42), p.17-18.
3) Lanzarotti C. y Modiano P. (Semana del 29 de octubre al 4 de noviembre de 1985). La
FECH de ayer y de hoy. Cauce. AÑO 2 (N°46), p.23-24.
4) (Semana del 16 al 21 de octubre de 1985). DERECHOS HUMANOS: El informe que el
gobierno no quiere leer. Cauce. AÑO 2 (N°44), p. 12-13.
5) (Semana del 19 al 25 de noviembre de 1985). Derecha y Oposición se enfrentan en la
USACH. Cauce. AÑO 2 (N°48), p. 41.
- Hoy.
1) N° 232, Santiago, 1981
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neoliberalismo en América Latina: el caso de resistencia subalterna en Chile (1983-1987).
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política incluida? A propósito de dos miradas a la historia social (Chile, siglo XIX.)
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viejos desafíos”: p. 240. En: Estefane, A. y Bustamante, G., (Comp.) (“La agonía de la
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Editores.
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45
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- Varas, Augusto, (1985). Deuda externa y seguridad regional. Editor: Santiago, Chile
FLACSO.
46
ANEXOS.
Anexo 1: Panfletos, boletines, fotografías.
Panfleto llamando a participar de la Tercera Jornada de Protesta Nacional, realizada en Chile el 12 de julio de
1983. Biblioteca del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
1 - 5 - 1984 Chile. Santiago. Parque O'Higgins. Elipse. Manifestación organizada por el Comando Nacional
de Trabajadores - CNT. Según el oficio conductor y en referencia se señala que las fotografías muestran
"...desmanes provocados por elementos de izquierda -entre los que se incluyen activistas del MIR- en el
transcurso y con posterioridad a la manifestación opositora organizada por el Comando Nacional de
Trabajadores...". 1984. Archivo General Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores. Ministerio de
Relaciones Exteriores de Chile.
47
1 - 5 - 1984 Chile. Santiago. Cercanías del Parque O'Higgins. Manifestación organizada por el Comando
Nacional de Trabajadores - CNT. Según el oficio conductor y en referencia se señala que las fotografías
muestran "...desmanes provocados por elementos de izquierda -entre los que se incluyen activistas del MIR-
en el transcurso y con posterioridad a la manifestación opositora organizada por el Comando Nacional de
Trabajadores...".1984. Archivo General Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores. Ministerio de
Relaciones Exteriores de Chile.
48
Recorte de la época del gobierno militar del general Pinochet en Chile. Extinta revista Cauce se burla de
orden de no poner imágenes indicando que imagen borrada era del propio general Pinochet. Número del AÑO
1, N°22, semana del 12 al 18 de septiembre de 1984.
Testimonio de Carmen Gloria Quintana contra el régimen militar, quemada el 2 de julio de 1986 durante la
primera Jornada Nacional de Protesta. Colección del Archivo Nacional de Chile. Ricardo Hevia Kaluf.
49
Automóvil de la escolta de Pinochet tras el atentado (7 septiembre 1986). La Nación S.A.
50
Retrato oficial de Augusto Pinochet. Dominio Público. 1 de julio de 1982.
Retrato oficial del Presidente Ronald Reagan (Tampico, 6 de febrero de 1911-Bel-Air, Los Ángeles, 5 de
junio de 2004), actor y político estadounidense, el cuadragésimo presidente de los Estados Unidos entre 1981
y 1989 y el trigésimo tercer gobernador del estado de California entre 1967 y 1975. Dominio público.
51
George Pratt Shultz (nacido el 13 de diciembre de 1920, Nueva York) sirvió como Secretario de Trabajo de
los EE. UU. desde 1969 hasta 1970, como Secretario del Tesoro de los EE. UU. desde 1972 hasta 1974 y
como Secretario de Estado del mismo país desde 1982 a 1989. Dominio público.
52
Panfleto de apoyo a la opción Sí en el plebiscito nacional de 1988 en Chile.
53