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Kamala

En 1921 un religioso inglés halló en una cueva de la India a una niña que vivía con lobos y que
debía tener alrededor de ocho años. El religioso la llevó a su escuela, la llamó Kamala y junto
con su esposa comenzó a cuidarla y educarla. Kamala poseía características no humanas. Se
alimentaba de una forma muy particular: antes de empezar a comer olfateaba la comida,
despedazaba con facilidad grandes trozos de carne cruda y fibrosa sin recurrir a la ayuda de las
manos; para beber también olfateaba el agua y luego la bebía a lengüetadas parada en cuatro
patas. Para desplazarse se arrastraba sobre las rodillas con las manos o corría gateando; le
resultaba imposible sostenerse erguida en posición vertical: las articulaciones de las caderas y
de las rodillas se habían adaptado tanto a la marcha en cuatro patas que no podía extenderse
para caminar erguida. Kamala tenía un régimen de vida típicamente crepuscular y nocturno: de
día se acercaba a los rincones de cara a la pared; de noche comenzaba a entrar en actividad: se
levantaba y empezaba a gatear. Los primeros tiempos la niña emitía un solo tipo de sonido,
una especie de aullido. Cuando el religioso la encontró, Kamala estaba desnuda y en la escuela
se negaba a usar ropa. El religioso y su esposa observaban a la niña permanentemente, no
notaron en los primeros meses en la escuela ningún cambio. Tampoco demostraba ninguna
expresión que demostrara emociones o pensamiento. Los dos esposos hicieron grandes
esfuerzos para modificar las características de Kamala; le hablaban constantemente, aunque
no obtuvieran respuesta, la habituaron al régimen de vida diurno y para ayudarla a
mantenerse erguida la mujer le hacía masajes en el cuerpo constantemente. Kamala muy
lentamente comenzó a aprender: después de tres años se logró un respuesta ante una
pregunta: movió afirmativamente la cabeza y al poco tiempo emitió los primeros sonidos que
significaban “si” y “no”. Después de cinco años de convivir con el religioso y su esposa formuló
su primera frase “llegó mamá” al volver de un viaje la esposa del misionero, corrió velozmente
en cuatro partas hacia ella y cuando llegó a su lado se incorporó y caminó a su lado. Comenzó
posteriormente a hacer más progresos: decía palabras sueltas o frases cortas, comenzó a jugar
con otros niños y demostraba cariño hacia el misionero, su esposa y otros niños, comía carne
cocida, reconocía gran parte de los objetos que tenía a su alrededor. Murió tras nueve años de
convivencia con el religioso y su esposa. Kamala nunca alcanzó un nivel desarrollo normal para
su edad pero hizo grandes progresos, especialmente luego de haber desarrollado un gran
cariño por el misionero y su esposa. 

Citado en “Asborno Susana, Pasel, Susana “Educación Cívica 1” Aique, Buenos aires, 1994

Victor: El salvaje de Aveyron

Ésta fue la denominación que se le dio a un niño que fue encontrado en pleno bosque, en
Aveyron, Francia durante el verano de 1798. Estaba completamente desnudo, su cuerpo
cubierto de cicatrices, tenía las uñas como garras y únicamente se expresaba con gruñidos. En
el bosque, se alimentaba exclusivamente de castañas, bellotas y raíces. Se cree que vivió allí
durante siete u ocho años, en total aislamiento. Cuando lo hallaron tenía alrededor de once o
doce años de edad. En la época en que se lo encontró, se estimaba que el abandono no pudo
haberse producido antes de que el niño tuviera los tres o cuatro años de edad, porque, si
hubiera sido menor, no habría sido capaz de sobrevivir por sus propios medios. Un joven
médico de la época, el Dr. Tirad, muy interesado en el caso, quiso convertir al niño salvaje en
una “persona”. Lo llevó a su casa y se entregó una intensa lucha cotidiana, para intentar
convertir a este ser culturalmente indigente en un muchacho capaz de afectos, sensibilidad,
comunicación e inteligencia. El Dr. Tirad sostenía que el niño no padecía signos de retraso
mental, por lo cual, con educación y el establecimiento de vínculos afectivos adquiriría las
funciones que no había desarrollado. Lo primero que hizo fue ponerle un nombre; el niño
salvaje se llamó Víctor, Tirad le dio un dormitorio con una cama, ropa y zapatos, le enseñó a
caminar sobre sus dos pies, a usar cubiertos para alimentarse y a comer comidas elaboradas.
Con el tiempo, Víctor fue adquiriendo estos hábitos. También aprendió a reconocer sus
sentimientos, aunque al principio era insensible a toda clase de afecto. Tanto la primera vez
que lloró como la primera vez que se rebeló contra algo que Tirad le exigió, fueron vividas
como un gran logro. Aunque vivió hasta los cuarenta años, Víctor nunca pudo adquirir el
lenguaje. 

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