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ACTIVIDAD ÁULICA SOBRE VIGOSTKY

AMALA Y KAMALA

(Fragmento extraído de: Sidorov, M: “Cómo el hombre llego a pensar”)


Sucedió en el año 1920.
Un grupo de personas viajaba por regiones apartadas de la India, donde las escasas poblaciones se hallaban
diseminadas en medio de la jungla.
Uno de los viajeros era un hombre de apellido Singi, misionero director de un asilo de niños, que visitaba
regularmente las aldeas y recogía a los niños desamparados y los llevaba a su asilo, donde junto con su esposa los
alimentaba y educaba.
Cuando llegaron a la aldea de Godamur, los pobladores contaron con espanto que en la jungla había
“fantasmas”. Solicitaban con desesperación la ayuda de Singi, quien se comprometió a averiguar de qué se trataba.
Cumpliendo con la promesa, el misionero encontró la morada de estos seres que tanto aterraban a la
población. Era una cueva donde habitaban una pareja de lobos, dos lobeznos y los dos “fantasmas”. Singi pudo
distinguir perfectamente, aun cuando caminaban en cuatro patas, que no sólo el cuerpo, sino también los rasgos del
rostro de los fantasmas eran humanos, y que por el tamaño eran niños. Decidió entonces, recogerlos y trasladarlos a
su asilo.
Eran dos niñas de aproximadamente tres y seis años, a quienes llamaron Amala y Kamala respectivamente.
La vida entre los lobos había dejado huellas características en la estructura de sus cuerpos. El modo de
alimentarse y caminar era la evidencia más notoria de esas huellas. Con sus maxilares que estaban bastante más
desarrollados que lo común en los niños de esas edades, despedazaban con facilidad grandes trozos de carne cruda y
roían huesos sin recurrir a la ayuda de sus manos.
Para desplazarse se arrastraban sobre sus rodillas o gateaban con una notoria destreza. Sus musculosos cuellos
mantenía erguida la cabeza cuando se desplazaban sobre sus cuatros extremidades. Les resultaba imposible sostenerse
erguidas en posición vertical.
Kamala y Amala observaban un régimen de vida típicamente crepuscular y nocturno, evitando en forma
sistemática la luz y en especial el sol. De día se metían en rincones oscuros y dormían como los hacen los animales,
estrechamente apretadas entre sí o atravesadas una sobre la otra.
Al caer la tarde, comenzaban a manifestar una notoria actividad, se levantaban y comenzaban a andar
(gateando), olfateando para encontrar comida y aproximadamente a las 10 de la noche, a la una y a las tres de la
mañana emitían fuertes aullidos, prolongados y permanentes.
Solo la necesidad de comer les producida inquietud; la comida les proporcionaba evidentemente satisfacción,
pero sólo en tanto saciaban su necesidad. La torpeza, la completa indiferencia hacia todo lo que ocurría de día, y la
actividad típicamente animal de noche, eran los rasgos que caracterizaban la conducta de las niñas en los primeros
meses de vida entre los seres humanos.
El objetivo que se había fijado Singi y su esposa consistía en hacer de las niñas personas cabales. El mayor
obstáculo que se les oponía resultó ser el sistema de reflejos, sólidamente formados, en particular en Kamala, durante
su vida con los lobos. Desde los primeros días de su ingreso en el asilo, los Singi se entregaron con particular afán a
la tarea de habituarlas al lenguaje y al trato humano. La señora Singi, que cuidaba de las niñas, les hablaba
constantemente, si bien en realidad eso fue un monólogo durante varios años. Cuando se acercaba para darles de
comer, les preguntaba si querían comer y nombraba el alimento que les traía.
Como Kamala y Amala rehuían la relación humana y se encerraban en sí mismas en presencia de la gente, la
señora Singi trataba de modificar a toda costa esa actitud. Gradualmente las niñas fueron habituadas al régimen de
vida diurno, con el fin de poder organizar mejor su contacto con otros niños. La señora Singi organizaba
intencionalmente juegos y actividades con los niños en las habitaciones donde se hallaban Amala y Kamala.
Lo único que despertaba un interés en estas niñas – lobeznos era la comida. Por eso los esposos Singi trataban
de establecer contacto con ellas e ir desarrollando sus facultades humanas, basándose precisamente en su interés y
atención hacia la comida.
La señora Singi solía traer diversos alimentos a la habitación donde estaban Amala y Kamala. Disponía
legumbres, fruta, carne y dulces en la proximidad de las niñas, quienes por lo general, se hallaban sentadas en un
rincón; llamaba a los otros niños y hacia que todos ellos, por turno y repetidas veces, nombraran en voz alta y con
claridad esos alimentos, señalándolos uno por uno. También procedía así al distribuir los alimentos entre los niños. Si
Kamala y Amala demostraban de algún modo que querían recibir una manzana, una banana, carne, etc.,la señora les
entregaba lo pedido, acompañando su acción con palabras.
Después de nueve meses tomaron por sí solas el alimento de las manos de la señora Singi. Algún tiempo
después, Kamala aprendió a indicar con la mano lo que quería que le dieran, y solo al cabo de trece meses Kamala
respondió con un gesto afirmativo con la cabeza a la pregunta acerca de si deseaba comer.
Amala murió, víctima de una disentería, en septiembre de 1921, situación evidentemente muy dolorosa para
Kamala, que no se alejó del cadáver, intentaba sentarla, y la tironeaba sin cesar. Cuando comprendió lo que había
sucedido, rompió en amargo llanto, evidenciando por primera vez una emoción típicamente humana. Durante varias
semanas permaneció aislada.
Al cabo de tres años, Kamala por su conducta y nivel de desarrollo comenzó a parecerse a un niño no mayor
de un año y medio. Cuando deseaba algo, señalaba lo que quería, aceptó la relación y los juegos con otros niños, y se
hizo inseparable de la señora Singi. Adquirió un vocabulario de unas cuarenta palabras monosílabas, las que se
referían únicamente a objetos de importancia vital y concreta.
Eso es todo lo que se pudo conseguir hasta la muerte de Kamala, al cabo de nueve años de residir en el asilo.
En 1929, Kamala murió de uremia.

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