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FACULTAD DE HUMANIDADES

CARRERA: Licenciatura en Psicopedagogía – Ciclo de


Complementación Curricular
ASIGNATURA: Teología I
MÓDULO II: La Revelación y la Sagrada Escritura
UNIDAD 4, 5 y 6

Módulo II.
La Revelación y la Sagrada Escritura

Introducción
En nuestro primer encuentro hemos desarrollado la ciencia o estudio de Dios
(Teología), que nos permitió conocer a la misma en sus cuestiones fundamentales. Ahora
bien, el camino que empezamos a recorrer es, aquella ciencia o estudio de Dios que
incursiona en los temas capitales del saber teológico. Y el primero que vamos a analizar es
un tema que es la categoría primera de toda religión y en particular de la cristiana, tema
que se expresa a través de un concepto: revelación.
Nos hemos preguntado que en el tratamiento de todo tema hay algo que es punto
de partida, y la respuesta ha sido: (sí, es correcto)…el concepto. Seguidamente queremos
saber dónde se encuentra su contenido, como se ha dado a conocer en el tiempo hasta
nosotros y en nuestros días, en el marco de un contexto histórico. Finalmente, que
distinción hay en el darse a conocer de Dios en dos etapas y en quién se da la plena
realización de la revelación.
Sin embargo, hay que preguntarse nuevamente ¿todo lo dicho por Dios, dónde lo
podemos hallar?
La respuesta es: en un libro, que tanto creyentes como no creyentes conocen, y
que sin embargo, no es un libro cualquiera. Porque es un libro de carácter sagrado
considerado como tal por una autoridad. El libro que vamos a tratar de conocer, es en
realidad un conjunto de libros que tienen una unidad, y que necesariamente debemos
saber (como en todo libro) como interpretarlo, y si además cualquiera lo puede
interpretar.
Por lo tanto, en el presente Módulo expondremos el contenido de dichos temas y
molestarse en estudiarlos.
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UNIDAD 4, 5 y 6

Objetivos
- Conocer el hecho de la revelación y su contenido, como así también
como ha sido transmitida.
- Reflexionar acerca del sentido de la historia de la revelación.
- Distinguir las etapas de la revelación y su pleno cumplimiento.
- Valorar la escritura bíblica como resultado divino-humano.

Bibliografía consultada
- Guillermo H. Witemburg y otros, Introducción a la teología para
universitarios. Editorial UniversidadLibros, Buenos Aires, 20081.
- F. Arduso y otros, Diccionario teológico interdisciplinar, tomo IV.
Ediciones SÍGUEME, Salamanca, 1987.
- Constitución Dogmática Dei Verbum.
- Latourelle R. Teología de la revelación. Ediciones SÍGUEME,
Salamanca, 1993.
- Biblia de Jerusalén, Libro del Pueblo de Dios, con sus respectivas
- introducciones y notas;
- Catecismo de la Iglesia Católica, n. 50-133;
- Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia,
- recomendamos la edición de Ágape, Buenos Aires, 1993;
- X. León-Dufour, Vocabulario de teología bíblica, Barcelona, Herder,
2001.

Unidad 4. La revelación
a. La Revelación: definición y fuentes b. La necesidad de la revelación c. La
revelación de Dios en la historia
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a. La revelación: definición y fuentes


Toda religión que quiere ser verdadera es en principio un encuentro del hombre
con la divinidad. Esto ha sido así desde el hombre primitivo hasta nuestros días. Empero,
no queremos hacer un estudio del “fenómeno religioso”, (de por sí muy complejo) sino
preguntarnos simplemente ¿qué es lo esencial en toda religión? Y lo esencial en toda
religión es el concepto de revelación.
El término revelación viene del latín revelatio, de la raíz revelo, revelare, y significa
quitar el velo, descubrir, darse a conocer. A su vez el término latino traduce el vocablo
griego apokalypsis. Para saber la raíz última del término revelar citemos a Claude
Tresmontant:
“En griego, el kalymna es lo que sirve para cubrir, el velo, la corteza.
Kalypto significa cubrir, envolver, ocultar. Apokalypto significa lo contrario.
El verbo griego apokalypto generalmente traduce, en la versión griega de la
biblioteca hebraica, el verbo hebreo galah, que significa asimismo: descubrir, desvelar.”
Introducción a la teología cristiana, Herder, Barcelona, 1978, p. 90.

La revelación significa, pues, el darse a conocer de Dios a los hombres, su


manifestación: la revelación es la palabra que Dios dirige a la humanidad, el primer hecho,
el primer misterio, el punto de partida del cristianismo. Y la manifestación de Dios
encuentra su correspondencia en la fe del hombre, en un acto del entendimiento y de su
voluntad libre.
Ahora bien, ¿Cuáles son los modos por el cual Dios se ha revelado? ¿Cuál es su
finalidad?
A la primera pregunta respondemos: la revelación natural y la revelación
sobrenatural. La revelación natural o revelación en sentido impropio, es la manifestación
que Dios hace por medio de la persona humana, creada a imagen de Dios, y del mundo
creado. La revelación sobrenatural, llamada así porque supera la capacidad natural de la
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razón humana. "Mediante la divina revelación quiso Dios manifestarse y comunicarse a Sí


mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres..."
(Concilio Vaticano 11, Dei Verbum, N°6)
En cuanto a la segunda, podemos considerar la finalidad desde una doble
perspectiva de relación. La finalidad de la revelación desde un punto de vista
antropocéntrico, es la salvación del hombre, es la participación del hombre en la vida
divina. Desde una perspectiva teocéntrica es la glorificación de Dios.
La última pregunta que podemos hacernos es: ¿Cómo sabemos que Dios se
manifestó, se dio a conocer, se revelo? La respuesta no puede ser porque sí, sin ninguna
razón, sin argumentación racional, o por un “acto de fe ciego”, no debemos soslayar la
respuesta. Nadie duda racionalmente de la historia de Israel, de la revelación de Dios a su
pueblo durante muchos siglos, de la historicidad de Jesucristo, de la historia de la Iglesia.
Para concluir citemos la palabra autorizada de Pio IX1:

“Ciertamente, la razón humana, para no ser engañada ni errar en asunto de


tanta importancia, es menester que inquiera diligentemente el hecho de la
revelación divina, para que le conste ciertamente que Dios ha hablado, y prestarle,
como sapientísimamente enseña el apóstol, un «culto racional» (en San Pablo,
Rom 13,2). Porque, ¿quién ignora o puede ignorar que debe darse toda fe a Dios,
que habla, y que nada es más conveniente a la razón que asentir y firmemente
adherirse a aquellas cosas que le consta han sido reveladas por Dios, el cual no
puede engañarse ni engañarnos?”.

Así, pues, y más allá de la etimología del término revelación y su significado, algo
nos debe quedar en claro: hay motivos racionales de credibilidad, que nos hacen saber
que Dios realmente se ha revelado al hombre en la historia. Si no es cierto, cabe
1
Pio IX. Carta encíclica Qui pluribus. Sobre la fe y la razón, 9 de Noviembre de 1846, a. 6.
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preguntarnos y reflexionar sobre los interrogantes más profundos de la condición humana


¿Porqué hay vida? ¿Cuál es el origen de todo lo que existe? ¿Qué decir del mal y de la
muerte? ¿Qué sentido tiene la historia del hombre y la humanidad? Para pensar y
reflexionar.
Pero resta preguntarnos, ¿a través de que medios nos ha llegado a nosotros? Su
respuesta esta en los siguientes temas.

Fuentes
Nos hemos referido en el Módulo I al exponer la Teología, el significado de
“fuente”. Ahora se trata de exponer las fuentes de la Revelación, es decir, donde se
encuentra el contenido de la palabra de Dios. Dichas fuentes son dos: la Sagrada Escritura
y la Sagrada Tradición.
Debemos aclarar que las fuentes citadas se tratadas consiguientemente, por lo
tanto, presentaremos el tema sucintamente.
Todas las religiones contiene un libro que se considerado sagrado, ya que en él
esta escrita la palabra de Dios. En el cristianismo católico ese libro es la “Sagrada
Escritura” o “Sagrada Biblia” y recibe el nombre de “tradición escrita”, es de algún modo
“el libro”.
La otra fuente es la llamada Sagrada Tradición, y es la trasmisión de la verdad
revelada a partir de lo dicho y revelado por Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que
iniciaron los Apóstoles y que perdura en la Iglesia. (Estos temas los veremos
seguidamente)

b. La necesidad de la revelación
Se dice que la Revelación divina es completamente necesaria para llegar a conocer
las verdades sobrenaturales, p.ej.: el M isterio de la Santís ima Trinidad, la Encarnación del
Verbo, la Redención, etc. Sin esa manifestación de Dios el hombre no podría conocer con
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sus fuerzas naturales el último Fin sobrenatural -gozar de la misma vida divina,
conociendo y amando a Dios por toda la eternidad-, ni los medios que conducen a ese Fin,
que son la fe y la gracia santificante.
También se dice que la Revelación divina es moralmente necesaria para que todos
los hombres puedan conocer todas las verdades religiosas naturales de modo fácil, con
certeza y sin mezcla de error. Al calificar esta necesidad de "moral" se quiere dejar a salvo
la capacidad natural del hombre para llegar a Dios, pero también se quiere afirmar que es
relativamente necesario o muy conveniente que Dios haya revelado además verdades de
orden natural: por ejemplo, su propia existencia, la del alma única, espiritual e inmortal en
cada hombre, y la vida eterna. También ha revelado otras verdades pertenecientes a la ley
natural, como p.ej., la unidad e indisolubilidad del matrimonio, la ilicitud del aborto, etc.,
verdades que, hoy en día, son fuertemente cuestionadas por el distanciamiento personal y
social respecto a Dios.
Entre las verdades de orden sobrenatural cabe señalar la existencia de los
misterios: son las verdades; reveladas que pertenecen al orden sobrenatural y que
superan la capacidad del entendimiento del hombre y de cualquier otra criatura
inteligente que Dios pueda crear. En este sentido son misterios las verdades referentes a
la Santísima Trinidad, la Encarnación, la Inmaculada Concepción de la Virgen, la
concepción virginal de Cristo, la Redención por la Cruz, entre otros.

c. La revelación de Dios en la historia


La historia de la revelación es la historia de un Dios que entra en la historia
humana y que se manifiesta en ella por los grandes hechos que realiza. El Antiguo Testa-
mento es un fiel ejemplo de la historia de un pueblo. El Nuevo Testamento es la buena
nueva de lo que sucedió en Jesucristo. La teología católica afirma este carácter innegable
de la revelación, su historicidad. En este tema nuestra cuestión es, por un lado, la relación
historia-revelación y por el otro, el desarrollo de la revelación en la historia. Cuando se
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estudia la historia desde la filosofía, las concepciones acerca de su origen, sentido y fin,
son de tipo lineal o cíclica.
Los hebreos fueron los primeros (no los únicos, en el Islam también encontramos
un Dios que se revela en la historia y lo mismo cabe decir del cristianismo) en oponer una
concepción lineal del tiempo a una concepción cíclica del mismo; fueron los primeros en
dar a la historia valor de epifanía de Dios, es decir, valor de manifestación de Dios al
hombre en la historia. Fuera de Israel no se encuentra la idea, sólidamente arraigada, de
un a sucesión de acontecimientos temporales que abarcan el pasado, el presente y el
futuro, y que se desarrollan según una dirección y finalidad determinadas. Para Israel el
tiempo es lineal, tiene un principio y tiene un fin. Israel fue el primero en romper el círculo
fatídico de las estaciones y repeticiones del mundo antiguo. La salvación se realiza en la
historia temporal: está vinculada a una sucesión de acontecimientos que se desarrollan
según un designio divino y que se dirigen hacia un hecho único. En la historia de la
revelación Promesa y Alianza y realización, constituyen el dinamismo del tiempo que tiene
una triple dimensión: un presente que mira hacia el pasado y un presente que mira hacia
el futuro. Hay un punto de partida del encuentro entre Dios e Israel que cambió por
completo su existencia: la historia es el lugar de la revelación.
En dicha historia Dios intervino en momentos oportunos por una decisión libre y
gratuita por parte de Dios, no sujeta a la voluntad del hombre, pero en la que el hombre
participa de una activa y es su principal representante. Y si Dios ha intervenido en la
historia podemos describir la historia de la revelación.
Encontramos al principio de la revelación (en los libros del Antiguo Testamento)
una serie de acontecimientos que dieron lugar al nacimiento de Israel como pueblo y que
revelaron a Dios como el Dios de la historia, como el Dios que obra en la historia. Tales
acontecimientos son el éxodo, las alianzas, la entrada en la tierra prometida.
Acontecimientos no independientes, sino íntimamente vinculados entre sí. Uno de los
hechos más significativos es la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, liberación
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que tiene por fin la alianza (recordar la alianza de Dios con Moisés). La elección, el éxodo y
aun la entrega de la tierra prometida están ordenados a la alianza. El pueblo esclavo, sin
tierra y sin porvenir fue salvado gratuitamente para convertirse en el pueblo de Yahvé.
Así, el pueblo, se compromete a ser fiel a las cláusulas de la alianza, es decir, a cumplir la
ley de Dios. Y en la tierra prometida culmina lo que Dios comenzó en Egipto. Es la
realización de la promesa hecha a Abraham (Gen 17, 3-8) y el primer testimonio de la
fidelidad de Dios a la alianza. Serán estos los acontecimientos que marcan la historia de
Israel2.
El tema esencial es siempre idéntico: Dios eligió a nuestros padres y les prometió la
tierra de Canaán; la descendencia de Abraham llegó a ser un pueblo grande que habitó en
Egipto y allí fue sometido a esclavitud; Dios con poder maravilloso lo condujo a través del
desierto y lo introdujo en la tierra prometida. Pero la historia no culmina. Ese pueblo
elegido que ha sido infiel a la ley de Dios, espera una alianza última y definitiva, espera un
mesías, un nuevo salvador.
Con la llegada de Cristo, la historia adquiere un nuevo sentido, es más, le da el
sentido pleno a la historia y a los sucesos acaecidos en la historia de Israel.
Con Cristo nace un Nuevo Pueblo de Dios. Cristo es el nuevo Adán, el nuevo
Moisés, el rey que se espera, el sacerdote y profeta único., es en definitiva el que le dará
su verdadero sentido, al presente que mira hacia el pasado y al presente que mira hacia el
futuro.
Pero una vez sellada la última Alianza, Cristo dejará en unos hombres la
continuación de su obra redentora y así nacerá la Iglesia que fue anunciada tiempo atrás.
Sólo resta esperar el fin de la historia, la segunda venida del Hijo de Dios hecho hombre.
Como hemos podido ver, Dios se nos ha revelado en la historia. Revelación que
comienza en la historia de un pueblo y que adquiere su verdadero sentido en Cristo con el

2
Por supuesto que en esta rica historia hay otros acontecimientos, como el diluvio y Noé, la
instauración de la monarquía con Samuel y luego el gran rey de Israel David, el primer templo y el
profetismo.
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nacimiento de un nuevo pueblo. Pero cabe distinguir como Dios se revela, se da a conocer
en cada testamento o si se prefiere en cada una de las dos grandes partes de la historia.
Aclaremos esto.
En toda teofanía (manifestación de Dios) del Antiguo Testamento, no es lo
importante "hacerse ver" la divinidad, sino escuchar su palabra. Se quiere hacer notar en
esto la importancia de la revelación de Dios a través de su palabra.
Y así lo encontramos en las primeras palabras escritas del Génesis (Gn 1, 3. ss). En
la revelación de la Ley (la Tora): "Yo soy Yahvé tu Dios, que te ha sacado de Egipto, de tu
servidumbre" (Dt 5, 6). En la literatura profética es la palabra de Dios que se hace
escuchar: "Así ha dicho el Señor Yahvé..." (Jer 49, 1). Lo mismo acontece en los libros
sapienciales, (Job o la Sabiduría son excelentes obras de la literatura sapiencial) "...y me
dijo: Pon tu tienda en Jacob..." (Eclo 24, 8).
Pero la palabra de Dios no sólo se hace escuchar, es también la respuesta a su
palabra por parte de los hombres, el hombre que pide ser escuchado, pero que espera la
respuesta, como en la oración de David: "Yo te llamo, que tú, oh Dios, me respondes" (Sal
17, 6). En este sentido, a la palabra de Dios que revela su misterio le sigue la respuesta del
hombre: la fe.
Así, la historia de la revelación bíblica del Antiguo Testamento, es la revelación por
la palabra. Pero esa palabra que el hombre desea y escucha (que no significa una mera
contemplación), debe ser aceptada por la fe, la obediencia y el amor. Ejemplo de esto ha
sido Abraham, que creyó en su palabra y promesa (Gn 15, 5-6). Dios por su palabra se
hace oír, promete y sella su alianza con el pueblo de Israel.
En el Antiguo Testamento la revelación es: automanifestación de Dios por la
palabra, la aparición de Dios nunca es visible, la manifestación de Dios (teofanías) sólo es a
través de signos: la zarza ardiente (Ex 3, 2) o el gran profeta que no lo puede ver (Ex 33,
20).
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La palabra que se anuncia y salva, en otro tiempo hablará por su Hijo, estamos en
el Nuevo Testamento.
En el Nuevo Testamento la revelación adquiere un sentido no sólo distinto, sino
superior y más vivo, a causa de un acontecimiento central y único: la plenitud de la
revelación en la historia es Jesucristo. Lo atestigua el prólogo de san Juan: "Y la Palabra se
hizo carne y puso su morada entre nosotros..." (Jn 1, 14).
La palabra anunciada por Dios Padre, es ahora y siempre, la Palabra del Hijo de
Dios hecho hombre. El hombre ahora conoce la revelación por la palabra en la persona de
Jesús, la persona y el mensaje de Jesús son inseparables.
La revelación bíblica en todos los escritos del Nuevo Testamento es cristocéntrica.
En Jesucristo, la palabra que anunció la salvación, la palabra que promete y selló
una alianza, es la palabra que hace presente la salvación al hombre, que promete y sella
una alianza definitiva. Sin embargo, el concepto de revelación en los escritos del Nuevo
Testamento tiene diversidad de significados.
En los Evangelios sinópicos (Mateo, Marcos y Lucas) la revelación aparece bajo los
términos de "predicar", "evangelizar", "enseñar", pero como aquel profeta que anunciaba
la palabra de Dios, Cristo es más que un profeta, su palabra es, ya, palabra de salvación (Le
20, I).
En el Evangelio de san Juan, el término revelación aparece bajo la forma de
"logos", y ocupa el primer lugar. Logos, en vocabulario de san Juan, es la "palabra del
Maestro": "El que escucha mi palabra tiene la vida eterna" (Jn 5, 24). Es la palabra hecha
carne, Cristo es para san Juan, la Palabra de Dios, la palabra de Dios que salva y juzga.
Las Epístolas de san Pablo al referirse a la revelación lo hacen bajo las categorías de
misterio y evangelio, para proclamar lo que ha visto: a Cristo resucitado. El misterio es la
revelación de Dios en Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre (I Cor 2, 6-12). Y ese misterio se
hace anuncio, predicación, revelación de la buena nueva (evangelio). Misterio y evangelio
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son dos conceptos unidos sobre la revelación de Dios (Rom 16, 25-26), revelación que
espera la "obediencia de la fe".
En el Nuevo Testamento, por lo tanto, la revelación es el anuncio de la buena
nueva, es el misterio de la palabra hecha carne, la palabra del Hijo de Dios hecho carne
que salva. Es la plenitud de la revelación.
Hay que insistir en la plenitud de la revelación y en su realismo: Cristo es el Hijo de
Dios aun en su humanidad, la segunda persona de la Trinidad es personalmente hombre, y
ese hombre es personalmente Dios.
Dios mismo, en persona, se ha revelado concretamente en Cristo: he ahí el hecho
sorprendente, decisivo, que proclama el Nuevo Testamento. Y que quiere traducir con la
plenitud de sus fórmulas en las que Cristo y el conocimiento de Dios están
indisolublemente unidas: “Últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo” (Heb 1,2).
“A Dios nadie le vio jamás; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, ése nos le ha
dado a conocer” (Jn 1,18). “Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios
verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3). Estas citas bíblicas son el reflejo de la
nueva verdad que se predica y proclama a los hombres. La gracia de Dios fue
“manifestada al presentarse por la aparición de nuestro salvador, Cristo Jesús, que
aniquiló la muerte y sacó a luz la vida y la incorrupción por medio del evangelio” (2 Tim
1,10). En Cristo, Dios mismo se dio al hombre sin reservas y por las vías del hombre: su
amor divino ha llegado a nosotros por medio de un corazón humano. Los padres de la
Iglesia expresan concisa y concretamente esa plenitud de la encarnación: “El co-
nocimiento de Dios es Jesucristo”, dice san Ignacio de Aritioquía. Para san Ireneo, la
revelación es la epifanía del Padre a través del Verbo encarnado: “Por el Verbo visible y
palpable se manifestaba el Padre”.
La plenitud de la revelación es la vía elegida por Dios para revelar y revelarse. Tiene
por fin hacer posible en nivel humano el conocimiento de Dios y de su designio salvífico;
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nos fue dada para que Dios expresase al hombre y en términos humanos y mediante todas
las dimensiones humanas el conocimiento y amor del único verdadero.
Hemos expuestos hasta aquí, las ideas y elementos esenciales de la revelación.
Hemos aclarado su concepto y hemos sabido que todo lo revelado por Dios se contiene y
se nos ha trasmitido por la Tradición oral y la Tradición escrita. También que dicha
revelación se da en una historia concreta, historia que narra el encuentro entre Dios y los
hombres, distinguiendo al mismo tiempo que dicha revelación en la historia se da en dos
grandes momentos. Y finalmente, como la revelación de Dios adquiere su verdadera
plenitud y sentido en su Hijo, Cristo.
En la siguiente Unidad desarrollaremos, de alguna manera, esa historia escrita: la
Sagrada Escritura.

Luego de haber leído el texto les propongo las siguientes tareas:

1. Elaborar un esquema con los conceptos clave sobre la Revelación


2. Mencione como Cristo lleva a cabo la plenitud de la revelación en la Constitución
Dogmática del Concilio Vaticano II Dei Verbum, Capítulo 1, artículo 4
http://www.deiverbum2005.org
3. Foro: unifique a modo de síntesis los siguientes conceptos: Revelación; Sagrada
Escritura; Sagrada Tradición; Historia; Plenitud; Cristo; Hombre; Pueblo.
4. lectura obligatoria de: Catecismo de la Iglesia Católica. Primera parte, primera
sección, capítulo segundo, artículo 3: la Sagrada Escritura

Unidad 5: La Sagrada Escritura


a. Su definición b. Canonicidad e inspiración c. Inerrancia y escritos apócrifos d.
Lenguas bíblicas y sentidos
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Introducción
En la historia de las religiones encontramos ciertas notas esenciales que son
comunes a toda religión, y nos referimos particularmente a las religiones que tienen un
origen divino, tales como el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo. La primera y más esencial
es la idea de un solo Dios (monoteísmo), un rito de iniciación, cierta estructura
eclesiástica. Sin embargo, por sobre estas se encuentra el hecho de que todas tiene un
libro sagrado, una escritura donde Dios le habla al hombre por medio de escritores
humanos. Justamente el tema de esta unidad es la escritura, de la Biblia, un conjunto de
libros que tiene a Dios como autor principal y al hombre que escribe como causa
instrumental.

a. Definición
La Biblia, podemos decir, no es un libro más. No es solo un libro escrito por
los hombres, es un libro que es la palabra de Dios que se revela, escrito por los hombres, y
es ante todo un libro que trasmite verdades reveladas
La palabra Biblia, proviene del griego “biblos” (=biblion=librito diminutivo de
biblos=libros) y por lo tanto no significa un libro, sino un conjunto de libros. La Biblia es
una verdadera biblioteca que comprende setenta y tres libros.
El término “sagrada escritura” es de origen bíblico, la palabra escritura se usa con
frecuencia en el nuevo testamento (Jn. 10, 34-35; Rom. 15, 4).
La palabra testamento, utilizada para referirnos al antiguo y nuevo
testamento, es una traducción griega de la palabra hebrea berith=alianza o pacto.
Los libros bíblicos narran la historia de la salvación, es decir, atestiguan y
trasmiten los hechos y las palabras de Dios en la historia, siendo Dios mismo la causa
principal y el hombre la causa instrumental de la Escritura.
La palabra de Dios contenida en la Biblia nos trasmite las siguientes
verdades fundamentales:
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- Testimonia la experiencia de fe de Israel, pueblo de Dios (Antiguo


Testamento).
- Anuncia como Buena Nueva lo que Cristo, Palabra del Padre, hizo y
enseñó (Evangelios).
- Relata la expansión de la Iglesia apostólica, sus dificultades y sus
esperanzas (Hechos de los Apóstoles).
- Reflexiona acerca de las consecuencias teológicas y éticas que se
deducen de las acciones y palabras del Señor con la finalidad de dar soluciones
a las necesidades por las que pasan las jóvenes iglesias (Cartas de Pablo,
Santiago, Pedro, Juan y Judas), y
- Proclama el fin de los tiempos y la segunda venida de Cristo
(Apocalipsis).

Nos preguntamos: ¿hay una sola Biblia? ¿Todas las Biblias son iguales? A pesar de
lo que se dice, respondemos que no. Y mostramos un cuadro comparativo para que se
pueda ver las diferencias:

BIBLIA CATÓLICA BIBLIA HEBREA


Antiguo Testamento Nuevo Testamento 1. LA LEY (el
Pentateuco)
EL PENTATEUCO Evangelio según San
Mateo
Génesis Evangelio según San Génesis
Marcos
Éxodo Evangelio según San Éxodo
Lucas
Levítico Evangelio según San Levítico
Juan
Números Números
Deuteronomio Deuteronomio
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Hechos de los
Apóstoles
LOS LIBROS Epístolas de San II. LOS
HISTÓRICOS Pablo PROFETAS
Josué a los Romanos "Profetas
anteriores"
Jueces 1° a los Corintios Josué
Rut 2° a los Corintios Jueces
Samuel, 1" y 2° a los Gálatas Samuel (1° y 2°
reunidos)
Reyes, 1° y 2° a los Efesios Reyes (1° y 2°
reunidos)
Crónicas, 1° y 2° a los Filipenses
Esdras a los Colosenses "Profetas
posteriores"
Nehemías 1 ° a los Isaías
Tesalonicenses
Tobías 2°alosTesalonisenses Jeremías
Judit 1° a Timoteo Ezequiel
Ester 2° a Timoteo "Los Doce"
profetas: Osea
a Tito Joel, Amos,
Abdías, Jonás,
Libro primero de los a Filemón Miqueas,
Macabeos Nahúm,
Libro segundo de los a los Hebreos Habacuc,
Macabeos Sofonías, Ageo,
Zacarías y
Malaquías
LOS LIBROS Epístolas Católicas
POÉTICOS
Y SAPIENCIALES Epístola de Santiago LOS ESCRITOS
Job 1° de San Pedro (o Hagiógrafos)
Salmos 2° de San Pedro Salmos
Proverbios 1° de San Juan Job
Eclesiastés 2° de San Juan Proverbios
Cantar de los 3° de San Juan Rut
Cantares
Sabiduría Epístola de San Judas Cantar de los
Cantares
Eclesiástico Eclesiastés
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Apocalipsis Lamentaciones
LOS LIBROS Ester
PROFÉTICOS
Isaías; Jeremías; Daniel
Lamentaciones
Baruc; Ezequiel; Esdras-
Daniel; Oseas Nehemías
Joel; Amos; Abdías; Crónicas
Jonás;
Miqueas; Nahúm;
Habacuc;
Sofonías; Ageo;
Zacarías; Malaquías

Nota: la Biblia Protestante, respecto del Antiguo Testamento, sigue la versión de la


Biblia Hebrea, es decir, contiene siete libros menos que la versión de la Vulgata (Biblia
Católica), a saber: Tobías, Judit, 1° y 2° de los Macabeos, Sabiduría de Salomón, Sabiduría
de Sirac y Baruc. El Nuevo Testamento sigue a la Vulgata.
Como podrán apreciar no todas las biblias son iguales, ¿a qué se debe? Es una
larga historia. La intención es mostrar sus diferencias esenciales que consiste en la
diversidad de libros. Si recomendamos para aquel que le interese la lectura de los textos
Sagrados, la Biblia de Jerusalén. Es una edición con comentarios muy enriquecedores. Por
lo tanto, ¿cómo definimos la Biblia?

La Biblia es un conjunto de libros que tiene a Dios como autor y al hombre como su
causa instrumental cuya finalidad es poner por escrito las verdades transmitidas por Dios

b. Inspiración y canonicidad
El análisis de la escritura merece poner su mayor interés en dos conceptos
fundamentales intrínsecamente relacionados: inspiración y canonicidad.
¿Qué es la inspiración?
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MÓDULO II: La Revelación y la Sagrada Escritura
UNIDAD 4, 5 y 6

Las verdades reveladas por Dios contenidas en la Sagrada Escritura, fueron escritos
bajo la inspiración del Espíritu Santo, es decir, que tienen a Dios como Autor. En la
inspiración concurren tres factores: a. Dios que inspira b. El hombre inspirado c. El libro
escrito bajo la inspiración. Y para para la composición de los mismos, Dios eligió a
hombres para que pusieran por escrito sólo lo que Él quería. Estos autores inspirados
reciben el nombre de hagiógrafos, palabra que proviene del griego y se traduce como
autor o escritor sagrado. En la inspiración bíblica, según, la escritura, es Dios quien lleva al
hagiógrafo, es causa fundamental en el impulso y en el efecto a seguirse.
Pero es igualmente la misma escritura dice que los hagiógrafos son verdaderos
instrumentos y autores de estos libros inspirados, la inspiración no es algo al margen de
ellos, por dos motivos: por un lado la misma escritura testifica que Dios, el Espíritu Santo,
hablo por boca de los profetas, o de los autores inspirados. Para la tradición judía el
profeta, era el profeta “escrito”. Por otro lado, el mismo evangelio de San Lucas alude a
una minucia preparación y redacción ordenada por él mismo, bajo inspiración divina (Lc 1,
1-4).
A través de la enseñanza de Iglesia, lo mismo que del testimonio de la escritura, se
ve que el hagiógrafo es elegido por Dios, siendo “causa principal” para escribir un libro,
como instrumento de Dios, pero instrumento vivo y racional. Pero este instrumento
humano, para escribir una obra, dista mucho de ser un simple pincel, es un instrumento
complejo, compuesto: todas las facultades que el hombre tiene para componer un libro
entran en juego (esto incluye su psicología). Todas ellas van a ser instrumentos que va a
utilizar, el mismo Dios. La finalidad de los libros sagrados es una finalidad religiosa, para
esta finalidad el hagiógrafo posee sus propios elementos culturales y religiosos que
pueden ser: naturales (historia, costumbres, geografía, etc.), religiosos (iluminaciones,
mandatos de Dios y la misma inspiración). La cuestión bíblica de la inspiración y de los
autores sagrados nos llevan a describir sucintamente un concepto muy ligado a estos: la
inerrancia bíblica.
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Se entiende por inerrancia no sólo el hecho de que no haya error alguno en la


escritura, es decir, que en el intento del hagiógrafo no haya error de hecho, sino la
imposibilidad de derecho de que pueda haberlo. La inerrancia es una consecuencia
necesaria de ser el hagiógrafo en las manos de Dios, porque toda la actividad del
hagiógrafo es causada por Dios: dice lo que Dios quiere. La misma escritura es un
argumento definitivo, inapenable de la inerrancia: “Y la escritura no puede fallar”. (Jn 10,
35)
Definido el concepto de inspiración nos toca responder ¿qué es la canonicidad?
El término técnico para indicar la lista de libros que componen la Biblia es el de
“canon”, palabra derivada del griego kanon (caña o palo para tomar medidas), que en
sentido derivado significa medida o regla, la palabra canon aplicada a la Sagrada Escritura
empieza a usarse en el siglo III. El canon tiende a probar la existencia del catálogo sagrado
de los libros inspirados, que nos ha sido transmitido por el Magisterio de la Iglesia. Hay
que decir que si bien los términos canónico e inspirado son equivalentes bajo muchos
aspectos, canonicidad e inspiración se distinguen formalmente. De hecho todos los libros
canónicos están inspirados. Sin embargo, un libro es inspirado por el hecho de tener a
Dios por autor, y canónico, en cuanto que fue reconocido por la Iglesia como inspirado.
Por consiguiente, la canonicidad supone, además del hecho de la inspiración, la
declaración oficial de la Iglesia del carácter inspirado. Del criterio de canonicidad,
podemos decir que, la diferencia con el criterio de inspiración radica en que este último
mira a la escritura en general, el criterio de canonicidad mira a cada libro en particular. La
Iglesia es la única autoridad legítima que puede determinar con certeza infalible si tal libro
es canónico o no lo es. Teniendo en cuenta lo que acabamos de decir, se puede dar una
definición de los libros llamados apócrifos: es todo escrito de autor desconocido que, por
el título o por el argumento, presenta ciertas afinidades con los libros de la Sagrada
Escritura y que en la antigüedad fue tenido por algunos por inspirado, pero que no ha sido
recibido por la Iglesia en el canon bíblico.
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Dato histórico: la lista de libros canónicos del Antiguo y Nuevo admitida por la
Iglesia, lo hizo el Concilio de Trento el 8 de Abril de 1546.
De lo expuesto se sigue que no podemos entender la inspiración y la canonicidad si
uno de ellos faltase.
La tarea de estudiar la Biblia no es sencilla, como todo estudio e investigación
escriturística se a de tener en cuenta ciertas reglas, como por ejemplo, el sentido literal y
el sentido espiritual.
Es necesario procurar definir el sentido preciso de los textos tal y como han sido
producidos por los autores sagrados: sentido llamado “literal”. No basta traducir un texto
palabra por palabra para obtener su sentido literal. Es necesario comprenderlo según las
convenciones literarias de su tiempo. Por ejemplo, cuando un texto es metafórico, su
sentido literal no resulta de una comprensión palabra por palabra, sino al que
corresponde al empleo metafórico de los términos:

“Tened ceñida la cintura”, Lc. 12, 35


“Tened una actitud de disponibilidad” (sentido literal)

Es tarea principal del exegeta. El vocablo “exégesis” (proviene del griego) y significa
explicación, llevar a buen término este análisis, utilizando todas las posibilidades de
investigación literaria e históricas, para definir el sentido literal de los textos bíblicos. Por
tal motivo los estudios de los géneros literarios antiguos es de suma importancia.
Como regla general se puede definir el sentido espiritual comprendido desde una
perspectiva cristiana, como el sentido expresado por los textos bíblicos, cuando se los lee
bajo la influencia del Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo. Uno de
los aspectos posibles del sentido espiritual es el tipológico: Adán es figura de Cristo, el
diluvio figura del bautismo. Comparativamente podemos decir que el sentido literal
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expresa el pensamiento del autor con las palabras, y el sentido espiritual lo expresa con
las realidades que se expresan con las palabras.

El canon Católico
Sobre el canon Católico debemos decir lo referido primeramente sobre la palabra
canon ¿se recuerda su definición? Y al mismo tiempo ir al listado que hemos transcripto
de los libros de una Biblia Católica. Si unimos ambos conceptos nos dará como resultado
la lista de libros inspirados y canónicos, es decir, el canon católico. Sencillo verdad.

La unidad de ambos testamentos


La Biblia se divide en dos grandes partes que reciben el nombre de testamento, el
nuevo y el antiguo. Sin embargo, conforman una unidad indisoluble, entendemos uno a
partir del otro y viceversa.
La importancia del Antiguo Testamento conserva un valor permanente para los
cristianos, debido a que los escritos del Antiguo Testamento, están ordenados, sobre
todo, a anunciar proféticamente y significar con diversas figuras, la venida de Cristo. Estos
libros manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, las formas de obrar de
Dios, en los tiempos que precedieron a la salvación anunciada por Cristo. Por tal motivo y
dada la importancia de los libros del Antiguo Testamento para los cristianos, la unidad del
Antiguo y Nuevo Testamento resulta fundamental para una interpretación correcta de la
Sagrada Escritura. La Constitución dogmática Dei Verbum dice al respecto: “el Nuevo
Testamento está latente en el Antiguo, y el Antiguo está patente en el Nuevo”. (Dei
Verbum, 16) A sí mismo la Iglesia, desde los tiempos apostólicos y en su tradición,
esclareció la unidad de ambos Testamentos. La tipología reconoce en las obras de Dios en
la Antigua Alianza, las prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud de los tiempos
en la persona de su Hijo. Baste un ejemplo de lo dicho: el pueblo de la Antigua Alianza es
preludio del pueblo de la Nueva Alianza, pero comprendemos mejor la unidad si leemos el
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nacimiento del Nuevo pueblo de Dios a la luz del antiguo. Los invito a buscar otros
ejemplos.

Interpretación de la Sagrada Escritura


Hemos llegado al final del camino y solo nos resta algunas breves consideraciones
sobre la interpretación de la escritura.
Para interpretar la Sagrada Escritura y descubrir la intención del autor, hay que
tener en cuenta, entre otras cosas, los “géneros literarios” (proféticos, poéticos u otros
géneros de expresión). El exegeta debe investigar lo que el hagiógrafo intenta decir y dice,
según su tiempo y cultura por medio de los géneros literarios.
El estudio de la Biblia es de suma importancia para la teología, es uno de sus
pilares junto con el de revelación. La interpretación de la Escritura ha sido confiada al
magisterio vivo de la Iglesia. El magisterio ha dejado sentado que para la correcta
interpretación de los textos bíblicos se debe tener en cuenta (para descubrir la intención
del autor) fundamentalmente los "géneros literarios". Por lo tanto, a partir de los géneros
literarios, se debe conocer el tiempo en que fueron escritos, su cultura y aún la psicología
del autor.
Otro aspecto a considerar (que nos hemos explayado) es la unidad entre el Antiguo
Testamento y el Nuevo Testamento, sus relaciones intertextuales son de suma importan-
cia. Bien dice la constitución Dei Verbum (cap. IV, n.14-16) que la economía del Antiguo
Testamento estaba ordenada a preparar la venida de Cristo, todo lo anunciado en la
historia de la salvación se encuentra en los libros sagrados del Antiguo Testamento. En el
Nuevo Testamento los autores sagrados han releído el Antiguo, para afirmar la
importancia de sus textos: "Dios, que es quien inspiró y que es autor de ambos
testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el
Antiguo, y el Antiguo está patente en el Nuevo".
Que síntesis podemos elaborar de todo lo dicho:
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El concepto clave no es otro que el de Revelación


Revelación de Dios que se nos ha manifestado en la historia.
En la historia de un pueblo elegido y de un nuevo pueblo.
Y que ha sido transmitida por la Tradición oral y escrita.
Cuya finalidad es darnos a conocer la persona de Cristo en quien todo se cumple.
Y todo lo revelado lo podemos leer en un libro sagrado: inspirado y canónico.
Por lo expuesto, debemos acercarnos a su lectura.
Apoyados en la autoridad de quien lo interpreta.

Los invito a
1. Elaborar un pequeño ensayo a partir del concepto de Revelación.
2. Argumentar la necesidad de la lectura de la Biblia, consultando la Dei Verbum,
capítulo VI, artículo 26-27.

Cómo elaborar un ensayo:


1. Introducción o presentación general del tema sobre el que se va a reflexionar. Es
un punto de partida para plantear la opinión.
2. Tesis u opinión que se expone en el ensayo.
3. Argumento: datos, hechos, pruebas, opiniones de terceros que apoyen o no (no
necesariamente deben ser a favor) el argumento planteado.
4. Fuentes: un recurso argumentativo muy útil es citar a opiniones relevantes en el
tema que funcionan como respaldo de los argumentos expuestos.
5. Conclusión: el ensayo termina afirmando la misma tesis como cierre de todo lo
expuesto.
La introducción, la cuestión central del tema y la conclusión, no deben estar
separados por títulos, deben estar unidos
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d. Lenguas bíblicas y sentido3


Respecto de las lenguas antiguas en que fueron escritos los libros, son tres: la
hebrea, la aramea y la griega. En hebreo fueron escritos la mayor parte de los libros del
Antiguo Testamento, exceptuando los libros de Esdras y Daniel, los libros
deuterocanónicos del Antiguo Testamento, que se compusieron en griego. Todos los libros
del Nuevo Testamento fueron escritos en griego, excepto el evangelio de San Mateo que
fue escrito en arameo.

Unidad 6. El Antiguo Testamento4


a. Creación y Promesa b. El Pueblo, el Éxodo y la Alianza c. La Monarquía d.
Destierro y período helenista

El Antiguo Testamento: El Pentateuco: contenido, composición literaria, el sentido


religioso. Los libros Históricos: tema principal, conexión narrativa. Los libros
Sapienciales: la literatura sapiencial, valor religioso de la sabiduría. Los Salmos. Los
Profetas: el profetismo, la doctrina de los profetas.
El Pentateuco: denominado por los judíos “la ley”, la Torá, son los cinco “primeros
libros” (=Pentateuco) de la Biblia.
La versión griega de los Setenta titulaba los libros del Pentateuco conforme a su
contenido:
Génesis: comienza con los orígenes del mundo
Éxodo: empieza con la salida de Egipto
Levítico: contiene la ley de los sacerdotes de la tribu de Leví
Números: por razón de los censos de los caps. 1-4

3
El punto c determinado el significado de los términos
4
Los temas de la Unidad 3 y 4 se expondrán de acuerdo a una síntesis de los libros de la Sagrada
Escritura. Fuente: Biblia de Jerusalén
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Deuteronomio: la “segunda ley


El sentido religioso
El Pentateuco reproduce las relaciones de Dios con el mundo, es el fundamento de
la religión judía y se ha convertido en el libro canónico por excelencia, su Ley. En él
encontraba el israelita la explicación de su destino. El Pentateuco es también el libro de las
promesas: el anuncio de salvación lejana, el Protoevangelio (anuncio antes de la buena
nueva), a Noé después del diluvio. Es el libro de las Alianzas, con Adán, Noé, Abraham, y
finalmente con todo el pueblo por el ministerio de Moisés. Todo esto exige la fidelidad de
su pueblo. La fidelidad esta regulada por el mismo Dios, le da su Ley, regula su conducta,
prepara la realización de sus promesas.
Una lectura cristiana del Pentateuco debe seguir ante todo el recurso de los
relatos: el Génesis, las bondades del Dios creador; el Éxodo es el esquema de nuestra
redención; Números representa el tiempo de prueba en que Dios instruye y castiga a sus
hijos preparando la congregación de sus elegidos; el Levítico se leerá con mayor fruto en
conexión con los últimos capítulos de Ezequiel; por último la lectura del Deuteronomio
encajará perfectamente con la de Jeremías, el profeta a quién más se aproxima por el
tiempo y por el espíritu.

Los libros Históricos: tema principal, conexión narrativa


Primer grupo de libros históricos: JOSUÉ, JUECES, RUT, SAMUEL Y REYES
Segundo grupo: CRÓNICAS, ESDRAS Y NEHEMÍAS
Tercer grupo: TOBÍAS, JUDIT Y ESTER
Cuarto grupo: Primer y segundo libro de los MACABEOS
Los libros llamados históricos tienen como tema principal las relaciones de Israel
con Yahve, su fidelidad o su infidelidad, sobre todo su infidelidad a la palabra de Dios,
cuyos portavoces son los profetas. Estos libros son en su forma definitiva, obra de una
escuela de hombres piadosos, que meditan sobre el pasado de su pueblo y deducen de el
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una lección religiosa. Pero también nos han conservado los hechos salientes de la historia
de Israel. El hecho que se presente como una “historia sagrada” no disminuye su interés
para el historiador y realza su valor para el creyente.
De la conexión narrativa se puede decir brevemente, lo siguiente: Josué cuenta la
conquista y la distribución de la tierra de Cannán entre las tribus, empalma literaria e
históricamente con el Deuteronomio. Los Jueces son obra distinta, pero su historia
empalma con la que le precede y con la que le sigue, abarca el espacio de varios siglos que
median entre Josué y Samuel. Los que en hebreo llevan el nombre de Samuel forman
literariamente una sola obra, que narra los orígenes y la consolidación de la monarquía.
Con esta obra enlazan los libros de los Reyes y forman literariamente una obre
independiente, en que se narran la historia de la monarquía davídica en tres períodos:
reinado de Salomón, los dos reinos hasta la destrucción de Samaria y la historia de Judá
hasta la cautividad.
Crónicas es un resumen en forma de genealogías toda la historia entre Adán y
Samuel. Literaria e históricamente entroncan con el libro de Esdras, que narra los
esfuerzos para la restauración de Jerusalén, después de la vuelta de la cautividad.
NehemÍas completa la historia de este período, pero ni literaria ni históricamente enlaza
con las obras precedentes. Los dos de los Macabeos, comienza el primero contando la
historias de Alejandro Magno y de sus sucesores hasta Antíoco IV, que con su tiranía
originó la sublevación de los judíos, objeto principal de la obra. El libro segundo cuenta las
hazañas de los tres hijos de Matatías.
En cuanto a las historias episódicas particulares, Rut pertenece a la época de los
Jueces. Es la historia de una moabita, da una genealogía de David. Judit y Ester, refiere una
liberación de la nación por medio de una mujer. Tobías cuenta sucesos acaecidos bajo la
dominación asiria.
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Los libros Sapienciales: la literatura sapiencial, valor religioso de la sabiduría


Se da el nombre de “libros sapienciales” a cinco libros del Antiguo Testamento:
Job, Proverbios, Eclesiastés, Eclesiástico y Sabiduría. Esta literatura sapiencial floreció en
todo el Antiguo Oriente, y no es como para Aristóteles, la ciencia de las últimas causas,
sino cierta agudeza y prontitud de ingenio para hallar una salida en casos apurados. Esta
sabiduría se extiende a la observación de la naturaleza, del obrar dl hombre, para sacar de
todo esto enseñanzas útiles a la dirección de la vida humana. Pero más que en la
naturaleza , depositó Dios su sabiduría en la Ley. Otra forma modesta de la sabiduría era
el ingenio artístico para crear obras de orfebrería, para componer poesías y para cantarlas
con acompañamiento de instrumentos.
Pero la verdadera sabiduría es el temor de Dios y el temor de Dios es la piedad.
Este valor religioso de la sabiduría afloro poco a poco. Los sabios de Israel nos han dejado
en sus escritos el debate acerca del grave problema del proceder de Dios con los justos y
los impíos., pero el principio de la sabiduría de Israel, más que su ingenio, es la revelación
divina.

Los Salmos
Israel como sus vecinos de Egipto, Mesopotamia y Canaán, cultivó desde sus
orígenes la poesía lírica en todas sus formas y nos ha sido conservada por el Salterio. Ellos
son la oración del Antiguo Testamento, en el que el mismo Dios inspiró los sentimientos
que sus hijos deben albergar con respecto a él. La Iglesia cristiana ha hecho de ellos, su
oración oficial.
El Salterio (del griego psalterion, designa el nombre del instrumento que
acompañaba a los salmos) es la colección de los ciento cincuenta salmos. Se distinguen
tres grandes géneros: los himnos, las súplicas y las acciones de gracia.
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Los himnos comienzan con una exhortación a la alabanza divina, el cuerpo del
himno detalla los motivos de esta alabanza y la conclusión repite al fórmula de la
introducción o expresa una oración.
Las súplicas no cantan las glorias de Dios, sino que se dirigen a él. Comienzan con
una invocación, una petición de ayuda, el cuerpo del salmo se intenta conmover a Dios
pintando la triste situación de los que suplican y concluye a menudo, con la certeza de que
la oración es atendida y con una acción de gracias. Las acciones de gracias es a fin a las de
los himnos en cuanto a su estructura literaria. El pueblo da en ellos las gracias por la
liberación de un peligro, por la abundancia de las cosechas, por los beneficios concedidos
al rey.

Los Profetas: el profetismo, la doctrina de los profetas


Las grandes religiones de la antigüedad tuvieron hombres que afirmaban hablar en
nombre de Dios. En Israel el profeta, (el nabí=el llamado) es un mensajero y un intérprete
de la palabra divina. Los profetas tienen conciencia del origen divino de sus mensajes: lo
presentan diciendo: “Así habla Yahve”. Fueron llamados para manifestar la voluntad de
Dios y ser ellos mismos “señales”.
Todo verdadero profeta tiene viva conciencia de no ser más que un instrumento,
tiene la convicción de que ha recibido la palabra de Dios y que debe comunicarla. En
cuanto a su mensaje, rara vez se dirige al individuo o lo hace en un contexto más amplio.
Su mensaje atañe al presente y al futuro. El profeta es enviado a sus contemporáneos y les
trasmite los deseos divinos. El profeta es un hombre que tiene una experiencia inmediata
de Dios, que ha recibido la revelación de su santidad y de sus deseos, que juzga el
presente y ve el futuro a la luz de Dios y que es enviado por Dios para recordar a los
hombres sus exigencias. El profetismo es, sin lugar a dudas, un fenómeno propio del
pueblo de Israel.
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Los libros de los profetas se llaman comúnmente “profetas escritores”, se suelen


dividir en profetas mayores: Isaías, Jeremías, Daniel y Ezequiel y, los profetas menores o
los doce profetas: Amós, Oseas, Miqueas, Sofonías, Nahúm, Habacuc, Ageo, Zacarías,
Malaquías, Abdías, Joel, Jonás. Lamentaciones se coloca después de Jeremías y Baruc
después de las Lamentaciones
La doctrina de los profetas tiene tres temas principales: el monoteísmo, el
moralismo y la espera de la salvación.
Fruto de la predicación de los profetas es el monoteísmo: afirmación de la
existencia de un Dios único, negación de la existencia de cualquier otro dios. Por los
profetas Israel sólo reconocía a Yahve, que era el más poderoso de los dioses y exigía un
culto exclusivo. Yahve dueño de la tierra no deja lugar para otros dioses. Los profetas
luchando contra el culto a otros dioses, por el influjo pagano, afirman la negación de
dioses falsos, frente al único Dios verdadero: Yahve.
El moralismo opone la Santidad de Dios a la impureza del hombre, y por este
contraste los profetas adquieren una clara conciencia del pecado, este separa al hombre
de Dios.
Sin embargo el castigo no es la última palabra de Dios, la espera de la salvación se
da, porque Dios no quiere la ruina total de su pueblo. Será una era de felicidad inaudita,
los dispersos de Israel y Judá volverán a Tierra Santa y el pueblo de Dios se vengará de sus
enemigos. La salvación definitiva vendrá con el ungido de Yahve, en hebreo su mesías. El
Salvador, el Cristo.

4. El Nuevo Testamento
a. Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre b. El canon del Nuevo Testamento.
a. Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre (ver: La Plenitud de la Revelación,
Unidad 1, c.)
b. El canon del Nuevo Testamento
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Los Evangelios sinópticos: los autores; la cuestión sinóptica. 6.2 El Evangelio de


Juan: el autor; enfoque; simbolismo. 6.3 Los Hechos de los Apóstoles: el autor;
el plan de la obra. 6.4 Las Epístolas de San Pablo: el autor. La predicación del Kerigma. 6.5
Las Epístolas Católicas: los autores, temas principales. 6.6 El Apocalipsis: el género
apocalíptico. Visión de la historia.

Los Evangelios sinópticos: los autores; la cuestión sinóptica


El término evangelio proviene del idioma griego, y en su sentido original significa el
regalo que se le daba al que traía una buena noticia.
La palabra “evangelio” es la traducción del término griego euangelion, formado por
dos raíces: eu, que significa “bien”, “bueno”; y angelía, que significa “anuncio”, “mensaje”.
Se trata pues, de un “buen anuncio”, de una “buena noticia”. La expresión aparece en el
libro de Isaías 52, 7. En l comienzo el evangelio no era un mensaje escrito, sino oral. Se
anunciaba la buena noticia, que era la llegada próxima del reino de Dios: Dios viene a
liberar a su pueblo.
Hacia el año 27 Jesús comenzó a predicar su ministerio público, anunciando la
buena noticia del reino de Dios. Varios años después de su muerte, alrededor del año 70,
comienzan a aparecer los evangelios escritos. ¿Qué sucedió durante esos 40 años?. Es
posible distinguir tres etapas:

- el ministerio público de Jesús


- el evangelio predicado en las comunidades
- la redacción de los evangelios

Los autores y la cuestión sinóptica


Marcos escribió su evangelio cerca del año 70. No partió de cero, fue reuniendo
materiales las comunidades y lo supo elaborar.
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Mateo escribe alrededor del 80. Utilizo a Marcos incorporándolo casi todo.
También saco de la fuente “Q”, y de otras fuentes personales. Así también como teólogo
hizo su interpretación y elaboración.
Lucas escribe hacia el año 90. También utilizo a Marcos y lo incorporó casi en su
totalidad. Además uso la fuente “Q”, y otras fuentes personales
A estos tres evangelios se los conoce con el nombre de “evangelios sinópticos”,
porque presentan entre sí tales semejanzas que pueden ponerse en columnas paralelas y
abarcarse con “una sola mirada”: de ahí su nombre de sinópticos.
El problema de sus relaciones literarias entre estos tres evangelios, es lo que se
llama la Cuestión Sinóptica.
Se han propuesto diversas soluciones, que transcribimos sucintamente:
- Una tradición oral común que los tres habrían puesto por escrito de
modo independiente.
- La teoría de las Dos Fuentes: una de ellas sería Marcos, de quién
Mateo y Lucas dependerían en sus relatos, y
- El supuesto de una fuente “Q”, el nombre de la fuente es dado por
la primera letra de la palabra alemana Quelle, que significa “fuente”, los
primeros cristianos fueron coleccionando recuerdos sobre Jesús, esta fuente
sería una colección de los dichos de Jesús

El Evangelio de Juan: el autor; enfoque; simbolismo.


¿Quién es el autor de este evangelio tan rico y tan complejo? La tradición responde
unánimemente: Juan el apóstol, el hijo de Zebedeo, natural de Galilea y de las cercanías
del Lago. Formaba parte del grupo de los tres que solían ser distinguidos por Jesús. La
tradición nos dice que vivió en Efeso, luego en tiempo de Domiciano fue llevado a Roma.
Vuelto a Oriente, fue después llevado a la isla de Patmos, enfrente del Asia, donde
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escribió el Apocalipsis. Reinando Trajano, murió en Efeso, en la misma ciudad escribió el


evangelio.
El cuarto evangelio, mejor que los sinópticos, quiere poner en claro el sentido de la
vida, de las acciones y las palabras de Jesús. El misterio pascual cristiano, que sustituye a
la Pascua antigua (la judía), penetra todo el evangelio. Para San Juan Jesús es el Verbo
hecho carne, que ha venido a dar la vida a los hombres. El misterio de la Encarnación
domina todo su pensamiento. A su vez el simbolismo, brota de la historia, esta enraizada
en ella, expresa su sentido y sólo con esta condición, tiene valor para el testigo
privilegiado del Verbo encarnado. El fin que el autor se propuso en la obra se halla
indicado en el cap. 20, 31.

Los Hechos de los Apóstoles: el autor; el plan de la obra


La tradición de la Iglesia está de acuerdo en identificar como autor a San Lucas. El
autor, a juzgar por sus escritos, parece ser un cristiano de la generación apostólica, griego
de amplia instrucción, conocedor de las cosa judías y de la Biblia griega, y sobretodo
compañero de viaje de Pablo como lo prueban los relatos de la segunda parte de los
Hechos.
El plan de la obra: Prólogo; Primera parte: La Iglesia en Jerusalén; Segunda parte:
Expansión de la Iglesia fuera de Jerusalén; Tercera parte: Difusión de la Iglesia entre los
gentiles., viajes de San Pablo.
El fin de esta segunda obra de San Lucas no es la actividad misional de todos los
apóstoles, como lo sugiere el título, sino la predicación del nombre de Jesucristo en
Jerusalén y en Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra.

Las Epístolas de San Pablo: el autor. La predicación del Kerigma


A San Pablo lo conocemos mejor que a ninguna otra personalidad del N.T., por sus
Epístolas y por los Hechos de los Apóstoles, Nacido en Tarso de Cilicia, hacia l año 10 de
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ASIGNATURA: Teología I
MÓDULO II: La Revelación y la Sagrada Escritura
UNIDAD 4, 5 y 6

nuestra era, de una familia judía, pero al mismo tiempo ciudadano romano, se educó
según la doctrina de los fariseos. Perseguidor de la naciente Iglesia cristiana, por aparición
de Jesús resucitado, se convirtió en el Apóstol de los gentiles.
Su predicación es ante todo, “la predicación del kerigma”: proclamación de Cristo
crucificado y resucitado conforme a las escrituras.
Todas las epístolas tienen un plan general uniforme: después de un
encabezamiento de saludo, en que se asocia así a sus compañeros, seguido de una
introducción más o menos larga, en forma de alabanza o acción de gracias, sigue una
exposición de la doctrina evangélica o una defensa de la misma, luego una exhortación a
la práctica de la doctrina y vida cristianas, para finalizar con saludos y recomendaciones a
particulares

Las Epístolas Católicas: los autores, temas principales


Los autores de las Epístolas Católicas son: una de Santiago; una de San Judas; dos
de San Pedro y tres de San Juan. Su nombre hace referencia, a que no van dirigidas a
comunidades o personas particulares, van destinadas a los cristianos en general.
Los temas principales:
- Epístola de Santiago: contiene una serie de normas morales inspiradas en
los libros sapienciales, pero desarrolladas en el ambiente de espiritualidad propia del
sermón de la montaña.
- Epístola de San Judas: el tema principal de la carta son los falsos doctores
de que en otras epístolas se habla. También se resalta la cita de los libros apócrifos (falsos
o no inspirados), como por ejemplo, “Asunción de Moisés.
- Primera de San Pedro: entre otros temas pone de relieve la conducta que
han de guardar con los extraños y las autoridades de parte de los cristianos, expone los
deberes de los siervos y de todos con los hermanos en la fe, a ejemplo de Jesucristo,
exhorta a los fieles a practicar la beneficencia y a sufrir alegremente las persecuciones.
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- Segunda de San Pedro: en está nos habla de los herejes que comenzaban a
predicar en la zona del Asia, y que no serían otros que los condenados por San Pablo.
- Primera de San Juan: es la más importante, tiene gran parecido a su
evangelio y según algunos fue escrita como prólogo del evangelio mismo. Habla de cómo
Dios es la luz, de la caridad fraterna, del Verbo de la vida, del amor de Dios y del prójimo,
del poder de la oración y de la confianza en el Señor.
- Segunda de San Juan: advierte sobre el peligro a una Iglesia en particular,
de la propaganda de falsos doctores que negaban la Encarnación.
- Tercera de San Juan: trata de regular un conflicto de autoridad que había
surgido en una de las Iglesias que dependían de la autoridad del Apóstol.

El Apocalipsis: el género apocalíptico. Visión de la historia


Apocalipsis significa revelación. El objeto de esta revelación son los juicios de Dios
sobre el mundo y la Iglesia. El título del libro refiere a un género de libro muy especial y
cuyo conocimiento es indispensable para la recta comprensión de la obra.
El género apocalíptico es un género profético, pero diferente del género de los
proféticos del Antiguo Testamento. El Apocalipsis de San Juan quiere desligarse del
presente para trasladarse al futuro, sin embargo, tiene algo de artificioso, ya que en
realidad, no puede desligarse de la edad presente para la cual escribe y en la cual quiere
ejercer su influencia. El estilo es alegórico, y en él abundan las visiones imaginarias, las
escenas teatrales, en la que todos los elementos de la naturaleza entran en acción, siendo
los ángeles los directores del movimiento escénico, las cifras aritméticas tienen un valor
simbólico.
Sea que optemos por el tiempo de Nerón o Domiciano, es indispensable ubicarlo
en el contexto histórico que le vio nacer: un período de perturbaciones y persecuciones
violentas contra la Iglesia primitiva y por estas circunstancias es un escrito que tiene como
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finalidad levantar y afianzar la moral de los cristianos. La visión de la historia depende de


valores eternos sobre los que se apoya la fe de los fieles de todos los tiempos.

Conclusión, la importancia de la lectura de la Sagrada Escritura

La lectura de la Biblia es consejo del mismo Magisterio de la Iglesia (Dei Verbum,


25), por supuesto que en primer lugar quienes se tienen que acercar a la lectura de la
misma son los clérigos, diáconos y catequistas. Pero no quiere decir que los demás
cristianos no la lean. Al contrario, es necesario, “Ignorar las Escrituras es ignorar al mismo
Cristo”, es más, hasta los no-cristianos, según su cultura. Es cierto que alguien podrá
argumentar que su lectura le es difícil, pero es cierto también que se puede acudir a los
pastores de la Iglesia para poder comprender ciertos aspectos.

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