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TEOLOGÍA, CIENCIA DE LA REVELACIÓN

Preámbulo

Unas primeras palabras sobre la asignatura. En el mundo actual y en el ámbito académico,


llevará a un saber, a un tipo de conocimiento distinto al resto de ciencias que se entiendan
como materialistas, empíricas e inmanentistas. En el área personal, respecto al tipo de
conocimiento que da la teología, naturalmente entre expectativas, deseos de saber,
enriquecimiento progresivo del conocimiento que se tiene hasta ahora, un matiz se va
haciendo evidente ya desde ahora y es el cambio de perspectiva global sobre el conocimiento.
A quien se encuentra ya en un aula de teología, tal vez no les impresione mucho el hecho de
estudiar cosas que no puedan demostrarse como se demuestran los conocimientos de las otras
ciencias. Así pues, tendremos que delimitar cuál sea el campo propio de la Teología, si éste
está justificado, si podemos atribuir a la Teología la calificación de ciencia, por tanto si
contiene un saber científico y de dónde salga todo, ya que en el nombre de la asignatura se
incluye la palabra revelación, la cual tiene poco que ver -se podría decir así- con el
conocimiento tal como estamos acostumbrados en nuestros días. Sin embargo, también en
nuestra actualidad hay un resurgir del conocimiento que va más allá de la materia, el cual no
da satisfacción y cumplimiento pleno, ante lo cual hay un resurgir de falsas espiritualidades
que de alguna manera vienen o se pretende que vengan a llenar el vacío de un conocimiento
que dé plenitud y sea capaz de justificar desde el principio hasta el final el desarrollo del ser
humano en todas sus dimensiones. Por tanto tendremos que tener en cuenta dos ideas básicas,
a saber: qué decimos de Dios y qué es el hombre. No es que la asignatura tenga que
desarrollar ninguno de estos dos temas -mejor, campos-. Claro que de Dios hablaremos, sin
que sea nuestro cometido entrar en la exposición del misterio de Dios del que se ocupan otras
asignaturas: Dios Uno, Dios Trino, y todas las asignaturas que se encargan de la cristología.
Haremos sí una presentación de todas ellas, con algunos detalles, declarando cuál es el núcleo
propio de cada una de ellas, con el objetivo de que, ustedes tengan una primera clasificación.
Al alumno le interesa mucho disponer, desde el principio de su estudio, de un cuadro general,
en una visión amplia de todo lo que académicamente atañe a la Teología y entonces ustedes
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podrán proceder con un cierto orden en el estudio de la Teología, y parece que ese sea el rol
de esta asignatura Teología ciencia de la revelación, que se presenta como una introducción a
la Teología.

1. Declaración del nuevo título de la asignatura: Teología, ciencia, revelación

1.1. Teología: Referencia a la etimología, uso en la antigüedad y su recepción en la Iglesia


primitiva, cómo ha sido utilizado, y los diversos conceptos que se han ido desarrollando a lo
largo de la historia, para nosotros ya muy amplia, unos dos mil años. Tiempo más que
suficiente para que se haya dado y podamos contemplar la evolución de este término.

1.2. Ciencia: Cuestión muy candente en la actualidad, es la que se refiere a la Teología que
se afirme como ciencia o que se niegue como tal. Actual porque en la práctica -como en
España desde hace más de un siglo- se le niega una tal categoría, principalmente fuera del
ámbito de la Iglesia.

1.3. Revelación: En el momento presente ustedes están cursando la asignatura anual que
explica el tratado de la revelación y de la fe. Lo que puede ocurrir es que se repitan algunas
cosas de aquella asignatura en la nuestra. Se comprende fácilmente, puesto que para entender
y exponer lo que sea teología necesitaremos un concepto de revelación, se lleguen a repetir
algunas cosas, de manera necesaria. Y, por supuesto, tratándose de teología católica, se
requiere un concepto católico de revelación, pues de ahí saldrá el discurso teológico. En
ningún caso piensen que se trate de una invasión en campo ajeno. Haremos menciones
puntuales que serán necesarias para el avance necesario del discurso de nuestra materia. Cada
asignatura conservará su sentido.

2. Actitud teológica

2.1. Para estudiar teología, más que para cualquier otra ciencia, tendréis que ir un poco
contracorriente. Si en nuestros días todo se sucede con vertiginosa velocidad, el estudio de
una ciencia que aspira al conocimiento de Dios con la sublime finalidad de alcanzarlo por la
vía unitiva de la contemplación, encuentra el peor enemigo en la prisa. Aunque no todo en la
prisa es negativo, pues ésta se compone del deseo vehemente de alcanzar una meta o un
objetivo, y para alcanzar a Dios el deseo es imprescindible, pero eso sí, al ritmo que Dios
marque para cada uno. Si conocer es asimilar, asimilar a Dios os llevará todo el tiempo de
vuestra vida; las prisas, por tanto, son un obstáculo, mientras que la vehemencia del deseo es
necesaria.
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2.2. Cuando lo que se busca no es exactamente un saber, sino una sabiduría, de nada sirve
tampoco la mentalidad del continuo cambio. En este sentido se hace necesaria una cierta
conversión, de modo particular en la mente, que ha de comenzar ya, en este preciso instante,
para no perder desde el principio ni un solo elemento del discurrir sin pausa que el Señor
realiza ante nosotros cada día... y cada día lectivo. Merece la pena, y hasta diría que es
necesario, meditar sobre estos dos párrafos con el fin de que se llegue a crear en cada uno la
actitud necesaria que permita asimilar al Dios conocido en el estudio de la Teología.

2.3. Esta materia presupone el tratado de la fenomenología religiosa. En efecto, su objeto de


estudio pone de manifiesto el hecho religioso del que el hombre es capaz, y no sólo evidencia
la sospecha de que un tal fenómeno tenga una raíz antropológica en la misma naturaleza
humana, sino que detalla el ejercicio de la religiosidad humana en los elementos que son
comunes a todas las manifestaciones hasta ahora conocidas. El ser humano, por tanto, se nos
presenta como un ser religioso que ejerce como tal.

Ahondando en este concepto, y de cara a la materia que nos ocupa, hemos de decir que lo
que la fenomenología religiosa nos enseña, queda elevado a la categoría de condición
necesaria para que podamos llevar adelante un discurso sobre Dios. Si el hombre es capaz de
hablar de Dios y con Dios, exteriorizando así el ineludible elemento de su naturaleza que lo
vincula a la trascendencia, la teología no resultará ser producto ni del ingenio humano ni de
una supuesta debilidad que relegue lo inexplicado en manos de un ser misterioso, tan
misterioso como inalcanzable, sino que será el desarrollo natural de su capacidad
trascendente.

2.4. El estudio de esta materia no requiere actitudes diferentes del estudio de otras materias
teológicas. Por esta razón, el ejercicio de la teología que se haga en la asignatura, y puesto que
se trata de una introducción, además, servirá al alumno para practicar y habituarse al estudio
del resto de asignaturas teológicas.
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INTRODUCCIÓN

La Iglesia, en el Concilio Vaticano II, consciente de su misión de infundir en las venas de


la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del evangelio, pretendiendo aumentar la
difusión de la verdad revelada, propone en sus documentos cuestiones doctrinales y
cuestiones prácticas para que las enseñanzas y los preceptos cristianos se apliquen
perfectamente en la compleja vida diaria y sirvan para la edificación del Cuerpo Místico de
Cristo y cumplimiento de su misión sobrenatural. Todo esto se refiere a la divina Escritura, la
Sagrada Tradición, a los sacramentos y a la oración de la Iglesia, a la disciplina de las
costumbres, a la acción caritativa y asistencial, al apostolado seglar y a la acción misionera
(Cf. U.R. 9.10.17; C.D. 16, 3-4; D.V. 23.24; O.T. 14.16.17; S.C. 16; G.S. 62).

El Concilio ha querido estar presente en todos los campos de la vida para, con sus
documentos, análisis, directrices y exhortaciones, cumplir con su misión de ser luz para la
humanidad desde el mensaje evangélico genuino.

La fuerza renovadora, derramada por doquier, ha venido a parar también en la parcela del
saber que es la Teología. En seis de sus documentos, además del decreto de convocatoria del
Concilio Humanae salutis, aparece continuamente la urgencia de revisar la teología,
subrayando su importancia, acomodando sus métodos, exhortando a nuevas y más profundas
investigaciones, animando a todos, fieles, seminaristas y sacerdotes, a adquirir un
conocimiento cada vez más completo de las disciplinas eclesiásticas, especialmente de la
Sagrada Escritura y de la Teología.

La nueva vitalidad que el Concilio quiso infundir a la teología ha de redundar no sólo en


tener ministros de la palabra mejor preparados para repartir apropiadamente el pan del
mensaje evangélico, sino también en que, conociendo ellos mismos con mayor amplitud las
verdades de la fe, al transmitirlas con sus enseñanzas a través de la predicación, de los
escritos, de la catequesis, del vivo ejemplo personal y de cualquier otro medio de educación
teológica, todo el pueblo de Dios, guiado por la luz del Espíritu Santo, avance hacia el
conocimiento pleno de la Verdad (cfr Jn 14,26;17,3).

La teología, al ocuparse del misterio de Dios y del hombre en cuanto criatura suya, creado
a su imagen y salvado por su Hijo, trata del hombre completo. Por ello podemos decir que es
una disciplina abierta a todos los hombres; que no es un campo cerrado exclusivamente para
los teólogos, catequistas y pocos más entendidos, sino, una ciencia que se ofrece a todo aquel
que desee una respuesta a los interrogantes más profundos de la vida humana, un
conocimiento más perfecto del Dios Amor, Creador y Salvador, y un camino seguro para
llegar a la comunión total con Él, camino que se nos ha revelado plenamente en la persona de
su Hijo Jesucristo.
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El alumno habrá de tener en cuenta que la teología, en cuanto ciencia, es distinta de la


filosofía, y que por lo mismo su objeto y su método son otros. Las dificultades iniciales
debidas al cambio de tipo de sabiduría serán superadas a medida que se adentre personalmen-
te y con todas las potencias de su ser, inteligencia, voluntad y vivencia personal, en el rico
mundo de la teología.

El intento de nuestro curso es ofrecer una noción de lo que teología es y significa,


estudiándola en sí misma desde diversos ángulos, viendo su etimología, su objeto, sus fuentes,
su relación con la filosofía, su valor noético y su historia.

La teología, como conocimiento de las causas últimas, expone el lugar que los diversos
aspectos de la realidad creada ocupan en el plan divino.

Más que aprender nociones, siempre necesarias, se trata de formarse una nueva
mentalidad, al estilo paulino, un espíritu, una forma de ser que, desde la sabiduría de Dios,
sabe juzgar, opinar, aconsejar y comportarse ante los múltiples retos de la sociedad actual.

Finalmente, hay que tener en cuenta que la teología tiene dos momentos: uno que deriva
de su ser ciencia, como veremos, por su método y su objeto propio. Y otro que supera la
cientificidad propiamente dicha: se trata de un momento sapiencial que va más allá de lo que
el conocimiento humano puede alcanzar por sí sólo. Este momento se refleja principalmente
en la vida del cristiano-teólogo, y está guiado por el Espíritu Santo, luz de la mente.

Al iniciar los cursos de teología en sus diversas especialidades, es conveniente tener


presente una serie de nociones que introducirán al alumno en la comprensión de las diversas
asignaturas en sus múltiples dimensiones.

1ª. Sentido de la teología

La Teología se apoya sobre la revelación. No es algo llovido del cielo, pues sus
componentes son hechos concretos y palabras concretas provenientes de Dios; son eventos
salvíficos, que es lo mismo que decir historia. La revelación culmina con una persona, Cristo,
que muere y resucita. Todo esto es revelación, la cual tiene muchos aspectos: influye en el
pensamiento, en el culto, en nuestras acciones. O lo que es lo mismo: influye en la teología
dogmática, en la liturgia, en la moral, etc. Claro que esta división la hacemos nosotros por
comodidad pedagógica, pero teología solo hay una.

2ª. Teología dogmática

Dogma es lo definido por la Iglesia como tal. Dogmas son pronunciaciones solemnes de la
Iglesia dadas en ciertas circunstancias. Una posible definición de dogma sería la siguiente: de-
claración refleja, explícita y autorizada hecha por la Iglesia sobre la doctrina revelada, como
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verdad particular perteneciente a la verdad completa que comprende el misterio de Dios y la


salvación del hombre. Es una definición densa que necesita una breve explicación, que se
ofrece a continuación en cinco puntos:

1º. Como declaración refleja debe suponer un avance en la comprensión del misterio al
que se refiere.

2º. En cuanto declaración explícita supone su preexistencia como tal verdad, y que, al
mismo tiempo, no existía como explícitamente definida. La necesidad de la apología por una
parte y del culto por otra, contribuyeron a la elaboración de fórmulas expresivas de la fe y de
su contenido en un lenguaje explícito y apto.

3º. Como declaración autorizada hecha por la Iglesia se indica principalmente el contexto
eclesial vivo en que tal afirmación viene a la luz, y por tanto la fuerza de la autoridad que la
propone. La fuerza del Magisterio es un servicio para salvación.

4º. Sobre la doctrina revelada, implica la proveniencia divina del contenido de la


afirmación y el carácter de fe con el que debe ser acogida.

5º. Todo dogma debe ser comprendido en el contexto de toda la revelación, de todo el
misterio de Dios y su plan de salvación universal preparado para el hombre. La historia de la
salvación se encuentra en un momento de tensión escatológica, que a la vez forma parte del
misterio, por tanto, se puede esperar, con la adaptación del lenguaje y el cambio de las
categorías comprensivas del hombre, una comprensión mayor para el futuro.

El misterio total de Dios y de la salvación del hombre estaba ya contenido en el kerygma -


anuncio primitivo y nuclear de la fe en Cristo resucitado-, que circunstancialmente y
necesariamente se ha ido desarrollando en otras fórmulas: depósito de la fe, confesiones de fe,
credos bautismales..., hasta llegar a fórmulas fijas (Nicea, Calcedonia, p.e. ) susceptibles, a su
vez, de mayor comprensión.

Algunas doctrinas han sido profundizadas por razones apologéticas, no pastorales, que
después han sido tomadas del conjunto de la doctrina católica, y promulgadas solemnemente.
No representan, pues, toda la teología y, sin embargo, hubo un tiempo en que sólo se estu-
diaba la teología dogmática1.

3ª. Teología sistemática

La llamada teología sistemática quiere organizar toda la teología, con sus distintas
vertientes: dogmática, patrística, bíblica, pastoral, litúrgica... ¿Cómo llegar a sistematizar toda
la teología?

1 cf. Grabmann, Historia de la teología católica desde fines de la era patrística hasta nuestros días,
Madrid 1940, pp.1-2.
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-Primero: estudiando la teología bíblica2, alma de toda la teología3. ¿La Biblia lo trata todo?
En general depende de quién y cómo interpreten los textos sagrados; podemos decir que en
conjunto todos los libros nos dan el todo de la teología bíblica, pero sin la Tradición, ob-
tendríamos una teología de corte protestante.

-Segundo: la teología patrística, horizonte de continua presencia en la historia de la teología,


es un mar infinito, al que no se le había sacado todo su valor hasta épocas más recientes, dado
que sólo se miraba a los Padres en su doctrina dogmática. Hoy se ha superado esto. El cuadro
teológico que sale de ellos es completísimo. Este segundo momento se funde con el primero,
ya que los Padres elaboran su teología a base de comentarios bíblicos.

-Tercero: teología histórica: comienza con el medioevo, en que se traduce el cristianismo al


lenguaje aristotélico4 (Sto. Tomás), y al lenguaje neoplatónico (S. Agustín interpretado), y
esto es hermenéutica. Erasmo es la figura que vierte el cristianismo en la cultura renacentista
que vendría después. La parte histórica tiene en cuenta las culturas con que ha tenido que
convivir la teología en los sucesivos períodos.

-Cuarto: teología antropológica, puesto que todo pasa por el hombre, y toda la revelación se
ha dado para su salvación. El estudio teológico del hombre buscará en cada elemento humano
aquella imagen y semejanza en la que fue creado y proyectará en la realidad del presente el fin
último que lleva escrito es su naturaleza. En las últimas décadas, gran parte del discurso
teológico ha discurrido entorno a esta ciencia y, porque el hombre no deja de estudiarse a sí
mismo, la antropología teológica tiene la responsabilidad de orientar al hombre hacia la
trascendencia en todos los aspectos de la vida. Solo así será fiel a sí mismo.

4ª. Teología fundamental

Responde al Yo creo, pero ¿por qué someter mi razón a una revelación? Pretende que el
acto de fe sea un acto razonable y voluntario.

2 cf. J. Alfaro, El tema bíblico en la enseñanza de la teología sistemática, "Gregorianum" 50 (1969)


507-541.
3 DV, 24; León XIII, enc. Providentissimus Deus: Enchiridium Biblicum (EB) 114. Benedicto XV,
enc. Spiritus Paracliuts, 15 septiembre 1920: EB 483.
4 Las obras de Aristóteles recorrieron un largo camino desde la lengua griega hasta el latín. De hecho
fueron traducidas (incompletas) primero al persa, de ahí al árabe y luego, finalmente al latín. En
España, el comentarista por excelencia fue Averroes. Las raíces judeo-árabes hicieron que sus
famosos comentarios al filósofo no fueran bien recibidos por los eclesiásticos. No obstante, el
mismo Sto. Tomás de Aquino lo cita en más de doscientas ocasiones.
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5ª. Teología apologética


Responde al por qué no soy de otra religión; y a las razones que me convencen para estar
en la verdadera5. Esta teología, presente en todo momento en la vida de la Iglesia, tuvo su
mayor auge durante el siglo XIX y primeras décadas del XX. Haremos referencia a ella en el
capítulo dedicado a la historia de la teología.

6ª. Otras denominaciones


Si la revelación es única, porque una es la persona de Cristo, después de Él ya no hay
revelación progresiva en cuanto no hay más verdades reveladas. Pero puede haber un
progreso en el modo de entender esa persona-revelación que es Cristo. Esto se manifiesta en
la vida de la Iglesia: en su culto (teología litúrgica), y en su compromiso personal y
comunitario, para con Dios, con los hombres y con uno mismo (teología moral), que
mediante técnicas pedagógicas determinadas (teología catequética), se transmiten
adecuadamente al hombre de hoy (teología pastoral), a fin de que pueda vivir una ansiada
unión íntima con Dios (teología espiritual; cfr. teología mística, p. 11).

La teología nos adentra en el campo de la fe, que exige del hombre una respuesta
comprometida. Una verdad de fe, afirma U. von Balthasar, exige del hombre un compromiso
total y existencial.

La ciencia teológica posee un carácter peculiar. El teólogo y la teología han de tener


siempre presente su característica fundamental, a saber, el servicio a una comunidad de fe, al
Pueblo de Dios del NT, a la Iglesia6.

5 En la parte histórica del curso trataremos el indiferentismo, una de cuyas formas afirma ser igual
profesar una religión u otra. Es de suma utilidad la lectura y meditación del De vera religione de
San Agustín.
6 cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, La vocación eclesial del teólogo, Madrid, 1990; R.
Berzosa, Hacer teología hoy, retos, perspectivas, paradigmas. Madrid 1994, pp. 203-215.

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