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Lyotard denomina "legitimación" al "proceso por el cual el legislador se encuentra

autorizado para promulgar una ley como norma". Un enunciado debe presentar un
conjunto de condiciones para ser aceptado como científico. En este caso la
legitimación es el proceso por el cual un legislador, que se ocupa del discurso
científico, está acreditado para prescribir las condiciones convenidas,
generalmente de consistencia interna y de verificación experimental, para que un
enunciado forme parte de ese discurso y pueda ser considerado como válido por la
comunidad científica.

De tal manera, señala que, desde Platón, la cuestión de la legitimación de las


ciencias se halla fuertemente relacionada con la de la legitimación del legislador.
Asimismo, el derecho a decidir lo que es verdadero se encuentra entreverado con el
derecho a decidir lo que es justo. Hay un lazo de similitud entre el tipo de
lenguaje que llamamos ciencia y ese otro que llamamos ética y política, ambos
proceden de la misma tradición occidental.

Por otro lado, Lyotard permite ver cómo la ciencia se ha convertido en la forma de
legitimación de los relatos y metarrelatos en la sociedad posmoderna, ya que pone
en duda la producción de los saberes científicos. Estos se han llegado a establecer
como una especie de discurso de legitimación por parte de quien promueve las
ciencias: “el Estado puede gastar mucho para que la ciencia pueda presentarse como
epopeya, a través de ella se hace creíble, crea el asentimiento público del que sus
propios decididores tienen necesidad”,1 señalando que incluso los saberes se han
transformado en objeto de uso y objeto de cambio con la finalidad de ser consumidos
y valorados de una forma especifica. Así pues, dentro del vigente estatuto del
saber científico, Lyotard asegura que la cuestión de la doble legitimación, lejos
de diluirse, se plantea con mayor vigor. De esta forma, saber y poder son las dos
caras de una misma moneda: "¿Quién decide lo que es saber, y quién sabe lo que
conviene decidir? La cuestión del saber en la edad de la informática es más que
nunca la cuestión del gobierno".

Según Lyotard, no interesa tanto la verdad como la eficacia de la información. Por


eso la ciencia y el derecho en las sociedades postindustriales se legitiman por su
eficiencia, y todo sistema queda regulado por la optimización de sus actuaciones.
Así, se pierden los saberes unificantes y aparece un tipo de saber fragmentario,
una explosión de pequeños sistemas que nadan en el eclecticismo y que caracterizan
lo que él mismo llamó "una época helada de apabullante postmodernismo", en la que
se diluyen todas las utopías del siglo xx. Como medio de conseguir que en el seno
de esta heterogeneidad de saberes se produzca una conciliación y se establezcan
lazos de comunicación entre las diferencias, Lyotard repara en la relevancia del
papel que los juegos de lenguaje desempeñan a la hora de garantizar la existencia
de una sociedad consolidada.

El colapso de la “gran narrativa” y el valor de los “juegos del lenguaje”

En “La condición posmoderna: informe sobre el saber” (La Condition postmoderne:


Rapport sur le savoir) (1979), propone lo que él llama una simplificación extrema
del pensamiento "posmoderno" como una "incredulidad hacia las metanarrativas".
Estas metanarrativas, consideradas como “grandes narraciones”, son grandes teorías
sobre el mundo: el progreso de la historia, la cognoscibilidad de todo por la
ciencia y la posibilidad de una libertad absoluta. Lyotard sostiene que hemos
dejado de creer que narrativas de este tipo son adecuadas para representar y
contener a todos. Él señala que nadie parece estar de acuerdo en lo que es real (si
es que algo lo es) y cada uno tiene su propia perspectiva y la historia. Nos hemos
puesto hecho sensibles a la diferencia, a la diversidad, a la incompatibilidad de
nuestras aspiraciones, creencias y deseos, y por eso la posmodernidad se
caracteriza por una abundancia de micronarrativas. Para este concepto, Lyotard se
basa en la noción de "juegos de lenguaje" que se encuentra en la obra de Ludwig
Wittgenstein.
En las obras de Lyotard, el término "juegos de lenguaje", a veces también llamado
"regímenes de frase", denota la multiplicidad de comunidades de significado, los
innumerables e inconmensurables sistemas separados en los que se producen
significados y se crean reglas para su circulación. Esto implica, por ejemplo, una
incredulidad hacia la metanarrativa de la emancipación humana. Es decir, la
historia de cómo la raza humana se ha liberado, la cual reúne el juego del lenguaje
científico, del lenguaje de los conflictos históricos humanos y de las cualidades
humanas en la justificación general del desarrollo constante de los seres humanos
en términos de riqueza y bienestar moral. Según esta metanarrativa, la
justificación de la ciencia está relacionada con la riqueza y la educación. El
desarrollo de la historia es visto como un progreso constante hacia la civilización
o el bienestar moral.

El juego de lenguaje de las pasiones humanas, cualidades y culpas es visto como un


cambio constante en favor de nuestras cualidades, mientras que la ciencia y los
desarrollos históricos nos ayudan a conquistar nuestras culpas en favor de nuestras
cualidades. El punto es que cualquier acontecimiento debe ser capaz de ser
entendido en términos de las justificaciones de esta metanarrativa; cualquier cosa
que suceda puede entenderse y juzgarse según el discurso de la emancipación humana.
Por ejemplo, para cualquier nueva revolución social, política o científica
podríamos hacer la pregunta: "¿Es esta revolución un paso hacia el mayor bienestar
del conjunto de seres humanos?" Para Lyotard debería ser posible siempre responder
a esta pregunta en términos de las reglas de justificación de la metanarrativa de
la emancipación humana.

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