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Toda La Raza Humana Esta Bajo Pecado

Romanos 3:9-20
INTRODUCCIÓN: En esta mañana pasamos a la segunda sección del capítulo 3, la cual llega hasta el
(Vr. 20) en la que Pablo seguirá demostrando que todos están bajo pecado, tanto el judío como el
gentil están bajo la ira de Dios. En vista de esta horrorosa realidad, necesitaran valerse del único
camino de escape: esa divina justicia de Dios que viene por la fe en Jesucristo.

Esta sección a la vez es un resumen de su razonamiento y un devastador punto culminante para acabar
con cualquier confianza falsa que, de un modo u otro pueda permanecer a pesar de los argumentos
arrolladores y concluyentes que el apóstol Pablo ha esgrimido.

Resulta evidente que el apóstol se muestra despiadadamente cruel a fin de ser inmensamente
bondadoso. ¿Acaso es lo más conveniente para el incrédulo que le permitamos seguirse aferrando a
las falsas esperanzas? ¡Claro que no! En estos capítulos de Romanos hemos visto el modelo que
debemos seguir para la evangelización: Primero debemos contar la terrible realidad que todos los
hombres somos merecedores del infierno porque todos hemos violado la ley; para luego entonces,
anunciar las Buenas Nuevas en toda su gloria, que todos los hombres desesperadamente necesitan la
salvación que solo se encuentra en Jesús. Como el Himno que acabamos de cantar ¡Oh que Salvador
es mi Cristo!
La invitación a venir a Jesús solo debe hacerse después de haberse retratado completamente, a
aquellos que están fuera de Cristo, el espantoso cuadro de lo que significará permanecer en esa
condición y ese estatus por toda la eternidad. La invitación tiene un significado más profundo
después de que se ha revelado esa condición tan terrible, tras haberse anunciado el peligro. La gloriosa
declaración plena del evangelio en Romanos se encuentra en los (Vrs. 21-31) del capítulo 3, no en el
capítulo 1, cuya segunda parte está llena de la ira de Dios. Todo el capítulo 2, y el capítulo 3 hasta el
(Vr. 20), se podrían describir de la misma manera.

En esta segunda sección del capítulo 3 la desarrollaremos bajo cinco encabezados:


 En primer lugar, veremos que Pablo resume, de lo que ha venido argumentando desde (1:18) hasta
(3:8) que, todos los hombres están bajo pecado. (Vr. 9)
 En segundo lugar, veremos, Una descripción general del hombre en pecado (Vrs. 10-12).
 En tercer lugar, veremos, Una descripción específica y detallada del hombre en pecado (Vrs. 13-17).
 En cuarto lugar, veremos, La causa de esta situación (Vr. 18).
 Y en último lugar, veremos, Los motivos que llevan a Pablo a ser tan implacable (Vrs. 19-20)

Veamos pues nuestro primer encabezado:


A. PABLO RESUME QUE TODOS LOS HOMBRES ESTÁN BAJO PECADO. (Vr.9)

“¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a
gentiles, que todos están bajo pecado.”

Pablo inicia diciendo: “Nosotros no somos mejores, por mucho que no nos guste pensar que lo somos;
nosotros no somos en nada mejores que los gentiles, así que necesitamos desesperadamente el
evangelio, al igual que ellos”. Ese ha sido el enfoque principal desde el comienzo del capitulo 2. Todos

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estamos bajo la ira de Dios y, por tanto, necesitamos la justicia de Dios revelada en el evangelio. ¿Por
qué? Porque todos nos hallamos “bajo pecado”, bajo el gobierno y dominio de este. Esa es la condición
del hombre, el estado de la humanidad caída; de todos: tanto el judío como el gentil.

1. Ahora noten, que Pablo no está diciendo que somos pecadores porque pecamos, lo que él
esta diciendo es que nosotros pecamos porque somos pecadores.
La expresión “bajo pecado” es una declaración acerca de nuestro estado en el que se encuentra
este mundo perdido. El estado siempre es lo primero, antes de que se traiga al tribunal la conducta
para su condenación.
La condena no se pronuncia en primera instancia por la manera que nos hayamos comportado; sino
a causa de nuestro estado, es decir, de la apreciación que Dios hace de nosotros a la luz de su
santa ley. Y la Biblia dice que la situación legal de todo aquel que esta fuera de Cristo, judío o gentil
por igual, es la de culpable.

Así ha sido desde la caída de Adán, cuando Dios revaluó la situación legal de Adán y la consignó en
el libro, por así decirlo. Y siendo Adán la cabeza federal y representante de toda la raza humana,
también nos sumió a todos en ese mismo estado de condenación: el pecado es universal en su
efecto y sus consecuencias. Nos abarca a todos, ninguno escapa de su atención.
2. y aquí, Pablo parecería personificar el pecado como un cruel tirano que tiene la raza humana
aprisionada con su culpa y sometida a juicio.
El pecado nos supera, nos hunde, además de ser una carga demoledora. La esclavitud del pecado y
la culpa son universal, a afectado a toda la raza humana. Y Pablo se incluye a si mismo cuando
dice: “¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a
judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.” Cuando Pablo era un judío incrédulo, y hasta
un prominente fariseo, estaba bajo la condenación y la ira como cualquier otra persona. La realidad
es que toda la raza humana tiene un gravísimo problema frente a la justicia de Dios, todos sin
excepción somos culpables.
¿Cómo luce esto en la práctica? Pablo ahora va a pasar a darnos algunas características generales
del hombre en pecado, haciendo uso de algunos textos de las Escrituras del Antiguo Testamento de las
que tan orgulloso se sentían los judíos para acusarlos. Supongo que la habrían leído muchas veces,
pero sin comprenderlas, o tal vez, al percibir una acusación, buscaban rápidamente un pasaje más
agradable de las Escrituras para leer.
Esto nos lleva consecuentemente a nuestro segundo encabezado, donde el apóstol hace:
B. UNA DESCRIPCIÓN GENERAL DEL HOMBRE EN PECADO (Vrs. 10-12).

“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;11 No hay quien entienda, No hay quien busque a
Dios.12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno.”

Es evidente que el argumento que busca demostrar la universalidad del pecado va llegando a su clímax.
Aquí Pablo no está describiendo a esta o aquella raza o clase de gente en particular, sino a la
humanidad entera. El cuadro que pinta es lúgubre y sombrío… y lo primero que Pablo describe es que

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1. No hay justo, ni aun uno.


Pablo está diciendo que ante el justo tribunal de Dios nadie es inocente, todos somos culpables. Y la
declaración que hace aquí el apóstol es que nadie se conforma absolutamente a la ley de Dios,
nadie ha cumplido ni puede cumplir perfectamente las exigencias de la ley, excepto Cristo. Todos
hemos incumplido y, por tanto, somos injustos. No existe en el universo una persona, excepto Cristo,
que pueda ser considerada justa conforme al estándar de Dios.

Entender esto pone al descubierto la falacia, común entre los no creyentes, de compararnos
con otros. Pero el problema -mi amigo- es que nosotros no seremos juzgados en comparación con
otras personas, sino que seremos juzgados conforme al estándar de Dios. Pablo dice que todos
nosotros estamos en la misma condición, aunque algunos luzcan mejores que otros.

Todos nos encontramos bajo el dominio del pecado y, en consecuencia, no hay justo ni aun uno, y
Pablo nos dice además que:

2. No hay quien entienda (Vr. 11a)


Es decir, no hay quien entienda la verdad espiritual. El intelecto funciona muy bien para muchas
otras cosas, pero no para conocer a Dios como Él debe ser conocido, y de amarle a Él como debe
ser amado. Posiblemente hay muchos que puedan dar discursos eruditos acerca de la biología, las
matemáticas, la física, la sociología y demás. pero no hay siquiera un incrédulo que comprenda el
ámbito espiritual. El catedrático mas ilustrado, experto en su propio campo, es como un pez que se
agita en la orilla cuando se le confronta con una pregunta acerca de las verdades espirituales. Como
dice el aposto Pablo en (1 Co. 1:20)
“¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha
enloquecido Dios la sabiduría del mundo?”

Y en (Ef. 4:7) dice Pablo:  que los incrédulos “andan en la vanidad de su mente, teniendo el
entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por
la dureza de su corazón.” Y hermanos, hay incrédulos que saben que Dios es santo, que Dios es
trino, que Dios es eterno…pero eso que saben acerca de Dios no los llevara a amar a Dios, y menos
aún, a someterse a Su Señorío.
Una cosa es conocer acerca de Dios, y otra muy distinta conocer a Dios en Cristo. Conocer a Dios,
no es solo tener un mero conocimiento intelectual acerca de Él, sino que conocer a Dios es tener un
conocimiento relacional y experimental con Él por medio de Jesucristo. Recuerde que “los demonios
– como dice Santiago- también creen y tiemblan”, pero no se someten voluntariamente a la voluntad
de Dios.

Además de que el pecado a afectado nuestro intelecto Pablo pasa a decir que el pecado también ha
afectado nuestros deseos y nuestra voluntad.
3. No hay quien busque a Dios. (Vr. 11b)

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Por causa del pecado aborrecemos lo que deberíamos amar, y amamos lo que deberíamos
aborrecer. Nuestros afectos han sido trastocados por el pecado, de tal forma, que el hombre
rechaza a Dios y tiende a lanzarse precipitadamente a la iniquidad. El hombre en lugar de buscar a
Dios, se esconde de Él, ¿No fue esto lo que hizo Adán después de haber pecado? Y la única
manera en que esto puede cambiar, es que Dios produzca en nosotros una transformación radical
en nuestro ser, para someternos a Él y para que deseemos ir a Cristo en arrepentimiento y fe. Pero
el pecado afecto nuestros deseos y nuestra voluntad, de tal manera, que amamos lo que nos hace
daño.
La realidad es que “no buscamos a Dios” en absoluto, para hacer de su gloria nuestro supremo
interés, no lo hemos puesto delante de nosotros, no hay lugar para Él en nuestros pensamientos, y
no lo amamos con todo nuestro ser. El pecado, es la rebelión del yo contra Dios, el destronamiento
de Dios con el propósito de entronizarnos a nosotros mismos.
Hermano y amigo escucha esto: Las religiones humanas no fueron creadas para buscar a Dios, sino
mas bien para esconderse de Él, y promueven la salvación por nuestras propias obras para que
nosotros nos gloriemos de nosotros mismos.
Pero las Escrituras nos enseñan que la salvación se encuentra solo en las manos de Dios y
no en las manos del hombre. El pecado ha afectado de tal manera al hombre, que jamás
podremos alcanzar el favor de Dios en nuestras propias fuerzas. Dice el profeta Jonás y en salmo 3
que “la Salvación es de Jehová”. El evangelio demuele nuestra gloria, para que la gloria solo sea
dada a Dios. Este es uno de los lemas de la reforma “Soli deo gloria”. Solo podemos ser salvos por
la obra de Dios en Cristo, para que la gloria sea solo de Dios. es solo que dice Pablo en (Ro. 11:36)

“Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.”

Al ser afectados por el pecado nuestro intelecto y nuestros afectos, también esto afectará nuestra
conducta.

4. “Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno.”

Aquí Pablo describe la consecuencia de no ser justos, de no conocer a Dios, de no buscar a Dios.
“todos se desviaron” Toda la humanidad ha tomado un enorme desvió pecaminoso, y ahora
transitan por la senda ancha y espaciosa que lleva a la perdición. La mayoría anda por ese camino,
el cual conduce a un destino espantoso, y les agrada andar por esta senda y no por la angosta,
porque esta es la que satisface a su naturaleza pecaminosa. No desean someterse al Señorío de
Cristo, ni someterse a la voluntad de Dios, rechazan la voluntad de Dios para hacer la de ellos.

Además de esto “a una se hicieron inútiles”. ¿inútiles para qué? Para cumplir con el propósito por
el cual fuimos creados: La gloria de Dios. Y ese propósito no ha cambiado. Pero es evidente que ese
objetivo no se cumple en este mundo caído en que vivimos. El hombre en su estado caído anda
buscando su propia gloria.
Pero en este (Vr 12) tenemos otra descripción más de la humanidad caída: “No hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno.” Si todo hombre es inútil para glorificar a Dios en consecuencia no
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puede hacer lo bueno, porque hacer lo bueno es hacer todo aquello que se hace conforme a la
voluntad de Dios y para la gloria de Dios.

Puede ser que muchos pongan eso en duda, y afirmar que conocen a un buen número de personas,
que no son cristianas, que hacen cosas buenas. Pero el Señor Jesucristo contestó en (Lu. 16:15)
perfectamente esta objeción:
“porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.”

El profeta Isaías dice: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia”. Por cierto, el Señor dice que un padre hace “cosas buenas”
con sus hijos, pero eso no lo hace bueno delante de Él. Cristo dice: (Mt. 7:11)
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos”

Pero las buenas obras a las que se refiere la Palabra de Dios no se refieren solamente a las cosas
buenas que hacemos; sino a las cosas que hacemos conforme a la voluntad de Dios y para la gloria
de Dios. Una buena obra no se puede definir por la obra en sí, las motivaciones y las actitudes son
las que nos dicen si la obra es buena o no. Si lo que hacemos no es en la voluntad de Dios y para la
gloria de Dios ya no es una buena obra, es un trapo de inmundicia delante de Dios.

Habiendo Pablo descrito de manera general del hombre en pecado, ahora pasa a describirlo en forma
detallada, esto nos lleva nuestro tercer encabezado:

C. ALGUNAS MANIFESTACIONES ESPECIFICAS DEL HOMBRE EN PECADO (Vrs. 13-17)

“Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus
labios;14 Su boca está llena de maldición y de amargura. 15 Sus pies se apresuran para derramar
sangre;16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;17 Y no conocieron camino de paz.”

1. El pecado a afectado nuestro hablar.


Pablo inicia con una descripción de su manera de hablar. “Sepulcro abierto es su garganta; Con
su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios;  Su boca está llena de
maldición y de amargura”. El cuadro que Pablo presenta es atroz: habla de “sepulcro abierto” y
de “veneno de áspides” es lenguaje fuerte.

Pablo utiliza la imagen gráfica y horrorosa de un sepulcro abierto, es decir de una tumba violada. El
hedor es inimaginable resulta imposible permanecer allí. Es lógico que así sea, pues el corazón del
hombre caído es negro, está podrido y es “engañoso y perverso más que todas las cosas” (Jer.
17:9) y es por eso que Cristo dice “que de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:34).
Lo que hablamos evidencia lo que hay dentro de nosotros, y es preocupante lo que revela. Santiago
dice en (Stg. 3:6) que:

“la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y
contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el
infierno. 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado,
llena de veneno mortal. 9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los

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hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. 10 De una misma boca proceden bendición y
maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma
abertura agua dulce y amarga? 12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la
vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.”

Lo que hablamos expresa la maldad de nuestro corazón.

Pablo dice además que “con su lengua engañan”. Cuantas sonrisas fingidas, cuantas palabras
dulces hay que son lo opuesto de lo que dice el corazón. La Biblia como siempre habla claro ¡y dice
que esto es engaño! ¡Miel en los labios hiel en el corazón! El inconverso tiende a camuflar sus
verdaderas intenciones con sus palabras de adulación o mediante un discurso expresado que lleva
al oyente a un mundo de engaño. Y lo triste, es que muchos creyentes también podemos caer en
esto. Justificamos lo injustificable, mentimos para proteger nuestros propios intereses, al mismo
tiempo que dañamos los intereses de los demás.

“Veneno de áspides hay debajo de sus labios” dice Pablo. Somos más prontos para criticar que
para alabar, somos dados a hablar mal de alguien cuando esa persona no esta presente. Qué feo se
siente darse cuenta que la persona en quien tu más confiabas está hablando mal de ti. ¿Y que de las
palabras hirientes y denigrantes? “le voy a decir las cosas para que sepa lo que es bueno”. Dice
Pablo “Veneno de áspides hay debajo de sus labios” Destilamos amargura y descontento.

2. Pablo describe ahora al hombre en pecado respecto a sus relaciones con otros. (Vr. 15-17)

“Sus pies se apresuran para derramar sangre;16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;17 Y no
conocieron camino de paz.”
El hombre por naturaleza es violento en su conducta. La degradación y la miseria causadas por
estas explosiones de la ira humana son evidentes en todas partes. Derramar sangre no solo se
refiere al acto físico, sino al corazón airado contra otra persona al punto de querer hacerle daño
física o verbalmente. Cualquiera que se enoje contra otro, con el deseo de hacerle mal o que le
ocurra algo malo o exprese palabra hirientes y denigrantes, es un homicida, y tiene manchadas las
manos de sangre a los ojos de Dios, aunque no haya cometido el acto físico. Dice el Señor en (Mt.
5:21)
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de
juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga:
Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.”
Te pregunto ¿Has albergado malos sentimientos en tú corazón contra otros? ¿No has usado
palabras denigrantes, expresiones hirientes calculadas para hacer sentir mal al que te ha ofendido,
para aplastar a la otra persona? Esto a los ojos de Dios es homicidio, y tú deberías sentirte culpable
por eso. ¿Cómo reaccionas tú cuando alguien te estorba en tus placeres mundanales, en tu
comodidad o en tu control, de estas cosas que tú idolatras tanto?

Padres: El hecho de tener este conocimiento de la naturaleza del hombre es de vital importancia
para la crianza de nuestros hijos, para darnos cuenta porque nuestros hijos reaccionan muchas
veces como reaccionan, y que ellos como nosotros necesitan desesperadamente del evangelio.
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Y esto también nos ayudara en nuestro proceso de santificación, recuerden que somos nuevos
hombre viviendo en el cuerpo de un viejo hombre, por tanto, nos veremos que nuestros pies quieren
seguir corriendo hacia al mal, nuestra lengua quiere seguir hablando lo que no debe hablar, todavía
hay pecado en nosotros.
Esto nos lleva nuestro cuarto encabezado…
D. LA CAUSA DE ESTA SITUACIÓN (VR. 18)
“No hay temor de Dios delante de sus ojos.”
Todos los problemas que atormentan a la humanidad tienen su razón en la realidad de este versículo:
“No hay temor de Dios delante de sus ojos.” No hay reverencia hacia Dios, no se le adora en temor y
con temblor, no hay consciencia del todopoderoso como el Juez que, en toda su radiante santidad y
justicia, viene a tratar el pecado, no hay temor del castigo ni de la condenación eterna.

No hay temor alguno. Quizá no haya más característico en el hombre natural que esta falta de temor a
Dios. ¡Habla lleno de confianza de tener control sobre su vida y su destino! “Soy el dueño de mi
destino, el capitán de mi alma” -Dice este hombre-. Hay una ausencia total del temor de Dios y, como
consecuencia de ello, el mundo esta como esta.

Temer a Dios y poner a Él delante de nosotros, como dice el salmista: “A Jehová he puesto siempre
delante de mí” (Sal. 16:8) Temer a Dios es vivir conscientemente de que todo el tiempo y en todo lugar
estamos frente al rostro de Dios. Pero el mundo ha decido vivir de espaldas a Dios. Y todo esto es lo
que llamamos en la teología “La depravación total del hombre o corrupción radical”. Es decir, todas
las facultades del hombre como el intelecto, la voluntad, los afectos, la consciencia han sido afectados
por el pecado.

Este diagnóstico de Pablo, es el cuadro de cómo Dios ve al hombre. Y Pablo ahora nos va llevar a
la conclusión de este diagnóstico. Esto nos lleva nuestro último encabezado:

E. LOS MOTIVOS QUE LLEVAN A PABLO A SER TAN IMPLACABLE (VRS. 19-20)

“Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se
cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser
humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.”
El apóstol Pablo nos da dos motivos de su firmeza:

1. Que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley

Es evidente que el apóstol ya no está pensando en este texto solo en los judíos, sino en todo el
mundo. Los judíos daban por sentado que las citas del Antiguo Testamento que Pablo cita aquí se
aplicaban solo a los gentiles y no a ellos, y, por lo tanto, el juicio de Dios caería únicamente sobre los
perversos gentiles sin ley.

Pero Pablo les recuerda a los judíos que el conocimiento que ellos tienen en común con los
gentiles los incluiría a ellos también en el juicio. Los gentiles idólatras e inmorales no tienen
excusa. Del mismo modo, ninguno de los moralistas críticos, sea judío o gentil “tiene excusa”. La

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posición privilegiada de los judíos no los libera. Todos los habitantes de la tierra, sin excepción
alguna, son inexcusables delante de Dios.
Y la razón está clara, se debe a que todos han conocido algo acerca de Dios y la moralidad
(por medio de las Escrituras en el caso de los judíos, por medio de la naturaleza en el caso de los
gentiles) pero todos han desoído o incluso sofocado, su conocimiento con el fin de seguir su propio
camino. De modo que todos son culpables y que dan condenado delante de Dios.
En consecuencia, Pablo nos dice su segundo motivo que lo lleva ser tajante en este asunto:

2. Para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios.
El motivo de Pablo con todo esto que ha dicho es dejar al hombre sin excusas. Por cierto, un
cristiano es aquel que cerró un día su boca porque se quedó sin argumentos, para seguir
excusándose y auto justificándose delante de Dios. Nadie puede ser cristiano hasta que su boca se
cierre.

3. Nadie será justificado en Tribunal de Dios apoyado en su propia obediencia de la ley porque
la función de la ley es ayudarnos a ver lo malo que somos.

ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio
de la ley es el conocimiento del pecado.”
Es por medio de la ley que el pecado viene a ser pecaminoso, de modo que por el conocimiento del
pecado a través de la ley el hombre se sienta atemorizado, herido y quebrantado.

CONCLUCIÓN
¿Cómo responderemos a la devastadora exposición de Pablo sobre el pecado y la culpa
universal, tal como la leemos a comienzos del siglo veintiuno?
No debemos intentar evadirla cambiando de tema y hablando, en cambio, de la necesidad de la
autoestima, o echando la culpa de nuestro comportamiento a los genes, a la crianza, a la educación o a
la sociedad.
Constituye una parte fundamental de nuestra dignidad como seres humanos el que por más que
hayamos sido afectados por influencias negativas somos sus víctimas pasivas sino más bien
responsables de nuestra conducta.
1. Nuestra primera respuesta ante la acusación de Pablo, por lo tanto, debería consistir en
asegurarnos que nosotros mismos hayamos aceptado este diagnóstico divino sobre nuestra
condición humana como acertado, y que hayamos huido del justo juicio de Dios sobre nuestros
pecados hacia el único refugio que existe, o sea Jesucristo, quien murió por nuestros pecados.
Porque no tenemos mérito alguno que invocar ni excusa que dar. Nosotros también quedamos ante
Dios sin palabras y condenados. Sólo entonces estaremos listos para oír el gran “Pero ahora” del
(Vr. 21), cuando Pablo comienza a explicar la forma en que Dios intervino por medio de Cristo y su
cruz para nuestra salvación.
2. Segundo, este diagnóstico divino nos debe desafiar a compartir a Cristo con otros. No
podemos monopolizar las buenas noticias. En torno a nosotros hay hombres y mujeres que saben lo
suficiente acerca de la gloria y la santidad de Dios como para que, si lo rechazan, sean

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inexcusables. Su conocimiento, su religión y su justicia propia no pueden salvarlos. Solamente
puede hacerlo Cristo. La boca de muchos está cerrada debido a su culpa; ¡que nuestra boca se abra
para dar testimonio de la salvación que solo hay en Cristo! Vamos a orar.

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