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Himno Nacional
Introducción
La comunicación es uno de los desafíos de nuestra modernidad [3], debido a que las
Así, determina una dimensión lingüística y territorial unificada que aniquila los
sincretismos del diálogo intercultural. Esto implica una impronta inscrita en la
historia, que superpone las costumbres, los hábitos y los lenguajes hegemónicos de
características coloniales a las lógicas comunicativas de los habitantes que se
encuentran en los subterráneos del poder, debiendo configurar procesos de
resistencia de talante popular que los reconozca como integrantes no solo de los
espacios, sino también de la construcción discursiva, para confrontar los sentidos
comunes histórico-políticos que ven el mundo en rangos binarios anclados a la
representación del centro (desarrollo, primer mundo, mayoría de edad, civilización)
y la periferia (subdesarrollo, tercer mundo, minoría de edad, barbarie).
Por esto, la cultura popular debe ser recuperada para ampliar los entresijos de la
dinámica comunicativa de las luchas políticas, comprendida no como un proceso
transmisor de saberes prefigurados, sino ejercicio vivo de la experiencia que
e amigos
atolladero en el que es
2008: 61). Ahí está la raíz de lo que nos pasa y la coordenada que nos posiciona para
problematizar los mapas del saber filosófico y político contemporáneo.
Según cuenta Martín-Barbero, fue en la ciudad, ya sea como territorio o como idea,
donde se produjo la formación discursiva de lo popular a partir de la expresión de
una masa desbordada que buscaba refugio de la violencia rural. Esto generó
un aluvión proletario que descentraba las luchas (discursos y prácticas) políticas
que sostenían las perspectivas de la derecha hegemónica y de una izquierda
resistente sin posibilidades de hacerse con los ejercicios del poder. Por esta cuestión,
esta protociudadanía
comenzó a significar un enorme déficit de vivienda y transporte, y un nuevo
modo de habitar la ciudad, de marchar por las calles, de comportarse. En la
periferia aparecieron los barrios de invasión y en el centro las rupturas
ostensibles de las normas de urbanidad. La ciudad comenzaba a perder su
Este fenómeno será leído desde los lugares de enunciación que interpretamos son
como condicionantes estructurales de una
comunicación política que cierra distancias, los cuales nominamos: 1) el rapto y 2)
la fornicación. De este modo, abre un ejercicio que resignifica simbólicamente el
papel comunicativo de los gobernantes y los gobernados, al utilizar una dimensión
artística que salta del territorio específico de las museografías y las abstracciones
estéticas, al estrictamente práctico de la política como construcción conjunta.
Tal tríada entre sujeto de intención, esto es, quien motiva el hecho narrativo
(secuestrador), la institucionalidad (potestas) y el pueblo (potentia), comienza a
tejer una estrategia que acercará el último a sus gobernantes desde el desgaste
neoliberal, sustentado, como diría Fouca
-
3:56). Hay un estado de desconcierto que entreteje las bases de un acontecimiento
desde la relación demanda-verdad. Porque no es el rapto lo que causa extrañeza, sino
la demanda, pues no está cubierta por las lógicas del mercado, lo que hace
extraordinario el evento al que se debe enfrentar el mundo político.
Se interpreta que la razón primordial del rapto es pronunciar una demanda que
busque hacer una cadena equivalencial entre la pluralidad de situaciones que afectan
las inserciones de la institucionalidad en la vida pública de las personas. Debido a
esto, se sustrae a un representante de los significantes vacíos de la hegemonía para
Por esto, la cinta comienza a mostrarnos imágenes cada vez más sobresalientes de
sujetos subalternos que cobran protagonismo mayoritariamente en sus lugares
tanto, en otra cosa, un extraño gólem labrado al estilo del Rabí de Borges sobre un
muñeco que no tiene más sentido que la provocación del acto. Ahí tiembla la razón
gubernamental (gubernamentalidad) y se apura el cumplimiento de una operación
impensable. El terror de la bomba o la libertad de algún preso político se sustituyen
por la vergüenza de verse frente al espejo (mirror) de sí mismos.
El origen esquizofrénico del acto propiciado por Bloom, que parte de una demanda
que no se consigna en las formas del obrar político tradicional, nos permite asumir
que el originador quería cerrar el pathos de la distancia (Pathos der Distanz), que,
como diría Nietzsche, es propio de las clases dominantes
sensación general y básica, duradera y dominante, de ser una especie superior que
manda a otra especie inferior, a algo bajo; ese es el origen de la contraposición bueno
, y hacer posible la conexión entre gobernantes y
gobernados desde la expresión estética de un evento que, más allá de ridiculizar al
aparato estatal, quiere anclarlo a las expresiones populares. De ahí que el objeto
erotizado sea un cerdo, mamífero cuya representación narrativa siempre estará
ligada a lo más bajo, desaseado y oloroso de la cultura, esto es, a las experiencias
culturales de lo popular mantenidas lejanas por quienes ejercen el poder.
La cerda, sexualizada, fornicada y silenciosamente maltratada, disminuye las
distancias, su experiencia coital conecta lo que en teoría debería ser siempre objeto
de separación. Aquí vemos que la cinta ya no trata sobre el rapto, pues el sujeto
alternativo
externa, que tiene que ver con las estipulaciones de multiplicidad de una relación no
edípica que subsiste de los objetos parciales de las máquina
73), por lo que se hace necesario alcanzar sus operaciones molares y moleculares
para salir de la orientación de los grandes conjuntos, que en nuestro caso no deriva
de la unidad sacramental de la familia, sino de la estructura originaria de un Estado
que debe ser protegido con la vida, incluso, de su individuo más poderoso.
Así, vemos el evento en el que la esposa del primer ministro entra en escena. Su
sentimiento no es tanto por la aventura que emprenderá su marido, sino porque hará
Tal exposición de clase ante un acto antinatural desde la costumbre es lo que fabrica
la producción de una subjetividad que deja de mirar al otro como diferente, como
parte de otra orilla elemental y privilegiada. El estertor hilarante de las redes
sociales, que muestra el ridículo del gobernante, poco a poco comienza a proyectar
un asco hacia sí mismo. El espectador ya no ve al otro-fornicador como un intérprete,
sino que lo aprecia como parte propia, de su mundo, pues lo compadece y acompaña
una cerda y vislumbrar el goce que castiga la prepotencia o privilegios del poder, pero
ardo, 2018: 45).
Esto es posible porque el velo de la ficción que sostiene la verdad, como afirma
Lacan, ha sido rasgado. El pathos de la distancia se cierra a partir de la puesta en
marcha de una máquina de desterritorialización. La comunicación deja de ser el
altavoz de la economía de mercado, para asistir al acontecimiento de una alteridad
capturada que desnuda en su cautiverio una posición convergente y creativa con
respecto al poder constituido. El Estado y los sujetos que lo gobiernan han perdido
el aura de limpieza y pulcritud que históricamente los acompaña, debido a que el
líder del gobierno se fornica literalmente a una cerda, y, con esto, pese a lo que se
pudiese pensar, el Estado no claudica, sino que se transforma y adquiere otra
perspectiva más abierta y menos dogmática.
La performática del cerdo fornicado es la obra de un artista que se aleja del producto
concreto de la obra de arte y busca significar prácticas, comportamientos y
valoraciones más allá de la plena contemplación. Él mismo ya no es importante una
vez la secuencia ha sido iniciada. La inmolación de Bloom implica la independencia
de la obra con respecto al artista, no existiendo más interpretaciones que las que se
puedan desarrollar por parte de los espectadores: se suicida, tal vez para no
intermediar con explicaciones o justificaciones sobre su posición al respecto de esa
(Deleuze, 1985: 12), sin una relación causal estricta, un sesgo, razón de ser o
significante especifico.
Así, el artista lega la virtualidad de un cierre entre las esferas de la vida privada, lo
público y la razón gubernamental conectadas en un ejercicio de producción
comunicativa, que si bien es perverso o parafílico en origen por estar sujeto al campo
de los desórdenes psicológicos, desata otras maneras de asumir las condiciones
políticas de un campo social que no está cerrado al raciocinio, a la historia o
hay cortes, cortes de cortes. Ese conjunto transfinito del campo social implica
máquinas, agentes de producción, agentes de antiproducción. La libido sexual lo
Así, vemos cómo la periodista de siempre, que canibaliza la noticia para entregársela
al mercado, fue herida, humillada y desacreditada. Sus prácticas noticiosas,
manipulaciones y expectativas de éxito bursátil se vieron impedidas por el impacto
estético de la obra erótico-
comunicación tendrá otra mediación, no sabemos si mejor o peor, pero al menos
diferente. La cerda sexualizada fácticamente por el representante del poder
(simbólicamente por todos) traza otra ruta ante la puerilidad de un acto, que más
allá del desnudo físico, desata en los espectadores la vergüenza, el sentimiento
miserable y las distancias existentes que convierten el sufrimiento en espectáculo.
La ciudadanía vista a sí misma en el espejo negro de los dispositivos electrónicos
(black mirrors) descubre su retrato y se somete al escrutinio de su propia vileza, para
Conclusiones
Esto no significa que la idea antagónica del ejercicio comunicativo como base de una
política popular cierre ciclos o agote diferencias. Es todo lo contrario, busca
multiplicidades, alteraciones y dinámicas dialógicas en función de agenciar procesos
por tanto, a un asunto de carácter histórico. Lo cual significa que ningún movimiento
(Castro-Gómez, 2015: 54), esto es, una especie de reconciliación total acerca de los
conflictos tratados, tal como pensaba Marx al respecto de la toma de conciencia por
parte del proletariado, base primaria de las luchas populares en Latinoamérica.
cación popular
como eje desarticulante del pathos de la distancia, pudiendo, en el tránsito
indagativo, reflexionar sobre las industrias y consumos culturales, medios masivos
de información y demás condiciones emergentes del ethos comunicacional.
Tal acontecimiento, que transita del espectáculo a la tragedia, permite observar una
nueva racionalidad comunicativa que no vive de la univocidad, sino que se expande
por las autopistas digitales para reconstruir imaginarios, prácticas y costumbres, en
este caso, de la gubernamentalidad. La ciudadanía, identificada y asqueada de sí
misma, transforma su comunicación con el Estado y con quienes ejercen el poder.
Percibimos, por esto, una cadena equivalencial de demandas que fueron suscitadas
por un fenómeno externo, para luego articular una forma renovada de inquietud,
autoconocimiento e identificación que hacen del otro un ser de cercanías, un hombre
sin más
otras expresiones del razonar, para así ampliar, enriquecer el propio ser y razonar
3: 382).
Esta experiencia reflexiva abrió una preocupación crítica por vernos como sujetos
posicionados geográfica y epistemológicamente, racional y afectivamente en el
reflejo de nuestros orígenes. Por esto, salimos de una política distancial que segrega,
para entrar a otra de abierta comunicación entre las partes, cuyo substrato
ontológico no es el acuerdo pasivo sobre universales, sino el antagonismo singular
de las sociedades políticas que se mantienen abiertas. Esta cuestión se leyó en
Bibliografía
XXI
Vandalismo en las marchas estudiantiles: ¿quién responde? (09 de noviembre de
2018) El Tiempo. Recuperado de https://goo.gl/MqDTsd.
Zea, L. (1974). La filosofía americana como filosofía sin más. Siglo XXI Editores:
Ciudad de México.
Estudios culturales. Reflexiones sobre el
multiculturalismo. Editorial Paidós: Buenos Aires.
En defensa de la intolerancia. Ediciones Seguitur: Madrid.
Primero como tragedia, luego como farsa. Editorial Akal.
La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror. Editorial
Anagrama: Barcelona.
Videografía