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Trasfondo Sherloque Dupont

Nacida hace ya alrededor de unos 24 años en la ciudad de Dupois, Gabriel, bajo el yugo de la familia
Dupont, sería una joven muchacha llamada Sherloque.
Los Dupont son una familia de burgueses que se dedica al comercio de libros de todo tipo. El padre
de Sherloque, François Dupont, era un gran fanático de las novelas de misterio así que es por ello
que él decidió nombrar a su hija de esa manera, en nombre del protagonista detective de las
novelas de misterio Sherlock Holmes.

-François Dupont-
La madre de Sherloque, Adelaïde Dupont, era una dama de gran etiqueta que se dedicaba a llevar a
cabo reuniones sociales con las esposas de algunos de los más poderosos comerciantes en Dupois a
ver si podría convencerles de llevar a cabo algún trato con su familia. Sea donde fueran estas
reuniones, ella siempre llevaba a Sherloque consigo para que pudiese jugar con los niños de estas
mujeres. Ellos, por supuesto, siempre se burlaban de su tan peculiar nombre, al punto que la
obligaron a adoptar el apodo “Sherly” debido a toda la vergüenza que le causaban, mas eso nunca
detuvo las maliciosas burlas de estos niños y, con el tiempo, Sherly se vió obligada a aprender a
ignorarlos. Su niñez fue dura por este mismo motivo y la única escapatoria que tuvo fue la lectura,
con el tiempo sus padres descubrieron que la muchacha tenía una muy buena memoria y una
capacidad para observar, aprender y retener información que era sorprendente.
-Adelaïde Dupont-
Con esta mente prodigiosa, Sherly aprendió todo tipo de cosas. Cosa que se propusiera, cosa que
llegara a aprender. De hecho, su capacidad prodigiosa no se encontraba limitada solo a cátedras
intelectuales sino también esta poseía la capacidad de imitar ciertas pericias físicas de personas
entrenadas tan solo observándoles llevar a cabo su hazaña un par de veces.
Durante su Juventud su padre la apuntó a unas clases de defensa personal a escondidas de su
madre, había oído la manera en la que algunos niños se burlaban de su nombre y él quería que ella
tuviera a su disposición las herramientas necesarias para defenderse en caso de ser necesario, allí
es donde ella conoció a su Maestro, el señor Ming, un señor phaionense que le enseñó todas las
capacidades marciales que ella posee hoy en día. Observando su falta de musculatura o dureza
física al igual que su veloz capacidad de idear planes durante el combate, Ming determinó que el
estilo ideal para la muchacha sería una combinación del estilo defensivo del arte de la grulla en
conjunto con la capacidad de contrataque que provee el aikido, otorgándole la capacidad de
planear a la perfección sus movimientos. Para sorpresa de Ming, la muchacha era toda una prodigio
a la hora de aprender y replicar sus movimientos, llevándole a desarrollar un estilo mucho más
pronto que la mayoría de sus pasados estudiantes, aunque aun así acabó tomándole años el
perfeccionarlo. Aunque ella haya sido bastante buena luchadora, un mal hábito que nunca se pudo
quitar es el de sobrepensar las cosas en medio de la batalla, cosa que la hace dudar el cuándo
actuar llevándole a ser mucho más lenta que otros peleadores.
-Señor Ming-
Durante su adolescencia, todo su talento y capacidad combativa se le acabó subiendo a la cabeza,
llevándole a adquirir un carácter orgulloso que le llevaron más d una vez a reajustarle la mandíbula
a los hijos de algunos nobles a modo de exigirles algo de respeto, así que llevarle a sus reuniones de
negocios empezó a ser más perjuicioso que beneficioso para su madre. Es por ello que, durante un
tiempo, pudo trabajar un tanto más estrechamente con su padre, quien era su favorito, y llevar a
cabo algunos trabajos de comercio. Durante esta época se dio cuenta de que el comercio en verdad
no era una carrera que deseara seguir, de hecho, ella deseaba algo que le “desafiara un poco más
intelectualmente” … Hace unos meses la situación curiosamente se alineó con sus intereses y un
misterio se presentó ante sí, el robo de la pantera purpura, una enorme y bella amatista
perteneciente al noble Alphonse Burgois, caso que ella se dedicó a investigar en manera
independiente a la guardia y logró resolver dejándoles a los perpetradores en bandeja de plato. Y
así trabajó de caso en caso por unos meses, aunque los guardias de la ciudad nunca la tomaban en
serio, se referían a ella como “La loca que se cree guardia”, así que un día simplemente se cansó y
dejó de ayudarles. Aunque el aburrimiento empezó a matarle, es alrededor de esa época de la que
hoyó sobre el gremio de Zenebria y, en busca de desafíos y encontrar algún lugar donde le tomen
en serio, decidió probar a unírseles.

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