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Capítulo 11

Meditación y autocuidado: ¿Cómo ayudar al sanador herido?


Francesca Nilo Gatica

Introducción
En este artículo abordaremos, desde mi experiencia personal, las relaciones que
he observado entre autocuidado, relación terapéutica y práctica de meditación. Los
terapeutas y las personas que trabajan con el sufrimiento ajeno pueden, desde una
disciplina simple y profunda, cuidarse a sí mismos en su relación con el trabajo clínico.
Dentro de este artículo utilizaré como metáfora el mito de Quirón, el sanador herido, y lo
que esto implica en términos de lidiar con el sufrimiento humano propio y ajeno de
manera cotidiana.
Inicié mi trabajo como psicóloga clínica hace 26 años y, en los últimos 15, mi
práctica profesional se vio favorablemente afectada debido a que comencé a practicar la
Meditación Shamatha-Viphashana, también conocida como práctica de mindfulness
(atención plena).
Por años, antes de atender a mis pacientes meditaba por aproximadamente una
hora en el Centro de Meditación Shambhala Chile (fundado 30 años atrás por Francisco
Varela y Leonor Palma) y después, partía a mi consulta con una “mente meditada”. En
este Centro tomaba cursos y además tenía acceso a un instructor de meditación (IM).
Recuerdo que en una entrevista con mi instructor Acharya Simón Luna, un enorme
norteamericano avecindado en Chile con la misión de compartir el Dharma, me dijo: “es
muy importante que sepas cada día como está el cielo de tu mente y, de acuerdo a eso,
veas qué vas a hacer con ese día”
Estas palabras han calado hondo en mí y me han permitido trabajar con mi
mente, ha tenido un impacto en mi forma de trabajar con mis pacientes, me ha permitido
ayudar a otros terapeutas y a otros profesionales que trabajan con el sufrimiento
humano en su autocuidado.

El Cielo de Nuestra Mente


Cuando se entrega la Primera Instrucción de Meditación Shamatha se utilizan
varias imágenes, siendo una de ellas que “la mente humana es tan vasta como el cielo,
como un cielo azul despejado y los pensamientos son como nubes que se mueven
según el viento las sople.”1
Ahora bien, cada mañana el cielo de nuestro planeta amanece distinto, puede ser
que esté lleno de nubes blancas enormes o con pequeñas nubes aisladas, a veces
podrá estar completamente nublado o lloviendo con rayos y truenos.
Resulta muy importante conocer el estado del cielo –lo que conocemos como “el
tiempo”– para saber si uno necesita usar una camisa, paraguas o un abrigo más grueso,
y esto lo sabemos hacer, de hecho, tendemos a escuchar todos los días a los
meteorólogos, esos profesionales que son parte formal de las noticias en todos los
países. Ahora me resulta extraño pensar en cómo podemos estar acostumbrados a estar
pendientes del clima, de cómo va a estar el cielo sobre nuestras cabezas y, sin
embargo, olvidarnos de prestar atención a cómo amanece cada uno de nosotros en el
cielo de nuestra mente.

1
SakyongMipham, 2003.
Este cielo se refiere a cómo estamos anímicamente, cómo sentimos nuestro
cuerpo, cuáles son las emociones que estamos sintiendo, cuáles son los pensamientos
que estamos pensando y si estamos abiertos o no al ambiente y a los otros. Si bien el
saber cómo está el cielo de la mente podría ser algo importante para todos, resulta ser
algo necesario y primordial especialmente para las personas que trabajamos con el
sufrimiento ajeno.
Otro aspecto que cambió mi forma de estar con los pacientes fue otro comentario
de Simón Luna: “el lugar de la mente es aquí, (señaló su corazón) y en occidente
pensamos que es aquí (señaló su cabeza); con la meditación se une lo que sea que está
en la cabeza con lo que sea que está en el corazón”. Entonces, una mente meditada es
una mente que sincroniza adentro y afuera, mente y cuerpo, corazón y cabeza, pensar y
sentir.
Sakyong Mipham Rinpoche profundiza más en esto y dice: “Así como el viento
sopla, así como el rio fluye los seres humanos sentimos y esto es lo que nos convierte
en seres humanos, nuestra capacidad de sentir”. De esta manera, por un lado, la
meditación nos permite estabilizar la mente, permanecer en el momento presente y, por
otro, redescubrir lo que estamos sintiendo y pensando momento a momento, lo que
resulta tremendamente importante para nuestra labor clínica al estar con otro.
El cielo de la mente sería, entonces, un lugar enorme y espacioso que a veces
recibe dolor, duda, confusión y eventos traumáticos que son acogidos por el terapeuta
en su mente corazón.
Si sabemos lo que estamos sintiendo con un paciente y si estamos entrenados
en meditación, entonces podemos esperar a que nuestros pensamientos sean
coherentes con nuestro sentir y que por eso las palabras dichas a los pacientes
provengan de un estado genuino del ser.
El estado genuino del ser se refiere a algo simple y profundo a la vez, que es la
posibilidad de sostener la propia experiencia tal cual esta siendo en el momento
presente sin pretender corregirla o cambiarla de ninguna forma. Es poder habitar el
momento presente con todo lo que esto implica.
Lo anterior resulta muy importante en la sesión para la relación terapéutica en
cuanto a que decirle a un paciente y muy importante post sesión para la relación con
uno mismo en cuanto a ejercer autocuidado. El ritmo más lento que se empieza a
instalar en una mente meditada permite que surjan preguntas post sesión:
- ¿Quedé cansada?
- ¿Quedé con energía?
- ¿Quedé triste?
- ¿Quedé alegre?
- ¿Quedé enojada?
- ¿Quedé indiferente?
Si puedo saber esto de mi misma podré hacerme cargo de mi propio estado
anímico.

Quirón, el sanador herido


Relacionado con lo anterior y después de años de experiencia clínica, me parece
que indudablemente las personas que trabajamos con el sufrimiento ajeno hemos tenido
experiencias de sufrimiento que nos han sensibilizado al tema. Esto me ha llevado a
pensar en el mito de Quirón.
Desde la intensidad dramática de la mitología griega recibimos este relato de un
ser, mitad hombre mitad caballo, que fue concebido en la pasión de una persecución
injusta, en un contexto de engaño y posterior abandono. Todo lo anterior lleva al ser
mitológico a buscar conocimiento y sabiduría a modo de compensación de sus
“defectos”.Quiron resulta ser brillante en su saber y muchos estudiantes, héroes,
quieren aprender con él, lamentablemente resulta herido por uno de ellos. Esta herida es
algo que no puede sanar y que lo lleva nuevamente a buscar diversas formas de
conocimiento transformándose en un erudito y sanador brillante que sin embargo no
puede curarse a si mismo.
Por esto se reconoce a Quirón como el sanador herido, pues representa las
cosas que podemos hacer muy bien por los demás, pero que no somos capaces de
hacer por nosotros mismos. Podríamos pensar que solo un sanador herido puede
abrirse al espacio de cuidar a otros que sufren, ya que el cuidador o la cuidadora sabe
de sufrimiento en su propia vida lo ha experimentado, a veces lo ha olvidado y reprimido
y otras, elaborado en trabajos terapéutico-personales.2

Con lo anterior quiero señalar basicamente que es muy dificil sostener el


autocuidado para alguien que trabaja con el tema de cuidar a los demás y por otro lado
se hace tan necesario reconocer con humildad y paciencia que uno también necesita
ayuda y que es muy importante realizar las acciones necesarias para recibirla.

Autocuidado

¿Qué significa saber cuidarse a uno mismo? Entenderemos autocuidado desde


esta perspectiva: la capacidad de poner atención y darse cuenta de uno mismo, para
acoger lo que surge momento a momento en el presente, de modo que uno pueda
responsabilizarse de sí mismo en cuerpo, mente y espíritu, y actuar de acuerdo a lo que
necesite para poder ejercer la acción del cuidado personal.3
Cada terapeuta, siguiendo con los mitos, debería conocer su talón de Aquiles,
saber dónde está su herida, si está en un dolor físico (un órgano concreto, jaquecas,
colon irritable, lumbago, hipertensión), en un dolor emocional (depresión, duelos, etc.)
y/o a nivel del pensamiento (representado en conflictos actuales, pasados o futuros que
pueden ocupar su mente, etc).
La meditación permite entonces, ejercer una función de autocontención, de toma
de conciencia al posibilitar el darse cuenta del estado actual del sí mismo. Uno puede
darse cuenta si uno está cansado, triste, alegre, si uno está con pensamientos
recurrentes, si necesita tiempo, espacio, alimento, salir, quedarse etc. Aparecen, y uno
es capaz de darse cuenta, todas aquellas informaciones propioceptivas que el cuerpo y
la mente sincronizados pueden entregar en el ámbito del cuerpo, de los pensamientos y
las emociones. A partir de esta información, el terapeuta puede tomar desiciones,
redistribuir su tiempo, y realizar acciones coherentes con lo que descubra.
De esta forma, los terapeutas pueden ir reconociendo sus patrones habituales4
tanto mentales como corporales y emocionales, ya que la meditación, en su aspecto
técnico, va produciendo una toma de contacto directo y profundo con el despliegue de la
propia mente. Al estar practicando con gentileza, al poner atención en sentir la
respiración y al tocar y soltar los pensamientos, es posible ver cómo se arman y se
desarman pensamientos, sensaciones, emociones, y cómo algo que parecía tan difícil,
era solo algo pensado, pero no vivido. Se puede producir un alivio, un descanso de la
mente y también, se pueden generar darse cuentas o insights que a su vez permiten

2
A Miller,1998.
3
F. Nilo, 2011a.
4
ChogyamTrungpa, 2005.
tomar las decisiones que finalmente facilitan una relación de cuidado responsable con
uno mismo, para un bienestar personal que sin duda favorecerá un bienestar colectivo. 5

Mente Meditada
Cuando uno puede darse cuenta de cómo está el cielo de la propia mente, puede
crear una alianza consciente con uno mismo y puede tomar responsabilidad por su
propia herida. Llama la atención que en las carreras relacionadas con la salud como
medicina, enfermería, psicología, terapia ocupacional, educación diferencial y otras, no
exista un ramo de autocuidado dentro de la malla curricular. Nuestra cultura nos sigue
llevando hacia el polo de la urgencia más que al de la prevención de los daños que,
obviamente, pueden ocurrir al atreverse a trabajar con el dolor de los otros.
A continuación, veremos una síntesis de lo que llamo Patrones Habituales del
Descuido. Estos pueden ser categorizados en tres áreas: del cuerpo, de las emociones y
de los pensamientos. Algunos de ellos pueden ser pensados en continuos donde, en los
polos, se encuentra el descuido:

Del cuerpo
o Comer poco y mal / comer demasiado.
o Dormir poco / dormir demasiado.
o Desconexión corporal / obsesión con el cuerpo.
o No respetar ritmos de evacuación corporal.
De las emociones
o Registro emocional escaso / hipersensibilidad emocional.
o Quedarse estancado en una emoción / buscar incesantemente
sentir diversas emociones.
o No poder llorar / solo poder llorar.
o No poder enojarse / estar enojado todo el tiempo.
o Evitar la angustia / estar angustiado constantemente.
o Evitar el miedo / estar temeroso constantemente.
De los pensamientos
o Ideas de culpa, vergüenza y agresión que se repiten que pueden
provocar gran cansancio afectando el estado animico.
o No permitirse decir NO.
o No permitirse el descanso.

Desde mi punto de vista, estos patrones del descuido producen un círculo vicioso
que puede llevar hacia la enfermedad. Por otro lado, con la práctica de meditación se
puede interrumpir este el ciclo del descuido. La atención plena Shamatha, permite la
consciencia plena Vipashana, que nos puede entregar información para llegar a saber
cómo nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones descansan, entendiendo que
no existe una receta replicable y que cada cuidador, si está conectado consigo mismo,
sabrá que necesita y podrá tomar acciones preventivas más que de urgencia.
La práctica de meditación facilita una conexión que ya está dada. Como dice
Trungpa Rimpoche: uno no enseña a meditar, solo ayuda a que los otros recuerden
cómo poner atención y darse cuenta que es algo que ya saben hacer. 6

Finalmente, solo me queda recordarles la pregunta: ¿Cómo está el cielo de tu


mente?

5
F. Nilo, 2011a.
6
ChogyamTrungpa, 2005.
Referencias
ChogyamTrungpa (2005). Nuestra Salud Innata, Un Enfoque Budista de la Psicología.
Barcelona: Kairòs.
March, J. (2008). Diccionario de mitología clásica. España: Crítica.
Miller, A. (1998). El drama del niño dotado. España, Tusquets Editores.
Nilo, F. (2011a). Documento de Trabajo para Auto Cuidado de Equipo FAE del Hogar de
Cristo. Archivo personal.
Nilo, F. (2011b). Espiritualidad y Psicología: La Persona del Terapeuta, Meditación y Auto
cuidado, Santiago: Ediciones UDD.
Sakyong Miphan (2003). Convertir la mente en nuestra aliada. Bilbao: Desclee de
Brouwer.

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