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La justicia climática: un reto del derecho a la ciudad

Por María Fernanda Rojas Carreón

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Actualmente, el cambio climático es por defecto el problema ambiental a nivel global que más
preocupa a expertos y recientemente a la propia ciudadanía mundial que ante las inminentes
consecuencias de este fenómeno se ha pronunciado para solicitar a sus gobiernos que tomen
acción al respecto.

Por su parte, las ciudades son puntos que generan emisiones de dióxido de carbono de
forma acelerada e inducen al calentamiento global precipitando el cambio climático. La densidad
poblacional, la extensión territorial en que se concentran las zonas urbanas, las necesidades de sus
habitantes, la provisión de servicios y patrones de consumo, así como la movilidad de personas
entre sus hogares y centros de estudio, de trabajo y de esparcimiento inciden en la cantidad de
recursos naturales y energéticos que se utilizan para cubrir sus demandas que, por lo general, son
muchísimo más elevadas en comparación con las zonas rurales.

En México, de acuerdo con el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático 1, se


identifica que las áreas en las que se encuentran zonas metropolitanas, conurbaciones y centros
urbanos registran un mayor grado de vulnerabilidad ante este fenómeno por el estrés causado por
el intenso calor, las precipitaciones extremas, inundaciones, deslizamientos de tierras, la
contaminación atmosférica y la escasez de agua.

Debido a la intensa actividad humana, materiales de construcción de obras inmobiliarias


que concentran mucho calor como el hormigón, la distribución y orientación de edificios, falta de
áreas verdes y grandes emisiones producidas por automóviles, fábricas y hogares las ciudades
registran un fenómeno denominado “islas urbanas de calor”, que consiste en el aumento de la
temperatura a nivel local en comparación con los alrededores rurales.

Otras ciudades del mundo, conscientes de lo anterior y que han experimentado los efectos
del cambio climático de manera más drástica que incluso reporta muertes y enfermedades por las
olas de calor, han implementado acciones para proteger a los citadinos, especialmente a niños,
mujeres, adultos mayores y personas en situaciones de calle o grupos asentados en zonas de
derrumbe, estableciendo umbrales de comportamiento de salud de la población, adecuando
“oasis urbanos” para provocar un efecto contrario, denominado “islas de frío” y elaborando
programas de protección civil y de reubicación de asentamientos humanos.

Las predicciones para 2050 en las ciudades mexicanas, son preocupantes: las
temperaturas extremas en verano serán en promedio de 35 grados centígrados, la provisión de
servicios esenciales como transporte, agua potable y energía se complicará por el calor extremo y
aumentarán los casos de enfermedades relacionados con la calidad del agua, del aire, la
deshidratación y efectos de rayos UVB/UVA en la piel. Asimismo, los desastres naturales tendrán
1
Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, disponible en
https://www.atmosfera.unam.mx/ciudades-y-cambio-climatico/
consecuencias cada vez más graves y las lluvias torrenciales podrían provocar problemas a nivel
estructural por modificaciones en la composición de los suelos, entre muchas otras consecuencias,
especialmente de carácter económico.

En esta tesitura, y partiendo del entendimiento del Derecho a la Ciudad como “el derecho
de todas-os las-os habitantes, presentes y futuras-os, permanentes y temporales a habitar, usar,
ocupar, producir, gobernar y disfrutar de ciudades, pueblos y asentamientos humanos justos,
inclusivos, seguros y sostenibles, definidos como bienes comunes esenciales para una vida plena y
decente”2, es visible que se trata de un marco de referencia para orientar la acción climática
dentro de las ciudades como un reto transversal, con enfoque histórico, ambiental, económico,
social, demográfico, territorial, legal, político, comercial, científico, tecnológico, informativo,
cultural y de derechos humanos.

Dicha acción climática se encuentra encabezada por los gobiernos dentro de todas las
escalas (federal, estatal y municipal) y sus respectivas esferas de competencia. No obstante, es
importante señalar que debido a la gravedad del problema y a su entendimiento como un
fenómeno inevitable ante el cual únicamente se pueden tomar medidas de mitigación y
adaptación es urgente un fortalecimiento organizativo entre la ciudadanía, el sector privado, el
sector público y las autoridades, orientado a lograr la justicia ambiental, uno de los retos más
grandes del derecho a la ciudad.

Hoy día no se puede hablar de una justicia ambiental porque si bien existe bastante
información científica sobre el cambio climático e instrumentos legales, tanto internacionales
como nacionales, hay una evidente falta de acción política e implementación de cambios
sistémicos y estructurales fundamentales a nivel tecnológico y económico que han sido
puntualmente planteados como necesarios para reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero y que significan cambio un de paradigmas en cuanto a fuentes energéticas,
transporte, patrones de producción y de consumo, entre otros.

Sin embargo, hay una carencia de enfoque territorial y de perspectiva de derechos


humanos con atención dirigida a poblados en situación de vulnerabilidad, donde ciertos grupos
sociales han sido víctimas de injusticias históricas que se remontan a la época colonial y que se han
venido agudizando progresivamente con la creciente urbanización del país, con la implementación
de megaproyectos y actividades extractivas que carecen de sustento legal y se apartan
radicalmente de la idea de desarrollo sostenible.

De manera que el derecho a la ciudad, entendido como un derecho colectivo con


dimensión territorial, está profundamente ligado a la búsqueda de la preservación del medio
ambiente mediante una noción de justicia climática que permita proporcionar condiciones de vida
adecuadas para las generaciones presentes y futuras a partir de acciones colectivas, en las que sea
visible la participación de actores diversos actuando en conjunto, especialmente los gobiernos
locales y la ciudadanía, pero no como actor subordinado, sino como un verdadero agente de
cambios mediante propuestas y acciones con diseño participativo, caracterizadas por la

2
Plataforma Global por el Derecho a la Ciudad (PGDC), ¿Qué es el Derecho a la Ciudad?;
disponible en https://www.right2city.org/es/el-derecho-a-la-ciudad
comunicación popular, por facilitar tecnologías de adaptación al cambio climático, prestar
asistencia técnica y promover el intercambio de conocimientos y ayuda mutua.

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