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Espacio y Sociedad

Tema: El conflicto de la quema de los Humedales en Rosario.

Breve descripción del caso seleccionado:

A partir de los primeros días de febrero del año 2020 el humo en el ambiente fue noticia en
todos los medios de comunicación. A partir de allí, se evidenciaban focos de incendio en las
Islas entrerrianas, ubicadas a la altura de Villa Gobernador Gálvez y de la Zona Norte de
Rosario. Desde entonces, la problemática vuelve a reeditarse mes tras mes en lo que va del
último año, hasta nuestros días, con más de 50.000 hectáreas del humedal quemadas,
según los últimos registros de la secretaria de protección civil de la Provincia de Santa Fe.

Pero estas quemas de pastizales no son practicas nuevas, desde hace décadas,
constituyen un importante agente de perturbación de los ecosistemas que afecta millones
de hectáreas cada año. Esta práctica se realiza principalmente para promover el rebrote
para la alimentación de bovinos, como una forma de controlar grandes incendios naturales
al impedir que se acumule material vegetal seco o como un medio para regular el desarrollo
de plagas que dañan las cosechas. Los problemas graves se generan cuando estos
incendios, acentuados por intensas sequías, se vuelven ingobernables, como está
ocurriendo actualmente en gran parte de nuestro país, afectando a los ambientes, y la salud
humana.

Más allá de que estas prácticas responden a la necesidad concreta de reproducir las
condiciones para el desarrollo del modelo productivo actual, la pregunta que nos hacemos
es ¿Cuáles son las intencionalidades que existen detrás de estos incendios? ¿Qué
intereses se ponen en juego? ¿Quiénes son los actores involucrados?

Para situar el conflicto, es necesario partir de la base de reconocer la existencia de lo que


Doreen Massey define como “Geometría del poder” para referir a que el espacio social y
general es producto de relaciones, acciones y practicas sociales. Que en él se dan disputas
de poder en sus distintas formas, ya sea poder social, político, como económico.

Un humedal representa una zona de tierra generalmente plana que está cubierta de agua,
ya sea de manera temporaria, como permanente, y existen distintos tipos en el mundo. En
Argentina se estima que el 21% del territorio nacional está cubierto por humedales muchos
de los cuales se encuentran en proceso de degradación y desaparición. Por lo tanto,
constituyen un espacio producido en la vida cotidiana, en este caso, son ecosistemas de
gran valor biológico y social, que resultan imprescindibles por su alto almacenamiento de
carbono.

Como hemos mencionado anteriormente, todo espacio es producto de una red compleja de
prácticas de poder, y en el caso de los Humedales del Delta Paraná, los intereses del
capitalismo financiero, encuentran en los humedales tierras de descarte que tienen que ser
destinadas a otros usos como el desarrollo inmobiliario, la agricultura y la ganadería.
Por eso, es pertinente afirmar que la intencionalidad de estos incendios está relacionada
con la expansión de la frontera agropecuaria en territorios no convencionales, con la
complicidad del sector empresarial que también, encuentra en estos territorios, la posibilidad
de desarrollo de negocios inmobiliarios.

No es posible identificar este conflicto ambiental sin problematizar acerca del modelo
económico y productivo que caracteriza a la Provincia de Santa Fe. El modelo basado en el
monocultivo intensivo de soja durante décadas en nuestra provincia ha generado múltiples
consecuencias que ponen de manifiesto un esquema de acumulación de capital cada vez
más centralizado y extractivista.

En términos de David Harvey, todo modelo de acumulación capitalista, ha encontrado una


larga supervivencia en el tiempo, donde la absorción de los excedentes de capital y fuerza
de trabajo necesariamente son absorbidos a través de la expansión geográfica y
reorganización espacial. Dicho desplazamiento, como observamos que ocurre en las Islas
del Delta, a través de una nueva división territorial del trabajo que implica la apertura de
nuevos mercados.

Las consecuencias son visibles en relación al impacto social y ambiental: Despojo,


depredación y violencia. La consolidación del agronegocio como patrón de crecimiento
económico ha impactado en la fisonomía urbana de la ciudad, como así también en su
desorden territorial, que se manifiesta en un crecimiento desigual en términos sociales y
económicos. Por lo tanto, la quema de humedales responde a la necesidad concreta de
expansión de este modelo, a través de la cría ganadera en las Islas del Delta Paraná.

Movilización Popular y el reclamo por la sanción de una Ley de Humedales.

“Todos somos el Humedal” rezaba una consigna escrita en un cartel en una de las tantas
numerosas movilizaciones que el movimiento ambientalista impulsa de manera sostenida a
partir de la creciente demanda de la sociedad para que cese el fuego en las Islas.

Los primeros reclamos se dieron en las redes sociales, a partir de que los medios de
comunicación masiva se hicieron eco de la noticia -cuando el humo llegó a Buenos Aires-.
A partir de allí, entre 100 y 150 personas cortaron el Puente Rosario-Victoria, y desde
entonces, se conformaron diversas movilizaciones populares, asambleas en el puente, y
hasta la conformación de un grupo con amplia capacidad movilizadora como la
“Multisectorial de Humedales” que reúne a grupos ecologistas, activistas y académicos de la
Universidad.

El protagonismo de la Multisectorial de los Humedales fue creciendo a raíz de su insistencia


en poner en la agenda pública del gobierno municipal, el Concejo Deliberante y ámbitos
académicos, la problemática de los Humedales, y la urgencia de sancionar leyes para la
protección ambiental, como así también, constituir una mesa de dialogo con los actores
involucrados.
Si hablamos de “actores involucrados” es fundamental el testimonio de las y los pobladores
de las islas, aquellos que hace años viven allí, y que, a raíz del fuego, han perdido sus
viviendas y han sido víctimas directas de las consecuencias insalubres del ambiente
contaminado.

Así, nos encontramos con el caso de Benito, un poblador histórico de la isla, de 81 años,
que cuenta que hace más de 30 años que vive allí, y que se dedica a cuidar a los animales
y a trabajar la tierra con cultivos. Su vivencia y su arraigo en el espacio, deja entrever la
conexión con la vida diaria y la identidad construida de las y los pobladores. Entendiendo a
las islas como el territorio donde acontece su vida, y que sus experiencias narran las
historias locales de un centenar de familias que habitan allí.

Desde la perspectiva académica, investigadores que participan de distintos espacios


científicos y técnicos, como, por ejemplo, la Plataforma de Estudios Ambientales de la UNR,
o investigadores pertenecientes a la Facultad de Ciencias Agrarias, advierten sobre el
desmanejo en el uso del suelo a raíz de la expansión de la frontera agropecuaria, y como el
aumento de los incendios es proporcional al crecimiento de la producción. Como así
también, de los efectos adversos sobre la salud de la población, a causa del incremento de
enfermedades respiratorias.

Mediante la participación activa y el involucramiento de estos actores mencionados, es


preciso afirmar que existe en el seno de la sociedad civil existe un horizonte transformador
en base a los límites que presenta el actual modelo productivo y su impacto en el
medioambiente, y la imperiosa necesidad de defender los bienes comunes.

Pero cuando ponemos la mirada en el plano estatal y/o político, es ahí donde no
encontramos las respuestas suficientes, ni el grado de articulación correspondiente.

Ley de Humedales: El lobby del fuego

A través de la multitudinaria resistencia y movilización popular encabezada por la lucha de


organizaciones y activistas, el congreso de la nación empieza a discutir una nueva “Ley de
Humedales”. Pero esta ley es un reclamo histórico del movimiento ambientalista, en el año
2013 y 2016 el Senado aprueba una ley para la preservación de los Humedales, pero quedó
cajoneada en la Cámara de Diputados.

En el año 2020, producto de la visibilizacion mediática que toma la problemática, se discute


una nueva Ley de Humedales, donde se logra redactar un único documento en la Cámara
de Diputados, donde se establece un piso de protección ambiental, el porcentaje que de
conservación y cuáles son los modos de producción acordes. A la vez, cada Provincia
deberá hacer un inventario territorial. Actualmente, dicho proyecto cuenta con estado
parlamentario, ya que se encuentra aprobado por una comisión, donde resta que aún se
apruebe en otras 4 comisiones, luego deberá ir al recinto, y finalmente al Senado.

La demora en el tratamiento y posterior aprobación de esta Ley deja al descubierto la


existencia de un lobby por parte empresas mineras, productores agrícolas y ganaderos que
se posicionan en contra del alto porcentaje que representan los humedales en el territorio
nacional, empresarios inmobiliarios, y funcionarios provinciales, que sostienen que esta ley
no es viable para el desarrollo económico.

Aunque desde la centralidad del Estado, se hayan creado instrumentos para contener la
demanda y las presiones sociales, como el PIECAS (Plan Integral para la Conservación y
Aprovechamiento Sostenible en el Delta Paraná) y manifestaciones públicas, de
funcionarios nacionales, provinciales y municipales en torno a la supuesta preocupación que
les genera la destrucción de los Humedales, está claro que desde el poder político no hay
voluntad de acción concreta para articular entre los territorios rurales, los territorios
provinciales y el Estado acciones tendientes a crear un modelo productivo sostenible que
preserve el medioambiente y la vida humana.

Posibles soluciones:

Si intentamos problematizar el accionar del Estado, resulta imposible no retrotraernos a la


concepción de “Estado aparente” esbozada por Zabaleta Mercado, donde luego Álvaro
García Linera profundizaría al respecto. “El Estado aparente, ilusorio, es aquel que no logra
condensar la totalidad de la sociedad, solamente representa a un pedazo privilegiado de
ella; no logra articular la territorialidad del Estado y solamente representa y unifica
fragmentos aislados del territorio patrio”.

Precisamente, dicha descripción es lo que percibimos actualmente. Si entendemos que el


Estado es la garantía absoluta de los intereses de los ciudadanos, y reconocemos en su
figura su enorme potencialidad para trazar objetivos y estrategias para solucionar los
problemas de desarrollo de la sociedad, está claro que la articulación primordial debe darse
en el seno estatal.

La explotación en los Humedales del Delta del Paraná es el fiel reflejo de la destrucción
social producto de las relaciones económicas que conforman la globalización del
capitalismo. Pero puso de relieve, a su vez, fuerzas sociales que combaten este proceso.
Que están dispuestas a “defender lo propio”, al territorio que los arraiga, como en el caso de
las y los isleños, y a preservar la vida y el ambiente, como sucede con la sociedad civil en
su conjunto que se moviliza.

Como primera instancia, ¿Qué es lo fundamental? Construir un diálogo desde la política


local, comunitaria, regional y nacional que incorpore otras dinámicas sociales, y con esto
hago referencia a quienes habitan el territorio.

Es necesario recuperar ese entendimiento con el territorio, donde la política, en sus


múltiples escalas sea capaz de canalizar los conflictos sociales que surgen como
consecuencia de demandas desoídas. Esta compleja relación entre política y territorio, que
muchas veces, alcanza niveles de disociación, se da en parte porque las decisiones
políticas y administrativas se encuentran sujetas a los intereses económicos que ya han
demostrado su capacidad de veto cuando se intenta avanzar en transformaciones
sustanciales en el ámbito de la economía.
Una agenda pública de desarrollo sostenible, donde se preserven los bienes comunes, el
medioambiente y la vida humana, solo será posible si desde la centralidad del estado, la
política, la sociedad civil, y el territorio logra articularse una planificación estratégica,
participativa, que incluya la mirada heterogénea de las y los actores que están dispuestos a
discutir nuevas formas de organización social y económica.

Creo firmemente que, desde el ámbito de la Universidad y la academia, hay que aportar
conocimiento científico y técnico para dar respuesta a las demandas propias del siglo XXI, y
que, sin dudas, la pandemia ha impuesto. La cuestión medioambiental sin dudas, es una de
ellas, y representa ya el reclamo de una vasta generación.

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