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Joseph Loscalzo
Anatomía microscópica
El tejido cardíaco (miocardio) está compuesto por varios tipos de células que
conjuntamente dan lugar a una contracción organizada del corazón. Las células
especializadas del miocardio comprenden el sistema eléctrico cardíaco (sistema de
conducción) y son las responsables de la generación del impulso eléctrico y de su
propagación organizada hacia las fibras del músculo cardíaco (miocitos), que, a su
vez, responden a través de una contracción mecánica. Los miocitos auriculares y
ventriculares son células musculares especializadas y ramificadas separadas entre sí
por placas intercalares término–terminales. Estas regiones engrosadas de la
membrana celular (sarcolema) ayudan en la transmisión de la tensión mecánica
entre las células. El sarcolema tiene funciones similares a otras membranas
celulares, incluyendo el mantenimiento de gradientes iónicos, la propagación de
impulsos eléctricos y la provisión de receptores para impulsos nerviosos y
hormonales. Además, el sarcolema está íntimamente implicado en la coordinación
entre la excitación y contracción miocárdica a través de pequeños túbulos
transversales (túbulos T) que se extienden desde el sarcolema hacia el espacio
intracelular. Los miocitos contienen otras organelas, incluyendo un núcleo;
múltiples mitocondrias responsables de la generación de la energía necesaria para la
contracción; una extensa red de túbulos intracelulares denominados retículo
sarcoplasmático, que funciona como almacén fundamental del calcio intracelular, y
las miofibrillas, los elementos contráctiles de la célula. Cada miofibrilla está
formada por unidades repetitivas llamados sarcómeros, que a su vez están
compuestos por delgados filamentos de actina y filamentos gruesos de miosina
superpuestos y por sus proteínas reguladoras troponina y tropomiosina (Figura 3-1).
Anatomía macroscópica
El corazón está compuesto por cuatro cámaras, dos aurículas y dos ventrículos, que
forman dos bombas separadas adosadas y con funcionamiento secuencial (Figura
3-2). Las aurículas son cámaras de presión baja que funcionan fundamentalmente
como almacén de sangre durante la contracción ventricular (sístole), y a
El corazón está rodeado por el delgado pericardio, de doble capa. El pericardio
visceral está adherido al corazón y constituye su superficie externa o epicardio.
Esta capa está separada del pericardio parietal por el espacio pericárdico, que en
condiciones normales contiene menos de 50 ml de líquido. El pericardio parietal
está sujeto al esternón, columna vertebral y diafragma, para estabilizar el corazón
dentro de la caja torácica. El líquido pericárdico normal lubrifica las dos superficies
en contacto y limita el contacto tisular directo durante la contracción miocárdica.
La circulación sanguínea
La sangre desoxigenada procede de los tejidos periféricos y entra en la aurícula
derecha a través de la vena cava superior e inferior (véase la Figura 3-2). La sangre
que ha irrigado el propio corazón entra en la aurícula derecha a través del seno
coronario. Esta sangre se mezcla en la aurícula derecha durante la sístole ventricular
y a continuación fluye a través de la válvula tricúspide hacia el ventrículo derecho
durante la diástole ventricular. Cuando el ventrículo derecho se contrae, la sangre es
bombeada a través de la válvula pulmonar hacia la arteria pulmonar principal, que a
continuación se bifurca en las arterias pulmonares izquierda y derecha cuando estas
ramas penetran en el pulmón correspondiente. Después de múltiples bifurcaciones,
la sangre fluye en los capilares pulmonares donde el dióxido de carbono se
intercambia por oxígeno a través de la membrana alveolocapilar. La sangre
oxigenada sale así de los pulmones por las cuatro venas pulmonares, que van a
drenar en la aurícula izquierda. Durante la diástole ventricular, esta sangre fluye a
través de la válvula mitral abierta y pasa al ventrículo izquierdo. Con la contracción
ventricular, la sangre es bombeada a través de la válvula aórtica hacia la aorta y de
esta forma pasa a la circulación sistémica y los diferentes órganos, donde el
oxígeno y los nutrientes son intercambiados por dióxido de carbono y residuos
metabólicos.
El propio corazón recibe la irrigación sanguínea a través de las arterias coronarias
izquierda y derecha (Figura 3-3). Son las primeras ramas arteriales de la aorta y se
originan en unos espacios de la raíz aórtica denominados senos de Valsalva. La
arteria coronaria izquierda principal se origina en el seno de Valsalva izquierdo y es
un vaso de corto trayecto que se bifurca en las arterias descendente anterior (DA) y
circunfleja (C). La DA discurre a través de la superficie del corazón por el surco
interventricular anterior hacia el ápex cardíaco. Irriga a la porción anterior y
anterolateral del ventrículo izquierdo a través de sus ramas diagonales, así como a
los dos tercios anteriores del tabique interventricular a través de sus ramas septales.
La C discurre posteriormente por el surco AV izquierdo (entre la aurícula y el
ventrículo izquierdos), e irriga la superficie lateral del ventrículo izquierdo a través
de las ramas obtusas marginales, así como ramas para la aurícula izquierda. La
arteria coronaria derecha (CD) se origina en el seno de Valsalva derecho y discurre
hacia abajo por el surco AV derecho hasta el punto de encuentro de los surcos AV
izquierdo y derecho e interventricular inferior, o "cruz" del corazón. La CD
proporciona ramas para la aurícula derecha y ramas marginales agudas para el
FIGURA 3-2
La mayor parte del drenaje venoso del corazón se realiza a través del seno
coronario, que discurre por el surco AV y va a drenar en la aurícula derecha. Una
pequeña cantidad de sangre del corazón derecho desemboca directamente en la
aurícula derecha a través de las venas tebesianas y las pequeñas venas miocárdicas
anteriores.
El sistema de conducción
El impulso eléctrico que inicia la contracción cardíaca se origina en el nodo sinusal,
una agrupación de células marcapaso especializadas que mide entre 1 y 2 cm de
longitud y que se localiza en la porción superior de la aurícula derecha, entre la
vena cava superior y la orejuela (Figura 3-4). A continuación el impulso se
disemina por todo el tejido auricular a través de unos trayectos internodales
preferentes y alcanza el nodo AV. Esta estructura está compuesta por una red de
células y se localiza en la cara inferior de la aurícula derecha, entre el seno
coronario y la valva septal de la válvula tricúspide. Tanto el nodo sinusal como el
AV están ricamente inervados por neuronas simpáticas y parasimpáticas,
permitiéndose así la regulación nerviosa de la frecuencia cardíaca.
Inervación nerviosa
El miocardio normal está ricamente inervado por el sistema nervioso autónomo.
Las terminales simpáticas se encuentran distribuidas ampliamente por aurículas y
ventrículos, y un aumento del tono simpático implica un aumento de la fuerza de la
contracción miocárdica. El sistema parasimpático inerva las aurículas a través del
nervio vago, pero hay escasas proyecciones hacia los ventrículos. Los nodos sinusal
y AV están densamente inervados por neuronas simpáticas y parasimpáticas,
permitiendo la regulación nerviosa de la frecuencia cardíaca. El aumento del tono
simpático conduce a un aumento de la frecuencia cardíaca y a un acortamiento del
intervalo de conducción a través del nodo AV. El aumento del tono parasimpático
conduce a una disminución de la frecuencia cardíaca y al enlentecimiento de la
conducción a través del nodo AV.
Fisiología de la contracción
La contracción de los miocitos se inicia con la despolarización eléctrica del
sarcolema, dando lugar a una entrada de calcio dentro de las células a través de
canales en los túbulos T (Figura 3-5). La entrada inicial de calcio estimula la rápida
liberación de grandes cantidades de calcio del retículo sarcoplasmático hacia el
La energía para la contracción del miocito procede del trifosfato de adenosina
(ATP), generado por la fosforilación oxidativa del difosfato de adenosina (ADP) en
las abundantes mitocondrias de la célula. El ATP es necesario tanto para la entrada
de calcio como para la generación de la fuerza en la interacción actina–miosina.
Durante la contracción, el ATP fomenta la disociación entre miosina y actina,
permitiendo con ello el deslizamiento de los filamentos gruesos sobre los delgados
a medida que el sarcómero se va acortando. En condiciones normales, los ácidos
grasos son la fuente de energía preferida, aunque también puede utilizarse la
glucosa como sustrato. Estos sustratos deben suministrarse de forma continuada al
corazón a través del torrente circulatorio, porque el corazón dispone de un almacén
de energía mínimo. El metabolismo miocárdico es aeróbico y por ello precisa un
aporte constante de oxígeno. En condiciones anaeróbicas, la glucólisis y el lactato
pueden convertirse en una fuente de ATP, aunque en cantidades insuficientes como
para mantener la función cardíaca.
En ausencia de una valvulopatía, no existe ningún impedimento para que el flujo
sanguíneo pase de los ventrículos al lecho arterial, y la presión arterial sistólica
aumenta de forma pronunciada hasta su valor máximo. Durante la diástole, la
presión arterial va disminuyendo progresivamente a medida que la sangre fluye
distalmente y aparece la retracción elástica de las arterias. Esta respuesta contrasta
con la respuesta a la presión en los ventrículos durante la diástole, que va
aumentando progresivamente a medida que la sangre fluye dentro de los ventrículos
desde las aurículas. La presión auricular puede medirse directamente en la aurícula
derecha, mientras que la presión auricular izquierda suele obtenerse indirectamente
a través de la oclusión de una pequeña rama de la arteria pulmonar y determinando
distalmente la presión (presión de "enclavamiento" capilar pulmonar). La Figura
3-6 muestra un trazado de presión en la aurícula, que está compuesto por varias
ondas de presión. La onda a representa a la contracción auricular. A medida que la
aurícula se va relajando, la presión en la aurícula disminuye y aparece el descenso x
en el trazado. El descenso x queda interrumpido por una pequeña onda c, que se
genera cuando la válvula AV abomba hacia la aurícula durante la sístole
ventricular. A medida que la aurícula se llena con el retorno venoso aparece la onda
v, después de la cual aparece el descenso y cuando las válvulas AV se abren y la
sangre de la aurícula se vacía en los ventrículos. La Tabla 3-1 muestra los rangos
normales de presión en las diferentes cámaras del corazón.
Función cardíaca
La cantidad de sangre expulsada por el corazón en cada minuto se conoce por gasto
cardíaco (GC) y es el producto entre el volumen latido (VL = cantidad de sangre
expulsada en cada contracción ventricular) y la frecuencia cardíaca (FC):
GC = VL X FC
La poscarga es la fuerza contra la que los ventrículos deben contraerse para
expulsar la sangre. Anivel práctico, se utiliza la presión arterial como medida de la
poscarga, aunque para ser estrictos la poscarga se determina a través de la presión
intraventricular, el tamaño de la cavidad ventricular y el grosor de las paredes del
ventrículo (ley de Laplace). Por ello, la poscarga está aumentada en la hipertensión
sistémica o cuando hay una estenosis de la válvula aórtica, así como también
cuando existe una dilatación o hipertrofia ventriculares.
La capacidad de los vasos coronarios para mediar en los cambios del flujo
sanguíneo a través de los cambios en el tono vascular depende en gran parte de un
endotelio íntegro y con funcionalismo normal. El endotelio produce varios
dilatadores potentes, incluyendo el factor relajante derivado del mismo (EDRF) y la
prostaciclina. El EDRF probablemente es óxido nítrico o un compuesto que lo
contiene, y es liberado por el endotelio en respuesta a la acetilcolina, trombina,
ADP, serotonina, bradicinina, la agregación plaquetaria y el aumento en las fuerzas
de rotura. Este último estímulo justifica la dilatación de las arterias coronarias en
respuesta al incremento del flujo sanguíneo en el contexto del aumento del MVO2
(la llamada vasodilatación dependiente del flujo).
La sangre abandona las arteriolas y fluye dentro del sistema capilar, donde el
oxígeno y los nutrientes son suministrados a las células y se recuperan el dióxido de
carbono y los residuos metabólicos. La sangre desoxigenada drena en las venas
periféricas, que contienen válvulas para evitar el flujo retrógrado. Estas venas
presentan paredes más delgadas que las arterias y funcionan como "vasos de
capacidad", capaces de acomodar un volumen de sangre significativamente superior
que en el sistema arterial. Con la ayuda de la acción de bombeo de la musculatura
esquelética y el movimiento respiratorio de la pared torácica, la sangre vuelve a la
aurícula derecha. Este retorno venoso puede alterarse por la constricción o
dilatación de las venas periféricas. Además del retorno venoso, existe un rico
sistema de vasos linfáticos que ayudan a evacuar el exceso de líquido intersticial de
la periferia. Los diferentes vasos linfáticos drenan en el conducto torácico y
posteriormente éste desemboca en la vena braquiocefálica izquierda.
Los factores locales del ejercicio muscular provocan una dilatación arteriolar,
dando lugar a un aumento del flujo en el lecho capilar. Esta vasodilatación origina
una disminución de la resistencia al flujo y, por lo tanto, la SVR disminuye con el
ejercicio. A pesar de este cambio en la resistencia, la presión arterial sistólica
aumenta, debido al aumento del GC y a la vasoconstricción simpática, dando lugar
a un cortocircuito preferente de sangre que sale de los lechos vasculares no
sometidos a ejercicio. La presión arterial diastólica, por el contrario, normalmente
permanece constante durante el ejercicio. El sistema pulmonar es capaz de tolerar el
incremento del flujo con solamente pequeños incrementos en la presión pulmonar.
El aumento de la frecuencia cardíaca y la contractilidad dan lugar a un marcado
incremento del MVO2 (de hasta un 300%), y consecuentemente el flujo sanguíneo
coronario también aumenta.