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CAMPUS GUANAJUATO

DIVISION DE ARQUITECTURA, ARTE Y DISEÑO


DEPARTAMENTO DE MÚSICA Y ARTES ESCENICAS

LA MÚSICA EN EL PORFIRIATO
MÚSICA MEXICANA II
EDGARDO JESÚS LOPEZ HURTADO
NUA: 313443
Introducción
Desde el año 1876 hasta el 1911 el oaxaqueño Porfirio Diaz gobernó México dando pie a un
periodo denominado el Porfiriato. Aún con la gran diferencia social que se desarrolló en la
época, el país atravesó una estabilidad económica que le permitió destinar recursos al desarrollo
de las artes y la cultura. Gracias a la estrecha relación que el presidente tenía con la cultura
europea (sobre todo la francesa), los artistas del Porfiriato se empaparon en las tendencias de
dicho territorio, resultando en una mezcla de culturas en la que no podían faltar las tradiciones
mexicanas.

El caso de la música es, ciertamente, muy importante. Debido a las funciones sociales de las que
fue dotada la misma, muchos de los géneros importantes para el imaginario mexicano tuvieron
su auge en estos años, siempre sirviendo para fines específicos como la celebración política y
los encargos a la burguesía. A lo largo del presente ensayo se hará un recorrido por las
innovaciones musicales más importantes de la época, además de sus implicaciones sociales
dentro de un México previo a la guerra interna que daría vida a la sociedad contemporánea.

Contexto histórico-social

México se encontraba gobernado por el presidente Porfirio Díaz. Su periodo de presidencia


duraría 31 años, terminando con su salida del país y su refugio en Francia. Durante dichos años,
Díaz concreto diversos puntos importantes para el eficiente desarrollo del territorio mexicano.
Bajo el lema de “orden y progreso”, el presidente mexicano establecería una época de relativa
paz, más si consideramos la inestabilidad política y económica en la que el país se había visto
envuelto desde su independencia. Además de esto, gracias a las inversiones extranjeras y la
economía capitalista encabezada por José Yves Limantour, el país pudo modernizar la industria,
la minería y la agricultura, posicionando a México como un exportador de materia prima
sumamente importante. Lamentablemente, la paz porfiriana y el desarrollo económico estaría
enfocada para la clase alta y la burguesía, desplazando cada vez más al obrero de los sectores
más bajos en la pirámide social, causando estragos de desigualdad que, a día de hoy, el país no
ha podido solucionar.

El florecimiento de las artes en México no vendría de la noche a la mañana, y sus antecedentes


comenzarían en una Europa que buscaba la evolución y la vanguardia. Los ideales de libertad y

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fraternidad en Francia inspirarían a cada vez más países a seguir un hilo similar. No es
coincidencia que la mayoría de guerras de independencia hayan sido posteriores a la guerra de
independencia francesa, incluyendo la de México. La inspiración que dicho país formaría en
México no se limitaría a seguir sus ideas político-económicas, sino que la manera en la que
desarrollarían su arte y la creación de productos afrancesados serían un elemento común en el
Porfiriato.

Aunque la tendencia mundial al inicio del Porfiriato sería todavía el romanticismo (Tchaikovsky
se encontraba en pleno auge), el impresionismo con las aportaciones de Claude Debussy no
tardaría en llegar a los oídos del mexicano, que comenzarían a replicar las formas compositivas
del francés, viéndose reflejado incluso en la educación musical del país. Mientras que, antes de
Díaz, la tendencia en el conservatorio era enseñar con base a las técnicas musicales italianas, a
partir de 1877 ocurriría un afrancesamiento que elevaría el nivel del mismo.

Música para el mexicano del Porfiriato: música de salón

Como es bien sabido, la música sirve para más funciones alejadas de la propia estética del arte.
El individuo desarrollará sus composiciones con base a la sociedad que lo rodea, dotándola de
una función especifica para la misma. El crecimiento de la burguesía en el Porfiriato le daría
entrada a la creación de espectáculos que representaran las óperas más populares del momento,
contando con composiciones de la talla de Verdi y Wagner. Por otro lado, la existencia de un
piano en los hogares de las familias mexicanas facilitaba la interpretación de una música más
intima como la de Chopin o Beethoven, y así se vería reflejado en las influencias de los
compositores nacionales de la época.

Lo anterior desembocaría en el primero de los varios géneros predominantes del Porfiriato: la


música de salón. El tratado de melodías sencillas, de un desarrollo corto y que le permitieran al
mexicano burgués ambientar sus reuniones políticas cobrarían bastante popularidad. Además,
la posibilidad de incluir otros géneros como el vals, las mazurcas, las polcas o la habanera
permitían que no solo pudiera ser escuchada sino que abría la pista para que el mexicano bailara
las diferentes obras que le eran presentadas.

De entre los compositores más importantes de la música de salón se encuentran el zacatecano


Ernesto Elorduy con sus distintas mazurcas, los Tropicales, el Vals Miniatura o el Recuerdo de

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Sevilla. De igual forma, la aportación de Juventino Rosas, si bien no tenía la mayor calidad
compositiva, es reconocida mundialmente (sobre todo su Vals sobre las olas). Finalmente,
Rodolfo Campodononico compuso música de salón no solo con dedicaciones a mujeres como
Elenita, Luz o Herminia, sino que fue autor del vals Club Verde, considerado como el himno de
los antirreeleccionistas y el inicio de lo que sería la revolución mexicana.

Sin embargo, no todo quedaba en la intimidad del salón del burgués, sino que los compositores
más prolíficos llevaban su imaginario hasta una música de concierto que resultaría bastante
interesante.

El grupo de los Seis

En 1886 surgiría un grupo de seis músicos con la finalidad de crear un instituto musical en el
que se pudiera poner en práctica las teorías de los mismos, las cuales se distinguirían por una
gran influencia francesa, oponiéndose a la escuela italiana y presentando innovaciones que en
Europa eran cada vez más comunes. Ricardo Castro, el primero de los seis, fue un compositor
duranguense que tuvo la mayor producción musical de todo el grupo. No solo estudió en
México, sino que gracias a sus estudios en Europa fue considerado como el último músico
romántico del Porfiriato. Aún así, la influencia que adquirió de Debussy en su estancia en el
viejo continente es fácilmente audible en sus últimas composiciones, alejándose de las danzas
mexicanas compuestas con formas de habanera o la música de cámara con gran influencia de
Chopin. La obra más conocida de Ricardo Castro es el Vals Capricho, pero vale la pena destacar
también su Concierto para Piano en La menor y la Mazurca Melancólica.

Continuando con el grupo, Felipe Villanueva se destacó por sus mazurcas, polkas, danzas y
valses. A diferencia de Castro, Villanueva destacó en la enseñanza al incluir modelos musicales
de Bach y Chopin, subiendo el nivel de la educación musical mexicana a la altura de las grandes
escuelas europeas. No solo enseñó con tales obras, sino que se dedicó a difundir a dischos
compositores, así como a Liszt y a Rubinstein. El Vals Poético es la composición más popular
de Villanueva, pero obras como la Cantata Patriótica o el Nocturno Amar también son
importantes mencionar.

Gustavo E. Campa, por su parte, compuso no solo música de concierto sino que entre sus
creaciones se encuentra una ópera titulada El Rey Poeta. Compuso además una misa, diferentes

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piezas para piano y cuartetos de cuerda, como el caso de las Tres Miniaturas, las cuales cuentan
con una composición de una calidad bastante alta. En el caso de Carlos J. Meneses, es importante
mencionar su incursión como director de orquesta, siendo considerado el primer director
sinfónico profesional mexicano; en 1910, por ejemplo, se encargó de dirigir las 9 sinfonías de
Beethoven. Aunque también fue compositor, se destaca más su trabajo como instrumentista, así
como, mencionado anteriormente, director de orquesta.

Los dos últimos integrantes de los seis han sido los grandes olvidados a lo largo de los años. Al
parecer, Ignacio Quesadas se dedicaba mayormente a la ejecución en el piano, mientras que
Juan Hernández Acevedo era flautista formado en el propio Conservatorio. Sin embargo, su
poca aparición en datos bibliográficos no hace mas que hablar del poder político y social que
tenían algunos compositores, y de cómo las circunstancias sociales pueden hacer a uno más o
menos famoso. Aún así, no podemos dejar de lado su aportación a la música de concierto y su
lugar en el ya mencionado grupo de los seis.

Ciertamente los compositores mencionados anteriormente se dedicaron a la música que tenía


como función ser presentada en salas de concierto grandes, y habiendo ya hablado también de
aquella que se presentaba en la intimidad de las reuniones sociales, nos queda mencionar
también un género musical que representarían a México en sus circunstancias militares frente a
los demás países, o incluso para si mismo.

Música militar

La paz porfiriana no se instruiría sola. La profesionalización del ejército y su reestructuración,


además de la inversión en armamento moderno, permitió al gobierno de Porfirio Diaz controlar
a todo aquel que no estuviera de acuerdo con sus mandatos. Para enaltecer la figura del ejército
mexicano se crearon bandas integradas por militares, las cuales participaban en desfiles,
inauguraciones, ceremonias patrióticas, etc. Si la música de salón estaba enfocada para su uso
burgués, las bandas permitían al mexicano de clase baja conocer y tener acceso a la música
popular del momento.

De entre los compositores que dedicaron su vida a la creación de marchas, destacan Velino M.
Preza (Cuarto poder, Lindas mexicanas, Adelante, Viva México) y Aniceto Ortega de Villas,
quien compuso la Marcha de Zaragoza. De igual forma, Isaac Calderón se popularizó con la

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Marcha Dragona, y Genaro Codina compuso la mundialmente reconocida Marcha de
Zacatecas.

Es importante recalcar también la creación, con base a la idea de la difusión musical por parte
de las bandas militares, de orquestas no profesionales que solían vestirse de charros e
interpretaban la música más popular del país. Además, se encargaron de compartir el arte
mexicano por todo el mundo.

Conclusión

Como pudimos ver, las circunstancias sociales del Porfiriato le permitieron al mexicano
desarrollarse de forma extensa en las distintas artes. La música de salón, la de concierto y las
marchas militares son solo la punta del iceberg de lo que el individuo mexicano aportaría en un
contexto mundial en el que día con día se presentaban avances bastante innovadores en la forma
de componer música. La necesidad del mexicano de alcanzar el nivel artístico europeo
desembocaría en un afrancesamiento que no dejaría de lado el espíritu del territorio mexicano,
sus costumbres y sus tradiciones. Finalmente, la clara desigualdad social llevaría al mexicano a
popularizar el genero del corrido, que sería usado principalmente en la inminente revolución
mexicana.

El mexicano, sin lugar a dudas, comprende un imaginario bastante complejo que con los
conocimientos apropiados puede plasmar en el elemento más humano de la sociedad: el arte.
Sin embargo, al mexicano del porfiriato aún le falta recorrer un largo camino para encontrar su
identidad, camino que quizá aún no hemos terminado de recorrer.

Bibliografía

Villegas, D. C. (1963). “El Porfiriato, era de consolidación.” Historia Mexicana, 13(1), 76–87.
http://www.jstor.org/stable/25135197

Bryan, S. E. (1983). “Teatro popular y sociedad durante el Porfiriato”. Historia Mexicana,


33(1), 130–169. http://www.jstor.org/stable/25135851

Ayala, E. C. (2016). “EL PORFIRIATO: UNA ETIQUETA HISTORIOGRÁFICA.” Historia


Mexicana, 65(3 (259)), 1405–1433. http://www.jstor.org/stable/43948940

[5]
Avila, J. (2017). “México de mis inventos: Salon Music, Lyric Theater, and Nostalgia in “Cine
de añoranza porfiriana.”” Latin American Music Review / Revista de Música Latinoamericana,
38(1), 1–27. http://www.jstor.org/stable/44862442

Ramírez, E. (2015). Afición y Música Durante el Siglo XIX en México. México: Universidad
Autónoma Metropolitana

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