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La leyenda de la bruja
La leyenda cuenta que, en la casa que está al lado de Los Lavaderos,
existió una mujer bellísima. Su cuerpo era delgado y lucía una piel dorada y
tersa. Solía peinar su largo cabello negro en una suave trenza que resaltaba
la hermosura de su rostro. Sin embargo, casi ningún hombre se le acercaba
pues algo en ella inspiraba temor.
La gente del pueblo decía que aquella mujer no era de fiar. ¿Y cómo podía
serlo si su familia era conocida por practicar magia negra? Así que los
muchachos recibían advertencias para mantenerse distantes y los adultos ni
siquiera eran capaces de verla a los ojos.
Pasó el tiempo y aquella muchacha se convirtió en mujer. A la par, también
se fue quedando sola. Entonces, un enorme deseo comenzó a gestarse en
su corazón: anhelaba tener un hijo. Estaba convencida de que sería una
excelente madre. A pesar de que la gente no la quería, ella sería capaz de
darle a su hijo la mejor crianza jamás soñada.
Sin embargo, los años no perdonan así que comenzó a ver aquel sueño
como algo lejano. En ese momento decidió hacer algo. Ya que ningún
hombre se atrevía a unirse con ella en matrimonio, recurriría a otros
métodos. Poco a poco se dejó envolver por fuerzas oscuras.
Debido a esto, su semblante cambió. Ya no era el de una joven
resplandeciente sino el de una mujer sombría. En sus ojos ya no había
dulzura sino rencor. Por más que lo intentaba, no podía engendrar nada. Su
vientre la había traicionado y no se preñó más que de un odio
creciente.
El tiempo continuó su curso y la ira y el odio creció en esa mujer. No
obstante, cualquier dejo de cordura se extinguió cuando, un día, escuchó a
dos mujeres del pueblo cuchichear. Las insensibles comenzaron a burlarse
porque aquella desgraciada no podía engendrar nada más que soledad.
La venganza que permanece hasta nuestros días
Cuando escuchó las burlas no hizo ni dijo nada. Sin embargo, eso no se
podía quedar así. Entonces, la mujer de Aculco juró vengarse a costa de
su propia existencia. No pasaron muchos días cuando cerró un trato con el
diablo. La gente lo supo porque, cuando pasaban cerca de la casa,
escuchaban que la mujer hablaba a gritos con alguien. No obstante, todos
sabían que estaba sola.
Además, los gritos eran como cantos con una voz de ultratumba que hacían
temblar a todo aquel desafortunado que la escuchara. Poco tiempo después,
Aculco se volvió un pueblo lleno de terror. Primero desapareció un niño,
luego dos y, por último, tres.
Todos sabían que aquella bruja tenía algo que ver. Así que, un día, el
pueblo, armado de valor, se reunió y fueron armados con antorchas, hachas
y piedras a su casa. ¡Querían quemarla viva! Sin embargo, nadie abrió la
puerta.
Entonces, la gente decidió entrar por la fuerza. En ese momento, una niebla
espesa cubrió el ambiente y un frío sin igual los hizo temblar a todos. Al
mismo tiempo, una voz profunda surgió del gran árbol que estaba
frente a la casa.
La voz era como de ultratumba. Primero lanzó injurias y palabras de odio.
Después, cuando el terror ya había apresado a todo mundo, confesó ser la
misma mujer a la que habían llamado bruja. Y sí, ella había raptado a los
niños como una venganza en contra del pueblo.