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UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA

FACULTAD DE HUMANIDADES
JUTIAPA

LICENCIATURA EN LA ENSEÑANZA DE LAS CIENCIAS

NATURALES
Y EDUCACIÓN AMBIENTAL

LIC: CARLOS ALEJANDRO CARRILLO

CÁTEDRA: FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN

NOMBRE: MARÍA ELENA GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ

CARNÉ: 202050894
PENSAMIENTO MODERNO
El pensamiento moderno hunde sus raíces en la filosofía griega y esta influenciado por el
Renacimiento, especialmente por Erasmo, pero no empieza en realidad hasta que Descartes
publica su discurso del método, anterior a la Revolución Francesa, el origen de la Modernidad
podemos remontarlo al siglo XVII cuando Galileo sienta las bases de lo que pasará a reconocerse
como la ciencia moderna incluso, podríamos remitirnos al periodo de la Reforma, en el siglo XVI,
cuando el hombre logra la libertad espiritual y de conciencia religiosa, otros prefieren ver su
origen en el siglo XIV y XV tomando como referencias la invención de la imprenta, el reloj
mecánico o el descubrimiento de América. Sin embargo, al margen del hecho histórico que pueda
identificar su origen, lo cierto es que éste viene a representar el punto de quiebre de la sociedad
feudal, tanto en el orden intelectual, social, cultural como en el político.

La Modernidad viene a describir una determinada


concepción del hombre y del mundo en la que
participan principios culturales provenientes de los
campos más diversos si bien sus principios se originan
en la Europa de los siglos XVI y XVII, contendrá
elementos posteriores que se irán incorporando en los
siglos siguientes. La incorporación de nuevos elementos
nos presentan una Modernidad que se caracteriza por
la planetización de todos los procesos de modernización
y, por tanto, la universalización de los principales
problemas que afectan a nuestras sociedades, la
historia moderna reconocerá un fenómeno histórico-
cultural que se centrará en tomo a aquel esfuerzo
tendiente a romper las cadenas de todo determinismo
que atente contra la legítima autonomía del hombre
como ser racional y libre.

La Modernidad ha sabido probar que al hombre le ha sido posible gobernarse por sí mismo,
tomar sus propias decisiones, pensar y sentir como mejor lo creyese conveniente los principios
de la democracia política, de la autonomía religiosa, del secularismo, han sabido dar expresión al
anhelo de libertad desde ópticas distintas, prontamente se fueron rompiendo las cadenas que
habían oprimido a los hombres por siglos, siendo este hecho, precisamente, el mayor atributo
logrado por el hombre moderno ciertamente, el hombre había vencido finalmente a las fuerzas
de la naturaleza adueñándose de ella y se había sacudido de la dominación de la Iglesia y del
Estado absolutista, la abolición de la dominación exterior parecía ser no sólo una condición
necesaria, sino también imprescindible para alcanzar el objetivo anhelado por las generaciones
precedentes, vale decir, la libertad plena del individuo.
La Modernidad, en su fundamento esencial, constituye la
visión afirmativa de un proyecto de emancipación
humana bajo esta visión entroniza en los pensamientos
avanzados de la época la necesidad de una igualdad, no
en el sentido de la constitución biológica o en la posesión
de bienes materiales, sino una igualdad como sinónimo
del derecho del hombre a tener una libertad autónoma
para darse sus imperativos categóricos como único
modo posible de lograr alcanzar sus anhelos y sus fines.
Se postula, por tanto, que en toda convivencia bien
organizada hay que colocar como fundamento el
principio de que todo ser humano es persona, es decir,
una naturaleza dotada de inteligencia y de voluntad libre
y que de esa naturaleza nacen al mismo tiempo
derechos y deberes que, al ser universales e inviolables,
son también absolutamente inalienables.

Lo propio de la modernidad será el progreso los hombres se proyectan hacia el mañana y los
pueblos subordinan las preocupaciones de sus orígenes a la búsqueda de una proyección hacia
su nuevo destino la fe en el progreso permite confiar en que el futuro será no sólo diferente, sino
mejor, y que será tarea de los hombres llevar a cabo las transformaciones de las condiciones
presentes. Pero se puede decir que en todas las épocas ha estado presente el progreso, lo cual
es un hecho cierto, pero no es menos cierto que en periodos anteriores este progreso se hacía
perceptible después de varias generaciones.

Los únicos cambios radicales que se conocían antes correspondían a aquellos que se sucedían
por efecto de las guerras y de los fenómenos de la naturaleza, sin embargo, estos cambios no
siempre jugaron en función de un mayor progreso, sino que, por lo general, representaron
distintos grados de decadencia es por ello que el progreso corresponde por entero a un
concepto que debemos asociar al tiempo y al hombre moderno, en la medida que es sólo en esta
época cuando los cambios se caracterizan por un dinamismo siempre creciente.

El hombre moderno empieza a valerse por sí


mismo con entera autonomía y sin auxilio alguno
de poderes extraños, lo que lo lleva a
secularizarse, esto es, considerar que el destino
último se juega en la tierra y que, en última
instancia, debemos rendir cuenta de nuestras
vidas a nosotros mismos y no a fuerzas
superiores.
PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO
La época contemporánea, rasgos y tendencias
principales algunos estudiosos consideran que la
época contemporánea abarca el período de finales del
siglo XIX hasta la etapa actual. Otros destacan su inicio
al tomar como punto de referencia la revolución rusa
octubre 1917 que marcó una nueva etapa para la
historia de la humanidad, porque inició la
implementación de un modelo de desarrollo socialista,
diferente al modelo capitalista hegemónico.

Los dos criterios pueden ser válidos, pero lo cierto es que se ha caracterizado por el
desarrollo acelerado de la ciencia y la técnica, por el enriquecimiento acelerado de algunos
países a costa del empobrecimiento de otros, por la concentración cada vez mayor de la
propiedad privada en pocas manos, mientras la producción es más social, por las grandes
sacudidas sociales internas y externas como resultado de las contradicciones antes
señaladas, por la utilización irracional de los recursos naturales; por solo mencionar los que
con mayor incidencia han conducido a la crisis general, que sacude a la humanidad desde
que se entró al nuevo milenio y que ha evidenciado el fracaso de las políticas neoliberales y
la urgencia de restablecer el equilibrio con la naturaleza y en la sociedad en general, para
garantizar la vida en el planeta, lo que pasa por lograr la justicia, la libertad y la paz, sobre la
base del respeto a la autodeterminación de los pueblos, a su identidad, la tolerancia, la
solidaridad y el perfeccionamiento de la democracia, entre los principales elementos que
permiten construir un mundo mejor para todos.

Desde finales del siglo XIX el capitalismo entró en su etapa imperialista, la cual propició el
desarrollo acelerado de las grandes potencias a costa del empobrecimiento de los países
coloniales y dependientes, la aparición de los monopolios, la exportación de capitales, la
unión del capital bancario con el financiero, son algunos de sus rasgos, el imperialismo
mantuvo las contradicciones internas características del capitalismo y engendró otras entre
los países más desarrollados, y entre estos y los dependientes y explotados, las dos guerras
mundiales constituyen la expresión más evidente de todo este conflicto.

El desarrollo de la carrera armamentista ha sido


un rasgo característico de esta época, y como uno
de sus resultados se agudizaron las tensiones
entre los diferentes países a lo largo de la guerra
fría. Esta industria ha garantizado puestos de
trabajo a gran número de obreros, pero al mismo
tiempo ha propiciado la desviación de recursos
para este sector en detrimento de otros y la
creación de armas nucleares que amenazan como
nunca la supervivencia de las especies y el planeta.
Pertenecemos a la especie de los homo sapiens, es decir, al
grupo de animales con razón, que pueden determinar en qué
dirección avanzar o retroceder, cómo cambiar el entorno,
cómo modificar la vida propia y la ajena.

Somos pensamiento, por ende, existimos de hecho, es esto lo


que nos diferencia del resto de especies, lo que nos convierte
en lo que realmente somos, y es que ningún ser humano
puede desligarse de esta característica todos pensamos.

Así, todos somos seres intelectuales, y así lo postuló el filósofo y teórico italiano Antonio
Gramsci 1891-1937, pero hay quienes que, más allá de lo práctico o instrumental, desarrollan
el pensamiento, ejercen un trabajo intelectual precisamente abocado a la resolución de
problemas, a la investigación de las causas de procesos sociales, en fin, a desentrañar el
comportamiento individual y colectivo de los seres humanos.

Estos son los llamados intelectuales, quienes fundan su tradición en la Grecia antigua el
primero pudo ser Platón, quien en la república proyectó un estado ideal que estuviese
compuesto por tres clases, la clase trabajadora o artesana, la clase de los guerreros, y la clase
dirigente; esta última estaría dirigida por los filósofos, quienes habrían accedido al bien gracias
a su trabajo del pensamiento. Por supuesto, el ideal platónico es casi imposible de cumplir,
pero la tradición del pensamiento se ha mantenido como una constante.

Cada época histórica ha contado con intelectuales que han desarrollado modelos, teorías,
pensamiento puro que sostenga el devenir de los cambios sociales que hemos sufrido como
especie. En la Edad Media, el círculo intelectual estaba restringido a la Iglesia; el analfabetismo
era uno de los tantos obstáculos para que la gente común desarrollase cualquier trabajo
intelectual, además de que los textos clásicos estaban celosamente guardados en bibliotecas
adonde solo podían acceder pocos elegidos.

Ya para el Renacimiento y la Edad Moderna, el nivel de interés


por el trabajo intelectual, y por el desarrollo de este, se trasladó
de las clases dominantes a las otras, media y baja, con
dificultades, claro está, pero ya había una comprensión de los
hechos sociales por parte de los ciudadanos y su respectiva
problematización. El trabajo intelectual empezó a ser reconocido
como algo que no solo atañía a la clase hegemónica, sino a todo
aquel ser pensante o intelectual.

En la pensamiento contemporáneo, entiéndase desde la segunda mitad del siglo XX hasta la


fecha, el trabajo intelectual podría parecer opacado por los súbitos cambios sociales, por el
imperio de la acción sobre el pensamiento revoluciones, invasiones, guerras, levantamientos,
dictaduras pero la verdad es que todos esos procesos, violentos o pausados, han sido
sustentados por ideólogos y teóricos que contribuyeron a la construcción de imaginarios, de lo
que hoy llamamos con cuerpo suelto ideologías.

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