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Universidad de Buenos Aires.

Facultad de Psicología.

Psicología Evolutiva Adolescencia.


Cátedra 1- José A. Barrionuevo.

ANOREXIA Y BULIMIA.

Nuevas formas de subjetivación.

Dra. Verónica Vega.

2011.

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Verónica Vega

ANOREXIA, BULIMIA

NUEVAS FORMAS DE SUBJETIVACION

Introducción
La creciente prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria, durante la
adolescencia y especialmente en el género femenino, ha llevado a diversos autores e
investigadores a ocuparse cada vez más del tema. Pareciera ser que la anorexia y la
bulimia constituyen formas muy peculiares que plantean ciertas adolescentes de cómo se
sitúan en torno a la feminidad y a la sexualidad.

Sabemos que la adolescencia es un fenómeno cultural, individual y vincular muy


propicio para desarrollar conductas ligadas a la acción, es decir fenómenos que son una
respuesta que da el sujeto frente a lo imposible de decir. Podríamos decir que el
adolescente es alguien a quien se le han roto los espejos en los que se miraba. Es un
momento de profunda desestabilización del cual no se sabe como saldrá parado el
individuo. Intentaremos dilucidar como se hará ese nuevo surgimiento a la subjetividad en
las jóvenes con anorexia o bulimia frente al encuentro que tiene con los juicios de
existencia (castración y muerte).

La sociedad actual.
Si algo caracteriza a esta época es la caída de una serie de certezas que en la
modernidad servían de apoyatura a un conjunto de ideales que se ofrecían como sostén y
anclaje de los hombres y sus sociedades (Lipovetsky, 1993; Lewkowicz, 2004). Esta caída
genera un clima de incertidumbre, en medio del cual surgen vivencias de vacío, de
fragilidad sostenidos desde una lógica que privilegia la dimensión narcisista y el goce
solitario, ilusionando al hombre con la idea de una completad o satisfacción total como
metas posibles (un ejemplo de esto es la creciente tecnología al servicio de la
manipulación del cuerpo que desmiente el paso del tiempo).

Los jóvenes de hoy se enfrentan a un doble desborde. Por un lado, no hallan


bordes en lo social (por la caída de ideales); por el otro existe un desborde pulsional por

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la irrupción de la tensión genital, que corta ligaduras representacionales y ocasiona un
trauma psíquico en donde faltan palabras. El desenfreno pulsional se ve así reforzado por
los mandatos sociales, por un superyó sádico cultural que ordena el goce “mientras el
mundo dure”. La sociedad impone y regula entonces formas específicas para el goce, y la
comida no está ajena a estas formas.

La alimentación
La alimentación es ante todo una actividad vincular. La comida introduce al bebé
en una ¨sociedad¨ madre-hijo (la célula simbiótica de la que Freud habla en 1914) y a esa
sociedad el bebé ingresa y pertenece por y con la madre, adquiriendo una identidad
especular vía identificación (total, no mediatizada).

El niño desarrolla sus experiencias inaugurales de contacto con otro significativo a


través del acto alimentario e incorpora no solo alimento a su organismo sino también a su
mente. Por medio del alimento, el bebé descubre al mundo, juega y goza de la relación
con su madre. En ese acto de alimentarse, la mirada de ese Otro (la madre o los grupos
en la adolescencia por ejemplo) es fundamental. Con el tiempo el niño irá transformando
la dimensión especular de la alimentación en un acto simbólico por medio del cual
incorpora y adquiere también una identidad cultural, religiosa y grupal.

Que la comida pertenece a la cultura y al orden simbólico resulta evidente si


tomamos en cuenta el valor del pan dentro del catolicismo ó las prohibiciones religiosas
de los hindúes, quienes evitan lo salado porque induce a la lujuria, o los judíos que no
comen levadura en pesaj para simbolizar la premura del pueblo de Moisés al huir de
Egipto. Pero ahora bien, ¿podríamos decir que la anorexia y la bulimia son
manifestaciones de tipo simbólico? o más bien conservan el carácter narcisista de la
matriz inicial?
Quizás se traten de intentos fallidos de salir de una trampa especular…

Breve descripción de la anorexia y la bulimia.


La anorexia es el más antiguo de los trastornos de la conducta alimentaria. Las
primeras descripciones datan del siglo XIV y se atribuyen a la Iglesia.

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Aunque la palabra anorexia significa etimológicamente falta de apetito; en la clínica
no se evidencia tal pérdida de apetito hasta luego de haberse instalado fuertemente la
enfermedad. Por el contrario lo que se observa es una tenaz oposición a la ingesta de
alimentos. La delgadez en la anorexia es un concepto ontológico. Lo que determina a la
paciente anoréxica a dejar de comer es descorporizarse. A diferencia de las primeras
anoréxicas de la Iglesia, lo que se privilegia en las pacientes anoréxicas de los últimos
años es la distorsión de la imagen corporal. En las primeras descripciones clínicas no se
reseña dicha distorsión, de manera tal que esta distorsión parece ser un síntoma actual y
probablemente su importancia se relaciones con las características descriptas
anteriormente de la cultura postmoderna, en la cual la imagen determina la existencia. Las
imágenes de la televisión, de las modelos publicitarias, de los blogs, aportan el goce a la
anoréxica que es mirada por Otro social.

La paciente anoréxica aspira a una utopía, la de ser un esqueleto viviente; se trata


de un ideal puramente especular y virtual, que actúa en sintonía con el discurso del
capitalismo tardío (Barrionuevo, 2008) y se constituye en una trampa en cual la anoréxica
cree tener acceso a la respuesta sobre las transformaciones del cuerpo y sobre la
sexualidad, a la vez que se constituye en ¨alguien¨, la enfermedad le otorga una identidad:
“soy anoréxica”. Mejor ser anoréxica que no ser, aunque la trampa es que la anorexia la
lleva a la nada misma.

La anorexia es un intento de control de los impulsos de voracidad. Wilson (1988)


sostiene que la anorexia se produce por una identificación con un padre o madre que
teme a la gordura y afirma que estas pacientes evidencian un repliegue de la sexualidad
hacia una característica infantil. Varios autores sostienen que hay una fuga de la
sexualidad adulta acompañada de una regresión a defensas primitivas (Fenichel, 1954;
Sperling, 1978, Deutch, 1940 En: Sorosky, 1988). Esta regresión incluye conflictos
alrededor de fantasías orales sádicas y canibalísticas primitivas (Selvini Palazzoli, 1961,
1978; Sperling, 1953, 1968, 1978).
La Bulimia Nerviosa es definida recién en 1979, cuando Russell publica la primer
descripción clínica de la enfermedad. En 1980 a través del DSMIII-R, la bulimia cobra una
jerarquía científica internacional y describe un cuadro patológico caracterizado por la
alternancia de períodos de restricción alimentaria con episodios de ingestas copiosas;
seguidos por conductas compensatorias inapropiadas para anular la ganancia de peso

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(ejercicio físico intenso, ayunos, purgas). El patrón común en la bulimia nerviosa es la
sensación de descontrol. Este descontrol (recordemos nuevamente el desborde pulsional
propio de la adolescencia) es un concepto subjetivo que determina claramente el atracón.
En el atracón el objeto alimentario no es objeto de necesidad (no es alimento) ni de
placer, sino de goce.

Uno de los puntos fundamentales que se encuentra en estas pacientes es la


ineficacia en el control de los estados internos (Bruch, 1973 En: Feinstein & Sorosky,
1988). Esta incapacidad parece contribuir al sentimiento de indiferenciación (Lewis y
Johnson, 1984) que conduce a la debilidad en el control de los impulsos. En este
contexto, la búsqueda de la delgadez significa una manera de controlar a ese nuevo
cuerpo (el de la pubertad) que no puede dominarse (Johnson C., Maddi, K. 1988).

La relación temprana con la madre en la construcción de la subjetividad.

No cabe duda de la importancia de la sensibilidad de la madre para la regulación


de la capacidad discriminatoria del infante entre sensaciones corporales y estados
emocionales.
En 1905 Freud escribe ¨Tres Ensayos para una teoría sexual¨, donde introduce el
tema del objeto libidinal y trata la relación recíproca entre madre y bebé. Años más tarde
(Freud, 1914), postula que al comienzo no hay un yo psíquico y que el psiquismo debe
nacer con posterioridad al nacimiento biológico. Para Freud el yo es ante todo orgánico;
funciona con el sistema del arco reflejo: estímulo-descarga (yo real primitivo). Es decir que
se trata de eliminar cantidades de excitación que el yo no puede tramitar y que aún no son
cualificadas. El lactante es incapaz de conservar su propia vida si no es a través de las
acciones de un agente externo (madre) que las regule. Todo aquello de lo que carece el
infante lo proporciona la función materna. Es la madre, investida como modelo, la que
garantiza el sentimiento de existencia y también aquella que otorga cualidades y matices.
Cuando me refiero a ¨madre¨, hablo de la función materna que bien puede ser
desarrollada por otra persona que no sea la madre.

Continuando entonces, Freud afirma que dado que las pulsiones autoeróticas son
primordiales, algo debe agregarse al autoerotismo para que el narcisismo se constituya; a
esta nueva acción psíquica la llama identificación primaria. Define a la identificación

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primaria como el primer enlace afectivo con otro investido como modelo o ideal, al cual el
yo aspira fusionarse. El resultado de esta identificación primaria es un estado de fusión
entre el bebé y el objeto (vivido como parte del yo); una relación narcisista en la que
madre y el bebé se sienten completos (sentimiento oceánico).

Estas identificaciones atañen al ser y su desarrollo implica que el yo ha alcanzado


un sentimiento de existencia, de ser un sujeto para el otro. Cuando este proceso fracasa,
el goce que obtiene con el atracón y el vómito lo fijan a esa posición, donde encuentra
algo que lo asegura y por lo cual ¨es¨.

Pero la teoría de la subjetividad freudiana no sólo trata acerca de la proyección y la


posterior identificación sino también de la posibilidad de ser activo. Freud (1926d) afirma
que el yo es pasivo ante las pulsiones y que su modo de salir de tal inermidad es volverse
activo respecto de los objetos del mundo. Al respecto, dice Maldavsky (1991) ¨Lo que
puede ocurrir es que el yo no se coloque en la posición de sujeto, es decir en la posición
activa y que no alcance la identificación con un modelo/ideal del yo. Esto ocurre entre
otros motivos porque la realidad es decepcionante respecto de lo que lo anímico se
prepara para captar...¨

La subjetividad se construye, entonces, a partir de la relación con otro (la madre).


El niño aceptará la demanda de la madre de ser alimentado o no, no tanto por el objeto en
sí, sino por el hecho de decir sí o no al Otro.

En los años 50 Lacan decía en relación a la anorexia, que la madre “confunde sus
cuidados con el don de su amor” y por lo tanto, se entromete y ahoga al niño con su
“papilla asfixiante”. Esto es una madre que lejos de dar lo que no tiene (la falta) suministra
lo que sí tiene (la comida) y el bebé al negarse a satisfacer la demanda de la madre,
intenta exigirle a la madre que tenga un deseo por fuera de él.

Spitz (1965) demostró que lo que alimenta al niño es más el amor que la comida. Spitz
estudió cómo incide sobre la vida o la muerte del bebé la presencia de la madre. No se
trata simplemente de una presencia física, sino de una presencia con conexión empática.
Sobral (2011) se refiere a la referencia de Lacan anteriormente enunciada sobre la papilla
asfixiante. La madre de la anoréxica confunde el don de amor con la satisfacción de la
necesidad y alimenta más por la satisfacción de la necesidad que por amor, y así no

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transmite la dimensión de la falta. Es porque a la madre le falta, que inviste al bebé
(recordemos que esta es una de las salidas de la feminidad que da Freud). Hablamos de
un aspecto que lleva a la madre a poner en juego su deseo. Sólo desde la dimensión del
deseo la madre tiene la posibilidad de dar un amor que transmita la falta.

Spitz observa en algunas madres grandes oscilaciones en el humor, estados de


repulsa, hostilidad, depresión, ¨solicitud exagerada¨, etc. Estas madres angustiadas,
deprimidas rehúsan el contacto con sus hijos y restringen la satisfacción de la necesidad
dificultando el proceso identificatorio o bien asfixian al bebé con una omnipresencia en la
cual la dimensión de falta deja de existir.

La díada primaria permite rastrear el por qué de la carencia representacional y la


falla en el pasaje de la cantidad a la cualidad. Winnicott plantea que para el advenimiento
de un verdadero self es requisito fundamental que el bebé cuente con una madre
empática y un ambiente facilitador que lo sostenga (holding) frente a la no integración y
desorganización primitiva. Winnicott considera que la eficacia del apoyo materno,
neutraliza además la "ansiedad inconcebible" que se haría realidad ante una falla materna
intensa y precoz. Los cuidados pacientes, regulares de la madre permiten que el
desarrollo se inicie sin que se comprometa la unidad psicosomática. La madre da al bebé‚
un breve período en que la omnipotencia es cuestión de experiencia. Así el bebé va
integrándose, personalizándose y va relacionándose con el mundo externo (al cual siente
como interno) siendo a la vez cada vez más, él mismo.
El ¨sostén¨ permite integrar mecanismos psíquicos y constituir una relación de
objeto. Winnicott sostiene que el vacío primario es un requisito previo al anhelo de recibir
algo dentro de sí, de ¨ser llenado¨. Observa que cuando no se cuenta con una madre
suficientemente buena, se establecen vínculos adhesivos (no objetales) como manera de
enfrentar el vacío y se busca compulsivamente la muerte física ya que la psíquica ya
aconteció. Estos pacientes poseen ¨miedo al derrumbe¨ (Winnicott, 1963) entendido éste
como una falla en la organización de las defensas que sostienen al self. El self organiza
defensas para evitar el derrumbe de su organización psíquica pero nada puede hacer si
tal derrumbe proviene de un hecho externo como la falla ambiental (ausencia de madre
empática). Sólo se puede entonces intentar controlar el terror al vacío.

Las pacientes con anorexia y bulimia sienten el terror al vacío ya experimentado y

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vivenciado como agujero que se intenta controlar mediante el no comer (anorexia), y que
fracasa en el des-control de un atracón (bulimia). Así, se repite una actitud materna en la
cual el sujeto se tapa, se ahoga. Se trata de una actitud descualificada de afectos –a
diferencia de la melancolía- donde la paciente se da de baja a sí misma, sin sentimientos
negativos, pero sin haber podido construir su subjetividad y desestimando su propio sentir
–tal como su madre-; donde el temor a la muerte no existe porque la muerte ya aconteció.

Bibliografía
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