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Mi héroe favorito

Vampiros, Linterna Verde, la última aparición del Caballero de la Noche, una que

otra tergiversada idea de un Súperman fisicoculturista y con indicios de

metrosexual, los Transformers, Ávatar, Jack Sparrow, y un sinfín de figuras

seudoheróicas saturan las carteleras de cine, y por ende la vida de los mortales

que sin ningún nivel de criticidad, les sacrifican incienso y hasta uno que otro par

de colones.

La entretención es necesaria para los seres humanos, y también para los no tan

humanos, de ahí que este sartal de figuras míticas, combinadas con lo que

muchos quisieran ser para satisfacer algún vacío existencial, tengan tanta

acogida dentro de la sociedad, quien los transforma en prototipos de grandeza y

poder, emulables a la invulnerabilidad, gallardía y belleza que muchos desearían

para sí.

Desde que estoy pequeña, he oído las fábulas de estos increíbles personajes que,

para qué mentir, en muchas ocasiones entretuvieron mis tardes de ocio y que hoy

(adulta ya), veo con recelo y cautela, pues he comprendido que no existe el Perla

Negra, y que Kriptón jamás explotó porque jamás existió, incluso al admirar la

innegable belleza de Edward Collen, caigo en la cuenta de que ninguna de mis

congéneres disfrutarán de su compañía jamás, a no ser porque juntos admiren al

Superman metrosexual. En fin, tan falsos son estos héroes, como los prototipos

que encarnan.
Bajo este panorama ¿cómo puedo elegir un héroe favorito?, es cierto que la

intensión del título es más metafórica que literal y que no se pretende que me

desate hablando maravillas sobre Batman o Aquaman, sin embargo, tampoco

quiero incurrir en la trivialidad de argumentar que “el héroe es mi papá que sale a

trabajar y hace muchas cuentas para poder pagar”, aunque claro está que mi

adorado progenitor es estupendo, no me parece acertado escribir sobre lo que

todos esperarían que escriba. Más bien, quiero aprovechar el momento para

preguntarme, a quién en verdad considero como una figura heroica.

El fútbol está descartado, la política es tema que no me atrae, la religión, el cine,

los premios Nóbel, y demás áreas del quehacer humano son bastante estudiadas

y analizadas, tengan héroes en su haber o no… Pero por un momento he

recordado una figura, que también amé en mi infancia, autor de uno de los más

bellos libros que he leído en mi vida El Principito, su autor Antoine de Saint

Exupery fue un hombre increíblemente talentoso, que murió bajo condiciones muy

confusas y su cuerpo nunca se halló.

El Principito narra el viaje de un niño a través de siete planetas, en cada uno de

esos planetas encuentra personas adultas quienes ejemplifican los peores vicios y

pecados de la especie humana: avaricia, vanidad, embriaguez, despotismo,

prepotencia, y demuestran cuán vacía tiende a volverse la vida de los adultos.

El libro está dirigido a los niños, pero su autor logró perfilar tan maravillosamente

la imagen del pequeño niño quien buscaba un amigo, que los adultos que lo

logremos apreciar, encontraremos un rosario de razones para admirar a su autor.


El 31 de julio de 1944, durante una misión de reconocimiento destinada a preparar

el desembarco en Provenza, en el sur de Francia, Saint-Exupéry a bordo de un

avión Lockheed P-38 Lightning, había partido pocas horas antes de Borgo, en la

isla de Córcega, cuando los radares dejaron de ver el avión que pilotaba y nunca

más se supo de él, esto cubrió para siempre al escritor y piloto de un halo de

misterio y romanticismo.

Y es de suponerse, que para los admiradores de su más reconocida obra, es

maravilloso pensar que el autor pudo haberse ido al asteroide B612 junto al

principito (suceso bastante utópico, pero si a otros les gusta imaginar que Edward

Collen entrará por la ventana para chuparse su sangre y volverlos inmortales, a mi

me gusta pensar que Saint Exupery se fue con el Principito).

Pues bien, este estupendo autor tenía apenas 44 años cuando murió, digo,

cuando se fue con el Principito; y plagó la vida de muchos niños y adultos con

fantasías, a la vez que hizo reflexionar sobre las futiles cosas que muchas veces

enturbian nuestra mirada de adultos y nos hacen incapaces de entender que lo

esencial es invisible a los ojos.


Bibliografía

1. Saint Exúpery, Antoine. (1a ed) (1999). El Principito. España: J.C.

Sáenz Editor.

2. 2500 años de literatura universal. (1a ed). (2006). Colombia: Editorial

Zamora.

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