Está en la página 1de 3

Era 1967, el país estaba al mando del dictador René Barrientos Ortuño, un gobierno

represivo, que se encargó de acallar a voces opositoras, que tenía una fuerte tendencia
anticomunista para reforzar su evidente sumisión al gobierno de Estados Unidos que
pretendía evitar la expansión de la izquierda en Bolivia.
Barrientos estaba seguro que desde los centros mineros se estaba gestando un
movimiento guerrillero, como el del Comandante Ernesto "Che" Guevara; el sector
minero siempre ha sido la vanguardia de las luchas reivindicativas de derechos y de
resistencia, a las políticas derechistas, en tal sentido el dictador ordenó atacar por
sorpresa a nuestro pueblo a nuestros mártires mineros.

A las cinco menos veinte de la mañana del 24 de junio de 1967 algunos mineros que se
encontraban en las cercanías del ferrocarril observaron la llegada de las tropas y su
desplazamiento.

Domitila Chungara relata que cuando el ataque comenzó “abrimos las puertas. Pero ni
bien las abrimos empezaron a disparar. Ya estaban parapetados. Contra todo y contra
todos disparaban… en ese tren tuvimos que corretear las mujeres para recoger y salvar
a los heridos y evitar que los compañeros, ya eufóricos quisieran ir a enfrentar esa lluvia
de balas…”.

Sobre este acto heroico Regis Debray escribe: “La sirena de alarma sonó, y la sede del
sindicato fue valerosamente defendida, con dinamita y algunos viejos fusiles máuser de
la guerra del 14. De hecho, toda resistencia era inútil”.

Mientras esto ocurría en el centro del campamento, cuando la policía trataba de tomar
la radio y el sindicato, los Ranger descendían de las faldas del cerro San Miguel
disparando. El campamento “La Salvadora”, cerca de la estación de Cancañiri, fue el
sector más atacado.

Los “Rangers” empezaron a disparar ante la sola presencia de los obreros que
transitaban para dirigirse a sus casas y otros que iban a su trabajo. Vidal Sánchez dice
que este campamento trató de resistir, pero la ineficacia de la dinamita les hizo rendir.

Este ataque a “La Salvadora” estuvo comandado por Alfonso Villalpando, mientras los
soldados descendían en medio de ráfagas de ametralladora y disparos de mortero.
El sacerdote Gregorio Iriarte describe el ataque de la siguiente manera: “La columna del
centro al mando del mayor Pérez, totalmente equipada con armas automáticas, se
deslizaba pausadamente en posición de combate… Se internan en el campamento
Salvadora que se convierte en la antesala del infierno… el campamento está envuelto
en un espantoso tiroteo y el arma de cada soldado vomita ráfagas de muerte en
cualquier dirección. Las dos fracciones de apoyo también abren fuego sobre el
campamento, creyendo que los soldados habían sido atacados. Las balas penetran en
las casas por las ventanas y a través de los techos de zinc”.

Nunca se supo con exactitud el número de personas que perdieron la vida o fueron
heridas en este ataque. Las cifras oficiales cambiaban conforme pasaban las horas. En
la mañana del 24 de junio, el Ejército reportó 16 muertos y 27 heridos, los que fueron
comunicados por los periódicos El Diario de La Paz y La Patria de Oruro.

Después las agencias noticiosas AFP, AP y UPI reportaron 21 muertos y 70 heridos.


Luego se habló de 26 muertos, para concluir con la cifra oficial de 27 muertos y más de
80 heridos.

Posteriormente se especularía sobre cifras superiores.  En Ñancahuazú, el Che escribía


en su diario correspondiente al 25 de junio: “La radio argentina da la noticia de 87
víctimas, los bolivianos callan el número”.

Regis Debrey anota que la cifra fue casi de 70 mineros, Valentín Abecia dice que por
otras informaciones se sabe que murieron alrededor de 100.

Es por eso que la Universidad Nacional Siglo XX conmemora a los mineros caídos hace
55 años, que se realiza la noche del 24 de junio frente al Sindicato Mixto de
Trabajadores Mineros Siglo XX homenajeando con diferentes actividades realizada por
docentes y estudiantes.

También podría gustarte