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Por medio del relato de los pobladores, reconstruimos el horror que vivieron
durante los tres días de combates.
El mural que pintaron víctimas de la toma detrás del Comando de Policía. / Andrea
Quintero
Un mes antes del ataque a Mitú, los indígenas que habitan al otro lado del río les
comentaban a los colonos que la guerrilla se iba a tomar el pueblo. Ese era un
rumor persistente cada vez que venían a la plaza de mercado los sábados y
domingos. “Nunca les creímos”, comenta Milcíades Borrero, quien vive en la
cabecera de la pista del aeropuerto de Mitú. Desde ahí, escondido en un hueco al
que llamó trinchera, se refugió los tres días que duró el enfrentamiento entre la
guerrilla de las Farc y la Policía. Fue un ataque cruento, que dejó cientos de
muertos, entre soldados, civiles y guerrilleros, sin una cifra oficial, hasta ahora.
Lo que se sabe es que ese 1º de noviembre de 1998, 41 policías murieron y 61
fueron secuestrados.
Primer ataque
Cuatro días antes de la toma ya Milcíades estaba esperando meterse al hueco
cuando sonaran las balas de la guerrilla. Los indígenas se lo decían y él fue
hasta donde el obispo para que llamara a la Nunciatura en Bogotá. “Me dijo: sí
hombre, el coronel lo sabe, lo que pasa es que no nos hemos podido comunicar
con nadie en Bogotá. Yo le sugería llamar a la Nunciatura. Parece que él logró
entender el mensaje, pero no hubo ninguna conexión efectiva”, comenta Borrero,
considerado a sus 80 años el historiador de Mitú.
El 31 de octubre hubo fiesta, por la celebración del Día del Niño, y, pasada la
medianoche el pueblo se fue a dormir. Víctor Manuel Gómez Chequemarca,
entonces presidente de la Asamblea Departamental, estaba en su casa, cerca del
hospital. “El ataque empezó muy débil y el primer aviso fueron unos disparos
muy delgados. Un minuto más tarde empezó la toma. Se empezaron a escuchar
ráfagas, gritos y un sonido estruendoso cuando lanzaron el primer cilindro al
comando de la Policía. En ese momento nos dimos cuenta de que las Farc se
habían entrado al pueblo y empezado el ataque tan anunciado, relata
Chequemarca, esta vez sentado en el parque de Mitú “respirando un nuevo aire”,
como dice él.
“Desde el hueco escuchábamos todo. Por aquí cerca pasaban los heridos.
Recuerdo que Romaña estaba muy bravo porque había un policía que, desde un
punto equis del comando, bala que disparaba era fija. ‘Cómo no van a bajar a
ese no sé cuántas...’, eran los gritos que se le escuchaban”.
Segundo ataque
A esa hora las Farc ya superaban en número de hombres a la Fuerza Pública.
“Eran cerca de 116 policías versus más de 2.000 guerrilleros”, recuerda
Chequemarca y también relata las horas que estuvo escondido en un estanque
para que la insurgencia no lo encontrara. “Encontrábamos guerrilla por todas
partes. Mirábamos a los guerrilleros corriendo, cargando cilindros y
avanzando con fusiles hacia el comando de la Policía, que era el objetivo final.
Y así siguió toda la noche hasta que diezmaron a la Policía y secuestraron a los
bachilleres que prestaban servicio a esa institución”.
Antes de que el Ejército retomara la población pasaron dos días con sus noches
en los que la Fuerza Aérea estuvo repeliendo el ataque desde el aire, dice
Chequemarca. La Fuerza Aérea lanzó bombas para contrarrestar a la guerrilla,
pues un grupo de soldados que desembarcó cerca del pueblo fue atacado por las
Farc y en el enfrentamiento murieron muchos combatientes de ambos bandos.
“Hubo una persecución por parte de la guerrilla en los desembarcos de refuerzos
de Ejército y Policía, y en esa confrontación hubo muchas bajas de parte y parte”,
explica Jaime Alberto Parra, conocido en la guerra como Mauricio Jaramillo,
miembro del Estado Mayor del bloque Oriental, actualmente encargado de buscar
a desaparecidos en el marco del Acuerdo de Paz.
El apoyo llegó al tercer día desde una pista aérea en Bocas del Querarí, que está
en un punto fronterizo entre Colombia y Brasil. “Esa es una pista muy amplia y
pavimentada. Desde allí se prestó el apoyo. Los aviones de la Fuerza Aérea
Colombiana aterrizaban allá, recargaban combustible y se venían a descargar a la
tropa que iba a retomar la población de Mitú”, comenta el exdiputado
Chequemarca.
A seis kilómetros del pueblo fue descargada la tropa y ahí empezó otra guerra
cruel. A medida que avanzaban caminando, el avión fantasma se enfrentaba con
los guerrilleros que huían del casco urbano de Mitú. Al tercer día, cuando el
Ejército se enfrentó nuevamente con la guerrilla para retomar definitivamente el
pueblo, hacia las 8 a.m. pudieron entrar las Fuerzas Militares. “Hubo una
confusión. La gente pensó que era la guerrilla que había vuelto, pero cuando nos
dimos cuenta de que era el Ejército, el pueblo empezó a salir de sus casas”,
rememora.
La resistencia de Mitú
“Al tercer día pudimos mirar lo que había pasado”, cuenta el historiador Milcíades
Borrero. Algunos pudieron recoger a sus muertos, otros solo salieron a ver
cómo se llevaban en volquetas a los guerrilleros que quedaron por las calles,
la carretera y los caminos de herradura. La guerra cruenta había acabado con casi
todo el pueblo en solo 72 horas, pero el miedo continuaría, dice Borrero.
Aunque el Ejército retomó el control de Mitú, durante los meses siguientes los
ataques continuaron desde la margen derecha del río Vaupés, en donde se
asientan varias comunidades indígenas.
La capital del Vaupés, cuya única economía hoy es el pan coger, la pesca
artesanal y algo de turismo, tiene una deuda principal con las 27 etnias que
habitan estas tierras. Según información de la Unidad Nacional de Víctimas, entre
1996 y septiembre de 2018, más de 11.000 personas (en su mayoría indígenas)
fueron desplazadas desde sus lugares de origen a otros más cercanos a la
capital. A Mitú arribaron 4.800 desterrados por la violencia en dicho período.
Los desarraigó la confrontación entre la Fuerza Pública y el entonces frente 1°
Armando Ríos de las Farc, que tuvo en su poder durante casi una década a los
secuestrados que fueron liberados en la Operación Jaque.
Las únicas que hicieron caso ante las advertencias de los indígenas, de que la
guerrilla se iba a tomar el pueblo, fueron las garzas que le avisaban a Milcíades,
como sus campaneras, cuando aparecía los miembros de las Farc en los
alrededores del pueblo. “Cataban buuu, buu, buu, buu, buu...”, rememora
Milcíades y agrega que luego de escucharlas se metía al hueco hasta que dejaran
de cantar.
Testimonios
Ese 1 de noviembre de 1998, cuando se escuchó el estruendo de las granadas y
de los cilindros bomba, la gente dimensionó lo que se avecinaba. “Ese día
buscamos comunicarnos con cualquier unidad que nos estuviera copiando, para
informar lo que estaba pasando -contó Lasso-. Nos defendimos hasta que nos
vimos copados. El sargento Espinosa, que estaba en la garita, desde donde logró
muchas bajas de los guerrilleros, murió en ese ataque. Él nos defendió hasta las
3:30 pm. No recuerdo cuántas horas nos defendimos”.
Según el Observatorio de Memoria y Conflicto, del Centro Nacional de Memoria
Histórica, entre 1958 y septiembre de este año se presentaron en el país 488
ataques a poblaciones civiles y un total de 1.088 personas murieron en esos
ataques.
En clase revisamos el caso. Las respuestas a estas preguntas, enviarlas por favor
al correo martha.cepeda4788@policia.edu.co
Muchas gracias.