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Mitú, 20 años después de la toma de las Farc

Tomado del: El Espectador 29 Oct 2018

Por medio del relato de los pobladores, reconstruimos el horror que vivieron
durante los tres días de combates.

El mural que pintaron víctimas de la toma detrás del Comando de Policía. / Andrea
Quintero

Un mes antes del ataque a Mitú, los indígenas que habitan al otro lado del río les
comentaban a los colonos que la guerrilla se iba a tomar el pueblo. Ese era un
rumor persistente cada vez que venían a la plaza de mercado los sábados y
domingos. “Nunca les creímos”, comenta Milcíades Borrero, quien vive en la
cabecera de la pista del aeropuerto de Mitú. Desde ahí, escondido en un hueco al
que llamó trinchera, se refugió los tres días que duró el enfrentamiento entre la
guerrilla de las Farc y la Policía. Fue un ataque cruento, que dejó cientos de
muertos, entre soldados, civiles y guerrilleros, sin una cifra oficial, hasta ahora.
Lo que se sabe es que ese 1º de noviembre de 1998, 41 policías murieron y 61
fueron secuestrados.

En cuanto a civiles, se habla de ocho muertos, entre ellos el diputado conservador


Félix Santos Calderón, asesinado durante la incursión guerrillera. En la retoma,
cientos de guerrilleros también cayeron, cuando los helicópteros y aviones de la
Fuerza Aérea Colombiana llegaron desde una pista del Brasil para recuperar el
control de esta capital. No se sabe cuántos, pero los pobladores comentan que
fueron llevados en volquetas a una fosa común que habría en Puerto Vaupés.
Tampoco se sabe nada de los restos del intendente Luis Hernando Peña Bonilla,
quien murió en cautiverio junto al capitán Julián Ernesto Guevara. Este último ya
fue sepultado por sus familiares.

Primer ataque
Cuatro días antes de la toma ya Milcíades estaba esperando meterse al hueco
cuando sonaran las balas de la guerrilla. Los indígenas se lo decían y él fue
hasta donde el obispo para que llamara a la Nunciatura en Bogotá. “Me dijo: sí
hombre, el coronel lo sabe, lo que pasa es que no nos hemos podido comunicar
con nadie en Bogotá. Yo le sugería llamar a la Nunciatura. Parece que él logró
entender el mensaje, pero no hubo ninguna conexión efectiva”, comenta Borrero,
considerado a sus 80 años el historiador de Mitú.

El 31 de octubre hubo fiesta, por la celebración del Día del Niño, y, pasada la
medianoche el pueblo se fue a dormir. Víctor Manuel Gómez Chequemarca,
entonces presidente de la Asamblea Departamental, estaba en su casa, cerca del
hospital. “El ataque empezó muy débil y el primer aviso fueron unos disparos
muy delgados. Un minuto más tarde empezó la toma. Se empezaron a escuchar
ráfagas, gritos y un sonido estruendoso cuando lanzaron el primer cilindro al
comando de la Policía. En ese momento nos dimos cuenta de que las Farc se
habían entrado al pueblo y empezado el ataque tan anunciado, relata
Chequemarca, esta vez sentado en el parque de Mitú “respirando un nuevo aire”,
como dice él.

El ataque se recrudeció a medida que fueron pasando las horas de ese 1º de


noviembre. Fueron cerca de 1.500 guerrilleros los que participaron en la toma,
atacando al comando de la Policía del Vaupés, que entonces tenía 116
uniformados al mando del coronel Luis Herlindo Mendieta, quien ascendió al grado
de general estando en cautiverio.

A la nueve de la mañana de ese día, mientras Milcíades y su familia se refugiaban


en un hueco de la casa, cerca de la pista aérea, al frente, en un árbol, se instaló
el entonces jefe guerrillero Romaña, cuyo nombre de pila es Henry Castellanos.
“Con un radio de transmisión y unas muchachas que lo asesoraban para dar
órdenes”, cuenta Milcíades.

“Desde el hueco escuchábamos todo. Por aquí cerca pasaban los heridos.
Recuerdo que Romaña estaba muy bravo porque había un policía que, desde un
punto equis del comando, bala que disparaba era fija. ‘Cómo no van a bajar a
ese no sé cuántas...’, eran los gritos que se le escuchaban”.

A las 5 p.m.., cuando el enfrentamiento fue bajando de intensidad, en las calles de


Mitú, principalmente en el comando, habían caído una docena de cilindros bomba,
un arma no convencional que utilizó la insurgencia para atacar los puestos de
Policía de los pueblos. Por su parte, algunos pobladores se habían refugiado
en sus casas, debajo de las camas, para que los colchones recibieran la onda
explosiva que generaban los estallidos. Otros se refugiaron en la iglesia, que
quedaba cerca del comando, y otros en la Normal Superior, donde cocinaron en
minga para todos, durante los tres días que duró la toma.

Segundo ataque
A esa hora las Farc ya superaban en número de hombres a la Fuerza Pública.
“Eran cerca de 116 policías versus más de 2.000 guerrilleros”, recuerda
Chequemarca y también relata las horas que estuvo escondido en un estanque
para que la insurgencia no lo encontrara. “Encontrábamos guerrilla por todas
partes. Mirábamos a los guerrilleros corriendo, cargando cilindros y
avanzando con fusiles hacia el comando de la Policía, que era el objetivo final.
Y así siguió toda la noche hasta que diezmaron a la Policía y secuestraron a los
bachilleres que prestaban servicio a esa institución”.

Las instituciones departamentales, como el comando de la Policía, también


quedaron derruidas, además de casas de civiles, la Caja Agraria, Telecom,
almacenes del comercio y el hospital. Al final, murieron 43 policías, más de
ocho civiles y 61 uniformados (entre bachilleres y policías activos) fueron
privados de la libertad por la guerrilla. De ellos, 54 fueron liberados dos años
después en el marco del proceso de paz con el Gobierno de Andrés Pastrana, en
el llamado intercambio humanitario, que logró la liberación de 352 miembros de la
Fuerza Pública, a cambio de la libertad de 12 guerrilleros enfermos que estaban
presos.

Antes de que el Ejército retomara la población pasaron dos días con sus noches
en los que la Fuerza Aérea estuvo repeliendo el ataque desde el aire, dice
Chequemarca. La Fuerza Aérea lanzó bombas para contrarrestar a la guerrilla,
pues un grupo de soldados que desembarcó cerca del pueblo fue atacado por las
Farc y en el enfrentamiento murieron muchos combatientes de ambos bandos.
“Hubo una persecución por parte de la guerrilla en los desembarcos de refuerzos
de Ejército y Policía, y en esa confrontación hubo muchas bajas de parte y parte”,
explica Jaime Alberto Parra, conocido en la guerra como Mauricio Jaramillo,
miembro del Estado Mayor del bloque Oriental, actualmente encargado de buscar
a desaparecidos en el marco del Acuerdo de Paz.

El apoyo llegó al tercer día desde una pista aérea en Bocas del Querarí, que está
en un punto fronterizo entre Colombia y Brasil. “Esa es una pista muy amplia y
pavimentada. Desde allí se prestó el apoyo. Los aviones de la Fuerza Aérea
Colombiana aterrizaban allá, recargaban combustible y se venían a descargar a la
tropa que iba a retomar la población de Mitú”, comenta el exdiputado
Chequemarca.

A seis kilómetros del pueblo fue descargada la tropa y ahí empezó otra guerra
cruel. A medida que avanzaban caminando, el avión fantasma se enfrentaba con
los guerrilleros que huían del casco urbano de Mitú. Al tercer día, cuando el
Ejército se enfrentó nuevamente con la guerrilla para retomar definitivamente el
pueblo, hacia las 8 a.m. pudieron entrar las Fuerzas Militares. “Hubo una
confusión. La gente pensó que era la guerrilla que había vuelto, pero cuando nos
dimos cuenta de que era el Ejército, el pueblo empezó a salir de sus casas”,
rememora.

La de Mitú sería la última toma de estas proporciones que realizaría la guerrilla, en


lo que se conoció como la guerra de posiciones (contraria a la guerra de guerrillas,
que ataca en pequeños grupos, las Farc hicieron ataques movilizando a varios
cientos de unidades). A partir de ahí las Fuerzas Militares mostraron su poderío
aéreo y se empezó a cambiar la ecuación de la guerra.

La resistencia de Mitú
“Al tercer día pudimos mirar lo que había pasado”, cuenta el historiador Milcíades
Borrero. Algunos pudieron recoger a sus muertos, otros solo salieron a ver
cómo se llevaban en volquetas a los guerrilleros que quedaron por las calles,
la carretera y los caminos de herradura. La guerra cruenta había acabado con casi
todo el pueblo en solo 72 horas, pero el miedo continuaría, dice Borrero.
Aunque el Ejército retomó el control de Mitú, durante los meses siguientes los
ataques continuaron desde la margen derecha del río Vaupés, en donde se
asientan varias comunidades indígenas.

En cuanto a la institucionalidad, esta capital demoró casi medio año en


recuperarse. “Sumado a eso, pasó mucho tiempo para que volviéramos a confiar
entre nosotros mismos”, dice Borrero, aludiendo a que muchos conocidos
aparecieron con uniformes de guerrilleros el día tres de la toma. En el pueblo
dicen que quizás hacían parte de las milicias urbanas de las Farc.

“Hubo mucho desplazado y creo que un porcentaje importante de la


población se fue para el interior del país, para Villavicencio, para Bogotá, a
buscar otro ambiente en donde pudieran recuperarse”, cuenta Chequemarca,
quien se fue, pero regresó para ser vocero de la mesa departamental de víctimas.
A 20 años de los ataques, Mitú se resiste a perder su memoria.

En el parque principal, desde hace varios meses, se empezó a construir un


monumento de la Unidad Policial para la Edificación de la Paz (Unipep) y se
espera que sea inaugurado durante la visita presidencial. “Queremos contribuir a
que la memoria no se pierda, a que no olvidemos lo que pasó, pero más aún a que
nunca se repita”, comenta el coronel Fernando José Pantoja, jefe del área de
historia, memoria histórica y víctimas de la Unipep. “En este caso, después de vivir
la confrontación con la guerrilla de las Farc alrededor de 55 años, creo que para
este pueblo es suficiente lo que hemos vivido. No queremos más guerra, que la
paz que se firmó se siga implementando, ese es el mensaje, dijo Jesús María
Vásquez, el gobernador del Vaupés.

Pero Chequemarca insiste en que en algún momento deberán llegar a Mitú


los excomandantes de las Farc que lideraron la toma. “Aquí vinieron muchos
comandantes, entre ellos, el Mono Jojoy, Romaña, el Negro Acacio, muchos
estuvieron involucrados. Estamos esperando su acto para que podamos hablar de
reconciliación. Si eso no pasa, la herida de la población no cerrará”.
Mauricio Jaramillo o El Médico, exintegrante del secretariado de las Farc, dijo:
“Nosotros hemos estado haciendo actos de reparación, para hablar con la gente y
reconocer que en medio del conflicto se hicieron cosas que no debieron ocurrir. Y
eso lo vamos a seguir haciendo, como quedó pactado en el Acuerdo de Paz”.
Mitú también está a medias en cuanto a la reparación de las víctimas.
Chequemarca dice que la reparación individual de las víctimas no se ha dado y
que la colectiva apenas está en proceso.

La capital del Vaupés, cuya única economía hoy es el pan coger, la pesca
artesanal y algo de turismo, tiene una deuda principal con las 27 etnias que
habitan estas tierras. Según información de la Unidad Nacional de Víctimas, entre
1996 y septiembre de 2018, más de 11.000 personas (en su mayoría indígenas)
fueron desplazadas desde sus lugares de origen a otros más cercanos a la
capital. A Mitú arribaron 4.800 desterrados por la violencia en dicho período.
Los desarraigó la confrontación entre la Fuerza Pública y el entonces frente 1°
Armando Ríos de las Farc, que tuvo en su poder durante casi una década a los
secuestrados que fueron liberados en la Operación Jaque.

Finalmente, la toma de Mitú, dos décadas después, ha dejado cuatro condenas


en última instancia contra el Estado. Una de ellas del 27 de mayo de 2015, en
la que el Consejo de Estado condenó a la nación por la muerte de una civil
durante la incursión guerrillera. Según los demandantes, la guerrilla sacó por la
fuerza a varios civiles de sus casas y los asesinaron, entre los que se encontraba
la víctima, quien era la administradora de un restaurante. “Tanto la población del
municipio como el Departamento de Policía sabían de la inminencia del ataque
guerrillero y, por esta circunstancia, habían solicitado refuerzos a la dirección de la
Policía en Bogotá, sin embargo, estos nunca llegaron”, aseguraron las víctimas.

Las únicas que hicieron caso ante las advertencias de los indígenas, de que la
guerrilla se iba a tomar el pueblo, fueron las garzas que le avisaban a Milcíades,
como sus campaneras, cuando aparecía los miembros de las Farc en los
alrededores del pueblo. “Cataban buuu, buu, buu, buu, buu...”, rememora
Milcíades y agrega que luego de escucharlas se metía al hueco hasta que dejaran
de cantar.

Testimonios
Ese 1 de noviembre de 1998, cuando se escuchó el estruendo de las granadas y
de los cilindros bomba, la gente dimensionó lo que se avecinaba. “Ese día
buscamos comunicarnos con cualquier unidad que nos estuviera copiando, para
informar lo que estaba pasando -contó Lasso-. Nos defendimos hasta que nos
vimos copados. El sargento Espinosa, que estaba en la garita, desde donde logró
muchas bajas de los guerrilleros, murió en ese ataque. Él nos defendió hasta las
3:30 pm. No recuerdo cuántas horas nos defendimos”.
Según el Observatorio de Memoria y Conflicto, del Centro Nacional de Memoria
Histórica, entre 1958 y septiembre de este año se presentaron en el país 488
ataques a poblaciones civiles y un total de 1.088 personas murieron en esos
ataques.

“Mientras nos trasladaban le pasé el teléfono a un muchacho que conocía, era


familiar de uno de los bachilleres, y le pedí que le comunicara a mi mamá que yo
había salido vivo del primer ataque. No sabíamos qué nos esperaba”, dijo Lasso,
quien permaneció en cautiverio 13 años, cinco meses y un día. Él y José Libardo
Forero, quien estuvo secuestrado por las FARC 12 años, nueve meses y dos días,
son los policías que más tiempo permanecieron en cautiverio en la historia del
conflicto armado colombiano. Ambos se conocieron en la selva y, durante un
tiempo, permanecieron juntos, encadenados al cuello.

En 1998 las FARC fueron responsables de 44 tomas o ataques a poblaciones. El


Observatorio de Memoria y Conflicto concluyó que 1998 fue el año más crítico, en
60 años de guerra, en este tipo de ataques. En total se dieron 58 tomas de todas
las guerrillas, contando ELN y otras no identificadas.

Hoy César Lasso es voluntario en la Fundación Agapé por Colombia, donde


trabaja en temas de reconciliación con víctimas y victimarios del conflicto armado.
Él insiste en que, además de perdonar, el país no debe olvidar este y otros hechos
atroces que marcaron su historia. “Los jóvenes deben conocer lo que sucedió…
Debemos buscar que las transformaciones (del país) no se den de forma violenta,
si no dialogadas, buscando el bien común”.

Buenas tardes apreciados (as) Cadetes

Por favor analizar este caso desde la perspectiva institucional.

1. ¿Qué papel cumplió el Estado a través de las instituciones encargadas de


la seguridad en el país, en este caso?
2. Desde su opinión personal porque motivo no se indago o se investigó sobre
lo que los pobladores comentaban con anterioridad, a la toma guerrillera.

En clase revisamos el caso. Las respuestas a estas preguntas, enviarlas por favor
al correo martha.cepeda4788@policia.edu.co

Documental. No hubo tiempo para la tristeza. Autor: Centro Nacional de Memoria


Histórica, Basado en el Informe ¡Basta ya! Colombia, 2012.

Link de acceso: https://www.youtube.com/watch?v=das2Pipwp2w

Muchas gracias.

Martha Luz Cepeda Sanabria


Docente electiva Construcción de Paz

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