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Universidad Nacional de La Plata

Instituto de Relaciones Internacionales

IX Congreso de Relaciones Internacionales

La Plata, 14, 15 y 16 de noviembre de 2018

Eje temático: La Seguridad Internacional

Segregación urbana, yihadismo y turismo oscuro. El barrio de Molenbeek-Saint Jean


(Bruselas, Bélgica), entre el estigma y la curiosidad.

Héctor Dupuy, Pim Scheerder, Nicolás Trivi

Resumen

La problemática del yihadismo es uno de los principales tópicos de la agenda política y de


seguridad de la Unión Europea, que repercute directamente en las condiciones de vida y las
posibilidades de movilidad social de la población inmigrante proveniente de países islámicos. En el
trabajo, que surge de las actividades de la Cátedra Geografía de Europa y Rusia de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, se analiza el caso de Molenbeek-Sant Jean,
en la capital belga, distrito con alto porcentaje de población musulmana y migrante, que
históricamente ha sufrido de la segregación urbana, y que ahora se ha vuelto célebre por ser un
centro de reclutamiento de organizaciones yihadistas, que realizaron atentados terroristas como el
del Tetaro Bataclán en París. A tal punto que se ha convertido en objeto de consumo para
modalidades alternativas de turismo como el dark tourism. Apelando al análisis de fuentes primarias
y secundarias, se analiza su conversión en atractivo turístico en un contexto securitario, planteando
la idea de un “consumo de la otredad”.

Palabras clave: Molenbeek– segregación urbana– yihadismo – turismo oscuro – otredad

Introducción

La problemática del yihadismo es uno de los principales tópicos de la agenda política y de


seguridad de la Unión Europea, que repercute directamente en las condiciones de vida y las
posibilidades de movilidad social de la población inmigrante proveniente de países islámicos.
Asimismo, la ciudadanía europea, que ya se encontraba en una disyuntiva fuerte ante el aumento de
la presencia inmigrante y su instalación en barrios y asentamientos específicos y estables, se siente
abrumada e interpelada de una manera violenta, en el marco de una escalada ascendente de una
guerra que sentían ajena pero que los involucra directamente.
El presente trabajo, desarrollado en la Cátedra Geografía de Europa y Rusia de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, analiza el caso de Molenbeek-Sant Jean, en

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la capital belga, distrito con alto porcentaje de población musulmana y migrante, que históricamente
ha sufrido de la segregación urbana, y que ahora se ha vuelto célebre por ser un centro de
reclutamiento de organizaciones yihadistas. A tal punto que se ha convertido en objeto de consumo
para modalidades alternativas de turismo como el dark tourism.
El barrio de Molenbeek-Saint-Jean, generalmente conocido como Molenbeek (figura 1), se ha ido
convirtiendo en un barrio marginal, típicamente representado por las imágenes de calles llenas de
policía y supuestos yihadistas, caracterizándolo como un espacio al que no se puede ni de debe ir.
Molenbeek sufrió de esa fama negativa principalmente después de los atentados de París del 13 de
noviembre de 2015 en que murieron 130 civiles. El barrio fue vinculado al acto yihadista por el
hecho de que tres de los autores, Brahim Abdeslam, Salah Abdeslam y Abdelhamid Abaaoud,
vinieron de Molenbeek. Brahim Abdeslam se suicidó con explosivos durante los atentados,
Abaaoud falleció en un enfrentamiento con la policía francesa cinco días después de los atentados.
Salah Abdeslam no fue encontrado hasta varios meses después, lo que dio lugar a una de las
operaciones antiterroristas más extensas de Europa. A lo largo de la búsqueda a Abdeslam, los
medios de comunicación pintaron el barrio de Molenbeek como una zona muy peligrosa debido al
número elevado de yihadistas, utilizando términos como “la guarida del yihadismo en Europa”
(Carbajosa, 2016). Ese proceso de estigmatización continuó tras los atentados de Bruselas del 22 de
marzo de 2016 en que murieron 32 civiles.

Figura 1. Ubicación del barrio de Molenbeek. Fuente: El País, 16/11/2015.

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Debido a los vínculos entre Molenbeek y los dos atentados surgió miedo para entrar al barrio entre
distintos sectores de la población. Sin embargo, simultáneamente aumentó el interés de visitar
Molenbeek, entre otros motivos, precisamente para verificar la imagen difundida por los medios de
comunicación. En los últimos años se ha visto un crecimiento del número de turistas que visitan
Molenbeek, tanto para ver la casa de Salah Abdeslam, como en base a una fascinación por la
identidad completa del barrio. Se puede clasificar ese tipo de turismo como una forma de dark
tourism, una forma de turismo que está dirigido a actividades y lugares vinculados a la muerte u
otra característica oscura, ya que la visita proviene en primer lugar de una tendencia de entender
mejor el origen de los atentados. De esa forma el turismo en Molenbeek está vinculado al nivel más
profundo con la muerte.
No obstante, los turistas no solo pasan por la casa de Salah Abdeslam, sino también observan una
imagen más matizada de Molenbeek, lo que afecta la percepción de los visitantes hacia el barrio y
sus habitantes. De ahí que surge la pregunta de hasta qué medida el dark tourism ejerce influencia
sobre la deconstrucción del estigma de Molenbeek, creado por los medios de comunicación tras los
atentados. Primeramente, para poder analizar el efecto del dark tourism es necesario esbozar
brevemente el trasfondo histórico, geográfico y demográfico, vinculándolo con la situación actual.
Asimismo, se describe el proceso de estigmatización de Molenbeek justo después de los dos
atentados. Finalmente, se utiliza la técnica de observación participante durante la experiencia de una
visita guiada por el barrio de Molenbeek, realizada en septiembre de 2018, para que comprobar y
matizar los posibles efectos del dark tourism.

Yihadismo, migraciones y realidad urbana europea

La problemática migratoria no es nueva para la población europea. Las comunidades que han dado
origen a los actuales Estados-nación son emergentes de complejos mestizajes entre unas
poblaciones asentadas en un territorio y otras llegadas como invasoras, perseguidas o simplemente
pasajeras. En plena modernidad los movimientos poblacionales implicaron no sólo inmensos
procesos de expulsión de población sino también importantes arribos provenientes de las más
lejanas regiones del planeta, destacándose las que llegaban de sus propios territorios coloniales.
Esto sin contar los grandes movimientos de población internos entre las diversas regiones que
constituyen el propio espacio europeo.
El temor y las angustias que estas migraciones producen están vinculados a abandonar el suelo
querido así como a la preocupación de sufrir el asentamiento de nuevas poblaciones en el propio
país. En tal sentido, podríamos afirmar que el sentimiento de pertenencia desarrollado en una
comunidad está fuertemente relacionado con el temor a ser invadido o desplazado por la llegada de
individuos perteneciente a otra u otras comunidades, más o menos lejanas a su territorio.

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El desarrollo de la realidad urbana moderna en Europa ha vinculado este fenómeno de permanente
movilidad con una cada vez mayor cercanía entre las comunidades migrantes y las poblaciones
locales, muchas de ellas asentadas sólo desde unas pocas generaciones con anterioridad. La
respuesta a este fenómeno fue la de intentar concentrar los asentamientos en áreas específicas que
permitieran la mayor visualización y control posibles. Las ciudades europeas resultantes son un
complejo sistema de barrios que concentran en mayor o menor medida poblaciones con ciertos
rasgos de homogeneidad, a la par de áreas más heterogéneas propias de la comunidad antecedente.
Esta conformación de áreas segregadas puede a su vez ser más o menos homogéneas según la
cantidad y variedad de comunidades migrantes arribadas (Desse, 2000).
De esta manera, la diversidad cultural y étnica propia de las ciudades europeas, atravesadas por
flujos migratorios constantes y de larga data, se articula espacialmente a través de la segregación
urbana, cristalizándose en barrios específicos que se asociación a una determinada pertenencia y
origen. Los miembros de estas comunidades, en un marco de precariedad jurídica y económica, se
debaten entre el esfuerzo por ser aceptados y reconocidos como pares por los “europeos”; la
resistencia por aceptar las formas de vida de sus antiguos conquistadores y opresores; y la
manifestación de su condición de diferente, rechazada y estigmatizada por numerosos miembros de
la comunidad antecedente.
Se debe destacar asimismo que la presencia de estos barrios segregados no implica que las
miembros de comunidades migrantes de antigua data, y que hayan logrado un ascenso social
determinado no puedan integrarse a la comunidad heterogénea antecedente, los “europeos” ya
consolidados por permanencia desde muchas generaciones, con cierta facilidad según el esfuerzo de
asimilación realizado y la mejora económica alcanzada. Sin embargo se ha comprobado que
algunos de los miembros identificados en los atentados propios de las prácticas yihadistas
pertenecen a estos sectores más o menos integrados a la población europea, demostrando un
descontento latente proporcional al temor y la desconfianza que subsiste en amplios sectores de la
comunidad local.
Es evidente que la guerra que los combatientes yihadistas, hoy vinculados o referenciados
mayoritariamente al denominado Estado Islámico –ISIS por su denominación inglesa Islamic State
of Iraq and Syria- están desarrollando en territorio europeo, se apoya en miembros de estas
comunidades. Sin embargo, estos combatientes de una guerra declarada, primero por la red Al-
Qaeda y hoy, en mayor medida, por el ISIS, no se vinculan claramente a estructuras organizadas y
compartimentadas de esas organizaciones. Son más bien del tipo que se ha denominado “lobos
solitarios”, es decir, guerreros preparados en mayor o menor medida, algunos en períodos en algún
centro del Oriente Próximo, otros reclutados más rápidamente en el territorio europeo. No se ha
comprobado que las comunidades a las que pertenecen estos combatientes participen de sus

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actividades. De todas maneras, las investigaciones y actos represivos por parte de las fuerzas de
seguridad los alcanzan en forma directa y afecta sus formas de vida permanentemente, consolidando
un escenario donde queda claro que la respuesta más fácil por parte del Estado ante estas
porblemáticas es la securitaria (Dupuy et al., 2017).
Por su parte, a partir del inicio de los atentados en los Estados Unidos (11S) y de manera creciente
desde los de Madrid del 11 de marzo de 2004, la población “europea” tradicional ha ido
aumentando su nivel de temor por el accionar yihadista. De esta manera, apoyada en el accionar de
los medios de comunicación masiva y las redes sociales y, en especial, a partir de los atentados de
París, comienza a asumirse en un “estado de guerra” dentro de su propio territorio. Aún así, la
sensación generalizada se debate entre el miedo y el odio hacia estas comunidades; el
mantenimiento de afecto humanitario hacia esos sectores desposeídos; y el hecho de sentirse
“traicionados” por personas a las que se ha dado albergue.
Se genera así una retroalimentación entre diferencia cultural, étnica y religiosa; desigualdad
económica y social; y lucha entre el control político ejercido por el Estado a través de sus
organismos de seguridad, y formas de resistencia con un grado de radicalidad variable. El problema
de la llamada “integración” de los inmigrantes, que no pudo ser resuelto por el multiculturalismo
neoliberal de la post-guerra fría, en un contexto de crisis económica prolongada, flexibilización y
precarización laborales, y desarticulación del Estado de Bienestar, constituye el caldo de cultivo
necesario para que surjan “soluciones drásticas” de corte xenófobo en el panorama electoral.

El dark tourism en el marco del turismo de nichos

Introducir el turismo como elemento en el análisis de una problemática tan compleja como la del
yihadismo puede resultar insólito a simple vista. ¿Qué relación puede haber entre un fenómeno
político radicalizado, con múltiples aristas ideológicas, sociales, económicas; con una actividad
económica volcada a orientar el uso del tiempo libre en el marco del capitalismo? Pues bien, vale la
pena trazar una relación, que se expresa claramente en el caso analizado aquí, repasando algunos
aportes teóricos críticos sobre el turismo que pueden echar luz sobre esta cuestión. Esto implica
llevar adelante una ruptura con las concepciones tradicionales alrededor del turismo, atravesadas
por altas dosis de economicismo, positivismo, y miradas tautológicas.
En primer lugar, debe decirse el turismo debe entenderse como una práctica social y cultural que, en
el marco de las relaciones de producción capitalistas, opera como un sector de actividad económica
destinado a dirigir el tiempo de ocio de la fuerza de trabajo hacia el consumo de mercancías. El
turismo ha sido también una válvula de escape del conflicto social, y uno de los pilares de la
conformación del Estado de Bienestar durante el siglo XX, significando en ese momento un
derecho conquistado por las masas trabajadoras. Hay que recordar que, en gran medida, la lucha de

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clases es una lucha no sólo por la apropiación del excedente, sino una lucha por el tiempo de ocio,
por escapar de la alienación del trabajo para descansar (Sue, 1982).
En segundo lugar, es menester dejar en claro que el atractivo turístico, el fenómeno natural o el
hecho histórico que permite la generación de valor a partir de su consumo recreativo y/o estético, no
es un dato de la realidad dado de antemano, un mero hecho objetivo e inmutable en esencia. Por el
contrario, es el resultado de un proceso de valoración social y valorización económica, en el que se
conjugan elementos de carácter social y cultural, estrategias empresariales, políticas públicas de
incentivo al sector turístico, entre otros factores.
La herencia histórica y arquitectónica de una ciudad no es un atractivo hasta que no se da su
patrimonialización, y se generan las condiciones para que se exploten económicamente, como
sucedió con las ciudades de los países del bloque socialista durante la Guerra Fría. Y así como la
caída de un árbol en un bosque no produce sonido si no hay nadie que lo escuche, una determinada
combinación de elementos topográficos y de vegetación no son un paisaje digno de ser contemplado
hasta que no es socialmente aprehendido como tal, y no se aseguran los requisitos mínimos para que
pueda ser disfrutado por un consumidor promedio, ya sea con la delimitación de un sendero, o con
la construcción de una ruta con sus respectivos miradores.
Dentro de la historia del turismo, se caracterizan tres grandes etapas de la historia de la actividad.
Desde ya que no se trata variantes totalmente separadas, químicamente puras, sino de
caracterizaciones a grandes rasgos de lo que resulta predominante o más novedoso en cada
momento histórico. La primera se denomina turismo de élite, y correspondería al nacimiento de la
sociedad industrial occidental; en ella, la práctica turística sería un lujo exclusivo para las clases
dominantes. La segunda se denomina turismo de masas, o de sol y playa; y encontró su apogeo a
mediados del siglo XX, cuando el Estado de Bienestar incorporó las demandas del movimiento
obrero. Fue un momento de expansión del capitalismo a nivel internacional, en el que el turismo
jugó un papel clave en la recuperación de economías devastadas por la Segunda Guerra Mundial,
como lo fue el caso paradigmático de España. Las atracciones principales fueron los balnearios
marítimos masivos, principalmente en latitudes bajas, que recibieron enormes contingentes de
trabajadores, apelando en muchos casos a estructuras sindicales (Urry, 2004).
La tercera etapa es la del advenimiento del turismo de nichos, contemporáneo de la flexibilización
del esquema fordista que caracterizó a la avanzada neoliberal de fines del siglo XX. En este
esquema se abandona el consumo masivo de productos estandarizados, en favor de la elaboración
de productos turísticos específicos para públicos acotados. En palabras de Rodolfo Bertoncello
(2002:37-38), el turismo de nichos tiende a la generación de “modalidades (...) alternativas
orientadas a demandas puntuales y específicas (...), sumamente fragmentadas y heterogéneas en
términos de atractivos, prácticas y demandantes; y también muy fragmentada en términos

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territoriales”. Es el momento en el que surgen (y se consolidan como tales) variantes como el
turismo rural, el cultural, el gastronómico, el de aventura, entre otras posibilidades. Esta mutación
del mercado turístico es coherente con la tendencia hacia la fragmentación de las vacaciones en
períodos de descanso más cortos, que depende en gran medida de los avances en las infraestructuras
de transporte y comunicaciones.
El turismo es, entonces, una actividad que ha acompañado y reflejado las transformaciones del
capitalismo a lo largo de su historia. En este período histórico, tal como señala Daniel Hiernaux
(1998:13), “la globalización se desarrolla (…) a partir de ciertos imaginarios generados en el
turismo y éste, a su turno, responde a este proceso y se asimila cada vez más a los procesos
globales”. Este planteo se relaciona con la idea de Scott Lash y John Urry (1994) de que el turismo
es la industria paradigmática del capitalismo contemporáneo, dado que su lógica hedonista ha
colonizado progresivamente diferentes esferas de la vida social. Las consecuencias se plasman en la
dinámica que adquiere el propio espacio urbano, la cual articula una progresiva fragmentación con
la estetización de un número creciente de instancias de consumo y circulación.
Entre las variantes que componen el turismo de nichos ha surgido lo que se ha dado en llamar dark
tourism o “turismo oscuro”. Dicho término se refiere a la construcción y consumo turístico de atrac-
tivos relacionados a la muerte, lo macabro o algún suceso trágico. El ejemplo más claro es el de la
museificación del campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, en Polonia. Pero también
se puede aplicar al consumo recreativo de cementerios famosos como Père Lachaise en París, o el
de la Recoleta en Buenos Aires. Maximiliano Korstanje (2014:25) arriesga la hipótesis de que el
dark tourism “es un intento moderno para anular y revertir la función social que históricamente ha
tenido la muerte en la vida cotidiana. La vulnerabilidad del hombre ante su muerte es transformada
con el fin de crear un sentimiento de superioridad sobre quienes mueren en la realidad”.
Con esta última idea se abre la puerta para introducir otro elemento en el análisis del turismo con-
temporáneo, que puede articular el dark tourism con otros fenómenos como la turistificación de las
favelas cariocas o el efímero “turismo piquetero”, surgido en Argentina luego de la crisis social y
económica de 2001-2002. Nos referimos a la dimensión colonial de la práctica turística, que atravie-
sa la conformación de destinos en países periféricos y subdesarrollados. En ellos, es clave el peso
del exotismo y el orientalismo en los imaginarios turísticos que moldean los atractivos a ser consu-
midos por los visitantes. En un primer momento se establece una relación de colonialidad entre el
visitante y el visitado, que conduce a la folclorización de la cultura local, y en algunos casos a su re-
creación espectacularizada, como lo retrata Claudio Minca (2006) en su trabajo sobre la plaza de
Yamaa el Fna en Marrakech, que se convirtió en un símbolo de “lo marroquí” luego de ser delimita-
da exprofeso por el Protectorado francés para definir la esencia de la cultura local.

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Lo más novedoso, en relación con el caso que nos ocupa en este trabajo, es que ahora el atractivo
turístico puede ser la propia condición de marginación del “nativo”, como sucede con la creciente
modalidad de voluntariados pagos para hacer caridad en distintos países subdesarrollados. La dife-
rencia sociocultural y la pobreza pueden por lo tanto ser consumidas no sólo en sus versiones pas-
teurizadas, sino en toda su radicalidad, incluso política, como espectáculo de una otredad total de la
que el visitante está a resguardo en tanto no se mueve de su rol de consumidor. ¿Cuál puede ser el
resguardo para evitar esta tendencia hacia el exotismo disfrazado de curiosidad? Una posible res-
puesta es la organización comunitaria, que tome al turismo como una práctica social con un sentido
político, y cuestione su carácter mercantilizador de la diversidad cultural.

Molenbeek, del barrio obrero a la “capital yihadista de Europa”

La historia moderna de Molenbeek comenzó en 1832 por el florecimiento de la industria de


Bruselas, debido a la construcción del canal de Charleroi, lo que posibilitó transportar carbón de
forma barata. Molenbeek se convirtió de un pueblo pequeño en uno de los lugares más poblados de
Bélgica, caracterizado por una diversidad de manufacturas que producían principalmente para los
ciudadanos de Bruselas. Después de la segunda guerra mundial, tuvo lugar un avance
socioeconómico a nivel nacional, basado en la producción en masa, que permitió a los trabajadores
mejorar su situación económica. De esa manera, surgió la posibilidad para esos sectores de
trasladarse hacia las afueras de la ciudad y viajar diariamente al trabajo, ya que un coche era cada
vez más asequible. De ahí que, en esas décadas la clase trabajadora abandonó Molenbeek, lo cual
fue aprovechado por los nuevos grupos de inmigrantes, debido a la reducción de los alquileres.
Ese proceso de suburbanización por la clase ascendida en la escala socioeconómica y la llegada de
nuevos grupos de inmigrantes a Molenbeek se repite varias veces a lo largo de los años. Hoy en día,
ese mecanismo de ascenso social, articulado espacialmente en la trama urbana, se encuentra
obturado, especialmente para las colectividades de inmigrantes más recientes, entre otros motivos
por la propia dinámica del capitalismo posfordista y la orientación neoliberal de la política de la
Unión Europea. Wacquant (2001:69) destaca, en cuanto a la pobreza europea de las últimas
décadas, que “hoy [la pobreza] parece ser cada vez de más largo plazo si no permanente […] y
establecida en barrios relegados de mala fama en los que el aislamiento y la alienación social se
alimentan uno al otro”.
Actualmente, la composición demográfica del barrio consiste en una mezcla de personas con
distintos orígenes, de la que los habitantes con antecedentes del Magreb forman, desde los años
noventa, el mayor grupo étnico. Eso se ve reflejado por los datos sobre la religión, ya que más del
40 por ciento de la población de Molenbeek es musulmán. Con casi cien mil habitantes en 2015, y
más de 16.000 personas por kilómetro cuadrado se puede argumentar que Molenbeek tiene una alta

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densidad demográfica. En cuanto a la situación socioeconómica, Molenbeek se encuentra en una
situación precaria en comparación con otros barrios de Bruselas, lo que se nota entre otras cosas en
la alta tasa de desocupación, a saber de más de un 27 por ciento (Vlaamse
Gemeenschapscommissie, 2015).
Al lado de las cifras demográficas y socioeconómicas, es necesario discutir brevemente la
arquitectura, que se caracteriza en la parte vieja del barrio por casas pequeñas que han sido
construidas antes de la Segunda Guerra Mundial y en otras partes de Molenbeek por los grandes
edificios de apartamentos y conjuntos habitacionales. Un alto número de viviendas se encuentran en
malas condiciones: por ejemplo, en la parte vieja el tamaño medio de una vivienda es solo 64
metros cuadrado, y en un 15 por ciento de las casas falta baño o agua corriente. La situación en el
barrio, descrita anteriormente, puede haber contribuido al crecimiento de ideologías yihadistas en
los últimos años. Como afirman Williams et al. (2016), en su artículo sobre el yihadismo en
Molenbeek y Schaarbeek (otro barrio de Bruselas), los jóvenes se sienten atraídos por esa ideología
a consecuencia de “la alta tasa de desempleo, las disparidades educativas, el involucramiento en el
sistema penitenciario y el aislamiento del resto de la sociedad belga”1.
Esa breve explicación para el número elevado de yihadistas coincide, particularmente en cuanto al
aislamiento del resto de la sociedad, con la teoría de Wacquant (2001) sobre la nueva marginalidad
europea, que concluye que los habitantes de barrios marginales sufren un estigma, basado en el
prejuicio contra la pobreza y los inmigrantes. La alienación del resto de la sociedad belga y la
situación socioeconómica precaria puede causar que los jóvenes se sientan rechazados, y de esa
forma sean más sensibles a ideología extremas. Desde el momento de enrollarse en el yihadismo, el
proceso de radicalización pasa rápidamente, repentinamente rompen con su entorno y se dedican
totalmente a un reclutador o se dirigen al yihadismo por el internet. Stefan Hertmans, escritor belga,
dijo sobre la dificultad de abordar la radicalización en Bélgica que “el problema es que la
radicalización tiene lugar de forma clandestina y rapidísima, y la integración de forma pública y
lenta”2 (2016). En resumen, es en buena medida la condición de segregación urbana y la
estigmatización que ésta trae aparejada, la que explica la radicalización de la resistencia a una
integración inacabada.
Como se dijo anteriormente, gran parte del mundo solamente conoció al barrio, y su situación en
cuanto al yihadismo, a través de los atentados de París del 13 de noviembre de 2015. Algunos
terroristas se suicidaron con explosivos y hubo varios tiroteos por la ciudad. El primer ataque tuvo
lugar cerca del estadio de Saint-Denis, donde hubo una partida amistosa entre Francia y Alemania,
que también fue visitado por el entonces presidente francés, François Hollande. Además, hubo
tiroteos en varias terrazas y bares por el centro de París. Finalmente, al menos cuatro terroristas
1 Traducción propia del original en inglés.
2 Traducción propia del original en neerlandés.

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entraron en el teatro Bataclán y les dispararon durante diez a quince minutos a los espectadores de
un concierto de rock, matando a noventa personas, y luego secuestraron a 120 rehenes por dos
horas. Las repercusiones de los atentados fueron sensibles incluso en Bruselas, donde se cerraron
las escuelas por dos días, cancelaron eventos culturales y el sistema del metro fue alterado.
En Molenbeek fueron visibles las repercusiones a través de la multitud de periodistas que vino a
hacer reportajes del barrio, entrevistándoles a los habitantes en cuanto a sus visiones del supuesto
presente yihadismo. Hans Vandecandelaere (2017) declara en su estudio sobre el barrio que,
dejando aparte algunas agencias de prensa, las noticias estaban basadas en conclusiones
monocausales y evoluciones lineales, así que faltaban análisis profundos del surgimiento del
yihadismo en el barrio y la seguridad en aquel momento. De ahí que el estigma de “la capital
yihadista de Europa” cayó rápidamente sobre Molenbeek. Los atentados de París no solo influyeron
la percepción del resto de la sociedad hacia los habitantes de Molenbeek, sino también entre los
mismos habitantes del barrio. La noticia que habitantes de su barrio habían planificado los atentados
desde allí mismo, sin que los vecinos lo notaran, causó que ciertos ciudadanos se aproximaran con
desconfianza. Además, los jóvenes del barrio tuvieron miedo de que sufrieran la influencia del
crecimiento del estigma, por ejemplo, al solicitar un empleo.
El segundo momento importante en la evolución del estigma de Molenbeek son los atentados de
Bruselas del 22 marzo de 2016. Los atentados consistieron en dos partes, primero atacantes suicidas
produjeron dos explosiones en la sala de salidas de la terminal del aeropuerto de Bruselas, y una
hora más tarde un hombre se suicidó con explosivos en un vagón del metro en la estación de
Maalbeek, cerca del parlamento europeo. Aunque esta vez los atentados tuvieron lugar en Bruselas
y de nuevo hubo varios autores que crecieron en Molenbeek, las consecuencias en cuanto a la
estigmatización del barrio no fueron tan impactantes como después de los atentados de París. Las
noticias esbozaron una historia más completa esa vez, difundiendo que el yihadismo europeo
funcionó internacionalmente, tomando en cuenta los escondrijos y las detenciones de los autores en
otros países europeos antes de los atentados de Bruselas. De esa forma, el estigma creado tras los
atentados de París no aumentó significativamente, pero tampoco se revirtió totalmente.

Molenbeek y el consumo de la otredad

Una posible manera de romper con el estigma establecido a lo largo de los últimos años es a través
del creciente interés de las personas ajenas que visitan el barrio, en verificar la imagen esbozada por
las redes sociales y los medios concentrados de comunicación. Se puede considerar esa forma de
turismo dark tourism, ya que el motivo de visitar Molenbeek se base en la idea de “la capital
yihadista de Europa”. Las organizaciones de visitas guiadas en Molenbeek han visto crecer
significantemente el número de participantes desde los atentados en París (figura 2). La

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organización Brukselbinnenstebuiten, por ejemplo, declaró que en 2014 participaron 203 personas,
mientras que en el año 2016 hubo 1602 personas que hicieron una visita guiada con ellos 3. La
organización intenta mostrar la otra identidad de Molenbeek, enfocando en los vínculos estrechos
entre los vecinos y la animación del barrio. Britta Timm Knudsen declara que “basando en las
teorías de lo performativo dentro de los estudios de turismo, se debe considerar el cuerpo como un
medio por lo que podemos expandir nuestro conocimiento del mundo e iniciar transformaciones”
(2011: 59). Tomando en consideración esta propuesta, se puede argumentar que los participantes
pueden contribuir al cambio de la imagen de Molenbeek por medio de transmitir su propia
experiencia, en el caso de que la visita haya transformado drásticamente su opinión del barrio de
forma positiva.

Figura 2. Visita guiada en el barrio de Molenbeek. Fuente: La Nación, 24/8/2016.

En la visita guiada de la que se participó, se paseó por la parte vieja de Molenbeek, que es la parte
más conocida y la más interesante, en términos tradicionales, siendo el centro del barrio. Por lo que
se pudo saber en la visita, en los tours ofrecidos generalmente se circula por el barrio para observar
los salones de té, las tiendas típicas, como las pescaderías marroquíes, las plazas y la Casa de
Culturas y de Conexión Social, una iniciativa social que estimula a los niños del barrio de
desarrollarse creativamente, entre otros métodos, por ofrecer distintos cursos de música y arte.
Asimismo, los guías tienden a tratar el terrorismo, pasando por la antigua tienda de los padres de
3 Datos obtenidos del sitio oficial de la organización: http://www.brukselbinnenstebuiten.be.

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Salah Abdeslam y la casa donde vivía la familia Abdeslam. El objetivo de la mayoría de las visitas
guiadas es ofrecer una imagen equilibrada, tomando en cuenta tanto la historia del terrorismo
provenido del barrio, como los aspectos positivos de Molenbeek.
Durante la primera parte de la visita guiada, se notó que los participantes no saben cómo
comportirse, circulando de forma estresada y mirando continuamente a su alrededor. A lo largo de
la visita cambia la conducta de los participantes, sobre todo la presencia de niños parece tener
influencia, ya que generalmente transmiten una sensación tranquilizante por su inocencia. De esa
manera, la Casa de Culturas y de Conexión Social es un punto clave en la transición del
comportamiento, por el hecho de que hay un número significante de niños allí e incluso están
siguiendo cursos creativos, lo que aún fortalece la sensación apacible.
En resumidas cuentas, la circulación de los participantes a lo largo de la visita es llamativa en
cuanto al hecho de que al inicio se circula con mayor tensión que al final. Asimismo, se puede
relacionar su conducta con la idea del consumo de la otredad. Observando el comportamiento de los
participantes, se podría notar elementos de esa forma de turismo, ya que la manera que miran a los
habitantes y las distintas tiendas y casas parece a descubrir otra sociedad. Al revés, la mayoría de
los habitantes de Molenbeek que cruzan la visita guiada por la calle evita el grupo o lo mira al
grupo de forma desconfiada, lo que refleja la diferencia entre los turistas y los habitantes, y de esa
forma la idea del consumo de la otredad es fortalecido.
Tomando en cuenta el cambio en comportamiento que muestran los participantes de la visita guiada
por Molenbeek, se puede argumentar que el dark tourism tiene un efecto positivo en cuanto a la
transformación del estigma, ya que los participantes indican que al pasar más tiempo en el barrio se
sienten más tranquilos, olvidando el peligro esbozado por los medios de comunicación. No
obstante, para tener un efecto significativo sobre la transformación del mismo, la visita debe
cambiar la imagen estigmatizada rigurosamente, para que no solo los participantes tengan una
nueva perspectiva de Molenbeek, sino que también la compartan con su entorno. De esa manera, el
dark tourism habría atraído a gente que tuviera un interés en el barrio por el estigma establecido, y
terminaría por cambiar ese estigma al dejarles transmitir otro mensaje sobre el barrio.
Sin embargo, se puede argumentar que la visita guiada no tiene tal efecto, porque generalmente está
demasiado dirigida al consumo de la otredad, lo que se nota a través de que siguen observando a los
habitantes y los elementos del barrio como parte de otra sociedad, o de otra comunidad ajena a su
cultura y su realidad. De ahí que, se puede señalar que la ventaja del dark tourism en el proceso de
combatir el estigma de Molenbeek no es tan significativa, ya que la distancia entre los turistas y los
habitantes sigue siendo irreconciliable, por lo que la difusión de una nueva imagen del barrio
difícilmente se consolide.

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Conclusiones

Como el dark tourism no puede transformar drásticamente la imagen del barrio, surge la pregunta si
otras formas de turismo sí pueden tener ese efecto. Comparándolas brevemente con el dark tourism,
se podría argumentar que el estigma podría disminuir por medio del turismo que se dirige a las
actividades culturales y el alojamiento, por el hecho de que llegue un número no desdeñable de
turistas al barrio, sin que el enfoque esté en el consumo de la otredad. Actualmente solo se
encuentran esas formas de turismo en el muelle del canal de Charleroi, cerca del centro de Bruselas,
donde se abrió un hotel y un museo de arte moderno en una antigua cervecería.
Sin embargo, si esas formas de turismo se van extendiendo hacia el centro de Molenbeek, es posible
que aún más turistas visiten el barrio sin tomar en cuenta el estigma. De esa forma, el encuentro
casual con el barrio y sus habitantes podría tener un efecto tan sorprendente que se iría
transmitiendo otro mensaje más matizado y positivo de Molenbeek. No obstante, se debería
investigar con más profundidad los efectos de esas formas del turismo para poder sacar
conclusiones sólidas. De ahí que, considerando lo que se ha expuesto de los efectos del dark
tourism, en este momento parece que la transformación del estigma de Molenbeek únicamente a
través del turismo no sucederá.
Más allá de iniciativas loables a nivel local, que pueden rescatar la dimensión política de la práctica
turística, está claro que la posible reversión del estigma que sufren Molenbeek y otros barrios de la
capital belga depende en mayor medida de que se contrarresten los factores que hacen a la
segregación urbana. Algo similar se puede decir de las periferias de las principales ciudades del
continente, donde la desigualdad social se cruza y articula con la diferencia étnica y religiosa. El
desafío entonces, para las autoridades de la Unión Europea y sus estados miembros, pero también
para su ciudadanía, consiste en superar las desigualdades socioeconómicas que se plasman en el
espacio urbano en forma de segregación. Esto implica construir un proyecto político y económico
alternativo al vigente en el continente, que deje de atacar el problema de la integración cultural y
social de la población inmigrante únicamente en términos securitarios.

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