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All content following this page was uploaded by Natalia Moragas Segura on 12 February 2017.
EL PODER COMPARTIDO
Annick Daneels
delo de gobierno centralizado de Occidente, es decir, un gobierno diri-
(coordinadores)
gido por un único y poderoso gobernante. La investigación fue motivada
por dos factores: el primero es que el modelo de gobierno “monolítico” de
Occidente no corresponde bien con la evidencia arqueológica de México
y Centroamérica relacionada con estructuras políticas; y el segundo, el
hecho de que en años recientes se han propuesto numerosos modelos que
plantean alternativas a aquel Estado monolítico, los cuales reconocen la
importancia política de grupos que están fuera de la jerarquía estatal di-
recta: las entidades de los estados segmentarios, las facciones, los aliados
atraídos por las distintas estrategias de los líderes políticos, que pueden ser
comunitarias o excluyentes, y las relaciones heterárquicas entre distintas
jerarquías.
EL PODER COMPARTIDO
Annick Daneels y Gerardo Gutiérrez Mendoza
(coordinadores)
EL PODER COMPARTIDO
ENSAYOS SOBRE LA ARQUEOLOGÍA DE ORGANIZACIONES
POLÍTICAS SEGMENTARIAS Y OLIGÁRQUICAS
P U B L I C A C I O N E S D E L A C A S A C H ATA
(editores)
Corrección: Herlinda Contreras Maya
Tipografía y formación: Herlinda Contreras Maya
Diseño de portada:
Cuidado de edición: Coordinación de Publicaciones del ciesas
ISBN
Introducción.............................................................................................................. 9
Annick Daneels y Gerardo Gutiérrez Mendoza
Capítulo 4. Linajes y “casas” señoriales de los tolteca chichimeca de Coixtlahuaca ..... 115
en la Mixteca de Oaxaca
Carlos Rincón Mautner
Capítulo 5. Linajes, poder y conflicto: la Sierra Norte de Oaxaca en el siglo xviii....... 173
María de los Ángeles Romero Frizzi
7
Índice
Capítulo 10. Las “casas” nobles de los barrios de Teotihuacan: ................................... 313
estructuras excluyentes en un entorno corporativo
Linda Rosa Manzanilla Naim
Capítulo 12. Los orígenes del microestado en el sur de la Costa del Golfo: ................ 349
el caso de los olmecas durante el periodo Formativo
Olaf Jaime Riverón
Annick Daneels
Instituto de Investigaciones Antropológicas
Universidad Nacional Autónoma de México
9
10 Annick Daneels y Gerardo Gutiérrez Mendoza
El Estado está formado por un territorio central y pequeño rodeado por territorios
periféricos y semiautónomos. El jefe (o rey) mantiene la superioridad ritual sobre el
territorio completo, pero su poder político está limitado a su territorio central […]
los jefes territoriales, como el jefe central, combinan el poder político, militar, judicial
y económico en un solo puesto hereditario. (Fargher y Blanton, en este volumen)
Esta preocupación nos animó a realizar una convocatoria abierta para discutir las
formas de organización distintas a las de gobernante único. El resultado fue un sim-
posio organizado en el marco de la XXVIII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana
de Antropología: “Pueblos Indígenas: Cultura y Nación”, que tuvo lugar en la ciudad
de México del 6 al 10 de agosto de 2007. Este simposio, organizado por los editores
del presente volumen, en conjunto con Kenneth Hirth, se intituló Gobiernos
Segmentarios y Sistemas Poliárquicos en el Pasado y el Presente: Estudios Compara-
tivos. El tema del simposio buscaba sustentar la existencia de sistemas de gobierno en
el que el poder del gobernante se comparte con varios grupos, de allí el título del
presente volumen, El poder compartido.
En primera instancia se buscaba evidencia arqueológica de gobiernos duales o
múltiples, la existencia de los cuales se conocía a través de las fuentes históricas, como
el tlatoani/cihuacoatl del altiplano central (por ejemplo, León Portilla, 2003: 139;
Blanton y Fargher, en este volumen), el aquiach y tlaquiach de Cholula (Carrasco Pi-
zana, 1971; Lind, en este volumen), el gobierno dual de Coixtlahuaca (Rincón Maut-
ner, en este volumen) y por otra parte el ya citado batab/ah kin de la zona maya (Roys,
1943), o el sistema cuádruple de los quichés (Carmack, 1981). Sin embargo, las con-
tribuciones rebasaron este enfoque hasta abarcar también otras propuestas que evalúan
la participación de individuos en las tomas de decisión de un asentamiento o en una
entidad política. Algunos de los trabajos (Gutiérrez Mendoza, Romero Frizzi, Lind,
Hirth, Rincón Mautner) resaltan la interacción entre los miembros de la élite, como
clase dominante que se reserva el derecho de gobierno basado en una descendencia
dinástica privilegiada por (supuestos) lazos de parentesco con el ancestro fundador o
dios tribal, situaciones ampliamente documentadas en la historia mundial, y conocidas
también en México por las fuentes postclásicas y coloniales, así como por la epigrafía
maya. Otra serie de contribuciones enfocan los niveles de poder, en principio subal-
ternos, que en muchas instancias pueden limitar las atribuciones o incluso rivalizar
con el gobernante. Se incluyen propuestas basadas en el modelo de comunidad (Jaime
Riverón, Gallaga Murrieta y Newell), concepto que se desarrolla como un modelo
teórico que permite entender la interacción entre la unidad habitacional básica, don-
de reside la familia, y el gobierno de un territorio, visto desde el nivel intermedio de
toma de decisión en una sociedad (véanse Canuto y Yaeger, 2000). Este concepto
puede relacionarse a nivel histórico con el calpulli (Gutiérrez Mendoza, Hirth, Lind).
Otra serie de contribuciones (Manzanilla Naim, Lemonnier) se acerca al mismo tema
a partir del concepto “maison” (casa) de Claude Lévi-Strauss, que recientemente ha
conocido una aplicación en la arqueología (Joyce y Gillespie, 2000; Gillespie, 2007).
En este caso, la casa representa una unidad de análisis más pequeña, en el sentido de
que puede haber varias de ellas en una comunidad, pero todavía agrupa mucho más
14 Annick Daneels y Gerardo Gutiérrez Mendoza
que una familia nuclear. El modelo, al igual que el de oikos que está estrechamente
relacionado, deriva de la etnografía y de la historia, y tiene la ventaja de representar
una célula de composición social definida y reconocida, cuyos miembros están ligados
política, social, económica y religiosamente, pero están internamente jerarquizados en
cuanto al grado de parentesco, género, edad, posición y actividad (aparte de familiares,
puede haber empleados, clientes, dependientes, esclavos, etcétera), bajo la autoridad
de un jefe tipo “pater familias”. El reto es establecer los distintos niveles y espacios de
interacción en el registro arqueológico. El principio de la “casa” podría relacionarse
con los modelos segmentarios, en la medida que la autoridad del jefe de la casa refleja
a pequeña escala la autoridad que ejerce el gobernante sobre las casas que conforman
una comunidad, y en última instancia la del “rey” sobre las comunidades de una enti-
dad (si se usa el concepto “segmentario” en el sentido estructural, no en el sentido
económico propuesto en este volumen por Fargher y Blanton).
Aunque contamos con la participación de especialistas de varias regiones del mun-
do, por el carácter del congreso, enfocado mayoritariamente en temas de antropología
mexicana, y por los sesgos provocados a través de las redes académicas en las que están
insertos los mismos organizadores, los participantes fueron principalmente investiga-
dores activos sobre Mesoamérica y el norte de México. A pesar de ello, varios de los
participantes tienen una formación o un interés marcado en estudios transculturales,
con lo que ofrecen un panorama de casos que van desde la China temprana, Grecia y
Roma antigua, o casos históricos europeos, asiáticos y africanos, con el interés adicio-
nal de compararlos directamente con situaciones arqueológicas o históricas nacionales.
Los temas y casos tratados rebasaron el sujeto estricto de poliarquías y se acercaron a
la definición y los mecanismos de interacción entre los niveles jerárquicos, desde la
población dispersa o nucleada hasta el gobernante nominal.
La calidad de las contribuciones llevó a la decisión de reunirlas en una obra im-
presa, como una aportación sobre el tema de la organización política en el México
antiguo, a través del estudio de las fuentes prehispánicas y coloniales, los modelos
comparativos y la arqueología, con el objetivo de obtener un corpus de información
que nos ayude a entender mejor la evidencia arqueológica, que es la única disponible
para mucha regiones y periodos del país. La reunión de estos estudios no pretende
resolver ni explicar la organización política mesoamericana, sino promover la discusión
y la presentación de argumentos que nos acerquen a un mejor entendimiento de las
distintas formas de organización de sistemas estatales premodernos.
Son trece las contribuciones que conforman el presente libro. Cinco de ellas par-
ten de las abundantes fuentes prehispánicas y coloniales del Centro de México y
Oaxaca para entender la organización política en el periodo Postclásico. El estudio de
los linajes, de las formas de fundación de los pueblos, de sucesión y secesión, muestra
Introducción 15
considera el bloque constitutivo de la organización sociopolítica, del que hay que defi-
nir la expresión material en su espacio, tiempo y conformación, y del que hay que
evaluar la naturaleza de su participación en la toma de decisiones políticas. Hirth, en
este aspecto, es el que anticipa concretamente las muchas dificultades a las que se en-
frentará el arqueólogo en campo, a la hora de aproximarse a tal comunidad. Moragas
Segura plantea las interesantes posibilidades que abren los paralelos con el oikos griego
y las familias romanas, con sus propiedades urbanas y rurales no contiguas, su integra-
ción en parientes, clientes, empleados, esclavos, libertos, bajo el control legal y econó-
mico de un pater familias, y a su vez miembro de una gens. Estos modelos ofrecen
asimismo muchos puntos de coincidencia con las descripciones de los calpultin histó-
ricos presentados en esta misma obra.
La aristocracia, o nobleza, palabra que usamos para referirnos tanto a la clase go-
bernante o noble del Postclásico (pilli en oposición a macehual), como a los grupos
definidos como de élite por la arqueología, la iconografía y la epigrafía en los periodos
anteriores, tiene un rol central en la política mesoamericana. La mayoría de las contri-
buciones analizan el papel de sus miembros como gobernantes, como rivales, como
sistema familiar, como aliados de distinto rango, como jefes de comunidad, ya sea a
través de vívidas fuentes escritas o por medio de la evidencia material. El motivo de
reflexión recurrente, a partir de los modelos de faccionalismo, segmentación y hete-
rarquía, es su integración a nivel horizontal (entre pares) y vertical (en su posición
entre su comunidad y su soberano), y su grado de autonomía en el ejercicio del poder.
La organización segmentaria es un tema que ha logrado entrar en los debates
mesoamericanos en un pasado relativamente reciente. Fue introducido en primera
instancia por los mayistas para explicar la organización estatal maya durante el Clásico
y del Postclásico. No obstante, después de los ataques al modelo feudal, este modelo
ha tenido detractores y campeones (véanse, Fox et al., 1996; y Houston, 1997, para
un resumen). Algunos rechazaron rotundamente que se pudiera aplicar al caso maya,
por ser un modelo derivado de organizaciones preestatales (Marcus, 1995). Algunos
autores posmodernos, defendiendo las ventajas del deconstructivismo, recuperaron
del modelo original de los alur de Southall (1956, 1988), basado en la organización
en módulos o entidades estructuralmente y funcionalmente iguales, económicamente
y políticamente autónomos, aliados en torno a uno de los módulos considerado como
principal por razones religiosas. Esta interpretación del modelo se pudo aplicar con
aparente éxito en varios ámbitos: el trópico húmedo (Daneels, 2004; Borstein, 2005;
Laporte Molina, 2001; Lemonnier, en este volumen), el altiplano central (Gutiérrez
Mendoza y Hirth, en este volumen), o las zonas templadas (China: Wiesheu, en este
volumen). Aunque no se trata de casos de cogobierno, en el sentido que se considera
cada entidad dirigida por un jerarca, el Estado segmentario refleja una organización
Introducción 21
bastante horizontal, a nivel de élites, con alianzas entre pares, con una precedencia
consensuada de un individuo, con base en premisas ideológicas. En esta obra, Fargher
y Blanton parten de su teoría de la acción colectiva para evaluar en el Estado segmentario
la relación de poder entre gobierno y población (y no entre las élites, como los autores
precedentes). Así, promueven la aplicación más estricta del modelo del Estado
segmentario, al tomar en cuenta no sólo el aspecto de modularidad estructural, sino
también los criterios del grado de reciprocidad entre gobernado y gobernante (en as-
pectos de ingresos, burocracia, mecanismos de control y servicios públicos). Su estudio
comparativo lleva a la conclusión de que la independencia económica del gobernante
de un Estado segmentario le permite actuar sin injerencia ni obligaciones hacia sus
súbditos, por lo que es un sistema excluyente, en el que el poder no está compartido
con la base (a diferencia de los sistemas corporativos, como la organización de la Triple
Alianza). Así, este volumen pone en la mesa de discusión el uso del término
“segmentario” en el estudio de la organización sociopolítica y del poder compartido.
Por último, el microestado, que en este volumen utilizan Jaime Riverón para acer-
carse a la unidad política olmeca; Daneels, al Clásico del Centro de Veracruz; y Gallaga
Murrieta y Newell, a Paquimé, es un tema que fue introducido en la investigación
mesoamericana por Montmollin (1995), aunque, como aclara Jaime Riverón, tiene una
larga tradición en la investigación en el mundo antiguo, particularmente en su aspecto
de la ciudad Estado (trabajado como una categoría distinta en México —véanse, Ni-
chols y Charlton, 1997; Hansen, 2000, 2002)—. Argumenta que el microestado es un
modelo que ayuda a entender el cambio entre los cacicazgos complejos y los Estados
territoriales. Su propuesta refuerza la de los defensores de los Estados segmentarios,
quienes también consideran que los Estados de tamaño reducido son más típicos y
“normales” en Mesoamérica (entre otros, véanse Laporte Molina, 2001; Daneels, 2004
y Chase, A., Chase D. y Smith, 2010).
Los acercamientos teóricos a la comunidad, a la aristocracia, al Estado segmentario
y el microestado, amplían y enriquecen nuestro entendimiento de la organización po-
lítica de las antiguas sociedades mesoamericanas, y las formas en que el poder se distri-
buye a lo largo (de manera vertical), y a lo ancho (de manera horizontal), entre los
segmentos de la población. El uso de las fuentes ayuda a entender mejor los mecanismos
de interacción que, con base en la pura evidencia material, serían difíciles de interpretar.
A su vez, los datos arqueológicos revelan la profundidad inesperada de ciertos compor-
tamientos y formas de organización que se pensaban eran desarrollos tardíos en la his-
toria de Mesoamérica, como el sistema de gobierno dual. Por otra parte, los enfoques
comparativos con culturas de otro espacio y tiempo nos recuerdan que fenómenos si-
milares (como las colonias o los palacios) pueden tener trayectorias causales muy dis-
tintas, por lo que es importante evaluar alternativas antes de asegurar una interpretación.
22 Annick Daneels y Gerardo Gutiérrez Mendoza
En conjunto, como ya avisamos, este libro propone materia de discusión más que
soluciones. Pero es una recopilación que toca el rango de tipos de organización perte-
necientes al México antiguo, desde la cultura temprana de los olmecas, las grandes
civilizaciones del Clásico de Teotihuacan y de los mayas, y los Estados históricamente
documentados del Postclásico, hasta los grupos supuestamente primitivos del norte
árido. Además, muestra la aplicación de los recientes modelos analíticos, derivados de la
antropología social, desde la perspectiva de la agencia y de las relaciones no sólo jerár-
quicas y verticales, sino también las transversales. Al aplicarse a casos prehispánicos,
marca claramente cómo estos modelos tienen alcances y limitaciones impuestos por
la propia naturaleza de la evidencia arqueológica. Resalta la variabilidad en las formas
de organización políticas registradas u observadas, y recuerda la necesidad de evaluar
alternativas y de ser sensible a diferencias, antes de guardar los casos en los viejos cajo-
nes teóricos. Así, este volumen contribuye a la literatura antropológica, todavía limi-
tada en idioma español, pero cada vez más extensa, que procura entender la
organización política de la Mesoamérica antigua desde su evidencia interna, y no
desde modelos impuestos.
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26 Annick Daneels y Gerardo Gutiérrez Mendoza
FIGURA 1.1
Distribución geográfica
Nos narra el jesuita Joseph de Acosta en su Historia natural y moral de las Indias, que
el rey Felipe II ordenó averiguar acerca del origen, ritos y fueros de los indios (De
Acosta, 1976: 304). Con base en dicha averiguación, el mismo De Acosta nos propor-
ciona una síntesis de tres tipos de gobierno y formas de vida que los españoles encon-
traron en América al momento de la conquista, en específico: 1) la monarquía; 2) la
behetría; y 3) el bárbaro.
De acuerdo con esta clasificación, el reino de Moctezuma fue el ejemplo más
claro de un gobierno monárquico, si bien del tipo “tiránico”. De Acosta utiliza tal
término en referencia a los tiranos griegos, los cuales se entronizaban ilegítimamente
sobre formas de gobierno democráticas. De hecho, el autor especula que antes del
surgimiento de dicha “monarquía” azteca, la forma de gobierno predominante de las
Indias Occidentales (América) habían sido las “behetrías”; un tipo de gobierno basado
en el “consejo de muchos”. Finalmente De Acosta asienta que el tercer género de go-
bierno que se encontró entre los indios fue el “bárbaro”, el cual se define como gentes
que viven sin rey, sin asentamientos permanentes y sin leyes.
Los letrados hispanos extendieron este sistema de clasificación al resto de sus do-
minios americanos, en un esfuerzo por simplificar la gran diversidad de formas de
gobierno indígenas que se encontraron a su paso. De Acosta nos proporciona por es-
crito un sencillo mapa mental con la distribución geográfica de los tres sistemas de
gobierno indios a nivel continental (véase la figura 1.1), y a su vez propone una seria-
ción del sistema, tanto en su aspecto temporal como en el evolutivo. En su entendi-
miento, el gobierno bárbaro había sido la forma de vida original de los primeros
habitantes de las Indias Occidentales, y cuyas características todavía se conservaban en
Brasil y Norte América. Para los ojos españoles todos los chichimecas de la Nueva
España tenían dicha clase de gobierno.
Por su parte, en algunas regiones específicas (como el gran círculo del Caribe,
Mesoamérica, las costas de Perú y Chile, y otros puntos aislados de Norteamérica),
27
28 Gerardo Gutiérrez Mendoza
1 Tal discusión comenzó a raíz del descubrimiento mismo de las Antillas en 1492, y seguía aún en la
época en que De Acosta publicó su obra en 1590.
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 29
indias, en especial aquellas de la Nueva España. Sigamos, sin embargo, la última pista
que nos proporciona cuando hace mención a que algunos otomíes conservaban dicho
tipo de gobierno a finales del siglo xvi (De Acosta, 1976: 305).
En su monografía global de los otomíes, Pedro Carrasco Pizana rescata varias re-
ferencias que indican que las unidades políticas otomíes y otros grupos asociados es-
taban organizados en parcialidades o segmentos, cada uno de los cuales proporcionaba
un cogobernante al sistema político (Carrasco Pizana, 1950). El caso más llamativo es
el que describe Zorita acerca de Matlatzinco, donde se asegura que antes de que los
matlatzincas fueran conquistados por los mexicas, contaban con tres señores naturales
organizados en torno a un interesante sistema de jerarquías (Carrasco Pizana, 1950:
107-108; Zorita, 1941: 148-149). Se nos dice que uno de tales señores era considera-
do el mayor, el cual era seguido en importancia por un segundo de menor jerarquía y
por un tercero, con un estatus un poco menor al del segundo señor.
En caso de muerte del primer señor, era reemplazado en su puesto por el segundo
señor y, a su vez, el tercer señor saltaba a la posición dejada por el segundo. La tercera
posición era ocupada por el hijo o el hermano del primer señor fallecido, según quién
tuviera mayor dignidad, y así se perpetuaba el sistema, cuidando que nadie sucediera
inmediatamente al padre o al hermano, sino que debían ir subiendo de grado en gra-
do, y la tercera posición era tomada siempre por aquel que era electo de entre los
miembros más propincuos de la casa de señor muerto. Zorita abunda y explica que
cada uno de esos señores tenía sus pueblos y barrios conocidos, sobre los que ejercían
su jurisdicción, pero que cuando se llevaban a cabo negocios de poca importancia, lo
resolvía el tercer o segundo señor, o bien juntos; y cuando el negocio era de gravedad,
se juntaban los tres señores, y entre los tres determinaban lo que procedía.
Dadas las características de elección del señor, de acuerdo con su linaje, y a que las
decisiones de gobierno trascendentales se tomaban con base en consejos de múltiples
principales, resulta fehaciente por qué los españoles llamaron “behetrías” a tales siste-
mas políticos. Como es obvio que los posibles candidatos a ocupar el cargo de señor
se reservaban únicamente al hijo o al hermano de los gobernantes fallecidos, tales
behetrías serían de linaje. La propuesta de este estudio es que, con variantes particula-
res y regionales, tal sistema político no se restringía al caso otomí, sino que fue el sis-
tema dominante de Mesoamérica, al menos durante el periodo Postclásico, pero con
raíces más profundas que quizá se hayan originado desde el periodo Formativo.
De la misma forma intentaré proporcionar un modelo que trate de capturar los
rasgos esenciales del sistema político mesoamericano y su operación en la esfera terri-
torial. Planteo como supuesto central que el altepetl o Estado nativo, en lengua náhuatl,
debe analizarse como un sistema político basado en el gobierno de muchos segmentos
(poliarquía), y no como una monarquía con tintes absolutistas. Supondré que tales
30 Gerardo Gutiérrez Mendoza
Fue Charles Gibson, en su célebre obra The Aztec Under Spanish Rule (1964), quien
trajo a la mesa de discusión el término “altepetl”, que había permanecido a la vista de
todos en las obras de los cronistas e historiadores coloniales del siglo xvi, sin que nadie
se ocupara de analizarlo. Gibson entiende que el altepetl hace referencia a lo que los
españoles llamaron “pueblo”, el cual era un ente social y territorial compuesto de
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 31
múltiples elementos; básicamente una cabecera que estaba formada por múltiples
barrios, en torno a la cual giraban un número de asentamientos llamados “estancias”
(véase la figura 1.2). La cabecera de este sistema estaba habitada por uno o más señores
principales. Tanto en los barrios como en las estancias vivían algunos pipiltin (nobles
de menor jerarquía), así como macehualtin organizados en calpultin, posiblemente
grupos corporativos organizados en torno a una lista tributaria.
Es de notar que Gibson no clarifica en su modelo ¿qué hay en el espacio intersticio
que separa la cabecera de sus estancias? Dado que Gibson utilizó la palabra “town”
para traducir la palabra española “pueblo,” pienso que, en su modelo, él consideraba
que tanto los barrios como las estancias eran espacios construidos, es decir, asen
tamientos compactos con presencia de tejido urbano, calles, casas y edificaciones pú-
blicas. Por lo que se puede suponer que en el intersticio se encontraban los campos de
cultivo asignados a los barrios y estancias2. En inglés se entiende que town es un asen-
tamiento urbano más grande que una villa, pero más pequeño que una ciudad. Por
desgracia, dicha traducción introdujo un elemento de confusión, pues ésa no era la
acepción original de la palabra “pueblo” en el siglo xvi, creándose una falsa dicotomía
entre lo rural y lo urbano en su análisis (Gutiérrez Mendoza, 2003; Hirth, en este
volumen). Otro problema de este modelo es haber asentado la idea de que el altepetl
presenta un territorio discontinuo, con entreverado de tierras (véase la figura 1.3).
Inesperadamente esta última premisa ha evolucionado recientemente en modelos
que niegan los valores territoriales indígenas, e intentan explicar la estructura del Es-
tado nativo mesoamericano únicamente con base en un sistema de asociaciones per-
sonales. A lo largo de este trabajo sostendré como falacia teórica y metodológica todo
intento de crear una dicotomía entre los vínculos territoriales y personales de las uni-
dades políticas nativas.
Los resultados obtenidos con la metodología de Gibson proporcionan una prime-
ra escala de análisis en la que se descubre solamente la organización funcional de la
unidad política, es decir, las ligaduras sociales y tributarias entre macehualtin y pipiltin,
y su distribución espacial. En efecto, tales vínculos personales pueden ser discontinuos
en el espacio, pero de ninguna manera hay en este modelo una explicación del porqué
de ese entreverado, ni un tratamiento comprensivo de la estructura político-territorial
del altepetl. Querer entender el altepetl únicamente con base en el mero análisis de
asociaciones personales, Personenverband3 (Slicher, 1989: 125), entre un señor y la
distribución espacial de sus vasallos, equivale a tratar de entender, digamos, por ejemplo,
2 Otra opción sería que en el intersticio podría también haber estancias subordinadas a otros caciques..
3 Categorías propuestas para el caso peruano por Bernard Slicher van Bath (1989). Su aplicación en
Mesoamérica se debe a Arij Ouweneel (1990) y a Rik Hoekstra (1990).
32 Gerardo Gutiérrez Mendoza
FIGURA 1.2
Estructura de altepetl, según Gibson
Gibson (1964) había propuesto una estructura de altepetl con base en el modelo de: Cabecera-Sujeto.
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 33
FIGURA 1.3
Distribución de las estancias de los pueblos
Gibson (1994) establece que la distribución de las estancias de los pueblos cabecera estaban
entreveradas. Esto ha creado la idea de que los territorios indígenas eran discontinuos.
34 Gerardo Gutiérrez Mendoza
FIGURA 1.4
Modelo de altepetl modular
el reino de Aragón a finales del siglo xv, únicamente con base en los juros y heredades
de su rey Fernando. Equivocación de la que ya nos prevenía Torquemada en su Monar-
quía Indiana hace cuatrocientos años, al aconsejarnos que jamás se confundiesen las
propiedades y renteros del rey con el reino y sus súbditos (Torquemada, 1975: 276).
Después de Gibson, un trío de investigadores nos abrieron el camino, para pro-
fundizar en el estudio del altepetl. Me refiero a Bernardo García Martínez (1987),
Pedro Carrasco Pizana (1982 y 1999) y James Lockhart (1992). El primero nos ad-
vierten que el altepetl no es town, es decir, no es el espacio construido, compacto y
urbanizado, sino la unidad política misma, es el Estado indígena (véase también Hir-
th en este volumen). El segundo, junto con sus discípulos nos explican en una gran
cantidad de trabajos seminales los vericuetos de la estratificación social mesoamericana
y la turbulenta relación entre pipiltin y macehualtin. Por su parte, el último autor,
Lockhart, nos obsequia un elegante modelo que intenta capturar tanto la estructura
modular del altepetl como el patrón de tandas o rotación de los tributos y servicios de
trabajo debidos a los señores.
Gráficamente, el modelo modular de Lockhart comienza a partir de un rectángu-
lo que representa el territorio del altepetl, el cual está dividido entre distintos calpultin
(véase la figura 1.4). En cada división del calpulli se establece al menos un asentamien-
to, representado por un cuadrado sólido. Se nota que los asentamientos de los calpul-
tin 1, 4, 5 y 8 están muy cerca uno de otro. Esta vecindad podía reflejar el punto
donde originalmente se dio la fundación del altepetl y la primera repartición de las
tierras entre linajes. Lockhart decide, a propósito, representar esta vecindad para hacer
notar que tal conglomeración de espacios construidos podría ser malinterpretada como
si fuera una ciudad, cuando en realidad son cuatro asentamientos con jurisdicciones
distintas en una aparente conurbación,4 por eso cada uno de ellos fue llamado “barrio”
por los españoles. Los asentamientos en las cuatro divisiones remanentes parecerían
estar aislados de los primeros y por eso fueron considerados estancias o arrabales por
los españoles.
Para la operación del altepetl, en lo referente a cargas tributarias y de servicios al
tecpan (palacio), las ocho divisiones tenían que contribuir equitativamente por medio
de un sistema de número y tanda, es decir, una vez que comienza el calpulli número
uno a dar su tributo y servicio, en un lugar y día específico, lo seguirá el calpulli nú-
mero dos (quizá en el mismo lugar pero en diferente tiempo), posteriormente seguirá
el calpulli tres y así hasta que se cumpla toda una vuelta. Al terminar el calpulli ocho
será de nuevo el turno del calpulli uno, con lo que comenzará de nuevo la tanda y
4 Para aplicaciones del modelo de Lockhart al patrón de asentamientos arqueológico, consúltense Hirth
(2003) y Gutiérrez Mendoza (2003).
36 Gerardo Gutiérrez Mendoza
FIGURA 1.5
Territorio funcional
rueda. La fortaleza del modelo radica en su sencillez y claridad pero, por desgracia,
también deja sin analizar dos factores relevantes: 1) la creación de vínculos de tierra
entre los tlatoque con sus tlazopipiltin;5 y 2) el entreverado de las parcialidades entre
distintas casas señoriales y otros altepetl.
A partir de este punto, en el que nos han dejado los pioneros del altepetl, nosotros
tenemos que dar origen a una tercera generación de modelos que tengan la posibilidad
de tejer más fino para descubrir, tanto el territorio funcional del altepetl —aquel basa-
do en nodos (asentamientos o personas)— así como las ligaduras —canales por don-
de fluye la información o los vínculos personales que mantienen unido el aparato
económico y político (véase la figura 1.5)—. Al mismo tiempo es necesario descubrir
el territorio estructural del altepetl, que es el que contiene física y espacialmente el
cuerpo social y le permite su reproducción (véase la figura 1.6).
Lo anterior implica la capacidad de representar gráficamente todas las tierras,
montes y aguas del altepetl, junto con su uso de suelo, tenencia de la tierra, usufructo,
rentas y lealtades políticas. Si fuéramos capaces de recrear este tipo de información,
podríamos realmente entender la estructura político-territorial del altepetl, su admi-
nistración, sus juros, heredades y el funcionamiento de las tandas y rueda de trabajo
indígena, tequitl (Rojas Rabiela, 1979), que se debía a los señores.
Aquí lamentamos que no haya sobrevivido ninguno de aquellos fabulosos lienzos
temáticos que describe Torquemada en su Monarquía indiana, los cuales tenían pin-
tado el altepetl, de acuerdo con sus divisiones de tlaxilacalli, cada parcela representada
por un código de colores, según fueran tierras del tlatoani (en rojo muy obscuro) o
asignadas en vínculo a los nobles (en rojo claro) o asignadas en usufructo a los calpul-
tin (en amarillo) (Torquemada, 1975: 545-546). Cualquiera de ellos nos permitiría
avanzar sobre un terreno más firme para entender la repartición del territorio del alte-
petl a través de vínculos entre los tlatoque y los tlazopipiltin, lo cual también ayudaría
a explicar el entreverado de las tierras señoriales.
Para abordar estos problemas y proponer un nuevo modelo, partiremos nueva-
mente de la propuesta modular de Lockhart (véase la figura 1.4), pero con algunas
modificaciones basadas en algunos supuestos geográficos básicos. En primer lugar
vamos a considerar que la figura geométrica que tendería a tomar un altepetl recién
5 Hijos preciosos, nobles nacidos de madres del más alto rango, cihuapipiltin, mujeres destinadas a ser
las esposas de tlatoque y tetecuhtin. (Carrasco Pizana, 1984: 44).
38 Gerardo Gutiérrez Mendoza
FIGURA 1.6
Territorio estructural
y ejes primarios se extenderían y distribuirían las primeras cuatro divisiones del altepetl,
cada una con al menos un asentamiento. En cada una de esas parcialidades residirán
los principales linajes gobernantes del altepetl.
6 Una planicie isotrópica es una superficie teórica en la cual el costo de desplazamiento de un cuerpo
en cualquier dirección sólo depende de la distancia en que se desplaza el cuerpo, desde el punto de
partida, sin considerarse más variables. En geografía humana, esto sólo se podría presentar en un
terreno sin relieve, y sin obstáculos, ya sean naturales (como la vegetación o hidrología) o culturales
(como aduanas, murallas u otros elementos construido) (Haggett y Frey, 1977).
7 El relato de fundación más conocido es el mexica, que además puede observarse gráficamente en el
folio 2r del Códice Mendoza (Berdan y Anawalt, 1992: 11).
40 Gerardo Gutiérrez Mendoza
8 “Las casas de estos se llamaban teccalli que quiere decir casa de palacio […] [este] señor tenía dominio
y mando sobre cierta gente anexa aquel teccalli y unos eran de más gente y otros de menos. El provecho
que estos señores tenían era que les daban servicio para su casa y leña y agua repartidos por su orden
y le labraban unas sementeras según era la gente y por esto eran relevados del servicio del señor
supremo y de ir a sus labranzas y no tenían más obligación de acudir a le servir en las guerras porque
entonces ninguno había excusado demás de este provecho el señor supremo les daba sueldo y ración
y asistían continuamente en su casa”. (Zorita, 1963: 334)
9 Figurativamente, considérese que el presidente de México, además de ostentar el título y función de
presidente, fuera a su vez gobernador de alguno de los estados de la República. Para completar la
alegoría, considérese que en tal sistema todos los gobernadores tuvieran algún tipo de parentesco y
que solamente ellos fueran elegibles para el cargo de presidente, y que además tales gobernadores
fueran los únicos electores. Así, el conjunto de gobernadores elegiría entre ellos a un presidente, el
cual estaría en el cargo de forma vitalicia.
10 “Había otra suerte de tierras, que eran de la recámara del señor, que se llamaban los que vivían en ellas,
y las cultivaban, Tecpanpouhqui, o Tecpantlaca, que quiere decir: gente del palacio, y recámara del rey;
y estos tenían obligación a reparar las casas reales, limpiar los jardines, y tener cuenta, con todas las
cosas tocantes a la policía, y limpieza del palacio real; y esta era la gente más estimada, y más arrimada,
y conjunta a las casas del rey, y a quien más respetaba el común; y cuando el señor salía fuera, estos le
acompañaban, y no pagaban ningún género de tributo, si no eran ramilletes, y pájaros de todo género,
con que saludaban al rey; las tierras de estos sucedían de padres a hijos; pero no podían venderlas, ni
disponer de ellas en ninguna manera; y si alguno moría sin heredero, o se iba a otra parte, quedaba su
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 41
FIGURA 1.9
Elección del tlatoani del altepetl
podían ser altos, ya que el tlatoani estaba obligado a agasajar a los pipiltin de alta jerar-
quía, que fungían como cortesanos y administradores, además debía absorber una
parte importante de los gastos de las guerras que el altepetl tenía con otras unidades
políticas. Así, en este modelo hipotético he sustraído de cada uno de los tecalli un
pedazo considerable de tierra destinado para el mantenimiento del tecpan. He supues-
to que los tetecuhtin eligieron como tlatoani al señor del tecalli número 1, por lo que
todas las tierras asignadas al tecpan tienen la etiqueta “1T”, la cual es seguida por un
segundo número (1, 2, 3 y 4) para identificar el tecalli de donde se tomaron las tierras
para el tecpan, por ejemplo: 1T3 representa las tierras que el tecalli número 3 dio al
tecpan que se ubica en lo que originalmente fue el tecalli 1 (véase la figura 1.10).
Ya con este ejercicio tan básico podemos ver que las tierras asignadas al manteni-
miento del título de tlatoani comienzan a tener un patrón disperso, separadas del espa-
cio del tecalli número1. Recordemos que el tecalli número 1 aloja el tecpan, por haber
sido elegido su tecuhtli como tlatoani del altepetl. Las consecuencias de este ú ltimo
punto serán obvias durante la época colonial cuando, alrededor de 1554, algunas de
estas tierras pasarán a formar parte del patrimonio del cacicazgo indio, y por las carac-
terísticas mencionadas arriba van a presentarse como un grupo de predios discontinuos.
casa, y tierras, para que con orden del rey, o el señor, los demás de la parcialidad pudiesen poner otro
en su lugar. Había otras suertes de tierra, que el nombre, y significación de él, decía ser aplicadas al
sustento de las guerras, y las que servían para bizcocho, se llamaban Milchimalli, y las que servían para
grano tostado, con que hacían cierto género de bebida, y servían de lo que las habas, en las guerras en
España, se llamaban Cacalomilpan […]” (Torquemada, 1975: 545-546).
42 Gerardo Gutiérrez Mendoza
FIGURA 1.10
Asignación de las tierras
para el sostenimiento del palacio
Ahora bien, ¿cómo se mantenía y organizaba cada tecalli? Como hemos dicho, los
parientes lejanos al tecuhtli podían haber formado los primeros calpultin de cada par-
cialidad; no obstante, es también probable que los tetecuhtin se hayan visto en la ne-
cesidad de atraer más macehualtin para que labrasen la tierra y dieran servicio.11 Hay
que considerar que las afiliaciones de un calpulli hacia un linaje gobernante no se daban
en un vacío espacial y que tampoco la lealtad de los macehualtin se otorgaba a los pi-
piltin sin recibir nada a cambio. Con base en lo que se conoce acerca de la organización
social indígena, es posible sugerir que en Mesoamérica el conjunto de linajes gobenan-
11 “[…] que porque en cada parcialidad por sí hay tierras baldías hechas herbazales donde se pueden
poblar y asentar casas de maceguales, quieren que cada parcialidad en sus mismas tierras e cada
principal pueda poblar e pueble e asiente en las dichas tierras las casas de maceguales que quisiesen e
por bien tuvieren con que no sean de la parcialidad contraria […]” (Martínez, 1984: 114). Martínez
piensa que el término “calpulli” no es más que un sinónimo para referirse a otro tipo de casa señorial
(comunicación personal, enero de 2009). Si Martínez está en lo correcto, entonces dichos calpultin
podrán considerarse una especie de señoríos sin tierra que, por lo tanto, deben subordinarse a un tecalli
que sí tenía derecho a la tierra.
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 43
tes habría sido el que más ejerció el sentido de territorialidad12 e identidad sobre el
espacio del altepetl, adjudicándose el dominio exclusivo de las tierras, montes y aguas.13
Estos linajes otorgarían en usufructo tales recursos (tierras, monte y agua) a los mace-
hualtin, organizados en calpultin, a cambio de tributos y servicios personales.14 Por lo
tanto, si los pipiltin no tuvieran tierra que ofrecer, no podrían retener a los macehual-
tin; y sin macehualtin la tierra no produce riqueza alguna, ni en tributos ni en servicios
personales.15 Entonces, la tierra sin macehualtin que la trabaje, no es gran cosa pero, al
parecer, en el periodo Postclásico había una gran cantidad de calpultin sin tierras va-
gando por el centro y sur de México, por lo que siempre había forma de afiliarlos a una
casa señorial, ofreciéndoles un pedazo de tierra en usufructo.16 La tierra y los recursos
contenidos en el territorio de la unidad política (montes y agua) eran el activo princi-
pal de los señores del altepetl para hacerse de mano de obra. A cambio del usufructo
de la tierra, los macehualtin organizados en calpultin tenían que acudir a dar servicio
a la casa señorial del tecuhtli y proporcionarle otros artículos a manera de renta.17
Vamos a suponer en nuestro modelo que cada tecuhtli daría tierras en usufructo a
cuatro calpultin. Así, otra porción grande de tierra de cada tecalli vuelve a subdividirse
en cuatro pedazos más, que hemos rotulado con un número (véase la figura 1.11). Por
ejemplo, el número “4” distingue cuál es el tecalli que está otorgando la tierra, la letra
“C” mayúscula identifica que la subdivisión se realizó para albergar un calpulli, y las
letras “a”, “b”, “c” y “d” minúsculas se usan para identificar a cada calpulli dentro de
un tecalli dado. Así, la etiqueta “4Cd” nos indica que estamos hablando del calpulli
“d” que está vinculado con el tecalli número “4”.
FIGURA 1.11
Creación de los vínculos que cada tecalli realiza con sus calpultin, que son grupos sin tierra
Sabemos que los gobernantes nativos practicaban la poliginia y podían tener múl-
tiple esposas y concubinas con las que tenían docenas de hijos. Algunos hijos podían
17 “La más ordinaria contribución que tienen que es dar cada casado una pierna de manta de algodón de
ochenta en ochenta días […] así que cada año da una manta el pechero, allende del servicio y pecho
personal […]” Carta al Emperador del 3 de noviembre de 1532, escrita por Ramírez de Fuenleal,
presidente de la Segunda Audiencia de México, citado en Miguel León Portilla (1969: 32-33).
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 45
ser tlazopilli y otros calpanpilli. Los primeros habidos con mujeres nobles; y los segun-
dos hijos, con concubinas, mujeres tomadas de los calpultin.18 Cada tecuhtli tenía la
obligación de procurar el bienestar de sus tlazopipiltin, así como de ciertos hermanos,
hermanas y tíos. A los parientes de más alta jerarquía se les podía hacer una donación
de tierra en vínculo, la cual podían heredarla sus hijos y tener sus propios terrazgueros.
Con tal vínculo se creaba una “casa noble” que, en términos genéricos, llamaremos
pilcalli, aunque hay otras formas de referirse a ellas.19
En el modelo hipotético supondremos que cada uno de los cuatro tecaltin tendría
que subdividir un segmento importante de su espacio disponible para que, por medio
de vínculos, se crearan cuatro casas de nobles. Al igual que como se hizo con los cal-
pultin, identificaremos cada pilcalli con una etiqueta numérica que revele el tecalli con
el que está vinculado; usaremos la letra “P” para significar que es un vínculo de pilcalli,
y utilizaremos nuevamente un número para diferenciar ese pilcalli de otras casas de
nobles que existan en el mismo tecalli. Por ejemplo, la etiqueta “3P1” hace referencia
al primer pilcalli del tecalli 3 (véase la figura 1.12).
FIGURA 1.12
Creación de los vínculos que cada tecalli realiza con sus pilcaltin
Y para asegurar su monarquía, uso [Techotlalatzin] de otra, no menos sabia que pru-
dente astucia, y fue, que repartió el suelo de toda la tierra por parcialidades; de tal
manera, que en cada pueblo, conforme la cantidad, y numero de gente que tenia, asi
hacía la reparticion de las gentes; de tal manera que si en un pueblo tepaneca habia
seis mil vecinos, sacaba los dos mil de alli, y pasabalos a otro pueblo metzoteca, o
chichimeca, y de aquel dicho pueblo metzoteca, sacaba aquellos dos mil vecinos, que
habia traído, y los pasaba al pueblo tepaneco, de donde los otros dos mil había sacado
[…] y el señor tepaneco, que lo era de aquel pueblo, donde habian sacado aquellos
dos mil vecinos, aunque no los tenia en el mismo pueblo, donde era señor recono-
cíanlos por suyos en la otra parte donde estaban, y lo mismo hacia el […] metzoteca
[…] de manera que aunque tenian el numero de su gente, señalado, no los tenian
todos en las partes de su señorio, sino mezclados, unos, con otros; porque si se quisie-
sen rebelar los de una familia, no hallasen parcialidades y propicios a los de la otra […]
(Torquemada, 1975: 188)
Es muy probable que ésta sea una explicación mítica de un sistema tradicional
propio de las sociedades mesoamericanas, pero lo relevante aquí es entender la exis-
tencia de tal costumbre y mecanismo. La regla de Techotlalatzin es reminiscente del
sistema de mitma peruano, que también obligaba al reasentamiento forzoso de los
grupos étnicos en regiones distantes para garantizar la lealtad política al Estado Inca.
Aplicaré la regla de Techotlalatzin al pequeño altepetl hipotético que he venido
construyendo. Así, de cada tecalli se tomará el calpulli más cercano al núcleo político,
en el que confluyen los cuatro palacios de cada casa señorial, y se transportará a la
periferia de otro tecalli. En este caso, a la periferia del tecalli vecino inmediato, siguien-
do el sentido contrario a las manecillas del reloj. De la misma forma se tomará el cal-
pulli que estaba en esa posición periférica para llevarlo a la posición de donde se tomó
el primero, que estaba en la zona nuclear del altepetl (véase la figura 1.13).
Se repetirá el mismo ejercicio con los pilcaltin de cada tecalli; para variar, en este
caso iremos en contra de las manecillas del reloj. De esta forma “1P1” (el primer pilca-
lli del tecalli 1) pasó al lugar que ocupaba “2P4” (el cuarto pilcalli del tecalli 2), y vice-
versa, “2P4” tomó el lugar de “1P1”. A su vez, “2P1” (primer pilcalli del tecalli 2) tomó
el lugar de “3P4” (cuarto pilcalli del tecalli 3); y “3P4”, el lugar de “2P1”. Cuando se
termina de dar la vuelta, dos calpultin y dos pilcaltin de cada tecalli han cambiando de
lugar, y ahora se encuentran en el territorio de dos parcialidades distintas a las suyas,
pero continúan conservando la afiliación con su tecuhtli original (véase la figura 1.14).
Pienso que este modelo explica el entreverado de las tierras y terrazgueros dentro
del altepetl, sin tener que recurrir a propuestas que nieguen la existencia de una terri-
torialidad fuerte de las unidades políticas nativas (véase la figura 1.15). Esto nos
48 Gerardo Gutiérrez Mendoza
FIGURA 1.13
Entreverado de tierras asignadas en usufructo a los calpultin,
de acuerdo con la regla de Techotlalatzin
FIGURA 1.14
Entreerado de tierras asignadas en vínculo a los pilcaltin,
de acuerdo con la regla de Techotlalatzin
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 49
roporciona un modelo ideal del territorio estructural del altepetl, el cual de ninguna
p
manera estuvo fijo para siempre, pues se sometió a procesos dinámicos relacionados
con: 1) nuevas subdivisiones; 2) llegada de nuevos calpultin; 3) emigración de mace-
hualtin; 4) disolución de vínculos de pilcaltin por la violación de leyes nativas; 5) ex-
tinción de linajes; y 6) traspaso frecuente de las cihuatlalli (tierra de las mujeres) que
se daban en dote durante el casamiento de las tlazocihuapipiltin, que eran las mujeres
de la más alta estirpe, quienes estaban destinadas a casarse con los tlatoque y tetecuhtin
(Carrasco Pizana, 1984: 47).20 Suponemos que si el proceso de traslado de calpultin, e
incluso de pilcaltin, se repetía constantemente cada vez que había una reorganización
política por cambios dinásticos, entonces el entreverado de las tierras se acentuaba más
dentro de los límites del altepetl. Además, en ciertos casos relacionados con conquistas
o matrimonios interdinásticos, tal entreverado podía rebasar los límites propios de la
unidad política hacia otros altepetl.21
FIGURA 1.15
Dispersión espacial de las tierras, terrazgueros, calpultin y pilcaltin del tecalli 3,
dentro de los límites del altepetl, después de aplicarse la regla de Techotlalatzin
Por desgracia, la documentación histórica con la que contamos rara vez nos revela
el territorio estructural tan nítidamente como se ha graficado en el modelo. Lo más co-
mún es encontrar únicamente referencias a la ubicación de las cabeceras y estancias su-
jetas que, como ya hemos mencionado, indican en general la distribución de los vínculos
personales en el espacio, pero no nos dicen mucho sobre el territorio que los contenía.
Por ejemplo, véase la descripción de Chiautla de la Sal (Puebla), en 1571, la cual sólo nos
indica los vínculos de los barrios que otrora hubieran sido calpultin y pilcaltin con los
asentamientos donde en el pasado habría habido tetecuhtin, y todos éstos con el asenta-
miento donde en la etapa prehispánica se hubiera hallado el tecpan del tlatoani:
Tiene este pueblo de Chiautlan [hace referencia a toda la unidad política, altepetl, y
quizá donde se encontraba el tecpan] diez y seis estancias [quizá antiguos tecaltin] y
estas tienen en sí e incorporadas en sí otras estancias chicas o barrios o caseríos a sí
sujetos [tanto calpultin como pilcaltin], y todas las más tienen iglesias, aunque chicas;
y por chica que sea la estancia, aunque sea de diez casas o vecinos, como las hay, tiene
su iglesia, mandón o principal, justicia y alguacil, y hacen cada una por sí cabeza en
todo. Lleva cada estancia en el proceder el modo y manera de la cabecera para mayor
claridad […] Primera estancia sujeta a Chiautlan se dice Huehuetlan […] está dos
leguas de la cabecera: tiene en sí cuatro barrios […]
Segunda estancia subjecta a Chiauhtlan se dice Patoalan […] está cinco leguas de
la cabecera, tiene en sí y se cuentan con ella dos estancillas […] (García Pimentel,
1904: 110-111).
Si del modelo desarrollado hasta ahora eliminamos los límites entre las tierras asig-
nadas a las casas de nobles y las tierras asignadas a los calpultin, y supiéramos únicamen-
te las afiliaciones que tenía cada asentamiento con su casa señorial, como en el caso de
Chiautla, entonces sólo tendríamos un mapa como el representado en la figura 1.16,
que revela el territorio funcional del altepetl, con sus nodos y ligaduras. Cuando anali-
zamos el territorio funcional del modelo, se observa que la distribución entreverada,
interpenetrante, de las parcialidades de los tetecuhtin debió haber generado una dinámi-
ca muy activa entre los distintos sectores del altepetl, ya que los calpultin y el pilcaltin,
trasladados a nuevas posiciones, tenían que seguir viajando para dar tributo y prestar
servicios a su tecalli de origen. Además, cada tecalli tenía que enviar gente para cubrir
los servicios que se le debían al tecpan del tlatoani. Por lo tanto, el número de viajes y
movimientos en el interior del altepetl era muy alto, lo que habría fomentado un mayor
contacto entre todos sus componentes y parcialidades. De acuerdo con su posición es-
pacial relativa dentro del altepetl, algunos asentamientos podrían haberse beneficiado
más que otros de esta situación, por encontrarse en puntos donde convergían más
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 51
FIGURA 1.16
Distribución espacial de los vínculos, de acuerdo a la ubicación de las cabeceras
y de los sujetos, según se recupera de la información histórica
22 “Para haber este tributo y la comida y su vestir, tienen muchos por costumbre que sus mujeres vengan
al tianguis o mercado a vender, y de lo que ella o él allí tratan, ganan; otros traen agua, leña, carbón,
y sirven y mercadean […]” (León Portilla, 1969: 35).
52 Gerardo Gutiérrez Mendoza
FIGURA 1.17
¿Cómo reconstruir las relaciones funciones y estructurales de la unidad política
y sus múltiples segmentos desde la arqueología?
En general, la arqueología ha utilizado modelos gráficos inadecuados, como la teoría del lugar central,
que no toman en cuenta la diversidad de vínculos del Tlatoca Tlatomecayotl.
FIGURA 1.18
Mesoamérica entendida como una red de unidades políticas poliárquicas
de tamaños diversos
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 53
Se podría pensar que el sistema político-territorial presentado arriba tiene ciertas se-
mejanzas con el modelo de linajes segmentarios desarrollado por Evans-Pritchard
23 Para el uso simplista de la teoría de lugar central, véanse Marcus (1976) y Smith (1979).
54 Gerardo Gutiérrez Mendoza
para explicar el sistema político nilótico de los nuer. En el sentido de que dicha socie-
dad nuer estaba compuesta por múltiples segmentos políticos que controlaban terri-
torios específicos, los que se unían y se dividían para defenderse de otros segmentos,
o bien para atacar a sus vecinos dinka (Evans-Pritchard, 1940). De la misma manera,
cada uno de los segmentos menores de la sociedad nuer poseía el aparato político
necesario para gobernarse independientemente de otros segmentos. En tiempos de
conflicto, las uniones de segmentos se realizaban de acuerdo a una compleja serie de
reglas basadas en la relaciones entre los linajes y sus distintas áreas de control territorial.
No obstante, con base en lo que hemos presentado arriba, creemos que todos los seg-
mentos o parcialidades del altepetl mesoamericano estaban más fuertemente consoli-
dados en torno a un tlatoca tlatomecayotl (genealogía de grandes señores) de lo que lo
estuvieron los linajes segmentarios nuer.
La tradición nativa de tomar decisiones políticas de gran envergadura por medio
de un consejo de parientes gobernantes servía para aliviar la tensión política interna
del sistema y reducir la probabilidad de escisiones. De la misma forma, la escasez de
tierras cultivables y la circunscripción social que se vivía en Mesoamérica, al menos en
vísperas de la conquista española, nos hace pensar que las ligaduras de las unidades
políticas con sus espacios político-territoriales fueron mucho mayores de las que se
presentaban entre los grupos nuer, cuya economía estaba basada en la ganadería.
El punto pivote en torno al cual gira el tlatoca tlatomecayotl indígena es la relación
de parentesco estrecha entre el tlatoani electo con sus tetecuhtin, situación que también
se proyecta en las relaciones con otros altepeme. El cementante del altepetl radica en
los lazos matrimoniales entre las familias nobles de cada parcialidad. Carrasco Pizana
analizó este punto, demostrando la gran complejidad que rebasa un análisis dicotómi-
co simplista (endogamia versus exogamia) en los patrones matrimoniales del altepetl y
sus parcialidades. Carrasco Pizana propone seis posibles combinaciones en el tipo de
matrimonios, que dependen de si fueron interdinásticos o intradinásticos, y de si el
tlatoani se enlazó con una cihuapilli de menor, igual o mayor rango que él (Carrasco
Pizana, 1984: 46). Nos parece que de las categorías matrimoniales que analiza Carras-
co Pizana, la hipergamia era de capital importancia en la consolidación de las parcia-
lidades de un altepetl simple. El matrimonio hipergámico se presenta cuando un
gobernante de alto estatus toma como esposa a una mujer de menor jerarquía. Este
tipo de matrimonio es significativo durante el comienzo de una dinastía al momento
de la fundación de un nuevo altepetl. El caso más conocido es el de Tenochtitlan,
cuando Acamapichtli, su primer tlatoani, tomó esposas de todas las familias más im-
portantes de los barrios de Tenochtitlan, de donde se conformó la nobleza mexica-te-
nochca. En la variante hipergámica intradinástica, el hijo producto de este tipo de
enlace sucede la posición de líder, sólo en la parcialidad de donde viene la madre. En
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 55
este caso, los hijos del tlatoani, producto de los enlaces con las hijas de los tetecuhtin
de cada casa señorial, serán tetecuhtin de su propio tecalli.
Una vez que ha comenzado una dinastía, es más probable que se den otro tipo de
casamientos, en especial el hipogámico interdinástico, en el que un tlatoani de menor
jerarquía toma como esposa a una cihuapilli de mayor jerarquía, traída de otro altepetl
específicamente para ese propósito (Carrasco Pizana, 1984: 46). Al hijo de tal matri-
monio le corresponderá la posición de tlatoani en el altepetl del padre. El ejemplo
clásico lo podemos observar en el matrimonio entre Huitzilihuitl, segundo tlatoani
mexica, con Ayahuacihuatl, hija del señor tepaneca Tezozomoc, cuyo producto, Chi-
malpopoca, se convirtió en el tercer tlatoani mexica, pero sin derechos de sucesión
sobre Azcapotzalco. Este tipo de enlaces habría sido común cuando, por conquista o
confederación, un altepetl menor caía bajo la influencia de otro más poderoso. Una
variante importante en los patrones matrimoniales es el hipogámico intradinástico, el
cual genera una sucesión agnaticia, en la que los hermanos o los sobrinos son los úni-
cos sucesores del tlatoani (Carrasco Pizana, 1984: 46). Éste fue el caso de los mexicas
posteriores a Itzcoatl, los cuales restringieron el casamiento de su más alta nobleza
(tlazopipiltin) con dinastías exógenas. En el caso de unidades políticas con una jerar-
quía similar, se podían negociar arreglos matrimoniales estratégicos llamados isogámi-
cos interdinásticos (Carrasco Pizana, 1984: 46), en los que cada casa señorial negociaba
cuáles infantes tendrían derecho a suceder el señorío del padre y cuáles el de la madre.
Quizá los mixtecos podrían haber practicado con cierta frecuencia este tipo de enlaces.24
El modelo presentado aquí tampoco agota todas las posibles variantes de organización
político-territorial que podían presentarse empíricamente en Mesoamérica. En la pri-
mera relación de la Nueva España que el presidente de la Segunda Audiencia de Mé-
xico, Ramírez de Fuenleal, recopiló para la Corona española se mencionan cinco tipos
político-territoriales con base en el tipo de sujeción que un tlatoani tenía sobre su
población (León Portilla, 1969: 31-32). Desglosaré cada uno de estos tipos con base
en dos variables que tienen que ver con el grado de afectación que sufrió la estructura
político-territorial del altepetl durante el proceso de expansión mexica:
Tipo 1
(preexpansión mexica o con poca afectación después de la expansión mexica)
[…] un señor tiene el pueblo y cabecera donde reside y tiene su casa, y tiene otros
pueblos que tienen señores sujetos a este señor y le sirven y contribuyen, pero tienen
sus términos distintos del pueblo principal del señor, y hacen sus repartimientos por
sí y tienen oficiales por sí, aunque son sujetos al señor que está en la cabecera. (León
Portilla, 1969: 31-32)
Aquí se está describiendo un altepetl que ha tenido la capacidad de anexar a su estruc-
tura político-territorial, por medios no especificados, otros altepeme menores o iguales
a él. Este modelo corresponde cercanamente a lo que Lockhart llamó “altepetl comple-
jo”, es decir, una especie de confederación forzada, o negociada, con múltiples altepe-
me, en los que cada tlatoani continúa ejerciendo su soberanía de manera autonómica
sobre sus parcialidades pero que, a su vez, reconoce el predominio de un tlatoani y
tecpan específicos, que los aglutina y organiza (Lockhart, 1992: 36-37). El altepetl
complejo se recrea a través de un proceso perpetuo de fusión, en el que los casamientos
interdinásticos y el mecanismo de entreverado de tierras juegan un papel crucial.
“Tlayacatl altepetl” es un término valioso que Lockhart recupera de Chimalpahin
para referirse a cada altepetl miembro de la confederación o altepetl complejo (Loc-
khart, 1992: 37). Se desconoce cuál es el origen de este término, y si era común o no;
lo interesante es que su etimología podría relacionarse con el concepto “primogenitu-
ra”, o algo que guía, que sobresale del resto, que termina en punta, como una nariz
(Siméon, 1997: 585). Quizá este concepto esté reconociendo que cada miembro del
altepetl complejo poseía su propia casa señorial fundada en su propio tlatomecayotl
(linaje de señores). Xochimilco, Amecameca, Cuauhnahuac y otros Estados similares
serían los ejemplos arquetípicos de este tipo de altepetl complejo.
Tipo 2
(preexpansión mexica o con poca afectación después de la expansión mexica)
Hay otra manera de sujetos, que el pueblo principal donde está el señor tiene pueblos
sujetos a sí, y son en términos y repartimientos comunes, y este pueblo o cabecera
tiene algunas cabeceras que tienen así mismo pueblos y sujetos, y reparten sus tributos
entre sí, y estas cabeceras con los pueblos que cada una tiene por sujeto reconocen al
pueblo principal donde el señor está y tiene su casa, y se llama aquélla, cabecera, y las
otras cabeceras con sus pueblos se dicen sujetos. (León Portilla, 1969: 32)
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 57
De primera lectura, esta descripción del altepetl tipo 2 da la impresión de ser muy
parecida a la del altepetl tipo 1; sin embargo, hay algunas diferencias de grado que
permiten inferir que el altepetl tipo 2 representa una entidad política más sencilla y
pequeña de lo que fue una entidad tipo 1. En primer lugar, la cita que describe el alte-
petl tipo 2 dice que tal entidad tiene sus pueblos sujetos en “términos y repartimientos
comunes”, es decir, que todas las tierras y los vínculos están contenidos en el territorio
de un altepetl simple. Por su parte, la cita que hace referencia al altepetl tipo 1; clara-
mente menciona que los términos de los señores sujetos son “distintos del pueblo
principal del señor”, es decir, que es un ente formado por la aglutinación de múltiples
territorios. En segundo lugar se dice que en el altepetl tipo 2 los pueblos y cabeceras
sujetas “reparten sus tributos entre sí”, es decir, que participan en la misma tanda y
rueda de tributación y servicios personales. En contraste se dice que los altepetl tipo 1,
“hacen su repartimiento por sí y tienen sus oficiales por sí”, lo que significa que cada
tlayacatl altepetl está encargado de crear sus propios vínculos y burocracia, lo que, en
la práctica, nos habla de la existencia de múltiples tandas y ruedas de servicios perso-
nales y obligaciones tributarias que corren cada una por su cuenta en los distintos
módulos del altepetl complejo.
El modelo hipotético de altepetl que he desarrollado páginas arriba, en este capí-
tulo, estaría basado precisamente en un altepetl tipo 2, el cual posee algunos vínculos
de tecalli y pilcalli, pero fuertemente atados a un único tecpan por medio del uso co-
mún del territorio y una tanda única de trabajo y tributación. A continuación reescri-
bo la descripción del altepetl tipo 2, pero reemplazo los conceptos españoles del siglo
xvi con la terminología náhuatl que vengo utilizando a lo largo del trabajo, esto con
la finalidad de ligar más la estructura político-territorial del altepetl tipo 2 con el mo-
delo hipotético.
Hay otra manera de unidad política: en el cual el altepetl principal donde está el tlatoa-
ni tiene sujetos a sí pilcaltin [casas de nobles], y éstas están en términos y repartimientos
comunes, y este altepetl tiene algunos teccaltin [casas de señores] que tienen asimismo
pilcaltin y calpultin, que reparten sus tributos entre sí. Y estos teccaltin con sus pilcaltin
y calpultin que cada uno tiene por sujeto reconocen al altepetl principal donde el tlatoa-
ni está y tiene su tecpan, y se llama cabecera [refiriéndose al asiento del tlatoani], y los
otros teccaltin con sus pilcaltin y calpultin se dicen sujetos [vinculados al tecalli que os-
tenta el título de tlatoani del altepetl]. (Compárese con la cita anterior de León Portilla)
Se hablaría aquí de una unidad política que no ha sido conquistada por otra, pero
que tampoco ha conquistado a nadie, ni se ha confederado con otros altepeme. Se
58 Gerardo Gutiérrez Mendoza
e ntiende que los tetecuhtin, a pesar de gozar de cierta autonomía cada quien en su teca-
lli, tienen reconocimiento y están obligados con el señor electo del altepetl y su tecpan.
Tipo 3.
(Preexpansión mexica o con poca afectación después de la expansión mexica)
Otra manera de sujetos hay, que la cabecera tiene algunos barrios o estancias cerca de
sí o lejos, y como están derramados o en una parte más ayuntados que en otra, pero
están en un término y los repartimientos son comunes, y algunos los hacen por sí,
según están ayuntados, y tiene un señor y unos mandones y estos se pueden decir
sujetos o lo deben ser […] (León Portilla, 1969: 32)
Éste parece ser el altepetl más sencillo de todos los descritos en el informe de Ramírez
de Fuenleal. Bien podría clasificarse únicamente como un módulo aislado (tecalli o
pilcalli) de un altepetl tipo 2, pero en realidad podría estar describiendo la fundación
reciente de un altepetl sencillo, en el cual no se ha consolidado ninguna parcialidad, ni
otra casa de nobles.
La génesis del altepetl tipo 3 debe buscarse en las fundaciones hechas por grupos
migrantes quienes han logrado reclamar, por algún medio, un pedazo de territorio que
trataran de preservar. Otra posibilidad es la rebelión de un módulo y su separación
temporal o definitiva de un altepetl complejo.
Este caso responde a la descripción típica de un gran altepetl tipo 1, conquistado por
la Triple Alianza, al que se le impone un recolector de tributos que tiene la función de
modificar el sistema económico del conquistado en favor del dominador. En sentido
estricto, esto sería una dominación hegemónica de parte de la entidad imperial, ya que
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 59
Hay otra manera de subjeto, y es que ahora ha cincuenta años, lo más o menos, fueron
algunos pueblos sujetos a algún señor o cabecera, y después los mexicanos los ganaron
y repartieron entre sí, y ahora están en libertad, quieren algunos decir que estos son
sujetos porque lo fueron antiguamente. (León Portilla, 1969: 32)
Éste es un caso interesante que muestra cómo la Triple Alianza disolvió algunos alte-
peme complejos para poner a los tlayacatl altepeme constituyentes directamente bajo la
esfera de control imperial. Acción que debilitaría las alianzas y ligas de algunos altepe-
me tipo 1, que hubieran alcanzado gran poder regional y del cual los mexicas temieran
alguna rebelión mayor. Es interesante que Cortés, en la reunión de Coyoacán (circa
1522) con los tlatoque de la cuenca de México, tomó exactamente la misma acción y
liberó a todos los altepeme de las obligaciones que anteriormente tenían con la Triple
Alianza y que, a partir de ese momento, cada pueblo (altepetl) había de ser por sí y
acudir con sus tributos sólo al rey de España y a los conquistadores en su nombre
(Zorita, 1963: 405).
Cabría proponer un tipo más que no está descrito en el informe de Ramírez de Fuen-
leal, que sería el “altepetl imperial”. Este tipo se reservaría para unos cuantos Estados
nativos que lograron dominar una gran cantidad de altepetleme complejos tipo 1 y
que además pudieron mantener esa dominación por más de una década. Para el caso
25 “Cualquier caballero, o cacique que impedía, que los macehuales y vasallos pagasen los tributos, y
rentas debidos al rey, moría con la pena del conspirador […] “ (Torquemada, 1975, volumen 32: 386)
60 Gerardo Gutiérrez Mendoza
mesoamericano del siglo xv, únicamente la Triple Alianza y el Estado tarasco clasifi-
carían en este rubro, si bien algunos colegas podrían reclamar que algunas entidades,
como Tlaxcala, Tututepec o el Reino quiché, entre otros parecidos, podrían conside-
rarse también en esta categoría. No obstante, en mi opinión, los tres últimos casos son
simplemente grandes altepeme complejos tipo 1. En este punto se debe advertir que
los observadores españoles del tiempo de la Segunda Audiencia (1531-1535) no esta-
blecen límites cuantitativos para su descripción de los distintos altepeme, y en su lugar
reportan una clasificación cualitativa de ellos. Sería bueno seguir con este proceder y
evitar discusiones fútiles en cuanto a puntos máximos y mínimos para la clasificación
de un altepetl en una u otra categoría.
La pregunta obvia en este punto es: ¿cómo era la competencia político-territorial entre
los distintos tipos de altepetl mesoamericanos? Para contestarla comenzaré por suponer
que durante el periodo Postclásico tardío, Mesoamérica fue un mosaico compuesto
por un par de millares de unidades político-territoriales, con una estructura muy si-
milar a la que he modelado anteriormente. Así, a lo largo de todo Mesoamérica habrían
existido Estados nativos parecidos al altepetl, pero con variantes regionales en estruc-
tura, dimensiones y complejidad (Aguirre Beltrán, 1981: 19-66). Antes de la forma-
ción de la Triple Alianza y el Estado tarasco que, como casos excepcionales, lograron
el dominio de varias centenas de unidades políticas complejas (con otros altepeme
simples sujetos a ellas), la mayoría de los altepeme del centro y sur de México habrían
sido de los tipos 1, 2 y 3, de acuerdo con la tipología extraída de Ramírez de Fuenleal
(León Portilla, 1969).
El altepetl tipo 3 parece ser el más simple de todos, y habría sido una unidad po-
lítica tan básica que es probable que la mayoría de tales entidades soberanas hubieran
desaparecido ya del mapa político mesoamericano aun antes de la llegada de los espa-
ñoles. Es posible que los pocos altepeme de este tipo, que todavía hubieran existido en
Mesoamérica a finales del siglo xv, se hubieran localizado en las áreas más remotas y
montañosas del país. Otra posibilidad es que su existencia y permanencia hubiera
estado garantizada por acuerdos diplomáticos entre unidades mayores (altepetl tipo 1
y 2), para que los altepeme tipo 3 sirvieran como zonas de amortiguamiento entre ellas.
A principios del siglo xv, el altepetl tipo 2 sería el más común y es probable que
hubiera sido el predador perfecto de los minúsculos altepeme tipo 3. Además de poseer
una mayor capacidad militar, los altepeme tipo 2 podrían absorber fácilmente los di-
minutos linajes gobernantes pertenecientes al tipo 3 dentro de su red dinástica mayor,
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 61
26 Es decir que el tlatoani menor toma a una esposa de un altepetl de mayor jerarquía, y que un hijo de
ambos sería el sucesor al tlatocayotl (señorío) del padre.
62 Gerardo Gutiérrez Mendoza
motivado, ya sea por una amenaza creíble de invasión por parte de la unidad política
agresiva, o bien por la derrota en batalla del gobernante débil (Zorita, 1963: 355).27
Esto nos indica que con la sujeción del tlatoani principal del altepetl perdedor, todos
los demás tetecuhtin que componían dicho altepetl reconocían obediencia al conquis-
tador, al menos por algún tiempo. Esta característica permitía expansiones meteóricas,
con la consecuente formación de enormes altepeme tipo 1 en vastos contextos regio-
nales. Llevado al contexto geopolítico de toda Mesoamérica, el mismo mecanismo
operó para la formación de un ente tan colosal como lo fue el imperio de la Triple
Alianza (Cortés, 1998: 66).28 No obstante, en este punto es más factible que los alte-
peme tipo 1 hubieran tenido la oportunidad de implementar un proceso de integración
territorial y dinástica más consistente que aquel que alguna vez hubiera podido aplicar
la Triple Alianza. Los altepeme tipo 1, una vez consolidados mediante intercambios
matrimoniales y habiendo logrado los traslados espaciales de sus parcialidades: “podían
mantenerse unidos durante siglos y relacionarse tan profundamente entre sí […] que
después de la conquista ya no se les podía separar” (Lockhart, 1992: 36). Por su parte,
la Triple Alianza, como gran altepetl del tipo imperial, se disolvió fácilmente en el
corto plazo.
Conclusiones
27 “[…] conociendo los vencidos su flaqueza muchas veces se sujetaban y se daban por vasallos del señor
que los llevaba de vencida y si el señor no quería darle la obediencia sus mismos vasallos le requerían
que se diese para que él y ellos no perecieren ni les asolasen sus pueblos y sus casas, y si porfiaba a no
se dar pareciendo que era soberbia sus mismos vasallos lo mataban y trataban paces con el otro
señor[…]” (Zorita, 1999: 355)
28 “El señorío de tierras que este Moctezuma tenía no se ha podido alcanzar cuánto era, porque a ninguna
parte, doscientas leguas de un cabo y de otro de aquella su gran ciudad, enviaba sus mensajeros, que
no fuese cumplido su mandato […] Pero de lo que se alcanzó, y yo de él pude comprender, era su
señorío tanto casi como España”. (Cortés, 1998: 66)
Hacia un modelo general para entender la estructura político-territorial
del Estado nativo mesoamericano (altepetl) 63
profundizar más en el papel del los consejos de gobierno en torno de los cuales giraba
la elección del tlatoani, la behetría indígena que nos menciona el padre De Acosta. En
fin, hay mucho por avanzar, pero espero que otros tomen este sendero y ayuden con
la carga. En su defecto, si algunos colegas se horrorizan ante la presencia de mi altepetl
tipo “Frankenstein”, espero que por lo menos me marquen los errores y nos indiquen
a todos un camino mejor pavimentado.
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Kenneth G. Hirth
Pennsylvannia State University
Introducción
69
70 Kenneth G. Hirth
El interés de los arqueólogos por los grandes lugares urbanos es tan viejo como la
disciplina misma. La razón es simple; las grandes comunidades humanas siempre son
los lugares más influyentes de la sociedad, sea en términos de su poder económico y
político o como lugares de influencia social y religiosa (Childe, 1950). Desde una
perspectiva evolucionista, las comunidades crecieron en los lugares más importantes
de la sociedad, por razones de la riqueza del paisaje y de su valor estratégico como
pasos, o rutas de comercio, o por su significado ideológico o religioso. Las comunida-
des urbanas son importantes desde una perspectiva evolucionista porque en ellas exis-
te la necesidad de formas de gobierno que no están basadas en el parentesco y
constituyen una instancia para la solución de conflictos internos. Las ciudades pro-
porcionan un ambiente en el que con frecuencia tiene lugar el cambio cultural acele-
rado y son justificadamente el foco de la investigación arqueológica.
El altepetl y la estructura urbana en la Mesoamérica prehispánica 71
El punto de vista indígena (émico) sobre las comunidades urbanas en Mesoamérica pa-
rece muy diferente al adoptado por los arqueólogos y otros científicos occidentales. En
el tiempo de la Conquista muchos asentamientos grandes y nucleados tenían una estruc-
tura organizacional integrada pero segmentada. La dicotomía urbano/rural que se acos-
tumbra usar para definir y discutir las relaciones urbanas no existe en la mente de los
indígenas y, al implementarla con el propósito de hacer análisis geográficos o sociopolí-
ticos, simplemente distorsionamos el modelo real de la estructura urbana prehispánica
(Hirth, 2000: 272). Michael Smith (1993, 1994) ha observado que los asentamientos
rurales aztecas eran comunidades socialmente complejas y heterogéneas que no caben
bien en las dicotomías urbano/rural en uso. La información etnohistórica indica que las
comunidades urbanas y rurales eran partes iguales y sin jerarquía del altepetl político
mayor. Las ciudades eran componentes de un altepetl mayor, y no al contrario. El altepetl
fue la principal estructura organizacional y no solamente el territorio inmediato que
sostenía a la comunidad urbana. Como resultado, el tamaño y la estructura de la comu-
nidad urbana era el reflejo de su correspondiente altepetl, y no tenía una estructura o
identidad separada de este gran cuerpo político. Aun cuando esta diferencia puede pare-
cer sutil es importante porque significa que las instituciones organizacionales eran de
ámbito regional, más que enfocadas en la estructura de una comunidad individual.
En el tiempo de la Conquista el altepetl regional era la unidad política fundamen-
tal en el centro de México. En términos básicos representa una familia real y su tierra
74 Kenneth G. Hirth
1 Rincón Mautner, en este volumen, maneja los mismos conceptos para los mixtecas del Postclásico
(Nota del editor).
El altepetl y la estructura urbana en la Mesoamérica prehispánica 75
municipio que incluía tanto al pueblo principal como la tierra que le pertenecía (Mar-
cus, 1983: 207; Restall, 1997). En la Huaxteca el término “bichou” se usó para referirse
al estado territorial o entidad política de un señor (ahjatic), su corte y los asentamientos
donde vivía (Gutiérrez Mendoza y Ochoa Salas, 2000, De Tapia Zenteno, 1985).
Parece probable que en toda Mesoamérica no se viera a los centros urbanos como
lugares cualitativamente distintos ni como entidades del paisaje rural, como lo son
para la sociedad occidental (Bookchin, 1992; Gulick, 1969). En vez de eso, las ciuda-
des se vieron, al parecer, como concentraciones de población que residía alrededor de
la casa del gobernante, del contingente político y de las estructuras religiosas del alte-
petl. Las comunidades urbanas no tenían delimitaciones formales y las ciudades pre
hispánicas podían contener el centro nucleado del sitio y los pueblos externos, las
residencias y los campos de cultivo del altepetl. Es necesario que nos percatemos de
que las ciudades no eran unidades corporativas administrativas en el mismo sentido
en que las pensamos en términos de una jerarquía de sitios arqueológicos. Las delimi-
taciones eran difusas y es necesario un modelo que proporcione la estructura analítica
para conceptuar estas comunidades urbanas prehispánicas.
James Lockhart (1992) argumenta que, aunque hubo muchos grandes asentamientos
nucleados en el centro de México en el tiempo de la Conquista, no existieron ciudades
en el sentido weberiano del término. El concepto de una ciudad como un lugar sepa-
rado y rodeado por las distintas comunidades corporativas de un altepetl mayor del
cual formaban parte, no es compatible con los principios de la organización sociopo-
lítica nahua. De acuerdo con Lockhart, en el altepetl nahua, “cualquier agrupación
urbana central que pudiera existir no tenía que constituir una jurisdicción separada,
sino que podría caer dentro de las áreas de alguno de los calpultin constituyentes.
Cada calpulli estaba separado [...] y no como una ‘ciudad’, para contribuir y beneficiar
las operaciones del altepetl” (Lockhart, 1992: 19). En este modelo, la unidad adminis-
trativa primaria es el altepetl, y sus unidades secundarias constituyentes son los calpul-
tin o las estructuras organizacionales equivalentes. Lo importante aquí es que las
ciudades como agrupamientos nucleados de población son epifenómenos o, a lo más,
unidades organizativas terciarias que resultan de la concentración de calpultin, o uni-
dades de organización equivalentes, alrededor de la residencia del gobernante y del
contingente cívico ceremonial del aparato del altepetl.
76 Kenneth G. Hirth
FIGURA 2.1
Modelo estructural de organización
de los agrupamientos nucleados de población en un altepetl más amplio
FIGURA 2.2
Patrón de asentamiento, en términos de las residencias individuales
78 Kenneth G. Hirth
partes representada por los calpultin 5-8 puede detectarse en el agrupamiento central
de población, podría interpretarse de manera incorrecta como la evidencia de un nivel
de barrio para la organización administrativa dentro de la ciudad. Segundo, las dife-
rencias en el tamaño y dispersión de los agrupamientos de población hacen parecer
que el altepetl estaba organizado en una jerarquía administrativa de tres niveles, en vez
de una sola entidad política, con una organización residencial segmentada. Desde una
perspectiva espaciogeográfica, haría que el agrupamiento central de los calpultin 5-8
aparezca como la comunidad de rango superior en una jerarquía administrativa que
no existe. Por supuesto, el cuadro viene a ser todavía más complejo si las unidades
calpultin estaban jerarquizadas en el altepetl, como sugiere Lockhart (1992: 17-18) que
sucedía en muchos casos.
Un problema que los estudiosos enfrentan es desentrañar la naturaleza de la es-
tructura urbana prehispánica con la diversidad de términos y referencias encontradas
en la literatura etnohistórica. Aunque como calpultin se mencionan las ocho divisiones
administrativas del altepetl, que se encuentran en la figura 1.1, en realidad eran deno-
minadas con una variedad de diferentes términos. El altepetl era la unidad administra-
tiva básica dentro del sistema colonial español y con frecuencia se llamaba señorío
(Hodge, 1984: 17, 1994). La jerarquía en los grandes Estados podría denominarse
tlayacatl, tlahtocayo o cabeceras, mientras que las subdivisiones de las comunidades
nucleadas podían llamarse calpultin, barrios o estancias, dependiendo del lenguaje y la
terminología empleada por cada autor. Aun cuando esto es confuso, no debemos su-
poner una jerarquía de relaciones entre estos componentes, donde no existe. Lo im-
portante de la perspectiva indígena nahua es que las unidades organizacionales
primarias y secundarias se estructuraron en el modelo del altepetl y del calpulli, y no
necesariamente bajo las distinciones urbano/rural ni ciudad/villa derivadas de una
interpretación espacial o geográfica de los restos materiales.
Utilizando el modelo segmentario subsiste la cuestión sobre si hay evidencia del altepetl
o la forma segmentada de urbanismo en el centro de México en el tiempo de la Con-
quista. La respuesta a esta cuestión parece ser afirmativa. Frederic Hicks (1982, 1984),
en su amplio estudio sobre el altepetl de Texcoco, encuentra evidencia de exactamente
este tipo de organización en el valle de México. El altepetl de Texcoco cubría un área
cercana a los ochenta kilómetros cuadrados e incluía más de cien mil personas (Hicks,
1982: 231). A su vez, Texcoco se subdividía en seis grandes calpultin, “parcialidades”
o secciones administrativas (Ixtlilxóchitl, 1975 y 1977, 1: 380, 2: 101), que fueron las
El altepetl y la estructura urbana en la Mesoamérica prehispánica 79
eran grupos étnicos organizados como cuatro altepeme separados. Otros ejemplos de
este tipo de estructura urbana segmentada en el valle de México se encuentran en los
pueblos de Culhuacan y Cuitlahuac, cada uno con cuatro tlatoani elegidos e indepen-
dientes, y Amecameca, que tuvo cinco tlatoani separados (Bray, 1972: 164).
La ciudad de Cholula, en el vecino valle de Puebla, presenta un cuadro aún más
claro de este patrón de estructura urbana. Los documentos coloniales tempranos in-
dican que la ciudad se subdividía en seis secciones semiindependientes, cabeceras o
estructuras, como el altepetl, cuya autoridad administrativa se extendía sobre las po-
blaciones distribuidas en los asentamientos de todo el territorio inmediato que las
rodeaba (Paso y Troncoso, 1905-1906: 61-62; Simons, 1968, 1969, Lind, en este
volumen). Esas seis secciones se subdividían, a su vez, en 4-9 barrios o calpulli, algunos
de los cuales se localizaron en el paisaje rural circundante del centro nucleado de
Cholula (Simons, 1967, 1969: 143). Kubler (1968) describe la estructura urbana de
Cholula como una liga de seis pueblos separados, agrupados juntos y que compartían
un centro administrativo ritual. El patrón general es, de nuevo, segmentado, más aún
que el de una comunidad urbana integrada. Nadie cuestiona que Cholula fue un
poderoso reino y que tenía como capital un importante e influyente centro urbano
panmesoamericano. Las grandes comunidades, como Cholula, eran importantes ciu-
dades Estado prehispánicas, aunque con frecuencia no eran las comunidades unifica-
das e integradas que los estudiosos occidentales quieren que sean (Hirth, 2000: 274).
Lockhart (1992) considera que la naturaleza segmentada de la estructura adminis-
trativa se extendía más allá de los límites del altepetl individual, hasta abarcar las gran-
des confederaciones y Estados compuestos observados por todo el valle de México, en
el tiempo de la Conquista. Se trata de los mismos principios organizativos de gran
orden. El Estado de Chalco, por ejemplo, se dividía en cuatro grandes tlayacatl, los
cuales se subdividían en una variedad de altepeme individuales (Chimalpahin, 1965).
Cuauhtitlan se organizaba de manera similar y aunque su linaje gobernante fue funda-
do cerca del año 800 d. C. (Hodge, 1984: tabla 4.1), no se construyó un centro formal
altepetl con su complejo templo-palacio sino hasta cerca del año 1300 d. C. (Anales de
Cuauhtitlan, 1945: 32). Fue en ese entonces que se fundó el pueblo de Cuauhtitlan, al
agruparse ocho calpultin en cuatro distritos alrededor del complejo templo-palacio
(Anales de Cuauhtitlan, 1945: 34; Hodge, 1984: 77). Esto ha sido confirmado indirec-
tamente por la evidencia arqueológica de la región en donde la población nucleada no
aparece alrededor de Cuauhtitlan sino hasta después del año 1350 d. C. (Sanders,
Parsons y Santley, 1979: mapas 17 y 18). De la misma manera, Xochimilco se dividía
en tres grandes tlayacatl, cada uno con su propia jurisdicción y tlatoani.
También se menciona la misma estructura segmentada en otras áreas fuera del
Altiplano del centro de México. Las comunidades prehispánicas de la Mixteca Alta se
El altepetl y la estructura urbana en la Mesoamérica prehispánica 81
amaks rurales (Fox, Cook y Demarest, 1996: 812). Un ejemplo de esta estructura es la
importante ciudad quiché de Utatlán (Carmack, 1981; Fox, J., 1987, 1989).
(Munch, 1976). Lo más instructivo de estos ejemplos es que muestran la variación sobre
la forma en que pudieron organizarse los dominios territoriales discontinuos.
La “Relación Geográfica de Teccisztlán (Tequisistlán) e su Partido” de 1580 propor-
ciona una extensa lista de asentamientos rurales en el valle de Teotihuacan, un mapa
con sus localizaciones y los nombres de las cabeceras a las cuales cada asentamiento
pagaba tributo (Sanders, Evans y Charlton, 2001: mapa 240, tabla 92). El documen-
to se ocupa de los dominios tributarios de los tres importantes altepeme de Teotihuacan,
Acolman y Tepexpan localizados en el valle de Teotihuacan en el tiempo de la Con-
quista. El dominio territorial de Teotihuacan consistía de aproximadamente diecisiete
asentamientos tributarios (Sanders, Evans y Charlton, 2001: tabla 92); salvo tres de
ellos, todos se localizaban en medio de la planicie del valle. La mayor parte del terri-
torio del altepetl de Teotihuacan era una extensión continua de tierra que rodeaba la
comunidad cabecera donde residía el tlatoani (véase la figura 2.3). No obstante, tam-
bién fueron parte del altepetl de Teotihuacan tres comunidades rurales adicionales,
localizadas en la región de Temascalapa fuera del valle principal. En este ejemplo, la
mayor parte del territorio del altepetl de Teotihuacan se definía como un dominio
geográfico continuo, solamente con algunos segmentos reducidos separados del prin-
cipal bloque territorial.
El segundo altepetl importante en esta región era el de Acolman, conocido hoy día
principalmente por el convento del mismo nombre. El dominio territorial de Acolman
consistía de 26 asentamientos tributarios localizados en dos bloques territoriales espa-
cialmente separados, presentados en la figura 2.3. Uno de los grandes bloques se loca-
lizaba en un área irrigada de alta producción sobre la planicie del valle, rodeando el
centro de Acolman. La otra mitad del dominio territorial de Acolman se localizaba en
la región de Temascalapa fuera del valle de Teotihuacan. Estaba separado de las otras
áreas del altepetl por territorios intermedios de los altepeme de Teotihuacan y Tepexpan.
El tercer altepetl importante en esta región fue el de Tepexpan. La organización
espacial de este altepetl es de particular interés, debido a que la mayor parte del terreno
y de las comunidades que lo componían estaban separadas de la cabecera principal
central. La cabecera principal de Tepexpan se localizaba en la planicie aluvial del valle
de Teotihuacan, mientras que la mayoría de sus 13 pueblos tributarios dependientes
y de las tierras que cultivaban, se localizaban fuera del valle de Teotihuacan, sobre las
pendientes del cerro Gordo, en la región de Temascalapa y en la planicie de Xaltocan.
Está claro que buena parte de los dominios tributarios del altepetl estaba desarticulada
y separada de la cabecera central de Tepexpan por las tierras intermedias de Teotihuacan
y Acolman (véase la figura 2.3).
Lo que demuestran estos ejemplos es que aún dentro de una pequeña región, los
altepeme adyacentes pueden variar ampliamente en la manera en que estructuraban y
84 Kenneth G. Hirth
FIGURA 2.3
Parte de los dominios tributarios del altepetl que estaba desarticulada y separada
de la cabecera central de Tepexpan por las tierras intermedias de Teotihuacan y Acolman
organizaban sus dominios territoriales. Es probable que los dominios continuos, como
Teotihuacan, fueran energéticamente eficientes debido a que efectuaron el transporte
de bienes de tributo y desempeñaron trabajos obligatorios en el tecpan fáciles de cum-
plir. Sin embargo, los ejemplos de Acolman y Tepexpan muestran claramente que
ésta no fue la regla general. Aparentemente fueron muy comunes los dominios dis-
continuos, como los anteriores, y no tenían problemas en su administración cuando
El altepetl y la estructura urbana en la Mesoamérica prehispánica 85
estaban separados del altepetl central. Los agricultores que explotaban esas tierras resi-
dían cerca, y sus relaciones tributarias con el Estado y la sociedad no se vieron afectadas
por la distancia que los separaba de la élite que los gobernaba. Las relaciones estructu-
radas por las obligaciones tributarias en el altepetl eran entre el tlatoani y el Estado, por
una parte, y la gran población de comuneros, por la otra. No era importante si la
población se localizaba en el interior de un espacio continuo.
Así, se daba como resultado un sistema flexible de acumulación de tierra que permi-
tía a la élite reunir diversas prebendas y bienes patrimoniales (tecpantlalli, pilcalli), con-
sistentes de tierras y sus trabajadores fijos, dispersos sobre extensas áreas. Así, los aztecas
comúnmente expropiaban la tierra de los grupos que conquistaban (Durán, 1994; Gib-
son, 1971: 390). Las tierras pudieron acumularse mediante el matrimonio, como se
observa en el linaje real de Teotihuacan, que anexó las tierras de Chalco a sus bienes pa-
trimoniales, por medio del matrimonio de la hija de Nezahualcóyotl en 1437 (Munch,
1976; Sanders, Evans y Charlton, 2001: 906). Esta práctica se observaba en muchas áreas
de Mesoamérica hacia el tiempo de la Conquista. Para ejemplificarla, Ronald Spores
(1967: 164-168) reporta una lista de 102 campos que formaron parte de las prebendas
patrimoniales otorgadas al cacicazgo de Yanhuitlán en 1580. De estos campos, 68 se lo-
calizaban en el altepetl original de Yanhuitlán, mientras que los 34 campos restantes se
localizaban en otros cuatro altepeme, en otras partes de la Mixteca Alta.
El concepto de un dominio estatal o territorio es el que se esperaría encontrar en
las sociedades de nivel estatal en Mesoamérica y en otras áreas del mundo antiguo.
Aunque las fronteras del altepetl varían en su forma por todas las tierras altas, se reco-
noce el dominio territorial como elemento formal de la estructura del altepetl. Éste
parece no ser el caso en algunas áreas de las tierras bajas mayas, donde las menores
densidades de población, la maleza densa y la práctica rotacional de cultivo, hacen
difícil definir los territorios específicos en los cuales vivían las poblaciones dependien-
tes. La unidad política primaria entre los mayas de Yucatán era el cacab, o municipio
regional, el cual recuerda en su estructura general al pequeño altepetl de las tierras altas.
Más que intentar establecer fronteras territoriales fijas, el cacab parece definirse en
términos de las relaciones sociales obligatorias que existieron entre los señores y los
sujetos (Okoshi, 1995).
Las fronteras territoriales fueron importantes para definir el altepetl, pero éstas se
subordinaban claramente en importancia a las relaciones sociales que definían el tri-
buto y los servicios obligatorios entre el señor y sus sujetos. Los dominios políticos
regionales, como el altepetl, se estructuraron internamente con respecto a las obliga-
ciones sociales, que llevan a una variedad de formas de organización espacial y territo-
rial. Esta variación se reproduce en las formas de organización de la comunidad. A
menudo, las grandes comunidades eran los elementos nucleares de los grandes
86 Kenneth G. Hirth
ominios políticos. Al igual que el altepetl en el que se encuentran, las ciudades y las
d
grandes comunidades, derivaron de las relaciones sociales que definían a la sociedad,
más que ser entidades formales en sí mismas. A continuación se trata la estructura
interna segmentaria de estas comunidades.
El modelo segmentario de la estructura urbana planteado antes (véanse las figuras 2.1
y 2.2) sugiere que las grandes comunidades urbanas prehispánicas podrían tener fron-
teras fluidas y un nivel relativamente bajo de estructuración corporativa de la comu-
nidad. Los grupos sociales que definen estas comunidades, con frecuencia se han
caracterizado por ser redes de calpultin. Lo que se enfatiza aquí es que esas redes socia-
les, aunque estructuradas, definen el altepetl más que los gobiernos municipales de las
ciudades. Una cuestión que falta resolver es cómo se estructuraron las redes comuni-
tarias y si las grandes comunidades nucleadas, que a menudo llamamos ciudades, tu-
vieron fronteras suaves o duras. Las estructuras sociales segmentadas deberían producir
diversidad en la manera en que se organizaron y estructuraron las comunidades. En
todo caso, la integración de comunidades corporativas debería tener un orden social
mejor definido y límites espaciales, como aquellas comunidades que justamente deri-
van de la extensa organización altepetl. La integridad residencial proporciona una
manera de evaluar la integración social de las comunidades urbanas. Desde esta pers-
pectiva, las comunidades con fronteras espaciales rigurosamente definidas, con mayor
posibilidad reflejan una integración más estrecha de las entidades sociales, que aquellas
fronteras que son vagas o discontinuas.
En Mesoamérica, la organización comunitaria a menudo se modela en términos
de agregados residenciales, como los distritos o barrios observados en los lugares urba-
nos históricos y contemporáneos. Si bien la terminología puede variar, estas subdivi-
siones con frecuencia son referidas como calpulli o una de sus formas derivadas. Mucho
se ha escrito sobre la composición y estructura del calpulli, y aquí no revisaré esa lite-
ratura (véanse Carrasco Pizana, 1971, 1976a, 1976b; Monzón Estrada, 1949; Reyes
García, 1996; Zorita, 1963,).
El calpulli se caracteriza a menudo al estar integrado por grupos de gente interna-
mente estratificada, que viven juntos, comparten la misma tierra, identidad étnica o
grupal y se comprometen en la colectividad cívica y en la actividad religiosa. Cada
calpulli tiene un pequeño recinto administrativo, el cual podía tener un templo peque-
ño, edificios cívicos, como el telpochcalli, y una residencia de élite (Carrasco Pizana,
1971; Monzón Estrada, 1949).
El altepetl y la estructura urbana en la Mesoamérica prehispánica 87
barrios) donde se organizaban las cuadrillas de tributo para sustentar a una sola fami-
lia de élite. En cambio, el barrio mismo, o la comunidad, podía subdividirse en cua-
drillas asignadas a diferentes familias de élite en los mismos, o diferentes, tlahtocayo.
El examen de la lista de las tierras patrimoniales en disputa por los dos tlahtocayo de
Tepeaca, encabezados por Luis de Guzmán, y la lista de cuadrillas tributarias de Her-
nando de la Cruz, muestran un total de ochenta barrios y comunidades en Tepeaca y
Acatzingo durante el siglo xvi (Martínez, 1984: tabla 2). Los datos indican que ambas
familias reales tenían tierras y obtenían tributo de las cuadrillas, en muchos de los
mismos barrios. Treinta y tres barrios, al menos 40% de los enlistados, tenían su pro-
pia población dividida en cuadrillas, las que se asignaron a diferentes tlahtocayo. Estas
relaciones se aclaran cuando se examina la muestra total de las 111 comunidades con
tierras en disputa y cómo se distribuían éstas entre las catorce familias de élite de todos
los tlahtocayo. De los barrios o comunidades enlistados, 66, es decir 60%, se dividieron
en cuadrillas de tributos que cruzaban la organización natural de los agrupamientos
residenciales. Las familias adyacentes en los mismos barrios se dividían en cuadrillas
de tributo asignadas a diferentes señores (Martínez, 1984: 106).
En la discusión sobre el urbanismo son importantes algunos elementos de este
sistema. Primero, las cuadrillas de tributo proporcionaron la red primaria administra-
tiva que operaba en la relación de las poblaciones al oriente del valle de Puebla. Se
trata de un sistema formal, organizado con los principios de solidaridad mecánica
(Durkheim, 1933; Robey, 1982: 74-75), que en menor grado sigue, y en un grado
mayor atraviesa la organización más natural y orgánica de los grupos residenciales
(Weber, 1947). Segundo, la élite probablemente usaba este sistema de tributos para
romper y minar la estructura corporativa de los grupos residenciales. En el oriente de
Puebla, las comunidades residenciales no fueron las unidades primarias políticas o
administrativas. Sin embargo, eran agrupamientos de población organizados en blo-
ques tributarios, que sencillamente se reasignaban a las diferentes familias de élite,
mismas que recibían el usufructo del derecho a la tierra. Tercero, el sistema de cuadrillas
era altamente flexible y proveía un sistema para relacionar grupos amplios, y espacial
mente separados, pertenecientes a una jerarquía tributaria. El desarrollo del tlahtocayo
resultó con el tiempo en el desarrollo de sistemas integrados, cuyas partes componen-
tes se distribuyeron ampliamente sobre el espacio, más que concentrarse en áreas
compactas. Esto es importante, porque, como el modelo altepetl segmentario del ur-
banismo, demuestra que en el tiempo de la Conquista fueron los principios burocráticos
y no las fronteras comunitarias la base que conformaba las jerarquías administrativas
en el centro de México.
90 Kenneth G. Hirth
Aunque estamos lejos de entender las estructura del urbanismo mesoamericano, aho-
ra son claros algunos de sus aspectos. Primero, en Mesoamérica la ciudad no represen-
ta una institución específica y separada. Por el contrario, las ciudades se incrustaron
en y dependieron de una amplia estructura, altepetl, de la que formaban parte. La
tendencia de los arqueólogos a definir la ciudad como una institución social única y
separada, resulta de la adopción y del uso de la corriente weberiana observada en los
estudios americanistas sobre lo urbano. Las comunidades urbanas mesoamericanas
presentan un tipo de organización considerablemente diferente de la perspectiva we-
beriana sobre la estructura urbana. No eran entidades corporativas con sus propias
identidades municipales independientes. Fueron, en cambio, componentes diferentes
de entidades políticas regionales, como el altepetl.
Durante el tiempo de la Conquista, las grandes comunidades no tuvieron una
integridad interna distinta de la región en donde se localizaban. La atomización de las
comunidades, como comunidades corporativas aisladas y cerradas, ocurrió durante el
periodo colonial, como resultado de la destrucción de los dominios políticos indígenas
regionales, de la reubicación de la población mediante la práctica de las congregaciones
y debido a una larga historia de antagonismos y explotación socioeconómica de los
grupos indígenas. La comunidad corporativa cerrada fue producto de la experiencia
colonial, y no representa la manera en que se organizaban las comunidades indígenas.
En la Conquista se observó que las sociedades indígenas se organizaban y operaban
como dominios regionales, que tomaban sus precedentes de cualquier comunidad
particular que pudiera contenerlos.
Ciertamente existieron las comunidades grandes. Sabemos de las mismas por las
descripciones etnohistóricas y porque las hemos identificado arqueológicamente. Ade-
más, la comunidad principal en la cual vivían el tlatoani y la élite era usualmente la
comunidad más grande de la región. En el centro de México esos asentamientos podían
ser llamados altepenayotl, que De Molina (1977) define como “principal ciudad, que
es cabeza de reyno”. Un punto importante es que las ciudades no se situaban aparte de
los reinos en los cuales se encontraban. Las referencias citadas y otras referencias que
he encontrado, ponen énfasis sobre los reinos regionales y no sobre la ciudad.
Las grandes comunidades se organizaron internamente en una serie de segmentos
corporativos conocidos con una variedad de términos (por ejemplo, “barrios”, calpul-
tin, “wards”, etcétera). Estos segmentos también se reproducían fuera de las grandes
comunidades, en los pequeños caseríos y en las poblaciones dispersas en toda el área
rural. Lo que importa para reconocerlos, es que en las grandes comunidades esos seg-
mentos no se organizaban en jerarquías municipales distintas de las rurales. En cambio,
El altepetl y la estructura urbana en la Mesoamérica prehispánica 91
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Capítulo 3
La estructura político-territorial del altepetl de Cholula
Michael Lind
Santa Ana Unified School District, jubilado
El altepetl de Cholula estuvo rodeado por los altepeme de Tlaxcala, al norte; Tepeaca,
al este; Huaquechula, al sur; y Huejotzingo, al oeste (véase la figura 3.1). El anverso
del Códice de Cholula es un mapa del altepetl de Cholula. Al ser un mapa de las fron-
teras del territorio de Cholula, el anverso del Códice representa un plano relativamente
preciso de los cerros, ríos, barrancas, arroyos, y manantiales que sirven como mojone-
ras razonables y más o menos permanentes para delinear las fronteras territoriales de
Cholula. Una serie de glosas en náhuatl están localizadas cerca de elementos topográ-
ficos específicos que delinean la frontera entre Cholula y los atlepeme vecinos (Lind,
1994).
El Códice de Cholula especifica los terrenos cedidos por Cholula para establecer la
ciudad de Puebla en 1531 d. C.
Aquí verán lo que les dimos a los castellanos para que se asienten en Cuetlaxcoapan
Tenexatzinco [Puebla]. Les damos nuestra tierra, la llanura [...] Los señores reciben
para que no estén junto a nosotros. De largo hacia el oriental tal vez tiene una legua
99
100 Michael Lind
y llega sobre el cerro que se llama Tepexochio que era nuestro, el límite nuestro de
Cholula. (González Hermosillo y Reyes García, 2002: 102)
Como el Códice cita los terrenos cedidos por Cholula para establecer la ciudad de
Puebla en 1531 d. C., presenta los linderos que formaban las fronteras de Cholula
como existían poco antes de la conquista. Los linderos, que están muy bien definidos,
muestran que el altepetl de Cholula era casi circular. Midió unos treinta kilómetros de
este a oeste y unos treinta y tres kilómetros de norte a sur. Cholula quedó al centro del
altepetl con unos cincuenta pueblos en sus alrededores (véase la figura 3.1).
FIGURA 3.1
El reino de Cholula y sus pueblos sujetos
La estructura políticoterritorial del altepetl de Cholula 101
El centro de Cholula
FIGURA 3.2
La ciudad de Cholula, sus cabeceras y sus calpultin
102 Michael Lind
Cholula usan “tecpan” para nombrar varias subdivisiones o “barrios” dentro de una
misma cabecera. Como el significado de tecpan es difícil de precisar en este caso y
como los distritos son divisiones territoriales del centro de Cholula (Carrasco Pizana,
1971: 32-33), se usará en este capítulo el término “cabecera”.
Cada cabecera comprendía varios barrios y el nombre de la cabecera parece venir
de su barrio más importante o más prestigioso (Carrasco Pizana, 1971: 35). La Suma
de visitas (Paso y Troncoso, 1905: I, 61-62) da el número de los barrios, casas, casados,
solteros, y niños en cada cabecera. Según estos datos, Cholula tenía una población de
26 121 personas que vivían en 40 barrios hacia 1548 d. C., o un promedio de 650
personas por barrio. Las cabeceras tenían poblaciones entre 2 192 y 6 202 personas,
pero estos números de población han de sumar solamente la mitad de la población
prehispánica de Cholula (véase arriba la estimación de cuarenta mil personas de Ga-
briel de Rojas) (véase la tabla 3.1).
TABLA 3.1
Suma de visitas, cabeceras de Cholula
Población
Cabecera Barrios Casas Casados Solteros Muchachos
Total
Tequepa
9 1 096 1 370 818 2 088 4 276
(Tianguisnáhuac)
Santiago
7 1 137 2 120 1 141 2 941 6 202
(Mizquitla)
San Joan
7 1 213 1 402 465 1 745 3 612
(Texpolco)
Santa María
5 1 308 1 513 488 2 154 4 155
(Xixitla)
San Pablo
4 714 705 417 1 070 2 192
(Tecama)
San Andrés
8 1 825 2 238 706 2 740 5 684
(Colomochco)
Totales 40 7 293 9 348 4 035 12 738 26 121
Carrasco Pizana (1971: 34-35), siguiendo la Suma de visitas, usa el nombre “barrio”
para las subdivisiones de una cabecera, pero relata que varios documentos usan el
término “calpul” o “calpulli”. Reyes García (1988: 122) dice que: “En Cuauhtinchan,
La estructura políticoterritorial del altepetl de Cholula 103
siempre que se habla de calpulli, se refieren a un solo grupo étnico, a los tolteca chi-
chimeca que migraron de Cholula.” Reyes García (1988: 113-114) nombra 25 calpul-
tin cholultecas que emigraron de Cholula a Cuauhtinchan y representan calpultin de
todas las cabeceras de Cholula. Parece que los barrios de Cholula eran calpultin.
Reyes García (1988: 122) proporciona datos muy importantes sobre los calpultin
que emigraron de Cholula a Cuauhtinchan: “Los calpolleque estaban estratificados, ya
que reconocen a sus pilli que los gobernaban, pero ‘no les daban nada,’ es decir, no les
tributaban y además el gobernante recibe el nombre de ‘padre’”. Reyes García (1988:
115) identifica a los calpultin como “unidades de parentesco estratificadas que poseían
una cierta extensión de tierra. Seguramente […] los capolleque prestaban servicio para
el jefe de su calpulli, pero no porque fuera el dueño de la tierra, sino porque era el
‘pariente mayor’ con funciones administrativas”.
Según la Suma de visitas, las cabeceras tenían entre cuatro y nueve calpultin con un
total de cuarenta calpultin (véase la figura 3.3).1 El Códice de Cholula (Simmons, 1962,
1967, 1968; González Hermosillo y Reyes García, 2002) sitúa 29 de estos c alpultin
FIGURA 3.3
La Gran cuadra de Cholula en la Historia tolteca chichimeca
Modificado por Kirchoff et al. (1976). Facsímil, f.26v-27r, ms. 46-50: 12-13.
1 Al sumar cinco calpultin adicionales del Códice de Cholula que no quedan nombrados en la Suma de
visitas resultan un total de 45 calpultin en Cholula.
104 Michael Lind
con sus nombres escritos en la localidad del centro de Cholula en donde se encontra-
ban y muestra pinturas de edificios q ue representan los templos, tecpan, o iglesias
coloniales en proceso de construcción de 25 de los calpultin (véase la figura 3.2). De
Rojas (1927: 163) relata que cada calpulli tenía su templo. Por lo menos diez de los
edificios pintados en el Códice de Cholula están acompañados por la leyenda “tecpan”.
Parece que cada calpulli tenía su templo (teocalli) y su tecpan en el sentido del palacio
del gobernante (pilli) del calpulli. Cholula está situada en muy buenos terrenos de
cultivo, muchos de riego. Parece que cada calpulli tenía sus terrenos corporativos que
repartían entre sus miembros. Se supone que al centro de los terrenos del calpulli había
un templo y un tecpan donde residía el gobernante o pilli del calpulli. La gente común
del calpulli podría haber vivido en pequeños conjuntos de casas aisladas y dispersas y
adyacentes a sus terrenos de cultivo. Hoy día, este patrón de asentamiento persiste en
la mayoría de los barrios de Cholula (Bonfil Batalla, 1973: 36-37). Por otra parte, los
comuneros podrían haber vivido al centro de sus terrenos en un conjunto residencial
(departamentos) del tipo parcialmente excavado por Messmacher Tcherniavsky (1967:
14-15) en Cholula. Vemos también estos tipos de conjuntos residenciales en Tula
(Healan, 1989: 138-139) y podrían pertenecer a calpultin.
Carrasco Pizana (1971: 64-65) identifica varios calpultin asociados a los mercade-
res. Estos incluyen: Tollan Tianguisnáhuac, Oztoman, Tollan Pochtlan (Tulapustla),
Tollan Tlaquipaque (Tollan Tlacpac) y Escoloco. Todos estos calpultin se encontraban
en la cabecera de Tianguisnáhuac y han de ser calpultin de mercaderes como sus nom-
bres implican (véase la figura 3.2). Como menciona Bonfil Batalla (1973: 37), en el
barrio de San Miguel Tianguisnáhuac “casi no disponen de tierra agrícola,” tal vez por
ser calpultin de mercaderes y no de agricultores. También en la cabecera de Colomoch-
co había un calpulli llamado Yohualtianquizco que debe de ser un calpulli de merca-
deres. Además de de los calpultin de mercaderes, Carrasco Pizana (1971: 65) identifica
el calpulli de Xicotenco en la cabecera de Colomochco como calpulli de artesanos.
Con respecto a los mercaderes, De Rojas (citado en Carrasco Pizana, 1971: 63-
64), dice:
Ay muchas menudencias […] de la tierra que los indios contratan assi en esta ciudad
como llevándolas por toda la tierra con que caminan bien trezientas leguas llevándo-
las […] dellos en indios tamemes porque son los mayores puchtecatli […] que hay en
toda la Nueva España. También las indias son tratantes vendiendo sus mercaderías
assi en este pueblo como en la redonda tres y cuatro leguas dél.
La estructura políticoterritorial del altepetl de Cholula 105
También, De Rojas (citado en Carrasco Pizana, 1971: 64) menciona que: “Man-
tas de algodón para su vestir no se hazen aquí pero traenlas a uenden al tiánguez de
diuersas partes donde se labran i especialmente se gastan las de Campeche”.
Durán (1951: II, 119) dice que en
Juan Pineda, en su carta al rey sobre Cholula en 1593 d. C. dice que “casi todos
son mercaderes”, y sigue:
andan con sus mercaderías y cosas que tienen vendiéndolas a los indios de los pueblos
de la redonda deste pueblo en los tiánguez, porque un día ay tiánguez en vn pueblo y
el otro día en otro toda la semana por su rrueda y tanda. (Carrasco Pizana, 1970: 180)
Pizana como pertenecientes a una u otra de las seis cabeceras de Cholula, la cabecera de
Tianguisnáhuac, cabecera de los mercaderes, tenía el menor número: cuatro. Las otras
cabeceras tenían entre seis y siete pueblos que les correspondían.
No tenemos datos del siglo xvi2 sobre las poblaciones de estos pueblos ni sobre su
organización política o social aparte de que pertenecían a una u otra de las seis cabe-
ceras del centro de Cholula. Sin embargo, parece posible que la situación en el altepetl
de Cholula era semejante a la de su altepetl vecino de Huejotzingo. En los pueblos
sujetos a Huejotzingo entre 85% y 100% de la población estaba constituida por te-
rrasgueros macehuales, y no calpultin, que labraban la tierra para los nobles (Dycker-
hoff y Prem, 1976: 160-161).
Gabriel de Rojas, corregidor de Cholula en 1581 d. C., relató que dos sumos sacerdo-
tes de Quetzalcóatl, el Tlalchiach y el Aquiach, reinaron en Cholula (De Rojas, 1927:
I, 60). Torquemada (1975: I, 386) declaró que Cholula fue gobernada “por un capitán-
general, elegido por la república con el consejo de seis nobles”. En la Historia tolteca
chichimeca, hay una pintura del centro administrativo y ceremonial de Cholula, lla-
mado por De Rojas (1927:162) la “Gran Cuadra”, que muestra a estos gobernantes
de Cholula (véase la figura 3.4).
La Gran Cuadra fue un recinto amurallado con tres entradas: al norte, este, y sur.
En la parte superior de la pintura, o lado este de la Gran Cuadra, se ve una serie de
residencias identificadas por sus puertas y muros. En la esquina noreste (en el lado
superior izquierdo), cerca del templo de Quetzalcóatl, están la gran residencia del
Tlalchiach y la más pequeña residencia del Aquiach, los dos sumos sacerdotes de Quet-
zalcóatl. La gran residencia en la esquina sureste (en el lado superior derecho) está
ocupada por un señor con un penacho de plumas de quetzal que ha de ser el “capitán-
general” descrito por Torquemada. En el Códice de Cholula, se titulaba el Chichimecatl
Teuctli (Simmons, 1967: 284-285) o el Tlatoani (González Hermosillo y Reyes García,
2002: 101). A su izquierda hay otras cinco residencias más pequeñas que han de ser
de los otros cinco miembros del consejo.
2 En 1746, Villaseñor (1952: 353-357) citó las poblaciones de 36 de estos pueblos y de estos datos es
posible estimar la población que éstos tuvieran en 1548. Había tres con poblaciones de más de tres
mil personas, ocho con más de dos mil, dieciséis con más de mil personas y nueve con menos de mil
personas, resultando una población total de 56 000 personas en los pueblos sujetos a Cholula
(Barrientos Pérez y Lind, 2008).
La estructura políticoterritorial del altepetl de Cholula 107
3 Cabe mencionar que este edificio es muy parecido a los edificios de Tizatlán y Ocotelulco en Tlaxcala
pero, dado el gran tamaño de Cholula, seguramente era más grande y más elaborado que los de
Tlaxcala.
108 Michael Lind
llegaban a ser sacerdotes ancianos, con el derecho de vestirse con capas rojas. Al morir
uno de los sumos sacerdotes, el más viejo sacerdote de capa roja llegaba a ser el nuevo
Aquiach o Tlalchiach, y se vestía con una capa púrpura, reservada para los sumos sa-
cerdotes (De Rojas, 1927: 162).
Los sumos sacerdotes dirigían una serie de ceremonias religiosas durante el año.
Cada año había una gran ceremonia dedicada a Chiconaui Quiáhuitl, el dios de la lluvia,
encima de las ruinas de la Gran Pirámide (Tlalchiualtepetl) y asistían muchos peregrinos
de altepeme comarcanos a Cholula (De Rojas 1927: 163). Una serie de ceremonias se
realizaban en el templo de Quetzalcóatl cada veinte días o “mes” (De Rojas 1927: 161).
Los documentos no especifican la naturaleza de estas ceremonias “mensuales”, pero se
supone que eran semejantes a las ceremonias “mensuales” de los mexica.
Aparte de las numerosas ceremonias religiosas, el Tlalchiach y el Aquiach jugaron
un papel muy importante en las relaciones exteriores del altepetl de Cholula. Como
sumos sacerdotes de Quetzalcóatl, el dios que había otorgado el derecho divino a
reinar en la tierra a los reyes humanos, el Tlalchiach y el Aquiach tenían el poder de
confirmar o negar este derecho a reyes foráneos de altepeme comarcanos a Cholula. De
Rojas (1927: 161-162) relata que al heredar sus altepeme, los reyes viajaban a Cholula
para hacer ricas ofrendas al templo de Quetzalcóatl y para pedir al Tlalchiach y Aquiach
que confirmaran su derecho divino de reinar. Había una casilla especial en donde los
dos sumos sacerdotes horadaban la nariz o el labio inferior del rey para ponerle su
adorno, según la costumbre de su altepetl, y así confirmar su derecho divino de reinar.
Al regresar a sus altepeme, los reyes eran acompañados de cinco sacerdotes de Quetzal-
cóatl, mandados por los sumos sacerdotes de Cholula, para verificar su confirmación.
Cada 52 años, la gente de los altepeme que tenían reyes confirmados en Cholula par-
ticipaba en una gran peregrinación a Cholula para entregar ofrendas de plumas, man-
tas, plata, oro, y piedras preciosas al templo de Quetzalcóatl (De Rojas, 1927: 162).
Los dos sumos sacerdotes también eran jueces que resolvían pleitos entre reyes fo-
ráneos. Los reyes de altepeme comarcanos a Cholula mandaban mensajeros con pleitos
para que el Tlalchiach y el Aquiach los resolvieran (De Rojas, 1927: 164). Los dos sumos
sacerdotes eran demasiados viejos para participar en la guerra, por eso, dice De Rojas
(1927: 161), escogían a dos capitanes de entre los sacerdotes de Quetzalcóatl para en-
cabezar su ejército. El Tlalchiach tenía como insignia el jaguar, y el Aquiach, el águila.
Esto recuerda el ejército profesional de los mexica, los caballeros jaguares y águilas.4
4 En el Códice de Cholula hay una pintura de un hombre con una macana y un escudo, y con la
leyenda “El Tlalchiach ganó el altepetl” (González Hermosillo y Reyes García, 2002: 95-96).
Desafortunadamente, no dice el nombre personal del Tlalchiach ni la fecha en que ganó el altepetl,
supuestamente el altepetl de Cholula.
La estructura políticoterritorial del altepetl de Cholula 109
El consejo de nobles
El que se havia de hacer Tecutl [tecuhtli], primeramente havia de tener buscado har-
ta hacienda que dar á los Papas, i á los otros Principales, i desta manera aunque no
fuese Principal de linage, sino Mercader, se hacia Tecle [tecuhtli]: i esto era en Cholula
solo. (Carrasco Pizana, 1966: 134-135)
Un pilli, o un mercader que quería hacerse tecuhtli, tenía que pasar muchos años
acumulando riqueza con la ayuda de sus parientes, o sea, su calpulli (Carrasco Pizana,
1966: 138). Luego tenía que regalar a los sumos sacerdotes y a los tetecuhtin estableci-
dos mucha de su riqueza y también pagar banquetes para la gente y repartir muchos
bienes. Como dice Carrasco Pizana (1966: 141), para hacerse tecuhtli, “hay siempre
un periodo de abstinencias [ayuno] y servicios en el templo, así como gastos en ban-
quetes y en repartos de bienes”.
En Cholula las ceremonias de investidura de tecuhtli, probablemente eran seme-
jantes a las de los reyes foráneos. Los dos sumos sacerdotes horadaban la nariz al tecu-
htli y le ponían un adorno para confirmar su rango de tecuhtli. El rango de tecuhtli
“requería, junto con la herencia de privilegios, la validación de los mismos mediante
110 Michael Lind
Conclusiones
El altepetl de Cholula fue gobernado por múltiples gobernantes. Los dos sumos sacer-
dotes de Quetzalcóatl, el Tlalchiach y el Aquiach, junto con el consejo de seis tetecuhtin,
5 Es posible que los diez calpultin con la leyenda “Tecpan” en el anverso del Códice de Cholula eran
calpultin gobernados por tetecuhtin que no fueron elegidos al consejo de nobles. Estos tetecuhtin
menores podrían haber recibido ciertos terrenos en pueblos sujetos o hasta cierto pueblo sujeto de la
cabecera y así formaban sus casas señoriales menores.
La estructura políticoterritorial del altepetl de Cholula 111
los cholultecas que acudieron a Cortés fueron tres del consejo, a los cuales los otros
tres enjaularon porque aconsejaban el amistad y confederación con los castellanos, y
habiéndose soltado de la jaula con el ayuda de amigos se fueron a Fernando Cortés.
112 Michael Lind
Éste es un ejemplo de cómo una discusión entre facciones de líderes puede llegar
literalmente a un “golpe de Estado” por una facción y crear una crisis política que
debilite el Estado.
Referencias
Lind, Michael
1994 “The Obverse of the Codex of Cholula: Defining the Borders of the Kingdom of
Cholula”, en Joyce Marcus y Judith Francis Zeitlin (eds.), Caciques and their People:
A Volume in Honor of Ronald Spores, Anthropological Papers núm. 89, Ann Arbor,
Museum of Anthropology, pp.87-100.
2008 “La Gran Cuadra de la ciudad: el gobierno prehispánico de Cholula”, Arqueología,
núm. 39, México, Instituto Nacional de Antropología e University of Michigan,
Historia, pp. 65-76.
Messmacher Tcherniavsky, Miguel (ed.)
1967 Cholula, informe preliminar, México, Nueva Antropología.
Paso y Troncoso, Francisco del
1905 Papeles de Nueva España, tomo I: Suma de visitas de pueblos por orden alfabético,
Madrid, Establecimiento Tipográfico “Sucesores de Rivadeneyra”.
Reyes García, Luis
1988 Cuauhtinchan del siglo xii al xvi: Formación y desarrollo histórico de un señorío
prehispánico, México, Gobierno del Estado de Puebla / ciesas / Fondo de Cultura
Económica.
Rojas, Gabriel de
1927 “Descripción de Cholula”, Revista Mexicana de Estudios Históricos, tomo I, núm. 6,
pp. 158-170.
Simmons, Bente Bittman
1962 The Codex of Cholula: A Preliminary Study, tesis de maestría de antropología, Méxi-
co, México City College.
1967 “The Codex of Cholula: A Preliminary Study”, Tlalocan, vol. V, núm. 3, La Casa
de Tlaloc, México, pp. 267-288.
1968 “The Codex of Cholula: A Preliminary Study, Part II”, Tlalocan, vol. V, núm. 4, La
Casa de Tlaloc, México, pp. 289-339.
Torquemada, Juan
1975 Monarquía indiana, 6 tomos, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
Villaseñor y Sánchez, Joseph Antonio
1952 [1746] Theatro americano: Descripción general de los reynos, y provincias de la Nueva
España, y sus jurisdicciones, México, Editora Nacional.
Capítulo 4
Linajes y “casas” señoriales de los tolteca chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca
Introducción
115
116 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.1
Mapa de la Cuenca de Coixtlahuaca con sus poblados principales
1 Puesto que los lienzos de Coixtlahuaca presentan diferencias internas con respecto a los códices de la
Mixteca Alta, Baja y Costa, y porque fue el “hábitat de los chochos o popolocas de Puebla”, Alfonso
Caso Andrade (1979: I: 118-136) en su obra publicada póstumamente, trató la región de Coixtlahuaca
en forma separada. Esa obra presenta una síntesis de los trabajos que ese investigador con sus estu
diantes había realizado sobre todos los códices o lienzos mixtecos conocidos hasta entonces.
118 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.2
Perfil del Pozo 10 excavado por Bernal (1949: 17, Plano 6)
con la tumba tipo sótano (Tumba 16) al fondo del mismo
Coixtlahuaca, Ngüiteri, Patio C, Pozo 10, con ofrenda 4 y Tumba 16.
Adaptado de Bernal (1949)
Cajete tolteca rojo sobre bayo, ogrenda I, Las Palmas,
Teotihuacan. Postclásico temprano, excavación de
Vaillant (1934). Adaptado de Elson y Mowbray (2005).
El cajete bicromo, rojo sobre crema sin pulir con decoración de ganchos, del periodo Postclásico tempra-
no de la fase Natividad encontrado como ofrenda en el interior de dicha tumba (Bernal 1949: 69, lámina
12, detalle inferior izquierdo) comparado con un cajete con decoración parecida y coetáneo encontrado
en una ofrenda funeraria excavada por Valliant en Teotihuacan. (Elson y Mowbray 2005: 200, fig. 2a)
conocido como el señor 8 Venado “Garra de Ocelote”, quien vivió en el siglo xii, e hizo su
gesta en la Mixteca al sur de Coixtlahuaca. Los lienzos de Coixtlahuaca2 destacan, además
el origen y filiación tolteca chichimeca de sus señores, relacionándolos con la Cuenca de
México y el Corredor Poblano-Tlaxcalteca de la Cuenca Oriental de Puebla más que con
la Mixteca (Rincón Mautner, 1995b: 58, 1997: 136-137, 1999: 47-48, en prensa c).
2 Puesto que sus lienzos presentan diferencias internas con respecto a los códices de la Mixteca Alta,
Baja y Costa, y porque fue el “hábitat de los chochos o popolocas de Puebla”, Alfonso Caso Andrade
(1979: I: 118-136), en su obra póstuma trató a región de Coixtlahuaca en forma separada. Esa obra
presenta una síntesis de los trabajos que ese investigador había realizado sobre los códices o lienzos
mixtecos, incluyendo los de Coixtlahuaca.
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 119
3 “Cacique […] señor de vasallos o el superior en la provincia o pueblo de los indios y aunque en muchas
de las Indias tienen otros nombres, según sus idiomas, los españoles los llaman a todos caciques que
parece lo tomaron de las Islas de Barlovento, que fueron las primeras que se conquistaron. Es voz
mexicana que significa señor. Latín: Dinastya apud indous, qui di vaulgo Cacique audit. Recop. de Ind.,
lib. 6, título 7, l. 12. Cacique. Por semejanza, se entiende el primero de un pueblo o república que
tiene más mando y poder, y quiere por su soberbia hacerse temer y obedecer de todos los inferiores.
Latín: primarius o imperiosus civis”. (Diccionario de Autoridades, 1984: tomo III, 38)
4 “Cacicazgo - la dignidad de cacique o señor entre los indios: y también se toman por el territorio y
dominio que posee el cacique”. Latín: Dyinastíya. Recopilación de Leyes de Indias, lib. 6, título 7, l.
4. (Diccionario de Autoridades, 1984: tomo III, 38)
5 Reyezuelo de “régulo […] el dominante o señor de algún pequeño estado. Regulus” [latín]. (Diccionario
de Autoridades,1984: tomo III, 551)
120 Carlos Rincón Mautner
pequeñas y por estar gobernados por una pareja real, cuyas propiedades les habían sido
heredadas por sus respectivos padres, incluyendo el palacio o casa real que ocupaban.
Estas parejas estaban conformadas por miembros de la nobleza en la que, por lo menos,
una de las partes era oriunda de una comunidad externa (Spores, 1974). La herencia
en estos señoríos mixtecos prehispánicos fue bilateral, por lo menos en tiempos
anteriores a la conquista mexica. Además de recibir en herencia, tanto del padre como
de la madre, el patrón hereditario incluía casos de poliginia (que ocurría con cierta
frecuencia), particularmente cuando algún señor victorioso en una campaña guerrera
se desposaba con la viuda del señor vencido. En raras ocasiones, como en el caso de
que no hubiese hijos, en que se dejaba en herencia a los sobrinos. También en el caso
de una abdicación podía tomar el señorío un hermano. Si el heredero era niño, se
podría nombrar a un regente, usualmente un hermano de los padres quien quedaría
encargado del gobierno hasta que el futuro señor o señora alcanzara la mayoría de edad.
Entre los señores de la Mixteca hubo una preocupación meticulosa por docu
mentar su ascendencia, ligando a los antepasados de su linaje, tanto con un sitio
sagrado primordial de donde nació o surgió el fundador en forma mágica (de la
tierra, de los árboles, etc.), así como por vincularlo con un ilustre antepasado, como
el señor 8 Venado “Garra de Ocelote”, o, como fue el caso de Coixtlahuaca, por
relacionarlo con la casa real tolteca. Según los lienzos, el fundador del linaje de
Coixtlahuaca emergió de las aguas del “Río de los Tules,” parándose sobre una joya
de piedra verde, con lo que en forma visual y metafórica establece el vínculo con los
tolteca (Tollan, “Lugar de Tules”) y, a su vez, los nombró xoxouhqui, que significa
“verde, precioso o estimado”, en referencia al linaje y a la etnia (xoxo, conocidos como
“chocho”). Además, cuatro de los lienzos de Coixtlahuaca presentan la impresionante
declaración de que su linaje principal compartía antepasados con las casas reales de
Culhuacan, Cholula y Tenochtitlan, las cuales también tuvieron antepasados toltecas
a través de la descendencia de la pareja conformada por el señor y señora 12 Pedernal.
Más sorprendente aún es la alianza entre nobles de alto rango tolteca y guerreros
chichimecas, que da origen al segundo linaje que gobernaría desde Coixtlahuaca,
compartiendo el poder y brindándole estabilidad al sistema sociopolítico durante casi
trescientos años hasta la conquista del señorío por los mexica-tenochca.
En vista del esfuerzo de la nobleza de la Mixteca Alta y de la Mixteca Baja
en documentar la descendencia de un antepasado común y el esmero con que se
registraban pictográficamente las historias de sus linajes, no me es claro el significado de
la observación que hace Spores (1984: 70), y citada por Chance (2004: 13), de que los
mixtecos no tuvieron “linajes formales”. Chance (2004: 11) propone que los cacicazgos
mixtecos se apegan mejor al modelo de “casas nobles” con propiedades que al de linajes.
Como evidencia de ello menciona los códices y “la atención considerable dedicada a
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 121
trazar el origen de los antepasados reales, y las genealogías y casamientos de las dinastías
gobernantes de varios señoríos”. Yo prefiero el término “casa señorial”, por ser castizo
y estar relacionado con el lenguaje que describe al señor6 o hidalgo7 exento de pecho8
y al que se le rendía tributo, lo que se apega mejor al tema en discusión. Los plebeyos
o villanos no se ocupaban de linajes, es más, el término ni les atañe. Al contrario de
lo que arguye Chance (2004: 10) sobre la palabra “linaje” (del francés lignage), cuya
connotación medieval está ligada a la propiedad, considero que el retrato que nos ofrecen
los códices sobre la época prehispánica anterior a la conquista española, es precisamente
la preocupación acerca de la sucesión de la hacienda9 inalienable10 del señorío,11 y de los
privilegios de que gozaban los señores naturales, lo que los impulsaba a registrar el linaje12
asociado con una casa señorial. Los señores de Coixtlahuaca buscaron autopromoverse,
acrecentando sus haciendas, preservando su estatus mediante el control de los recursos
y el acceso a información privilegiada, modelando el ejemplo de su posición y autoridad
en su comportamiento, haciendo uso del temor e intimidación cuando se considerara
necesario o promoviendo la solidaridad grupal. Aunque los señores realizaban rituales
secretos destinados a consultar a los antepasados y deidades, sacrificando y ofrendando
animales y humanos, a la vez dirigían y participaban en rituales de intensificación
en los que la comunidad entera participaba. Al acudir, su sola presencia daba mayor
significado a la ocasión, pues era la oportunidad para que la población se identificara
con su gobernante. Al estar presente la colectividad con su señor, unidos en un mismo
6 “Señor: […] el dueño de alguna cosa, el que tiene dominio y propiedad en ella, […] el que posee
estados y lugares con dominio y jurisdicción en ellos. Señorear: […] disponer de las cosas como si
fuera dueño de ellas”. (Diccionario de Autoridades, 1984: tomo III, 89)
7 “Hidalgo: la persona noble que viene de casa y solar conocido y como tal está exento de los pechos y
derechos que pagan los villanos”. [Exento de tributo]. (Diccionario de Autoridades, 1984: tomo II,
150)
8 “Pecho: el tributo que se paga al rey o señor territorial por razón de los bienes o haciendas”, “Pechar:
pagar el pecho o contribuir la pecha o pechotributo”. [Pechar quiere decir tributar] (Diccionario de
Autoridades, 1984: tomo III, 176)
9 “Hacienda. Las heredades del campo y tierras de labor en que se trabaja para que fructifiquen […], l:
Los bienes, posesiones y riquezas que uno tiene, […] arreglos de negocio que se trata entre algunas
personas”. (Diccionario de Autoridades, 1984: tomo II, 120)
10 “Inajenable: Lo que no se puede enajenar absoluta o respectivamente. Inalienable: lo mismo que
inajenable. Úsase más frecuentemente en lo jurídico. [ejemplo] Y las fortalezas, aldeas, términos e
jurisdicciones de su natura fuesen inalienables”. (Diccionario de Autoridades, 1984: tomo II, 235)
11 “Señorío: dominio o mando sobre alguna cosa como propia o sujeta. […] El territorio perteneciente
al señor, y de que es dueño”. (Diccionario de Autoridades 1984: tomo III, 89)
12 “Linaje: la descendencia de cualquier familia. Díjose así del nombre línea, porque las sucesiones van
descendiendo de padres a hijos y nietos, como por una línea recta. Del Latín Genus, Series, Stirps”.
(Diccionario de Autoridades, 1984: tomo II, 410)
122 Carlos Rincón Mautner
Tanto los códices como las etnografías nos informan sobre la manera en que los espacios
naturales se fueron transformando en lugares a los que, por medio de procesos históricos
y culturales, se les adscriben calificaciones y múltiples sentidos (Rincón Mautner, 1997:
129-130). La tierra, la gente que la puebla, trabaja y defiende, así como los antepasados
y deidades “dueñas” y protectoras, que alientan a los labradores y que permiten la
realización del cultivo y la cosecha, constituyen la fuente del sustento y bienestar humano.
Estos tres elementos, tierra, gente, y deidades, íntimamente ligados desde tiempo
inmemorial son la realidad de los pueblos13 de la Mixteca y de muchas otras regiones.
Aparecen registrados en las historias sagradas prehispánicas y en los lienzos coloniales
que constituyen las memorias pictóricas de las antiguas posesiones de los caciques. La
naturaleza sagrada y el fuerte arraigo de la unión de estos conceptos han sobrevivido hasta
nuestros días y se manifiestan en las etnografías contemporáneas (Barabas, 2003a, 2003b;
López García, 2002: 198-203; Monaghan, 1995). Ello ayuda a entender la cosmovisión de
los habitantes de la Mixteca y a la interpretación de los antiguos códices y lienzos coloniales.
13 Las palabras “pueblo” o “comunidad” en el idioma nguiwa o chocho es “xade”, los cuales están
conformados por barrios llamados sindhi (Rincón Mautner, 1994b: 4; 1999: 390-392). En el idioma
ñudzahui o mixteco, al pueblo se le dice ñuu.
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 123
Los vínculos estrechos entre tierra, gente y dioses fungen aún como principios
organizadores de la comunidad y constituyen la base conceptual e ideológica del señorío
en la Mixteca. Puesto que el lenguaje define, refleja y transmite la realidad, encuentro
estos elementos resumidos en el vocablo “ñuu” de la lengua mixteca o ñudzahui. Entre
las fuentes documentales alfabéticas del siglo xvi en lengua ñudzahui, que fue mejor
documentada que el chocho, o nguiwa, que se hablaba también en Coixtlahuaca,
encontramos los siguientes términos, que considero etimológicamente relacionados y
derivados del vocablo raíz “ñuu”, el cual fue empleado para referirse a: 1) la tierra - ñuhu;
2) sitio de origen, lugar o patria - ñuundi, 3) barrio o pueblo - ñuu, tayu, tayutoniñe, yuvui
tayu, yucunduta ñuu toniñe (De Alvarado, 1593: 175); 4) asiento de pueblo - sacaañuu
(28); 5) cabecera de pueblo - dzini ñuu, ñuu nine (40); 6) dios - ñuhu, ñuhu toniñe (81);
7) gente -tay ñuu, tayndahi, ñandahi (115); y 8) el fuego ñu’u, que por extensión significa
“hogar” y es el motivo del porqué hacer fuego se encuentra representado con frecuencia
en los códices prehispánicos y coloniales como parte del ritual fundacional para poblar
un sitio. Por su parte, los dioses del fuego y de la lluvia guardan una estrecha relación
con la tierra porque habitan el inframundo localizado en su interior.
Un término parecido a “ñuu”, que connota ideas similares de comunidad y
sustento, es “calpulli”, que constituye junto con otros calpultin (plural de calpulli),
el componente social del altepetl, difrasismo náhuatl, que significa “cerro de agua”
(Rincón Mautner, 1997: 129-130, n. 2; 1999: 88; véase también en este volumen los
ensayos de Gutiérrez Mendoza, Hirth y Lind). Aunque los calpultin que conformaban
un altepetl, podían corresponder a etnias distintas; eran una colectividad organizada
compuesta de familias emparentadas entre sí que compartían un mismo origen, un
mismo dios protector o patrono, y un mismo oficio (Fernández Christlieb y Urquijo
Torres, 2006: 146-147). El espacio físico que ocupaban, generaba una experiencia
similar para la colectividad, por lo que la organización social indígena siempre estuvo
entretejida con el territorio de donde provenía el sustento, donde estaban enterrados sus
antepasados y el templo dedicado al dios protector del grupo, en el cual se conservaban
sus reliquias en un envoltorio sagrado.
Los cerros que dominan el paisaje en gran parte de Mesoamérica y de la Mixteca
en particular, sirven como puntos de referencia, de culto y de observaciones rituales
para los pobladores de las comarcas en que se encuentran. Como fuentes de agua y
sustento, y divisaderos, los cerros eran considerados sagrados por la colectividad, e
incluso como “mayores”, dada su antigüedad, y como dioses, por lo que connotan
el mismo sentido sagrado del vocablo “ñuu”. Es hacia los cerros que se dirigen los
sacerdotes para la toma de posesión del territorio en donde se va a establecer cada ñuu,
calpulli o barrio (véanse las figuras 4.3A y 4.3B). Los señores dispusieron que sobre sus
cimas se hicieran fuegos para que se divisaran desde lejos. Estas hogueras servían para
124 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.3A
Desde las cimas de los montes,
las deidades y “dueños” de la tierra vigilan los ñuu y los yuhuitayu
Representación del paisaje cultural de la Mixteca, páginas 9 y 10 del Códice Vindobonensis Mexicanus.
(Adaptación, con permiso, de la reproducción facsimilar de la casa editorial
Akademische Druck -u.Verlagsanstalt, Graz.)
FIGURA 4.3B
Cuatro sacerdotes emergen del Cañón del Ndaxagua cargando el envoltorio o nuhu que
contiene las reliquias de Ehecatl-Quetzalcoatl hacia Ndaga (Coatepec) hoy conocido como
Torrecillas, Municipio de Tepelmeme, ex distrito de Coixtlahuaca, Oaxaca
14 Palabra náhuatl derivada del verbo “tlahtoa”, que se refiere al señor, “quien habla” o da órdenes, la
sede desde donde regía un tlatoani, o gobernante.
126 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.3C
El cerro de Mitzmitoco con el santuario dedicado al dios de la lluvia domina los sitios llama-
dos Tlachixtlavaca y Pinoyalco Ihuitla en el Lienzo de Ihuitlan
Los antepasados fundadores de la segunda dinastía, el señor 9 Lagarto, su hijo 11 Lagartija e hija, junto a
sus cónyuges, estuvieron asentados cerca de este lugar y de ahí fueron a gobernar primero en Tequixtepec
y Tulancingo. El hijo de 11 Lagartija, señor 12 Lagartija fue a conquistar y gobernar el yuhuitayu de Coixt-
lahuaca, representado por el topograma de una serpiente estirada que alude al “llano de culebras”. A su
vez, 8 Viento, hijo de este último, fue el primer señor del linaje principal nacido en Coixtlahuaca, y
aparece representado sentado frente a su esposa, la señora 4 Caña, sobre un trono y estera forrados con
piel de ocelote. Debajo de la estera y sobre la culebra, al interior de una tumba tipo sótano, como las que
se encuentran en toda la zona, están representados dos ñuhus o fardos mortuorios que contienen las re-
liquias de 9 Viento (Ehecatl-Quetzalcoatl) y 1 Lagartija. (Fotografía de Carlos Rincón Mautner, con permi-
so del Museo de Brooklyn.)
representa el difrasismo yuhui tayu o tayu a solas, términos empleados con relativa
frecuencia en la documentación colonial para referirse al señorío (Rincón Mautner,
1994b: 5-6; Terraciano, 1994: 342, n. 17; 2001: 103-104, 158, fig. 6.7). Yuhui (yuvui,
según De Alvarado, 1593: 207) significa “estera”. Tayu, (sic tayutehe), significa “asiento
de espaldar” (De Alvarado, 1593: 28), aunque también significa “par” (De Alvarado,
1593: 161). Además, una de las acepciones para referirse a los desposados, quienes
constituyen el núcleo del hogar es: tay nicuvuitayu (De Alvarado, 1593: 146). En
los códices de Coixtlahuaca se acostumbraba representar los asientos reales forrados
con piel de ocelote (véase la figura 4.3C). Incluso a los señores de menor rango que
gobernaban las estancias sujetas, también se los representaba sentados sobre una estera
(Rincón Mautner, 1999: 391-392). El término “yuhuitayu” tiene connotaciones que
incluyen el asiento o sede del señorío, el vínculo real entre la pareja gobernante y sus
respectivos reinos y la perpetuación del linaje o descendencia al procrear a un sucesor.
En el caso del mencionado Rollo Selden digo “ñuu” en vez de “yuhuitayu” porque
es el fardo de Ehecatl-Quetzalcóatl el que toma posesión y porque la pareja fundadora
de señores no está representada. Aun así, considero que la entronización del fardo
sobre la cima de Coatepec, seguramente duplica lo que pudo haber sido la ceremonia
de entronización y toma de posesión de los señores a lo largo de una amplia área
que abarcaba gran parte de Mesoamérica. Dos tronos recuperados en Tula tienen
esculpidas dos cabezas de serpiente,15 las que miran en sentidos opuestos, en forma
muy parecida a las representaciones de las serpientes sobre la cima del cerro sagrado
de la Creación, en los códices de Coixtlahuaca. En el caso específico de Coixtlahuaca,
Coatepec parece haber llegado a fungir como centro organizador y foco ritual de 16
yuhuitayu representados por las parejas que asientan el linaje en diferentes lugares
(Rincón Mautner, 2007b, en prensa b).
Los linajes mantenían la posesión de las casas reales, o palacios, llamadas aniñe en
mixteco, y tecpan o tecalli16 en náhuatl. Por lo general, los palacios eran construcciones
de piedra cuya construcción y manutención requería de su esfuerzo comunitario. Allí
residía el cacique con su esposa. Los palacios se distinguen de otros edificios por una
decoración arquitectónica singular de almenas sobre el tejado y, en algunos casos, por
tener un friso de discos cuyo origen es prehispánico. Los frisos de discos decoran las
15 Jiménez García (1998: 477-478, figs. 44 y 45) considera que las cabezas que decoran estos tronos
guardan cierto parecido con los cipactli, que “muestran cabezas de felinos con ojos emplumados y
lengua bífida de serpiente, y los describe (fig. 186) como representaciones con atributos de felino-
pájaro-serpiente (Jiménez García, 1998: fig. 186).
16 Licate (1981: 14) equipara los linajes con la palabra “tecalli” (casas de piedra) las que, según nos
informa dicho investigador, funcionaban como corporaciones políticas y económicas locales.
128 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.4
La calca del Lienzo de Coixtlahuaca III o Códice Meixueiro de mediados del siglo xvi
Es una representación cartográfica del señorío de Coixtlahuaca que registra eventos históricos pertinentes
al señorío. Se desconoce el paradero del original. Los nueve caminos, identificados por las líneas parale-
las con huellas de pie, tienen su origen en el centro del mapa donde se encuentra el topograma de Coixt-
lahuaca, representado como una culebra estirada sobre la cual hay dos casas reales. Este documento
registra una versión abreviada de la sucesión dinástica que antecede el establecimiento de lo que en el
siglo xii se convertiría en la sede de un gobierno compartido.
Sobre el topograma se pueden observar a los señores asociados a dos casas reales quienes conquista-
ron territorios y obtuvieron tributarios, expandiendo la base económica del señorío. Estos señores se iden-
tifican por la convención pictórica que distingue a los conquistadores, pues se les representó sosteniendo
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 129
un proyectil con punta de flecha que apunta hacia abajo. Los dos últimos señores en la parte superior del
grupo de cuatro asociados a la casa real de la izquierda, son los que gobernaron después de conquistado
el reino por los mexica. Se han identificado con texto los ríos Hondo-Calapa y Salado y los topogramas
correspondientes a los sitios conquistados y las sedes de las casas reales menores que constituyeron este
gran señorío antes la llegada de los españoles. También aparecen registrados en la parte superior, un colec-
tor de tributos mexica en 1503, así como las visitas realizadas en 1540, 1542, 1552 y1567 por el alcalde o
corregidor montado a caballo y con vara de justicia, encargado de las diligencias para el deslinde de las
tierras de las estancias pertenecientes a Tequixtepec de las de Coixtlahuaca. (Calca realizada y publicada
por Gates (1931). (Fotografía cortesía de la Biblioteca de la Universidad de Princeton, Nueva Jersey.)
casas reales representadas en la calca conocida como el Lienzo de Coixtlahuaca III (Gates,
1931: Lienzo Meixueiro, véase la figura 4.4). Éste ilustra el gran señorío de Coixtlahuaca
como un espacio definido por cerros dibujados sobre un lindero alusivo a la piel del
ocelote o la de una serpiente constrictora. La Casa de la Cacica en Teposcolula (véanse
las figuras 4.5A y 4.5B), construida durante el tercer cuarto del siglo xvi, presenta en
la parte superior del frente del edificio un friso con discos decorativos, el que Kiracofe
(1995: 47, 50) propone que tuvo una función heráldica que transmitía información
esotérica a quienes conocían el sistema simbólico de la élite. Aunque en un nivel más
básico, también identificaba el edificio como el de más alto estatus, pues era la sede de
la autoridad políticorreligiosa (Terraciano 2001: 160).
Del sitio de Ngüiteri en Coixtlahuaca proviene un disco de piedra volcánica roja
que pudo haber sido uno de los elementos que decoraba el palacio que ahí se encontraba
(véase la figura 4.5C). Considero que el sentido de esta decoración era la de advertir que
ahí residía lo más precioso que tenía la comunidad, la residencia del linaje y morada de
los yya, por lo que interpreto estos discos como referencia a los chalchihuites, indicadores
de preciosidad y por extensión a las cuentas de piedra verde que portaban los nobles,
las que ensartadas como collar aludían metafóricamente al linaje. En particular considero
que este tipo de decoración arquitectónica fue para el uso privativo de los señores y era
empleada exclusivamente en la decoración de sus palacios, por lo que es improbable
encontrarlo en otros contextos, como propone Pérez Rodríguez (2006: 16).
Todo parece indicar que el señorío en la Mixteca Alta fue una institución indígena
de gran antigüedad, que contaba con suficiente flexibilidad para acomodar patrones
de sucesión diferentes a la forma acostumbrada, que era por línea recta, y que quizás
130 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.5A
La Casa de la Cacica de mediados del siglo XVI en Teposcolula (1991) después de su restauración
FIGURA 4.5B
La Casa de la Cacica de mediados del siglo XVI en Teposcolula (2005) después de su restauración.
FIGURA 4.5C
Disco de piedra volcánica
El señor Gustavo Salazar, vecino de Coixtlahuaca sostiene el disco de piedra volcánica encontrado por
él, circa 1990, y que posiblemente formó parte del friso de la casa real que se estuvo localizada en el
sector de Ngüiteri. (Fotografía de Carlos Rincón Mautner.)
Los individuos que demostraban habilidad para crear cohesión entre el ñuu, o
poblado, y que exhibían otras destrezas, como liderar la defensa o resolver la escasez
temporal de alimentos, conformaron la emergente clase gobernante. Ellos se irían
apropiando de las tierras más productivas o de sus productos, a cambio de prebendas
o promesas que garantizaban algún tipo de beneficio, generalmente relacionado con el
sustento de la población, incluyendo la invocación de dioses y antepasados, mediante
sacrificios y rituales propiciatorios. Aún así, con la muerte de estos individuos, se
presentaba el desafío de la sucesión y la costosa lucha por el poder. De ahí la importancia
de documentar la descendencia del linaje.
Aunque son escasos los sitios arqueológicos excavados en la Mixteca Alta, y puesto
que los diferentes periodos están representados en forma muy desigual, la evidencia
de que se dispone actualmente apoya lo propuesto por Price (1977) acerca de que las
innovaciones tecnológicas y estructurales (formas de organización-administración)
surgen al mismo tiempo en y entre las regiones. La evidencia arqueológica y lingüística
sugiere que los señoríos en la Mixteca, al igual que en otras regiones, tuvieron sus
orígenes durante la transformación de las aldeas en centros urbanos en el Formativo
terminal, circa al año 300 a. C., cuando se acentuó la estratificación social y se
diferenciaron las lenguas. Estos emergentes centros urbanos, conformados por espacios
y edificios públicos, así como por residencias de alto estatus, constituyeron la sede
política y administrativa de los primeros Estados de la Mixteca. Podemos suponer que
la extensión territorial de esos señoríos tempranos fue pequeña.17
En esos primeros asentamientos nucleados encontramos, no sólo vestigios arqui
tectónicos, incluyendo residencias de alto status, sino también bienes materiales y
formas de enterramiento en tumbas elaboradas que apuntan a una estratificación social
que podría interpretarse como diagnóstica del señorío. No insinúo con esto que los
señoríos de las diferentes etapas hayan sido idénticos, pero sí que el patrón general de
sucesión lineal y de conquistas de tierras y tributarios está presente desde el inicio de la
vida urbana.
A partir del año 400 d. C. se difundió ampliamente un sistema de notación que
registra nombres de los días del calendario sagrado. Estos “días” parecen aludir a
personajes de la élite, a quienes identifico como posibles gobernantes. Hay evidencia
de objetos “personalizados” sobre los que se halla grabado un glifo calendario, que
17 Una posible forma de demarcación territorial de los antiguos señoríos son las pinturas rupestres en
sitios altamente visibles a distancia en los que se observan impresiones estarcidas de manos. Conozco
un antiguo sitio con pinturas rupestres sobre un acantilado que marca una de las mojoneras del lindero
entre los pueblos de Ixcatlan y Tepelmeme. Se trata del Paso del Mono, que presenta pictogramas que
datan de la época del Clásico temprano.
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 133
Sustento y reciprocidad
Las bases económicas de los primeros señoríos y de los que vendrían posteriormente
en el Postclásico tardío han estado supeditadas a la capacidad o potencial desigual que
han tenido y siguen teniendo las tierras de la Mixteca Alta para producir excedentes
agrícolas. El factor más crítico para el cultivo en esta región templada subhúmeda es el
agua. Por ello los campos de cultivo están restringidos a las áreas más húmedas, siendo
los más productivos los que se encuentran en los drenajes naturales. Con su régimen
de lluvias, concentrado entre junio y octubre, el ciclo agrícola en las montañas de la
Mixteca Alta podía extenderse mediante: 1) la selección de semillas de variedades
18 Este sitio está localizado a unos veinte kilómetros al sur de Coixtlahuaca. La tumba ha producido tres
fechas distintas, reportadas en Drennan (1983: tabla A.1) y calibradas por quien escribe: muestra
C-426 cal EC: 358 ± 196; I-3259 cal EC: 405 ± 119; I-2680 cal EC: 625 ± 95.
134 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.6A
Evidencia de señoríos tempranos en la Mixteca Alta correspondientes al Clásico (años 400-800 EC) en
que aparecen nombres de personajes pintados sobre la lápida de la Tumba I Yucuñudahui,
actualmente en Coyotepec, Oaxaca.
FIGURA 4.6B
Evidencia de señoríos tempranos en la Mixteca Alta, Posclásico temprano (900-1150)
Se distingue el perfil de un señor sedente pintado sobre la pared norte del Puente Colosal,
Panel o Conjunto # 1. El bezote y la capa de piel de ocelote son indicadores de su alto estatus.
(Fotografía de Carlos Rincón Mautner, con retoque.)
Propongo que fueron los terrenos más húmedos los que primero se incorporaron
al patrimonio o hacienda del señorío, pues para la Mixteca, con el patrón de lluvias
descrito anteriormente, únicamente las tierras de regadío y las “tierras de jugo”
(conocidas también como de “humedad residual”) podían producir en forma susten
table año con año y generar excedentes. La producción de excedentes de maíz acentuó
la estratificación social y, junto con el tributo de la colectividad, daban al señor poder
136 Carlos Rincón Mautner
administrativo para distribuir dicho recurso, indispensable para el sustento de los ñuu
y entre los miembros de la colectividad que más leales fueran y estuvieran dispuestos
a trabajar en favor del patrimonio e intereses del señorío. Es muy probable que la
transición de aldea a centro urbano haya requerido la incorporación y consolidación
de un territorio cada vez mayor para producir el abasto suficiente para mantener un
asentamiento nucleado en crecimiento, y que esa necesidad, a su vez, haya reforzado la
estructura política de una sociedad estratificada, en la que era necesario implementar
un sistema de regulación para que surgiese el cacicazgo, proto Estado o el pequeño
Estado, fundado alrededor de una casa señorial.
El sistema de terrazas en las barrancas y a lo largo de las bases de los cerros
estuvieron íntimamente relacionados con el cultivo de la variedad de maíz conocida
como “maíz cajete” (Lind, 1979: 4; Rincón Mautner, 1999: 238-49). El cultivo de los
campos formados por terrazas de contorno sobre las laderas de los cerros, expuestas a
los vientos alisios, siempre ha sido más riesgoso, aun cuando el ciclo de crecimiento
en éstos es más corto; en general, esos campos son menos productivos y la cosecha se
ve especialmente reducida o se pierde en los años de sequía.
Al parecer, en forma simultánea surgen los sitios urbanos y los campos de cultivo
dentro de las barrancas, detrás de pretiles de piedra, y a lo largo del pie de monte donde
se acumula humedad, en los que se cultivaba y aún se cultiva el maíz tipo “cajete”
(Rincón Mautner, 1999: 245-248; en prensa a). Baso mi hipótesis en las observaciones
de las barrancas alrededor de Coixtlahuaca, donde se encuentran enterrados vestigios de
terrazas de cultivo de humedad residual, y en las fechas de radiocarbono obtenidas a
partir del carbón difuso incorporado en los sedimentos que constituían el relleno de
estos campos de cultivo19 y de los residuos de ácido húmico que éstos contienen (Rincón
Mautner 1999: 678-686, fig. 117, tabla 11; en prensa a). Estos vestigios corresponden
a dos épocas distintas: la fase Ramos del Formativo tardío y arriba de estos los de la fase
Nativitas del Postclásico temprano.
Para Monte Negro, unos de los pocos sitios urbanos tempranos (fase Ramos)
explorados, Balkansky, Pérez Rodríguez y Kowalewski (2004: 44-47, figs. 8 y 9) han
propuesto una tesis parecida, que relaciona el urbanismo con el cultivo en terrazas,
aunque no considero plausible la aseveración de que los campos de cultivo que se
observan actualmente son coetáneos con el asentamiento, pues las superficies de cultivo
19 Otra fecha obtenida del carbón presente en el relleno de una terraza de cultivo sobre el río Tejupan,
número Beta-241101, con dos sigmas de varianza (95% probabilidad), aportó el siguiente rango
calibrado: 400-210 años a. C.
138 Carlos Rincón Mautner
20 Tampoco comparto el planteamiento de que el cultivo con este tipo de terrazas tiene “miles de años”,
ya que contradice la hipótesis propuesta por Spores (1969: 563-564) y secundada por Kirkby (1972:
36) de un epiciclo de erosión ocurrido a finales de la fase Las Flores y la adaptación reciente (últimos
mil años), con el objeto de aprovechar la erosión de suelos generada por el aumento de la población
del Postclásico (Rincón Mautner 1999: 630-633; en prensa a). Además de tomar en cuenta el clima,
mi planteamiento incluye el calendario de cultivo actual de maíz cajete y los terrenos de humedad
residual, que es como se designa a los campos con pretiles en barrancas y en los valles a lo largo del pie
de monte.
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 139
vital de la que se suponían ávidos y necesitados”, y que con la sangre de los sacrificados
se compraba a los dioses el bienestar del pueblo y hasta la potencia bélica.
La costumbre de sacrificar mediante el derramamiento de sangre es muy antigua,
especialmente la sangre de un hombre joven viril.21 En las sociedades mesoamericanas
los hombres eran los encargados de la siembra. Su trabajo con la coa, horadando la
tierra y depositando la semilla, imitaba la lluvia, así como su función procreativa o
regenerativa en el acto sexual al que contribuye con su semen. Esa función se manifiesta
en los rituales agrícolas que aún se practican y que se practicaban en la antigüedad.
Sobre las paredes del acceso occidental de la cueva-túnel del Puente Colosal, localizado
al norte de la Cuenca de Coixtlahuaca, fue pintado un enorme texto en el que está
representada una ofrenda quemada a una deidad con los atributos del dios de la lluvia.
Cerca del umbral, en el mismo sector del túnel, aparece dibujado un hombre de ta
maño natural, cuyos brazos están atados detrás de él (véanse la figura 4.8A, Rincón
Mautner, 1995b; 2005a; 2005b). Su desnudez y la fluidez del trazo son parecidas a las
de las lápidas inscritas en bajo relieve con representaciones de personajes masculinos,
jóvenes, desnudos y muertos, conocidos como “los danzantes de Monte Albán” (véanse
las figuras 4.8B y 4.8C). El individuo representado sangra de varios puntos del cuerpo,
y está eyaculando o sangrando hacia el interior de la cueva, lo que alude al acto sexual
y a su eventual y total enfriamiento cuando muriese sacrificado (Rincón Mautner,
1995b; 2005a; 2005b).
Se supone que desde tiempos muy antiguos el sacrificio humano lo acostumbraban
realizar los gobernantes con su séquito de sacerdotes para propiciar el favor de las
deidades, especialmente el del dios de la lluvia que aparece representado en varias
instancias dentro de esta cueva. Eran usualmente los señores los que determinaban
quién vivía y quién moría.
Los “danzantes” datan de las dos primeras etapas de Monte Albán y algunas de
las figuras parecen representar las pieles desolladas y, en algunos casos, los cuerpos
mutilados de personajes nobles retratados, quizá, para registrar el éxito de la expansión
y consolidación del poder de Monte Albán22 sobre las comunidades del valle de Oa
xaca. Entre los “danzantes” llaman la atención las figuras emasculadas, seguramente
gobernantes de la emergente clase noble, y me parece lógico asumir que se trata de
21 Por ejemplo, en los Valles Centrales de Oaxaca este tipo de sacrificio está representado en la aldea
temprana de San José Mogote.
22 Monte Albán ha sido caracterizado como un señorío supremo que da la pauta de lo que fue el poder
político expansionista por coerción e intimidación, lo que, entre otras cosas, le permitió construir una
capital de enorme tamaño. En su espacio urbano, y en asociación a ciertos edificios tempranos, hay
más de trescientos “danzantes”.
140 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.8A
Representación de un cautivo sacrificado
FIGURA 4.8B
Danzantes emasculados, Monte Albán
Adaptado de Scott (1978), con permiso. (Fotografía de Scott y dibujos de Agustín Villagra.)
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 141
FIGURA 4.8B
Danzantes emasculados, Monte Albán
Adaptado de Scott (1978), con permiso. (Fotografía de Scott y dibujos de Agustín Villagra.)
los infortunados jefes de aldeas circunvecinas a Monte Albán que pagaron con sus
vidas para que esa ciudad incorporara como propios los terrenos y los habitantes de
los valles aledaños a ella. Capturándolos, quitándoles sus ropajes e insignias de poder
para exhibirlos desnudos y subyugados públicamente, sacrificándolos y derramando
su sangre se creía que se aseguraba el sustento, a la vez que se eliminaba la competencia.
Pero además se promovía la cohesión entre los pobladores de esta ciudad, y con ello
el gobernante afianzaba su poder ante su comunidad y las comunidades vecinas.
Llevo esta idea un poco más allá, proponiendo que los jefes fueron emasculados
para ilustrar que han perdido su potencia y que su descendencia no primaría como
gobernante de los sitios conquistados, sino que serían remplazados por miembros
de la nobleza de Monte Albán, leales al gobernante de esta ciudad y a su familia,
a quienes se les rendiría tributo en especie y en servicio. Las tierras de esos nobles
sacrificados estarían igualmente a la disposición de los nuevos amos y señores, y de
los pobladores sujetos a pagarles tributo.
Y todos los montes y barrancas están hoy señalados de camellones de arriba abajo,
como escalones guarnecidos de piedra, que eran las medidas que daban los señores
a los soldados y plebeyos, para las siembras de sus semillas, conforme la familia de
cada uno y duran hasta hoy seguidos los camellones. (De Burgoa, 1989: 275)
Hasta ahora he buscado sentar las bases del señorío sobre el terreno, refiriéndome a la
producción de subsistencia y a confirmar la presencia de los señores en los materiales.
A continuación abordo otros temas que relacionan la dimensión sociocultural de la
cosmovisión que practicaban y supervisaban los señores. Para abordar estos temas
relacionados con el orden social y su anclaje en el orden natural, me apoyo en las
pinturas procedentes de la Cuenca de Coixtlahuaca, elaboradas por comisión de los
gobernantes de los diferentes yuhuitayu en el siglo xvi.
Los códices presentan una realidad basada en el pensamiento mítico, en el cual,
como nos dice Ibarra García (1995: 71), “el origen del orden social participa del origen
absoluto, de la fuerza que dio vida al mundo”, y a lo que yo agregaría, “orden al mundo”.
Según Ibarra García (1995: 71), el pensamiento mítico “tiende a hacer converger todos
23 Clark (1994), en sus comentarios sobre el trabajo que presenté acerca de la expansión del señorío de
Coixtlahuaca (Rincón Mautner, 1994a) durante el simposio sobre poder en Oaxaca prehispánica
planteaba como crítica que la conquista territorial no era el objetivo de las campañas de conquista,
sino más bien era el reclutamiento de tributarios. Las representaciones de las conquistas en los códices
de Coixtlahuaca ilustran cómo, cuándo y quién amplió el patrimonio del señorío. Una vez conquistado
un ñuu o yuhuitayu, sus habitantes quedaban sujetos y tenían que tributarle al nuevo señor. Durante
el Postclásico tardío, la mayoría de la gente carecía de tierra propia, trabajaba las de los señores y, a su
vez, dependían de que les dieran parte de la cosecha de los terrenos trabajados para su sustento. Aun
después de ocurridas las primeras pandemias, de los 3 300 tributarios correspondientes a cuatro de los
siete tecaltin de Cuauhtinchan, Reyes García (1988: 122) calculó que 57.5% era macehualtin sin tierras
propias que “por el derecho a cultivarlas están sujetas a servidumbre”. La búsqueda de complementariedad
ecológica también parece haber motivado a los señores a conquistar territorios con diferentes
condiciones de humedad y localizados a diferentes alturas con mayor diversidad de productos, en un
esfuerzo por integrar verticalmente aun hasta los pueblos más pequeños (Monaghan, 1994).
144 Carlos Rincón Mautner
los orígenes en uno solo”. Para quitarle la connotación de fantasía curiosa a la palabra
“mito”, prefiero decir que es una realidad basada en la historia sagrada indígena. Los
caciques, en su afán de demostrar conocimiento sobre su historia y poner el énfasis en
el orden existente, desde la antigüedad más remota sobre las posesiones y forma de vida
basada en los principios de reciprocidad con la tierra, con los dioses y entre los señores y
sus macehuales mediante el tributo, comisionaron a especialistas en la historia de los ñuu
a que plasmaran visualmente estas relaciones. Por ello vemos simultáneamente en los
códices el origen primordial relacionado con la creación de la tierra, de los chichimecas
que emergen del “Lugar de las Siete Cuevas”, y de los toltecas cuyo lugar de origen es el
“río de los Tules”, un lugar escenificado con connotación sagrada. Los gobernantes y los
linajes de los que provienen constituyen una prolongación de la fuerza creadora que da
vida al mundo, parte manifiesta de la divinidad creadora cosmogénica, y por ello estaban
revestidos de un aura sagrada que exigía máxima reverencia, situación que en la región
de Coixtlahuaca perduró hasta principios del siglo xix.
En cuanto a la sucesión, una de las fuentes menciona el papel protagónico que
Tilantongo desempeñaba en la sucesión de los cacicazgos de la Mixteca (De Burgoa,
1989: 371), así como Cholula lo haría más tarde, durante el Postclásico tardío, para un
gran número de señoríos, incluyendo, como propondré a continuación, los de la provincia
de Coixtlahuaca. Mientras que en Tilantongo24 era un grupo de cuatro sacerdotes, los
que seguramente representaban las direcciones cardinales; en Cholula el orden cósmico
de cielo y tierra estaba representado por los dos sacerdotes supremos, el Aquiach (señor de
lo alto) y el Tlaquiach (señor de lo bajo).
Puesto que la sucesión era un evento delicado que podía traer consecuencias ne
fastas si no se resolvía eficazmente, se estableció en Cholula la forma de confirmar en
sus cargos a los señores (De Rojas, 1985:130-131; Lind, en este volumen). Recibiendo
en herencia el reino o señorío, el pretendiente al trono se trasladaba a Cholula para
ofrecer a la imagen de Quetzalcóatl diferentes objetos de valor. Una vez que se le
confirmaba en su cargo, los dos sumos sacerdotes del templo lo señalaban en forma
pública y notoria con la perforación de las orejas, del septo nasal o del labio inferior,
según la costumbre en el señorío de donde viniera y adonde iría a gobernar. Después,
acompañado de una comitiva formada por cinco delegados de estos sacerdotes, el
nuevo rey regresaba a la sede de su señorío.
24 Tilantongo, en tiempos de la conquista, también abarcaba una gran extensión que incluía parte del
valle de Nochixtlan hasta Teozacoalco hacia el sur, y a Teposcolula por el occidente (Rodríguez, 1984:
232). Ese señorío era gobernado por un señor y cuatro sacerdotes regidores, uno de los cuales
determinaba las cosas de la guerra y lo que debían hacer (Rodríguez, 1984: 233).
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 145
FIGURA 4.9A
El punzón de uno de los señores de Aztatla del Postclásico
Se encuentra en la colección Promuseo Comunitario del pueblo de San Miguel Aztatla, Oaxaca.
(Fotografía de Carlos Rincón Mautner.)
25 Un par de insignias que tienen una connotación similar, es decir están relacionadas con el poder de
“lo alto y lo bajo” aparecen representados como bastones del águila y del ocelote en el Códice Bodley
32-I. La sacerdotisa que personifica a 9 Hierba le presenta estos elementos al señor 4 Viento junto con
un atuendo de gobernante-sacerdote.
146 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.9B
El señor 2 Flor y su ornamento nasal de jade o turquesa y el perforador del septo nasal
adornado con plumas verdes según el Lienzo Coixtlahuaca I (Seler II)
(Dibujo de Carlos Rincón Mautner con base en fotografías tomadas él. Cortesía del Museo Etnológico,
Museos del Estado en Berlin / Ethnologisches Museum, Staatliche Museen zu Berlin.)
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 147
FIGURA 4.9C
El señor 2 Flor en el Lienzo de Tlapiltepec
FIGURA 4.9D
La representación de los fundadores de los linajes y las dos casas señoriales principales
con simbolismo de águila (día) y ocelote (noche).
A la derecha el señor 7 Agua con el casco de águila sobre el Cerro del Águila y el señor 3 Ocelote
de Mitepec (lugar del Cerro de Proyectiles o Cañas) en el Lienzo Coixtlahuaca I (Seler II).
(Dibujo de Carlos Rincón Mautner con base en fotografías tomadas él. Cortesía del Museo Etnológico,
Museos del Estado en Berlin / Ethnologisches Museum, Staatliche Museen zu Berlin.)
numerosos vecinos a rendirle tributos a sus casas reales y, en algunos casos, sin necesidad
de recurrir a la guerra había integrado a otros yuhuitayu y ñuu en una organización
sociopolítica jerárquica sobre la que tuvieron dominio estas casas. Podríamos referirnos
a la organización que presentaba Coixtlahuaca en el siglo xv como la de un reino
confederado y uno de los mayores Estados indígenas del sur de Mesoamérica. Alcanzó
a tener una extensión territorial de aproximadamente tres mil ochocientos kilómetros
cuadrados y contaba con una población de cerca de veinte mil personas (Rincón Maut
ner, 1999: 384; 2000). Su gran número de asentamientos y complejidad política estabna
reflejados en la jerarquía de centros urbanos semiindependientes, pero sujetos cada
uno con un gobernante hereditario, formando “subcabeceras” (Cook y Borah, 1968:
12; Gerhard, 1986: 292, 297). Entre estas subcabeceras destacan Aztatla-Mitepec,
Tepelmeme y su barrio Tonalá, así como Tequixtepec, Tulancingo-Ihuitlan, Tlalpitepec,
Texupan, Tamazulapan y Huautla (sic Cuautla, véanse las figuras 4.1 y 4.3).
El enclave donde estuvo el señorío postclásico de Coixtlahuaca es un alta y amplia
cuenca, a aproximadamente dos mil metros sobre el nivel medio del mar, que mide
unos cincuenta kilómetros de largo por el eje norte-sur, y cuarenta kilómetros en su
eje este-oeste. La cuenca está circundada de cerros cuyas elevaciones varían entre 2 600
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 149
FIGURA 4.10A
Las antiguas casas señoriales del cerro del águila y del cerro de los proyectiles o cañas
Dan origen a dos linajes, tolteca y chichimeca, que llegarían a gobernar en Coixtlahuaca en el siglo xi.
Las flechas señalan al guerrero y señor Ocelotzin o 4 Ocelote del linaje secundario de Coixtlahuaca,
quien participó en campañas de conquista por diez años seguidos, durante los cuales sacrificó a seis
señores, según el Lienzo de Tlalpitepec (Museo Real de Ontario, Canadá). También está señalado
Atonaltzin o 6 Agua, último señor del linaje tolteca.
(Detalle adaptado por Carlos Rincón Mautner, con permiso, del dibujo elaborado por Johnson (1992).)
150 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.10B
El señor 4 Ocelote, su esposa 7 Viento y el escudo en que está representada una huella de pie
que hace alusión al tianguis, y las insignias de poder: una garra de ocelote y colas de coyote y ocelote
(Fotografía de Carlos Rincón Mautner, con permiso del Museo Real de Ontario, Toronto.)
y 2 800 metros, y por profundos abismos que definen los cañones de los ríos Hondo-
Calapilla y Juquila-Salado. Los fondos de estos cañones presentan acotamientos entre
1 000 y 800 metros, y lo accidentado del terreno dificultaba el acceso y brindaba cierta
protección a la región.
Este señorío postclásico tardío es conocido por sus nombres Coixtlahuaca (náhuatl),
Nguinche (chocho-popoloca) y Yodzocoo (mixteco), todos los cuales se refieren al “llano
de culebras”, un núcleo urbano con dos asentamientos principales a lado y lado del
río Culebra, localizado en el sur de la Cuenca de Coixtlahuaca, donde se encuentra el
poblado de San Juan Bautista Coixtlahuaca (Rincón Mautner, 1999: 394-402). En los
tres códices de esta cabecera, el señorío está representado por un espacio cerrado por la
piel de un ocelote o una culebra, en cuyo centro está el topónimo —una gran culebra
estirada muy ornamentada (véase la figura 4.4)—. Sobre la culebra están representados
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 151
FIGURA 4.10C
Dos caminos con huellas de pie señalan el lugar de procedencia de Ocelotzin y de los guerreros
chichimecas desde el Cerro de la Bola o Comal en Llamas (Tigaltoga)
Ocelotzin es señor del “pequeño lugar del tianguis” (Tianquiztongo) en Coixtlahuaca representado
sobre un petate, encima del glifo de Coixtlahuaca, como una serpiente enrroscada dentro de la cual
hay unas huellas de pie. Otro camino se dirige hacia arriba y junto con el proyectil representa su
conquista de Ocotlan, según el Lienzo de Otla. (Dibujo de Carlos Rincón Mautner.)
dos cerros, y sobre cada uno de ellos está pintado un linaje conformado por soberanos. La
casa real y los gobernantes relacionados con la cabeza de la serpiente representada en los
lienzos Coixtlahuaca I (Seler II) y Coixtlahuaca II (Ixtlan), y la casa más elaborada sobre
la cola en el Coixtlahuaca III (Meixueiro) corresponden al sitio de Ngüiteri, mientras
que los opuestos a ellos corresponderían al asentamiento sobre la banda oriental del río
Culebra, en las laderas del Cuxaga o “cerro del espino tendido”, al cual se escogería des
pués de la conquista española para construir el pueblo al estilo español (Rincón Mautner,
1999: 189). Es muy probable que fuese en ese asentamiento del margen oriental donde
se realizaba el mercado, tradición que se conserva hasta la fecha con un mercado semanal.
En la época colonial, la casa real del gobernante estaba construida en el poblado oriental,
en Ngüiteri; el asentamiento occidental fue abandonado después de la congregación de
sus habitantes.
152 Carlos Rincón Mautner
FIGURA 4.10D
La conquista de Cuauhtla (sic Huautla)
Otro Cerro del Águila que se encuentra al oriente de Coixtlahuaca, según el Códice Coixtlahuaca III
(Meixueiro). (Dibujo de Carlos Rincón Mautner, basado en una foto de la calca sobre papel, cortesía de
la Biblioteca Latinoamericana de la Universidad de Tulane.)
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 153
He propuesto que desde esta capital o sede del señorío, que carece de fortificaciones,
los señores de Coixtlahuaca buscaron extender su territorio patrimonial para incluir
zonas más húmedas con posibilidades de riego que, además, complementaran ecoló
gicamente sus tierras de humedad con las de secano, y las tierras altas con medias y
bajas (Rincón Mautner, 1999: 335-344; 2000). Durante los siglos xiv y xv, los señores
de Coixtlahuaca se posesionaron de los valles aledaños de Tamazulapan-Tejupan y de
la mencionada distante huerta de Juquila.
Los lienzos o códices de Coixtlahuaca representan a varios yuhuitayu cuya jerarquía
se medía por la antigüedad de los asentamientos y del linaje o por el parentesco estable
cido con las casas reales que gobernaban otros ñuu. Con el paso del tiempo los diferentes
yuhuitayu con sus respectivos ñuu fueron integrados dentro del gran señorío Postclásico o
“reinado” como se le conoce localmente, con sede en Coixtlahuaca donde se establecería
un doble yuhuitayu. La meta de las guerras y matrimonios realizadas por miembros de
los linajes de Coixtlahuaca aparentemente fue la de lograr la integración política de
varios tlatocayotl o yuhuitayu vecinos para incrementar las posesiones reales y consolidar
el territorio de un gran señorío bajo la administración de dos linajes supremos.
Según estas fuentes pictóricas, la integración de las diferentes unidades político-
territoriales que constituyeron el señorío de Coixtlahuaca y la extensión del patrimonio
de sus casas reales se realizó principalmente a través de: 1) matrimonios entre prín
cipes nobles con ascendencia tolteca y las casas reales de Tequixtepec, Tulancingo
y Coixtlahuaca; 2) alianzas con yuhuitayu como Tepelmeme,26 Aztatla e Ihuitlan;
3) campañas de conquista seguidas por matrimonios (Nativitas, Huautla, Otla,
Texupan y Tlalpitepec y una estancia de Tequixtepec); o 4) campañas de conquista
exclusivamente, como Juquila y posiblemente Tamazulapan. Entre las campañas de
conquista seguidas por matrimonios sobresalen las alianzas con guerreros mercenarios
chichimecas que hablaban náhuatl, popoloca o posiblemente también otomí (Rincón
Mautner, 1995b: 58, 1997: 136-137, 1999: 47-48, 324-327, fig. 82).
Además de representar asuntos internos que involucraban a los ñuu y yuhuitayu de
la Cuenca, o lugares a lo largo de sus fronteras, los códices de Coixtlahuaca registran
26 El pequeño lienzo llamado Tequixtepec II, por encontrarse actualmente en la localidad de San Miguel
Tequixtepec, registra, entre otras cosas, un antiguo linaje que el Lienzo de Coixtlahuaca I (Seler II)
representa asociado al cerro Escalera arriba del Puente Colosal y al sur de la huerta de Juquila (Rincón
Mautner, 1999: 305-309, figs. 74 y 75; 2005b: 61, fig. 72, en prensa b). Propongo que se le llame al
Tequixtepec II el “Lienzo de los Señores de Tepelmeme” o Códice Tepelmeme III pues su contenido
se refiere a la dinastía del Cerro Escalera que gobernó en el sector de la Cuenca de Coixtlahuaca antes
de que se obligara a los habitantes a congregarse en el sitio donde se fundaría el pueblo de Santo
Domingo Tepelmeme. El Códice Tepelmeme I es el Rollo Selden, el Tepelmeme II es el llamado Fragmento
Gómez de Orozco (Rincón Mautner, en prensa b).
154 Carlos Rincón Mautner
27 En mi reconstrucción de la cronología con base en los códices (Rincón Mautner, 2000), señalo el
hecho de que existen aparentes anacronismos en el registro, pues el origen del linaje principal y
parentesco con las casas reales de Tula Xicocotitla y Tenochtitlan antecede la fundación de esas ciudades
(véase Caso Andrade, 1979: I, 124). También menciono que esos documentos registran el arribo de
dos dinastías toltecas, una temprana y otra tardía.
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 155
como reconocimiento a los señores” (Martínez, 1984: 31). Pero, al parecer, también
hubo interés en atraer reyes y señores de otras partes, como ocurrió en Coixtlahuaca
con la llegada de los miembros de la familia del señor 9 Lagarto, con quienes empieza
la segunda dinastía, y posteriormente con el establecimiento de un segundo linaje en
la Cuenca, primero en Tequixtepec y posteriormente en Coixtlahuaca.
El patriarca de esta familia fue el señor 9 Lagarto, quien junto con tres hijos, llegó a la
Cuenca aproximadamente entre los años 1024 y 1076 d. C. (véase la figura 4.3C). Cabe
notar que su arribo coincide con el abandono y la diáspora de la realeza que antecede
el incendio intencional de los edificios que constituían el recinto ceremonial de Tula
Grande, que se supone ocurrío circa 1150 (Mastache Flores, Cobean y Healan, 2002:
89). En una primera instancia, los dos hermanos varones 3 Lagartija y 11 Lagartija,
por haberse casado ambos en segundas nupcias con princesas locales, compartieron
el gobierno del ñuu de Tequixtepec y se sucedieron el uno al otro. Su hermana se casó
con un miembro de la nobleza de Tulancingo y se fue a vivir a Tulancingo, la nueva
Tula al occidente de Coixtlahuaca, en el año 12 Pedernal, que correspondería al año
1130. El caso de los dos hermanos varones en Tequixtepec es la primera instancia que
encuentro para la Mixteca de un gobierno compartido, ya que dos reyes aparecen
sentados conjuntamente, representados magníficamente ataviados sobre las espaldas de
dos jaguares junto con su respectivo par de esposas. Ésta es además la primera instancia
registrada de poliginia entre las casas reales de la Cuenca. Cabe recalcar que sólo uno
de ellos lleva el xihuitzoli, lo que sugiere que 3 Lagartija tuvo una función de autoridad
diferente a la de su hermano, quien lleva un tocado alusivo a un palacio. Además, los
dos se suceden en el trono, el uno al otro, y aparecen juntos en una ceremonia en el sur
de la Cuenca, cerca del Cerro Verde de Nativitas (Rincón Mautner, 2000: 33, fig. 1).
La sucesión continuó con el hijo del señor 11 Lagartija llamado 12 Lagartija,
quien, como su padre, también contrajo matrimonio en segundas nupcias con una
princesa llamada 3 Ocelote (segunda instancia de poliginia28). Según la reconstrucción
cronológica tentativa que he propuesto, este evento caería entre los años 1083 y 1164 y
seguramente representa el desenlace de una campaña guerrera (Rincón Mautner, 1997:
139; 1999: 319-331, fig. 79; 2000: 37), pues al señor 12 Lagartija se lo representó con
un proyectil apuntando hacia el suelo, lo que indica que fue conquistador (Rincón
Mautner, 1999: 84, 340).
El establecimiento del doble yuhuitayu en Coixtlahuaca ocurrió como resultado de
un aparente acuerdo entre los señores 12 Lagartija, 11 Flor, de Mitepec, y posiblemente
29 La Historia tolteca chichimeca (1989) describe cómo se “civiliza” a los chichimecas, dándoles nombres
como el primer paso que culmina cuando éstos eventualmente emergen de Chicomoztoc para aliarse
con los toltecas.
Linajes y casas señoriales de los tolteca-chichimeca
de Coixtlahuaca en la Mixteca de Oaxaca 157
conquistas entre 1082 y 1096, sacrificando a los gobernantes de los sitios conquistados
a lo largo de la frontera oriental y meridional del señorío. Con esas conquistas definió
el territorio patrimonial del segundo linaje, en los límites con Cuauhtla (sic Huautla),
Apoala, Chicahua y Chachoapan (véanse las figuras 4.1, 4.10C y D). Es muy probable
que el señor 4 Ocelote haya sido30 contemporáneo del legendario señor 8 Venado
(1063-1115)31 y de la némesis de este último, el señor 4 Viento, con quienes participó
en campañas de conquista.
Según la información contenida en el Lienzo o Códice de Otla, el señor 4 Ocelote
estuvo vinculado con una facción de guerreros chichimecas, a quienes se les otorgaron
tierras al occidente de Coixtlahuaca. Dichos guerreros se asentaron en cinco ñuu, o
barrios, dispersos en los alrededores de lo que hoy es el poblado de San Jerónimo Otla,
representados por el topograma, un palacio y el señor y su esposa sobre un petate. El
códice de ese poblado, a su vez, registró al señor 4 Ocelote sentado frente a su esposa,
sobre un camino, y el topónimo de Coixtlahuaca representado como una serpiente
cascabel enroscada sobre la cual se aprecian huellas de pie. La presencia de huellas de
pie encerradas dentro de un objeto circular, en este caso la serpiente del topónimo, y
en el Lienzo de Tlalpitepec dentro del escudo adornado por colas de ocelote y coyote de
este señor guerrero, es la adaptación local de la convención empleada para representar
al tianquiztli, o mercado, (véanse las figuras 4.10C y D). Esta representación asocia al
señor 4 Ocelote y, por extensión, a su linaje, con el mercado de Coixtlahuaca y sugiere
que quizás tuvo alguna función en él.
En el estudio preliminar del Lienzo de Otla comenté que 4 Ocelote se encontraba
desarmado, en contraste con los demás señores, quienes portan arcos y flechas (lo que
los identifica como chichimecas) y macanas, y quienes además están identificados por
sus nombres calendarios u onomásticos al lado de glosas alfabéticas con sus nombres de
señor en náhuatl con la terminación o sufijo -tzin (Rincón Mautner, 2007a). Pero en
realidad, 4 Ocelote aparece desarmado porque ha lanzado su proyectil contra el palacio
del “Cerro de la Espiral de Sangre”, lo que interpreto como la incorporación de ese
yuhuitayu como pieza central de su propiedad patrimonial (véase la figura 4.10C). Un
camino con huellas de pies humanos se dirige hacia el sur, donde se encuentra el topó
nimo del “Cerro que Sangra”, representado por el glifo de montaña y una espiral roja.
He identificado ese cerro como Yucundacua (Cerro Manchado), el nombre ñudzahui
de Ocotlán (Rincón Mautner, 1999: 334, n. 94).
30 Digo “posiblemente”, pues en el corpus de códices prehispánicos se lo representa sin su esposa, señora 7
Viento, y no como gobernante de un yuhuitayu. Si ella estuviese representada junto con él, eso ayudaría
a corroborar que se trata del mismo personaje registrado en los códices coloniales de Coixtlahuaca.
31 Una de las dos series de fechas propuestas por Rabin (2003: 103, 111) para la vida del señor 8 Venado.
158 Carlos Rincón Mautner
las fuentes no nos dicen nada al respecto, especulo como plausible que los reyes im
puestos por los mexica hubieran recibido en pago el patrimonio relacionado con el
linaje principal, aumentado, quizás, con los bienes que habían pertenecido al linaje
secundario, aunque también es posible que éstos se hubieran distribuido entre los
nobles locales para conseguir su lealtad. Siguiendo la tradición referida en estas y otras
fuentes, es probable que los reyes impuestos por los mexica se hubieran casado con
princesas locales y que el patrimonio real se hubiese mantenido vinculado al linaje de
los gobernantes de la tercera dinastía.
Ante todo, considero que la conquista de Coixtlahuaca por los mexica-tenochca
se debió a un plan estratégico que consistía, en parte, en eliminar la competencia y
apoderarse de sus redes de intercambio, pues Coixtlahuaca, localizada entre las tierras
altas de la Mixteca y el Valle de Tehuacan, se había convertido en sede de un importante
mercado y uno de los protagonistas en la creación y producción de objetos suntuarios
del estilo llamado Mixteca-Puebla. Aunque es difícil establecer qué tan poderoso o
estable fue como Estado el señorío de Coixtlahuaca, o si la conquista mexica se realizó
para explotar divisiones internas que prevalecían entre las diferentes etnias y casas reales
que lo constituyeron, podemos tomar en consideración otros hechos documentados.
La “revolución del palacio”, relacionada con la sucesión real que siguió a la muerte
de Moctecuhzoma Ilhuicamina, nos brinda información adicional sobre la riqueza del
señorío de Coixtlahuaca y el efecto que su conquista tuvo sobre la casa real tenochca
(Van Zantwijk, 1994:107-108). Iquehuacatzin era quien estaba en excelente posición
para suceder en el trono a su padre. Pero con la elección de su hermana como regente
y el nombramiento de Axayacatl, su sobrino, como nuevo emperador, Iquehuacatzin
quedó excluido del gobierno. Quizás con el afán de vengarse y recuperar lo que había
ganado en la guerra, junto con su hermano, Machimaleh, Iquehuacatzin se apropió
del tributo de la provincia de Coixtlahuaca. Ello suscitó una intriga palaciega en la
que sus tías, hermanas de Moctecuhzoma, posiblemente con el afán de aliarse con la
regente, lograron retomar posesión del tributo e hicieron público el crimen, por lo cual
los hermanos perdieron sus títulos de nobles y su honor (Van Zantwijk, 1994:108).
Quizás porque representaba una amenaza para el tlatoani, poco antes de que estallara
la guerra civil entre Axayacatl y Moquihuix, Iquehuacatzin fue asesinado por los te
nochcas (Anales de Tlatelolco, 1948: 59).
Después de la conquista española, el señorío (territorio y habitantes) de Coix
tlahuaca quedó dividido en encomiendas diferentes. Tequixtepec y Tamazulapan
fueron separados, formando cada uno una encomienda. Tulancingo quedó dentro
de la composición de Tamazulapan. Por su parte Texupan, uno de los yuhuitayu
conquistados por Coixtlahuaca, fue declarado a nombre de la Corona y fue a ésta a
quien rindieron tributo.
162 Carlos Rincón Mautner
Conclusiones
muchos detalles sobre la mecánica de funcionamiento de este doble señorío que había
perdurado por trescientos años. De ese sistema de gobierno compartido quedan
algunas informaciones recogidas en los códices y lienzos, y es posible encontrar una
que otra breve referencia sobre señoríos en los que aparentemente existieron formas
de gobierno similares al descrito para Coixtlahuaca.
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172 Carlos Rincón Mautner
Al norte del valle de Oaxaca, como inmensos gigantes se levantan las montañas de la
sierra. Es la tierra de los zapotecos. Más al norte, donde la sierra desciende hacia el
Golfo de México, ahí habitan los chinantecos; y hacia el este, los mixes.1 A finales del
siglo xviii, la población de la sierra, muy numerosa por cierto, era casi totalmente in-
dígena, salvo por un reducido grupo de españoles. En 1792 vivían en la sierra 58 280
indígenas zapotecos, mixes y chinantecos. En la famosa villa española de San Ildefonso
de la Villa Alta, sede del alcalde mayor, habitaban 30 hombres y 8 mujeres (agn, His-
toria, 523: 31).
El propósito de este trabajo es acercarnos a la estructura política de las comunida-
des serranas. ¿Eran estas zonas rurales y distantes diferentes en su organización a las
áreas centrales de la Nueva España, o qué rasgos compartían? El segundo propósito
que me guía es entender los nexos entre estas estructuras políticas y el poder español.
Para dar respuesta a estas preguntas trato de entender el pasado desde la mirada nativa.
Intento explicar la forma como los indígenas concibieron el poder colonial y
descubrir las sutiles redes del poder y sus herramientas más profundas, aquellas que se
insertaban en la mente de la gente, en su vida y en su organización social.
Al final de este trabajo, a través del análisis de un caso, deseo comprender el papel
que el conflicto desempeñó en la organización social y política de los poblados de la
sierra. Aunque se trata tan sólo de un caso ubicado en la sierra, los múltiples documen-
tos sobre pleitos por tierras existentes entre las mismas comunidades indígenas de di-
ferentes regiones de la Nueva España nos están indicando que el conflicto tuvo un papel
central en la reconfiguración de la estructura política de la sociedad indígena en los siglos
xvii y xviii.
La sierra era, y es, para quien no está acostumbrado a sus laderas inclinadas, una
tierra difícil. Es el escenario donde se desenvuelve esta historia y sus gentes son los
actores principales en este relato. El sistema colonial con sus representantes, los alcaldes
1 Durante la época colonial esta región de la sierra formó la alcaldía mayor de la Villa Alta. A partir de
1786 fue la subdelegación del mismo nombre.
173
174 María de los Ángeles Romero Frizzi
mayores, los intérpretes, los escribanos, los procuradores y los oidores de la Real Au-
diencia son actores secundarios en la trama de la historia. Decir esto parece una afir-
mación trivial y deseo aclarar su propósito. Al colocar a los españoles en el fondo del
escenario, ellos y sus instituciones dejarán de ser el motor de la historia. El énfasis
quedará puesto en las razones de los indígenas y en las decisiones que ellos tomaron.
Muchos son los trabajos que hemos escrito para estudiar las herramientas del
poder colonial y su impacto en la organización social y política mesoamericana. Por
ejemplo, los estudios realizados sobre las congregaciones y las composiciones de tierras,
sobre el establecimiento de los cabildos y la demarcación de las tierras. Trabajos, como
el de René García Castro (1999) sobre la provincia matlatzinca, el de James Lockhart
(1992) acerca de los nahuas, y otros no tan recientes, como el de Bernardo García
Martínez (1987) que estudia la sierra de Puebla, han logrado penetrar más allá de la
apariencia de fuerza omnipotente del régimen colonial e indagar sobre las negociacio-
nes que se establecieron entre ese poder y los actores indígenas. También han tratado
de entender los intereses y el punto de vista nativo. En el presente trabajo deseo avan-
zar un poco más en este camino. Es un intento por entender las interrelaciones entre
la organización social indígena, su estructura política, su ideología y el poder español.
Los documentos escritos, frutos de antiguos litigios que tuvieron lugar en los tiempos
coloniales, son la principal fuente que tenemos para reconstruir la historia. Permiten
asomarnos al pasado, pero a la vez nos impiden observarlo con nitidez. La información
que nos ofrecen está fragmentada, en cientos de expedientes, y presenta problemas de
interpretación. Penetrar en la vida y la organización de los zapotecos o de los mixes
constituye un reto para el historiador.
La región, aun hoy, conserva una fuerte identidad indígena. La mayoría de su
población es bilingüe y su cultura se forjó en el pasado prehispánico y en el intercam-
bio que comenzó en 1521. A partir de esa fecha simbólica comenzó un complicado
proceso de dominio que se construyó con la fuerza, la negociación, la adaptación y la
resistencia; también en la interpretación y en el uso del poder español por parte de los
indígenas. Existió la angustia y el miedo ante lo desconocido, pero también el gusto
por lo nuevo. Complejos procesos dieron origen a lo que ahora, con todas sus v ariantes,
llamamos la sociedad indígena y su cultura.
Linajes, poder y conflicto: la sierra Norte de Oaxaca: siglo xviii 175
2 Datos tomados de inegi, 2005. Población de 5 años y más por distrito y condición de habla de lengua
indígena, estado de Oaxaca. El porcentaje de población hablante de lengua indígena por distrito es:
Ixtlán, 63%; Choapan, 68%; Mixes, 81% y Villa Alta, 88.7%.
3 A partir de la segunda mitad del siglo xviii existen escuelas en la región, puede verse Chance, 1978:
entradas números 186, 775, 1234, 1267, 1710, 1747 y 1755.
4 Actualmente los integrantes de una comunidad zapoteca se nombran entre sí “hermanos”. El término
claramente hace referencia a una situación histórica en la cual la gente de un pueblo se consideraba
real o simbólicamente descendiente de un antepasado común (De la Fuente Chicosein, 1965: 24;
1977: 166). El término “abuelo” hace referencia a los antepasados del grupo, en los documentos
coloniales zapotecos se escribe xotao.
5 Fray Juan de Córdova, el dominico que escribió [1578] un Vocavulario en lengua çapoteca, hace
referencia a este problema cuando dice: “y su lenguaje y vocablos [de los zapotecos] no convenir en
sus significados con los nuestros”. Véase Córdova, 1987:12. Esta reflexión se basa en la obra de Emilio
Lledó Iñigo (1996).
176 María de los Ángeles Romero Frizzi
6 Entre otros muchos autores, podemos citar a Lockhart (1992), Wood (2003), Terraciano (2001),
Romero Frizzi y Vásquez Vásquez (2003), Oudijk (2000) y Oudijk y Romero Frizzi (2003).
7 En este caso, entiendo por “lengua” un conjunto de variantes o normas de habla locales, genéticamente
vinculadas entre sí (tomado de Haughen, 1972, citado en Díaz Couder, 1997). Las variantes del
zapoteco habladas en la sierra son constantemente mencionadas en los documentos históricos. En las
lenguas mixe y chinanteca los lingüistas también establecen variantes regionales, pero no se mencionan
en los documentos históricos.
Linajes, poder y conflicto: la sierra Norte de Oaxaca: siglo xviii 177
8 Fray Juan de Córdova (1987) en su Vocavulario tiene la entrada; Pueblo Quèche, fol. 332 v. El término
yetze aparece en documentos del área de los zapotecos netzichos.
9 Observación basada en trabajo de campo en la sierra zapoteca.
10 Para tratar de convertir los datos de la Suma en algo más familiar y entender la vida en la sierra,
considero que en cada casa vivía una familia nuclear, en ocasiones con una pareja de un hijo casado.
Se trata de una aproximación y es necesario un estudio demográfico cuidadoso.
178 María de los Ángeles Romero Frizzi
TABLA 5.1
Población de la sierra.A Pueblos zapotecos,B cerca de 1550
Número
Pueblo1 Barrios Población
de casas2
1 800 hombres casados
Choapan3 Tiene 2 barrios 1 500
3 000 muchachos3
362 casas
471 casados
Yzquintepec 362
130 solteros
637 niños
340 casados
Comaltepec 283
500 muchachos
300 hombres
Malinaltepec Poblado en 5 barrios con sus mujeres 230
y 306 muchachos
220 casas
240 casados
Guazcomaltepec 220
100 solteros
370 muchachos
165 casas
195 casados
Yagavila Son 2 barrios 165
96 solteros
280 muchachos
150 casas
148 casados
Tiltepeque 150
27 solteros
207 muchachos
En todo hay
130 casas
Yagayo Son 3 Barrios 180 casados 130
65 solteros
251 muchachos (Continúa)
TABLA 5.1
Población de la sierra. Pueblos zapotecos,B cerca de 1550
A
(Continuación)
Número
Pueblo Barrios Población
de casas
129 casas
125 casados
Tabaa 56 solteros 129
51 solteras
235 muchachos
150 casados
Cacalotepec 125
160 muchachos
150 casados
Zultepeque 20 solteros 125
110 muchachos
120 casas
Lachichina 148 casados
120
24 solteros
180 muchachos
140 casados
Galopa 66 solteros 116
263 muchachos
105 casas
100 casados
Totolinga 40 solteros 105
30 solteras
130 muchachos
64 casas
62 casados
Tehuilotepec4 64
89 indios e indias solteros
200 muchachos
62 casas
68 casados (Continúa)
Yaxila 62
31 solteros
140 muchachos
TABLA 5.1
Población de la sierra.A Pueblos zapotecos,B cerca de 1550
(Continuación)
Número
Pueblo Barrios Población
de casas
54 casas
59 casados
Tequepançacualco 54
45 solteros
80 muchachos
53 casas
54 casados
Yauago 5 53
32 solteros
90 muchachos.
40 casas
53 tributarios
Camotlán 40
69 mujeres
63 muchachos
35 casas
40 casados
Temazcalapa 35
35 muchachos
Eran 50 casas.
El Tagui y 67 casas
33
La Zagaya 128 muchachos
Zapotequilla 32 casas
32
estancia, anda con 43 casados
Choapan 108 muchachos
30 casas
40 casados
Lazagaya 30
12 solteros
50 muchachos
TABLA 5.2
Población de la sierra.A Pueblos mixes,B cerca de 1550
Estancias Información Número
Pueblo sobre tipo Población total de casas
de asentamiento en cada estancia
106 casas
Tonaguía 131 hombres 106
231 muchachos
106 casas
Totontepeque 3 Barrios 145 casados 106
212 muchachos
En todo hay
113 casas
Yacastla 2 Estancias 56
125 hombre
155 muchachos
43 casas
Xareta 60 hombres 43
64 muchachos
42 casas
Yacoche 42
49 muchachos
En todo hay
190 casas
Yscocan 5 Estancias 38
300 hombres
402 muchachos
38 casas
Maltepeque 2 60 casados 38
68 muchachos
36 casas y
Que sin causa se
Gueytepeque 56 casados, 36
despueblan.
62 muchachos (Continúa)
TABLA 5.2
Población de la sierra. A Pueblos mixes,B cerca de 1550
(Continuación)
Estancias Número
Pueblo Información sobre Población total de casas
tipo de asentamiento en cada estancia
36 casas
Huitepeque 56 casados 36
62 muchachos
70 casas
Vichinaguia
73 casados 35
y Atote
78 muchachos
30 casas
36 hombres en la cabecera.
En algunas casas
Tonagayotepeque Que se ha ido gente. 30
derramadas cerca:
54 casas
54 casados
25 casas
Mixitlan 25 hombres 25
32 muchachos
25 casas de tributo
34 indios
Tupetongo 25
42 indias
58 muchachos (Continúa)
TABLA 5.2
Población de la sierra.A Pueblos mixes,B cerca de 1550
(Continuación)
40 casas
Está poblado en 2
Metepeque 62 tributarios 20
estancias.
95 muchachos
20 casas
Suchitepeque 27 hombres 20
16 niños
40 casas
Chichicastepec Con estancias 70 casados
¿?
73 muchachos
Tlahuitoltepec tenía ocho principales y no eran sujetos unos de los otros. La po-
blación de Ocotepec estaba dispersa en once estancias, cada una con tan sólo treinta y
cinco casas. La autoridad en estos pequeños caseríos de la sierra debieron de ser los
abuelos, los más ancianos del grupo. Los españoles les llamaron “principales”. La
excepción a esta situación fue el señorío zapoteco de Choapan, ubicado en la tierra
caliente, donde las montañas descienden hacia la planicie costera. Tenía 1 500 casas.
Poco nos dicen estas cifras sin una comparación. Si pensamos en los complejos
altepeme del valle de Puebla, la situación era muy diferente. Resalta entonces el reducido
tamaño de los pueblos de la sierra. Por ejemplo: Tecamachalco tenía cerca de catorce
mil tributarios. Tepeaca más de 9 800, con una complicada organización que agrupa-
ba varios poblados con una jerarquía bien definida. Cholula, el antiguo centro sagrado
mesoamericano, contaba con nueve cabeceras, cada una con sus estancias y barrios.
En total tenía poco más de nueve mil familias.11
Para mediados del siglo xviii, cuando los complejos altepeme de Puebla y otras
regiones se habían fragmentado en las unidades que los habían formado, y las hacien-
das prosperaban en las tierras llanas, la sierra seguía siendo una zona de numerosos y
pequeños pueblos indígenas. A finales del siglo xviii, en 1793, en la subdelegación de la
Villa Alta existían 110 pueblos y, en promedio, cada uno de ellos tenía alrededor de
quinientas personas, contando a todos: abuelos, padres, jóvenes y niños. Tal vez unas
cien o ciento veinticinco familias.12
La relativa ausencia de población española, más su lejanía con respecto a los centros
rectores de la economía novohispana, permitieron que los pueblos serranos pudieran
desarrollar su vida con mayor independencia que las regiones cercanas a la presencia
hispana. Esto no quiere decir que no estuvieran relacionados con la economía colonial
o la europea. Lo estuvieron a través del comercio de mantas y de grana (Chance, 1989:
103-117). Las ideas y la influencia de la cultura española también entraron a la sierra
a través de los frailes, los curas, los comerciantes y los mismos indígenas que iban a la
ciudad de Oaxaca o de México. Pero la gente de los pueblos tenía más tiempo y espacio
para reflexionar, conforme a sus ideas, sobre la influencia que llegaba de fuera. A pesar
de eso, las leyes y el poder español marcaron la vida de la sierra profundamente. Sólo
que el poder español penetró a través de cauces más complejos de los que podemos
11 Los datos en este trabajo provienen de la Suma de visitas, véase Paso y Troncoso (1905). Para mayor
información sobre Cholula, véase Michael Lind, en este volumen. También el capítulo de Kenneth
Hirth sobre el altepetl y la estructura urbana, en este volumen.
12 La Suma de visitas proporciona información por casas y familias, que es muy útil para entender la
organización social. La fuente de 1793 proporciona ya totales de población. El dato de 1793 no
incluye todas las subdelegaciones. El mismo intendente informó que muchos subdelegados no habían
enviado información (agn, Historia, 523).
Linajes, poder y conflicto: la sierra Norte de Oaxaca: siglo xviii 185
suponer. Lo hizo a través de la misma vida política de los pueblos: a través de sus cons-
tantes conflictos y rivalidades. Para entender esa situación es necesario dejar el enfoque
regional y recurrir a un enfoque microhistórico. Lo he dividido en dos momentos. En
el primero estudio los títulos primordiales de dos comunidades zapotecas: Juquila y
Totolinga.13 En el análisis de esos documentos trato de descubrir las ideas zapotecas
relativas al poder y al prestigio, y en particular a la forma como los nobles indígenas
pudieron entender el poder español. Considero que estos conceptos son centrales en
la organización social y política de los pueblos y en su dinámica de conflicto y poder.14
En un segundo momento estudio las relaciones que existieron entre dos comuni-
dades mixes: Tonaguía y Tepitongo. En este caso trato de observar los conceptos de
“poder” y “prestigio” en acción. Trato de comprender su desempeño en la segmentación
de los linajes.
Una primera mirada a los pueblos serranos nos enfrenta, como he descrito, a decenas
de pequeñas comunidades; nada parece indicar relaciones de prestigio y jerarquías
entre ellas,15 como las que claramente sabemos que existieron en otras regiones y que
los españoles describieron con los términos de “cabecera” y “sujetos”. Fue sólo después
de un cuidadoso repaso a los expedientes que conservan parte de la historia de esos
pueblos que empecé a descubrir una compleja red de relaciones de prestigio y poder
en su interior y entre ellos.
Entre tantas y tantas fojas escritas en aquellos lejanos días por los escribanos de la
Real Audiencia y los amanuenses del alcalde mayor es difícil encontrar un documento
que describa en detalle la vida interna de un pueblo y sus ideas: para conocerlas tuve
que recurrir a los documentos escritos por los mismos escribanos indígenas, en parti-
cular los llamados títulos primordiales. Los títulos son documentos anónimos; nadie
colocó su firma en ellos. No lo hicieron porque eran textos sagrados con un carácter
comunal. Son de difícil lectura porque encierran ideas centrales del pensamiento
mesoamericano. No es por azar que han ofrecido tantos dolores de cabeza a los histo-
riadores. La dificultad que tenemos para entenderlos nace del hecho de que fueron
fruto de una cultura diferente a la occidental. A pesar de que el término “cultura” es el
16 La Memoria de Juquila está publicada en texto completo y con traducción, en Romero Frizzi (2003:
393-450). La complejidad del documento me ha llevado a realizar varios trabajos sobre él. Cada vez
que lo leo descubro nuevas ideas y nuevas relaciones entre las ideas zapotecas y los eventos históricos.
Linajes, poder y conflicto: la sierra Norte de Oaxaca: siglo xviii 187
En un mundo en el que los seres humanos vivían en interacción constante con las
fuerzas divinas, en el que las explicaciones de los humanos cruzaban muy a menudo por
el terreno de lo sagrado, los títulos no podían escapar de esa visión del mundo. Eran
sagrados, de un modo semejante a como es el Torah para los judíos y el Corán en el
islam. Muchos son los temas que se pueden estudiar a través de un análisis minucioso
de un título o a través de la comparación entre ellos. En este trabajo he seleccionado
sólo dos temas: la organización interna de un pueblo y las referencias a los principios de
prestigio que ordenaban las relaciones de un pueblo y entre los pueblos.
Si queremos conocer qué era un pueblo, tenemos que mirar su interior. Acercarnos
a las relaciones entre sus gentes: ¿Cómo se organizaban? ¿Qué los unía? Para lograrlo
me apoyaré en dos documentos que fueron escritos por los mismos zapotecos. Se
trata de dos títulos primordiales: La Memoria de Juquila y La Memoria de Totolinga,17
ambos localizados en la región de los Zapotecos del Rincón. Las he seleccionado por
dos razones. La primera: ambas memorias fueron escritas en un estilo literario antiguo
y conservan una estructura semejante a la del códice mixteco prehispánico: el Códice
Vindobonensis.18 Por eso considero que son buenas representantes de las ideas meso
americanas en su adaptación temprana a los tiempos coloniales. La segunda razón: de
los títulos estudiados hasta ahora en Oaxaca, sólo éstos proporcionan información
detallada sobre las relaciones de prestigio entre dos pueblos. Pero sobre todo nos
ayudan a comprender la forma en que el poder político y el prestigio eran entendidos
por los zapotecos.
Las memorias de Juquila y Totolinga parecen haber sido escritas en una época
colonial temprana.19 Posiblemente antes de mediados del siglo xvii. Es también p osible
que fueran escritas en época más tardía —poco antes de 1700, cuando fueron i ncluidas
en un litigio por tierras contra una comunidad cercana— pero en un estilo tradicional.
La Memoria de Juquila consta de cuatro fojas escritas en zapoteco por ambos lados.
Sus páginas contienen aquello que era importante en su organización social y en su
estructura política.
La Memoria de Juquila gira en torno a cuatro zapotecos. Sus nombres: Rehenela,
Nalao, Beoxila-Bilasehe y Biginixila (véase el cuadro 5.1). Eran los antepasados de
Juquila, en zapoteco les nombraron xotao. Son los protagonistas de la historia. Los
otros actores importantes eran españoles: el fraile Bartolomé de Olmedo, el alcalde
mayor don Juan de Salinas, don Francisco de Saavedra, posiblemente un conquistador
o encomendero de la sierra y una mujer, doña Catalina de Medina, tal vez su esposa.
El relato comienza con la presentación de los cuatro antepasados. Veamos el texto za
poteco en una traducción contemporánea.
Memoria probanza
hago yo antepasado de los naturales de Juquila
Yo me llamo Rijhinelam
y también Nalao
y también goque, Beehoxila-Bilaseehe
y también Biginixila
Aquí somos cuatro nosotros
fuimos antepasados de la gente Juquila. (agn, Tierras, 335: 5) (Véase el texto original
en zapoteco en el cuadro 5.1.)
CUADRO 5.1
La memoria de Juquila (Yetzegoa)
La presentación de los antepasados
CUADRO 5.2
La memoria de Juquila (Yetzegoa)
Los antepasados de Juquila van a España
cdl Real que goguedao rey de gobierne cédula real del gran señor Rey
de la majestad del gobierno de la majestad
lani to gopa dedao noe yela rizoba nisa con un cuidador de Dios trajo el poner
txela cati ni goca agua [el bautismo) y de esa manera fue
gosa neto espania salimos nosotros de España
pasan por La Alameda en la ciudad de México, después por Puebla de los Ángeles,
Oaxaca y finalmente suben a sus montañas. En el relato sigue una larga migración
interrumpida por varias ceremonias religiosas, entre otras, la fundación de la Villa
Alta de San Ildefonso (el centro español en la sierra y sede de la alcaldía mayor) y el
bautismo de los antepasados. El relato culmina con la fundación de Juquila: con la
construcción de su templo. Los antepasados toman sus varas de mando, reciben los
títulos del cabildo: un gobernador, un alcalde y dos regidores. Y al final cada uno de
ellos marca la tierra que será de su linaje (Romero Frizzi, 2003: 409).
Los cuatro antepasados eran los fundadores del pueblo antiguo de Juquila. En el
relato, cada uno de ellos representa a su linaje: a los hombres que descienden de ellos,
con sus familias. Estos linajes no debieron de ser muy numerosos. Sabemos que Juqui-
la, en 1742, tenía cien familias (Villaseñor y Sánchez, [1748] 1952), de modo que
cada linaje debió de tener alrededor de veinticinco familias. Pero no importaba el ta-
maño, ni la cercanía que debió de existir entre ellos, pues seguramente estaban empa-
rentados; el prestigio del que gozaba cada linaje no era igual. Los antepasados no tenían
la misma jerarquía. Una complicada red de poder y prestigio los rodeaba. Biguinixila
era el antepasado de más prestigio: fue el primero en bautizarse. En términos zapotecos,
190 María de los Ángeles Romero Frizzi
CUADRO 5.3
La memoria de Juquila (Yetzegoa).
Bautismo de sus antepasados
CUADRO 5.4
La memoria de Totolinga (Yacuini)
La presentación de los antepasados
20 Es importante mencionar acá que el cambio de nombre previo a un acontecimiento político relevante
no era una innovación española (ellos lo creían así, por supuesto), sino una costumbre antigua, como
lo muestra el estudio realizado por Anders, Jansen y Pérez Jiménez (1992) sobre el Códice Vindobonensis.
21 Coqui o Goque significa “señor de casta” (o linaje) (Córdova, 1987: 377).
22 Memoria de Totolinga o Yacuini, en agn (Tierras, 335: 5).
192 María de los Ángeles Romero Frizzi
CUADRO 5.5
La memoria de Totolinga (Yacuini)
Los antepasados de Yacuini a Lolaa (Oaxaca)
yagyleçaneto catí bída xítitza dios lolaa Fuimos a esperar cuando vino [la]
palabra de Dios en Oaxaca
bida lenie Alcalde moyor Dun [...] vino también [el] alcade mayor
de salina don [Juan] de Salinas
leni tzagae betao bene castila También se juntó Dios [¿], persona [de]
Castilla
lani tzague xotao bene Yetzegoa y se juntó [el] antepasado [de la] gente
[de] Juquila
23 Es importante aclarar que cuando dicen “nuestros abuelos”, no se refieren al hecho de que sean padres
de sus padres. Los zapotecos usan el término “abuelo” para referirse a los antepasados.
Linajes, poder y conflicto: la sierra Norte de Oaxaca: siglo xviii 193
A pesar de esta relación de parentesco, los títulos de ambos pueblos sugieren que
entre ellos existían diferencias sutiles, pero importantes, de prestigio y poder. La dife-
rencia central entre ambos radica en que Juquila había ido a España por el poder y los
de Totolinga sólo fueron a Oaxaca por la Ley de Dios. Después de recibir el poder de
España, los de Juquila regresaron a sus montañas para iniciar la larga migración que
culminaría con la fundación de su pueblo y la demarcación de sus tierras.
Conviene que nos detengamos para reflexionar en estas gradaciones de poder. Si
pensamos en los vínculos con el poder superior, tal como eran entendidos en la época
anterior a la conquista (se encuentran pintados en el Códice Vindobonensis), y los com-
paramos con los de la época colonial (se encuentran descritos en las memorias) las
diferencias saltan a la vista, así como las semejanzas.
El Códice Vindobonensis, mixteco prehispánico, inicia su relato en el cielo, con el
ordenamiento del cosmos (Anders, Jansen y Pérez Jiménez, 1992: 81-83). Después de
relatar hechos maravillosos, tiene lugar el nacimiento del Señor 9 Viento de un peder-
nal. En la siguiente lámina (lámina 48), vemos a 9 Viento en el cielo; ahí recibe de los
abuelos, los atavíos y los elementos que van simbolizar su poder: la indumentaria de
Quetzalcóatl, el vestido ceremonial, la flecha y el lanza dardos, la máscara del dios del
viento, y cuatro templos, además de la indumentaria preciosa, como los brazaletes de
plumones, los ornamentos de caracol y otros (Anders, Jansen y Pérez Jiménez, 1992:
89-94). Es difícil no pensar en el poder de 9 Viento como un poder sagrado. Estaba
investido con el poder de Quetzalcóatl, y con el poder del dios del viento, con ellos
desciende a la tierra.
El códice pinta con sus imágenes la relación entre 9 Viento y el linaje de Tilanton-
go, el que habría de fundar los reinos y tomar posesión de las tierras de la Mixteca
(Anders, Jansen y Pérez Jiménez, 1992).
Si establecemos un paralelo entre esta lámina y los primeros párrafos de las me-
morias, aparece una gradación de poder. Los señores de Tilantongo recibieron el poder
y el derecho a tomar posesión de la tierra de 9 Viento. Los de Juquila los recibieron del
rey de España, y no regresaron a su tierra con ornamentos de plumas negras, ni con
atavíos de Quetzalcóatl; lo hicieron con el fraile, el alcalde mayor y la cédula real. Por
último, Totolinga, el pueblo de menor rango, no fue al cielo, ni a España, sólo a
Oaxaca, donde recibió, de las autoridades españolas y de los abuelos de Juquila, el
derecho a fundar su pueblo.
Existen, tanto en el códice mixteco como en las memorias, referencias a otras cere-
monias que ilustran la gradación en las autoridades. Se trata de la ceremonia del bau-
tismo. En primer lugar hay que decir que, a diferencia de lo que los españoles pudieron
haber pensado, esa ceremonia no era nueva. En la antigüedad, en la historia sagrada,
cuando los reinos se fundaron, los antepasados, antes de tomar posesión de sus tierras,
194 María de los Ángeles Romero Frizzi
Yo Biginixila
cuando fui bautizado [regado con agua]
recibí nombre Melchor Martín
fue [mi] padre ante dios [padrino] don Francisco Sabedra
y de esta manera fue.
Los otros dos antepasados de Juquila también recibieron sus sobrenombres, pero
no se menciona a sus padrinos. Cuando los abuelos de Totolinga se bautizaron, el
padrino de Laa fue un español: Francisco de Linar. El de Bilachina (el segundo ante-
pasado) debió de ser un zapoteco, pues tiene un nombre calendárico: Pedro Sánchez
Yalaa.25 Y el padrino del tercer abuelo de Totolinga fue Juan Nalao, uno de los antepa-
sados de Juquila (véase el cuadro 6).
Nos encontramos, una vez más, frente a una gradación de prestigio. En la antigüe
dad prehispánica el padrino había sido 9 Viento. En los tiempos coloniales, los padri-
nos del pueblo más importante eran todos españoles. Los padrinos de los abuelos del
pueblo de menor rango fueron españoles y zapotecos.
Veamos el texto del bautismo, traducido al español:
Las diferencias nos parecen sutiles, pero debieron de ser centrales para los zapotecos
y los demás indígenas. Implicaban, en primer lugar, un ajuste de la visión del mundo
indígena frente el poder español. En segundo término, una gradación de prestigio y
poder que iba del español a los líderes de los linajes y los pueblos, desde el más grande
y prestigioso hasta el más pequeño.
La relación de rango y jerarquías entre los pueblos y entre los linajes que formaban un
pueblo era un rasgo mesoamericano. Era propio de la región náhuatl, la región que ha
sido estudiada por John Lockhart (1992: 18-23). Existía esta relación en las grandes
cabeceras, como Cholula, y existía en la sierra, tanto en la región zapoteca como entre
los mixes. Estas relaciones de prestigio eran muy importantes para los pueblos. El
énfasis que hoy día las personas ponen en la construcción, reparación y adorno de su
templo forma parte de esos ideales. La rivalidad entre los pueblos era, y es, profunda
y marcaba la vida política de la sierra con tanta intensidad y complejidad como pueden
ser los pleitos por recursos y poder entre las grandes naciones del presente siglo.
Varios documentos de la sierra dan testimonio de la forma como los pueblos de
más poder sometían a los de menor rango. Estos últimos tenían que acudir a la cabecera
a construir las casas del cura y dar servicios para el templo.26 Esta desigualdad de poder
constantemente sumergía a los pueblos en luchas regionales, que existieron en el pasado
CUADRO 5.6
La memoria de Totlinga (Yacuini)
Bautismo de sus antepasados
27 Conflicto entre Tepitongo y Tonaguía: 1588-710 (ahjva, Civil, caja 1, exp. 2).
Linajes, poder y conflicto: la sierra Norte de Oaxaca: siglo xviii 197
expediente se registró que ambos pueblos pretendían derecho a todas las tierras. Pero
uno de los testigos declaró que las tierras eran comunes a los dos, que las labraban y
beneficiaban entre ambos desde hacía más de treinta años (ahjva, Civil, caja 1, exp. 2,
f. 1v). Esta declaración nos da la clave para entender las razones del conflicto y su
evolución. Aunque el documento da la impresión de que se trataba de dos pueblos
independientes, de dos yetze, en realidad debieron de formar dos segmentos de una
sola unidad política; por razones que el documento no aclara, posiblemente cuestiones
de prestigio y poder entre ellos, estos dos segmentos deciden fraccionarse y ahora sí
luchar para formar dos yetze independientes.
Cuando Alcántara llegó a los pueblos, sus autoridades le pidieron que señalara las
tierras que en adelante serían de cada uno de los pueblos. Aquel día, Alcántara debió
de haber estado lejos de imaginar la importancia que su actuación tendría en la historia
de ambos pueblos y la complejidad de lo solicitado. Las autoridades mixes, valiéndose
de dos intérpretes, uno que hablaba español y traducía a la lengua mexicana y otro que
traducía de este idioma al mixe, le pidieron que señalara las tierras de cada uno.
En la lectura de los expedientes generados en casos como éste, comienza uno a
adentrarse en problemas que se traslapan y las dudas que surgen son innumerables.
¿Por qué razón los mixes de Tonaguía y Tepitongo solicitaron a la autoridad española,
ubicada a varias leguas de distancia, que viniera a dividirles la tierra? ¿Por qué no rea-
lizaron un acuerdo entre ellos? Para tratar de ofrecer una respuesta es necesario recordar
ahora las ideas que los zapotecos de Juquila y Totolinga expusieron en sus memorias y
que resumí líneas arriba.
Los mixes de estos pueblos querían demarcar sus tierras porqu, hasta ese momen-
to, habían estado unidos. Los de Tepitongo querían independizarse para fundar un
pueblo nuevo. Un nuevo asentamiento en el que ellos tuvieran un poder independien-
te de Tonaguía. Supongo esto porque, más adelante, en el expediente, los testigos de-
clararon que cuando Daniel de Alcántara había ido a marcarles la tierra, aquel acto
había constituido la fundación de su pueblo. Por esta razón no parece descabellado
tratar de establecer un paralelo entre las memorias de las que hemos hablado, que eran
títulos de fundación y la separación de estos pueblos mixes. Lo que Alcántara había
venido a hacer recuerda además la demarcación de tierras que realizaron los antepasados
de Juquila y Totolinga. Y así como Juquila había ido a España por los símbolos de au-
toridad, y Totolinga a Oaxaca, los mixes buscaban este reconocimiento de su máxima
autoridad. Ellos fueron por el alcalde mayor, sólo que éste envió a su lugarteniente.
Pero la historia no termina ahí. Cuando Alcántara se vio ante la difícil tarea de
dividir una tierra organizada en numerosos parajes, cada uno con su nombre en mixe
y cada uno subdividido en parajes más pequeños, tuvo la sensatez de pedir información,
bajo juramento, a las autoridades del pueblo vecino de Amatepec. Ellos ratificaron que
198 María de los Ángeles Romero Frizzi
En 1694, en una de tantas confrontaciones por los pedazos de tierra, los dos al-
caldes, el regidor y el alguacil mayor de Tepitongo dijeron unas palabras que resultan
claves para entender la lógica indígena. Ellos dijeron: “Nunca hemos tenido más títu-
los que las señales y mojoneras que se nos hizo cuando la Fundación de dicho nuestro
pueblo y división de términos” (ahjva, Civil, caja 1, exp. 2 f. 22).
Aquel día, cuando Daniel de Alcántara fue comisionado por el alcalde mayor
para cumplir con la tarea, fue entendido por las gentes de Tepitongo como el inicio de
su fundación. Tepitongo dejaba de ser un linaje de menor rango, para definir sus tierras
y su identidad, lucha que habría de prolongarse por lo menos hasta 1710.
En estos conflictos estamos, a menudo, tentados de adjudicar la complicación y
dimensión del problema a la corrupción de los alcaldes mayores y sus tenientes; y, en
efecto, cometieron actos corruptos. En otros momentos pensamos que los problemas se
debieron al desconocimiento que las autoridades hispanas tenían respecto del sistema de
tenencia indígena: a la complicada forma como ellos nombraban y marcaban su tierra.28
Y sin duda este factor influyó mucho, pero no debemos olvidar que en las demarcaciones
y en la colocación de mojoneras estuvieron presentes autoridades indígenas.29
Debió de ser anterior a la llegada de los españoles la separación de pueblos, la
segmentación de los linajes. En aquellos tiempos, los señores de gran poder evitaban
la constante fragmentación por medio de alianzas matrimoniales y políticas, usaron la
fuerza e incluso la guerra. En alguna forma tenían que controlar y evitar la constante
separación de los linajes, si deseaban conservar su poder y controlar a la gente: su tri-
buto y mano de obra.
La organización política de raíz mesoamericana no desapareció con la conquista.
Pero el viejo proceso de segmentación se multiplicó hasta extremos increíbles.30
Podemos echar la culpa de los interminables conflictos entre pueblos a la autoridad
española, mas no todo se debió a ella, porque, al menos en el caso de Tepitongo y
Tonaguía, en la separación de los linajes y en la demarcación de sus tierras estuvieron
presentes las autoridades indígenas de los dos pueblos y ellas dijeron que estaban de
acuerdo. Si el problema volvió a surgir una y otra vez, a lo largo de doscientos años,
28 En 1745, a raíz de un pleito por tierras entre Tomaltepeque y sus vecinos (pueblos del valle de Oaxaca),
el oidor de la Audiencia dijo que existía mucho problema para comprender el problema de las tierras,
debido a la diversidad de nombres. Cada paraje tenía un nombre y en ocasiones el mismo paraje era
nombrado por un pueblo de un modo y por el vecino de otro (agn, Tierras, 2384: 4v).
29 En el pleito entre Tepitongo y Tonaguía, desde el principio, estuvieron presentes las autoridades mixes
de los pueblos de Amatepeque y Totontepec (ahjva, Civil, caja 1, exp. 2, f. 52v. 1588-1710).
30 Esta afirmación está basada en un estudio actualmente en proceso sobre los conflictos por tierras entre
pueblos indígenas. La afirmación se sostiene en el hecho de que la mayoría de los documentos del
ramo de Tierras del agn se refiere a problemas por tierras entre comunidades indígenas. Investigación
en curso realizada por Beatriz Cruz López y Gubidxa Guerrero, enah, Etnohistoria.
200 María de los Ángeles Romero Frizzi
fue debido a que el pueblo nuevo y de menor rango deseaba fortalecer su identidad,
al tiempo que debilitaba a su enemigo, al pueblo del que se había desprendido. La
identidad de los pueblos se formó en esta constante confrontación.
En 1710 los de Tepitongo dijeron: “Desde inmemorial tiempo hemos estado en
pacífica posesión […] siendo los de Tonaguía nuestros enemigos y contrarios en orden
de litigar las tierras de nuestro pueblo” (ahjva, Civil, caja 1, exp. 2, f. 52v. 1588-1710).
Reflexiones finales
En este recorrido por la sierra zapoteca y mixe he tratado de mostrar la diversidad que
existió en el territorio de la antigua Mesoamérica durante los años coloniales.
Diversidad en el tamaño de sus asentamientos y en las formas de organización
social. La vida en la sierra debió de ser sencilla, en términos económicos, no así su
actividad política y su pensamiento.
He tratado de conocer y entender las ideas de aquellos zapotecos y mixes a través
del análisis de sus escritos, en el estudio de sus títulos primordiales. Los títulos son
para nosotros, quienes no somos indígenas, textos de muy difícil comprensión. De
hecho, cada vez que los leo, descubro en ellos nuevas relaciones entre las ideas i ndígenas
y su organización, entre ellas y el establecimiento y desarrollo del poder colonial. Para
los indígenas, los títulos fueron unos de sus documentos más importantes. En ellos
registraron su visión del mundo y la forma como entendieron y explicaron el gran
cambio que se inició en 1521.
Los títulos explican por qué los indígenas reconocieron a los conquistadores como
un nuevo poder, y aún más que esto: por qué aceptaron y recurrieron constantemente
a los juzgados novohispanos. Los títulos, utilizados como herramienta heurística, nos
permiten entender los documentos judiciales coloniales desde la mirada indígena. Nos
muestran la forma como las ideas y los hechos se interrelacionan e influyen mutuamente.
Son las ideas puestas en acción, las ideas presentes en la vida política de la sierra, en la
constante separación y fragmentación de los linajes. De esa segmentación tan sólo
expuse un caso —Tepitongo y Tonaguía— tratando de entender desde mi punto de
vista las razones indígenas, pero si pensamos en los numerosos conflictos por tierras
que existieron en Oaxaca, y en otras áreas de la antigua mesoamérica, la fragmentación
de los reinos indígenas fue un acontecimiento siempre presente, parte medular de la
vida política indígena y de la construcción del poder colonial.
Linajes, poder y conflicto: la sierra Norte de Oaxaca: siglo xviii 201
Abreviaturas
Referencias
2003 Escritura zapoteca. 2500 años de historia, México, ciesas / inah / Conaculta / Miguel
Ángel Porrúa.
Romero Frizzi, María de los Ángeles y Juana Vásquez Vásquez
2003 “Memoria y escritura. La Memoria de Juquila”, en María de los Ángeles Romero
Frizzi (coord.), Escritura zapoteca: 2500 años de historia, México, ciesas / inah /
Conaculta / Miguel Ángel Porrúa, pp. 393-450.
Tanck de Estrada, Dorothy
2000 Pueblos indios y educación en el México colonial, 1750-1821, México, El Colegio de
México.
Terraciano, Kevin
2001 The Mixtecs of Colonial Oaxaca: Nudzahui History, Sixteenth through Eighteenth
Centuries, Stanford, Stanford University Press.
Villaseñor y Sánchez, Joseph Antonio
1952 Theatro americano. Descripción general de los reynos y provincias de la Nueva España
y sus jurisdicciones, 2 vols., México, Impresora del Real y Apostólico Tribunal de la
Santa Cruzada.
Wood, Stephanie
2003 Transcending Conquest, Nahua Views of Spanish Colonial Mexico, Norman, Univer-
sity of Oklahoma Press
Bibliografía complementaria
Lane F. Fargher
Centro de Investigación y de Estudios Avanzados
Instituto Politécnico Nacional-Unidad Mérida
Richard E. Blanton
Universidad de Purdue
Introducción
En los últimos cincuenta años, la teoría antropológica sobre los Estados premodernos
ha sido dominada por los conceptos del marxismo-neoevolucionismo, los cuales han
enfocado nuestra disciplina en la teoría de la centralización y el dominio de la élite. Es
una teoría de la opresión. Sin embargo, en la década pasada se desarrolló una crecien-
te insatisfacción con respecto a este marco de estudio, por parte de investigadores in-
teresados en los orígenes y desarrollo de los Estados.
Como consecuencia, se inició el desarrollo de modelos teóricos alternativos que
fueron marginalizados e ignorados por los practicantes de las teorías marxistas-neoevo-
lucionistas. En este capítulo combinamos dos puntos de vista alternativos que han
tenido un éxito empírico, tanto dentro como fuera de la antropología: el Estado seg
mentario y la teoría de acción colectiva. Utilizamos estas teorías para investigar el
impacto de la centralización y de la descentralización en los sistemas políticos comple-
jos en los que el poder se encuentra compartido. En primer lugar presentamos los
antecedentes de ambos puntos de vista y posteriormente examinaremos el impacto del
poder compartido en un marco intercultural. Nuestra conclusión del estudio intercul-
tural es que los Estados segmentarios o descentralizados se oponen en mayor medida
al poder compartido (power sharing [Blanton et al., 1996]) o a la construcción de es-
trategias de Estado colectivo. Por “poder compartido” nos referimos a la distribución
de poder “[...] a través de diferentes grupos y sectores de la sociedad de una manera
que limita las estrategias [...]” patrón-cliente o una estructura heterárquica (Blanton
et al., 1996: 2).
205
206 Lane F. Fargher y Richard E. Blanton
Las sociedades complejas que comparten el poder serán consideras iguales a los Estados
colectivos. Un sistema de gobierno colectivo se basa en la cooperación entre los jefes y
otros miembros de la comunidad política (los contribuyentes) (Blanton y Fargher,
2008; Levi, 1988; Lichbach, 1994, 1995; Olson, 1965) (véase la figura 6.1).
FIGURA 6.1
Bienes públicos
Contribuyentes racionales
Jefes racionales
Hasta ahora presentamos a las altas autoridades políticas como los jefes. Pero aquí se
dividirán en dos grupos: “rectores” (las personas que instituyen políticas gubernamen-
tales) y “agentes” (los oficiales que tienen la responsabilidad de la administración diaria
del gobierno). La principal preocupación de los rectores es recolectar ingresos y utilizar-
los para el beneficio de sus constituyentes y para alcanzar sus objetivos personales (Cam-
mack, 1992: 413; Levi, 1988: cap. 2). Los rectores intentan lograr niveles de ingresos
admisibles mientras mantienen sus negocios particulares con dinero de los contribuyen-
tes, asimismo desarrollan instituciones de gobierno (reglas, procedimiento de conformi-
dad, normas morales y éticas) con estructuras administrativas admisibles (Levi, 1988).
Los rectores de los Estados colectivos necesitan la conformidad casi voluntaria
(Levi, 1988) para obtener los niveles más altos de ingresos con el costo más bajo, ya
que la coerción, los incentivos selectivos y el monitoreo son costosos. Las cuatro estra-
tegias que los rectores usarían para obtener la conformidad incluyen la distribución de
bienes públicos, el control de agentes, las organizaciones semiautónomas (organiza-
ciones no gubernamentales colectivas supervisadas por el gobierno) y la promoción de
confianza y credibilidad (Levi, 1988: 2; North, 1981: 201-202) (véase la figura 6.1).
Bienes públicos
Control de agentes
Lichbach, 1996: 162-71). Los rectores crean e instauran una constitución fiscal para
controlar la acción independiente, que incluye un sistema burocrático para la recolec-
ción de impuestos y la distribución de bienes públicos con los códigos morales y éticos
que cultivan el compromiso del objetivo colectivo del Estado. El proceso de burocra-
tización supone algunos elementos que incluyen: el reclutamiento abierto y c ompetido
a través de los sectores sociales, corta permanencia en los puestos, frecuente monitoreo
y evaluación de oficiales y la compensación en salario (Lichbach, 1996: 167). Los rec
tores tienen más control sobre los agentes a sueldo, que sobre aquellos que compran
el derecho de recolectar impuestos o que reciben una prebenda que fácilmente recae
como derecho hereditario (Weber, 1978: 963-964).
Confianza y credibilidad
Organización segmentaria
Para establecer las características de Estados segmentarios y contrastarlas con los procesos
colectivos, empezaremos con un resumen de la excelente descripción hecha por Southall
(1988; también véanse Southall, 1956 y Stein, 1995). Él define un Estado segmentario
como, “as one in which the spheres of ritual suzerainty and political sovereignty do not
coincide” (Southall, 1988: 52). El Estado está formado por un territorio central y peque-
ño, rodeado por territorios periféricos y semiautónomos. El jefe (o rey) mantiene la
superioridad ritual sobre el territorio completo, pero su poder político está limitado a su
territorio central. Cada territorio periférico tiene derecho a su propia defensa y cada
jefe periférico tiene la responsabilidad de la administración, la justicia, y de los ritos
menores dentro su territorio. El jefe central cobra ingresos únicamente dentro de su
territorio central y recolecta un pequeño tributo de las periferias, aunque no puede re-
colectar rentas públicas de los territorios periféricos. Los jefes periféricos recolectan los
ingresos de sus territorios. La relación entre el jefe central y los jefes periféricos se man-
tiene a través de intercambios de regalos (incentivos selectivos) que unen a los jefes peri-
féricos al territorio central. El jefe central tiene que pedir el apoyo de los jefes periféricos
leales para castigar a los jefes rebeldes o conflictivos. El castigo supone la invasión y el
saqueo del territorio del jefe desleal. La estructura política de cada territorio periférico
es una pequeña copia del territorio central. Dentro de cada territorio el poder está enfo-
cado en los individuos (como un sistema excluyente [Blanton 1998; Blanton et al.,
1996]). El papel de los jefes territoriales, como el jefe central, combinan el poder políti-
co, militar, judicial y económico en un solo puesto hereditario. La distribución de los
cargos politicos entre los departamentos y sus puestos, como sucede en los sistemas
burocráticos, no se lleva a cabo. Por lo tanto, el poder no está compartido porque los
jefes son todopoderosos dentro de sus territorios, y las relaciones entre jefes y sus rela-
ciones con otros miembros de la sociedad están basadas en relaciones patrón-cliente.
FIGURA 6.2
FIGURA 6.3
Segmentación y acción colectiva: un acercamiento cultural-comparativo sobre la voz
y el poder compartido en los Estados premodernos 213
El proceso de burocratización
A pesar de la apariencia de mucho poder, el control de Eduardo era limitado: a las pro-
piedades y a las haciendas reales (las cuales administró el gobierno central), los casos
judiciales civiles mayores y criminales y a las actividades militares (Holmes, 1962: 13;
Waugh, 1991). El gobierno central consistía en la Cancillería y el Ministerio de Hacien-
da (Cam, 1950: 143-183; Haven Putnam, 1950: 185-217; Holmes, 1962: 59-88; Mo-
rris, 1940: 3-81; Waugh, 1991: 5, 153-169; Wilkinson, 1940: 162-206). Los oficiales
de la Cancillería incluían al canciller y a los escribanos especiales que manejaban las
órdenes de los casos que implicaban al rey. El Ministerio de Hacienda manejaba la fi-
nanza del gobierno. Sus oficiales incluían al tesorero, a los escribanos, los alguaciles y los
recaudadores temporales de impuestos. Pocos individuos en los niveles más altos del
gobierno eran oficiales profesionales. Las personas en los niveles bajos eran la nobleza
local elegidas por el rey. El sistema era corrupto. Los oficiales eran libres y nadie contro-
laba sus acciones, utilizaban sus plazas para ajustar las cuentas pendientes, para abusar
de los contribuyentes o para enriquecerse (Cam, 1950: 165; Morris, 1947: 58; Waugh,
1991: 153,159; Wilkinson, 1940: 202-203). Algunos de los agentes ya eran criminales
cuando fueron elegidos para sus plazas y otros habían estado en la cárcel antes de ocupar
sus puestos (Morris, 1940: 41; Plucknett, 1940: 103; Strayer, 1947: 15).
El sistema para la recolección de impuestos tenía unos elementos de la venta del
derecho a recolectar impuestos y otros del sistema burocrático. El rey designaba a los
nobles locales para registrar y recolectar los impuestos (Johnson, 1947: 203; Strayer,
1947: 12, 36; Waugh, 1991: 157). Este tipo de sistema obstaculiza la voz y la acción
colectiva y no permite monitorear la conformidad de los contribuyentes ni la acción
de los recaudadores (Strayer 1947: 4; Waugh 1991: 159). Sin sorpresa, la recolección
de rentas públicas durante el siglo xiv temprano fue, en general, mala. La evasión de
impuestos y la malversación de fondos antes de llegar a la tesorería real eran endémicas
(Plucknett, 1940: 103; Waugh, 1991: 181, 209).
El gobierno de Eduardo también ofreció la pretensión de la diligencia judicial pero,
cuando profundizamos en el tema, encontramos que era una falacia. Existieron varias
Cortes de diferentes escalas sociales, las cuales fueron la Corte del subcondado (hun-
dred), la Corte del condado y el tribunal del rey (Cam, 1950: 180; Morris, 1940: 60,
1947: 53, 55; Neilson, 1940: 259-285). Pero éstas no estaban vinculadas a una petición
jerárquica clara. Cada Corte tenía sus limitaciones y, en casos generales, no podían
apelar a los niveles más altos (Swanson, 1999: 81-82; Waugh, 1991: 156, 173). En raras
ocasiones, por orden especial, un caso se movía de una Corte a otra, pero esto costaba
mucho y normalmente no tenía éxito. Además, estas Cortes eran corruptas, daban
tratamiento preferencial a la nobleza sobre los contribuyentes y no había una igualdad
bajo la ley (Brooke, 1961: 222-223; Morris, 1940: 6; Waugh, 1991: 167). Por ejemplo,
214 Lane F. Fargher y Richard E. Blanton
las Cortes de leyes comunales no tenían un código legal escrito, lo cual permitía mani-
pular fácilmente el resultado de los casos (Platt, 1982: 93). Finalmente, la mayoría de
la población dependía jurídicamente de sus señores feudales y no tenía recursos para las
Cortes reales (Hilton, 1992: 21; Neilson, 1940: 271; Waugh, 1991: 154, 155).
La administración rural bajo Eduardo estaba a cargo de la jerarquía feudal. Los
jefes semiautónomos controlaban los territorios hereditarios y tenían la jurisdicción
sobre sus inquilinos (Holmes, 1962: 13). Ellos administraban sus territorios como el
rey administraba el suyo, con subjefes, cancilleres, tesoreros, alguaciles, etcétera (Hol-
mes, 1962: 67-68; Johnstone, 1940: 251, 289; Platt, 1982: 90-107). Así, repetían a
menor escala el sistema del territorio real. Eran libres de administrar sus territorios y
comportarse como querían dentro de sus territorios. Sólo la pena de muerte estaba
reservada para ser impuesta por el rey. El jefe era la autoridad máxima ante los
campesinos y siervos que vivían en su territorio (Waugh, 1991: 154). Sólo los casos
criminales graves, como asesinatos o casos civiles importantes (que afectaban a la no-
bleza), se manejaban en las Cortes reales.
Las personas tenían el derecho de mandar una petición de demanda o queja al rey
(Baldwin, 1940: 153; Morris, 1940: 7); así, éste proveería un mecanismo para la voz,
pero el proceso era difícil y costaba mucho, por lo tanto, sólo las peticiones de los nobles
llegaban al rey (Baldwin, 1940: 146, 153; Hallam, 1988: 847; Wilkinson, 1940: 202-
203). Si una petición llegaba al rey, éste nunca tomaba acciones sobre ella, excepto en
casos muy especiales; y peticiones en contra de las decisiones del rey, jamás ganaron.
Ingresos
Las fuentes de ingresos de Eduardo fueron externas en su mayoría. Muchos de sus
ingresos provenían directamente de sus feudos, haciendas y pueblos. También recolec-
taba los ingresos de la operación normal del gobierno, como multas, propiedad de los
sellos y acuñación de monedas. Asimismo era dueño de todas las minas de oro y plata
y cobraba cuotas a la gente que trabajaba en sus minas, o bien, enviaba a trabajar a su
gente en sus minas. Estos recursos proveían a la Corona de £18,000 por año (Strayer,
1947: 4; Waugh, 1991: 178). Los impuestos sobre el intercambio internacional pro-
porcionaban otras £13,000 por año normal (Strayer, 1947: 5; Waugh, 1991: 179). La
corona obtuvo un impuesto de la Iglesia, equivalente a £18,900, cuatro veces durante
todo el periodo (Lunt, 1947; Strayer, 1947: 5; Waugh, 1991: 184). Durante este pe-
riodo había poca separación entre el gobierno central y el rey. El rey tenía el control
directo de la mayoría de los ingresos. En el caso del impuesto de la Iglesia, el rey podía
desviar el dinero a su cofre personal antes de que lo registrara el estado. Así también el
rey tomó £200,000 en crédito durante los primeros años de su reinado (Strayer, 1947:
3; Waugh, 1991: 183). La mayoría de los ingresos fueron transformados en propiedades
Segmentación y acción colectiva: un acercamiento cultural-comparativo sobre la voz
y el poder compartido en los Estados premodernos 215
personales y Eduardo los utilizó para mantener su excesivo consumo en lujos (Morris,
1940; Lunt, 1947). Por otro lado, el rey sólo podía recolectar las rentas públicas, equi-
valentes a £37,430, como ingreso interno cuatro veces durante todo el periodo (Strayer,
1947: 5; Waugh, 1991: 181). Pero la mala infraestructura de recolección de impuestos
resultó en mucha evasión y malversación de fondos.
Bienes públicos
El Estado inglés no proveía bienes públicos como intercambio por conformidad en
pago de las rentas públicas. Caminos, puentes y drenajes de agricultura fueron construi
dos y mantenidos por los particulares, las comunidades y la Iglesia. Cuando un e lemento
arquitectónico se caía, el alguacil local llamaba a un jurado para determinar quién tenía
la responsabilidad de mantenerlo, y dictaba que la persona o el grupo debía realizar su
reposición sin recursos públicos ni corvée; se multaba a la persona o al grupo responsable
si no cumplía con la sentencia (Flower, 1915; 1923). El Estado designó responsables del
manteamiento de canales de cultivo a personas que tenían terreno frente a los canales,
pero no les proveyó recursos públicos ni corvée.
El Estado debía proveer seguridad pública, pero el gobierno de Eduardo no lo
pudo cumplir (Brooke, 1961: 222-223; Haven Putnam, 1950; Platt, 1982: 93;
Waugh, 1991: 158). En los primeros años del siglo xiv las quejas de anarquía fueron
tan comunes que el Estado intentó mediar. Primero aumentó el poder de los alguaci-
les para investigar delitos (Morris, 1947: 53), pero los alguaciles fueron elegidos entre
la nobleza local y usaron sus plazas para beneficio personal o para consumar sus propias
vendettas (Platt, 1982: 23; Plucknett, 1940: 103; Waugh, 1991: 159, 167). Ante tal
situación el Estado designó guardianes de paz (peacekeepers), pero les quitó sus poderes
rápidamente (Haven Putnam, 1950: 188; Platt, 1982: 92; Waugh, 1991: 165). Creó
consejos especiales de investigación pero los disolvió (Haven Putnam, 1950: 188;
Platt, 1982:,93; Waugh, 1991: 165). Los cambios continuos de política en la preven-
ción de delitos originaron caos y crearon peores condiciones (Platt, 1982: 93).
India: Pudukkottai
El proceso de burocratización
La mayoría de los puestos fueron ocupados por atribución (por herencia) (Dirks, 1987:
117-28, 171-92, 230-9), otros fueron designados por el rey, pero éstos no fueron
posiciones burocráticas. Todos los puestos políticos importantes de los niveles más
altos fueron unidos con concesiones de tierras libres de impuestos. Los altos oficiales
(jagirdar reales) se escogían de entre algunos de los parientes colaterales del rey. Los
puestos secundarios fueron ocupados por cervaikarar (nobleza militar); los que nor-
malmente eran afines al rey. La administración rural se organizó mediante designación
de un territorio periférico y sus ingresos (una prebenda) al cervaikarar (Dirks, 1987:
124, 126-127). Un cervaikarar tenía el derecho de “títulos, puestos, y honores” del
control de los grupos de gente y del servicio del jefe (Dirks, 1987:126-127). También
tenían el poder de designar a los oficiales bajos de su territorio, los cuales mediaban
entre ellos y los jefes del pueblo. Este puesto y su concesión de tierras (la prebenda)
fueron, en general, indivisibles. Los poderes militar, administrativo y financiero (re-
colección de impuestos) se concentraban en un sólo puesto. Casi 30% de las conce-
siones de tierras se dieron al cervaikarar (Dirks, 1987: 117 y Appendix). En el nivel
local, los jefes de pueblo eran de las castas locales dominantes (Dirks, 1987: 426);
Segmentación y acción colectiva: un acercamiento cultural-comparativo sobre la voz
y el poder compartido en los Estados premodernos 217
FIGURA 6.4
también ganaron concesiones de tierra del rajá. El rajá controló la concesión de tierra
y los títulos asociados, por eso él tenía el poder de remover al jefe de su cargo, pero
casi nunca lo hacía porque el jefe ganaba el poder y respeto de la población local.
Pudukkottai no tuvo un sistema burocrático para la recolección de rentas públicas. El
Estado dependía de los jefes locales para recolectar los impuestos y para representar al
Estado en las cosas locales.
Este sistema tenía poca infraestructura que permitiera escuchar las quejas y suge-
rencias de los contribuyentes y actuar acorde a las mismas. Las asambleas de subcasta
y pueblo existieron, pero no está claro cómo hacían para canalizar las quejas a los
oficiales del Estado (Dirks, 1987: 211, 231). También había un durbar (consejo
abierto) real, pero no está claro cómo funcionaba (Dirks, 1987: 212).
218 Lane F. Fargher y Richard E. Blanton
Ingresos
El Estado controló la mayoría de la tierra para el cultivo, de las cuales casi 70% se
daba como concesiones libres de impuestos a los oficiales, templos, beneficencias y
brahmanes (Dirks, 1987: 117 y Appendix). El restante 30% fue aprovechado por el
Estado o distribuido mediante contratos con los parceleros. El Estado también reco-
lectaba algunos impuestos sobre los mercados locales y otras transacciones comerciales
(Dirks, 1987: 117, 312). Las rentas agrícolas, junto con los mercados, constituían una
proporción importante de los ingresos. El Estado, al parecer, también usó algo de
corvée para cultivar la tierra del gobierno y proveía los servicios personales a los oficia-
les. El rajá también tuvo casi mil quinientos criados personales a su servicio, dentro y
fuera del palacio (Dirks 1987: 190).
Bienes públicos
En general, el Estado no mantuvo una infraestructura de transporte ni proveía agua a
la población. Dirks (1987) no menciona nada acerca de que el Estado invirtiera sus
ingresos o corvée en la construcción o en el manteamiento de los caminos y los puentes.
La construcción y el mantenimiento de los tanques y los sistemas de canales de irriga-
ción para la agricultura fueron organizados por las comunidades locales sin la partici-
pación del Estado. El Estado no hizo mucho para reducir la violencia ni los delitos en
la periferia, ya que mandó a los cervaikarar, con poder militar, a vigilar las regiones
(Dirks, 1987: 117). Pero el jefe de pueblo estaba encargado de capturar y castigar a los
criminales dentro su pueblo (Dirks, 1987: 281). Finalmente, el Estado proveía un
poco de alimento para la redistribución (Dirks, 1987: 166, 280). Primero, el rajá daba
concesiones de tierra a los templos y a las casas de acopio que distribuían comida a la
población. Por su parte, los cervaikarar poderosos tenían bodegas de cereal que usaban
para reducir las hambrunas durante las crisis. Mantuvieron casi mil personas por día,
la mayoría estaba a su servicio. El alcance de la redistribución fue limitado. En tiempos
de sequía, la gente abandonaba las áreas secas para irse a zonas que tenían tanques de
irrigación llenos. Durante las hambrunas, la gente se moría por miles y los cuerpos se
acumulaban en los caminos debido a la desesperación por escapar de la crisis (Dirks,
1987: 113).
Control de rector
El Estado Pudukkottai no tenía los controles institucionales sobre el comportamiento
del rey. El consejo del rey estuvo subordinado a él. La mayoría de los oficiales altos y
medios eran sus parientes y, en la jerarquia social, estaban debajo de él (Dirks, 1987).
Segmentación y acción colectiva: un acercamiento cultural-comparativo sobre la voz
y el poder compartido en los Estados premodernos 219
El Estado no tenía los instrumentos de control del rajá sobre los recursos materiales e
ideológicos. Vivía como ninguna otra persona de su sociedad, tenía el palacio más
grande y lujoso, que estaba ubicado en el centro de la capital; era adorado como un
dios vivo (Dirks, 1987: 167). El festival de Dasara se enfocaba ena procesiones y de-
vociones al rajá (Dirks, 1987: 167). Para cultivar su poder, el rajá mantenía a los
brahmanes de su reino para hacerlos sus clientes (Dirks, 1987: 130, 165). También él
estaba libre de un código moral que limitara su poder. No había ninguna estructura
institucional que pudiera hacer público su comportamiento.
FIGURA 6.4
El periodo enfocado de Aceh es el siglo xix tardío (véase la figura 6.5). La formación
de los Estados en Sumatra del norte ocurrió en el siglo xvi, por lo general, bajo la in-
fluencia del islam (Reid, 1975). Entre 1520 y 1524, el sultán Ali Mughayat Syah
conquistó la costa norte y fundó Aceh (Reid, 1975). Aceh fue fundado al principio
220 Lane F. Fargher y Richard E. Blanton
como un gobierno de puerto (port polity). Pero la reducción del intercambio durante
el siglo xvii forzó la intensificación local del cultivo de arroz, lo cual aumentó las ten-
siones entre los constructores del Estado y los mercaderes. Este cambio fomentó el
desarrollo rural y trajo cambios en el sistema político. El capital nacional perdió poder
y los subestados rurales aumentaron su poder.
El proceso de burocratización
Aceh no era burocrático, y tenía un sistema dominado por la atribución (Hurgronje, 1906:
88). El Estado se dividió en distritos relativamentes autónomos. Los jefes de los tres dis-
tritos más poderosos (las tres “esquinas” de Aceh Besar) se llamaban panglimas (Hurgron-
je, 1906: 272, 287; Reid, 1975). Los jefes de los otros distritos se llamaban ulèëbalang
(Hurgronje, 1906: 272, 287; Reid, 1975). El poder de los jefes de distrito era igual al
poder del sultán; así, el sultán no era más que el jefe del distrito central o capital (Hur-
gronje, 1906). Era tan débil, que su vida estaba en manos de los panglimas y los ulèëbalang.
Según Hurgronje (1906: 88), los ulèëbalang no reconocían una autoridad más
alta y heredaban sus posiciones. El sultán no tomaba parte en la ascensión de los
ulèëbalang ni designaba ni confirmaba a la persona en su posición por cartas patentes
(Hurgronje, 1906: 88). Los ulèëbalang parecían aumentar su poder atrayendo a los
vagabundos y criminales a su servicio, a cambio de tierra u otros incentivos selectivos
(Hurgronje, 1906: 176). Bajo el ulèëbalang, los jefes de gampong heredaban sus posi-
ciones, pero el primer jefe de cada linaje era designado por el ulèëbalang (Hurgronje,
1906: 64). El ulèëbalang y sus partidarios registraban y recolectaban impuestos dentro
de su territorio (Hurgronje, 1906: 116-117). Los ingresos recolectados quedaban en
el territorio local y no se enviaban al sultán.
Ingresos
Durante el periodo enfocado, Aceh no tenía una política uniforme de ingresos. La
mayoría de los ingresos del sultán eran de fuentes externas (Hurgronje, 1906: 126-
127). Los ingresos del sultán provenían del control de la renta del puerto de Banda
Aceh y de los gobiernos más pequeños que había conquistado durante un periodo
anterior y que continuaban pagando algo de tributo. La tarifa de los artículos impor-
tados era de 5% para los importadores extranjeros, y de 2.5% para los importadores
nativos (Hurgronje, 1906: 117). Durante los periodos anteriores, el rector tenía cierto
control de la tierra ubicada frente al río, que era cultivada por sus sirvientes, posterior-
mente toda la tierra fue usurpada por los ulèëbalang (Hurgronje, 1906: 120-122, 286).
Los ulèëbalang recolectaban impuestos de los mercados, con una tasa variable entre los
Segmentación y acción colectiva: un acercamiento cultural-comparativo sobre la voz
y el poder compartido en los Estados premodernos 221
distritos. Ellos tenían corvée e impuestos de las ventas de campos de arroz (Hurgronje,
1906: 116-118). También poseían mucha tierra para cultivo (Hurgronje, 1906: 286)
y recolectaban cuotas de los barcos que pasaban por los ríos (Hurgronje, 1906: 117).
Todos los ingresos que ellos recolectaban se destinaron para usarse dentro del distrito
y parece que no existió un sistema centralizado de ingresos.
Bienes públicos
El Estado no ofrecía ningún bien público (Hurgronje, 1906). No había construcción
ni mantemiento de caminos ni puentes (Hurgronje, 1906: 163). La mayoría de la
agricultura era de temporal; el Estado no invirtió en sistemas de irrigación ni de agua
potable (Hurgronje, 1906). La construcción y el mantenimiento de los tanques de
agua se organizaban por los gamponges. Los acehenses no tenían policía ni una infraes-
tructura judicial (Hurgronje, 1906: 77-79, 84). Los delitos contra un miembro de un
gampong, cometido por un miembro de otro gampong, llevaron a conflictos sangrien-
tos. El gampong atacado organizaba a sus miembros para lanzarse contra el gampong
agresor. Si un gampong de un ulèëbalang, o uno de sus clientes era atacado, él partici-
paría en el ataque de represalia. De esta manera, el Estado ayudaba a intensificar la
enemistad heredera y la violencia dentro sus fronteras. Finalmente, no había evidencia
de que el Estado hubiera participado en la redistribución de alimento.
FIGURA 6.6
Segmentación y acción colectiva: un acercamiento cultural-comparativo sobre la voz
y el poder compartido en los Estados premodernos 223
El proceso de burocratización
El territorio central fue organizado por una jerarquía sencilla de oficiales (mekel y sedahan
[recolector de impuestos]) que el rector controlaba (Schulte Nordholt, 1996: 120-122,
145-147), pero el poder de los rectores no se extendió fuera del territorio central (Schul-
te Nordholt, 1996: 120-122, 145-147). En el caso de Mengwi, el centro era circundado
por cuatro territorios periféricos poderosos e independientes que fueron gobernados por
los manca agung (grandes señores). Fuera de los cuatro territorios mayores había varios
territorios autónomos más pequeños y menos poderosos, y cada uno tenía su puri (jefe
de territorio). Cada una de las periferias tenía su propia jerarquía: los puri, mekel y seda-
han. El rector no tenía control sobre la designación de los jefes periféricos.
Ingresos
Las fuentes de ingresos más importantes fueron las externas. El puri y el rector poseían
campos especiales donde recolectaban las rentas de los inquilinos (Schulte Nordholt,
1996: 129-130). La renta de esos campos era recolectada por el sedahan, y los jefes
periféricos se quedaban con todos los ingresos de su territorio para su uso personal y
no mandaban ingresos al rector (Schulte Nordholt, 1996: 129-130). El rector y algu-
nos jefes tenían ingresos por los impuestos de los puertos y por el intercambio inter-
nacional (el trafico de opio) (Schulte Nordholt, 1996: 38-39, 97-99, 126). Había un
impuesto por cosechar arroz, que era recolectado por las sociedades de irrigación y por
los templos; el Estado no recibía ningún beneficio de este impuesto (Geertz, 1980;
Schulte Nordholt, 1996).
Bienes públicos
El Estado no construyó ni mantuvo caminos ni puentes (Geertz, 1980: 48). Las aldeas
estaban encargadas de su construcción y mantenimiento sin el apoyo del Estado. En-
contramos que el Estado no participaba en la construcción ni en el mantenimiento
del sistema complejo de irrigación (Geertz, 1980; Schulte Nordholt, 1996). El subak
(sociedad local de irrigación) y el templo manejaban su construcción y su manteni-
miento. Además, el subak desarrollaba un sistema complejo de acción colectiva para
estimular la participación de los productores de arroz en el sistema cooperativo de
irrigación. Fuera del territorio central, el Estado hacía poco para controlar la violencia,
y en el centro, no invertía mucho para mantener la paz (Schulte Nordholt, 1996: 40-
41, 133). Hay poca evidencia de que el Estado proveyera el alimento diario a la gente
por medio de la redistribución. Pero el Estado construía templos e invertía en benefi-
cio de la sociedad en general (Schulte Nordholt, 1996: 133).
224 Lane F. Fargher y Richard E. Blanton
África: Tio
El periodo al que nos referimos se ubica en el siglo xix, 1899 (Vansina, 1973) (véase
la figura 6.7). El reinado de Tio fue fundado casi en 1507. Durante su historia tem-
prana, la actividad económica más importante era el intercambio de esclavos, que
disminuyó en el siglo xix y fue suplantado por el de marfil. Durante su historia, Tio
fue descentralizado y el rey tenía poco poder. Los jefes poderosos peleaban para con-
firmar su poder dentro el Estado.
FIGURA 6.7
Segmentación y acción colectiva: un acercamiento cultural-comparativo sobre la voz
y el poder compartido en los Estados premodernos 225
El proceso de burocratización
La atribución y las batallas eran importantes en la designación de los oficiales (Vansi-
na 1973: 322-337). El rey era asistido por tres oficiales mayores que trabajaban dentro
el territorio central (Vansina, 1973). Fuera de éste, los jefes poderosos competían por
el poder. La mayoría heredaba su posición de su padre o hermano mayor, pero algunos
reclamaban el control de un distrito por la fuerza y luego buscaban la certificación del
rey (Vansina 1973: 322-337). Bajo el mando de esos jefes estaban los terratenientes,
que eran jefes de subdistritos y normalmente vivían en el pueblo más grande de su
subdistrito (Vansina, 1973: 322). De nuevo, su posición era heredada pero su poder
era limitado. El nivel más bajo era el jefe de pueblo, que heredaba su posición (Vansi-
na, 1973: 75), normalmente fungía como cabeza de una familia extensa y daba su
nombre al pueblo. Los terratenientes recolectaban los impuestos y el tributo (Vansina,
1973: 397-399) y tenían derecho a la mitad de los ingresos antes de mandarlos al jefe
local, y los jefes locales tomaban su parte antes de enviarle el resto al rey.
Ingresos
Tio era dominado por fuentes externas de ingresos. El rey obtenía algunos ingresos,
como el tributo que se recolectaba una vez por año en especie (Vansina, 1973: 397-
399). La mayoría de los ingresos del rey y de los jefes provenía de su control y de los
impuestos sobre el intercambio internacional (los esclavos y el marfil, especialmente)
(Vansina, 1973: 261-262, 294, 300-301, 310, 336, 434-435, 460-461). El rey man-
daba a los oficiales a “La Piscina” (el mercado internacional) para recolectar el impues-
to del mercado. También había cuotas sobre los bienes que atravesaban el reino por
tierra. El rey y sus jefes tenían un monopolio parcial sobre el intercambio de los escla-
vos y el marfil. Tenían preferencia en los mercados y usaban a sus agentes y mozos
para mover sus bienes a los mercados que estaban ubicados fuera del Estado.
Bienes públicos
El Estado no ofreció bienes públicos para fomentar la conformidad en la recolección
de tributo. Tampoco invertía mucho en el transporte o la irrigación (Vansina, 1973:
5-7, 391, 483). La violencia y los feudos eran comunes dentro del territorio del Esta-
do (Vansina, 1973: 259, 315, 317, 335, 339). Los pueblos asaltaban otros pueblos,
los jefes asaltaban otros jefes. La mayoría de los conflictos se resolvían violentamente,
sin la participación del sistema político. Los grandes jefes reforzaban sus sitios y casas
para protegerse de los ataques. Los jefes y el rey controlaban la violencia dentro de sus
pueblos y la gente vivía cerca de un jefe para tener algo de protección contra los ataques
226 Lane F. Fargher y Richard E. Blanton
Discusión
Lo que intentamos mostrar con estos breves ejemplos es que los Estados que tienen las
características segmentarias son Estados no colectivos. El modelo de acción colectiva
propone una relación entre los ingresos internos (o mezclados), los bienes públicos, la
burocratización y el control del rector (véase la figura 6.1). En general nuestros datos
(Blanton y Fargher, 2008) indican que existe una relación fuerte entre estas complejas
variables (véase la tabla 6.1). Con respecto a todos los casos en nuestro estudio, aqué-
llos cuya organización mostraba rasgos segmentarios mostraron menor colectividad
(véase la tabla 6.2). Lo más importante con respecto a la segmentación es la fuerte
relación entre el proceso de burocratización y el control del rector. Esto significa que,
por lo general, los Estados segmentarios no tienen estrategias de poder compartido (o
poder colectivo, heterárquico y orientado a grupos). En otras palabras, estos Estados
son muy excluyentes (Blanton, 1998; Blanton et al., 1996) y las características seg
mentarias se desarrollan en una arena política competitiva, jerárquica e individualista.
Además, esta competencia toma una forma violenta y fomenta con mucha frecuencia
la guerra dentro de las fronteras del Estado (guerra civil). Los rectores tienen la ten-
dencia a invertir sus ingresos en el consumo conspicuo, en los incentivos selectivos
para reclutar clientes (muchas veces clientes militares) y para mantener sus altas posi-
ciones. No invierten en los bienes públicos ni aceptan límites sobre su poder para fo-
mentar la conformidad en la recolección de los impuestos. La dependencia en las
relaciones personales y los incentivos selectivos tiene un impacto fuerte en el sistema
Segmentación y acción colectiva: un acercamiento cultural-comparativo sobre la voz
y el poder compartido en los Estados premodernos 227
Viejo Mundo
En el Viejo Mundo se desarrollaron dos formas de acción colectiva y control del rector.
En Europa mediterránea y Mesopotamia, después del tercer milenio a. C., los rectores
construían un sistema que estaba enfocado en un consejo gobernante (Astin, 1989;
Hansen, 1999; Lane, 1973; Norwich, 1982; Potter, 1987; Taylor, L., 1966; Van de
Mieroop, 1997), que manejaba las posiciones en todos los niveles de la administración
y en la cúspide del gobierno. El poder estaba divido horizontalmente entre muchas
personas que gobernaron por consenso, con fuertes códigos morales y legales que
controlaban sus actividades. En Asia, a través de muchos siglos, el desarrollo de China
culminó en una burocracia basada en un sistema de mérito y una ideología igualitaria
con las dinastías Sung (o Song) y Ming (Creel, 1964; 1970; Elvin, 1973; Ho, 1962;
Hsu, 1999; Hucker, 1998).
México Central
poder de castigar, denunciar o ejecutar a los altos oficiales, como el huey tlatoani, por
corrupción o por fallar a sus obligaciones. Había un consejo del cihuacoatl de quince
miembros, un consejo de Acolhuacan y otros consejos en los niveles bajos (Davies,
1987: 117; Offner, 1983: 56-57, 60, 83, 155, 157, 161; Van Zantwijk, 1985: 120,
121, 122). La presencia de plebeyos (los contribuyentes) en los consejos de Acolhuacan
está bien documentada (Offner, 1983).
Debajo de los consejos, las responsabilidades administrativas se dividían entre los
oficiales, a fin de limitar el grado en el cual una persona podía consolidar su poder. Un
patrón común de los mexicas era la división de la administración externa e interna
entre dos departamentos. El jefe de la administración externa (tlatoani o tlacochcalcatl)
estaba encargado de las relaciones interalteptl, tales como las operaciones militares y
la diplomacia (Lockhart, 1992; Van Zantwijk, 1985). El jefe de la administración
interna (cihuacoatl) supervisaba los sistemas judiciales y administrativos (Lockhart,
1992; Van Zantwijk, 1985). Las confederaciones aztecas subdividieron estas respon-
sabilidades, el huey tlatoani de Tenochtitlan era el jefe externo supremo y el tlatoani de
Texcoco era el cihuacoatl supremo (Fargher y Blanton 2007). El tlatoani de Tacuba
compartió el poder con el huey tlatoani, como su suplente, y estaba encargado de las
responsiblidades especiales de diplomacia. El cihuacoatl de Tenochtitlan compartió el
poder con el tlatoani de Texcoco, como su suplente, y estaba encargado de la adminis-
tración y de lo judicial del territorio Tenochca-Tepaneca.
La estructura burocrática de los aztecas incluía la selección abierta y competitiva
a través de los sectores sociales (Davies, 1987: 114, 115; Durán, 1971: 137-138; Hir-
th, 2000: 254, 260; Offner, 1983: 111-112; Van Zantwijk, 1985: 123, 216, 275-276).
La nobleza no tenía una garantía de selección. Los oficiales eran remunerados con los
appenages (el terreno prestado por el Estado para pagar su sueldo), que eran reasumidos
por el Estado cuando terminaban las plazas (Hicks, 1978; Offner, 1983: 132, 136;
Van Zantwijk, 1985: 284; Zorita, 1994: 124-125). En la administración azteca los
oficiales ocupaban cargos de bajo nivel por uno o dos años (Van Zantwijk, 1985: 91).
Los aztecas preparaban oficiales para su cargo en escuelas especiales (calmecac) (Offner,
1983: 111-112; Van Zantwijk, 1985: 110, 114, 144). El Estado podía monitorear,
investigar y castigar a los oficiales corruptos (Davies, 1987: 118; Offner, 1983: 155,
242, 251; Zorita, 1994: 128). Hay evidencia de que la especialización y la jerarquía
de los puestos de bajo nivel incluían a los policías (topile), jueces, jueces de apelación,
varios niveles de recolectores de impuestos y corvée e investigadores de impuestos
(Davies, 1987: 114; Lockhart, 1992: 41-43, Offner, 1983: 111-112; Van Zantwijk,
1985: 216, 275-276). Las altas plazas tenían grados, y a veces incluían una mezcla de
responsabilidades (Davies, 1987; Van Zantwijk, 1985).
Segmentación y acción colectiva: un acercamiento cultural-comparativo sobre la voz
y el poder compartido en los Estados premodernos 229
Los agentes eran monitoreados, los oficiales meritorios eran ascendidos y los ofi-
ciales corruptos eran destituidos o castigados. El sistema también incorporó una jerar-
quía precisa de apelación en la que los contribuyentes podían demandar a los oficiales
y en la que se trataba a las personas como iguales, sin tener en cuenta su estatus social
(por ejemplo, macehualli contra pilli) (Davies, 1987: 119; Offner, 1983; Van Zantwi-
jk, 1985: 280; Zorita, 1994: 126). Los rectores etaban subordinados a los consejos
gobernantes y debían cumplir sus acuerdos.
En este Estado del altiplano se enfatizaron la burocratización, el gobierno colec-
tivo y los bienes públicos porque los constructores del Estado querían recolectar in-
gresos internos. La construcción de los consejos y la burocratización proveyeron una
estructura institucional en la que la voz de los contribuyentes era analizada y encausada,
y lo cual conducía a una distribución del poder entre muchas personas de diferentes
sectores sociales.
Conclusión
Concluimos que los sistemas colectivos, como la Triple Alianza, dividen el poder mu
cho más que los sistemas segmentarios. La integración, el proceso de burocratización
y el gobierno de consejo son aspectos importantes del poder compartido y no son
importantes para los Estados segmentarios. Estos sistemas tienden a tener menos vio-
lencia y conflicto abierto entre sus fronteras que los sistemas segmentarios (pero esto
no significa que la intriga política y los asesinatos nunca ocurrieran). Contrariamente,
la naturaleza individualizante de las organizaciones segmentarias (excluyentes [Blanton,
1998; Blanton et al., 1996]), que enfoca las fuentes de poder en las personas, actúa
como un excelente impedimento del poder compartido.
Agradecimientos
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Capítulo 7
Estructura político-territorial y organización gubernamental
en las formaciones estatales tempranas de China
Walburga Wiesheu
Escuela Nacional de Antropología e Historia
Introducción
237
238 Walburga Wiesheu
1 Tales arreglos se observan cuando: “[…] los elementos no son jerarquizados o cuando poseen el
potencial de volverse jerárquicos en una serie de maneras diferentes” (Crumley, 1995: 3 en Stein,
1998). Cabe señalar que tal noción de heterarquía en realidad no se opone o niega la idea de jerarquía,
pero parte de que las jerarquías sociales no son fijas, sino que dependen de situaciones específicas y se
pueden reconfigurar de manera dinámica en maneras diferentes (Seibert, 2008).
Estructura político-territorial y organización gubernamental
en las formaciones estatales tempranas de China 239
CUADRO 7.1
en la etapa predinástica (bangguo), a un Estado monárquico (wangguo) en las primeras tres dinastías,
y de allí a un Estado imperial (diguo) (véanse Liu Qingzhu, 2005; Wang Wei, 2006;) conformado éste
último a partir de la unificación lograda en el siglo III a.C. por el primer Emperador en la dinastía
Qin y con una elaboración notable de su estructura política y administrativa a partir del Imperio Han.
Viene al caso hacer hincapié en que es a partir de Qin y Han que podemos hablar de la existencia de
un monopolio de fuerza, de códigos legales formales y del desarrollo de una estructura burocrática en
los términos señalados por Max Weber.
4 Estas tres dinastías son las de Xia, Shang y Zhou, que abarcan de los siglos xxi al xi a. C.; en realidad
la Edad del Bronce sólo se extiende hasta Zhou occidental (1046-771 a. C), ya que en Zhou oriental
se introduce el hierro.
5 Definido éste por Aidan Southall (1999: 31) como un tipo de Estado en que “[...] las esferas de la
supremacía ritual y de la soberanía política no coinciden. La primera se extiende ampliamente hacia
una periferia flexible y cambiante. La última está confinada al dominio central, al núcleo”. Tal sobe
ranía ritual, que junto con una configuración socio-territorial, a modo de círculos de un poder
menguante, es compartida por un Estado segmentario con otras entidades políticas descentralizadas,
242 Walburga Wiesheu
como las teatrales y galácticas, sugeridas con base en los reinos tradicionales del sureste de Asia, en
palabras de Rudolph (1987: 740), designa “[...] actividades culturales, símbolos, y procesos que no
obstante la ausencia de mecanismos instrumentales crean un dominio, un reino. La soberanía ritual
tiene aspectos ceremoniales, estéticos y arquitectónicos, así como elementos fundados históricamente
y perpetuados mediante la genealogía”.
6 Es sintomático aquí el que, dada la importancia de los grupos de parentesco en la China antigua,
etnólogos como Elman Service, en su estudio comparativo ya clásico del origen del Estado y la civi
lización, hayan dudado de la existencia de una organización de carácter estatal; al respecto, autores
como Keightley (l983 en Yoffee, 2005) han hecho hincapié en que el linaje incluso constituía la fuente
de la autoridad real, tanto para el gobierno como para la religión, y, de hecho, se puede señalar que la
estructura familiar y de parentesco de las dinastías Shang y Zhou, en combinación con el culto a los
antepasados, se convirtieron en la base de la estructura social de la China tradicional (véase Yates,
1997; Yoffee, 2005).
7 El que algunas entidades hayan logrado su independencia se puede deducir del hallazgo en recientes
fechas de tumbas de cuatro rampas (a manera de imitación de las tumbas reales en la capital dinástica
de Anyang), en otros centros locales, junto con el de huesos oraculares “no reales” (Instituto de
Arqueología de la Academia de Ciencias Sociales, 2003).
Estructura político-territorial y organización gubernamental
en las formaciones estatales tempranas de China 243
FIGURA 7.1
hoyos no-Shang y no tanto como un tofu firmemente Shang”. Según Keightley (1999),
algunos líderes locales quizás eran parientes de linajes que se habían segmentado y que
adoraban a los ancestros más lejanos de sus linajes principales anteriores. Es en la mis-
ma dinastía que la veneración de los antepasados se convirtió en un culto plenamente
institucionalizado. Como parte de una estrategia política e ideológica vital para el Es-
tado Shang, solamente determinados miembros del sector real, y pertenecientes éstos
al linaje principal de descendencia, podían tener acceso al rango de ancestros, lo que
ocurrió en ocasión de fiestas funerarias extravagantes (por ejemplo, Nelson, 2003;
Wiesheu, 2008a). Se podría decir que los ancestros, conmemorados mediante sus
244 Walburga Wiesheu
8 Para finales de Shang, sus reyes habían asumido el control de la comunicación con sus ancestros
divinizados u otras entidades sobrenaturales, invocados éstos en los actos adivinatorios registrados
sobre omóplatos de animales y caparazones de tortuga en que ellos figuraban ahora como “Yo, el
Único”, de modo que actuaban como intérpretes únicos de los designios señalados en dichos huesos
oraculares. Como había señalado Keightley (1995: 74 en Wiesheu, 2003: 273): “[...] el poder mántico,
el poder político, y el parentesco estaban inextricablemente ligados dentro de la institución dinástica”.
9 Aun cuando cabe señalar que existe aquí un debate en torno a la función de los edificios palaciegos
de la China antigua, ya que arquitectónicamente no existe mucha diferencia entre una construcción
palaciega y la de un templo; en opinión de arqueólogos como Liu Qingzhu (1998 y 2000), las
ciudades-palacio tempranas deberían de ser consideradas más bien como complejos de “palacios-
templos” (gongmiao), en los que se combinaban funciones políticas y religiosas, y es apenas en el
periodo del Imperio Han que los templos quedarían ubicados afuera de los recintos amurallados
interiores. En Anyang, por ejemplo, en el complejo central se detectaron en algunos edificios vestigios
de actividades rituales asociadas, probablemente, al culto de los antepasados. Para más detalles
relacionados con este culto, véase Wiesheu (2008a).
10 Del tipo de nombres, incluso se podría sospechar que algunos reyes Shang provenían de grupos étnicos
diferentes (Keightley, 1999). Es de resaltar asimismo que son, por lo menos veintitrés, los nombres
de reyes Shang que figuran en las inscripciones sobre los huesos oraculares desenterrados en Anyang,
del total de los treinta soberanos atribuidos a esa dinastía en los textos históricos posteriores,
pudiéndose así corroborar su historicidad.
Estructura político-territorial y organización gubernamental
en las formaciones estatales tempranas de China 245
Este tipo de sucesiones, junto con el hecho de que los reyes Shang encabezaban una
confederación de grupos de descendencia patrilineales conformados por clanes y linajes
mayores y menores (Keightley, 1999), podrían haber constituido elementos comparti-
dos por el conjunto de las entidades estatales tempranas de la Edad del Bronce. Además
de que en éstas no existía una tradición democrática, como se ha establecido, por ejem-
plo, para las polis griegas, en el sistema patriarcal chino la afiliación a tales grupos de
parentesco que tendían hacia la segmentación, estaba ligada a su estructura territorial,
para así conformar la base residencial de las comunidades locales (Wang Wei, 2006).
Al mismo tiempo, los monarcas Shang, quienes detentaban el poder político,
militar y religioso, encabezan un aparato gubernamental ya bastante diversificado y
especializado en sus funciones, pero sin que se pueda hablar aún de una estructura
burocrática establecida (véase la nota 3 de este capítulo). Asimismo, el reducido desa-
rrollo de las actividades comerciales contrasta con la gran preocupación del Estado
Shang por la producción agrícola, reflejada en las mismas inscripciones oraculares en
que las cosechas, así como los fenómenos climáticos, eran importantes tópicos de las
operaciones adivinatorias en que se invocaba, más que nada, a los espíritus ancestrales,
y de las cuales se desprende que el propio rey ordenaba a las “masas” (probablemente
campesinas) “reclamar tierras” en territorios ajenos, quizás como parte de una política
explícita de colonización, con el fin de aumentar la producción agrícola o de incorpo-
rar más territorios bajo el control Shang. De allí que, tal como se ha sugerido para las
entidades políticas débiles del este y sureste de Asia en general, que el control guber-
namental no se ejercía tanto sobre un territorio fijo, sino sobre los recursos humanos,
mismos que dentro de tal marco de un Estado más bien descentralizado, deben de
haber respondido a cierto patrón de movilidad (Rudolph, 1987).11
Otra expresión de un posible alto grado de movilidad de ciertos sectores de la
población consiste en el frecuente cambio de las capitales dinásticas, junto con la
existencia, en ocasiones, de un sistema de dobles capitales, característica que compar-
ten el conjunto de las formaciones estatales de la China antigua. En este contexto
r esulta, por ejemplo, que a los soberanos reales de Shang se atribuyen al menos cinco
o seis cambios de capitales, habiendo sido la de Anyang el centro de operaciones de
sus últimos monarcas, en tanto que sitios amurallados, como los sacados a la luz por
los arqueólogos en Yanshi y Zhengzhou, pudieran haber servido de capitales simultá-
neas en el periodo de Shang temprano, pero cuyas funciones distintivas aún no se han
podido discernir.12 Y para Shang medio tendríamos ciudades-capitales, como las de
Xiaoshuangqiao y de Huanbei, ésta última apenas descubierta en 1999 como resulta-
do de un trabajo de prospección sistemático realizado al norte del asentamiento de
Anyang de Shang tardío (véase la figura 7.2).
No es mi intención aquí ahondar en la delineación de la naturaleza de la organiza-
ción estatal secundaria existente en Shang tardío y su posible estructura político-terri-
torial segmentaria, o a la luz de la evidencia fáctica disponible actualmente, de
incursionar en una evaluación más puntual con respecto a la serie de categorías estatales
empleadas en su caracterización, puesto que en lo que resta quisiera abordar también
brevemente la que pudo haber constituido la organización estatal más t emprana de
China, la conformada por la dinastía de los Xia, que antecede a la de los Shang.13
De acuerdo con fuentes escritas, como los Anales de Bambú, una crónica del siglo iii a.
C., y de los “Anales de Xia” contenidos en los Registros históricos (Shiji) de Sima Qian,
quien en el periodo del Imperio Han asentó el modelo de historias dinásticas de China,
la dinastía Xia comprendió diecisiete reyes que habrían reinado durante casi cinco cen-
turias, ubicadas aproximadamente entre los siglos xxi y xvi a. C. El reciente proyecto
estatal, realizado con el objetivo de afinar la cronología de las tres primeras dinastías,
ubica el inicio exacto de Xia en el año de 2070 a. C. Su fundación es atribuida al
12 Estos dos sitios con murallas internas y externas, ubicados en la provincia de Henan, forman parte de
la cultura arqueológica de Erligang del periodo de Shang temprano (circa 1600-1400 a. C.). Hay
quienes suponen que uno de estos dos sitios de gran tamaño pudo haber servido de centro ritual,
mientras que el segundo tuvo quizás más bien una función estratégica (Instituto de Arqueología de la
Academia de Ciencias Sociales, 2003).
13 Así, mientras que en los términos de su contexto de formación, la organización política Shang
representa un Estado secundario, el de Xia puede ser considerado un Estado primario o arcaico,
gestado sobre la base de condiciones endógenas y caracterizado por una estrecha relación entre la esfera
política y religiosa; no existe aún un monopolio de fuerza y su aparato gubernamental se encuentra
en una etapa incipiente de la diferenciación y especialización funcional (Wiesheu, 1996, 2002).
Estructura político-territorial y organización gubernamental
en las formaciones estatales tempranas de China 247
FIGURA 7.2
ersonaje, aún semilegendario, Yu “El Grande”, quien al pasar el trono a su hijo Qi in-
p
troduce el principio de la sucesión hereditaria al poder real y elimina de este modo el de
la abdicación voluntaria, seguida presuntamente en la etapa predinástica en que habían
destacado una serie de “héroes culturales” y “sabios gobernantes” conocidos como los
“Cinco Emperadores”, siendo Yu de Xia el último de esos líderes prominentes, ubicados
vagamente en el tercer milenio a. C. Yu trasciende en la historiografía tradicional de
China, no solamente como el fundador de su primera dinastía, sino también como un
importante constructor de ciudades y como una especie de “héroe hidráulico”, ya que
logró la hazaña de controlar unas inundaciones desastrosas al pasarse trece años cavando
diques a través de las montañas y así desviar las aguas dejadas por un terrible diluvio.
El acto mismo de la fundación de la primera dinastía de China quedaría simbolizado
en la fundición de nueve trípodes (ding) de bronce, que de ahí en adelante representarían
la autoridad real. No obstante, de los mismos documentos de épocas posteriores se p uede
248 Walburga Wiesheu
14 Según Wang Shougong et al. (2005), se trata de una usurpación atribuida a Houyi, líder que encabezó
una confederación tribal proveniente de la zona oriental de China.
15 Haciendo referencia a esta persistente polémica en torno a la identificación histórica de Erlitou así como
a otros sitios y culturas de finales del Neolítico y de la Edad del Bronce temprana, con figuras y entidades
políticas mencionadas en las fuentes escritas de periodos posteriores, la arqueóloga Li Liu (2009) advierte
contra el empleo de documentos antiguos como guía idónea para tales interpretaciones arqueológicas,
en vista de la orientación historiográfica que ha marcado la práctica arqueológica en China.
Estructura político-territorial y organización gubernamental
en las formaciones estatales tempranas de China 249
CUADRO 7.3
Cuadro de la genealogía de los soberanos Xia y sus posibles ciudades-capitales,
según la versión tradicional de los Anales de Bambú
Yu Yangcheng
Qi
Tai Kang Zhenxun
Zhong Kangzhenxun
Xiang Shangjiu
[Usurpación: Hou Yi]
Shao Kang Shangjiu È Yuan
Zhu Yuan È Lao Qiu
Fen
Mang
Xie
Bu Jiang
Jiong
Ken Xihe
Kong Jia Xihe
Fa
Gui Ó Jie Zhenxun
Tang (Dinastía Shang) Bo
Modificado, según Wiesheu, 1992.
capital tardía de la dinastía Xia, y que dicho sitio habría funcionado como la sede de la
Corte real anotada en las fuentes históricas bajo el nombre de Zhenxun.16
16 Se ha planteado que pudo haber sido la capital Xia desde los reyes Taikeng o Xiaokeng (por ejemplo,
Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias Sociales, 2003), pero esta afirmación resulta
problemática puesto que de ser así hubiera sido más bien una capital de Xia temprano, en tanto que
en los restos arqueológicos de este sitio se puede trazar claramente una evolución hacia Shang, de
modo que la fase 4 de Erlitou, que refleja el decline de esta cultura, ya debe de haber correspondido
al período de Shang temprano.
250 Walburga Wiesheu
FIGURA 7.3
En este sitio, de un tamaño de más de trescientas hectáreas,17 hasta hace poco los
palacios 1 y 2, detectados en los años setenta del siglo pasado en su zona central, con-
taban como los más tempranos de este tipo de construcciones gubernamentales de
China, y es apenas en 2003 cuando en unos detallados trabajos de prospección, reali-
zados por el Equipo de Erlitou del Instituto de Arqueología (2004) se descubrieron
las murallas que acotan lo que puede considerarse una auténtica ciudad-palacio, al
interior de la que, y alineados a lo largo de un eje norte-sur, están segregados varios
edificios palaciegos y seguramente también los templos dedicados a la veneración de
los ancestros de individuos importantes.
De acuerdo con la información actual, así como con base en sus propios trabajos
arqueológicos, en publicaciones recientes, investigadores como Liu y Chen (2003,
2006) señalan la cultura erlitou como la primera instancia de un Estado centralizado
en China. Más concretamente, describen la organización estatal de esta etapa tardía
de Xia como un Estado territorial con su extenso dominio logrado por la fuerza m ilitar
17 Y con una población estimada entre 18 000 y 30 000 (Liu y Chen, 2003) o incluso entre 38,000 y
50,000 habitantes (Liu, comunicación personal a Yoffee, 2005).
Estructura político-territorial y organización gubernamental
en las formaciones estatales tempranas de China 251
e integrado por una jerarquía regional plasmada en cuatro niveles del patrón de asenta
miento. Sostienen, además, que en los términos de las modalidades del c omportamiento
político-económico planteadas por Blanton et al. (1996), a partir de casos meso
americanos, Erlitou tendió hacia el seguimiento de una estrategia de red con énfasis
en la jerarquía social, el estatus individual, el intercambio a larga distancia de bienes
de élite junto con la acumulación de riqueza y la manipulación o imposición de un
control central sobre la producción de artículos críticos, tratándose acaso de una es-
trategia de liderazgo gestada más por “[...] decisiones deliberadas de actores políticos
que por un proceso evolutivo impersonal” (Liu y Chen, 2006: 168); éstas habrían sido
motivadas por el acceso a recursos estratégicos, como la sal y las materias primas nece-
sarias para la fundición de los bronces empleados como armas, bienes de prestigio, y,
sobre todo, como parafernalia ritual en el culto a los antepasados, en que se usaron
tipos particulares de vasijas de factura aún bastante tosca. Para los mismos autores fue
la necesidad de conseguir tales recursos vitales para el Estado Xia la que impulsó su
expansión política y territorial, la cual implicó un desplazamiento forzado de la pobla-
ción dirigido por un aparato gubernamental con un poder centralizado y en el que
mediante un sistema tributario la periferia habría logrado abastecer al centro con di-
chos recursos. Pienso, sin embargo, que esta descripción de las principales caracterís-
ticas de la organización estatal de Xia tardío corresponde más bien a las de un Estado
expansionista del tipo imperial.
Aparte, si bien cabe suponer que objetos como el bronce y la turquesa, y posible-
mente también el jade estaban sujetos a una producción centralizada por parte de los
artesanos especializados que deben de haber trabajado para la Corte real, ya que un
taller de la fundición del bronce se detectó al sureste del complejo palaciego central,
mientras que un taller de turquesa se localizó cerca de un edificio al sur del mismo, tal
como señalan los mismos autores mencionados, los yacimientos de los recursos no
agrícolas para la elaboración de objetos de diversos materiales, e incluso la sal, se en-
contraban disponibles enun radio de 20 a 200 km de la capital (véase la figura 7.4); de
allí que, y al contrario de lo que ellos sostienen, estos materiales probablemente no
provenían de una red de intercambio a larga distancia, aunque con la excepción de las
conchas cauri y quizás también de la turquesa.
Asimismo, y no obstante la importancia que en la sociedad de Erlitou ya debe de
haber tenido la veneración de los antepasados, en cuyo seno únicamente determinados
difuntos llegaron a ser objeto de atención cúltica, los restos arqueológicos no permiten
inferir la existencia de un culto en vida a la persona de los reyes, tan visibles éstos, por
ejemplo, en la civilización maya del periodo Clásico mesoamericano. Es más, si no
supiéramos por las posteriores fuentes escritas de la existencia de dinastías de reyes en
252 Walburga Wiesheu
FIGURA 7.4
18 E igual que para Teotihuacan, en el caso de Xia hasta ahora no se ha identificado claramente un sistema
de escritura, aunque se cree que debe de haber existido, aplicado quizás sobre materiales perecederos,
y no como ocurre a partir de Shang tardío, sobre los huesos oraculares ya mencionados.
Estructura político-territorial y organización gubernamental
en las formaciones estatales tempranas de China 253
partes de este asentamiento que fungió como la última capital de la segunda dinastía
de China.19
Pero en Erlitou, hasta la fecha, no se han encontrado zonas específicas que pudie-
ran haber conformado cementerios especializados, ni tumbas de grandes dimensiones
que pudieran ser calificadas de entierros reales (Xu Hong et al., 2004). Con todo, los
más de cuatrocientos entierros detectados en fosas dispersas entre las unidades domés-
ticas permiten inferir la existencia de una sociedad altamente estratificada, ya que al
lado de aquéllos con ofrendas funerarias, compuestas de bienes de lujo, hay los que no
fueron provistos de objetos o que se califican de “anormales”, dado que se trata de es
queletos mutilados, quizás de cautivos de guerra o de personas sacrificadas en deter-
minadas ceremonias. Sólo un entierro, desafortunadamente saqueado, se ha conside-
rado importante por su ubicación al norte de la sala del palacio 2, pero, al parecer, se
trata de un entierro secundario, posiblemente de una persona que se convirtió en una
destacada figura ancestral que fue venerada en ese lugar (véase la figura 7.5).20
Por otra parte, es de destacar que en una excavación, llevada a cabo en el año 2003,
de unos entierros clasificados en la categoría mediana, se hallaron en una fosa funera-
ria, en un patio debajo de los cimientos del Palacio 2, los restos de un individuo mas-
culino de entre 30 y 35 años, de seguro perteneciente al sector de élite. Su ajuar estaba
compuesto de objetos de bronce, jade, laca, cerámica blanca, conchas cauri y una
campana de bronce. Cabe hacer mención especial de un objeto hecho de unas dos mil
piezas de turquesa, colocadas sobre su esqueleto, ya que éste tiene la forma de un dra-
gón con un cuerpo que semeja las escamas de un pez y con una cola serpenteante, a la
vez que su nariz y ojos están configurados mediante piezas de jade (Equipo de Erlitou,
2005b) (véase la figura 7.6).
Entre los nuevos descubrimientos importantes relacionados con la cultura erlitou,
y que podrían contribuir a esclarecer aspectos de su estructura político-territorial, fi-
gura el sitio amurallado y con foso de Dashigu, localizado en la parte este de la provincia
Henan, con respecto al que se cree que pudo haber sido la capital de un Estado local
o haber servido de segunda capital del Estado de Xia, a la vez pudo haber sidoun lugar
de avanzada, estratégico en su frontera oriental (Administración Estatal del Patrimonio
Cultural, 2004).
19 Así, por ejemplo, el cementerio de Limintun estuvo dividido en diez zonas, que a su vez se agrupan
por tener de tres a cinco entierros de las unidades de parentesco más pequeñas, y destaca que incluso
al interior de éstas se muestran diferencias en las posiciones sociales (Instituto de Arqueología de la
Academia de Ciencias Sociales, 2003).
20 Cabe, no obstante, la posibilidad, tal como apuntan Liu y Chen (2003), de que el cementerio o las
zonas de los cementerios se ubicaban al norte del sitio de Erlitou, donde actualmente se encuentra el
cauce el río Luo, que en tiempos antiguos fluía al sur de ese asentamiento (Equipo de Erlitou, 2005a).
254 Walburga Wiesheu
FIGURA 7.5
FIGURA 7.6
Estructura político-territorial y organización gubernamental
en las formaciones estatales tempranas de China 255
Por su parte, hay que apuntar que varias de las ciudades-capitales anteriores al
periodo de Xia temprano deben buscarse en el contexto de algunos centros regionales
de la variante local de cultura longshan del Neolítico terminal (circa 2600 a 2000 a. C.),
y la cual, a través de una fase de transición, evolucionó directamente hacia la cultura
erlitou de la Edad del Bronce (Wiesheu, 2007, 2008a). Entre estos centros destaca el
de Wangchenggang, nombre local que significa “Montículo de la Ciudad Real”, como
toponímico acaso transmitido de generación en generación y que podría indicar que,
en efecto, se trató de una sede real. Este sitio está constituido por dos recintos amura-
llados en su parte noreste, que deben de haber conformado sus ciudades-palacio inte-
riores en diferentes momentos del sitio, así como por un perímetro amurallado exterior,
apenas verificado en unas exploraciones realizadas en 2004 (Administración Estatal
del Patrimonio Cultural, 2005). El hecho de que este sitio fuera afectado severamente
por inundaciones, justamente lo ha relacionado con Yu, presunto fundador de la di-
nastía Xia y figura épica que, como ya se mencionó, logró la gesta de haber controlado
unas catastróficas inundaciones, haciendo sospechar incluso que pudiera existir un
trasfondo histórico del relato de un diluvio universal narrado en las fuentes escritas
posteriores. Además, el que en sitios amurallados, como el de Guzhengzhai, descubier-
to en el año 1999, se haya constatado la existencia de un edificio palaciego (Li Q uanfa
et al., 2005), lo hace otro posible candidato de haber constituido una de las varias
ciudades-capitales de la etapa temprana de Xia.21
Consideraciones finales
21 Véase Wiesheu (1992, 2006) para más detalles acerca de la figura semilegendaria de Yu y del debate
acerca de la historicidad de Xia y sus ciudades-capitales. Ilustraciones de estos sitios y de los restos de
los edificios palaciegos detectados en dichos asentamientos amurallados del Neolítico terminal,
pueden encontrarse en Wiesheu (2008b). Otro sitio amurallado de esta etapa preXia, en que los
arqueólogos han identificado una termprana estructura palaciega, es el de Taosi, de la variante cultural
longshan del mismo nombre, ubicado en la provincia de Shanxi, pudiéndose tratar aquí de un centro
político de un Estado local aparte y que antecedió en unos quinientos años al de Erlitou de Xia tardío.
256 Walburga Wiesheu
dicho río, donde surgieron sus primeras dinastías, dando lugar asimismo a un desa-
rrollo cíclico de ascensos y caídas de dinastías que, pese a las diversas etapas de unifi-
cación y fragmentación del país, gobernaron China a lo largo de casi cuatro mil años.
Para no caer en debates estériles ocasionados por aplicaciones rígidas y mecánicas
de los rubros estatales distintivos propuestos a escala de la arqueología mundial, no
todos éstos, como apuntáramos arriba, deben ser vistos como tipos de Estados exclu-
yentes. No podemos seguir considerando diversas configuraciones sociopolíticas del
pasado como casos anómalos cuando nuestros esquemas analíticos resultan poco ade-
cuados o cuando las categorías formuladas a partir de instancias empíricas de otras
partes del mundo —cuestionadas por su parte ante los datos disponibles actualmen-
te— no encajan muy bien con los casos particulares que estamos investigando.
En nuestros intentos de delinear la organización gubernamental y la estructura
político-territorial de los Estados tempranos necesitamos partir de aproximaciones más
flexibles, vertidas en moldes elásticos que, además de los arreglos institucionales for-
males, nos permitan detectar las inestabilidades inherentes en constelaciones fluctuan-
tes de un poder negociado por los diversos actores sociales. A este respecto tenemos
que identificar no solamente las acciones centrípetas detrás de las estrategias centrali-
zadoras promovidas por las instituciones rectoras, sino rastrear también las fuerzas
centrífugas desplegadas por los diferentes sectores que integran una sociedad tan com-
pleja como es un agregado estatal y urbano. Y tal como nos enseña la experiencia
china ilustrada aquí, a la par de reconstruir la historia política efectiva, materializada
por excelencia en las ciudades-capitales, es imperante evaluar el impacto, tanto de las
decisiones gubernamentales como de las contingencias generadas por factores natura-
les, sobre la movilidad de diversos sectores de la sociedad e incluso de los mismos
centros de poder, como fenómenos que originan significativos reacomodos de la po-
blación a nivel regional. Habrá que pensar en diseñar metodologías más finas para
detectar tales dinámicas coyunturales en los paisajes sociopolítico local y regional, y
lograr así una mejor caracterización de las frágiles configuraciones estatales tempranas
que se desarrollaron en las civilizaciones antiguas; pero quizás el mayor reto que en-
frentamos en los estudios interculturales del conjunto de las formaciones estatales
tradicionales y premodernas es desarmar los moldes conceptuales elaborados con base
en la experiencia occidental del Estado nación moderno.
258 Walburga Wiesheu
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Capítulo 8
Palacios en el Centro de Veracruz:
un posible caso de gobierno dual en el periodo Clásico
Annick Daneels
Instituto de Investigaciones Antropológicas
Universidad Nacional Autónoma de México
Introducción
263
264 Annick Daneels
Antecedentes
FIGURA 8.1
Palacios en el Centro de Veracruz:
un posible caso de gobierno dual en el periodo Clásico 267
FIGURA 8.2
La Plataforma Norte
1 Beta 218432: 380-160 +/- 40 a. C. para entierro en paleosuelo bajo la primera etapa; Beta 218438:
370-100 +/- 40 a. C. para ofrenda de construcción; Beta 218439: 50 a.C.-250 d. C. +/- 60 y Beta
218440 10-250 +/- 60 d. C. para contextos de abandono de primera etapa. Nota: todas las fechas
270 Annick Daneels
FIGURA 8.3
d. C., a más tardar.2 Esta etapa es, hasta la fecha, la mejor explorada debido a la forma
de avance de la extracción de los ladrilleros, que la dejó casi en la superficie. Se tiene
el acceso principal desde el nivel de plaza al sur y cinco edificios, cuya variedad en
configuración y función conforman nuestro argumento principal en la interpretación
de estas plataformas como unidades palaciegas (véase la figura 8.3).
El basamento principal desplanta sobre el paleosuelo, y se eleva a una altura gene-
ral y pareja de 1.90 m, accesible por una escalinata de seis peldaños. Esta altura excede
citadas en este capítulo están calibradas a 2s. En el relleno que cubre esta etapa hay cerámica Bayo
Fino de los Tuxtlas y Anaranjado Delgado de Teotihuacan.
2 Beta 218443: 230-410 +/- 40 última renovación de piso en la sala de audiencia, Beta 218450: 130-
350 +/- 40 asociado a la delgada capa de ceniza cristalina (¿volcánica?) del momento de abandono de
cuarto de servicio.
Palacios en el Centro de Veracruz:
un posible caso de gobierno dual en el periodo Clásico 271
3 Por su posición con respecto a la traza final del edificio, es posible que sea la entrada este, en una serie
de tres accesos a lo largo de la fachada sur
4 Fue observación del doctor Bernd Fähmel (unam-iia) que esta asimetría pudiera relacionarse con
conceptos similares al feng shui chino, ajustando la orientación de la entrada a un espacio de acuerdo
a alineaciones energéticas o astronómicas consideradas favorables.
272 Annick Daneels
el cuarto. La presencia de las bancas en este patio sugiere una función: en parte de
antesala y en parte de sala de reunión para un grupo limitado de personas, que tendrían
que asolearse en el día (a diferencia del que ocupara el cuarto). Por esta razón llamamos
este edificio la “sala de audiencia”. La presencia del brasero a ras de piso en el sur (para
una luz discreta y humo para ahuyentar a los mosquitos) y la del espejo de agua en el
norte sugiere que el patio, además, se ocupó durante las noches para la observación de
las estrellas.
Un tercer edificio, que habría quedado céntrico en la parte sur de la plataforma,
fue solamente identificado por su ángulo sureste, pero se intentó reconstruir con base
en el principio de simetría. Su fachada este, la principal por tener el acceso original,
una escalinata de cuatro peldaños, tuvo cuando menos 17 m de ancho. El edificio
consiste en un muro perimetral, dejando un andador de casi un metro, igual que en
la sala de audiencia, con pilastras de remate y columnas circulares en la entrada, de más
de 4 m de ancho. Frente a la pilastra sur, hacia la escalinata, se halló un área quemada,
sugerente de la presencia de un brasero. Al oeste de la entrada se halló la esquina de un
cuarto que, a diferencia de la sala de audiencia, está al mismo nivel que el basamento.
Por la similitud con las unidades residenciales de la plataforma este, cuya entrada tiene
dos pilastras, suponemos que este edificio fue una unidad de habitación. El acceso a
ese recinto fue modificado varias veces, con ampliaciones asociadas a escalinatas, alter-
nativamente al sur y al este, hasta que una gran escalinata uniera este basamento con
la sala de audiencia, permitiendo el acceso a un nivel sobreelevado de la plataforma.
Un cuarto edificio se encuentra más al este, y consiste en un basamento de 90 cm
de altura. El edificio es de doble crujía, más angosta la frontal que la posterior, y con
entradas al este y al oeste. El cuarto frontal tiene varias áreas circulares de quemado
cerca de los vanos, sugiriendo braseros. Por ser en la primera etapa constructiva un
basamento escalonado, inferimos que este edificio pudo haber sido un templo, y que
conservó esta función en la segunda etapa, aunque no halláramos objetos de culto.
Todos los edificios hasta ahora descritos tuvieron huellas de pintura roja (hematita),
cuando menos en la segunda etapa.
Una última construcción es un pequeño cuarto construido todavía más al norte
(hacia el bajo que delimita la plataforma y el conjunto de edificios monumentales por
el lado septentrional). Con un espacio interior de apenas 2 × 3.5 m, una puerta angos-
ta al este, tiene dos bancas en forma de “L”, con la meridional de un tamaño adecuado
para cama y las demás para asiento. En una esquina se hallaron un metate y fragmen-
tos de una gran vasija de almacenamiento. Considerando estos hallazgos, este cuarto
parece haber sido una habitación para la servidumbre.
La diversidad en la forma de los cinco edificios identificados sobre la Plataforma
Norte en su segunda etapa constructiva, y la función que de ella se deriva, justifica, a
Palacios en el Centro de Veracruz:
un posible caso de gobierno dual en el periodo Clásico 273
La Plataforma Este
FIGURA 8.4
5 Destrucción cuarto inferior: Beta 218448: 380-580 +/-50; destrucción cuarto superior: Beta 203804:
400-570 +/-40.
Palacios en el Centro de Veracruz:
un posible caso de gobierno dual en el periodo Clásico 275
monumental con alfarda en el oeste. En el relleno del cuerpo superior se colocó una
ofrenda compleja, consistente en una gran cazuela de barro con un entierro primario,
asociado a un ajuar suntuario que incluye adornos de jadeíta y un yugo liso completo. El
contexto es semejante a casos mayas, en los que un palacio se sella a la muerte del gober-
nante y se transforma en pirámide conmemorativa (Daneels y Ruvalcaba Sil, en prensa).
La relación entre el entierro de un personaje destacado y un yugo completo es recurren-
te e indica un alto rango (Kurosaki 2006). La saliente noreste de la Plataforma adquiere
mayor relevancia en función del evento de terminación que describiremos adelante.
Las siguientes dos etapas corresponden igualmente a basamentos sin estructura
en su cumbre, aunque por el crecimiento horizontal de la lataforma en general son de
un cuerpo, que sobresalen, respectivamente, 2.20 m y al final sólo 1 m, reflejando
cómo la saliente noreste de la plataforma este va perdiendo prominencia en la confi-
guración arquitectónica del edificio. Sin embargo, ambas etapas tienen ofrendas cons-
tructivas en la escalinata de acceso oeste, incluyendo entierros (¿sacrificiales?) y cajetes
con “Dioses Narigudos”. El último basamento es escenario de un importante evento
de terminación, al final del cual queda recubierto por el relleno de la cuarta etapa, que
lo nivela de manera pareja, sin tener más evidencia de construcciones posteriores, a
pesar de que en el cuerpo principal de la Plataforma hay evidencia de una actividad
constructiva continua, generando 3.5 m más de volumen arquitectónico.
La ofrenda de terminación consistió en el sacrificio de varios individuos: dos sobre
la escalinata principal oeste del basamento, junto con un entierro de perro, mientras
al este, atrás del basamento, se colocaron cuando menos veinticinco entierros primarios
y siete entierros secundarios. Por encima de la cumbre del basamento y de los entierros
en el oeste arrojaron fragmentos de ollas, platos y escudillas hemisféricas (en la icono-
grafía, representadas como recipientes para beber) que aparentan ser los restos de un
festín ceremonial, y más de ochocientos ejemplares de “Dioses Narigudos”, que for-
man una capa densa. La presencia de un gran número de individuos en un sólo mo-
mento de relleno, posiblemente todos masculinos, y hasta donde se pudo identificar,
jóvenes y jóvenes adultos, indica que no se trata de un contexto funerario (o sea, del
entierro de personas fallecidas de causas naturales). El contexto sugiere que fueron
víctimas de sacrificio, aunque no haya evidencia de violencia. El hecho de que el de-
pósito forme parte de un relleno que oblitera cualquier evidencia de construcción
encima de este sector de la plataforma, y el hecho de que permanece sin modificacio-
nes durante 300 años, significa un evento mayor de cierre.
Las ofrendas con figurillas de “Dioses Narigudos” ocurren en la Plataforma Este
desde la primera etapa constructiva, probablemente en el Clásico Temprano 6 y
6 En J’33 Nivel 101-102, en el paleosuelo bajo el piso de la primera etapa, por lo que se fecha entre el
último uso de un horno de cocina en el paleosuelo (Beta 203799: 410-160 +/-70 a.C.) y elementos
276 Annick Daneels
c ontinúan hasta la última etapa. Por lo tanto, se pueden considerar esas figurillas una
característica de esta plataforma, que la distingue de la Plataforma Norte.
asociados a la primera etapa constructiva (Beta 218441: 40 a.C.-130 d. C. +/- 40, Beta 218442: 130-
400 +/-50 y Beta 203801: 230-410 +/-40. Está a 3 m al sur del arranque de la escalinata de acceso a
la saliente NE de la Plataforma Este.
Palacios en el Centro de Veracruz:
un posible caso de gobierno dual en el periodo Clásico 277
diferencias que parecen ser de orden más bien simbólico. La Plataforma Norte, por
ejemplo, tiene la mayoría de las ofrendas en las esquinas, consistentes de individuos
(¿sacrificados?) y vasijas; pero estas ofrendas no incluyen figurillas; además tiene esca-
linatas sin alfardas, y comúnmente presenta pintura roja en sus paredes. En este aspec-
to, nos parece interesante acotar que en el caso de Palenque, el color rojo está asociado
a ámbitos mundanos, en oposición al azul divino y al amarillo del inframundo, aso-
ciado a templos (Greene, 2001). La Plataforma Este, por su parte, tiene escalinatas con
y sin alfardas, múltiples ofrendas cerámicas de vasijas con figurillas específicas, orien-
tadas a rumbos cardinales e intercardinales, y ocasionalmente individuos, colocados
en su mayoría al frente o en las escalinatas principales. Los temas son los mismos,
ofrendas dedicatorias con vasijas y sacrificios humanos, sin embargo la ubicación y el
contenido de las ofrendas son distintos. La Pirámide, por otra parte, tuvo un patrón
de ofrendas asociadas a las alfardas de la escalera (en la primera etapa) y figurillas de
“Dioses Narigudos” en la última etapa, que se relaciona más con la Plataforma Este
que con la Norte. Además, llegó a dominar un conjunto de plano estándar en su últi-
ma etapa, que la asocia además con el ritual del juego de pelota.
La diferencia más marcada es la omnipresencia de figurillas de “Dioses Narigudos”
en la Plataforma Este, comparada con la Plataforma Norte. Como indicamos en otro
trabajo (Daneels, 2008), tales figurillas son características de la región de la cuenca
baja del Jamapa-Cotaxtla y del San Juan (afluente del río Antigua). En esta área res-
tringida, de unos 7 000 km2, se encuentran por miles. Cuando se conoce su contexto,
éste corresponde a depósitos de ofrenda típicos, con cajetes, y orientados, tanto en
unidades domésticas como en plataformas monumentales y pirámides. Si bien apare-
cen en construcciones principales, su ubicuidad, su manufactura en barro, y sus carac-
terísticas formales estereotipadas desconocidas en el ámbito del arte de élite (en piedra,
pintura mural, o vasijas finas), sugiere que proceden de la esfera de la religión popular
(en oposición a la religión de Estado relacionada al juego de pelota). Los hay en las
unidades habitacionales en torno a La Joya, así como en los centros subordinados
dentro del territorio que este sitio gobernaba. Por eso, la ausencia de “Dioses Narigu-
dos” en la Plataforma Norte es tanto más significativa.
Esta diferencia nos hace inferir que, si bien ambas plataformas monumentales
fueron residencias palaciegas, su advocación fue distinta. La ausencia de simbolismo
específico en la Plataforma Norte, cuando menos hasta donde lo entendemos, sugiere
un ámbito más secular, mientras que la presencia recurrente de piezas de carácter reli-
gioso sugiere para la Plataforma Este una naturaleza más ceremonial.
278 Annick Daneels
Interpretación
Así nos encontramos con dos unidades palaciegas, ubicadas durante mil años a ambos
lados de la plaza mayor de una capital regional. La cuestión que surge es obvia: ¿por
qué dos palacios para un sitio? Dos alternativas principales se presentan: hay dos lina-
jes locales que se alternan en el poder, o hay una separación de poderes entre el secular
y el religioso. Hay paralelos etnográficos, históricos y epigráficos para ambas hipótesis.
En la primera hipótesis, la pregunta sería si la alternancia del poder es regular
(sistema de cargo rotativo) o coyuntural (golpe de Estado). Sabemos por el hecho de
que la secuencia arquitectónica de ambos palacios cubre todo el periodo Clásico
(aproximadamente los primeros mil años de nuestra era) que no se trata del traslado
de un palacio viejo a un palacio nuevo en una sucesión dinástica ininterrumpida (co-
mo por ejemplo, el caso en Francia del cambio del Louvre a Versalles bajo el reinado
de Luis XIV, de la dinastía de los Borbones). Asimismo hay paralelos en el mundo
maya clásico de sitios con varios palacios, construidos por gobernantes sucesivos per-
tenecientes al mismo linaje (Delvendahl, 2010). Así, en el caso de La Joya, se debe
considerar la existencia de dos linajes contemporáneos, potencialmente rivales, en la
medida que aparentan tener un poder equivalente, con sus palacios ubicados frente a
frente en la plaza mayor, con un ancho de fachada similar (de entre 75 y 80 m), aunque
por su tamaño en la última etapa constructiva la Plataforma Este haya sido mayor que
la Plataforma Norte. Hasta el momento no tenemos la información para definir con
precisión la cronología de cada etapa de ambas plataformas (por medio de radiocar-
bono y análisis cerámico); esta información será necesaria para poder evaluar si los
distintos momentos de construcción son 1) simultáneos; 2) si se alternan regularmen-
te; o 3) si se alternan irregularmente. El primer caso reforzaría la propuesta de gobier-
no dual, que desarrollaremos adelante. El segundo sugeriría un caso de gobierno
alterno institucionalizado, de tipo rotativo. Un paralelo etnográficamente interesante
es el caso de los Yoruba en África, donde el gobierno alterna entre dos familias asenta-
das en la capital (Shifferd, 1996), y más cercano es el caso de los matlatzincas del
Postclásico (Gutiérrez Mendoza, en este volumen). El tercer caso sería más indicativo
de ascensos a poder coyunturales, en los que un linaje permanece en el poder durante
un tiempo largo, para ser luego destronado por advenedizos o por un linaje rival (fe-
nómeno reportado epigráficamente en la zona maya, por ejemplo, Tikal o Copán).
Como ha sido mencionado, harán falta análisis detallados de los materiales para lograr
la cronología fina, necesaria para la resolución de esta incógnita.
Para la segunda hipótesis, que supone una separación de poderes entre el secular
y el religioso, tenemos paralelos mesoamericanos históricos durante el Postclásico.
Tanto en el altiplano central como en la zona maya hay indicaciones de que había una
Palacios en el Centro de Veracruz:
un posible caso de gobierno dual en el periodo Clásico 279
Consideraciones finales
Preclásico superior o del Protoclásico, a la par con los desarrollos en el altiplano central
(valle de Teotihuacan y Puebla-Tlaxcala) y el área maya de tierras bajas. La existencia
de dos palacios que dominan una capital regional a lo largo de un milenio sugiere
además la posible existencia de un gobierno dual en fechas anteriores a los casos cono-
cidos del Postclásico. Hasta donde sabemos, es la primera vez que se da esta propuesta
para una sociedad del Clásico, a diferencia de los modelos de gobiernos monárquicos
de los mayas y la propuesta de gobierno múltiple de Teotihuacan. Abre, por lo tanto,
una línea de investigación sobre la diversidad de las formas de gobierno mesoamericanas,
y atrae la atención sobre un área en este aspecto hasta la fecha poco estudiada del Mé-
xico antiguo.
Agradecimientos
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Capítulo 9
La Joyanca, Petén noroeste, Guatemala:
un caso de segmentación interna y su interpretación política
Eva Lemonnier
Universidad de Paris 1
Introducción
285
286 Eva Lemonnier
(véase Lemonnier, 2011). Varios estudios postularon una segmentación de los asen
tamientos mayas clásicos en barrios, pero, por una parte, no dieron lugar a investiga-
ciones amplias de patrones de asentamientos concretos y, por otra parte, sus objetivos
eran ante todo de orden más bien teóricos (Fox et al., 1996; Chase y Chase, 1996;
Robin, 2003; Marcus, 2004). Es quizás útil precisar que no se usan aquí las nociones
de “segmento” y “segmentación” en el sentido que se les dio durante la década de 1990,
referente a las sociedades mayas, es decir, “segmento de linaje” y “segmentación” como
fisión o división al interior del linaje (Fox, 1987, 1989). Aun cuando es probable que
el carácter “segmentario” de un sistema político tenga que ver con patrones culturales
de parentesco, no por eso debemos concebirlo estrictamente modelado por reglas de
parentesco específicas, menos aún las del “linaje”, una categoría ahora controvertida
entre mayistas (véase Gillespie, 2000, 2001; Houston y MacAnany, 2003; sección
especial Ancient Mesoamerica 15(1), 2004).
Si bien no hay duda acerca de la existencia de una autoridad única en las ciudades
mayas del Clásico Tardío, representada por la persona del “gobernante” o, mejor dicho,
del “rey”, figurada en múltiples soportes, como las estelas erectas en los centros políti-
co-religiosos, abundantes datos arqueológicos, iconográficos y epigráficos recientes
sugieren que existió también una élite potente con la cual los reyes habrían comparti-
do o negociado el poder (Webster, Freter y Gonlin, 2000: 178). La epigrafía identifi-
ca una nobleza jerarquizada (véanse Martin y Grube, 2000). La iconografía muestra
que la élite no real o subreal se apropió los símbolos reales al final del Clásico tTardío,
como en Copán, por ejemplo (Webster, Freter y Gonlin, 2000: 56; Webster, 1989).
En el nivel arqueológico, ciertas categorías de edificios presentes en los centros políti-
co-religiosos deberían de aportar datos acerca de las dinámicas políticas en las que
estaban involucradas las élites subreales entre el Clásico tardío y el Clásico terminal
(entre 700 y 850 d. C.): dentro o al lado de palacios residenciales, edificios del tipo
“sede del poder” y del tipo “casa larga” servían para reunir cortesanos, consejeros o
guerreros alrededor del rey, o lejos de él (Michelet y Becquelin, 1995; Arnauld, 2001).
En particular, la evolución morfológica de las casas largas desde el Clásico al Postclásico
tardío podría ser significativa de una transformación del sistema de “la realeza” en un
sistema tardío más bien oligárquico, que pudo haber existido más tempranamente
desde el Clásico tardío en ciertas ciudades de las tierras bajas del norte, como Xca-
lumkín, Xculoc y Sabacché (Arnauld, 2001: 396). Probablemente en más de un caso
la nobleza reivindicó el poder contra tal o cualdinastía; tenía sin duda un peso político
y estaba dividida en facciones.
Así, un sector de las investigaciones mayistas actuales intenta definir una élite
subreal del Clásico, lo que lleva a plantear la cuestión de las estructuras sociales fun-
damentales internas de las supuestas comunidades. Dichas estructuras, reflejadas por
La Joyanca, Petén noroeste, Guatemala:
un caso de segmentación interna y su interpretación política 287
FIGURA 9.1
Área maya
La Joyanca, Petén noroeste, Guatemala:
un caso de segmentación interna y su interpretación política 289
complejo, nombrado Guacamaya, lleva una inscripción glífica que contiene una fecha
calendárica del Clásico temprano, equivalente a 485 d. C., así como nombres que
indicarían la dominación de una entidad política mayor, Hixwitz, ubicada en la región
sur del río San Pedro, en la cual los sitios El Pajaral y Zapote Bobal habrían desempe-
ñado un papel importante (véanse Breuil-Martínez y Gámez Díaz, 2004; Breuil-Mar-
tínez et al., 2004, 2005; Gámez Díaz, 2005; Forné, 2007; Stuart 2003; Anaya
Hernández, Guentery y Zender, 2003).
Frente a dicha estela, un altar mamposteado, reconstruido varias veces, marca la
localización de unas sepulturas, entre las que una, la sepultura 23, presenta varios in-
dicios del estatuto real del difunto (banqueta de madera, hueso labrado con inscripción
glífica que incluye un glifo emblema, Gámez Díaz, 2003, 2004; Breuil-Martínez, Gá-
mez Díaz y Eberl, en prensa). Este complejo estela-altar-sepultura indica que el grupo
habitacional Guacamaya pudo ser propio de la dinastía real de la pequeña ciudad.
FIGURA 9.2
Microrregión de La Joyanca
Figura 9.3
La Joyanca (Petén noroeste, Guatemala, Clásico tardío terminal
Durante el Clásico tardío y el inicio del Clásico terminal, entre 600 y 900 d. C., La
Joyanca alcanzó su auge, cuando se construyó, en la parte sur más antigua del asenta-
miento y a corta distancia de Guacamaya, una plaza de funciones políticas y religiosas
en la tradición arquitectural del Petén central, y al noroeste, norte y este de ésta, una
serie de grupos monumentales dispersos en una zona residencial en plena expansión
(véase la figura 9.3). La dinastía real perduró hasta 850 d. C., cuando colapsó, aparen-
temente, sin provocar el abandono inmediato del asentamiento, que más bien se dio
mediante un proceso lento y progresivo entre 900 y 1050 d. C. (Forné, 2005b).
La Joyanca, Petén noroeste, Guatemala:
un caso de segmentación interna y su interpretación política 291
FIGURA 9.4
Los barrios de la Joyanca, Clásico tardío terminal
Anteriormente a dicho proceso, hacia 850 d. C., 80% de las estructuras estaba
ocupado de manera simultánea de acuerdo con los análisis cronocerámicos (Forné,
2005b, 2006a). Para ese momento de auge demográfico, el estudio del patrón de
asentamiento sugiere que La Joyanca estaba organizada en barrios (Lemonnier, 2009).
El análisis espacial de la zona residencial, cuya superficie se estima en 165 hectáreas,
que fue recorrida y mapeada de forma sistemática (Lemonnier y Michelet, 2004), ha
tomado en consideración cuatro componentes básicos (véase la figura 9.4):
292 Eva Lemonnier
De acuerdo con los análisis espaciales y demográficos logrados (Lemonnier, 2009: caps.
7 y 8), La Joyanca era una pequeña ciudad de 1.5 km2 de superficie y de unos 1 500
habitantes en su auge, alrededor de 850 d. C. La definición de sus barrios lleva a pro-
poner que haya estado dividida en once entidades, repartidas en la zona residencial,
294 Eva Lemonnier
FIGURA 9.5
Restitución de los patios centrales
de los grupos residenciales monumentales Guacamaya y Venado
cada una siendo el barrio de una familia noble, distinto (al menos espacialmente) de
los demás, y en particular, del barrio de la familia real. Tal segmentación lleva a plantear
la difícil cuestión de la autonomía política de dichos grupos dominantes en relación
con el sistema político-religioso comunitario. El análisis espacial del asentamiento —
única metodología disponible— indica que se debe descartar el patrón concéntrico, de
tal modo que la plaza principal no fue un factor determinante en la ubicación de los
grupos monumentales, los cuales son distantes de ésta de entre 200 y 1000 m, mientras
que la distancia entre ellos es de 150 a 200 m. Este patrón espacial podría reflejar cier-
to grado de autonomía para cada barrio, en especial para su grupo dominante.
La Joyanca, Petén noroeste, Guatemala:
un caso de segmentación interna y su interpretación política 295
Ahora bien, entre estas once entidades, una era la de la familia real, que vivía en
el grupo monumental Guacamaya (véanse arriba los datos referentes al complejo es-
tela-altar-sepultura). Como los demás grupos elitistas, el rey controlaba un barrio. El
análisis de definición de barrios indica que el que corresponde a Guacamaya era el más
grande de La Joyanca en cantidad de conjuntos modestos y superficie de su “zona
vacía” (o tierras cultivables). El conjunto monumental propiamente dicho presenta el
mayor volumen constructivo, la secuencia de ocupación más larga, así como la mejor
ubicación en relación con el recurso de agua, el acceso a la plaza principal y a las tierras
fértiles del sureste de la meseta. La superioridad de Guacamaya en los niveles residen-
cial y ambiental confirmaría el estatus real de sus habitantes (indicado por el comple-
jo estela-altar-sepultura). Es razonable considerar que éstos pudieron haber ejercido
cierta autoridad sobre la élite que vivía en los demás grupos monumentales.
Sin embargo, al comparar Guacamaya (Breuil-Martínez, Lemonnier y Ponciano
Alvarado, 2004) con otros dos grupos monumentales de La Joyanca, Venado y Tepes-
cuintle, aunque menos excavados (Arredondo Leyva, 2001, 2002), la superioridad del
grupo real no aparece tan marcada (véanse Arnauld, Breuil-Martínez, Ponciano Alva-
rado, 2004: 123-124). En relación con la plaza principal, los tres están casi equidis-
tantes (alrededor de 200 m). Los tres presentan grandes patios, rodeados por los
palacios abovedados más elaborados de la ciudad pero, en cuanto a dimensiones,
morfología, técnicas de construcción y decoración interior, Venado y Tepescuintle
casi superan al palacio real (véase la figura 9.5). La cronología del sitio no permite
afirmar que el palacio real haya sido anterior al palacio de Venado. Pero indica que
estos palacios fueron contemporáneos a la reconstrucción del altar de Guacamaya y a
la construcción del primer edificio abovedado en la plaza principal (Forné, 2005a: 220,
245, 272-273). Por lo tanto, es probable que el conjunto residencial del rey fuera el
primero en estar dotado de palacios abovedados, los cuales fueron imitados por los
demás grupos de la élite local (Breuil-Martínez, López Aguilar y Ponciano Alvarado
2003; Arnauld, Breuil-Martínez, Ponciano Alvarado, 2004: 32-33; Arnauld, Metailie
y Breuil-Martínez, 2004: 52). Aun en lo que refiere a su antigüedad, Venado y Tepes-
cuintle tienen secuencias largas, aunque las conocemos en menor detalle que la de
Guacamaya, por lo limitado de las excavaciones ahí realizadas (Forné, 2005a: 73-96,
585-586, anexos 1 y 2). En breve: los tres grupos monumentales, ubicados a la misma
distancia de la plaza, morfológicamente los más complejos del asentamiento, y suscep-
tibles de haber conocido una historia antes del Clásico tardío, representarían grupos
sociales importantes desde una época temprana, que habrían crecido juntos en el
asentamiento. Ahora bien, en el nivel del barrio asociado, es decir, si se toma en cuen-
ta la cantidad de patios y estructuras cercanos, Guacamaya aparece apenas superior a
Tepescuintle y Venado, ya que su barrio abarca 23 patios (84 estructuras), mientras
296 Eva Lemonnier
que los otros dos contienen, respectivamente, 22 patios (78 estructuras) y 19 patios
(74 estructuras; los ocho barrios restantes de La Joyanca abarcan de 18 a 6 patios cada
uno). Nuestro grado de resolución cronológica es obviamente demasiado bajo para
poder afirmar cuál de los tres pudo superar durablemente a los demás. De esta com-
paración entre los tres grupos monumentales y barrios asociados se debe concluir que
el estatus real de los habitantes de Guacamaya y la autoridad que supuestamente éste
les confería sobre los demás grupos sociales de la ciudad, no les permitió lograr un
crecimiento mayor.
En resumen, nuestra modelación espacial y cronológica del asentamiento sugiere
que, desde al menos el Clásico temprano, junto con la dinastía real de Guacamaya,
coexistieron grupos locales potentes, cuyo crecimiento in situ fue suficiente para que
hubieran logrado fundar conjuntos monumentales al inicio del Clásico tardío (Arn-
auld, Metailie y Breuil-Martínez, 2004: 46-48, 52-53; Lemonnier, 2009: 199-201;
Forné, 2005a: cap. 5). Dicho de otro modo, los grupos monumentales no resultarían
de la fisión del linaje real, sino más bien del desarrollo de familias antiguas, asentadas
desde épocas remotas (según el modelo de los “ancestros fundadores”, McAnany,
1995), algunas procedentes, quizás, de las mesetas vecinas (Arnauld, Metailie y Breuil-
Martínez, 2004: 46, 52; Lemonnier y Arnauld, 2008). Estos grupos son demasiado
numerosos y las capacidades de reproducción del grupo Guacamaya fueron probable-
mente insuficientes para generarlos (Arnauld, Metailie y Breuil-Martínez, 2004: 52).
Las investigaciones llevadas a cabo en La Joyanca no se dedicaron a este tema y, a decir
verdad, esta hipótesis de fundación de los grupos monumentales por crecimiento in
situ de grupos sociales locales relativamente autónomos merece un estudio específico
sobre las secuencias de construcción de todos los grupos monumentales, con el fín de
acercarse a sus dinámicas de formación. Sin embargo, además de los argumentos ya
expuestos (distancias al centro y entre grupos monumentales, presencia de subestruc-
turas debajo o al lado de los grupos monumentales más sondeados, factor de atracción
de unidades modestas y de poblaciones rurales, véase adelante), lo que parece impor-
tante en favor de esta hipótesis es que, a partir de 600 d. C., La Joyanca conoció un
desarrollo sin precedente y un crecimiento demográfico aparentemente superior a las
capacidades de los grupos del Clásico temprano, limitados al sur del asentamiento.
Este argumento también vale para los barrios: cada uno no representaría un linaje, al
considerar adicionalmente el contexto de sociedad preindustrial, caracterizada por una
tasa débil de reproducción y una mortalidad infantil elevada; aquí también habría que
fechar una buena proporción de las unidades modestas interna a cada barrio.
Por lo tanto, parece más pertinente comparar los barrios de La Joyanca con “Ca-
sas” nobles o “Maisons” (Lévi-Strauss, 1979; Gillespie, 2000; Watanabe, 2004). La
Casa es un grupo corresidential localizado, jerarquizado de manera interna en torno a
La Joyanca, Petén noroeste, Guatemala:
un caso de segmentación interna y su interpretación política 297
FIGURA 9.6
La plaza principal y el grupo Guacamaya, La Joyanca
Petén noreste, Guatemala, Clásico tardío terminal.
de dicha meseta sur se hubiera desplazado hacia ese sitio, atraída por los beneficios que
algunas familias poderosas les ofrecían a cambio de su fuerza de trabajo. Dicho de otro
modo, los barrios de La Joyanca se habrían formado parcialmente por atracción de po-
blación rural, o sea, con base en migraciones estimuladas por la élite local de La Joyanca
(Arnauld, Metailie y Breuil-Martínez, 2004: 46; Galop et al., 2004: 64, 70-71; Lemon-
nier y Arnauld, 2008). Los grupos dominantes tenían, probablemente, la autonomía
suficiente para atraer e integrar en su seno gente de rangos inferiores. Por el crecimiento
de sus barrios, no sólo alcanzaron cierta equivalencia con el barrio de la familia real, sino
que además representaban probablemente una amenaza para el poder real. Es lo que
parecen reflejar ciertos rasgos peculiares del gran programa arquitectónico desarrollado
en la plaza principal y de su transformación entre 600 y 850 d. C.
Compartir el poder
y mientras que se iban construyendo otros más al norte (Loro Real, quizás Armadillo),
se desarrolló en la plaza un gran proyecto arquitectónico que le confirió el carácter
propiamente político y religioso: dos templos sobre pirámides y un edificio largo (50
m) fueron construidos juntos (véanse Arnauld, Breuil Martínez y Ponciano Alvarado,
2004: cap. 5; Arnauld, 2002). De los dos basamentos piramidales (de 10 a 13 m de
altura) que formaron el eje este-oeste de la plaza, el del oeste cubría un pequeño edifi-
cio anterior de planta laberíntica, con una figura solar de estuco modelado y pintado
en la entrada y una inscripción glífica grabada en la crujía central, incluyendo quizás
el glifo para “entierro” (Arnauld, Breuil-Martínez y Ponciano Alvarado, 2004: 102,
según la lectura de Alfonso Lacadena García-Gallo, en Arnauld, Breuil-Martínez y
Ponciano Alvarado, 2004: 102); encima de este edificio, y debajo del templo posterior,
se acondicionó una cámara funeraria con muros bien hechos, que nunca fue empleada;
en el templo posterior, un soporte monolítico de incensario con una inscripción glífica
esculpida menciona a un personaje de estatus real. Este complejo arquitectónico y sus
asociaciones sugieren que el templo era parte de un programa propiamente dinástico.
Ninguna de las inscripciones glíficas permite relacionar el laberinto y el templo oeste
con el grupo Guacamaya y su estela; pero al menos se observa que el laberinto y su fi-
gura solar abren hacia el este, siendo directamente visibles y accesibles desde el com-
plejo estela-altar-sepultura de Guacamaya, por lo que parece haber sido la única
entrada a la plaza (véase la figura 9.6).
Adosado al muro norte del templo oeste, el edificio largo, orientado norte-sur,
formaba originalmente un gran salón abovedado con una banca central en su interior,
accesible por nueve puertas, y del que se bajaba hacia la plaza por una inmensa escali-
nata de nueve gradas anchas. Esta morfología sugiere que se trata a la vez de un edificio
de tipo “sede del poder político” (por la banca central y, quizás, la cifra nueve, que
suele referir, en los idiomas mayas, a una gran cantidad) y de un salón público (por las
dimensiones, puertas y escalinata): combinaba las funciones de una “sala de trono” con
las de una “sala de reunión” para los personajes de alto rango que se reunían alrededor
del rey (véase Arnauld, 2001). Si tal interpretación es correcta, nuestra propuesta
consiste en relacionar este edificio público peculiar con la morfología de los barrios de
La Joyanca: dicho de otro modo, los personajes que se reunían alrededor del rey eran
posiblemente los jefes de los barrios (a otra escala política y para el sitio postclásico de
Mayapán, T. Proskouriakoff, 1962: 90 formuló una hipótesis análoga en cuanto a
estructuras idénticas). Aunque exista un argumento (mencionado arriba) para relacio-
nar espacialmente los edificios del Clásico tardío de la plaza con el sólo grupo Guaca-
maya, obviamente la amplitud del programa arquitectónico desarrollado involucraba
a todos los barrios de la comunidad. En este sentido, el edificio largo hubiera marcado
la alianza de todos los barrios bajo el poder real.
300 Eva Lemonnier
FIGURA 9.7A
Plan y restituciòn del edificio “sede del poder” polìtico
FIGURA 9.7B
Plan y restituciòn del edificio “sede del poder” polìtico
Conclusión
El sitio arqueológico La Joyanca ilustra la formación de una ciudad pequeña que, sin
duda, quiso tener algún papel político en el juego de las ciudades regionales, al menos
a partir de 485 d. C. (fecha que aparece en su única estela; Breuil-Martínez, Ponciano
Alvarado y Arnauld, 2001: 118-119). En un contexto de alianzas locales entre varios
grupos sociales dominantes, pero también de competencia y emulación, el rey de La
Joyanca pudo fomentar el crecimiento de dichos grupos sociales autónomos, ya que
necesitaba tener aliados y fuerza de trabajo en su entorno inmediato. Al respecto, se
han interpretado datos en un sentido similar en Teotihuacan, donde las élites interme-
dias de los barrios pasaron bajo la dominación del poder central a partir de 350 d. C.
por razones de control económico (Manzanilla Naim, en este volumen). Sin embargo,
en La Joyanca (como en Teotihuacan) esta dinámica no pudo mantenerse mucho
tiempo sin provocar, aparentemente, una ruptura, ocurrida hacia 850 d. C. Posible-
mente factores exteriores influyeron también en la crisis, ya que guerras y sequías
marcaron el periodo conformado de 750 a 850 d. C. en el Petén occidental (Arnaul,
Breuil-Martínez, y Ponciano Alvarado, 2004: 115; Demarest, Rice y Rice, 2004; Ga-
lop et al., 2004: 64-65). El sistema de la dinastía real no hubiera durado siquiera
cuatro siglos (entre 500 y 850 d. C.) ya que, a de 750 a 800 d.C., las familias dominan
tes se consolidaron por el crecimiento de sus barrios, con lo que recobraron a utonomía
y autoridad.
Los grupos sociales rivales en el seno de la comunidad parecen haber tenido
siempre la oportunidad de desarrollarse, es decir, de crecer demográficamente. En las
sociedades mayas clásicas, caracterizadas por una marcada jerarquía con acceso
diferencial a recursos y también por una tasa de crecimiento demográfico muy
baja, formar alianzas constituía la estrategia primordial para grupos sociales ambicio-
sos. Por medio de varias modalidades (relaciones de parentesco, sistema de obligaciones
recíprocas, títulos y cargos que daban acceso a tributos, trabajo y tierras), las familias
de las élites subreales adquirían la capacidad de movilizar gente y de mantenerla
La Joyanca, Petén noroeste, Guatemala:
un caso de segmentación interna y su interpretación política 303
Hay muy pocos datos disponibles sobre el tema, menos aún estudios detallados. Para-
dójicamente, son bastante numerosos los sitios donde es cuestión de unidades supe-
riores al grupo-patio, incluso unidades calificadas de barrio o reconocidas como tal por
los arqueólogos (véase Lemonnier, 2009: 18). En dichos sitios, como Tikal (Becker,
2003), Copán (Webster, Freter y Gonlin, 2000; Sanders, 1989; Hendon, 1991) o
Chunchucmil (Vlcek, Garza de González y Kurjack, 1978; Hutson, Magnoni y Stan-
ton, 2004), un programa de investigación adaptado permitiría refinar tanto los méto-
dos espaciales y temporales como los conocimientos relacionados con la organización
sociopolítica de las sociedades mayas y sus dinámicas —ya que el estudio de los barrios
participa directamente de los procesos de formación y de desarrollo de las ciudades
mayas y a su urbanización—.
Agradecimientos
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310 Eva Lemonnier
Introducción
1 Nota de los editores. La autora alude al término propuesto por Esther Pasztory en su libro Teotihuacan,
an experiment in living (University of Oklahoma Press, Norman, 1997), que resalta el carácter único
de Teotihuacan entre las sociedades del Clásico mesoamericano.
313
314 Linda Rosa Manzanilla Naim
i nterna de los barrios y las élites intermedias que los rigen, por un lado, respecto de la
utopía corporativa del cogobierno central.
Abordaremos aquí el tema de cómo concebimos la organización de los barrios en
la ciudad de Teotihuacan, y la posibilidad de que las élites intermedias que los enca-
bezaban estuviesen organizadas como “casas” (Maisons), en el sentido que Lévi-Strauss
(1982) sugirió. Consideramos que los barrios, sede de las élites intermedias (à la Elson
y Covey [2006]), son las unidades sociales intermedias más dinámicas de los sitios
urbanos, y las que pueden dar luz sobre la organización de base, los procesos de trans-
formación y las tensiones finales de los asentamientos multiétnicos complejos.
La maison, como grupo social, es caracterizada por Lévi-Strauss como algo más que
un grupo doméstico: es un grupo corporativo grande, organizado por la residencia
compartida, la subsistencia, los medios de producción, el origen, las acciones rituales
o la esencia metafísica (Gillespie, 2000a: 1). Tiene una propiedad territorial con rique-
za material e intangible que se perpetúa a través de la transmisión de su nombre, sus
bienes y sus títulos a lo largo de una línea real o imaginaria, considerada legítima
mientras su continuidad se exprese en el lenguaje del parentesco o la afinidad o ambos
(Lévi Strauss, 1982: 174).
En términos prácticos, una maison puede representar relaciones sociales, econó-
micas, políticas o rituales entre varios individuos que pueden formar una colectividad
temporal o permanente (Gillespie, 2000a: 6), o en términos de Bonte e Izard (1991:
435): la sociedad de “casa” representa la alianza temporal o prolongada entre dos o más
linajes para crear unidades sociales de un nuevo tipo con ventajas para todos. Es una
persona moral autónoma poseedora de derechos y obligaciones.
Según Gillespie (2000a: 2), una de sus estrategias de largo plazo es adquirir, con-
servar o reemplazar recursos que son la base de su estatus y poder. El grupo social no
sólo se representa por la estructura física de la casa, sino también por los objetos que
lo acompañan: reliquias, tumbas, emblemas, máscaras, atavíos, etcétera, y territorios
de caza, pesca y recolección (Gillespie, 2000a: 3; 2000b: 25-26), además de las tradi-
ciones de migración, los relatos de fundación de asentamientos o santuarios ancestra-
les; los nombres o títulos; los oficios en las sociedades secretas; las danzas, cantos y
representaciones rituales (Gillespie, 2000a: 12).
Las ‘casas’ nobles de los barrios de Teotihuacan:
estructuras excluyentes en un entorno corporativoa 315
Algunos autores, como Susan Pollock (2002: 117 y s.), han llamado la atención sobre la
existencia de economías de oikos en la Mesopotamia del tercer milenio a. C. (véase la f igura
10.1) que, según Max Weber, son economías orientadas principalmente hacia la satis-
facción de necesidades, en las que varias unidades domésticas o unidades de producción
son responsables de la manufactura de bienes para su propio uso, almacenamiento de
materias primas o bienes, y manufactura de bienes indispensables para el intercambio.
FIGURA 10.1
El oikos en Mesopotamia, según Pollock (2002)
1. Un componente ritual, es decir, grandes templos y plazas con altares, adonde los
moradores del barrio asisten a las ceremonias.
Las ‘casas’ nobles de los barrios de Teotihuacan:
estructuras excluyentes en un entorno corporativoa 317
FIGURA 10.2
El centro del barrio de Teopancazco
seguramente albergaban a los militares del barrio, y que probablemente fungían como
guardia de las caravanas de acopio de recursos suntuarios. Los centros de barrio tam-
bién tienen evidencias de rituales masivos extraordinarios, como el que apareció en
Teopancazco en el nivel constructivo de finales de la fase Tlamimilolpa y principios de
Xolalpan temprano, y que consiste de más de veinticinco cráneos de individuos, la
mayoría masculinos, cada uno en una vasija con cinabrio y tapado por otra vasija
(Manzanilla Naim, 2006).
• la traza química del ritual a los cuatro rumbos (Pecci et al., 2010);
• el mural principal de Teopancazco, hallado originalmente por el alfarero
Barrios y que dio pauta para que Leopoldo Batres excavara por primera vez
un conjunto de éstos, en 1884. Este mural fue dibujado por Adela Breton (en
Marquina Barredo, 1922, cap. III, tomo I, láms. 34 y 35) y estudiado también
por Rubén Cabrera Castro (1995: 160). En él destacan dos sacerdotes sem
bradores que tiran líquidos con semillas, que ahora sabemos son de salvia o
chía, gracias a las identificaciones de Martínez Yrízar y Adriano Morán (2006),
y que se dirigen a un altar, además de otros sacerdotes sembradores y guerreros;
• en los márgenes de la plaza central hay fosas con los desechos de grandes
banquetes comunales, en los que, entre otras cosas, se consumían peces marinos
(identificados por Edmundo Teniente Nivón del ipn [2006] y Bernardo
Rodríguez Galicia de la unam [2010]);
• como señalamos anteriormente, hay rituales extraordinarios, particularmente
las fosas con más de veinticinco individuos, muchos de ellos decapitados, que
son cráneos en vasijas, y muchos con cinabrio.
FIGURA 10.3
El componente ritual de Teopancazco
2004) (véase la figura 10.5) para unir mantas de algodón procedentes de la costa
del golfo, así como adherirles placas de concha (véase la figura 10.6), cangrejos,
tortugas, y otros elementos marinos, que constituían el elemento de identidad de
este centro de barrio. La presencia de los múltiples instrumentos y materias primas
(sobre todo de origen fáunico) con los cuales se formaban los atavíos y tocados de
los nobles de este barrio constituyen una prueba del grado extremo de especiali-
zación de los artesanos del barrio, los “sastres”, y de la importancia de los símbolos
de identidad del barrio, con elementos iconográficos que no se repiten en otros
barrios de la ciudad. Los códigos simbólicos impresos en los trajes de los nobles
referían al barrio particular de donde procedían, y podían ser identificados i ncluso
por los diversos contingentes étnicos de la ciudad.
En Teopancazco, a diferencia de la mayor parte de los conjuntos multiétnicos
de apartamentos, buena parte de los metates están dirigidos a la producción a rtesanal,
Las ‘casas’ nobles de los barrios de Teotihuacan:
estructuras excluyentes en un entorno corporativoa 321
FIGURA 10.5
El componente artesanal especializado del barrio de Teopancazco
Instrumental Instrumental
FIGURA 10.6
Componente artesanal de Teopancazco. Materias primas (Continúa)
322 Linda Rosa Manzanilla Naim
FIGURA 10.6
Componente artesanal de Teopancazco. Materias primas (Continuación)
ya que evidencian una mezcla de estuco, pigmento rojo, fibras diversas y lacas, y no
fitolitos de maíz (Manzanilla Naim, Reyes García y Zurita Noguera , 2006).
En general, consideramos que en los centros de barrio de Teotihuacan se hacían
los atavíos y tocados (véase la figura 10.7) que tenían elementos de identidad de las
“casas” nobles de Teotihuacan, y que diferían de un barrio a otro. Este nivel de
manufacturas sería el tercero (véase la figura 10.8) de cuatro escalas de producción
artesanal que propongo para Teotihuacan (Manzanilla Naim et al., 2010).
4. El cuarto componente es el residencial para la “casa” que regía el barrio, y que estaba
ubicado hacia el norte de la plaza, para la época Tlamimilolpa (200-350 d. C.) y po-
siblemente al suroeste, para la época Xolalpan (350-550 d. C.) (véase la figura 10.9).
5. El quinto componente es el espacio abierto que yace al este y que, siguiendo la suge-
rencia de Gómez Chávez, Gazzola y Núñez Hernández (2004), podría estar dedi-
cado al juego de pelota, a albergar a peregrinos que participaban en las festividades
periódicas, y a ciertas actividades de intercambio (véase Manzanilla Naim, 2006).
6. El sexto componente, el militar, aparece referido a las representaciones muralísticas
de guardias armados, con tocados que parecen ser peces disecados, y que yacen a
los lados del mural principal de los sacerdotes sembradores que caminan hacia el
altar. Además, en el mismo sector, tenemos el entierro de un niño acompañado
por figurillas, una de las cuales representa a un militar con sus atavíos que se quitan
y ponen, además de un incensario tipo teatro miniatura con brasero bicónico.
7. El séptimo componente es una alineación de cocinas y almacenes en la periferia
norte del conjunto, disposición anómala para los conjuntos habitacionales.
8. Al parecer hay un octavo componente, ubicado en y cerca de un templo destruido a fines
de Tlamimilolpa, en el sector noreste, relacionado con asuntos de higiene y medicina.
Debemos resaltar, de manera especial, que además de los barrios claramente forá-
neos en la periferia de Teotihuacan, a saber: el barrio Oaxaqueño, el barrio de los
Las ‘casas’ nobles de los barrios de Teotihuacan:
estructuras excluyentes en un entorno corporativoa 323
FIGURA 10.7
Los productos: elaboración de tocados además de atavíos.
FIGURA 10. 8
Propuesta: diferentes escalas de producción artesanal en Teotihuacan
1. Artesanías para hacer frente alas necesidades 3. Artesanías para hacer frente a las necesidades
cotidianas: de las élites intermedias:
Lugares: conjuntos de apartamentos. Lugares: centros de barrio
Tipos: relacionados con la preparación de ali- Tipos: producción de atavíos y tocados.
mentos: extracción de navajillas de obsidiana
para el ritual doméstico y el destazamiento me-
nor; producción eventual de figurillas de molde.
2. Artesanías para hacer frente a las necesidades 4. Artesanías para hacer frente a las necesidades
urbanas: de las élites gobernantes:
Lugares: aldeas circundantes, villorrios y sec- Lugares: palacios, como Xalla, la Ciudadela,
tores periféricos. Complejo Calle de los Muertos, Sector oeste
Tipos: producción de cerámica común, pro- de la Pirámide de la Luna.
cesamiento del estuco,producción de herra- Tipos: incensarios tipo teatro, producción de
mientas de obsidiana (NE de Teotihuacan). placas de mica, adornos de jadeíta, excéntri-
cos y puntas de dardos.
324 Linda Rosa Manzanilla Naim
FIGURA 10.9
Conclusiones
La “casa” noble que regía Teopancazco quizás tuvo como emblema al pez (véase la fi-
gura 10.10), que aparece representado en el mural de los Animales Mitológicos (véase
De la Fuente, 1995). Ningún otro sitio excavado de Teotihuacan tiene la cantidad y
variedad de restos de peces marinos como Teopancazco: en el sitio hemos detectado
más de doce variedades de peces de las lagunas costeras de Veracruz, entre los cuales
podemos enunciar (gracias a la identificación de Edmundo Teniente [ipn] y Bernardo
Rodríguez Galicia [unam]): al bagre, la mojarra plateada y la común, el jurel, el ronco,
el robalo, el guachinango, la barracuda, el pez loro, el bobo, además de un diente de
tiburón (Edmundo Teniente Nivón, ipn, informe técnico para mi proyecto; Rodríguez
Galicia, 2006, 2007, 2010). Asimismo, hallamos un fragmento de espina tallada de
erizo de mar (Francisco Solís Marín, unam, informe técnico para mi proyecto) y diez
fragmentos de pinzas de cangrejo que habitan en pastizales a lo largo de las zonas cos
teras, además, de placas de carapachos de varios tipos de tortugas (Kinosternon sp. y
Pseudemys scripta), placas de armadillo y 30 placas subdérmicas de cocodrilo (Rodríguez
Galicia, 2006, 2010)
FIGURA 10.10
Atributos de la “casa” noble de Teopancazco
326 Linda Rosa Manzanilla Naim
Los peces también podrían haber estado dispuestos en los tocados, como lo sugie-
re el del segundo tipo de sacerdote sembrador de Teopancazco (véase el dibujo de
Adela Breton, en Marquina Barredo, 1922, tomo I, lámina 35; De la Fuente, 1995) y
los de los guerreros (Starr, 1894); este emblema aparece reiteradamente en el mural de
la Agricultura (Marquina Barredo, 1922, tomo I, lámina 33; De la Fuente, 1995).
Los rituales en los que participaban los “sacerdotes del océano” (como Kubler
[1967] los denominó) involucraban el sembrar semillas de chía, cuyo aceite era utili-
zado en el siglo xvi para la elaboración de lacas, según destacan Martínez Yrízar y
Adriano Morán (2006), y pienso que lo mismo sucedió en Teopancazco. Estas lacas
eran utilizadas para decorar cuencos hechos con arcillas locales y hacerlos parecerse a
la cerámica Naranja Laca de Veracruz (Manzanilla Naim, 2006), como la pieza halla-
da en el entierro 105 de tiempos Tlamimilolpa (200-350 d. C.).
La manufactura de mantas de algodón no se hacía en Teotihuacan, sino en Vera
cruz; sin embargo, en la gran metrópolis fueron elementos cuyo uso estaba destinado
a gente de alto estatus, y cuya iconografía refería directamente a barrios particulares.
Los nobles que regían los barrios de la mitad sur de la ciudad pudieron haber tenido
una relación particular con la Costa del Golfo, y en particular Teopancazco pudo haber
traído mantas finas de algodón en grandes cantidades desde la fase Tlamimilolpa (200-
350 d. C.), hecho que le pudo haber otorgado un poderío económico sin precedentes,
dado el consumo de éstas por la nobleza teotihuacana. En la época Xolalpan (350-550
d .C.), después de magnos rituales de terminación hacia 350 d. C. (decapitación de
varios individuos foráneos; grandes fogones con desmembramiento de figurillas; el
“matar” vasijas policromas y monocromas, además de objetos diversos en una esquina
del patio principal del conjunto), es probable que el Estado teotihuacano haya ejerci-
do un control más directo sobre el barrio de Teopancazco, al intentar evitar que élites
foráneas tuvieran un poderío desmedido en la ciudad.
Planteo la hipótesis de que la fundación del barrio de Teopancazco pudo haber sido
atribuida a la llegada de nobles procedentes de otra región de Mesoamérica, trayendo
consigo mucho de la cultura culinaria, artesanal y ritual del corredor de sitios teotihua-
canos hacia la Costa del Golfo, así como ricas mantas de algodón y recursos suntuarios.
Sin embargo, a la larga (en la época Xolalpan), los nobles teotihuacanos podrían haber
tomado en sus manos la administración del barrio, y asumido los vínculos, los recursos
y la mano de obra foránea para articular relaciones directas con Veracruz, dada la rique-
za y prestigio que se obtenía de la distribución de mantas y atavíos en Teotihuacan. En
todo caso, parece que los vínculos eran directos y estaban más allá de la supervisión del
Estado teotihuacano. Éste pudo ser uno de los elementos que desgajó la estructura
corporativa del Estado teotihuacano desde dentro.
Las ‘casas’ nobles de los barrios de Teotihuacan:
estructuras excluyentes en un entorno corporativoa 327
Las élites intermedias que regían los barrios se comportaron posiblemente como
señores feudales, con sedes, tierras, recursos, mano de obra, emblemas, atavíos, reli-
quias, y probablemente mitos de origen que los hacen semejarse a las “casas” nobles,
según Lévi-Strauss.
Más allá de los barrios, que probablemente eran la unidad básica de la sociedad
teotihuacana (en cuanto a estructura, trabajo, ritual, concentración y redistribución
de bienes), yacían los cuatro posibles sectores de Teotihuacan, preludio de los campan
de Tenochtitlan. Una de las características que parece haber separado Teotihuacan del
resto de Mesoamérica es la posibilidad de un cogobierno (Paulinyi, 1981; Manzanilla
Naim, 2002); es probable que en éste participaran varias de las “casas” nobles de pri-
mera importancia, particularmente los cánidos del suroeste, las serpientes del sureste,
los felinos del noreste y las aves de rapiña y animales voladores del noroeste (véase la
figura 10.11), tomando como base los emblemas de las figuras representadas en la va
sija de Las Colinas, hallada por Linné (1942: 77); sin embargo, a la larga, la estrategia
corporativa de gobierno con la cual Teotihuacan quizás organizó muy eficientemente
a una gran población multiétnica en sus inicios, resultó impracticable para hacer fren-
te a la voracidad económica de las “casas” nobles de los barrios. La contradicción entre
dos formas de organización, una en el nivel de la autoridad central y de la población
en general, y otra, en las sedes de los barrios, no tuvo solución.
FIGURA 10.11
Propuesta: cogobierno de Teotihuacan
328 Linda Rosa Manzanilla Naim
Agradecimientos
Agradezco a mis colaboradores del proyecto “Teotihuacan: élite y gobierno” que diri-
jo, particularmente a: Diana Martínez Yrízar, Cristina Adriano Morán, Emilio Ibarra
Morales, Judith Zurita Noguera, Manuel Reyes García, Raúl Valadez Azúa, Bernardo
Rodríguez Galicia, Gilberto Pérez Roldán, Johanna Padró Irirarri, Liliana Torres San-
ders, Luis Barba Pingarrón, Alessandra Pecci, Agustín Ortiz Butrón, Jorge Blancas
Vázquez , Adrián Velázquez Castro, Belem Zúñiga Arellano, Norma Valentín Maldo-
nado, Gerardo Villanueva García, Ana María Soler Arechalda, Avto Gogichaishvili,
Jaime Urrutia Fucugauchi, Laura Beramendi Orosco, Galia González Hernández,
María Rodríguez Ceja, Peter Schaaf, Becket Lailson Tinoco, Hector Neff, Michael
Glascock, Pedro Morales Puente, Edith Cienfuegos Alvarado, Francisco Otero Truja-
no, José Luis Ruvalcaba Sil, Emiliano Melgar Tisoc, Reyna Solís Ciriaco, Mauro de
Ángeles Guzmán, Claudia López Pérez, Claudia Nicolás Careta, Beatriz Maldonado
Morales, Marcela Zapata Meza, Sandra Riego Ruíz, Miguel Ángel Pérez Baez, Édgar
Rosales de la Rosa, Alejandra Guzmán Tapia Citlali Funes Canizález, Mayra Lazcano
Medina, Édgar Gaytán Ramírez, Leila França, Juan Rodolfo Hernández Montes, Lau-
ra Bernal Gutiérrez, Nidia Ortiz Gutiérrez, Carolina Bucio Pacheco, Julio César Cru-
zalta Narváez, Enah Montserrat Fonseca Ibarra, Gabriela Mejía, Berenice Jiménez
González, Estíbaliz Aguayo Ortiz, Meztli Hernández Grajales, José Carlos de la Fuen-
te León, Fernando Botas Vera, César Fernández Amaro, Rubén Gómez Jaimes, Rafael
Reyes Ojeda, Edmundo Teniente Nivón, Ramiro Román Contreras, Francisco Alon-
so Solís Marín y muchos otros más.
Las excavaciones de Teopancazco fueron posibles gracias al financiamiento del
Conacyt y de la unam, y al permiso federal del inah.
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Capítulo 11
Modelo de organización compartida en el Mediterráneo:
viejos modelos para nuevas ideas
sobre el gobierno corporativo en Teotihuacan
Introducción
333
334 Natalia Moragas Segura
nuevos modelos, considero que los sistemas de organización sociopolítica de las socie-
dades mediterráneas nos pueden aportar algunas ideas a explorar para Teotihuacan.
De hecho, considero que el modelo de poder compartido no es un sistema extraño a
las sociedades del mundo antiguo y que podría relacionarse, considerando obviamen-
te la especificidad cultural, con el modelo de gobierno corporativo mencionado para
Teotihuacan. En este trabajo se propone la revisión de algunos de los modelos de or-
ganización política compartida en el Mediterráneo antiguo que se presentaron desde
el siglo viii a. C. hasta el cambio de era, en contextos políticos y sociales muy distintos,
y que interactuaron en diferentes momentos de la historia. Nos centraremos en los
procesos de conformación de los modelos compartidos de poder, sobre todo a partir
de las colonizaciones foceas y hasta el final de la República romana, por ser ése un
momento en que el Mediterráneo se conoce en su globalidad.
En arqueología, el estudio de las élites es una cuestión que se ha tratado en casi todos
los continentes en que se ha llevado a cabo investigación de este tipo. En el momento
en que nos encontramos con un acceso diferenciado a determinados recursos por
parte de un sector muy concreto de la sociedad, se crea un registro cultural específico
que nos permite identificar a los grupos de élites. Cuestiones tales, como la accesibili-
dad/inaccesibilidad de un bien por un grupo específico, la calidad del mismo, el que
sea local o foráneo, determinadas asociaciones de la iconografía del poder y otros
muchos más elementos nos dan los referentes para tratar la cuestión de las élites desde
la interpretación de la cultura material. Otro saber se deriva de reconocer el modo en
que estas élites se organizan, tanto enel grupo familiar como fuera del mismo o con
otros grupos de orígenes étnicos distintos, en términos de igualdad o de desigualdad
que conforman el marco de relaciones políticas y económicas de ese grupo en una
espacialidad determinada. Finalmente, otra cuestión derivada, pero de gran importan-
cia, es cómo las élites y su marco de relaciones conformarán el gobierno de una ciudad,
de un Estado o de un imperio. Esa relación parece ser fácil de determinar, pero en al-
gunas culturas arqueológicas nos encontramos con impedimentos para reconocer
cuestiones en torno al modelo de organización política, social y económica de las élites
y, en consecuencia, del gobierno. Es el caso de Teotihuacan, una de las culturas más
impresionantes de la Antigüedad, el que nos muestra una gran complejidad cultural,
evidencias de una organización social altamente jerarquizada y una riqueza y poder
más allá de los límites territoriales, pero que nos sorprende e intriga por la falta reco-
nocible de registros escritos. El que una sociedad, aparentemente ágrafa, fuera capaz
Modelo de organización compartida en el mediterráneo: viejos modelos para nuevas ideas
sobre el gobierno corporativo en Teotihuacan 335
de sostener una ciudad y otros centros asociados por más de seiscientos años no deja
de ser complicado de entender y aún más de explicar. En este ejercicio deseo establecer
algunos parámetros, con base en algunas analogías con culturas mediterráneas, que
pudieran sernos útiles para asumir los retos de la arqueología teotihuacana.
El marco histórico
Muy brevemente vamos a tratar algunas cuestiones muy puntuales para comprender
el espacio territorial del área geográfica del Mediterráneo durante el periodo que nos
ocupa (de 1000 a. C. al año 0). Nos movemos entre los años posteriores al colapso de
las sociedades minoicas y micénicas hasta el final de la República romana, es decir, diez
siglos en los cuales se suceden dinámicas culturales, políticas, económicas y sociales que
conformaran la historia “clásica” de la Antigüedad europea. La globalidad del Medite-
rráneo es una cuestión a considerar, de la misma manera que se habla de Mesoamérica.
Si bien las investigaciones no se han planteado una descripción de las características de
las culturas mediterráneas en la medida que se maneja para Mesoamérica, lo cierto es
que podríamos considerar una serie de características comunes en lo Mediterráneo. La
determinación de una dieta basada en el trigo, la vid y el aceite, el urbanismo hipodá-
mico, un panteón de dioses parecido y posteriormente una economía monetaria, son
cuestiones que englobaron a las diferentes culturas que se desarrollaron en la costa
norte de África y en la ribera sur de Europa. Las colonizaciones arcaicas griegas inter-
conectaron como nunca antes el Mediterráneo oriental con el occidental, pero no será
sino hasta el término de las guerras púnicas que el Mediterráneo se englobará política-
mente bajo un modelo único, marcado por la creciente hegemonía de Roma.
1 “No en vano, la ciudad, la polis, según la definición de Aristóteles, es un conjunto de oikoi, unidos para
el bienestar de las personas (Pol., 1252b17-41, 1253b1-3). Así que la primera incluye al segundo en su
seno. Como muestra de ello, la palabra que designa colonia (apoikia) y sus derivados —el acto de fundar
una colonia recibe el nombre de oikisis—, provienen a su vez de la palabra oikos, pues se trata de
desplazar el germen de un conjunto de casas para formar una nueva ciudad. Por otro lado, la sociedad
se centra ante todo en el oikos. De este modo, pese a las reticencias a entrar en el mundo de lo privado,
éste no funciona de forma independiente de la polis, que acaba legislando aspectos de lo privado, por
ejemplo, la herencia. La ciudad está interesada en la integridad del oikos, pues la misma integridad de
la ciudad, que se regenera física e intelectualmente en su seno, depende de él.” (Mirón Pérez, 2004: 72)
Modelo de organización compartida en el mediterráneo: viejos modelos para nuevas ideas
sobre el gobierno corporativo en Teotihuacan 337
nobles responden a su reconocimiento entre seres iguales que pueden disponer de sus
bienes para realizar alianzas. Este concepto evita, en cierta manera, que la figura del rey
sea considerada superior a los nobles, pues crea relaciones de dependencia y consangui-
nidad que balancearán las relaciones políticas de los nobles (Domínguez Monedero,
2003: 90). De la misma manera, las propias élites establecerán una legislación, propia
de cada polis, para el control del ejercicio del poder de los que ocupaban cargos públicos.
No obstante, parafraseando las palabras de Osborne, no era tanto para evitar abusos o
acciones ilegítimas contra el pueblo, sino para autorregular la distribución de ese poder
entre las élites (Osborne, 1998: 222-224).
De acuerdo con Domínguez Monedero (2003: 90), la polis es la gestión integrada
de un territorio y sobre la población que la habita. Es decir, que la polis es el resultado de
un proceso de coalescencia entre varios oikoi, en el que los intereses particulares de sus
élites se conjuntan en un interés común, más aún cuando voluntariamente las élites
cedieron parte de su soberanía individual en favor de una soberanía colectiva por la
cual un individuo o un grupo selecto de individuos detentaron el poder político y
religioso, pero no el económico. Eso no se dará de manera fácil, ya que la aristocracia
fue anterior a la realeza y, por lo tanto, el rey, Basileus o magistrado principal, sólo es
primo entre pares (Finley, 1961: 101). Hay que tener en cuenta que el surgimiento de
la polis va a derivarse de un movimiento promovido por las élites, es decir, desde la
cúspide de la sociedad (Domínguez Monedero, 2006: 311). No va haber dos polis
exactamente iguales, pero todas responden al mismo patrón general. Todos los habi-
tantes de una polis se identificarán con ella, pero no todos gozarán del derecho de
decidir sobre ella (Domínguez Monedero, 2003: 90-91). Obviamente, las polis irán
generando una serie de edificios y espacios diseñados para el ejercicio público de ese
poder. El agora, o plaza pública, será el espacio del desarrollo de la política para el
mundo griego, así como el forum lo será para el mundo romano. Una de las cuestiones
pertinentes es reconocer los modelos por los cuales las élites se organizan para gobernar
las diferentes poleis. Aunque los ejemplos son variados, podemos establecer algunos
elementos comunes, como la creación de grupos de gobierno oligárquicos muy selec-
tos, marcados por el concepto de “ciudadanía” y por el derecho de ejercer una magis-
tratura de carácter temporal y no hereditaria. Las magistraturas se iban creando a
medida que las necesidades de la polis aumentaban por ir creciendo en tamaño y en
complejidad sociopolítica (Domínguez Monedero, 2003: 93). Tampoco hay que ol-
vidar que la gestión de la polis permitía el control de los tributos.
En la historiografía clásica, Atenas y Esparta van a ser los dos modelos contrapues-
tos de polis, aunque hay que considerar que los conflictos bélicos de estas dos sociedades
van a influir sin duda alguna en la visión retratada por los historiadores griegos.
Tampoco tenemos un modelo ideal de polis, sino que corresponde a diferentes modelos
338 Natalia Moragas Segura