Está en la página 1de 4

Luis Alberto Cruz Ulerio

SD-2021-01864

La espiritualidad es un hecho que forma parte de la humanidad, que se confunde a

menudo con el hecho religioso algo más asociado al hábito y la costumbre, existen dos

columnas: una muy humana en la que toda religión que se estima de serlo tiene como

expresión tangible el amor, comprensión, respeto, solidaridad hacia el otro que nos

rodea.

La otra es la fe, que nos abre un conocimiento insospechado de realidades creídas que

no se ven todavía, pero que nos marcan la vida presente y abren el horizonte después

de la muerte. La fe en Dios, su presencia cercana en la tierra que es Jesús, el misterio

de su actuar en nosotros respetando nuestra libertad y, al mismo tiempo, invitándonos

a unirnos a su causa.

Los antivalores del sistema neoliberal nada tienen que ver con esta dimensión religiosa,

aunque en su márketing siempre buscan usarla porque saben la fuerza que tiene. La

dimensión religiosa, usando una frase conocida, es el mayor valor de la humanidad. Su

objetivo es aquí la felicidad toda para todos, abierta a lo que va a venir después que la

supera infinitamente más.

Un tesoro como esta dimensión religiosa de la vida hay que cuidarla y ayudarla siempre

a crecer.
Fenomenología de la religión la historia de las religiones enseña que el fenómeno

religioso, en cuanto parte de la realidad, adquiere manifestaciones muy diversas, con

rasgos que, no obstante, son comunes de este hecho parte la fenomenología de la

religión, que intenta sistematizar estas diversas manifestaciones de un mismo

fenómeno analizando lo que hay de común y esencial en ellas, con el fin de describir

simplemente y comprender el hecho religioso, sin darle, no obstante, valoración alguna.

La investigación teológica de Husserl apunta a un Dios que no se cifra en una idea de

valor puramente heurístico y regulativo, sino en un Dios personal, Es por consiguiente,

un Dios pensado, dentro del marco de las posibilidades filosóficas, tal como el teísmo,

pero también un Dios respecto al cual se hace así mismo viable, en un estrato

originario o primordial, la actitud religiosa de la pura fe.

La verdadera visión o teoría integral del ser humano debería incluir el cuerpo, la mente,

el alma y el espíritu tal y como se nos presentan en su despliegue a través del yo, la

cultura y la naturaleza.

Debería tratarse de una visión comprehensiva, equilibrada e inclusiva, una visión que

abrazase la ciencia, el arte y la ética, una visión que englobase todas las disciplinas

(desde la física hasta la espiritualidad, la biología, la estética, la sociología y la oración

contemplativa) y se expresase a través de una política integral, una medicina integral,

una educación integral, una espiritualidad integral.

Hacia una visión integradora de la persona el término integral significa reunir, unir,

relacionar, abrazar, pero no en el sentido de uniformar o eliminar las fecundas


diferencias, matices y tonalidades que colorean nuestra plural humanidad, sino para

llegar a reconocer la unidad-en-la-diversidad y tener así en cuenta tanto los factores

comunes que compartimos como las diferencias que nos enriquecen. Y lo dicho no sólo

es aplicable exclusivamente a la humanidad, sino al Cosmos en general, ya que

debemos encontrar una visión más comprehensiva en la que quepan tanto el arte como

la ética, la ciencia y la religión y no pretenda reducirlo todo a un fragmento favorito del

gran pastel cósmico.

Adoptando una perspectiva más descriptiva y empírica que metafísica, la Biblia no

conoce una división cuerpo y alma del hombre: las dos dimensiones, espiritual y

corporal, están en una simbiosis total. La distinción entre alma, espíritu y carne va

dirigida a acentuar tal o cual aspecto del único ser que es el hombre. Como poseedor

del alma, el hombre es un ser vivo que debe su existencia a Dios y que es capaz de

relaciones personales y de sentimientos: debido al espíritu, el hombre es el testimonio

vivo del poder de Dios, la expresión más elevada de la fuerza creadora de Dios

Entre las ventajas cabe destacar una vitalidad, creatividad e idealismo extraordinarios,

amén de una gran disposición a experimentar con nuevas ideas que trascienden los

valores tradicionales. Algunos observadores sociales la han considerado como una

generación del despertar, algo que se evidencia por una extraordinaria creatividad que

se expresa en todos los campos, desde la música hasta la informática, la actividad

política, los estilos de vida, la sensibilidad ecológica y los derechos civiles y, en mi

opinión, creo que hay mucha verdad y bondad en todos esos esfuerzos.
Entre sus debilidades, se cuenta una buena dosis de individualismo y narcisismo, tanto

que muchas personas asienten con la cabeza en cuanto oyen mencionar el término

generación del yo. Mi generación, pues, tiñe de una extraña mezcla de generosidad y

narcisismo casi todo lo que hacemos.

Centrado en la comunidad, en la relación entre los seres humanos, en las redes y en la

sensibilidad ecológica. El espíritu humano debe ser liberado de la codicia, del dogma y

de la división; el respeto y la atención a los demás reemplaza a la fría razón,

Establece vínculos y uniones laterales y es contrario a las jerarquías. Yo permeable y

relacional centrado en redes. Énfasis en el diálogo y las relaciones. Fundamento de las

comunidades de valor.

Toma de decisiones sustentada en la conciliación y el consenso. Presta atención a la

espiritualidad. Fuertemente igualitario, anti jerárquico, centrado en valores plurales, en

la construcción social de la realidad, en la diversidad, el multiculturalismo y la relativiza-

ción de los valores, una visión del mundo a la que habitualmente se conoce con el

nombre de relativismo pluralista. Subjetivo y centrado en el pensamiento no lineal;

fomenta la cordialidad, la sensibilidad, el respeto y el cuidado por la Tierra y por todos

sus habitantes.

También podría gustarte