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ISP Joaquín V.

González

Castellano, Literatura y Latín

Monografía: Trabajo Final

Seminario de Literatura Contemporánea en lengua española

El universo de Felisberto Hernández. Narración,


fragmentación e irrealidad.

Profesora: Adriana Mancini

Alumno: Mauro Quesada

E-mail: mauroaquesada@gmail.com

31/07/2013
Monografía: Trabajo final para Seminario de Literatura Contemporánea en Lengua
Española.
Profesora: Adriana Mancini
Alumna: Quesada Mauro
Profesorado: Castellano, Literatura y Latín, ISP Dr. Joaquín V. González
Turno: Tarde

Contenido:

Introducción ………………………………………………………………………………….2

Resumen argumental de los principales cuentos que se tomarán para este trabajo………. 3

El narrador-personaje de los cuentos de Felisberto ………………………………………..5

¿Fantástico? ………………………………………………………………………………….6

La luz y la oscuridad …………………………………………………………………………9

La personificación de objetos y la animalización …………………………………………10

La fragmentación del cuerpo ……………………………………………………………….11

Las fragmentaciones del relato ……………………………………………………………..12

Conclusión …………………………………………………………………………………..16

Bibliografía …………………………………………………………………………………..17

2
Monografía: Trabajo final para Seminario de Literatura Contemporánea en Lengua
Española.
Profesora: Adriana Mancini
Alumna: Quesada Mauro
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Turno: Tarde

Introducción

Una de las características de la literatura uruguaya es que ciertos escritores poseen


rasgos originales y únicos que no se encuentran en ninguna obra de ningún otro escritor
de ningún otro país de habla hispana. Ejemplo de ello son las novelas de Juan Carlos
Onetti, los poemas de Idea Vilariño, los relatos y otros textos de Leo Masliah, y los
cuentos de Felisberto Hernández (Montevideo, 1902- Montevideo, 1964), que son a los
que se referirán en este trabajo, en el cual se intentará hacer foco en algunas cuestiones
fundamentales de su narrativa, y se irá viendo cómo esas características le otorgan una
forma especial y única a toda su obra. Obra compleja, problemática y única que, a pesar
del paso de tiempo, no deja de generar curiosidad, nuevos puntos de vista, debates y
polémicas.

Para eso se irá analizando distintas características de su narrativa centrándose


especialmente en aquellos elementos que irán construyendo un mundo singular y
ambiguo, donde priman las particularidades narrativas, recursos que privilegian lo
fragmentario, lo ambiguo y las atmósferas irreales y oníricas. Así, se intentará trazar
una suerte de mapa que vaya en busca de determinadas claves de su obra.

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Resumen argumental de los principales cuentos que se tomarán


para este trabajo

-El acomodador: Un entusiasta muchacho trabaja como acomodador de un importante


teatro de una gran ciudad. Al tiempo ese entusiasmo y buena predisposición van
disminuyendo y pierde su trabajo. Luego consigue otro en un teatro de nivel inferior, y
comienza a percatarse que de sus ojos sale una débil luz, cuya fuerza iría creciendo día a
día.

-La casa inundada.

Un muchacho consigue un trabajo haciendo de botero de una mujer muy rica y


excéntrica, pero en vez de navegar por un río navega por los pasillos de su casa
inundada.

-Mi primer concierto.

Las situaciones y expectativas de un pianista antes de dar un importante concierto que


mientras toca “Cajita de Música” comienza a tener una curiosa interacción con un gato.

-El Cocodrilo.

Un concertista de piano trabaja vendiendo medias de mujer y se da cuenta que su llanto


y lágrimas incontrolables, por lo que lo apodan Cocodrilo, son muy productivas para
poder vender sus productos.

-Nadie encendía las lámparas:

Es el relato de un joven que lee un cuento en una reunión. Durante la lectura, y luego de
ella, van sucediendo un sinfín de situaciones curiosas e insólitas.

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-Menos Julia.

El personaje principal se encuentra con un amigo de su infancia quien tiene una


enfermedad bastante particular: entrar a un túnel a oscuras con cuatro muchachas y debe
adivinar con el tacto todo lo que se encuentra allí.

El narrador-personaje de los cuentos de Felisberto

El narrador de los cuentos Felisberto Hernández siempre está en primera persona no


omnisciente, y coincide con el personaje principal, es del tipo narrador- protagonista, es
decir que tiene su punto de vista (aquí se lo referirá como narrador-personaje) . Casi
invariablemente es un sujeto solitario, con una vida mediocre, con trabajos miserables o
insólitos. Jamás aparece su nombre ni el de las ciudades o pueblos en los que
transcurren las historias, detalles que, como veremos más adelante, ayudan a crear una
atmósfera inquietante. Otro aspecto no menos importante que se puede observar en
muchos cuentos, entre ellos Mi primer concierto, El cocodrilo, Nadie encendía las
lámparas, es que el narrador personaje es un concertista de piano, no casualmente la
profesión que poseía Felisberto antes de dedicarse a las letras. Sus cuentos nunca tienen
un lugar concreto, reconocible, solo son recuerdos y sensaciones de lugares en que
alguna vez hemos estado, o tal vez leído o visto en fotos. A través de ciertas marcas
“topográficas”, se puede pensar en pueblos y ciudades del interior de Uruguay, o tal vez
de Argentina, más precisamente en el interior de Buenos Aires o el litoral, ya sea Santa
Fe o Entre Ríos. Pero el único lugar posible es la incertidumbre. Y esto crea una
atmósfera un tanto rara, irreal, pero no enraizada en lugares, como ya se ha dicho,
reconocibles o palpables ni menos que menos ambientes de terror al estilo de
Transilvania. En El Acomodador: “Apenas había dejado la adolescencia me fui a vivir a
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una ciudad grande. Su centro (…) quedaba cerca de un río”1. Solo hay referencias
vagas, como en El Cocodrilo “(…) y yo me fui a una ciudad que me era casi
desconocida”2; y también en Mur “Hace muchos años, al principio del verano, yo fui a
una pequeña ciudad para dar una conferencia”3. Estas características del narrador y de
los lugares inciertos que se repiten a lo largo de todos las narraciones crean un efecto
particular, pues a medida que se van leyendo, parecería un mismo personaje que vive y
relata todas las historias, o en todo caso un mismo personaje que se va multiplicando, es
decir, un sujeto que siempre es y no es él en un lugar que es y no es el mismo. Se puede
decir que son, como pasa en géneros musicales como el jazz, variaciones de un mismo
motivo que siempre es uno manteniendo la esencia pero diferente y reinterpretado en
cada ejecución.

¿Fantástico?

Uno de los problemas que más se han discutido las narraciones de Felisberto Hernandez
y se ha discutido, y se sigue discutiendo, es su pertenencia o no a la literatura fantástica,
ya que los personajes suelen experimentar hechos sobrenaturales o inexplicables, como
los ojos que dan luz en El acomodador, la publicidad transmitida mediante una
inyección en Muebles El Canario, o los pasillos navegables cual canales de Venecia en
La casa inundada. Para ello se lo confrontará con algunas nociones básicas de Todorov
sobre lo fantástico. "La ambigüedad subsiste hasta el fin de la aventura: ¿realidad o
sueño?: ¿verdad o ilusión? Llegamos así al corazón de lo fantástico. En un mundo que

1
Hernández, Felisberto. El cocodrilo y otros cuentos. “El acomodador”. Centro Editor de América Latina.
Buenos Aires. 1971. p. 9
2
Hernández, Felisberto. El cocodrilo y otros cuentos. “El Cocodrilo”. Centro Editor de América Latina.
Buenos Aires. 1971. p. 41
3
Hernández, Felisberto. El cocodrilo y otros cuentos. “Mur". Centro Editor de América Latina. Buenos
Aires. 1971. p. 77
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es el nuestro, el que conocemos, sin diablos, sílfides, ni vampiros se produce un


acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El
que percibe el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones posibles: o bien
se trata de una ilusión de los sentidos, de un producto de imaginación, y las leyes del
mundo siguen siendo lo que son, o bien el acontecimiento se produjo realmente, es
integrante de la realidad, y entonces esta realidad está regida por leyes que
desconocemos”4. En el caso de los cuentos de Felisberto se puede observar que el
narrador-personaje jamás duda de los hechos sobrenaturales que le suceden ni los
cuestiona. Y esta falta de vacilación hace que el lector tampoco dude, por eso no se
produce el efecto que describe Todorov. Veamos un ejemplo en El acomodador “Una
noche me desperté en el silencio oscuro de mi pieza y vi, en la pared empapelada de
flores violetas, una luz. Desde el primer instante tuve la idea de que me ocurría algo
extraordinario y no dudé. (…) No me quedaba la menor duda; aquella luz salía de mis
propios ojos, y se había estado desarrollando desde hacía mucho tiempo”5. Aquí el
narrador no vacila ni un momento. No solo no lo hace una vez sino dos, como para que
no queden secuelas de ningún tipo de incertidumbre. Según estos parámetros no se
observa el estatuto típico del fantástico donde siempre hay un pacto tácito donde se crea
una duda, una indeterminación en el lector, que permite volver una y otra vez sobre el
texto, en una búsqueda desesperada de indicios y respuestas. En eso radica el disfrute
casi perverso del relato fantástico, disfrute que los cuentos de este autor no busca, pero
sí otro tipo de placer que tiene que ver con la mixtura de mundos.

Marina Nossar también echa luz sobre esta cuestión afirmando que “El hallazgo
fundamental de la obra hernandiana radica en el hecho de ubicarse en una zona
fronteriza entre lo real y lo fantástico, o mejor dicho, entre lo extraño y lo fantástico,
algunas veces en el absurdo. Pero lo curioso es que lo extraño proviene de los
personajes y no de las situaciones. La realidad es la misma, permanece inalterada, son

4
Todorov, Tzvetan. Introducción a la Literatura Fantástica. (Título original: Introduction a la litterature
fantastique.) Premia Editora. México DF. 1981. P. 19
5
Felisberto Hernandez. “El acomodador”. Op. cit. p. 13
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los personajes quienes aportan ese aire peculiar que inunda estas narraciones.”6. Los
puntos de vista de los personajes, especialmente del principal, son fundamentales en
esta cuestión, ya que a partir de su mirada, sus ideas y sus acciones todo se va
transformando. Esta autora también dice que “ninguno de los cuentos de Felisberto
Hernández provoca ese temor alrededor del cual está construido el relato fantástico”7.
Otra arista de esta problemática, como ya se ha visto, es que las narraciones siempre
transcurren en un lugar incierto. Esto muestra que a la narrativa felisbertiana no le
interesa tener un anclaje en lo real, ni para inscribirse en la literatura realista ni para
inscribirse en la literatura fantástica, por el simple hecho de sus textos crean de la
misma realidad, otro mundo. Ese lugar se trastoca a un lugar único, distinto. A
diferencia de cuentos indudablemente fantásticos como los de Cortázar, que de forma
deliberada nos muestra sitios o situaciones reconocibles de una ciudad concreta creando
en ese sentido una atmósfera de realidad, para que por contraste el hecho sobrenatural
tenga un efecto mucho más potente. Un ejemplo de ello se da en Ómnibus, cuento en el
que un muchacho y una muchacha hasta ese momento desconocidos se ven envuelto en
una situación irreal como ser el centro de atención de ese ómnibus al que se suben, y en
del que todos lo demás pasajeros se bajan en Chacarita y llevaban ramos de flores. Por
eso describe de manera tan precisa al recorrido que hace dicho ómnibus, que tiene un
número específico, el 168, como así también lugares de la geografía urbana porteña:
“En la Avenida San Martín y Nogoyá, mientras esperaba el ómnibus 168, (…) y la torre
florentina de San Juan María Vianney le pareció más roja contra el cielo sin nubes”8.
Así se observa cómo un espacio concreto y reconocible es un punto de partida para
construir un ambiente y una sucesión de hechos irreales que trastoca la percepción de lo
esperable y que, en este caso, sí se percibe una suerte de vacilación, que en Felisberto

6
Nossar, Marina. Felisberto Hernández a la luz de sus lámparas encendidas.
http://www.uruguayeduca.edu.uy/Userfiles/P0001/File/FELISHERagosto.pdf. Montevideo.1997. p. 14
7
Ibídem. p. 15
8
Cortazar, Julio. Bestiario. “Omnibus”. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1970. pp. 51-52

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jamás se da como tal, nunca hay ningún tipo de duda, y ese es una de los rasgos que
hacen a sus cuentos tan inquietantes.

La luz y la oscuridad

En varios cuentos hay muchas referencias a la luz como así también a la oscuridad. Uno
de ellos es, por supuesto, Nadie encendía las lámparas, frase que aparece al final del
mismo y que en el principio se puede encontrar “Al principio entraba por una de las
persianas un poco de sol”9; “Cuando encendí la luz de la pieza de mi hotel, vi mi cama
de aquellos días. (…) Después de acostado apagué la luz pero no podía dormir. Volví a
encenderla y la bombita se asomó debajo de la pantalla”10. Se puede pensar en esto
como un esfuerzo por generar más o menos claridad en los que se está contando. Y
también como una manera de crear un ambiente, una escenografía adecuada. Así sucede
indudablemente en Mi primer concierto, donde, por el contrario, hay una preocupación
evidente por la oscuridad: “A la nochecita vino el electricista y combinamos las
penumbras de la sala y la escena”11. En el concierto, era de suma importancia que nada
se vea demasiado, tal vez en un intento de ocultar lo que se es. Se podría pensar que
estas penumbras funcionan como la contracara de la luz, como una metáfora de sus
dudas y su escaso conocimiento de sí mismo. Luz y oscuridad serían dos polos del
autoconocimiento, de la autopercepción y de la autovaloración de un sujeto que va
fluctuando todo el tiempo.

9
Hernández, Felisberto. La casa inundada y otros cuentos. “Nadie encendía las lámparas”. Ediciones del
Sur. Caracas. 2003. p. 161
10
Hernández, Felisberto. “El Cocodrilo”. op. cit. p. 43
11
Hernández, Felisberto. El cocodrilo y otros cuentos. “Mi primer concierto”. Centro Editor de América
Latina. Buenos Aires. 1971. p. 29
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Y esta cuestión llega, tensando la imaginación y lo posible, a su máximo exponente en


El acomodador: ya directamente la luz sale de los ojos del personaje, “Vi mi cara y mis
ojos en el espejo, con mi propia luz”12, tal vez como un deseo de ver en la oscuridad por
sí mismo, sin intermediación ni por obra y gracia de la iluminación natural o incluso
artificial, nada más ni nada menos que solo por su luz. Luz que salen de los ojos como
la linterna que usa en su trabajo de acomodador. Solo mediante la iluminación que se
proyecta desde los adentros el sujeto puede conocerse y reconocerse en ese mundo y esa
vida que no comprende.

La personificación de objetos y la animalización

Uno de los recursos que más se repiten en sus narraciones es la personificación de


objetos que de alguna manera toman vida propia, se independizan. Solo basta con leer
pasajes como: “Los muebles de la habitación parecían sentirse incómodos entre paredes
blancas”13; o “todos los cubiertos habían dejado de latir”14. Estas personificaciones
hacen que se agreguen más actores, pero con uno halo onírico ya que las cosas parecen
cobrar vida como en Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. De esta
manera, el sujeto deja de tener una personalidad o singularidad, y pasa a ser un
elemento más del mundo. O las cosas pasan a ser sujetos. Así personas y cosas conviven
en una misma frecuencia, no sin los problemas que esto puede traer para el mundo que
pensamos y conocemos. Y es para destacar cómo a través de este recurso se refiere a la
enfermedad y la trata sencillamente como un sujeto y no como virus, bacteria, infección,
cáncer o dolencia: “como si la enfermedad se sintiera contenta y se hubiese puesto a

12
Hernández, Felisberto. “El acomodador”. op. cit. p. 13
13
Hernández, Felisberto. La casa inundada y otros cuentos. “ La casa inundada”. Ediciones del Sur.
Caracas. 2003. p. 77
14
Hernández, Felisberto. “El acomodador”. op. cit. p. 12
10
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cantar”15; y “Yo miré la silla y no sé por qué pensé que la enfermedad de mi amigo
estaba sentada en ella”16.

Otro de los recursos harto habituales utilizados por Felisberto es la animalización de las
personas. Una muestra de esto: “No dirán que este cocodrilo no tiene la barriga
blanca”17; “parecía un ratón debajo de los muebles”18; “parecía un orangután, pero al
verlo de costado, con la cola de frac muy dura, parecía un bicharraco”19; “una vez un
compañero me dijo ´¡Apúrate, hipopótamo!´”20. Animalizando provoca una distancia
con los sujetos, un enrarecimiento de la atmósfera, que al igual que con la
personificación de los objetos, tiene un tinte similar al mundo de los sueños, lúdico, o
quizás también de alucinación.

La fragmentación del cuerpo

“Mis piernas estaban cansadas, pero mis ojos tenían gran necesidad de ver”.21 Este
fragmento se puede leer en El Acomodador, pero no será el único que describa este otro
recurso que se encuentra innumerable veces y es uno de los pilares de las narraciones de
Felisberto Hernandez: la fragmentación de las partes del cuerpo de los personajes,
teniendo dichas partes vida propia y autonomía, haciendo que el sujeto no sea
responsables de ellas. A propósito de esto, Enrique Pezzoni afirma que “las señas de la

15
Hernández, Felisberto. El cocodrilo y otros cuentos. “Muebles El canario”. Centro Editor de América
Latina. Buenos Aires. 1971. p. 38
16
Hernández, Felisberto. La casa inundada y otros cuentos. “ Menos Julia”. Ediciones del Sur. Caracas.
2003. p. 115
17
Hernández, Felisberto. “El cocodrilo”. op. cit. p.53
18
Hernández, Felisberto. “El acomodador”. op. cit. p 9
19
Ibídem. p 14
20
Ibídem. p. 12
21
Ibídem p. 21
11
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carencia del Yo se dan mediante dos rasgos del personaje: 1)La rivalidad con el propio
cuerpo que se autonomiza y se fragmenta sin cesar para pulverizar toda posible
instancia de sujeto único, coherente; 2) la dificultad de producir con el cuerpo algo que
vuelva al sujeto dueño de sí (...)”22. Se observa una lucha del sujeto consigo mismo, con
sus partes y con todos los yo que contenga.

Ana María Barrenechea, en este mismo sentido, afirma que “las partes del cuerpo
subvierten su jerarquía con respecto al todo, generalmente porque éste se fragmenta y
los miembros se independizan”23. La misma autora completa esta idea con el pasaje que
dice: “Autorretrato a lo Arcimboldo: imagen hecha de metonimias combinadas en la
metáfora del Yo sólo presente como resta (resto inalcanzable)”24. Por lo tanto, el yo
vendría a ser una especie de rompecabezas a resolver, con infinidad de pequeñas piezas
perdidas de un sujeto también perdido que no logra cohesionarlos ni que le respondan.
De ahí el desconcierto, la sensación de extrañeza, de no reconocerse, de sentirse un
extraño, de deambular de un lugar a otro, de una vida a otra, sin tener un punto fijo en
donde anclar.

Las fragmentaciones del relato

En “Mi primer concierto” hay una suerte de otro yo, un doble en el que narrador-
personaje va construyendo una trama paralela: “Yo tenía desconfianza de mí”.25 Ese
desdoblamiento se hace más evidente en “tuve algún conocimiento imprevisto de mí

22
Pezzoni, Enrique. “Felisberto Hernández y la parábola del desquite”, en El texto y sus voces. Eterna
Cadencia. 2009. 245
23
Barrenechea, Ana. “Excentricidad, di-vergencias y con-vergencias en Felisberto Hernández”, en La
crítica literaria contemporánea. Centro Editor de América Latina. 1981. p. 12
24
Pezzoni, Enrique. op. cit. p. 240
25
Hernández, Felisberto. El cocodrilo y otros cuentos. “Mi primer concierto”. op.cit. p. 27
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mismo”26. Estos fragmentos actuarían, en palabras de Pezzoni, de modo que “La


duplicidad es reiteración, justificación, disimulo.”27. Hay un sujeto que se mira, pero no
en un espejo reconociéndose como dueño de sus actos, sino que sale de sí mismo y se
observa, se contempla, se estudia como un animal disecado, o cualquier bicho de
laboratorio. Allí hay una cuestión de sorpresa y hasta de terror: no saber de lo que uno
es capaz de hacer cuando se convierte en otro; ese que actúa de esa manera que no sabía
de la que era capaz es una especie de monstruo, un Mr Hyde o Hulk. O tal vez mejor
pensar en otro, echarle culpas y deslindarle responsabilidades. Se puede relacionar toda
esta cuestión con el tema de la oscuridad y la luz que, como hemos visto, pueden
pensarse como grados del autoconocimiento y percepción. En La casa inundada hay un
fragmento que refuerza estas ideas: “Pero ya sabía que, en otras vueltas del bote
volvería descubrir, una vez más, que ese cansancio era una pequeña mentira confundida
entre un poco de felicidad”.28 Volver a descubrir: como si cada vez que da una vuelta en
bote, es uno distinto, en una especie de transmutación constante que no deja que el
sujeto sea uno solo sino varios sujetos, coincidiendo también con ese narrador-personaje
único y perpetuo de todas las narraciones, como ya se ha dicho anteriormente, como una
multiplicación a lo largo del tiempo y el espacio.

Se puede encontrar en varios cuentos que, mientras relata los sucesos el narrador-
personaje se detiene frecuentemente para hacer distintas operaciones mentales como
pensar, imaginar, sospechar. Esto se puede ver en La casa inundada: “y ella se presta
(…) para imaginar disparates entretenidos”29, pero sobre todo en El Acomodador:
“Además, me daba placer imaginar todo lo que no conocía de aquella ciudad”30; “yo no
pensaba que aquel hombre nos obsequiaba por haberse salvado su hija; yo insistía en
suponer que la hija se había ahogado. Mi pensamiento cruzaba con pasos inmensos y
lagos las pocas manzanas que nos separaban del río; entonces yo me imaginaba a la hija

26
Ibídem.
27
Pezzoni, Enrique. op. cit. p.257
28
Hernández, Felisberto. “La casa inundada”. op. cit. p. 73
29
Ibídem. p. 74
30
Hernández, Felisberto. “El acomodador”. op. cit. p. 9
13
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a pocos centímetros de la superficie del agua. (…) A los que comían frente a mí y de
espaldas al río, también los imaginaba ahogados”31. Aquí se ve claramente cómo lo que
va viendo es de alguna manera transformado en el relato por su propia imaginación. Y
es muy curioso el fragmento “yo insistía en suponer” porque da cuenta de su propia
obstinación de una manera directa, un modus operandi con un fin recreativo, de evasión
o compulsión patológica, haciendo que las evidencias que le otorgan las pruebas
fácticas no sean suficientes y carezcan de valor para él. Algo similar sucede en La casa
inundada, donde se nota esta voluntad explícita de sospechar no como algo dado sino
construido a propósito: “yo envolvía a esta señora con sospechas que nunca le quedaban
bien”.32 En estos casos, sospecha es más bien un afán de imaginación, y no una
operación mental derivada de indicios, intuiciones o deducciones.

Por eso se puede agregar a la noción, como ya se ha visto, de la autonomía de las partes
del cuerpo de los personajes en Felisberto, la autonomía del pensamiento. Estas
acciones hacen que, en el relato del narrador personaje, haya, por un lado un
adelantamiento, una anticipación de los hechos, una expectativa, creando una suerte de
juego especular. Pero en este caso Felisberto va más allá. Este mecanismo pone en tela
de juicio todo el relato mismo, tensa la ficcionalidad al máximo, como una sobre
oxigenación de imaginación y memoria que deja en suspensión el relato principal. Es
decir, hay una especie de relato paralelo o relato secundario que sin embargo choca,
confronta, discute con el relato principal abriendo así otras miradas, caminos o
resoluciones, creando otros mundos o dimensiones posibles, otras versiones de lo que se
está contando, que muchas veces logra reencauzarse pero que, como en toda aventura
nunca vuelve a ser el mismo. Pezzoni dice “el yo felisbertiano es la energía de la
circularidad, no del traspaso. Constante movimiento que vuelve sobre la propia nada.”33
Y en este sentido se puede decir que en estas regresiones y suspensiones, hay una

31
Ibidem. p. 11
32
Hernández, Felisberto. “La casa inundada”. op. cit. p. 74
33
Pezzoni, Enrique. op. cit. p.258

14
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pulsión por el detenimiento, por orbitar en torno al relato de sus percepciones y no


proseguir hasta el final, al igual que el señor que quiso contarle un cuento al
protagonista de Nadie encendía las lámparas: “Él quería expresarse bien pero tardaba en
encontrar las palabras: y además hacía rodeos y digresiones”.34

En relación con esto último se puede rastrear otra recurrencia en los cuentos, que es la
obsesión por los recuerdos. Casi constantemente el narrador-personaje vuelve sobre su
memoria, como en el fragmento de La casa inundada: “Yo ahora yo debo esforzarme en
empeorar esta historia por su verdadero principio, y no en detenerme demasiado en las
preferencias de los recuerdos”35. Guillermo García afirma sobre esta cuestión que: “El
narrador se aferra a su pasado como otra manera de cuestionar la permanencia de su
identidad. Y las palabras son la único para intentarlo”36. También esto se puede pensar
como un modo de generar una negación a continuar con el relato, una obstaculización
de la misma. Yendo hacia los anaqueles de la memoria niega el relato y también,
finalmente, se niega a sí mismo.

Por todas estas cuestiones, se puede decir que, como lo dice el título de este apartado, el
relato se fragmenta, se producen una serie de suspensiones o pausas, que dejan a la
narración en un estado de indefinición y expectativa. Así, deja de ser un solo relato
unívoco, indivisible, puesto que al salirse de su objetivo primario o finalidad se
encuentra en sucesivas encrucijadas, con puertas que se abren y pueden bifurcarse
constantemente.

34
Hernández, Felisberto. La casa inundada y otros cuentos. “Nadie encendía las lámparas”. Ediciones
del Sur. Caracas. 2003. p. 115 158
35
Hernández, Felisberto. “La casa inundada”. op. cit.. p. 75
36
García, Guillermo. Felisberto Hernández: Diez itinerarios interpretativos, en Felisberto Hernández
Dossier (V.V A.A). Ediciones del Sur. Caracas. 2003. p 178
15
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Conclusión

A lo largo de esta monografía se intentó un acercamiento a las claves de los cuentos de


Felisberto Hernández, que poseen unos elementos de irrealidad, pero, como se ha visto,
y analizados bajo los parámetros de Todorov en cuanto a dicha cuestión, no se los puede
clasificar ni encasillar como fantásticos, obteniendo así una un entramado mucho más
complejo, rico y sutil. Se ha realizado un recorrido de cuestiones claves como el
narrador y la pertenencia o no al género fantástico, la animalización de los humanos,
personificación de objetos, la fragmentación de las partes del cuerpo, el juego con las
luces y sombras, situaciones absurdas, profesiones insólitas. y principalmente la
fragmentación en el relato. Sobre este punto es importante detenerse una vez más ya que
de esta manera las narraciones logran una forma muy singular, que es el de la constante
digresión, el constante ir y venir en su propia psiquis, creando, como se ha dicho, otras
líneas narrativas que no llegan a concretarse.

En todo esto radica una de las particularidades más potentes de sus cuentos: el clima
irreal y onírico, confuso, ambiguo, alimentado por esta constante intromisión de la
imaginación y los recuerdos. Entonces hay una lucha sin cuartel entre estas
intromisiones y la narración base, a la que en todo momento intentan sacarla del
camino.

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Monografía: Trabajo final para Seminario de Literatura Contemporánea en Lengua
Española.
Profesora: Adriana Mancini
Alumna: Quesada Mauro
Profesorado: Castellano, Literatura y Latín, ISP Dr. Joaquín V. González
Turno: Tarde

Bibliografía:

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