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GRECIA ANTIGUA
Grecia, organizada al principio como múltiples Estados en un territorio accidentado y
disperso, necesitaba la aparición de una Hacienda Pública elemental, que
posteriormente aparecería.
En la época de las monarquías hereditarias, había una nobleza poderosa, porque
poseía la tierra. Y sólo podía ser ciudadano el que contribuía con bienes propios a
determinados gastos públicos o sociales. Tener o no tener derechos políticos dependía,
por ejemplo, de poder mantener un caballo de guerra.
Los gastos corrientes del Estado se iban cubriendo con los productos del patrimonio
real y sólo en ocasiones extraordinarias se acudía a las contribuciones. Los griegos
gustaban de intercambiar lo que les sobraba por aquello de que carecían. Y estos
intercambios entre las distintas ciudades griegas favorecían una saneada fuente de
ingresos: las aduanas.
Poco a poco, los ciudadanos griegos sintieron que las rentas de los bienes de la
Corona no bastaban para atender a todos los gastos colectivos. Y ellos querían para
sus actos de culto religioso el máximo esplendor, para las fiestas la mejor música, para
sus calles o ágoras limpieza y embellecimiento. Se hizo necesario acudir a los
impuestos indirectos, esto es, a los que gravan los gastos y consumos familiares. La
relación entre ingresos y gastos públicos aparecía por primera vez en la historia de la
Humanidad.
GRECIA CLÁSICA
Las tierras recién conquistadas se reparten entre los campesinos asalariados y se
dictan disposiciones para remediar la pobreza de amplios sectores de la población.
Al mismo tiempo, el sentido comunitario de los atenienses hizo que el tesoro público
fuese una especie de bolsa común para distribuir bienes entre el pueblo. Los
ciudadanos acomodados que asistían a los juegos delas fiestas oficiales debían dar
dos óbolos para que los pobres pudiesen disfrutar igualmente de los espectáculos. Y
cuando esto no bastaba, se repartía lo que sobraba cada año del presupuesto del
Estado.
Estos repartos y los partenones que surgen en todas las acrópolis de Grecia reducen
los fondos públicos y los dejan sin reservas para casos de necesidad o para gastos de
guerra. En tales ocasiones no hubo más remedio que establecer impuestos directos,
los que gravan la renta o el patrimonio de los ciudadanos.
Es de notar que la democracia ateniense no concebía los impuestos directos como los
únicos equitativos, y así en épocas de paz recaudaba impuestos indirectos, como los
que recaían sobre el mercado y el consumo. Los derechos de aduanas nunca
superaron el 2,5 por 100, lo que permitió la afluencia al recién construido puerto del
Pireo de todos los productos de los demás países.
Estas prestaciones tributarias no libraban a los ciudadanos pudientes de la obligación
de financiar coros que participaban en las fiestas organizadas por el Estado, o equipar
y mantener un navío de combate en tiempos de guerra.
Ningún ciudadano debía pasar hambre o miseria y el Estado pagaba médicos y
profesores. Se asignó un sueldo a los que ejercían funciones públicas.