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de la violencia
simbólica educativa
Espistemes Educacionales Descolonizadoras
Decía mi papá que para que me durmiera casi recién nacida, él me daba
nalgadas. Nunca me dijo si eso surtió el efecto esperado o no, pero es una
impronta de violencia (nada simbólica) para el aprendizaje de una
conducta. En este caso aprendí a justificar a unos padres muy jóvenes y
que quien te quiere te procura dolor. Y de manera consciente desarrollé
una gran resistencia a las injusticias.
De toda la vida en las escuelas hay muchas más maestras que maestros.
En mi escuela decían nosotras; hasta que llegó un maestro de educación
física, un solo maestro nuevo, joven hizo que las 24 maestras dijeran
nosotros y eso si que dejó una impronta en mí; ¿cómo unas súper mujeres
y maestras, por uno solo tuvieron que dejar de nombrarse?
Un director que tuve alguna vez; que por que mis estudiantes estaban
acostados en el piso y un par de ellos atravesados en la puerta y tras una
visita en compañía de un obrero me dijo que esa no era la manera de tener
a los estudiantes en el espacio y yo le dije que era parte de la clase de arte;
su respuesta fue que como me puso en ese espacio me quitaba y yo le
respondí que tenía 23 estados, 1 distrito capital sin contar las
dependencias federales donde podía ir a trabajar, que me sacara si quería.
El aprendizaje que dejó en mí fue que el otro o la otra tienen habilidades
que yo no tengo y que son necesarios para que el trabajo fluya; yo puedo
dirigir pero contando con las potencialidades del otro y de la otra.
De hace unos años para acá; el MPPE se ha ocupado de enviar las más
absurdas tareas que nadie se puede imaginar; unas sobre otras, todas
para hacerlas sin vinculación real; atropellando a las escuelas, sus
directores y maestros y estos a su vez a las niñas, niños y jóvenes. De esto
me quedó la práctica del cumpli-miento. Mando la foto y hago lo que creo
que es importante; hasta hace algún tiempo; ahora simplemente decido
que es importante y que no lo es.
Hacer la tarea que les mandan a mis hijos ha sido la experiencia más
divertida, absurda y violenta que he tenido. Ellos tienen razón en decir
que esas tareas son aburridas (para mí algunas son absurdas); pero las
boletas daban pena y tocó obligarlos; porque de verdad son tan aburridas
que ya les dije que es un mal necesario. Hasta la paciencia he perdido y les
he dado su coquito de vez en cuando; no quiero que esta conducta se
instale en mí, ni que deje ninguna impronta. Por lo pronto hacemos la
hora del mal necesario y aprendemos otras cosas mejores y de manera
más divertida. Las mamás no deberían darles clases a los hijos; clases de
esas de las escuelas.
Este tipo de violencia fue hasta de género. Un subalterno que primero fue
superior mío y que por incapaz lo sustituyeron conmigo, me preguntó si
ese cargo me lo habían dado a cambio de favores sexuales, a lo cual le
contesté que igual que los favores que pagó él en su momento. Luego tener
que trabajar un año completo con su ineptitud sin poderlo sacar del
equipo.