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CARTA A KATIA

Querida Katia:

Este verano, el día que en el pinar, al término de una excursión que se nos había transformado en una controversia, decidiste
matricularte en la escuela del magisterio para estudiar la carrera de maestra, yo te prometí que te mandaría el dossier del trabajo que se
fuera desarrollando en mí clase, de manera que tu pudieras comparar la teoría de tus libros de texto con un estudio de los niños tal
como en el colegio. Y, como lo prometido es deuda, aquí me tienes dispuesto a contarte lo que ha sucedido estos dos primeros días.
Mas adelante enviaré un ejemplar del diario, las diapositivas en colores de las pinturas y las cintas grabadas. Cuando vengas lo
discutiremos.
Paso a las noticias. Tengo, por el momento, un primer curso con nueve alumnos, tres niños y seis niñas. Nunca había tenido tampoco
chiquillos en una clase. Pero tal vez vengan pronto otros tres, y más todavía, después de San Martín. Como ya sabes, en esta zona se
instalan provisional y definitivamente familias de campesinos que dejan sus casas en el campo o en sus aldeas para venir a vivir a un
sitio donde los alquileres son más baratos. Estas familias equilibran, en parte, el vacío que deja el éxodo de los campesinos locales, que
parece que se ha frenado un poco últimamente, aunque no de forma definitiva.
En estos cinco años últimos he tenido dieciocho alumnos en el primer curso: nadie de aquel grupo fue suspendido nunca y sin embargo
solo ocho llegaron al quinto. De los veinticinco alumnos del quinto curso, diecisiete eran inmigrantes o repetidores admitidos mas
tarde. El flujo de emigraciones que recorre Italia de uno a otro lado, se refleja entre nosotros en estos problemas educativos de no fácil
solución. Pero al fin y al cabo este es nuestro oficio y tenemos que hacer frente a cualquier situación con las técnicas mas adecuadas.
Tengo, pues, una clase reducida, después de tantos grupos numerosos y heterogéneos, una clase ideal. La temible aula - celda que cada
año acoge al grupo menos numeroso, este año es para nosotros. Ayer que debía ser el primer día de colegio y que en cambio fue fiesta,
por que caía en jueves, fui a verla. Mide 4.70 m por 5 m. pensé cuantas clases parecidas a esta deben existir por el mundo, para
meter en ella a niños en la edad en la que mas necesidad tiene de espacio libre, de naturaleza, de sol, de movimiento. Caja de
ladrillos. Hay un paralelismo aterrador entre las aulas de los colegios y las celdas de una vieja prisión: la misma fijeza obsesiva
en las estructuras perceptivas (colores, formas, superficies), la misma monotonía psicológica. Durante el recreo de la mañana, al
bajar los chicos al patio desnudo de toda vegetación, vigilados por los maestros, me da la impresión de encontrarme entre presidiarios
que salen a airearse.
Queda una deferencia: el presidiario en su celda vive solo, con sus pensamientos; en la escuela, en cambio, cada tiene un
maestro que ni los niños ni sus familias han escogido, que obliga a los niños a repetir lo que dice y premia a los que se le
someten mejor. Todo el mundo manda a los niños y por lo tanto el esta justificado: los padres les mandan en casa, el cura en la
iglesia, el maestro en la escuela; luego les mandara el dirigente en el partido o en el sindicato, el sargento en el ejercito, y finalmente
el amo en la fabrica. Un hombre se cría así, se compensa mandando a la mujer y a los hijos, y como consecuencia a la larga cadena
que ya nadie se atreve a romper, por que todo mundo se conforma con su papel de carcelero. Creerás que exagero, pero no hay nada
como las instituciones para ver que consideración merece el hombre. A mi parecer el que invento estas escuelas parecidas a la cárcel no
tenia demasiado encuentra la libertad de su prójimo.
Estoy, pues, en medio de mi clase. Tendrían que caber, además del armario, de la tarima sobre la que se coloca la mesa del profesor, de
la pizarra giratoria y de la estufa de gas, las mesitas individuales con las sillas correspondientes, otra mesa y un mueble ropero para los
niños. He intentado repetidamente colocar las mesitas de manera diferentes; cabrían, pero me haría falta un helicóptero para trasladar a
los niños. A grandes males, grandes remedios; sacaremos la mesa del profesor, pues no sirve de nada, el armario lo pondremos en el
pasillo. Mientras trasteo aparece mi colega de cuarto curso, que ha venido a ordenar las cosas de su clase: se queja por que su pizarra
mural no tiene rayas. Le propongo que intercambiemos nuestras pizarras y acepta satisfecha. Sin la pizarra giratoria hemos ganado uno
de los rincones de la habitación. La situación ha mejorado, ahora caben dos filas de mesitas con un pasillo en medio lo suficiente
ancho. ¿y la termina? Idea: arrimada a la pared, bajo la pizarra mural será nuestro... pequeño teatro, el pequeño sitio donde se
desarrollaran las manifestaciones publicas de nuestra comunidad. Al menos he tropezado con ella dos veces mientras iba y venia de un
lado a otro, pues al estar oculta entre las mesas no reparaba con ella; sin embargo no quiero eliminar por que este metro cuadrado
escaso de espacio social, sobre el que los niños podrán cantar, jugar, contar sus experiencias a los compañeros, es el elemento más
importante en todo mobiliario.
Una silla para mí. Tendré que usarla a menudo para adecuarme a la estatura de los alumnos pero tal vez sea mejor un taburete o un
canto de la tarima, ya veremos. He colocado provisionalmente el mueble ropero y la mesita y he dejado el aula tal como estaba,
desnuda. De día en día ya la iremos adaptando a nuestro gusto. Antes de marcharme he dado una ultima ojeada a la clase: el suelo de
baldosas roídas y desiguales, las paredes grises, las superficies verdes de las mesitas reflejaban el cielo nublado a contraluz y el
conjunto tenia un aire general de frío y tristeza. Por las dos ventanas se veían tejados y más tejados, chimeneas negras y un ovillo de
postes, aisladores e hilos eléctricos ni tiempo, he pensado, mañana saldremos al campo a abrir dos libros a la vez, ambos de aventuras:
el de la vida de los niños, donde esta todo por descubrir y el de la naturaleza.
Esta mañana, en cambio, llovió. Las madres me han entregado a sus hijos ante el portal, entre la algarabía de un centenar de
chicos que se volvían a encontrar y junto a sus maestros esperaba el momento de dirigirse a misa.
- Es un travieso, ¡tendrá que pegarle!
- Esta nunca da golpe, un maestro es lo que le hace falta, a ver si cumple con lo que le toca.
- A mí y a su padre no nos hace ningún caso. Castíguele usted cuando haga falta.
Pegar, cumplir con su cometido, asustar, castigar: he aquí conceptos medievales todavía arraigados en la gente. Y, sin embargo, bajo
estas palabras tan crueles de los padres se adivina el amor. Da lo mismo que sean campesinos pobres o personas mas acomodadas, a
nadie quieren mas en este mundo que a su hijo. Un hijo que a los seis años llevan por obligación a la escuela y entregan a un maestro
que no han escogido y que no pueden escoger; su nombre ha salido de los engranajes de aquel mecanismo anónimo que es burocracia
escolar basada en la oposiciones y la puntuación relativa, tristisimos procedimientos de selección que también tu tendrás que sufrir,
apenas te entregue aquel pedazo de papel que llamas titulo.
Cada vez que los padres me confían a sus hijos para que los eduque me entra una sensación de desanimo. Esta misma me
preguntaba: si estos padres tuvieran libertad para escoger la persona que va educar a sus hijos, como la tienen para escoger el
medico, el sastre, al peluquero, al técnico en seguros, ¿vendrían a mí?
En una escuela que se propusiera la educación integral del niño, sin traumas de ninguna clase, la elección del maestro, o mejor dicho,
de la orientación pedagógica, tendría que ser el primer asunto a discutir con los padres en el momento de matricular a los niños. En
la realidad ya ves que ni se habla de ella, como si la escuela fuera propietaria de los niños. Lo peor que la gran mayoría de los
padres aceptan la situación tal como esta, por que la escuela ya fue así para ellos y ya lo habían sido para los abuelos: una
institución inmutable en donde el niño pasa de la autoridad paterna a la del maestro que le enseña que siempre habrá a alguien
que le trazara su destino y a quien deberá obedecer. Los millones de cruces de los cementerios de guerra atestiguan el destino que
les ha tocado a quien en la escuela nos les habían enseñado que hay veces que se puede que se debe decir: no.
Hemos llegado, pues, al meollo de la cuestión, al concepto de una escuela pensada para formar hombres esclavos y no hombres
libres. Una escuela organizada, y no precisamente por casualidad, de manera que la libertad prácticamente no existan ni
siquiera para el educador.
Por un lado tenemos las bellas palabras del programa - contrato; “la finalidad esencial de la escuela no solo es impartir un
determinado conjunto de nociones, si no comunicar al niño la alegría y este gusto para el resto de su vida una vez terminada la
escuela”. Por otra, tenemos en cambio, la realidad de una escuela que, lejos de se una ayuda de la sociedad del hombre, sirve de
expresión e instrumento a un sistema muy parecido en sus propósitos finales a todos los sistemas que consideran a los hombres
una masa que tiene que ser esclavizada para fines que le son totalmente ajenos. Entre nosotros, el sistema en cuestión esta
fundado en el principio, de valor sagrado, de la propiedad y de la iniciativa privada, que tiene como única motivación el rendimiento,
provecho y, como consecuencia inmediata, la competencia. Quienes mandan han forjado la escuela a imagen y semejanza del sistema:
el provecho lo encontramos en la cartilla escolar expresado en las notas. Y tú sabes, por experiencia propia, que en los casos en que
funciona la prueba objetiva del examen igual para todos, no se toman en consideración ni el nivel de base de cada uno, ni los talentos
específicos, ni los esfuerzos llevados a cabo por los que han tenido que superar su handicap. Para los que formamos parte del
movimiento de cooperación educativa, esta realidad que no se quiere reconocer como tal, ya es cosa sabida. Nosotros, con la
eliminación del sistema de calificación, sustituidos por el interés real del niño, y transformándonos en consecuencia de maestros -
jueces en animadores y guías de los chicos, hemos demostrados que es factible arrancar de sus ánimos la mala hierba de la envidia, así
como la soberbia, pues ambas producen, en un ambiente autoritario, el oportunismo y el conformismo, como ocurre con el obrero que
empujado por la necesidad se comporta sin dignidad ante el patrón.
Es en el ámbito de estas relaciones negativas (¿recuerdas lo que llegamos a discutir?) qué en un plano puramente practico se destruyen
los valores y los principios: la libertad, la democracia, el cristianismo no se aprenden realmente sino se viven ente los pupitres de la
escuela. Pero esto es peligroso para el sistema. En realidad de un mundo como el nuestro, que ha entronizado sobre los altares al del
dinero, quien de verdad quiere mantener una línea de conducta coherente con los principios antes mencionados, no puede subsistir.
¿té imaginas a un patrón que, en el deseo de ser un verdadero cristiano, lo compartiera todo con sus obreros, preocupaciones y
ganancias? Se volvería un hombre respetado y recordado, pero no tendría una vida demasiado larga económicamente hablando. En la
infinita gama de situaciones humanas que producen el sistema, la dramática cuestión de la incompatibilidad entre el mensaje cristiano
y el compromiso social con el prójimo esta siempre presente para el educador.
La condición de un niño en la escuela no difiere mucho de la de un obrero en la fabrica. El obrero trabaja en la cadena de montaje sin
participación porque la razón de lo que esta haciendo le es ajena, se siente, y en realidad es, un mecanismo pasivo que no puede crear
ni decidir y a aceptado aquel oficio solo porque necesita cobrar para poder subsistir.
El alumno de una escuela autoritaria regida por el sistema de calificación estudia porque existen las notas. Si arrancas las
notas de las manos del educador, se hunde todo el sistema. Es algo así como quitarles las armas a los policías de un estado
opresivo. Dentro del aula que, como decía, recuerda una cárcel o una fabrica, solo por su aspecto, el esquema en el que se desenvuelve
el alumno es simple, funcional, rígido y terrible: explicación, repetición, nota; dictado, redacción, problema y nota.
Todo, dentro y fuera del colegio, está predispuesto a anular a alumno en cuanto sea capaz de pensar: los carteles publicitarios que le
sugieren una merendilla, las revistas del quiosco de periódicos, los cromos de jugadores que le inician al “hincha” deportivo que mas
adelante le empujara al estadio a gritar a favor de unos ídolos que cobran millones, las cancioncillas para niños que ahora hasta los
frailes lanzan al mercado en festividades que proporcionan un montón de dinero, y que en vez de sustraer a los niños del mundo de la
canción de los adultos, los encaminan hacia el mundo de sus ídolos; la televisión que, desde el programa “¿Lascia o radoppia?” en
adelante, acostumbra al pueblo italiano aceptar espectáculos en los que todos estos ingredientes están “científicamente dosificados para
subjestionar al espectador, con el consabido premio de fichas de oro para el que se atenga mejor a las reglas del juego.
En la escuela, otro instrumento de esclavización es el libro. Hay una enorme cantidad de libros de textos, podemos escoger el
que más nos guste, pero no podemos rechazarlos en bloque; sin embargo, salvo pocas excepciones, todos son como si se tratara
de un único libro. Este verano has provocado leer algunos: hemos encontrado cosas increíbles, como la explicación mágica de los
fenómenos naturales, el falso moralismo. El mismo lenguaje dulzón y amanerado que algunas viejas solteronas reservan para sus
perritos, y sobre todo un contenido ideológico muy preciso que resumbaba de ciertas lecturas. ¿y los manuales?.
La misma función de los manuales esta en contradicción con el enunciado de los programas de que te he hablado antes. En efecto en el
libro de consulta encontramos el concepto de una “cultura”, como entidad ya organizada, que existe en el mundo exterior y que el
alumno asimila gradualmente todos los días. En este tipo de libros se encuentra todo, como en unos grandes almacenes el programa
esta dividido en porciones y bocaditos preparados en los capitulos-paquetes de las secciones llamadas “áreas”.
El educador no tiene más que atenerse a las instrucciones de la dosis y todo queda resuelto. El sistema es único para todos los niños
italianos, desde el hijo del dinero siciliano al del labrador paduano. Esta claro que donde se utiliza un manual, aun suponiendo que sea
uno de los mejores, de los que procura despertar el interés de los niños con preguntas a las que sigue la explicación como en un cuento,
sé preside por completo de la experiencia de los niños. En consecuencia estos no podrán sacar ninguna norma de conducta de una
situación predicada desde arriba, nunca elaborada desde la base en una escuela que funcione así, la cultura y la moral son entidades
que están por encima y fuera de la experiencia, completamente desligadas de la vida.
Tu misma te has dado cuenta enseguida que el planteamiento no era casual: en libros de lectura vemos escenas campestres con idilios
de pajaritos que pian y campesinos vuelven cantando del trabajo, pero no encontramos hombres ni muchachas de verdad, que vienen
en el mundo de hoy en día con sus problemas y sentimientos auténticos. En el libro de consulta, la historia desgrana nombres de
guerra, batallas y jefes, pero no cuenta el drama de la pobre gente, que es siempre la misma, sometida a todas las banderas,
que a veces deja a su patria por ingrata, que a veces lucha por los bandidos. Por ejemplo, no encontraran una historia amplia y
documentada de los indios, que entusiasmaría sin duda a los niños y desmentiría las numerosas barbaridades que cuentan las
películas y los tebeos. Tampoco hallaran al desertor de la primera guerra mundial, guerra que ha sido siempre una pagina gloriosa
sostenida a bombo y platillo.
El contenido ideológico y el método autoritario son expresiones de una escuela política de clase que está encaminada a formar
hombres dociles y pasivos, a ser posibles ignorantes de los problemas más acusantes. El maestro, en este contexto, rodeando de
tantas dificultades, sé vuelve un instrumento del sistema casi sin darse cuenta de ello, lejos de ser, como debería, garantía de la
formación de hombres libres. El que es consiente de esto sufre mucho íntimamente; sin embargo, hay quien utiliza la escuela
consiente y cínicamente para está finalidad política.
Destruir la cárcel, hacer del niño el centro de la escuela, librarle de todos los miedos, dar sentido y alegría a su trabajo, crear a
su alrededor una comunidad de compañeros que no sean muy antagonistas, dar importancia a su vida y a los sentimientos mas
elevados que se desarrolle en su interior; de aquí el deber del educador, de la escuela, de la sociedad. Pero todo esto no es fácil,
porque no depende solo de la voluntad. Muchos colegas nos objetan, a los que formamos parte del movimiento y que desde hace
tiempo hemos iniciado con valentía está revolución silenciosa desde el interior de la escuela, que un niño, destinado a vivir en el
mundo injusto, podría ser nocivo enseñarle que es la libertad y como se vive en ella. Ten encuenta que algunos lo dicen de buena fe.
Otros, simplemente creen que es mejor no hacer nada por que la sociedad destruye en un santiamén lo que la escuela ha ido
construyendo de alguna manera. A estos últimos no se les puede negar tienen razón, pero su argumento tiene el aire de un pretexto para
no revelarse así mismo como son y definirse como tales. Y es que uno muestra como es ya el primer día, cuando ante los niños debe
decidir, plantear, cual va a ser su trabajo: subyugar o liberar. Todo lo demás depende de esta elección, incluso la dimensión humana. Si
escoges la vía de la liberación, sientes nacer en tu interior una gran fuerza, que es el amor hacia los niños, el mismo amor que
debes trasladar al plano social como compromiso con el prójimo. Es una fuerza extraordinaria que comprenderás solo cuando
la sientas en ti misma: bajo los golpes de los perseguidores más indignos, que se sienten como delatados por tu obra, tu te
sostienes firmemente en pie ayudado por tu conciencia.
A MAS GOLPES, MAS FORTALEZA MORAL

Si no crees en la liberación del hombre, llevas a la escuela la técnica del amo, duro o paternal según convenga: aparentemente
es el sistema más fácil y cómodo, pero a fin de cuentas se acaba con un enorme vacío moral y, lo que es peor , llega el
aburrimiento. Planeas el trabajo para obtener tu finalidad, vas amoldando a los chicos poco a poco a tu voluntad, como el obrero se
amolda poco a poco al gesto automático que le impone la cadena de montaje. Los muchachos son ya robots que desarrollan
automáticamente su programa, siempre es lo mismo, pregunta-respuesta-nota, a veces capaces hasta de habilidades técnicas
prematuras, pero siempre aprendidas mecánicamente; estos muchachos se te van muriendo día tras día ante los ojos, pues su fantasía y
la vivacidad de su inteligencia van siendo gradualmente reprimidas, va creciendo el abismo entre la escuela y la vida, y ellos por su
cuenta aprenden a estudiarte astutamente para sacar provecho. Mientras, tu te haces ilusiones con los resultados, con las cuatro
respuestas de tu examen. El día de mañana con esta misma astucia que ahora utilizan para arrancarte una buena nota se dedicaran a
escalar el sistema social que ha quedado intacto, con los amos arriba que mandan e imponen leyes, y los pobres diablos abajo, que con
la fuerza de sus brazos tienen que sostener y hacer progresar todo el edificio.
Durante la misa, mientras don Aldo predicaba a los niños que fueran buenos, y sobre todo obedientes, yo pensaba en otro cura que
había tenido el valor de alabar la justa desobediencia y de ponerse así mismo y a su parroquial al servicio del pueblo, transformándola
en escuela: don Lorenzo Milani. Una escuela en la que no había nota y tampoco vacaciones, pero en la que los chicos se ayudaban y
eran maestros los unos de los otros. Aprendían las lenguas que sirven para comunicar con los otros hombres y para enseñar a los
semejantes que ser hermanos de dios quiere decir ayudar al pobre a crecer en dignidad para elevarle a un nivel superior: “mas digno de
un hombre, más espiritual, mas cristiano, mas todo”.
Mientras la misa se iba desarrollando tranquilamente bajo las ordenes del clérigo sé hacia levantar o sentar a los fielessegun el ritmo,
las palabras con las que, tantos años antes, don Lorenzo había descrito su situación de maestros, gritaban en aquel silencio que el
cristialismo activo puede ser alguna magnifica fuerza Revolucionaria. Quiero copiártelas.
Debo todo lo que sé a los jóvenes obreros y campesinos a los que he enseñado en la escuela. He aprendido de ellos lo que ellos
creían aprender de mí. Yo solo les he enseñado como expresarse, ellos me han enseñado a vivir ... Son ellos quienes han hecho de
mi aquel cura que escuchan con gusto en la escuela y del que se fían mas que de sus jefes políticos. Yo no era así, y por esto nunca
podré olvidar que me han dado . y de aquí el punto más doloroso: que nosotros viviremos por cosas elevadas. Todo el problema se
reduce a eso, pues solo se puede dar lo que se posee de antemano. Pero cuando se tiene algo, el dar nace espontaneo, sin pensar
en él. Cuando se tiene ideas claras y un proyecto bien definido de crear hombres capaces de enfrentarse con éxito a las luchas
sociales, entonces hasta las palabras que sirven para explicar un poco de aritmética posee esta dignidad. Durante siete años la
escuela popular no he considerado necesario enseñar doctrina teórica. Tampoco se me ha ocurrido nunca pronunciar discursos píos o
edificantes. Me he ocupado de edificarme a mi mismo, de ser lo que habría que fuesen ellos de tener yo el pensamiento impregnado de
religión. Cuando se busca afanosamente la manera de colocar la fe en cualquier conversación, se demuestra que se es poco creyente,
porque la fe no es algo artificial que se añade a la vida, sino un modo de vivir y de pensar. Pero si uno no muestra esta preocupación, y
se hace con seriedad su oficio en la escuela, encontrara la ocasión de hablar de la fe, de las maneras mas impensadas y mas
inconscientes. A veces los amigos me preguntan como me las arreglo para trabajar en la escuela para tenerla llena. Insisten para que les
escriba un método que les indique con precisión los programas., las asignaturas, las técnicas didácticas. Se equivocan al formular la
pregunta, no debería preocuparse por como debe enseñarse en la escuela, sino por como debe ser uno para poder enseñar.
Con estas palabras presentes en mi mente esta mañana he hecho mi lección. Té adjunto el informe del “primer día como una semilla”,
que he escrito al volver de la escuela. Ya es tarde y hoy no he hecho otra cosa que escribir, quizá demasiado; pero desahogarme me ha
sentado bien. Te mandare los otros informes aproximadamente al final de cada mes.

MARIO LODI.

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