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Universidad de Carabobo

Facultad de Ciencias de la Salud


Escuela de Medicina
Cátedra de Historia de la Medicina

MEDICINA COMO ARTE,


TÉCNICA Y CIENCIA
EXPERIMENTAL

Autor: Aixa Osorio


Valencia, 15 de agosto de 2022
¿Qué describe el origen de la medicina y cómo se
representa al ser una ciencia, un arte y una técnica
experimental?

Se remonta hace unos 6.000 años como aparecieron entre el Tigris y el


Éufrates las primeras civilizaciones humanas donde albergaban
conocimientos médicos; Sin embargo, en Mesopotamia ya existía un gran
conocimiento médico, de hecho, en el Códice de Hammurabi ya hay una
referencia muy intensa a la práctica de los médicos y sus métodos de
curación, donde la enfermedad era considerada un castigo de los dioses
por un acto impuro, y sus métodos tenían más que ver con sus creencias
religiosas que con la ciencia misma. Los primeros eslavos verdaderamente
científicos comenzaron a desarrollarse en la civilización egipcia, donde
Heródoto del antiguo Egipto escribió que para cada enfermedad había un
médico, si bien era cierto que estos tenían una visión teológica de la
enfermedad, fueron ellos quienes la iniciaron para buscar explicaciones
científicas, para establecer los síntomas y dar el origen de la medicina. La
medicina griega y romana también dio un gran impulso a la humanidad.
Algunos de los médicos más famosos de la historia de la humanidad
vivieron en estos siglos. Por otro lado, la aportación de Hipócrates, las
teorías de Galeno o Pérgamo sirvieron como base esencial de la medicina
occidental durante más de 1.000 años.

Es importante decir que la medicina como una ciencia ante la sociedad, se


encuentra dirigida por la responsabilidad que requiere validar todos los
resultados que se obtienen, para posteriormente aplicarlo en la actividad
práctica. Se requiere que la misma sea verificada con la experiencia;
también se requiere que dichos resultados arrojados sean además de
verificables, lo bastante generalizables, estables y confiables que puedan
mantenerse en un largo plazo.

Según De intentione medicorum Arnau de Vilanova pone las bases de su


epistemología médica al plantearse si la medicina es una ciencia o una
técnica, donde el resultado arrojó que el médico es un técnico práctico que
se mantiene guiado por los sentidos y por lo tanto debe centrarse en el
conocimiento de los particulares perceptibles que sean útiles para la
curación, dejando de lado todo aquello que pueda ser considerado una
distracción, en contraste con el filósofo natural, que busca la comprensión
general de los procesos naturales y su causa primera. Sin embargo, este
mismo autor en el Speculum medicine (c. 1308), termina considerando a la
medicina como una ciencia que busca conocer las disposiciones del cuerpo
humano como cuerpo mejorable, curable y sanable, conservar la salud que
ya tiene o recuperar la que ha perdido en cuanto sea posible. A su vez,
dividió la medicina en dos partes fundamentales: la teórica y la práctica,
donde la teórica estudia las disposiciones del cuerpo en la medida que es
necesario para llevar a cabo una tarea, y la práctica se encarga de mostrar
la manera correcta de actuar según las necesidades que la teórica le
indique.

No obstante, Mario Bunger filósofo de Buenos Aires – Argentina, comenta


que la medicina como cualquier otra disciplina, puede ser vista como una
actividad o como un cuerpo de conocimientos. En ambos casos puede
considerársela como ciencia, como técnica, como arte o como una
combinación de todas. Por otra parte, el famoso médico canadiense William
Osler, asegura que “la práctica de la medicina es un arte basado en la
ciencia”, donde una de las características del proceso científico es el intento
de desarrollar normas generales cuya veracidad o falsedad se pueden
testar empíricamente. Esto apoya que cuando acudimos a un médico y
nuestra salud o vida está en juego, lo que más nos importan son sus
conocimientos científicos y sus habilidades técnicas. Sin embargo, no
deberíamos subestimar la importancia del componente arte de la práctica
médica.

En el contexto médico, el término arte no se refiere a la creación de un


objeto estético como, por ejemplo, un cuadro, una escultura, un dibujo, una
historia o un poema. Se refiere, en cambio, al proceso sutil, complejo y
bastante misterioso involucrado en la aplicación de los conocimientos
científicos de la medicina y las leyes universales de la fisiología y la
patología a las circunstancias únicas de cada caso individual, teniendo en
cuenta que el objetivo principal de la medicina es tratar pacientes, no
enfermedades como tales, y que cada individuo como paciente es una
persona humana con su propia historia, complicaciones, sentimientos y
necesidades afectivas.

Como citó el mismo William Osler, “es mucho más importante saber qué
tipo de paciente tiene una enfermedad que saber qué tipo de enfermedad
tiene el paciente”. Asimismo, el arte de la medicina se adquiere a través de
la experiencia práctica, bajo la tutela y guía de un practicante
experimentado en el tema. Lejos de ser una desventaja desfavorable, como
puede ser en el caso de las ciencias experimentales, la capacidad de
empatizar y de formar un lazo emocional con el paciente es imprescindible
para que el médico pueda realizar una medicina que satisfaga a todos los
involucrados.
Eso es un indicativo de lo importante que es cuando el médico ya no tiene
nada más que ofrecer al paciente en cuanto a tratamientos técnicos,
cuando se hayan agotado todas las posibilidades farmacológicas o
quirúrgicas, siempre queda el apoyo humano y afectivo asociado con la
práctica humanística del arte de la medicina.

En medicina, surge una dimensión interpersonal desde dónde se forja la


atmósfera terapéutica, ingrediente fundamental para el logro de una
medicina efectiva. Es precisamente en dicha atmósfera dónde reside el
componente artístico del acto médico. Según los entendidos, el arte posee
dos objetivos muy claros y fundamentales: transmitir sentimientos y
emociones, y despertar la magia interior. Ambos objetivos artísticos
impregnan a diario la actividad médica asistencial. La transmisión de
sentimientos y emociones está presente cuando el médico logra a través de
su actitud que el paciente perciba el afecto que éste le profesa y el interés
que tiene en ayudarlo. Esta situación fortalece la relación médico-paciente,
que facilita la confianza del enfermo y su adherencia a los consejos y las
prescripciones de su terapeuta.

Los mecanismos cognitivos empleados por los médicos en el proceso


diagnóstico varían en función del nivel de experiencia del médico y la
complejidad de cada caso., donde los médicos y las enfermeras desarrollan
su actividad y asumen su responsabilidad ante el enfermo que sufre, en la
mayoría de los casos, valiéndose de su experiencia y de una ‘ética’ que
afortunadamente aún se mantiene bastante próxima a la frónesis de
Aristóteles y a la sabiduría, a la prudencia y al sentido común de Tomás de
Aquino.

Tal como afirmó Hipócrates, el ejercicio de la medicina se asimila al del


arte: ‘El oficio es duro y el arte difícil’. La medicina se basa en la ciencia,
que tiene que probar y comprobar, que es fría, estricta y precisa, y no tiene
sensaciones. El arte expresa emociones y sentimientos, es amplio y carece
de límites. El científico debe ser exacto y seguro, sin derecho al titubeo; el
artista, en cambio, se desenvuelve dentro de la amplitud, la
condescendencia y confiere a su actuación un estilo. Existe una ciencia
médica; sin embargo, la práctica médica, la aproximación del conocimiento
científico al paciente, precisa del arte médico como el vehículo y el estilo
necesario para su buena aplicación.

Esto aloja como resultado el hecho de que la medicina como una ciencia
que para ser útil requiere mucho del arte del médico para empatizar con el
paciente, donde ese arte hace ver con singularidad a cada ser humano.
En cuanto a los métodos científicos y las técnicas desarrolladas en las
ciencias básicas que se aplican y van evolucionando eventualmente con las
ciencias médicas, con el paso del tiempo, éstas se van perfeccionando. Por
consiguiente, los padres de la medicina moderna eran hombres de ciencia y
filósofos cuyo intelecto se extendía más allá de la medicina. Pensadores
como Galeno, Avicena, Maimónides, Pasteur, Ramón y Cajal, Lister,
Fleming y muchos otros demuestran la necesidad de implementar el
conocimiento de las ciencias básicas a la práctica de la medicina y resaltan
la importancia del rigor científico a la hora de implementar tratamientos
innovadores.

En términos generales y gracias al desarrollo de la informática, el


conocimiento humano crece de manera exponencial a un ritmo tan rápido
que hace imposible que un individuo pueda tener dominio de tan distintas
disciplinas como lo pudieron tener nuestros predecesores. La colaboración
entre el médico y el científico, la industria y la academia resulta
imprescindible en el mundo moderno. Esto se demuestra en la complejidad
de las nuevas técnicas de radiología y de cirugía mínimamente invasivas
que permiten diagnosticar y tratar distintas patologías con cada vez mayor
precisión y menos trauma para el paciente. Ejemplos recientes son los
métodos de diagnóstico por imágenes que brindan cada vez mayor detalle o
los métodos terapéuticos y múltiples alternativas quirúrgicas como serían la
cirugía laparoscópica robotizada, entre otras.

Para que este proceso funcione se necesita la colaboración constante entre


el clínico, el científico y la industria, y que los médicos mantengan la mente
abierta a la innovación. Siendo un deber frente al paciente facilitar e
implementar nuevas y mejores alternativas de tratamiento y, a su vez,
controlar costos y recursos, teniendo siempre como objetivo el beneficio y la
facilidad del paciente. Este ha sido uno de los retos desde tiempos
inmemoriales y ha de continuar siéndolo indefinidamente.

Para terminar y citando a William Osler, quien, en el año 1903, en una


conferencia ante sus alumnos sobre ‘La palabra clave en medicina’ decía:
‘Más que ningún otro, el médico puede ilustrar la segunda gran lección, que
no estamos aquí para sacar de la vida cuanto más podamos para nosotros
mismos, sino para intentar que la vida de los demás sea más feliz. Es
imposible que nadie tenga mejores oportunidades para vivir esta lección,
que las que vosotros vais a disfrutar’. (...) ‘La práctica de la medicina es un
arte, no un comercio; una vocación, no un negocio; una vocación en la que
hay que emplear el corazón igual que la cabeza. Con frecuencia lo mejor de
vuestro trabajo no tendrá nada que ver con pociones y polvos, sino con el
ejercicio de la influencia del fuerte sobre el débil, del justo sobre el malvado,
del prudente sobre el necio…’ Y concluía, ‘Se ha hecho mucho, pero
mucho queda por hacer; un camino ha sido abierto, y las posibilidades para
el desarrollo científico de la medicina parece que no tuvieran límite. Excepto
en su aplicación, como médicos generales, no tendréis mucho que ver con
esto. Vuestro es un deber más alto y sagrado. No penséis en encender una
luz que brille ante los hombres para que puedan ver vuestras buenas obras;
al contrario, pertenecéis al gran ejército de trabajadores callados, médicos y
sacerdotes, monjas y enfermeras, esparcidos por el mundo, cuyos
miembros no disputan ni gritan, ni se oyen sus voces en las calles, sino que
ejercen el ministerio del consuelo entre la tristeza, la necesidad y la
enfermedad’.

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