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HISTORIA DE LA MEDICINA EN LA EPOCA INCAICA

ORIGEN, INTERPRETACIÓN Y EXPLICACIÓN DE LA ENFERMEDAD.


La medicina que practican las sociedades indígenas es la llamada “medicina mágica”, donde
hechicería, chamanismo y brujería ser mezclan. Esta medicina será el resultado de la suma de
diversos aspectos de la cultura inca tales como la religión, el arte, las leyes, las supersticiones,
etc. El caso inca es más complicado que otras religiones andinas ya que la complejidad
alcanzada gracias a su condición de imperio también se veía reflejada en la medicina y las
creencias religiosas.
Nuestros conocimientos sobre la medicina incaica en la época anterior a la conquista son
escasos debido a que carecían de tradición escrita autóctona. Lo que se sabe se ha reconstruido
sobre todo a partir de lo que relataron los cronistas, los cuales constituyen la fuente de
información más precisa y detallada de las prácticas médicas y los especialistas rituales que las
llevaban a cabo. También podemos rastrear en el tiempo diversas enfermedades gracias al
estudio de los restos óseos hallados (esqueletos o huesos aislados) y los testimonios
arqueológicos (instrumental médico, objetos asociados a prácticas médicas y religiosas, etc.).
Por otra parte, podemos deducir de las observaciones en grupos actuales, que aún conservan
remedios, conocimientos
y procedimientos ancestrales que sobreviven en la medicina popular de un modo más o menos
parecido al que debió darse en época pre-colonial. Gracias a todo esto podemos deducir que la
medicina inca prehispánica presentó las características fundamentales de la llamada medicina
indígena, a base de magia, empirismo, conocimiento profundo del alma y del cuerpo y prácticas
quirúrgicas de necesidad inmediata. Tanto la enfermedad como la muerte constituían para ellos
hechos que necesitaban una explicación divina o sobrenatural.
La mentalidad de los incas era de naturaleza mítica, pues considera espiritualizada toda la
naturaleza y el cosmos visible y sensible, sin que para ellos exista separación entre los hechos
naturales y los extranaturales, pues estos últimos se continúan, se completan,
confunden y conviven con los naturales7. La religión y la magia presentan una vinculación tan
estrecha que es difícil establecer dónde termina una y comienza la otra. Pero para los incas, la
función primordial de la práctica de la magia fue la medicina.
La salud física, mental y moral la lograba el runa (“ser humano” en quechua) andino
equilibrando sus actos, para lo cual procuraba desenvolverse armoniosamente en su entorno. En
consecuencia, dentro de ese criterio, las enfermedades, según sus concepciones y mentalidades,
sólo se generaban: primero, por actos de brujería o hechicería, motivados por rivalidades
locales o conflictos intrafamiliares. Y segundo, como castigo infringido por una divinidad o ser
sobrenatural debido a un difunto olvidado, un sortilegio maléfico o un acto no favorable a los
espíritus o a alguna entidad tutelar.
A las primeras se las consideraba curables gracias a la habilidad del hampicamayoc
(curandero/médico), pero a las causadas por la voluntad de las divinidades se las consideraba
difíciles de curar. Las primeras, por tanto, ponían de manifiesto las discordias entre los
individuos y/o familias, mientras las otras buscaban la paz social.
Para los incas la enfermedad era determinada por una fuerza oculta que había extraído del
organismo el alma, o una parte de ella, es decir, la enfermedad era considerada por ellos como
el producto de un agente invisible e intangible concebido de diversas maneras. Por ello su
sistema de curación tenía dos objetivos principales: en primer lugar alejar la causa del mal
recurriendo a procedimientos mágicos, y, en segundo lugar, combatir los síntomas por medio
de ofrendas y remedios.

El panteón médico se centraba en la potencia divina de Pachacamac y Viracocha, y otras


entidades. Los espíritus malignos eran acusados de ser portadores de enfermedades. La
advocación de las fuerzas divinas para curar se realizaban en los lugares sagrados llamados
huacas. Con este término se designaba a todo aquello que los incas consideraban sagrado como
divinidades, ídolos, templos, momias, tumbas, lugares, etc.
Además, existían enfermedades comunes que estaban sujetas al clima 8 siendo habituales en las
zonas frías los catarros, las afecciones pulmonares y reumatismos; y en los parajes cálidos la
enfermedad más común es la fiebre intermitente que se convierte en
epidemia al poco tiempo gracias al clima caluroso que facilita su propagación. A este tipo de
afecciones se les atribuía una causa sobrenatural derivada de la pérdida de calor. La unidad
dialéctica fundamental consistía en la polaridad frío-calor y en el registro de sus cambios. Todo
se clasificaba según su calor o su frío. El hombre participaba de esas dos propiedades y algunos
órganos eran más calientes que otros. Esta división dual respecto a la integridad corporal del
hombre, de la enfermedad, de los alimentos y de los medicamentos aún se proyecta hasta
nuestros días. Para combatirlo era necesario aplicar remedios calientes y realizar diversos
rituales y actos para subir la temperatura tanto del individuo en cuestión como de la habitación
en la que se encontrase. De tal forma que los medicamentos poseían sus propiedades térmicas y
eran utilizados en función de las características de las enfermedades siguiendo esta polaridad
fundamental. Las enfermedades podían dividirse en dos grandes grupos:

Enfermedades producidas por acción de espíritus, huacas y causas sobrenaturales. Podían


actuar los espíritus por sí solos, sin necesidad de un especialista que llevase a cabo la acción. Al
afectar a la persona, se producían enfermedades variadas como la captura de la sombra (alma
humana)9 del individuo, que se traduce en problemas físicos y psíquicos.

Enfermedades producidas por los hombres. Producidas por operaciones mágicas


realizadas por un individuo que pretendía ejercer daño sobre otro con el fin de provocar
desórdenes orgánicos y psíquicos, enfermedades permanentes o mala suerte (pérdidas
económicas, familiares etc.). Las patologías incas eran amplias, desde fiebres a reumatismo,
pasando por la viruela en época colonial. También estuvieron afectados de muchas
enfermedades en el aparato respiratorio, enfermedades de la piel, en el aparato urinario,
diversas hemorragias internas y en el aparato digestivo. Evidencias de ello han quedado
constatadas en los huesos de los cuerpos encontrados. Todos estos síntomas y males eran
interpretados como un castigo debido a una ofensa a una entidad tutelar al espíritu de un
antepasado. El castigo se realizaba mediante la extracción del alma o de una parte de ella lo que
derivaba en una enfermedad.

TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD.

El tratamiento, al igual que el diagnóstico, debía ser de la misma naturaleza que la enfermedad,
es decir, de carácter mágico. Las entidades negativas antes mencionadas actuarían como un
cuerpo extraño que “robaría” el alma o parte de ella al individuo, y por tanto, la enfermedad era
tratada asociando la magia a la extracción de succión y sobamiento. Para tratar los males del
enfermo crearon todo un cuerpo de medicamentos, remedios y prácticas que fueron
suministrados por la flora. Uno de los cronistas más importantes para el estudio de los incas es
el Inca Garcilaso de la Vega, que dice en sus Comentarios que “los indios eran en el tiempo de
los Incas grandes herboristas, de muchas yerbas conocían sus virtudes y transmitían su saber,
por tradición, a sus hijos”10.
Para llevar a cabo la curación, el especialista ritual empleaba diversas plantas autóctonas para
propiciar el contacto con el mundo sobrenatural. El curandero era capaz, además de la
búsqueda y preparación de las plantas necesarias, su uso y aplicación mágica, es decir, es capaz
de manipular mágicamente las virtudes de
diversas yerbas. Además, el lugar donde crecía la planta determinaba en parte sus capacidades
y virtudes, y el curandero estaba obligado a conocerlo. Por tanto, las plantas eran
terapéuticamente eficaces por su propio poder y por el lugar en el que crecían. Las virtudes
también estaban relacionadas con la fase lunar en la que eran recolectadas, especialmente las
alucinógenas. La recogida de las yerbas se basaba en una tradición adquirida, por tanto, era el
especialista ritual el que sabía dónde y cuándo era el mejor momento para ello. Su poder
mágico actuaba como catalizador de los podres de planta y los concentraba en el paciente.

Por otra parte, eran de uso muy frecuente los alucinógenos11 como planta medicinal, los cuales
requieren un tratamiento especial debido a sus usos y resultados. Los alucinógenos tenían
escasas propiedades curativas y no eran empleados para la curación como tal, sino que eran el
vehículo que tenía el especialista ritual para acceder al mundo mítico, para espantar a las
entidades negativas que provocaban la enfermedad. El uso de este tipo de sustancias no era
totalmente necesario, pero era una importante ayuda para el ejercicio de la curación de
enfermedades.
Siempre se elegían plantas cuyo efecto fuese alucinógeno ya que las diversas reacciones
químicas que producen en el cuerpo humano generan una amplia capacidad creativa para
establecer ese contacto con el ámbito mítico. También eran aplicados a los pacientes como
medio desinflamante o analgésico para frenar sus dolores en algunas ocasiones. Eran
empleados para combatir la fatiga, disminuir la sensibilidad, alejar a los espíritus peligrosos etc.
La coca, la chicha y otras sustancias fueron empleadas constantemente por los indígenas en sus
ceremonias y ritos para procurarse un mundo de fantasía y ensueño y como remedio para
ciertos males. La chicha era utilizada como ofrenda a las huacas y como anestésico en
operaciones de cirugía.
Además, pudieron hacer pequeñas intervenciones quirúrgicas, curar fracturas y luxaciones y
suturar heridas, a base de diversas plantas y herramientas como cuchillos y agujas. Si hay una
práctica que destaca en los trabajos sobre cirugía en la América prehispánica ésa es sin duda
alguna la trepanación craneana, que por su complejidad técnica y su delicadeza muchas veces
ha valido a los pueblos que la practicaron el calificativo de “alta cultura”. «Es necesario recurrir
a la iconografía para ampliar nuestro conocimiento sobre instrumental quirúrgico, siendo así
como el tumi (Figura 1), a pesar de la controversia en torno a su verdadera utilidad, se ha
convertido en pieza clave. Con una forma de media

luna enmangada en forma de T, el tumi resulta más similar a un hacha que a un cuchillo.
Fabricados en bronce, se trata de elementos de gran dureza y a los que podía aplicarse un filo
extremadamente cortante12». Los curanderos incaicos los utilizaban para esta práctica y con
ellos realizaban incisiones de diversos tamaños y formas: cuadrangulares, poligonales,
circulares, ovaladas etc.
Las muestras arqueológicas revelan que muchos de los individuos tratados con esta práctica
sucumbieron al instante o poco después de realizar la trepanación, pero en otros queda
constatada la supervivencia de la persona durante meses e incluso años. Algunos autores, como
Ramón Pardal (1988) o Fiz Antonio Fernández (1977), coinciden en atribuir a esta práctica
funciones terapéuticas motivadas por cuatro lesiones: fracturas en el cráneo, heridas en el
hueso, osteoporosis y lesiones sin cicatrizar. Además, su propósito también fue el de eliminar
fragmentos de huesos o armas, que quedaban incrustadas en el cráneo tras accidentes o
enfrentamientos bélicos. Para mitigar los dolores de este proceso utilizaron plantas como la
coca y bebidas como la chicha. Ambas fueron empleadas como analgésico o como una especie
de “anestesia incipiente”. La antropología actual no cuenta con los medios para llegar a
establecer ratios fiables de cráneos trepanados.
«Hay que tener en cuenta que la trepanación no fue una práctica tan usual al tiempo de la
conquista como pudiera haberlo sido en el pasado. Se había circunscrito a las inmediaciones de
Cuzco y el área centro-oriental del actual departamento de Lima, y, a consecuencia de lo
anterior, por implicar un elevado grado de ritualismo y quizás por

Por otro lado, cabe mencionar el llamado “principio de participación terapéutica 14” que consiste
en la influencia de que diversos objetos ejercerían sobre otro, por la única razón de semejarse
en la forma. De este modo, una planta que tenga la forma de un órgano en concreto servirá para
curar sus enfermedades porque participa de su forma. Lo mismo ocurrirá con parte de animales
que se caractericen por su agudeza de visión, oído o por su fortaleza, ya que serán empleadas
por la terapéutica.

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