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TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD.
El tratamiento, al igual que el diagnóstico, debía ser de la misma naturaleza que la enfermedad,
es decir, de carácter mágico. Las entidades negativas antes mencionadas actuarían como un
cuerpo extraño que “robaría” el alma o parte de ella al individuo, y por tanto, la enfermedad era
tratada asociando la magia a la extracción de succión y sobamiento. Para tratar los males del
enfermo crearon todo un cuerpo de medicamentos, remedios y prácticas que fueron
suministrados por la flora. Uno de los cronistas más importantes para el estudio de los incas es
el Inca Garcilaso de la Vega, que dice en sus Comentarios que “los indios eran en el tiempo de
los Incas grandes herboristas, de muchas yerbas conocían sus virtudes y transmitían su saber,
por tradición, a sus hijos”10.
Para llevar a cabo la curación, el especialista ritual empleaba diversas plantas autóctonas para
propiciar el contacto con el mundo sobrenatural. El curandero era capaz, además de la
búsqueda y preparación de las plantas necesarias, su uso y aplicación mágica, es decir, es capaz
de manipular mágicamente las virtudes de
diversas yerbas. Además, el lugar donde crecía la planta determinaba en parte sus capacidades
y virtudes, y el curandero estaba obligado a conocerlo. Por tanto, las plantas eran
terapéuticamente eficaces por su propio poder y por el lugar en el que crecían. Las virtudes
también estaban relacionadas con la fase lunar en la que eran recolectadas, especialmente las
alucinógenas. La recogida de las yerbas se basaba en una tradición adquirida, por tanto, era el
especialista ritual el que sabía dónde y cuándo era el mejor momento para ello. Su poder
mágico actuaba como catalizador de los podres de planta y los concentraba en el paciente.
Por otra parte, eran de uso muy frecuente los alucinógenos11 como planta medicinal, los cuales
requieren un tratamiento especial debido a sus usos y resultados. Los alucinógenos tenían
escasas propiedades curativas y no eran empleados para la curación como tal, sino que eran el
vehículo que tenía el especialista ritual para acceder al mundo mítico, para espantar a las
entidades negativas que provocaban la enfermedad. El uso de este tipo de sustancias no era
totalmente necesario, pero era una importante ayuda para el ejercicio de la curación de
enfermedades.
Siempre se elegían plantas cuyo efecto fuese alucinógeno ya que las diversas reacciones
químicas que producen en el cuerpo humano generan una amplia capacidad creativa para
establecer ese contacto con el ámbito mítico. También eran aplicados a los pacientes como
medio desinflamante o analgésico para frenar sus dolores en algunas ocasiones. Eran
empleados para combatir la fatiga, disminuir la sensibilidad, alejar a los espíritus peligrosos etc.
La coca, la chicha y otras sustancias fueron empleadas constantemente por los indígenas en sus
ceremonias y ritos para procurarse un mundo de fantasía y ensueño y como remedio para
ciertos males. La chicha era utilizada como ofrenda a las huacas y como anestésico en
operaciones de cirugía.
Además, pudieron hacer pequeñas intervenciones quirúrgicas, curar fracturas y luxaciones y
suturar heridas, a base de diversas plantas y herramientas como cuchillos y agujas. Si hay una
práctica que destaca en los trabajos sobre cirugía en la América prehispánica ésa es sin duda
alguna la trepanación craneana, que por su complejidad técnica y su delicadeza muchas veces
ha valido a los pueblos que la practicaron el calificativo de “alta cultura”. «Es necesario recurrir
a la iconografía para ampliar nuestro conocimiento sobre instrumental quirúrgico, siendo así
como el tumi (Figura 1), a pesar de la controversia en torno a su verdadera utilidad, se ha
convertido en pieza clave. Con una forma de media
luna enmangada en forma de T, el tumi resulta más similar a un hacha que a un cuchillo.
Fabricados en bronce, se trata de elementos de gran dureza y a los que podía aplicarse un filo
extremadamente cortante12». Los curanderos incaicos los utilizaban para esta práctica y con
ellos realizaban incisiones de diversos tamaños y formas: cuadrangulares, poligonales,
circulares, ovaladas etc.
Las muestras arqueológicas revelan que muchos de los individuos tratados con esta práctica
sucumbieron al instante o poco después de realizar la trepanación, pero en otros queda
constatada la supervivencia de la persona durante meses e incluso años. Algunos autores, como
Ramón Pardal (1988) o Fiz Antonio Fernández (1977), coinciden en atribuir a esta práctica
funciones terapéuticas motivadas por cuatro lesiones: fracturas en el cráneo, heridas en el
hueso, osteoporosis y lesiones sin cicatrizar. Además, su propósito también fue el de eliminar
fragmentos de huesos o armas, que quedaban incrustadas en el cráneo tras accidentes o
enfrentamientos bélicos. Para mitigar los dolores de este proceso utilizaron plantas como la
coca y bebidas como la chicha. Ambas fueron empleadas como analgésico o como una especie
de “anestesia incipiente”. La antropología actual no cuenta con los medios para llegar a
establecer ratios fiables de cráneos trepanados.
«Hay que tener en cuenta que la trepanación no fue una práctica tan usual al tiempo de la
conquista como pudiera haberlo sido en el pasado. Se había circunscrito a las inmediaciones de
Cuzco y el área centro-oriental del actual departamento de Lima, y, a consecuencia de lo
anterior, por implicar un elevado grado de ritualismo y quizás por
Por otro lado, cabe mencionar el llamado “principio de participación terapéutica 14” que consiste
en la influencia de que diversos objetos ejercerían sobre otro, por la única razón de semejarse
en la forma. De este modo, una planta que tenga la forma de un órgano en concreto servirá para
curar sus enfermedades porque participa de su forma. Lo mismo ocurrirá con parte de animales
que se caractericen por su agudeza de visión, oído o por su fortaleza, ya que serán empleadas
por la terapéutica.