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JUEZ:

Dios (2 Tes 1,5). Dios es la verdad, la verdad Dios, es persona. Una verdad juzgadora,
definitiva, solo puede darse, si tiene carácter divino: Dios es juez en la medida que es la
verdad misma. Y si Dios se hizo hombre, es en éste que es él mismo la medida del hombre.
Es decir, la verdad que juzga al hombre, ha aparecido para salvarlo. Pues se ha puesto en
lugar del hombre, dándole una verdad especial: la verdad de ser amado por la verdad.
Cristo (Mt 25,31-46) no condena a nadie, él es pura salvación. la perdición no la impone
Cristo sino que se da donde el hombre se ha quedado lejos de él; la perdición se debe a la
permanencia en lo propio. Su Palabra como oferta de salvación, pondrá de manifiesto que
fue el condenado el que puso la frontera y se separó de la salvación.
los Doce (Mt 19,28) ellos se sentarían, cuando llegara la regeneración, sobre doce tronos y
juzgarían a las doce tribus de Israel.
El hombre sujeto del juicio: el hombre es quien se convierte en juicio para sí mismo.
pues es el único que puede poner trabas a la salvación.
Los fieles: nuestro destino depende de nuestra relación con su cuerpo y sus miembros
sufrientes. Es en este sentido que decimos que juzgarán los fieles.
MUERTE: El juicio consiste en la caída de las máscaras que implica la muerte. El juicio es
en sencillamente la verda misma, su revelación.
LUGAR: En el presente de esta vida en la decisión que se toma por la fe o la incredulidad
(Jn 3,17 s; 9,39; 12,47s.) no quiere decir que se suprima el juicio final
JUICIO PARTICULAR Y UNIVERSAL: Con la muerte se decide la definitiva verdad del
hombre, será algo nuevo cuando se haya purgado totalmente toda culpa del mundo, y reciba
su puesto en el conjunto de manera definiva. Y así este conjunto llegue a la meta. Pero este
llegar no es algo exterior, sino que le afecta y concierne del modo más íntimo.
HIPÓTESIS DE LA DECISIÓN FINAL
- Glorieux y luego L. Boros. La muerte es el lugar preferido por excelencia para
hacerse consciente, para la libertad, el encuentro con Dios y la decisión sobre el
destino eterno.
- Tomás de Aquino, sentencia de Juan Damasceno: “La muerte es para el hombre lo
que la caída fue para los ángeles”.

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