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«Tengo sed».

Juan 19:28

Estoy cansado», suspiró. Así que se detuvo. «Anda tú adelante y consigue la comida. Yo
descansaré aquí». Él estaba cansado. Los huesos se hacían sentir. Sus pies estaban
inflamados, hinchados y heridos. Su cara estaba caliente. El sol del mediodía era calcinante.
Él quería descansar. Por lo tanto, se detuvo en el pozo, despidió a sus discípulos, se estiró un
poco
y se sentó. Pero antes de que pudiera cerrar sus ojos, he aquí que vino una mujer
samaritana. Estaba sola. Tal vez eran las bolsas debajo de sus ojos o la manera en que ella se
detuvo lo que hizo que Él se olvidara de cuan agotado estaba. «Cuan extraño que ella
estuviera aquí al mediodía».
«Tengo sueño. Estiró los brazos. Bostezó. Había sido un largo día. La multitud había sido
grande; tan grande que predicando en la playa había probado que era una ocupación muy
dura, así que había enseñado desde el borde de un barco de pesca. Y ahora la noche había
caído, y Jesús tenía sueño. «Si a ustedes no les importa, muchachos, voy a dormir un poco».
Y así lo hizo. En una noche cubierta de nubes en el mar de Galilea, Dios se fue a dormir.
Alguien le alcanzó una almohada y Él se fue al punto más seco del barco y se acostó a
dormir. Tan profundo era su sueño que el trueno no lo despertó. Ni lo hizo el bamboleo del
bote. Ni lo hizo el salpicar salado de las olas sacudidas por la tormenta. Solamente los gritos
ahogados de algunos discípulos podían penetrar en su sueño.
«Estoy enojado». Él no tuvo que decirlo; usted podía verlo en sus ojos. La cara roja. Las
venas hinchadas. «¡Yo no voy a tolerar esto nunca más!» Y lo que era un templo se convirtió
en una desigual pelea de taberna. Lo que hasta ahí había sido un día normal en el mercado
llegó a ser un tumulto de un hombre. Y lo que era una sonrisa en el rostro del Hijo de Dios
llegó a ser un gesto de disgusto. «¡Fuera de aquí!» La única cosa que voló más alto que las
mesas fueron los pichones buscando su camino hacia la libertad. Un enojado Mesías dejó en
claro su punto: «¡No continúen haciendo dinero de la religión, o Dios hará piel de vaca de
ustedes!»
Estamos endeudados con Mateo, Marcos, Lucas y Juan por incluir estos rasgos de
humanidad. Ellos no tenían que hacerlo, ustedes saben. Pero lo hicieron —y en el tiempo
preciso.
Así como su divinidad es irreprochable, su santidad intocable y cuando su perfección llega a
ser inimitable, suena el teléfono y una voz murmura: «Él era humano... no lo olviden... Él
tenía carne».
Justamente en el preciso momento se nos recuerda que Aquél al cual oramos conoce
nuestros sentimientos. Conoce la tentación. Se ha sentido desanimado. Ha tenido hambre,
sueño y cansancio. Sabe lo que nosotros sentimos cuando suena el reloj de alarma. Sabe lo
que nosotros sentimos y cómo nos sentimos cuando nuestros hijos quieren diferentes cosas
al
mismo tiempo. Él asiente con su cabeza en señal de entendimiento cuando oramos
enojados. Él se conmueve cuando decimos que hay más que hacer que lo que puede ser
hecho. Sonríe comprensiblemente cuando confesamos nuestra fatiga. Pero estamos más
endeudados con Juan por incluir el versículo 28 del capítulo 19. Dice, simplemente: «Tengo
sed».
Ese no es el Cristo. Ese es el sediento. Es el carpintero. Y esas son palabras de humanidad en
medio de la divinidad. Esta frase nos da el bosquejo preparado de nuestro sermón. Las otras
seis afirmaciones son más de «carácter». Son gritos que nosotros esperaríamos: perdonar a
los pecadores, prometer el paraíso, cuidar a su madre, aun el grito «Dios mío. Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?» es uno de poder. Pero, «¿tengo sed?
Justamente cuando teníamos ya todo figurado. Precisamente cuando la cruz estaba toda
empacada y definida. Cuando el manuscrito estaba finalizado. Cuando habíamos inventado
todas aquellas bonitas palabras terminadas en «ción» —santificación, justificación,
propiciación y purificación. Justamente cuando pusimos nuestra gran cruz dorada en la
cadena de oro. Él nos recuerda que el verbo se hizo carne.
Él quiere que nosotros recordemos que también era humano. Y quiere que nosotros
conozcamos que también conocía la fatiga que viene con los días largos. Él quiere que
nosotros recordemos que nuestra chaqueta de trabajo no usa chalecos a prueba de balas o
guantes de caucho o un impenetrable traje de armadura. No; fue el pionero de nuestra
salvación, a través del mundo que usted y yo encaramos diariamente.
Él es el Rey de reyes, el Señor de señores y la Palabra de Vida. Más que nunca Él es la estrella
de la mañana, el cuerno de la salvación, y el Príncipe de paz.
Pero hay algunas horas cuando somos restaurados recordando que Dios se hizo carne y
habitó entre nosotros. Nuestro Maestro sabía que esto significaba ser un carpintero
crucificado que tuvo sed, pero al final, se sentía a rebosar del deseo de salvar nuestras vidas
“Sed Tengo” decía el Hombre mientras se aferraba al padre. Si bien no somos de metal y
antibalas, pese a nuestra sed, podemos confiar que el padre está ahí cubriendo todo aquello
que nos ha prometido, todo esto, aunque el pozo este seco, aunque no haya lluvia, aunque
tengamos sed…

Oscar Josué Roa Moreno


Cuaderno de Exegesis del Nuevo Pacto
“Hagase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo”

Hay una escena relatada en la biblia que, de no ser tan común hoy en día, podría hasta ser cómica. a.
Dos apesadumbrados tipos regresan a su hogar en Emaús arrastrando los pies. Por lo alicaído que
estaban nunca pensarías que era el domingo de resurrección. Por el aspecto de sus rostros podría
pensarse que Jesús aún estaba en la tumba. «Nosotros teníamos la esperanza de que Él fuese el
libertador de la nación de Israel», se lamentaban (Lucas 24.21).

¡Como si no lo hubiera hecho! ¿Cómo pueden estar tan cerca de Jesús y no darse cuenta? Jesús
acaba de libertar al mundo, ¿y ellos se quejan de Roma? Jesús vino a ocuparse del pecado y la
muerte, ¿y ellos quieren que se ocupe de César y los soldados? Jesús vino a librarnos del infierno, ¿y
ellos quieren liberarse de los impuestos? ¡Hablan de falta de comunicación! ¡Se perdieron la
revolución! Y todo radica en la falta de comunicación. Y realmente, nosotros hemos vivido mucho
tiempo sin esa comunicación tan genuina y fluida.

Ellos también se habían perdido cierta información. También estaban confundidos. Sin embargo, se
habían perdido más que un memorándum en una reunión de comité. No habían captado el
significado de la muerte de Jesús. Lo que debía ser para ellos un día de gozo, era un día de
desesperación. ¿Por qué? No sabían entender la voluntad de Dios.

No están solos. Más de uno de nosotros ha pasado horas ante el monitor de la vida preguntándose
qué dirección debe tomar. Sabemos que Dios tiene una voluntad para nosotros. «Yo sé los planes
que tengo para vosotros, planes para vuestro bienestar y no para vuestro mal, a fin de daros un
futuro lleno de esperanza» (Jeremías 29.11). Dios tiene un plan y el plan es bueno. Nuestra pregunta
es: ¿Cómo puedo tener acceso a él? Al parecer otras personas reciben dirección; ¿cómo puedo
recibirla yo? Una de las mejores maneras de responder esta pregunta es estudiando la historia de los
dos confundidos discípulos del camino a Emaús. No sé de un momento mejor para responder estas
preguntas cuando oramos: «Hágase tu voluntad»

deseo imperioso». En el estudio es donde aprendemos lo que Dios desea. ¿Cuál es su corazón? ¿Su
pasión? Quiere que tú lo sepas. ¿Esconderá Dios de nosotros lo que va a hacer? Es evidente que no,
porque ha recorrido una gran distancia para revelarnos su voluntad. ¿Podría haber hecho más que
enviar a su Hijo para que nos orientara? ¿Podría haber hecho más que dar su Palabra para que nos
enseñara? ¿Podría haber hecho más que armonizar acontecimientos que nos dieran un despertar?
¿Podría haber hecho más que enviar a su Santo Espíritu para que nos aconsejara? Dios no es un Dios
de confusión y dondequiera que ve personas confundidas que le buscan con corazón sincero, puedes
apostar cualquier cosa a que Él hará todo lo necesario para ayudarte a ver su voluntad. Eso era lo
que estaba haciendo en el camino a Emaús. Todos los demás estaban a bordo y ellos iban a pie.
Veían la muerte de Jesús como la muerte del movimiento, de modo que hicieron sus maletas y se
dirigieron de regreso a sus casas. Y a sus casas iban cuando Jesús les apareció. ¡Qué dulce es la
aparición de Jesús en el camino! Si una oveja se descarría y pierde los pastizales, nuestro Pastor, que
no quiere que vague lejos, viene para llevarla a casa. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo nos revela su voluntad?
Te sorprenderá lo simple del proceso y ese es orando : “Hagase tu voluntad….”Otras veces no es tan
claro, pero la pregunta todavía sirve. ¿Forzado a elegir entre dos profesiones? ¿Una de ellas te
permitirá tener un mayor impacto para el Reino? Te sientes en la disyuntiva de que dos iglesias te
quieren en su membresía? ¿Te da una de ellas mayor oportunidad de glorificar a Dios? ¿Te preguntas
si esa persona es con la que tienes que casarte? Pregúntate: «¿Me ayudará a dar mayor gloria a
Dios? Su voluntad general nos da principios que nos ayudan a comprender su voluntad específica
para nuestra vida en particular.

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