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Sacrificio de Alabanza

por MIGUEL ÁNGEL ZANDRINO

En esta oración, de estilo coloquial, Miguel Zandrino expresa su búsqueda de una auténtica alabanza
que se expresa más allá de las formas.

Hace tiempo visité una congregación, Señor, de esas que se reúnen en tu nombre. Allí me enteré que
le dan gran importancia a la alabanza. Antes no le prestaban mucha atención, Señor, pero ahora han
desarrollado lo que ellos llaman “el Ministerio de la Alabanza”.

Durante el momento de canto, te confieso que me distraje un poco y me puse a observar a la


concurrencia y así pude comprobar que algunos no cantaban; incluso un grupito conversaba
animadamente sin siquiera darse por enterados de la presencia de muchos otros hermanos.

Cuando terminó el culto y mientras hablaba con unos y otros, me fui enterando que a muchos no les
había gustado la alabanza ese domingo. Algunos se preocupaban por el estilo musical, entre ellos
estaban los que creían que había sido un error, que muchas de las canciones elegidas por el director
de canto, no eran las del himnario tradicional (el de los Verdaderos Cantos Sagrados).

Otros decían que era hora de que se dejara de lado el viejo himnario que contenía palabras tan
arcaicas, que no podían ser comprendidas por los visitantes. Yo pensé que no les faltaban razones,
Señor, pero si prescindimos del himnario, ¿de dónde vamos a sacar canciones que hablen de la cruz y
de la sangre de Cristo?; las que se escribieron en los últimos diez años no hacen mención del sacrificio
de nuestro Señor. Guardé estos pensamientos y me fui a conversar con un grupo de jóvenes que
decían que como las canciones más nuevas ya tenían dos o tres años, lo que hacía falta era una
“renovación” de la alabanza.

Me sorprendió que hubiera otros que estuvieran disgustados por la pobreza del equipo de sonido, la
evidente improvisación del trompetista y la falta de “oído” del guitarrista. En ese grupo pude escuchar
cómo uno de ellos describía lo que para él debía ser una buena sesión de alabanza y me pareció
escuchar la descripción de un show, donde los músicos, el sonidista y el director, actuaban
coordinadamente y con señas disimuladas empalmaban canciones, oraciones y “peroratas” melosas
que, supuestamente, tenían por objeto guiar a la congregación.

Confieso que me fui a casa triste, Señor, y durante toda la semana estos pensamientos me daban
vueltas en la cabeza. Hasta que recordé el texto: Ofrezcamos siempre (actitud permanente, no sólo en
el culto) a Dios (al eterno y santo Dios Todopoderoso) por medio de él (instrumentos, instrumentistas,
cancioneros e himnarios, sonidistas y medios técnicos, son secundarios) sacrificio (significa costo, que
debo renunciar a algo, que bien podrían ser mis preconceptos) de alabanza, es decir, fruto de labios
que confiesan su nombre (definición bíblica de alabanza) (Hebreos 13:15).

Inspirado por Tu Palabra me integré a la congregación que alababa y pude experimentar el gozo de
participar con una comunidad que te adoraba en espíritu y en verdad

Recuerdo que al domingo siguiente fui con otra actitud, e inspirado por Tu Palabra me integré a la
congregación que alababa y pude experimentar el gozo de participar con una comunidad que te
adoraba en espíritu y en verdad. Una inmensa mayoría de tu pueblo se dirigía a Ti cantando, algunos
más tradicionales, en actitud de quieta reverencia, sin prestar atención a los que en lugares próximos
elevaban sus manos y mecían suavemente sus cuerpos con los ojos elevados a Ti. Y así, tu pueblo
dejaba de lado a los críticos y los indiferentes, los estilos musicales y los errores del director de canto,
la calidad de la consola de sonidos y la cantidad de watts de salida. Estaban elevando con sus voces el
fruto de sus labios que confesaban tu nombre

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