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MINISTRO DE ALABANZA
Por ser los cantantes y músicos, en cierta forma, lo que podría decirse
”figuras públicas“ dentro de su congregación, esto hace que sus logros y
cualidades, así como sus faltas y errores, sean también mucho más
notorias que los de otros, debido a que siempre están en la mira de los
demás; razón suficiente para llevar una vida límpida y transparente. Es
que quien sirve a Dios en la alabanza y adoración como ministerio, ya
sea cantando o tocando algún instrumento musical, de una u otra forma
es un artista. Esto lo digo en el sentido específico de que expresa una
forma de arte (tal como lo hace un pintor, un escultor, un poeta o un
actor); solo que, en este caso, esta expresión artística es la
música. Pero no sucede así con la mayoría de los demás ministerios en
la obra del Señor, los cuales no echan mano de algún tipo de arte
escénica para su ejecución. Es una realidad innegable que quienes son
capaces de crear o expresar algún tipo de arte escénica (llámese
actuación y teatro, danza, música o canto), siempre atraerán hacia sí a
personas que apreciarán esa expresión artística y que, en cierta forma,
los admirarán.
Y esto no sucede solo con los artistas en el mundo secular (es decir,
fuera del ámbito cristiano); sino que aún dentro de la iglesia del Señor
los mismos creyentes suelen levantar íconos para admirar, de cantantes
o músicos que son de su agrado o que les resultan de
bendición. Incluso, algunos los toman como ejemplo a seguir y los
tratan de imitar. Por eso, es una gran responsabilidad ser una ”persona
pública“ dentro de un ministerio (cualquiera que este fuera).
Entre más usado por Dios sea un músico o cantante, las personas más
lo admirarán y hasta lo tomarán como ejemplo a seguir. Incluso, mayor
riesgo correrá de ser exaltado e idealizado por la gente.
Y esto sucede a veces sin ninguna mala intención por parte de quienes
lo admiran. Por eso, el ministro que sirve a Dios en este ministerio no
puede cerrar los ojos ante esta realidad y debe estar apercibido
para guardarse y no dejar en su corazón ni el más mínimo lugar a la
vanagloria. Y si somos honestos, me atrevería a pedir que tire la
primera piedra aquel cantante o músico cristiano que, siendo de gran
bendición a las personas con su ministerio, nunca, jamás, ni por un
instante en su vida le ha picado el gusanillo de la vanidad, la
autosuficiencia o el orgullo al ejercer su ministerio, y viendo lo bien que
le salen las cosas. Que lance la primera piedra aquel ministro a quien
nunca el diablo le ha susurrado al oído palabras que le inciten a la
jactancia, aunque sea en lo íntimo de su corazón.
Si sentimos que brota en nuestro interior aunque sea una pequeña
chispa de orgullo, vanidad, pretensión, prepotencia, jactancia, altivez,
soberbia o autosuficiencia; entonces, hay que apagar inmediatamente
esa chispa con el río de agua viva que fluye y que viene de Dios.
”Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.“ 1 Corintios
10:12
Casos y cosas que pasan:
Muy comúnmente sucede que los creyentes que son bendecidos por
Dios a través del ministerio de un cantor o músico, se acercan a
éste con toda sinceridad al final del culto para comunicarle con alegría la
bendición que recibieron. Y eso en sí no tiene nada de malo. Pero el
error está en que estos bien intencionados hermanitos, sin darse
cuenta y por falta de sabiduría, terminan alabando con sus
comentarios al ministro de alabanza, en lugar de alabar al Dios de la
alabanza. Que conste que no voy a exagerar, sino que cosas como las
que mencionaré a continuación suceden con frecuencia en las iglesias.
Incluso, varias de ellas las he escuchado de primera mano, tanto hacia
mí como hacia otros compañeros de ministerio. Por ejemplo, al final del
culto se acercan al cantante y le dicen cosas así como estas:
Y para con los músicos no se quedan atrás los halagos. Les dicen por
ejemplo alguna de estas cosas:
2 Corintios 4:7.