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El Padrenuestro

por RICARDO ZANDRINO

Padre nuestro
que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre
venga tu Reino…

¿Cómo dije? ¿Que venga tu Reino? ¿Se supone que del cielo a la tierra? ¡Qué bueno sería, se
solucionarían los problemas políticos, las injusticias sociales, la inflación… ¡Voy a seguir pidiendo que
venga tu Reino!

Ahora me pregunto ¿Pero no vino ya con Jesús? El dijo: “El Reino ya está entre ustedes…” Si él ya lo
trajo ¿entonces para qué seguir pidiendo para que venga? Y por otra parte si ya estuviera aquí ¿por
qué continúan entonces las injusticias, la enfermedad y el dolor? ¿Habrá fracasado Jesús? ¿Habremos
fracasado nosotros?

Pero no, no puede tratarse de un fracaso, si Jesús incluyó este pedido en la oración modelo, cuando
comenzó su ministerio ¿Quería Jesús que nosotros deseáramos ardientemente la presencia de su
Reino en la tierra y que suplicáramos por él? ¿Habrá querido que nosotros participáramos en la venida
de su Reino y nos comprometiéramos a través de la oración? ¿Además esperaria que actuáramos
luego en coherencia con la oración, para que el Reino de Dios se haga presente? ¡Cuántas preguntas!
seguiré orando…

Hágase tu voluntad,
como en el cielo,
así también en la tierra.

¡Ah! ¿no tendrá que ver este pedido con el anterior? ¿No será quizás que reclamar por el Reino de
Dios, sea pedir que se haga su voluntad? Evidentemente que en el cielo todos hacen su voluntad de
un modo absoluto, ¿así también deberá ser en la tierra? ¿Mientras más perfecta sea hecha su
voluntad entre los hombres, más cerca estará su Reino?

Quizás sea así, pero no es sencillo lograr que un mundo descreído, racionalista y materialista se
dedique porque sí a hacer la voluntad de Dios. ¡Qué difícil será entonces afirmar el Reino de Dios a la
tierra!

Pero no, pensándolo bien, el que hace la oración soy yo, y soy también yo quien debo
comprometerme con ella. Soy yo quien debo hacer su voluntad y, quien debo perfeccionar su obra en
mí. En realidad el Reino está en mi corazón, y es precisamente allí donde debe consolidarse.

¿Qué hago entonces con la injusticia, la enfermedad y la inflación? Pues seré yo quien deba resolverlo
en el espacio en que me toca vivir y actuar: primero en mi núcleo y luego progresiva y
expansivamente, como cuando arrojo una piedra en aguas quietas y se producen ondas: ¡esa será mi
sabiduría vital para que venga tu Reino!

Señor: que venga tu Reino,


y se haga tu voluntad
en mi vida y en la de mis
prójimos contemporáneos,
influenciados por mí. .
Pero te pido que no me
dejes solo. Te necesito
para que me muestres
tus caminos y me acompañes.
Al fin de cuentas,
eso es hacer tu
voluntad.
Continuaré mi oración:
El pan nuestro de cada día
dánoslo hoy…

Ahora me parece comprender mejor: si vivo en consecuencia con el texto del Padrenuestro, haré que
su Reino venga a mi vida y a la de mis semejantes.

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