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Pete
N
unca, nunca diría esto en voz alta, pero cuando Reagan decidió
darle nuestra boda a otra pareja, estaba aliviado. Es estúpido. Sé
que lo es. Pero no puedo superar la idea de que quizás, solo
quizás, que si… ¿Qué si no soy lo suficientemente bueno para ella? ¿Y si
ella puede hacerlo mejor?
¿Qué si se despierta un día y se da cuenta de que cometió un error al
elegirme?
Tengo mi brazo alrededor de su hombro mientras miramos a Patty
Michaels caminar por el pasillo que estaba destinado a traer a Reagan a
mí como mi esposa, usando el vestido que Reagen eligió, llevando las
flores que Reagan se suponía que llevara. Reagan tiene su mano en mi
rodilla y la aprieta suavemente. Mira hacia mí y parpadea, mirando
fijamente mi rostro.
—¿Estás bien? —susurra.
Asiento
—Bien —la beso en la punta de la nariz.
Su ceño se frunce
—¿Estás seguro?
—Mm-hmm —miro a Patyy y John, y puedo sentir la emoción saliendo
de ellos.
Conocimos a Patty y John en la playa, donde nos estábamos
quedando por unas vacaciones del trabajo. En realidad estábamos aquí
por un festival donde estaríamos haciendo tatuajes para nuestro programa
en televisión, pero son las primeras vacaciones que hemos tomado como
una familia en un tiempo realmente largo. Patty y John eran los dueños de
la casa junto a la que estábamos rentando. Patty tenía cáncer y ya sabían
que iba a morir. Ha hecho quimioterapia y no hay nada más que puedan
hacer por ella.
Reagan le dio a Patty y John nuestra boda. Fue una boda
improvisada que lanzamos juntos en el calor del momento. No es algo que
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una frutilla en su vientre. Se ríe fuerte, y Reagan nos calla. Pero también
está sonriendo. Golpea sus manos y Hoppy salta hacia ella, así que se la
paso. Reagan se apoya hacia atrás y Hoppy se apoya contra ella, quieta y
tranquila mientras mordisquea una cajita de plástico de goma que
Reagan sacó de su bolsillo.
—¿Seguro que estas bien? —me pregunta Reagan. Luce preocupada
y quiero tranquilizarla, pero no estoy seguro de poder.
Asiento y meto un mechón de su cabello detrás de su oreja.
No sé cómo decirle lo que estoy sintiendo.
Desearía poder.
Reagan observa a Patty y John mientras intercambian sus votos, y
limpia una lagrima de su ojo. No puedo evitarlo. También estoy un poco
emocionado. Incluso sabiendo que la vida de Patty está por terminar,
tomaron la oportunidad de reafirma su amor hacia el otro. Es desgarrador.
Y tan jodidamente hermoso.
Cuando termina la ceremonia, todos van a la casa de playa de Patty
y John para sentarse en la terraza, y Emily toca la guitarra para nosotros.
Patty luce cansada, pero también luce como si fuera a pasar por ello, así
que nadie insiste en que tome una siesta, o que tome un descanso, o
cualquier cosa. Solo la dejan disfrutarlo. De eso se trata la vida. Disfrutarla.
Cuando termina la fiesta, ayudo a limpiar las sillas y las decoraciones
de la fiesta, y Sam viene hacia mí llevando una pelota de futbol
—¿Quieres lanzar la pelota por ahí? —pregunta.
Niego
—Creo que solo voy a dar un paseo —miro alrededor buscando a
Reagan pero no está afuera. Eso probablemente es lo mejor.
—Iré contigo.
Suspiro y asiento. Sam esta en silencio mientras caminamos por la
playa. El sol se está ocultando y el viento sopla suavemente. Está hermoso
aquí afuera. Pero dentro de mí, no esta tan hermoso.
—¿Qué te está molestando? —pregunta Sam.
Levanto mi cabeza para mirarlo
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que has tenido un insecto en el trasero todo el día.
¿Qué está mal?
Niego
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Sigo caminando.
—Amigo, compartimos el útero —dice Sam—. Escúpelo.
—No es nada —murmuro.
—Tienes todos los vellos de mi cuerpo erizados —levanta su brazo para
que lo vea—. Así que, escúpelo así puedo dejar de sentirme como el
gemelo espeluznante —se estremece dramáticamente.
Dicen que los gemelos pueden ver cuando algo está mal. Eso es
verdad con nosotros. Siempre hemos sido de ese modo. Incluso cuando
estamos separados. Sé cuándo algo está molestando a Sam. Sé cuándo
está en problemas. Sé cuándo algo está mal. Y no aceptaría un no por
respuesta si le preguntara a el sobre ello.
—Es solo… —niego—. Nada.
Arroja el balón al aire y la atrapa
—¿Estas teniendo segundos pensamientos sobre casarte?
—¿Cómo supiste?
Sonríe.
—Jodidamente te odio —digo.
Camino en silencio por un minuto y el me deja. Solo arroja el balón
hacia arriba y lo atrapa, una y otra vez.
—Quiero tener hijos y esa mierda —murmuro.
Sam ahueca una mano alrededor de su oreja y se inclina hacia mí
como un hombre viejo
—¿Qué? —grazna.
—Quiero niños —dejo de caminar y lo miro.
Se encoge de hombros como si acabara de decir la cosa más
estúpida en el mundo
—Entonces ten sexo con ella. ¿Cuál es el gran problema? —sus ojos se
agrandan—. Espera, ¿hay algo mal con tu pene? ¿Alguna razón por la
cual no puedas tener sexo? —Mira hacia mis pantalones cortos y de nuevo
a mi rostro, una y otra vez—. ¿Agarraste alguna extraña enfermedad en la
prisión, verdad? ¿Bajo tu conteo de esperma?—levanta las manos como si
se estuviera entregando—. Oye, no te juzgo —se agacha cuando trato de
golpearlo, pero está sonriendo.
—No eres gracioso —murmuro, pero también estoy conteniendo una
sonrisa.
Pone una mano en mi hombro y aprieta
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Asiente.
Exhalo un suspiro
—Esta bien.
—Deberías hablar con ella sobre ello.
Asiento. Debería. Aquí estoy, preocupándome cuando quizás no haya
ningún problema.
—¿Quieres casarte con ella, verdad? ¿Esto es solo una excusa para
salir de ello?
—No joder.
—Bien, porque su padre cumplirá su promesa de cortarte las bolas si
descubre que nunca vas a casarte.
—Oh, voy a casarme con ella, sin importar que.
Sonríe
—Te gustan tus bolas. Lo sé.
—La amo. Incluso más que a mis bolas. Y como que estoy encariñado
con ellas.
Se ríe
—¿Entonces arreglé tus problemas?
—Si.
Ahueca su mano alrededor de su oreja otra vez.
—¡Si! —grito en su mano. Salta hacia atrás y pretende estar ofendido.
Esta en silencio mientras empieza a caminar. El cabello de mis brazos
se eriza. Oh mierda.
—Entonces, ¿Qué pasa contigo? —pregunto.
Se encoge de hombros
—Nada nuevo.
Levanto mi brazo.
—Mierda —respira—. Jodida mierda de gemelos.
Le hago señas para que siga.
—Así que creo que cometí un error —dice.
—¿Tu? No sabía que cometías errores —me rio.
Me mira
—Muy gracioso.
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—¿Qué hiciste?
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—Es perfecta.
—Pero no se siente perfecta.
—Al parecer no.
Suspira
—¿Dónde empiezo?
—Tenía miedo de tocar a Reagan cuando estábamos juntos.
Asiente
—Lo recuerdo.
—Tuvimos que trabajar en ello. Juntos. Lentamente.
Por lo menos los vellos de mi brazo no se están erizando. Corro hacia
la playa y le hago señas para que arroje la pelota. La envía en un largo
arco, directa a mis brazos.
—¿Entonces porque no lo hiciste con las luces apagadas? —le grito
desde la playa.
—Porque me gusta —me grita de regreso—. Me gusta, mucho,
mucho.
Bien, no puedo evitar pensar. Y le arrojo la pelota de regreso.
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Sam
G
olpeo suavemente la puerta de Paul y Friday, y presiono mi
oído contra ella. Cuando escucho un gruñido, dudo de la
cordura de esta misión en particular. Oh, mierda. Llegué en el
momento equivocado. Retrocedo, listo para dar la vuelta y correr por el
pasillo en la otra dirección, pero de repente la puerta de Paul se abre y
saca la cabeza fuera.
Se frota el sueño de los ojos.
—¿Qué quieres?
—¿Estás ocupado? —pregunto nerviosamente moviendo mis dedos.
Sus ojos se estrechan hacia mí cuando me atrapa y me obligo a parar.
Abre la puerta del todo y levanta un dedo a la boca. Hayley está
tendida sobre su cama, y Friday está sentada en una silla cómoda con PJ
unido a su pecho, alimentándose. Miro a todas partes menos a ella, y se ríe
y ajusta su ropa para que esté totalmente cubierta.
—¿Feliz ahora? —Pregunta. Sacude la cabeza.
Me acerco y presiono un beso en su frente. Miro PJ, y veo lo feliz que
es. Lo felices que son. Friday mueve sus pies y patea el reposapiés hacia
fuera unos centímetros. Me siento en él y suelto un suspiro.
—¿Qué pasa? —Pregunta Paul, frunciendo el ceño.
—Como que necesito un consejo —digo.
Paul se ríe.
—Déjame adivinar. Se trata de una chica.
—La chica —le digo.
—¿La animadora?
Salí con una de las animadoras del equipo el año pasado, pero ella
no era para mí. Era hermosa, pero eso es lo más profundo que llegué.
—No, se trata de Peck.
Friday resopla. Paul le lanza una mirada.
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Paul la sigue por el pasillo y la deja con Matt y sus niñas. Regresa y se
sienta en el borde de la cama.
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—Está bien, así que piensa en esto. Toda la energía que normalmente
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alimento de estos hermosos pechos. No hay mucho que sea más hermoso
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que eso.
—¿Puedo besarlos? —pregunto.
—Sólo sé gentil —dice, mordiéndose el labio inferior entre sus dientes.
Levanto uno de sus pechos hacia mis labios y beso suavemente el
pezón. Ella susurra: —Un poco más.
Tomo la punta turgente y oscura en mi boca, una explosión de dulzura
se extiende por mi lengua cuando le doy un tirón.
—No chupes —advierte.
—Está bien —susurro. Pero su leche ya está fluyendo. Una gota cae a
través de su vientre y la persigo con mi lengua—. Lo siento —le digo—. No
fue mi intención.
—Lo sé —susurra. Levanta su otro pecho a mis labios—. No chupes —
dice.
Lamo en su lugar, y mordisqueo tan suavemente como me es posible,
y enrosca sus dedos en mi cabello, tirando suavemente mientras gruñe.
Se siente casi extraño tener los pezones de Friday en mi boca sin
piercings. Se los sacó antes de que PJ naciera. No tengo ningún metal
para jugar, así que sólo me concentro en ponerlos duros y pasarle la
lengua a sus pezones hasta que ella me aparte.
Se acerca a la cama y se sienta, abriendo sus muslos. Todavía está
afeitada ahí abajo, y está brillante y húmeda. Sé que me desea. Y Dios, la
deseo.
Apunta al vértice de sus muslos y se recuesta, haciendo espacio para
mí.
No pierdo un instante. Me sumerjo. Sostengo sus muslos extendidos y
deslizo dos dedos dentro de ella, de la manera que sé que le gusta. Los
aparto como una tijera, y encuentro el punto dulce que sólo yo puedo
encontrar. Grita cuando atrapo su clítoris.
Sostiene mi cabeza en su lugar con la mano hecha un puño en mi
cabello. La dejo, porque sé que le gusta fingir que está a cargo. Sus
caderas se arquean y se mece contra mi boca. Sé cómo conseguir
hacerla despegar así, y rápidamente. Sucede que me gusta comer en la
“Y” y su coño es mi lugar favorito. Se trata de encontrar un ritmo para ella.
Una vez que tengo eso, voy a hacer que se corra por toda mi cara.
Grita, y sé que está cerca. Me presiona más fuerte contra su coño y
sigo haciendo lo que estoy haciendo, porque sus piernas están temblando
a mi alrededor y está derramando crema por todo el lugar.
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contigua, así que cierro la puerta, con cuidado para amortiguar el clic. No
quiero que se despierten. Al menos por un rato. Levanto las cubiertas y
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Originalmente: Forever. Never. Sever. Clever.
—Es fuerte y desagradable, igual que tú. —digo. Empujo su hombro y
me rueda debajo de él, haciéndome cosquillas mientras me sostiene—.
¡Para! —chillo. Él no me puede oír, pero sé que él puede sentir la prisa de
mis respiraciones en su oreja y la vibración de mi voz en mi garganta.
Siente todo, pero él no puede escucharlo.
—Te voy a dar fuerte y desagradable. —Gruñe en broma, y luego me
besa. Él levanta su cabeza y me mira a la cara—. Tú fuiste un poco ruidosa
anoche. —dice—. Sam se quejaba de ello esta mañana.
—¡Deberías haberme dicho!
—¿Cómo iba yo a saber lo fuerte que eres? —pregunta, sonriendo. Él
señala a sus oídos—. Chico sordo.
Empujo su hombro y él se sienta—. Quiero hablar contigo de algo
importante —digo.
Se sienta, frunciendo el ceño—. Está bien —dice lentamente.
Señalo mientras hablo con él—. ¿Te acuerdas justo después de que
ella naciera, cuando tú y yo hablamos sobre un implante coclear2?
Se congela, sus rasgos poniéndose duros inmediatamente, y lamento
plantearlo. Cuando él primero me lo mencionó, yo estaba completamente
en contra de ello. Yo estaba decidida a que no había nada de malo en él,
que su oído no tenía importancia, al igual que mi dislexia no importaba.
Pero lo hace. Importa cada vez que me pide que describa su risa, o
cuando no puede oírla llamarlo. Cuando ella llora en la noche y su única
indicación de ello es una luz intermitente y vibración bajo la almohada.
Importa muchísimo.
Me trago el nudo en la garganta y parpadeo las lágrimas que de
pronto llenan mis ojos. No creí que sería tan emocional cuando hablé con
él sobre esto. Pero lo estoy.
—Si hubiera un procedimiento para arreglar mi dislexia, ¿querrías que
yo lo tuviera? —pregunto.
—¿Y tú? —Él mira fijamente a mi cara, mirando atentamente.
Una lágrima cae sobre mis pestañas y él la desliza lejos con la yema
de su dedo pulgar.
—¿Por qué lloras? —pregunta—. Te dije que no necesito la cirugía.
—Responde a mi pregunta.
—¿Quieres saber si arreglaría tu dislexia?
—Sí.
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El Implante Coclear es un transductor que transforma las señales acústicas en señales eléctricas que
estimulan el nervio auditivo.
Él mira hacia otro lado, tirando de su perforación del labio en su boca
para jugar con él—. Sí, lo haría.
Un sollozo llena mi pecho, y lo ahogo de vuelta—. ¿Por qué?
—Porque... —Se detiene. Mira todos lados menos a mí—. Porque
quiero que tengas todo. Yo quiero que seas capaz de leer las señales de la
calle y enviar mensajes de texto y leer los menús. Quiero todo eso para ti.
Trago—. Y quiero todo eso para ti.
Él me mira—. Puedo hacer todas esas cosas.
—Pero no puedes oír su risa. No puedes oír sus balbuceos a ti. No
puedes oírla llorar. —Tomo sus manos en las mía—. Quiero todas esas cosas
para ti.
Chupa un aliento y lo sostiene—. No lo sé.
—Yo lo sé. Hice una cita para ti para cuando volvamos.
Él me mira fijamente. Él no está enojado, y hay un brillo en sus ojos, el
que yo había esperado—. ¿Estás segura? —pregunta.
—Soy positiva. Si tú lo quieres.
—Yo lo quiero. —Espeta. Luego sonríe—. Lo quiero.
—No lo hagas por mí, porque yo no lo necesito.
Él asiente—. Sé que no lo haces. —Él mira a nuestra hija—. Pero ella lo
hace.
—Ella no lo hace. Ella estaría muy bien como son las cosas.
—Yo lo necesito —dice.
—Está bien —digo. Sostengo su rostro en mis manos y miro en esos ojos
azules. Él tiene mi corazón y alma. Él lo hace, desde que lo conocí. Él
siempre lo hará.
—No se lo digas a nadie, ¿de acuerdo? —dice.
Asiento—. Está bien.
—Sólo nosotros.
—Está bien.
Él me pasa mi guitarra—. Termina tu canción para Pete y Reagan.
Él va y se sienta en el suelo con nuestra hija, diciendo una y otra vez—.
Pa pa pa pa pa pa —Ella no lo dice de vuelta. Todavía....
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Reagan
M
uevo el anillo en mi dedo mientras camino de vuelta por la
playa. Tomé un paseo hasta el faro yo sola, porque necesitaba
unos minutos para ordenar mis pensamientos. Es hermoso aquí. El
viento levanta mi cabello y mi espíritu.
—¡Reagan! —Escucho desde la playa. Levanto la mirada y veo a
mamá correr hacia mí. Se parece a mí, sus extremidades largas y
delgadas, su cabello colgando sobre sus hombros. No está usando
maquillaje y puedo decir que ha estado tomando sol hoy—. Quería hablar
contigo. —dice, su respiración pesada por haber corrido en la playa.
—¿Está todo bien? —pregunto—. ¿Dónde está papá?
Sonríe—. Fue a pescar al muelle con Pete y Lincoln.
Río. Puedo imaginar cómo va eso, con Pete teniendo que aguantar
tanto a mi papá como a mi hermano pequeño.
—Lo que hiciste, darle a Patty y John tu boda… —dice. Me mira a los
ojos—. Estoy tan orgullosa de ti.
—Fue hermosa, ¿verdad? —Pienso en ésta mañana. Mi vestido era
muy grande para ella. Mis flores eran demasiado claras. Pero aun así fue
maravilloso.
—Preciosa. —Ella camina en silencio—. Entonces… —Finalmente dice.
—¿Entonces?
—Entonces, sobre tu propia boda
—Oh sí, eso —Río—. Mañana temprano. Siento mucho que hayan
venido hasta aquí y luego la tuvimos que posponer.
—Oh, no estoy preocupada por eso. Solo quería estar segura de… —
Su voz se apaga.
—¿De? —Le sonrío.
—Nada —Me devuelve la sonrisa, y quita un pedazo de cabello de
mis labios.
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—Dime
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Ella pasa PJ a Paul y asiente—. ¿Crees que Sky y Emily quieran venir
también?
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Anima a todas las demás y nos vamos de compras. Tengo un vestido
corto blanco que será perfecta para mi boda.
Mi teléfono suena. Lo saco de mi bolsillo.
—¿Qué fue lo que hiciste, princesa? —Pete ladra en mi oído, pero
puedo escuchar la risa en su voz.
—No sé a qué te refieres —digo, mientras mi mamá paga la cuenta
de mi vestido.
—Gonzo llegó con la hermana de Edward en su regazo, Edward le
está disparando cuchillos con sus ojos, y Henry acaba de llevar a tu papá
de pesca.
—¡Oh, están aquí, estoy tan feliz de que lo hicieran!
—No puedo creer que los hayas invitado.
Exhalo un suspiro—. Ellos son familia, Pete.
—¿No te molestan, princesa?¿No son lo bastante suficiente en éste
momento?
—Nunca —digo, y lo digo en serio.
Puedo oír la sonrisa en su voz cuando dice—. Te amo.
—Yo también te amo —Le respondo.
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Friday se ríe desde la parte de atrás de la Van, y alguien más eructa.
Creo que podría haber sido mamá, quien hizo a Friday reír tanto que
resopla, y entonces vuelve una vez más.
—¡Oh dios mío! Matt va a matarme —dice Sky desde su puesto en el
asiento del conductor—. Me fui con un montón de viejas casadas, y
regreso con un montón de borrachas.
Mamá eructa de nuevo, e incluso tengo que reír.
Sky fue la conductora designada ésta noche, ya que está
embarazada. Ella bebió agua toda la noche. Toda la noche está siendo
una seria exageración. Tomo una hora exactamente para que todas
estuviéramos borrachas. Nos detenemos en la entrada del camino de la
casa de la playa y Sky llama a alguien—. ¿Puedes venir y ayudarme a
sacar a las borrachas del auto? —dice.
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Too Much Information; demasiada información.
—Oh, no —dice Sky—. No quise que eso sucediera.
—Está bien —dice Pete, me alza para que pueda envolver mis piernas
alrededor de su cintura. Aprieta mi trasero mientras nos llevaba lejos de
todos, y pongo mi cara en su hombro.
Matt pone su brazo alrededor de Sky y le oigo decir—. ¿Estás sobria?
—Como un juez —dice ella.
—Bien —responde—. Porque parece que soy el único que va a poder
dormir ésta noche.
Ella lo besa y él sonríe.
Pete nos lleva por el pasillo a nuestra habitación. Se detiene en frente
a nuestro lavado del baño y me baja. Pone pasta en un cepillo de diente y
lo sostiene hacia mí—. ¿Puedes hacerlo por ti misma? —pregunta.
Asiento.
—Bien —Le oigo registrar en los cajones y regresa con una de sus
camisas. Me ayuda a cambiarme la ropa.
—Por lo tanto, ¿quieres tener suerte? —pregunto. Tropiezo cuando
trato de caminar hacia él.
—Tentador. —dice. Se ríe y me empuja a la cama a las yemas de mis
dedos. Caigo hacia atrás sobre mi almohada—. ¿Te divertiste?
Asiento, pero eso hace que mi cabeza duela. Pete va y consigue un
paño húmedo y lo pone en su frente.
—Creo que se supone que eso debe ir en mi frente —digo.
—Oh, sí. —Se ríe y lo lanza sobre mi cara—. No creo haberte visto
nunca antes así de borracha.
—Lo sé, ¿verdad? —Suspiro.
—Ya que estás borracha, ¿puedo preguntarte algo?
Levanto un dedo para detenerlo—. Tengo el presentimiento que
debería decir no a eso. Pero no puedo entender porque.
Se ríe y toma mi mano—. ¿Quieres casarte conmigo, verdad?
Lo miro a los ojos—. Más que nada.
Sonríe y besa el torso de mis nudillos—. ¿Quieres tener bebés
conmigo? —pregunta suavemente.
Casi creo que no lo he oído bien.
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Se encoge de hombros.
—Atar el nudo. Atado en un nudo. Es lo mismo —Sonríe.
Página
—Vete a la mierda.
Él se recompone rápidamente.
—¿Estás asustado?
Niego con la cabeza.
—En realidad no —En realidad, estoy cagado de miedo. No por
casarme con Reagan, pero sobre lo que viene después.
—Eres un mentiroso de mierda —dice. Luego comienza a saltar en mi
cama de nuevo—. Levántate —canta.
Me levanto y camino hacia el baño, y cierro de golpe la puerta en su
nariz cuando trata de seguirme.
—Vete —le grito.
—¡Pero soy el padrino! —grita en respuesta.
Abro la puerta y lo miro.
—¿Quién te pidió que seas el padrino?
—Amigo, compartimos un útero. Por supuesto que soy el padrino.
Me meto en la ducha y escucho la tapa del inodoro detrás de mí. Me
asomo y veo a Sam sentado allí. Conozco la mejor manera de
deshacerme de él.
—Así que —digo—, ¿qué vas a hacer sobre Peck?
Oigo el chirrido de la tapa del inodoro y miro hacia fuera. Se ha ido
del baño, y eso me hace reír. Sí que quiero escuchar lo que va a hacer
sobre Peck, pero supongo que no tiene idea. Eso no me sorprende.
Me afeito, y me visto con un par de pantalones ligeros y una camisa
blanca de botones, que dejo desabotonada. Me deslizo en unas chanclas
y camino hacia la sala de estar. Todos mis hermanos están allí con los niños.
Paul me agarra y tira de mi cabeza en el hueco de su brazo, y luego
me da un coscorrón. Tengo que envolver mi pierna alrededor de la suya y
tratar de derribarlo antes de que me suelte.
Corro una mano por mi cabello y trato de arreglar el desastre que
acaba de hacer, cuando por fin me suelta.
—¿Puedo hablar contigo un segundo? —dice.
Asiento y le sigo a su habitación. Abre una maleta y saca una caja. Él
la sostiene hacia mí.
—¿Qué es esto? —pregunto.
Sus mejillas se enrojecen.
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—Estoy listo —Estoy muy listo. He estado listo desde la primera vez que
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la vi, creo.
Camino hacia la cubierta y miro, y veo las sillas que han colocado, y
Emily se alza sobre un taburete tocando su guitarra mientras camino por el
pasillo. Paso junto a Gonzo y él me sonríe, y luego se estira para chocar los
nudillos conmigo. Henry me está sonriendo desde la primera fila, donde mis
padres estarían sentados si estuvieran aquí. Está justo al lado de Paul y de
Friday, y mis hermanos y sus esposas están en la fila detrás de él. Sam está
de pie junto al altar, y me está esperando. Toco mis bolsillos en busca del
anillo. Pero luego él acaricia el suyo y asiente con la cabeza. Lo tengo, me
dice sin palabras.
Voy y me planto delante del predicador, y la madre de Reagan me
sonríe y se limpia una lágrima de su ojo. Estoy inquieto, porque necesito a
Reagan aquí a mi lado.
Entonces la puerta corredera de cristal se abre y ella sale del brazo de
su padre. Dejo de respirar. No puedo evitarlo. Es tan hermosa que mi
corazón se pierde un latido. Ella lleva un coqueto vestido corto blanco y es
perfecto para la playa. Es perfecto para ella. Para nosotros. Para esto. Para
mí.
Se detiene a mi lado, y su padre le da un beso en la mejilla. Le oigo
decirle—: No es demasiado tarde para dar marcha atrás.
—No quiero dar marcha atrás, papá. —dice ella. Besa su mejilla y él le
limpia una lágrima con la yema de su dedo pulgar—. Gracias.
Me mira por un segundo y se detiene para darme la mano.
—Gracias, señor —le digo.
Entonces tomo su mano en la mía, y trato de recordar este momento.
Quiero cimentarlo en mi cabeza. Ella no está llevando flores. Está usando
un círculo de margaritas como una corona en la cabeza, y es tan
jodidamente increíble que no puedo dejar de mirarla.
—¿Estás bien? —pregunta. Toca el collar que perteneció a mi
madre—. Me encanta esto. —dice, mirándolo.
—A ella le gustaría que lo tuvieras —le digo. Creo eso con todo mi
corazón.
El predicador se aclara la garganta, y comienza su discurso de
“queridos hermanos”.
Cuando es mi turno de decir mis votos, me aclaro la garganta y
parpadeo más allá de las lágrimas.
—Reagan, tienes más fuerza que cualquier persona que he conocido.
Sabía que te amaba cuando estábamos sentados en torno a una fogata y
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mí me encanta, porque fue la primera vez que supe con mi corazón que
podrías ser mía. Y mis sentimientos no han cambiado desde entonces. —
Me froto una mano por mi nariz y me río—. Entonces me diste un puñetazo
en la cara, y sabía que haría cualquier cosa por ganarte.
Miro a mi familia, y veo que todas las chicas se limpian sus caras.
—Entonces te traje a mi casa y a mi familia le encantaste tanto como
a mí. Puedes patear culos, pero también sabes cómo amar, y eso es todo
lo que se requiere para ser un Reed.
Mi familia se ríe.
—Entonces, Reagan, me comprometo a cuidar de ti, a tratarte con
respeto, y a amarte con todo mi corazón.
Reagan sorbe por la nariz.
—Te conocí en la peor noche de mi vida —dice ella—. Luego me
pasé dos años tratando de averiguar cómo podía llegar a verte de nuevo.
—Ella se ríe—. Dos años de intrigas, porque sabía que eras algo especial.
Tuviste mi corazón mucho antes de que probablemente lo quisieras, y
espero que lo mantengas para siempre. Te rogué que no me besaras, y me
alegro mucho de que te tomaras tu tiempo, y me besaras cuando tenías la
intensión de hacerlo. Me enseñaste a confiar en ti, y ganaste mi confianza
más y más cada día. Así que, Pete, te doy mi corazón, tomo el tuyo, y
planeo guardarlo hasta el día que me muera.
Intercambiamos anillos, y finalmente puedo besarla. Por último. La
atraigo hacia mí y la beso, y nunca quiero dejarla ir. Pero entonces
escucho su padre decir—: Ve a buscar el hacha.
Levanto la cabeza y me rio—. Te amo —digo. Le beso la punta de su
nariz.
El predicador nos presenta como el Sr. y la Sra. Peter Reed, y todo el
mundo se pone de pie y aplaude. Aceptamos felicitaciones de Patty y
John, pero Patty luce cansada, así que no se queda mucho tiempo. Carrie
y Nick pasan el rato con nosotros, sin embargo, por un rato.
Oigo un golpe en el micrófono delante de Emily, y vuelvo hacia ella.
—Tengo un regalito para ustedes —dice ella. Ella se sonroja—. Por lo
tanto, si pueden darme un minuto...
Ella afina su guitarra, y entonces comienza a tocar.
—¿Por qué no te tomas esta noche libre? —dice Paul, dándome una
palmada en el hombro—. Podemos hacerlo sin ti.
—Mierda, no —protesto—. Voy.
—Acabas de casarte —Me recuerda.
Miro Reagan—. ¿Quieres que me tome la noche libre?
Ella niega—. No. Quiero ir, también.
—Bueno, vayan y cámbiense de ropa. —Paul hace un movimiento
como que nos está empujando fuera de la habitación.
Tomo la mano de Reagan y tiro de ella hacia nuestro dormitorio.
Cierro la puerta detrás de nosotros, y la beso, y eso es todo lo que necesita.
Me pongo duro inmediatamente. La presiono contra la puerta y la
sostengo allí—. ¿Tenemos tiempo para un rapidito? —pregunto.
Ella asiente, y comienza a desabrocharse los pantalones. Abro mis
piernas y dejo que ella meta su mano en el interior, y gimo cuando me
tiene en su puño. Estoy listo, y ella no lo está, por lo que retiro su mano de
mis pantalones y caigo de rodillas frente a ella. Levanto su vestido y saco
sus bragas hacia abajo, y pongo mi boca sobre ella. Ella me mira y asiente.
Solía tener miedo de hacerle daño, pero ella ha probado que está
hecha de un material más fuerte de lo que le he dado el crédito
correspondiente.
Deslizo dos dedos dentro de ella, y lamo a través de su clítoris, una y
otra vez, hasta que sus piernas comienzan a temblar. Desliza sus dedos en
mi pelo, y miro hacia ella. Su boca cuelga abierta y sus ojos están cerrados.
Luego se viene en mi cara. Ella me mira, sus ojos se suavizan mientras se
viene, y me mira fijamente, hasta que he lamido hasta el último temblor y
estremecimiento de su cuerpo.
—Gracias —susurra.
—De nada, señora Reed. —Me levanto y vuelvo a ir y conseguir un
condón. Pero me tira hacia ella—. Tengo que conseguir un…
Me interrumpe. —No quiero uno.
¿Ella no quiere que uno de qué?—. ¿Eh?
Sus ojos buscan mi rostro—. Pensé que tal vez podríamos probarlo sin
condón.
Nos dimos cuenta de pronto de que Reagan no podía tomar píldoras
anticonceptivas, por lo que hemos utilizado preservativos religiosamente
desde que estamos juntos. Nunca he estado dentro de ella sin uno.
Mi corazón golpea—. ¿Estás segura? —pregunto.
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Lo beso de vuelta.
—Te amo también.
Ahora Kelly se ha ido de su cuerpo. Ella nunca se irá de su vida, desde
que comparten una hija, pero ahora sabe que somos sólidos como roca y
siempre lo seremos. Eso no es la razón del tatuaje; sólo es por la forma en
que lo amo. Y la forma en que me ama.
—¿Quién sigue? —grita Paul.
Paul toma a alguien en su mesa y yo llevo a alguien a la mía. Le sonrío
y él me guiña.
Todo lo que tenía que hacer era dejarlo jodidamente amarme,
porque mi amor por él era inevitable.
9
Cuatro horas después, tenemos una llamada. La llamada que tiene el
potencial de cambiar nuestras vidas para siempre.
Sam. Sam, quien volvió para alistarse para jugar pelota. Sam, quien se
quedó el tiempo suficiente para ver a Pete casarse, cuando debería hacer
vuelto hace dos días. Sam. Su hermano.
Empacamos tan rápido como podemos y vamos a él. Todo lo que
sabemos es que su futuro no es seguro, y estamos asustados a muerte.
Sam.
Paul mueve su rodilla en el taxi. Dejamos a Henry para regresar los
vehículos a la compañía de renta y regresamos a los niños con él.
Paul es un manojo de nervios. Su teléfono suena. Su mano está
temblando demasiado para responder. Tomo su teléfono, lo respondo, y
escucho por un minuto.
—Él está bien —digo sobre el teléfono. Mi corazón tartamudea.
Paul deja su cabeza caer hacia atrás contra el asiento y sopla un
aliento.
—Consiguió un golpe feo en la cabeza y se rompió algo. —Cuelgo el
teléfono cuando pierdo la conexión—. Terrible jodida señal de aquí.
Él levanta su cabeza.
—¿Qué se quebró?
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