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Oportunidad para amar

Santiago Alejandro

2024
Título: Oportunidad para amar
© 2024: Santiago Alejandro
©De los textos: Santiago Alejandro
Ilustración de portada: Santiago Alejandro
Edición emitida por: Santiago Alejandro
©Todos los derechos reservados
Dedicatoria:
Para mi madre desde parís
Índice
Prologo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo final
Prologo
Katie busca vivir tranquila tras pasar el peor momento de su vida.
Raúl un hombre lobo se cruzara en su vida para intentar darle una
segunda oportunidad al amor.
El pasado volverá y... ¿Serán capaces de resolverlo juntos?
Capítulo 1
(Katie)
Me despedí de mi profesor de matemáticas, al cual le caigo muy bien ya
que soy la única de la clase que parece tomarse en serio su materia.

Me fui hacia el aparcamiento donde había quedado con mi novio para


irnos juntos.

Conozco a Gorka desde que teníamos pañales, pero no nos llevábamos


bien al principio pero cuando llegamos a los catorce empezamos a hacernos
amigos y a los dieciséis me confeso sus sentimientos y yo los acepte.

Hoy es un día especial para nosotros, en especial para mí. Cumplimos


dos años de novios y además es mi cumpleaños, por fin la mayoría de edad
ha llegado a mí.

En cuanto lo vi apoyado en su coche corrí hasta él. Que en seguida vi que


me miraba molesto por haber tardado, es demasiado impaciente.

-¿Por qué has tardado tanto? –pregunto rodeándome con sus brazos en un
abrazo.

-El profesor de mates, que me felicitaba por el examen.

-¿Por él te has puesto esa falda para provocar? –dijo susurrando a mi


oído.

-Me la he puesto por ti. Yo pensé que te gustaría –dije sonriendo.

-¿Cómo me iba a gustar que todo el mundo te esté viendo así? –dijo
mirándome a los ojos.

Gorka es celoso cuando ve que otros chicos me miran sucio. Es un


encanto como me protege.
-Bésame –dijo en tono dulce mientras me apretaba contra él y baja la
cabeza lentamente.

Nos dimos un beso que yo tuve que cortar cuando porque se estaba
pasando de tono.

-Que sosa eres –dijo a modo de broma- anda sube al coche, nos vamos.

Subimos al coche y mientras Gorka conducía hacia planes para la tarde.


No sé si era porque no se acordaba o porque quería darme una sorpresa,
pero no decía ni una palabra sobre celebrar nuestro aniversario.

Pero no me preocupaba el año pasado hizo lo mismo y al final tenía


preparada una cena con velas en un restaurante bastante lujoso.

Este año yo había estado ahorrando para comprarle un reloj, no era lo


mejor del mundo. Pero también estaba ahorrando para una sorpresa de
navidad para mi padre.

Cuando llegamos a su piso nos encontramos con su compañero de piso,


Joaquín, al cual veía de vez en cuando. Pero siempre que coincidíamos
había un ambiente tenso, por lo que me era bastante incómodo.

Nos saludamos dándonos la mano, cosa que ya de por si se ve raro en mi


país.

Normalmente entre las chicas de nuestra edad son dos besos en las
mejillas, igual si es una chica con un chico aunque no sean pareja. Entre dos
chicos siempre están el agarrón de manos o un medio abrazo, depende de la
persona. Lo de dar la mano es más formal, como de hombre de negocios.

-¿Nos echamos unas partidas? –pregunto Gorka a Joaquín.

-No tengo tiempo para jugar a la consola. Me voy a hacer algo de comer
que tengo que ir a currar.
-Tranquilo, seguro a que Katie no me importa hacer algo, además
nosotros también tenemos que comer. Tenemos que coger fuerzas –dijo
antes de mirarme- ¿Verdad que no te importa cariño?

-Tranquilos, yo me encargo –dije antes de irme a la cocina para dejarles


jugar.

La verdad es que no me importaba cocinar para ellos. Y la verdad es que


no era la primera vez que cocinaba para ellos.

Me puse manos a la obra y cocine lo primero que vi en la nevera. Cuando


acabe les llame y nos pusimos a comer los tres juntos, mientras hablábamos
de cosas triviales.

Joaquín termino el primero porque tenía prisa. Se disculpa dejando los


platos en el fregadero antes de irse.

-Tengo que comentarte una cosita importante –dije mientras recogía los
platos para fregar.

-¿De qué se trata, cariño? –pregunto moviéndose hasta mi lado,


apoyándose en la encimera.

-Pues veras, he comprado unos billetes para pasar una semana fuera de
viaje. Aprovechando que se acercan las fiestas de navidad y que a mi padre
le gusta la nieve, había pensado en darle una sorpresa.

-¿Cómo que para tu padre y para ti? ¿Me vas a abandonar como un perro
por navidad? –Pregunto molesto, elevando la voz y cruzándose de brazos-
Si lo que querías es sorprender a tu padre regálale una botella de Whisky
que seguro que le gusta más que ese estúpido viaje.

-Sabes que mi padre es alcohólico. No hagas esa broma. Yo pensé que si


viajábamos...

-Tú no has pensado en nada –dijo interrumpiéndome más enfadado- si


hubieras pensado como es debido hubieras pensado en mí también. No me
habrías olvidado para tus planes y dejarme solo en navidad como una colilla
mal apagada.

-Solo quería sorprender a mi padre. Como regalo de navidad.

-A ver cariño –dijo volviendo a endulzar su voz- ya sé que tu padre es


alcohólico por eso te he dicho que si quieres hacerle feliz dale un whisky,
seguro que se sorprende porque le des la botella en vez de quitársela.

-No puedes decir eso en serio –dije levantando la mirada del fregadero
para mirarle a él.

-Es la verdad –dice serio- ¿Qué te parece si ese viaje me lo regalas a mí?
a si me compensas por este disgusto que me has dado de gratis. Seguro que
Joaquín se puede pedir días libres para ir conmigo.

-Yo quería ir con mi padre, además a mí me hacía ilusión –dije casi en un


murmuro.

-Que egoísta que eres. Solo piensas en ti.

-Lo siento, tienes razón. Perdona –me disculpe para no discutir más,
aunque no sentía que él tuviera la razón.

-Eso pensaba –dijo sonriendo de medio lado. Con esa sonrisa tan sexy
suya.

Se puso tras de mi abrazándome por la cintura, pegando su pecho a mi


espalda. Yo seguía fregando. Sus manos fueron subiendo por mi cintura,
llevándose la camiseta hacia arriba.

-Gorka, ya te he dicho que no, que no estoy preparada para esto –dije
secándome las manos para girarme y volviendo a poner mi camiseta en su
sitio.

-Pero yo sí que lo estoy, puedo estar preparado por los dos. Feliz
aniversario, cariño.
Capítulo 2
-Para, Gorka. En serio no estoy preparada –dije ante su insistencia.
Pero sin dejarme decir nada más, junto sus labios a los míos en un beso
lleno de furia y cuando estuvo satisfecho fue bajando sus besos por mi
cuello, seguro que dejando marcas a base de chupetones. Me rodeo
poniendo sus manos en la encimera, a cada uno de mis lados, y pegando su
cuerpo al mío.
-Gorka, no –dije seria, poniendo mis manos en sus hombros para tirarle
hacia atrás pero sin éxito.
No me podía creer que este fuera su regalo de aniversario. Me estaba
forzando para tener relaciones con él. Yo no me sentía preparada. No tengo
experiencia en eso y sus maneras siempre hacían que me avergonzara y
dudara sobre mí.
-Déjame hacerlo todo a mí –dijo mientras que con una mano me
levantaba, para sentarme en la encimera, mientras que con la otra se colaba
bajo mi falda.
-¡No Gorka, para! –grite intentándolo apartar de mí.
Él insistió besándome el cuello, toqueteándome en los muslos, los pechos
e intentando subirme más la falda.
No aguante más la presión y le di una bofetada con todas mis fuerzas,
sonó muy fuerte, mientras que gritaba que parará de una vez y bajaba de la
encimera.
Era la primera vez que gritaba de esa manera y también mi primera
bofetada. Gorka se paralizo por un segundo antes de mirarme con verdadera
furia a los ojos. Daba miedo la amenaza en sus ojos.
-¡¡¡¿QUÉ HAS HECHO?!!! -me grito me golpeo en la cara con el puño.
Se puso la mano donde le había golpeado, para masajeársela, con la otra
me agarro la muñeca retorciéndomela, hasta hacerme chillar de dolor.
-Suéltame, me haces daño –grite forcejeando para soltarme aunque me
doliera más.
Las lágrimas se me salían de los ojos haciéndome la visión más borrosa.
Hizo todo lo contrario, me apretó más al tiempo que la giro más,
retorciéndomela, haciéndome girar sobre mí misma, quedando de espaldas a
él con la mano, que el sujetaba, a la espalda.
Me empotro contra la encimera haciéndome notar su erección en mi
trasero. Me invadió el miedo, no me podía soltar ni mover y Gorka no
paraba de toquetearme con una mano mientras que con la otra me tenía
retenida.
-Ahora vas a ser toda una mujer. Espero que disfrutes de tu regalo de
aniversario tanto como lo haré yo –me susurro al oído antes de morderlo.
En medio del forcejeo busque con mi mano libre algo para defenderme,
logre agarrar la sartén que tenía delante y la sacudí hacia atrás golpeándola
contra la cabeza de Gorka. Le di en toda la cabeza con un sonido más
fuerte que la bofetada que le había dado antes.
Me soltó porque se había quedado inconsciente por el golpe. Me gire y lo
encontré tumbado en el suelo, veía un poco de sangre pero no es que saliera
demasiada cantidad.
Fui dando pasitos pequeños hacia la puerta de la cocina, mientras le iba
llamando por si se despertaba.
En cuanto llegue al umbral corrí a por el teléfono fijo para llamar a
urgencias. No le iba a dejar aquí inconsciente, tenía que avisar para que
alguien viniera a socorrerle.
Después de la llamada recogí mis cosas y salí corriendo, dejando la
puerta abierta para cuando llegara la ambulancia. Por muy dolida que estaba
no iba conmigo dejar a alguien así. Menos cuando lo amo tanto o lo he
amado...
Corría dejando salir las lágrimas, y sintiendo un gran dolor en el corazón.
Podía notar el sabor metálico de la sangre en la boca por el puñetazo que
me había dado Gorka. No podía creerme que esto estuviera sucediendo. No
entraba en mi cabeza la situación que acaba de pasar.
No podía entender cómo me había hecho sufrir tanto cuando nos
amábamos. Estábamos enamorados, nos queríamos. ¿Cómo ha acabado así?
No había sido nuestra primera pelea, pero nunca antes había llegado a ese
extremo.
Cuando llegue a casa estaba sofocada de correr tanto. Entre sin saludar a
mi padre, que estaba tirado en el sofá, y me dirigí a mi habitación. Cerré la
puerta dando un portazo y me tumbe en mi cama bocabajo llorando,
ahogando mis sollozos contra la almohada.
No tarde mucho en escuchar cómo se abría mi puerta de repente con
rabia, era mi padre lo podía reconocer porque me llego un fuerte olor a
alcohol. Me senté en la cama intentando dejar de sollozar mientras me
limpiaba las lágrimas con las mangas para poder mirar a mi padre entrar en
la habitación.
-¿Te piensas que porque te dejo vivir bajo mi techo puedes hacer lo que
te de la real gana? –bramo mi padre entrando a mi habitación con paso
tambaleante.
-Siento lo del portazo, papa –me disculpe levantándome de la cama
mientras me secaba las lágrimas de los ojos.
-¿Qué portazo ni leches? Lo que quiero saber es porque has tardado tanto
en volver a casa –dijo dando un golpe contra la pared, haciendo que diera
un bote por la impresión.
-Lo siento, papa. Mi novio quería pasar tiempo conmigo y... -dije
intentando retener las lágrimas que volvían a amenazar con salir.
-Otra puta como su madre –dijo con desprecio.
Eso me dolió mucho, mi madre no se iba con cualquiera. Siempre había
sido fiel a mi padre. También me dolió que me llamara puta cuando no
había estado íntimamente con ningún chico. Por eso estaba ahora triste y
dolida.
-Papa que no es lo que piensas –dije con nuevas lágrimas saliendo de los
ojos.
-¿No? ¿Segura? –grito lanzándola la botella de cerveza vacía que tenía en
la mano.
Me dio en la frente haciendo que se rompiera en mil pedazos. Me lleve
las manos a la cabeza gritando de dolor, me había dado tan fuerte que
notaba como si mi cabeza estuviera en una tómbola rebotando por dentro
del cráneo. Note como en mis manos se deslizaba algo caliente y al mirarlas
vi que tenía sangre. Me había cortado con el cristal.
Capítulo 3
(Katie)
Estaba sangrando mucho y no sabía de dónde venía. Por lo que corrí al
baño para mirarme al espejo.
Enseguida vi como la sangre salía de mi ceja, tenía un buen corte. No sé
si era profundo o no, pero la cantidad de sangre que salía me empezaba a
preocupar.
Estaba tapándome la herida con una mano, mientras que con la otra
buscaba algo para poder tapar la hemorragia, cuando apareció mi padre en
el umbral de la puerta gritando que porque lo había dejado hablando solo.
Pero se quedó mudo al ver que estaba manchando todo de sangre.
-¿Te duele? –pregunto señalando la herida pero sin acercarse.
Asentí con la cabeza mirándole a través del espejo, no me salían las
palabras. Sabía que si intentaba hablar solo lloraría más fuerte.
-Mejor. Así aprenderás, puta. Ves al médico a que te curen y si te
preguntan di que te has caído en el baño, que eres una estúpida de verdad –
dijo antes de salir del baño preguntando donde había dejado la botella de
cerveza.
Me limpie toda la sangre que pude y me envolví como pude una toalla
alrededor de la cabeza, atándola en la nuca.
No podía ser... ¿Qué podía hacer? No tengo fuerzas para aguantar más.
Podía pasar las malas caras, las miradas de desaprobación, gritos o
insultos de mi padre. Aun así lo he cuidado bien ¿no? Intento que beba
poco. Ya que no puedo quitarle la bebida del todo o se volvía loco.
Pero ¿esto? Me ha herido. Es la gota que ha colmado mi vaso, no podía
aguantar más.
Una vez tapada la herida salí del baño para irme, pero en el umbral de la
habitación decidí que si me iba a ir al hospital, luego no querría volver a
aquí. No quería volver nunca más.
Cerré la puerta de mi habitación, suavemente, para no hacer ruido. Saque
una mochila grande, que tenía debajo e mi cama, la empecé a llenar de
cualquier manera de ropa y de cosas que yo creía que podría necesitar.
También puse la hucha secreta que tenía, donde iba ahorrando todo lo que
podía, y mis identificaciones y papeles importantes.
De ahí había sacado el dinero para el reloj de Gorka... y los billetes para
el viaje con mi padre.
Me colgué la mochila al hombro y salí corriendo a hurtadillas para que
mi padre no me viera salir con la mochila. No deje nota, no me despedí,
simplemente salí de casa. Hasta deje las llaves de casa dentro, para no tener
la tentación de volver. Porque sabía que si lo hacia él encontraría la manera
de hacerme sentir mal y que me quedara.
En cuanto estuve a cierta distancia de casa pude notar como la gente se
me quedaba mirando como si yo viniera de mitad de la guerra, que era
como me sentía.
Hasta una señora se acercó y me pregunto si estaba bien. Al final acabo
llamando a una ambulancia y espero a mi lado, sin pregunta que era lo que
me había pasado, hasta que llegó la ambulancia.
No tardó mucho en llegar y en cuanto llegamos al hospital de urgencias
me atendieron bastante rápido. Tuvieron que darme hasta puntos.
-¿Cómo te llamas? –pregunto la enfermera mientras rellenaba una ficha.
-Katie Dalmau.
-Bueno Katie, tienes una herida bastante importante, si hubiera pasado un
poco más cerca del ojo se te habría dañado. Y no hay muchas
probabilidades de recuperación en operaciones así –me explico- ¿Qué ha
sucedido?
-Estaba... estaba cambiando una bombilla y me ha explotado en la cara –
mentí incapaz de mirarla a los ojos.
-Sabes que si ha sido a causa de alguien... aunque sea tu pareja o familia
y tú sigas siendo menor, puedes denunciar ¿verdad? –me informo,
amablemente, la enfermera no acabándose de creer mi historia.
-Sí que lo sé, pero de verdad que no ha sido nadie –mentí otra vez- ha
sido solo un accidente. La bombilla que exploto.
-De acuerdo ¿Qué edad tienes? Porque si eres menor tenemos que avisar
a tus padres –dijo revisando sus papeles.
-Justo hoy cumplo los dieciocho, hoy es mi cumpleaños. Mira –dije
sacando el DNI para mostrarle- además mi padre ya lo sabe y va a venir a
buscar pero estará dando vueltas con el coche, o hay sitio en el
aparcamiento.
No sé porque tenía la necesidad de cubrir a mi padre por mucho que me
haya hecho daño, por muy dolida que estoy. Podría soltar la verdad y lo
arrestarían, pero es mi padre y yo tonta que soy le quiero, es de mi sangre
aunque no me guste.
-Felicidades. Ahora rellenare la ficha, te hare la receta de medicamentos
y estaría todo para que vayas a casa y celebrar tu cumpleaños –dijo
palmeando la mano mientras sonreía- y si por alguna casualidad de la vida
te arrepientes y te explota otra bombilla y quieres denunciarla no dudes.
-Gracias –dije sonriendo, aunque lo sintiera poco, había sido una
enfermera muy amable.
Se fue dejándome sola mientras iba a hacer sus cosas. Aproveché para
verme el vendaje en el reflejo de un cuadro. Yo si estaba hecha un cuadro.
Seguro que me iba a dejar una gran cicatriz con tanto punto.
Cuando volvió la enfermera me dio los papeles y los medicamentos para
que me los llevara. Me volvió a felicitar por el cumpleaños y yo se lo
agradecí. Me dieron de alta y me fui.
Me quede en la puerta del hospital pensando que hacer, a donde iba a ir.
No es como que tuviera un lugar al que refugiarme.
Entonces vi los billetes e interiormente me pregunte ¿Por qué no?
Siempre podía adelantar los billetes e irme y no volver. Si eso es lo que iba
hacer.
Mientras caminaba hacia la parada del bus para ir al aeropuerto mientras
llamaba para cambiar el vuelo y adelantarlo.
Capítulo 4
(Katie)
No perdí el tiempo, en cuanto llegue al aeropuerto me fui a hacia la
puerta de embarque. Me habían notificado por teléfono que era posible para
hoy. Mi vuelo salía en unas dos horas. Como llegue antes me fui a la sala de
espera para aguardar a que anunciaran mi vuelo por megafonía.
Tenía claro que quería poner distancia entre mi padre, Gorka y yo. Contra
más alejada de ellos que estuviera mejor. Por eso tenía planeado coger
algún autocar nada más aterrizar. Quería poner suficiente distancia como
para sentirme a gusto.
Sé que dejo muchas cosas atrás y que no voy a recuperar. Dejo a mi
padre, que es la única familia que tengo. Dejo a mi novio o exnovio, a quien
he dado mi amor, aunque luego me haya destrozado mi corazón echando
todo mi amor por el suelo. Dejo mis recuerdos, para crear nuevos y
mejores, o eso esperaba.
El único recuerdo que me llevaba era la cadena que siempre llevo en el
cuello que me era de mi madre, me la regalo cuando se enfermó y supimos
que no había cura. También una fotografía de ella y yo juntas. La extraño
muchísimo. Si ella no hubiera muerto estoy segura de que las cosas habrían
sido diferentes.
Si, en eso tenía que pensar en crear nuevos recuerdos, en tener una nueva
vida. Una en la que no me dejaría pisar, en la que antes de que me pisen,
pisaría yo. Pero sin acabar de convertirme en la mala de la película.
Estaba decidida a no dejarme engañar nunca más, en no dejarme utilizar
como un trapo por nadie y en ser más fuerte cada día. Y sobre todo no caer
en otra relación toxica.
Según lo iba pensando la actitud que Gorka había tenido conmigo. Lo
que a mí me parecía dulce y protector, no era más que intentar aprovecharse
de mi haciéndome sentir mal.
También sabía que me llevaba conmigo los bofetones emocionales que
me habían dado mi padre y Gorka. Que no eran flojos precisamente, pensé
poniéndome triste e intentando aguantar las lágrimas. Si tuviera dinero iría
al psicólogo.
Sabía que en cuanto llegara a mi destino tendría que buscar alojamiento y
un empleo o de poco me serviría haber huido si no podía mantenerme por
mi propia cuenta.
Empezaría mi vida sola, en un lugar que pudiera vivir de manera honrada
e intentando ser feliz. Me decía a mí misma para animarme.
Estando en la sala de espera no podía parar de mirar a mi alrededor
preocupada de que apareciera Gorka o mi padre. Me sudaban las palmas de
las manos, tanto que las tuve que secar con un pañuelo.
Tampoco es que supieran donde podía estar. Mi padre no tenía ni idea de
lo de los billetes y a Gorka no le había dicho el destino que había elegido y
además seguramente estaría en el hospital o acabaría de salir.
En cuanto hicieron el llamado para mi vuelo me levante enseguida y me
puse a la cola, que parecía avanzar cada vez más despacio. Pero al final
llegue a la ventanilla y me dirigieron hacia el avión.
Después de facturar la mochila nos guiaron, a los demás pasajeros y a mí,
al avión. Yo tenía asiento de ventanilla y sin nadie a mi lado ya que el otro
billete era mío también.
No acabe de estar tranquila hasta que no nos dijeron que nos atáramos los
cinturones para despegar y haber mirado a mí alrededor, en busca de Gorka
o mi padre, y ver que no estaban.
Aparte de por huir estaba nerviosa, ya que era mi primera vez en avión y
digamos que la idea de estar tan separada del suelo, en un transporte que
pesa toneladas, no es que me tranquilice mucho. ¿No había algo más ligero
para construir aviones? ¿Plumas?
Pero interiormente ya me estaba tranquilizando. Ya estaba poniendo
distancia de mi hogar. Aunque ¿Se puede llamar hogar a eso? Si era mi
hogar mientras estaba mi madre ¿pero después?
Tenía que alquilar algún apartamento y hacerlo mi hogar.
Creo que me merezco ser feliz ¿no? No sé... suspire.
Capítulo 5
(Katie)
Ya habían pasado casi cinco años desde que cogí ese avión que me salvo
la vida.
Después de ese avión le habían seguido unos cuantos autocares,
autobuses, trenes... que me iba pagando de trabajos esporádicos que iba
consiguiendo.
Ahora tenía un apartamento pequeñito, lo que me puedo permitir. Trabajo
en una cafetería, soy camarera.
Recuerdo mi primer día en el trabajo con ilusión. Ya que antes de llegar
aquí intentaba no estar mucho en un sitio pero cuando llegue a este lugar
pensé que ya estaba bien aquí.
Además cuando entre en la cafetería, a pedir un café, me enamoro todo.
Por lo que pedí empleo. Después de una prueba me cogieron.
De eso ya hace medio año.
Las primeras personas que atendí fue una pareja, de la tercera edad, que
fueron amables conmigo y con la paciencia que tuvieron conmigo, hicieron
que me tranquilizara y todo acabara bien.
Parecían tan enamorados como dos adolescentes que recién descubren la
atracción el uno por el otro.
Yo ya no creía para nada en el amor, ya había pasado por demasiado en
poco tiempo. No quería repetir dos veces el mismo error. El amor, para mí,
no existe.
Después del día de trabajo me fui al apartamento. Mi amiga me había
avisado esta mañana que no iría a trabajar porque se iba a ir de compras ya
que al día siguiente se iba a visitar a su familia.
La palabra familia para mi tiene un gran significado aunque yo la haya
perdido.
Mi apartamento aunque es pequeño, es muy funcional y con el alquiler
muy barato. Maddi, mi amiga, es la primera persona que conocí en este
bloque ya que vive en la puerta de enfrente.
Es una chica de mí misma edad, aproximadamente, diría que uno o dos
años más que yo. Es muy amable y enseguida congeniamos e nos hicimos
amigas. Ella trabaja en la floristería de enfrente de la cafetería por lo que en
los turnos libres aprovechábamos para ir a ver a la otra.
Ha sido muy buena conmigo.
En cuanto llegue a casa abrí la puerta poco a poco, mirando por la rejilla
que iba abriendo. Todo parecía en orden, así que entre y cerré la puerta,
cogí el paraguas y fui habitación a habitación mirando que no hubiera nadie
escondido.
Puede sonar paranoico pero no vivo tranquila desde que cogí el último
autobús, la primera semana fueron llamadas incesantes y mensajes
amenazantes de Gorka y mi padre que querían que volviera a casa
inmediatamente, al cabo de unas semanas mi padre desistió pero Gorka no,
incluso cambie de numero pero él lo adivinaba, no sé como pero lo
conseguía.
Me amenazaba con encontrarme porque le pertenecía a él y mi lugar era a
su lado. Eso provoco que empezara a tener miedo de que descubriera donde
vivía ahora y se colara en mi apartamento e hiciera... no se... lo que tenga él
en mente. Me aterrorizaba pensar que haría si eso llegara a ocurrir.
Si podía descubrir el número de mi móvil cabía la posibilidad de que
también descubriera mi dirección. Por eso me había estado mudando, cada
tres o cinco meses, hasta que llegue aquí e intente calmarme y decidí
empezar a vivir aquí.
Una vez estaba segura de que estaba sola en casa deje el paraguas en su
sitio, cerré las ventanas con pestillo y la puerta con llave y me fui a dar una
ducha relajante y ponerme cómoda y calentita que ya empezaba a hacer
frío.
Después de cenar viendo la televisión me fui a la habitación puse la
alarma y a la cama a dormir, pero como siempre me ocurría acababa
tumbada boca arriba con los ojos abiertos como un búho, más pendiente de
los sonidos de la calle, de la escalera, del piso y no en dormir. Por eso cada
mañana me tenía que poner antiojeras para no parecer un panda. No podía
descansar tranquila. Siempre caía dormida por cansancio, como ahora.
Sabía que me tenía que relajar, que ya estaba a salvo. Dudaba que nadie
se fuera a tomar la molestia de venir personalmente a buscarme para
llevarme de vuelta a casa. Era una locura pensar en eso.
Aunque me decía eso, e intentaba auto convencerme, no lograba
relajarme lo suficiente.
Capítulo 6
(Katie)
En cuanto amaneció me levante de la cama y me fui directa a la ducha
para empezar a arreglarme, me sentía cansada. No había descansado nada,
como todos los días en realidad. Por eso cuando me maquille tuve que
taparme las ojeras, para no parecer un panda y vestirme.
Entonces abrí las ventanas, lo justo como para sentirme a gusto y para
que la casa respirara.
Sonó el timbre demasiado temprano, aún tenía la taza del desayuno en la
mano.
-Buenos días, guapa –me saludo Maddi dándome dos besos en las
mejillas y entrando.
-Hola. Ayer te eche de menos en el descanso –dije cerrando la puerta y
sentándome junto a ella en el sofá.
-¿Si? ¿Y eso? –dijo sonriendo.
-Porque ayer hubieran coincidido nuestros descansos y podría haber fuera
mientras.
-Bueno habrá más días. No llores –dijo en broma.
-Que tonta –dije dándole un codazo- ¿Cómo que estas aquí tan temprano?
Pensaba que te ibas a ir a ver a tu familia.
-Sí, ya lo tengo todo empacado. Pero como he escuchado movimiento tu
casa he decidido pasarme.
-¿Y cuánto tiempo estarás fuera? Te voy a echar de menos.
Lo pregunte porque me incomodaba no tenerla de refuerzo emocional,
era la única que me hacía olvidar un poco mis paranoias. No quería
quedarme sola durante mucho tiempo. Pero tampoco se lo iba a decir, para
que no se preocupara de más.
-No lo sé, voy a ir porque mi hermano se va a casar y estaré en la casa
familiar de campo. Me quedare lo que dure la celebración –me explico.
Sabía que Maddi tenía una gran familia, aunque nunca había visto a nadie
por aquí o por la ciudad.
-¿Pero una boda no dura tres días? ¿El día de antes que es en el que
llegas, el de la celebración y día de después que es en el que vuelves, no?
-Si lo normal es eso pero mi familia siempre lo hace todo a lo grande, son
muy exagerados. Además se acerca navidad y todos nos solemos reunir y
mi madre estará loca por verme. Muchos factores hacen me tenga que
quedar más de tres días –dice sonriendo con melancolía.
Ya no me acordaba que la navidad estaba a la vuelta de la esquina.
Se notaba que estaba muy unida a su familia, siempre me contaba como
lo había pasado cuando iba a verlos o me enseñaba fotos de lo que habían
estado haciendo. Me alegraba por ella aunque no pudiera compartir ese
sentimiento de melancolía al pensar en mis seres queridos.
-¿Pero te quedaras ahí hasta después de navidades o volverás?
-Ya me quedare por allí.
-Oh... entiendo.
Era un palo para mí tantos días sola, pero sobreviviría. Podía
apañármelas sola durante unos días, o eso esperaba.
-¿Y tú que vas a hacer estas navidades?
-Lo mismo de cada año. No tengo plan, así que supongo que quedarme
en casa.
-Yo pensaba que te ibas con tu familia ¿Pasas sola las navidades? –
pregunto sorprendida y preocupada por mí, mientras ponía una mano en mi
hombro.
-Es complicado. No nos llevamos bien.
-Cuando vaya a la boda de mi hermano preguntare si te puedes unir por
navidad.
-Pero a lo mejor tengo que trabajar. Además sería raro traer a una
desconocida por navidades.
-No lo creo, la cafetería cerrara por navidad en cuanto acabe la semana.
Conozco al dueño, es un buen amigo mío, y sé que tendrás que vacaciones.
Por lo que te vendrás por navidades.
-Lo único que te puedo decir es que me lo pensare ¿vale?
-Sí, tranquila. Tu piénsatelo todo lo que quieras, pero ten en cuenta que
no aceptare un no por respuesta. Y una cosa más –dijo poniendo esa voz
que no implicaba nada bueno- ¿Me puedes prestar tu camiseta azul marino?
-¿Cuál?
-La de manga larga, con el volantito en el bajo.
-¿Por qué? –pregunte riendo.
-Porque pega con los pantalones blanco que tengo puestos para ir a ver a
mi familia.
-¿Me despido de ella o me la devolverás? –pregunte en broma.
-Despídete –dijo sonriendo con malicia.
Fui al armario y se la di. No tardo nada en ponérsela
-Bueno guapa, ya es hora de subirme al coche.
-De acuerdo, deja que te ayude con la maleta.
Nos fuimos las dos a su piso a por su maleta, que le faltaban poner
algunas cosas y luego entre las dos la bajamos. No había ascensor por lo
que entre las dos era más fácil bajarla.
-Mándame fotos. Quiero verte vestida de dama de honor –dije
abrazándola.
-Claro, te mandare un foto reportaje de toda la boda –sonrió- además
recuerda contestar mi llamada, para que sepas que día tienes que venir
conmigo.
-Maddi, he dicho que me lo pensaría. Además no tengo coche.
-Tranquila, yo vendré a buscarte entonces. Eso no es problema.
-Anda, súbete y vete, que llegaras tarde.
-Vale... nos vemos, guapa.
Nos despedimos con dos besos en las mejillas y otro abrazo. Luego me
quede en la calle hasta que su coche desapareció. Me vi obligada a mirar a
los dos lados de la acera antes de volver a entrar. Me había sentido como
observaba.
Me prepare para otro día de trabajo. Como siempre antes de irme cerré
todo como si fuera un bunquer. Me costaba mucho dejar las ventanas algo
abiertas, luego cuando tenía que volver me daba más miedo volver a entrar.
En cuanto llegue a la cafetería me puse el uniforme y el mandil, junto con
la mejor de mis sonrisas y me puse a servir las mesas, que esperaban los
desayunos.
Capítulo 7
(Raúl)
Estaban llegando todos los que vivían fuera de la casa de campo de la
manada. Es una broma nuestra llamar a esto casa de campo porque es como
un gran hotel en el bosque.
Aunque todos tienen una habitación aquí algunos han preferido irse a
vivir a la ciudad o a otro lugar del mundo pero cuando ocurre algo o hay
algo que celebrar, como ahora, todos regresan a casa y ese es otro motivo
para celebrar.
En unas pocas horas mi amigo Connor se iba a casar con su mate,
Marina.
Hacía dos días que la había encontrado. Marina, estaba en las afueras de
la ciudad haciendo senderismo, estaba haciendo un viaje antes de volver a
su manada. Estaba en una montaña cercana y como Connor estaba dando
una vuelta la encontró y se aceptaron.
-Alfa. Ya están llegando –dijo un compañero.
-Voy a ir a recibirles –dije antes de abandonar el salón, donde iba
pasando todo el mundo.
Fui hasta la puerta principal y baje los escalones viendo como llegaba un
coche pequeño y blanco. Era de la hermana de Connor, Maddi.
Bajo del coche saludando con la mano y sonriendo. Yo hice lo mismo
pero enseguida me vino un aroma demasiado atractivo como para ignorarlo.
Es ese dulce aroma que solo un lobo puede reconocer. El aroma del amor.
Mi mate. Mi lobo aullaba de alegría.
Corrí hasta Maddi. No podía ser que ella fuera mi mate. Hacía años que
nos conocíamos y si lo hubiese sido, al cumplir la mayoría de edad, ya
hubiésemos notado que éramos pareja.
Algo raro estaba pasando y tenía a mi lobo confundido.
-Sí que tienes prisa por saludarme –dice dándome un abrazo en cuanto
llego.
-Hueles ¿Eso? ¿Qué es? –pregunte olisqueando a alrededor.
-¿El qué? –Pregunto confusa olfateando también- yo no huelo nada.
-Tienes algo que huele... que no huele a ti.
-¡Oh! –Exclamo como si se diera cuenta de algo- esta camiseta es
prestada. Bueno te dejo, voy a ir a saludar a mi hermano.
-Dámela –ordene antes de que ella pudiera dar un paso.
-¿Perdona? –dijo cubriéndose el escote de la camiseta con las manos.
-Es mía, dámela –dije acelerándome.
No sabía porque me aceleraba, solo sabía que necesitaba esa camiseta.
Era mía.
-¿Tuya? ¿Ahora vistes ropa de mujer? Raúl, me estas asustando.
-¿Qué pasa? ¿Ya estas por aquí hermanita? –dijo Connor apareciendo al
lado de Maddi.
-Raúl está muy raro, quiere que me desnude aquí fuera.
-¡¿QUÉ?! –dijo alertado.
-No es eso –me apresure a decir.
-Hace un momento querías que me quitara la camiseta –protesta Maddi.
-Sí, dámela.
-¿Lo ves, Connor? Raúl está mal.
-¿Tienes fiebre? –Dijo poniendo una mano en mi frente- no, no tienes.
¿Raúl que pasa?
-Esa camiseta no es suya, huele... huele a... -no sabía definir el dulce olor
atractivo que emanaba- La quiero.
-¿Tu mate es Maddi? –pregunto Connor confundido.
-No –dijimos Maddi y yo a la vez.
-¡Ya entiendo! –Dijo Maddi- La camiseta es de su mate. Raúl déjame
entrar en la casa y cambiarme de camiseta ¿Vale?
-Si.
-Qué pena con lo que me gustaba esta camiseta... -escuche protestar a
Maddi mientras se dirigía al interior de la casa.
-No me lo puede creer en vez de encontrar a tu mate encuentras su
camiseta –dije Connor riéndose.
-No quiero verte en este momento –dije entrando en la casa escuchando
su risa de fondo.
Me dirigí al cuarto de Maddi y pique a la puerta.
-Puedes entrar y coger tu camiseta –escuche que me decía riendo Maddi
desde dentro.
Entre y agarre la camiseta.
-¿De quién es? –pregunte.
-Es de mi amiga. Iba a pedir permiso para traerla en navidad porque...
bueno iba a pasar sola las navidades.
-Tráela –ordene.
-Le preguntare si quiere venir.
-No. Te ordeno que tiene que venir.
-Hare lo que pueda. Pero igualmente si viene será en una semana.
-¿Por qué?
-Porque trabaja.
-¿Por qué va a pasar sola las navidades?
-Solo me dijo que no se estaba llevando bien con su familia.
-Llámala e invítala.
-¿Ahora mismo? –pregunto sorprendida.
-Si.
-Vale... –dijo cogiendo el móvil.
Me quede ahí mientras la llamaba. Ya que gracias al oído de lobo podría
escuchar la conversación como si ella estuviera aquí misma.
-Hola guapa –dijo Maddi en cuanto descolgó.
-Hola Maddi ¿Ya has llegado? –pregunto con una voz tan dulce que
podría entrarme diabetes a mí.
-Sí, cansada de estar en el coche ¿Tu bien?
-Estoy en el descanso.
-Aburrida –dijo con su tono de humor habitual- Te llamaba porque mi
familia ha dado luz verde a que vengas por navidad.
-Lo he estado pensando y no quiero ser un bulto en tu reunión familiar,
estaréis en familia...
-¿Qué bulto? ¿Tú eres tonta? Serás una más de la familia –Maddi la
interrumpió al ver como fruncía el ceño.
-Pero...
-Nada de peros, te recogeré en una semana, te llamare por la mañana.
Besos –dijo antes de colgar.
Por dentro estaba que explotaba de alegría mi mate iba a venir, la iba a
conocer, por fin.
-Puedo ver que irradias alegría.
-Si pero me habría gustado poder escuchar más su voz ¿No erais las
chicas las que os pasabais horas al teléfono?
-Tranquilo, suelo hablar con ella todos los días. Así que cuando le llame
o me llame te avisare para que puedas seguir escuchando.
-Gracias.
-De nada y no siguas apretando esa camiseta, es de sus favoritas y no se
la quiero devolver arrugada.
Me di cuenta que tenía la camiseta fuertemente agarrada contra mi pecho.
Sin dejar de sonreír afloje el agarre.
-Ahora si no te importa me voy a ir a saludar a mis padres.
-Ves antes de que me maten –dije riendo.
-Por cierto una cosita más... Esa camiseta... No la necesitas ya ¿no?
-Es mía –dije saliendo de su habitación escuchando su risa.
Los dos hermanos tenían la afición de reírse de mí.
Fui a mi habitación, me encerré y me lleve la camiseta hasta la nariz e
inhale dejando que su atractivo olor me llenara. Podía estar así horas y
pensar que en una semana, siete días, ciento sesenta y ocho horas, diez mil
ochenta minutos, solo seiscientos cuatro mil ochocientos segundos de nada
podré ver a mi mate. Soy el alfa podía aguantar una semana más.
-Raúl, ya han llegado todos, están esperando en el salón para verte –dijo
mi madre a través de la puerta.
-Voy.
A quien quiero engañar quería verla ya. A partir de ahora el tiempo se me
pasaría más lento.
Capítulo 8
(Katie)
Ya había pasado la semana y el jefe ya nos había dicho que hoy era el
último día antes de las vacaciones de navidad. No me podía quejar, además
me habían dado paga de navidad. Con ese dinero podía pagar el alquiler del
piso por lo menos durante dos meses y con el sueldo la comida y facturas.
Hasta podría ahorrar un poco.
Todas las noches Maddi y yo hablábamos por teléfono. Contándome
como había ido la boda y lo bien que me caerían todos. Aunque la notaba
algo cohibida en su modo de hablar. Como si alguien estuviera a su lado y
no pudiera hablar como normalmente. Pero sabiendo lo grande que es su
familia no me sorprendía.
También me había mandado una foto de los novios. Ella era hermosa y él
muy grande. Podías ver la felicidad y el amor en sus caras. En otra foto
aparecía, palabras textuales de Maddi, "la familia cercana" pero aparecían
más de diez personas en primera fila y un montón de gente de fondo, yo
conté más de veinte.
Además todos los hombres de esa familia tomaban algo raro porque
todos parecían haber estado en el ejército, con esos cuerpos tan musculados
y grandes. Ni que los hubieran parido unos pinos.
La verdad es que me asusta la idea de ir a visitar la familia de Maddi.
Desde lo de Gorka y mi padre he evitado a todo hombre o chico o de género
masculino. No me sentía a gusto al lado de ellos. Y viendo como son los de
la familia de Maddi, aun me entraba más miedo el tener que ir y convivir
durante unos días.
Ya era por la tarde, que acaba de llegar a casa del trabajo, cuando sonó el
timbre de mi teléfono salte sobre mis pies del sobresalto, estaba demasiado
concentrada en mis cosas. Era Maddi.
-Hola, guapa –me saludo alegre.
-Hola, Maddi ¿Cómo va todo?
-Genial, ya estoy en el coche, ya de camino para ir a buscarte.
Estaba aún empeñada en llevarme a pasar las navidades con su familia.
La verdad es que yo no estaba nada cómoda con su idea. Prefería pasarla
aquí, aunque fuera sola.
-Maddi de verdad que no...
-Mira cómo me vuelvas a decir que no quieres ser un incordio para mi
familia estas navidades, no te lo perdonare ¿Me oyes?
-Vale, de acuerdo. Tendré que hacer una maleta. Pero solo dos días ¿de
acuerdo?
-Una semana –me rogo.
-Vale. ¿Por cierto que tiempo hace allí?
-Trae chaqueta porque por la noche refresca y mangas cortas para el día,
porque hace buen tiempo aunque sea navidad.
-¿Cómo te las apañas siempre para que haga lo que quieres?
-Yo lo llamo personalidad arrolladora. La amas o la odias.
-Estoy empezando a odiarla –dije en broma.
-Venga no te entretengas en hacer las maletas porque en hora u hora y
media estoy allí –me dijo antes de colgar.
No me entretuve en hacer la maleta. No la iba a llenar de cosas, tampoco
es que tuviera mucho donde elegir. Mi fondo de armario era más bien
pobre. Tengo la suerte de que muchas veces Maddi y yo compartimos ropa,
aunque yo suelo devolverla. A Maddi se le olvida pero acaba
devolviéndomela.
En una hora la tenía picando al timbre y a los dos minutos de su llegada
ya estábamos sentadas en el coche, mi maleta en el maletero y cantando las
canciones de la radio como si nos la supiéramos y supiéramos entonar una
nota correctamente.
-Ya queda nada para llegar –dijo cogiendo una carretera secundaria que
llevaba un poco más allá de las afueras.
-Bien, vale, si –empecé a decir de manera nerviosa.
-Tranquila que son buena gente –dijo intentando tranquilizarme.
-¿Van a estar todos los que había en la foto que me mandaste? –pregunte.
-Todos no pero bastantes ¿por?
-Es que ya sabes que no soy muy buena conociendo gente nueva.
-Lo sé a mí me llevo casi más de un año que aceptaras dejarme pasar a tu
casa.
-¿Ves a que me refiero? No sé si podre parecer normal.
-Vas a ir a conocer a mi familia que son más raros que un perro verde ¿y
a ti te preocupa no parecer normal? –pregunto en broma riendo- Vas a ser la
más normal que de la casa te lo prometo. Además no te tienes que
preocupar porque aunque hay muchos hombres también hay muchas
mujeres y muchos, como ya tienen pareja, estarán a lo suyo.
Maddi sabía que tenía algo de recelo con los chicos, aunque dudaba que
se hiciera una idea del motivo. Pero por suerte me entendía y no
preguntaba, aunque no significa que me haya tirado indirectas para que me
arranque a contarle que había pasado. Pero yo me hacía tonta, como si no
hubiera entendido su indirecta.
-¿Segura? –pregunte con desconfianza.
-Es mi familia los conozco como la palma de mi mano.
Dicho eso llegamos y aparco en la entrada de un hotel rustico o algo así.
-¿No íbamos a tu casa?
-Es mi casa –dijo saliendo del coche.
-¿Cómo? –pregunte saliendo también.
-¡Oh! Mira ya nos esperaban en la entrada.
Estaba mirando tan sorprendida el edificio. Que según Maddi era una
casa de campo y que en verdad era un hotel de lujo más grande que la
manzana en donde teníamos los pisos en los que vivimos.
Estaba tan sorprendida por el hotel que no me había fijado en el grupo de
personas que estaba esperando en la entrada del edificio. Maddi abrió la
verja que rodeaba el hotel para poder pasar el coche e ir acercándose poco a
poco a la entrada.
Capítulo 9
(Katie)
Mire en esa dirección y pude ver a varias personas esperando a que nos
acercáramos. Pude reconocer a su hermano Connor y su mujer, a sus padres
y también había otra pareja que no sabía quién era pero los reconocía de
haberlos visto en la foto.
De repente apareció un chico, enorme, que se acercaba corriendo. Me
acuerdo de él, porque fue él que más me intimido a pesar de estar en una
foto. Aparto a los demás y en su intento de venir rápidamente hacia
nosotras se cayó al suelo.
Todos exclamamos por el golpe. Maddi corrió hacia él y yo le seguí
caminando para ver si estaba bien.
-Estoy bien, estoy bien –dijo levantándose y sacudiéndose el polvo.
-Ahora que Raúl ya ha hecho su triunfal entrada –dijo Maddi riéndose del
chico que se había caído- os voy a presentar a mi amiga. Se llama Katie.
Katie te presento a Connor y Marina, que son los recién casados.
Se acercaron para darme dos besos en las mejillas. Cuando Connor se
acercó me dio algo de impresión pero logre reprimir un sobresalto.
-Enhorabuena –dije saludándolos.
-Gracias –contestaron.
-Luego están mis padres. Lidia y Cody –siguió Maddi con las
presentaciones.
Era otra pareja en el que el hombre era otro armario empotrado. ¿Todos
los hombres de esta familia eran así de grandes? Esperaba que no o iba a ser
unos días muy tensos para mí.
-Encantada. Maddi me ha hablado mucho de ustedes –comente.
-Sí, ella es muy habladora –comento su madre.
-Antes de que me echéis más vergüenza dejarme acabar las
presentaciones –señalo a la otra pareja- ellos son mis tíos. Mabel y Rodrigo.
-Encantada.
Para mi desgracia definitivamente todos los hombres eran grandes.
-Es un honor tenerte en nuestra casa –dijo Rodrigo sonriendo.
¿Honor? Tampoco es para tanto o por lo menos yo no lo veo así. Yo diría
que es un placer tenerte aquí o algo por el estilo. Honor es para alguien
importante.
-Y por último, nuestro patosillo particular –dijo Maddi sin malicia- Raúl.
-Encantada.
-Es un placer –dijo con un tono muy grave, cogiendo mi mano y dejando
un beso en el dorso antes de soltarla lentamente.
Mire a Maddi pidiendo con la mirada que me sacara de allí, ya. Ese gesto
que había hecho Raúl me había incomodado, no me había molestado pero
era demasiado raro. Aunque me era más fácil de asimilar que dos besos en
las mejillas.
-A los demás ya los irás conociendo –comento Maddi- Bueno vamos a
dejar las maletas en su habitación y volvemos para comer ¿Si?
Me cogió de la mano y me arrastro al interior. Me dejo aún más
impresionada. Estaba decorada de una manera muy regia. Daba igual que
pared mirara valía más que todas mis cosas juntas.
Maddi me guio hasta una habitación que era tan grande como mi piso
entero. Además de que la propia habitación tenía un baño individual. Por lo
que daba por supuesto que serán iguales las demás habitaciones.
Esto era el hotel de un rico, súper rico, un rico con mucho más dinero, y
con un gran sentido de la decoración.
-Dime la verdad, eres rica ¿Verdad? –le susurre mientras dejaba mi
maleta a los pies de la cama.
-Bueno no me puedo quejar –contesto ayudándome a deshacer la maleta.
-Es que si te quejaras te tomaría por loca. Pero lo que no entiendo es
porque ¿Entonces porque vives en esa mierda de piso? Te puedes permitir
un piso más lujoso.
-Lo sé pero... ese piso lo pago con mi propio dinero, no con el de mis
padres es como mi pequeño logro personal.
-Eres demasiado rara.
Aunque en verdad la entendía. A mí tampoco me gustaba tomar prestado
dinero de otras personas, aunque estas insistan en que lo hacen por ayudar.
Me ayudo a acomodarme en la habitación antes de bajar para ir al salón.
Yo me quería quedar unos minutos más para deshacer la maleta.
Cuando me estaba haciendo la idea de tener que enfrentarme a la familia
de Maddi salí de la habitación. Donde apareció un chico frente a mí. No lo
había visto en la entrada.
-¿Quién eres? –pregunto con el ceño fruncido, molesto.
Estaba medio inclinado sobre mí. Me estaba intimidando. Por mucho que
quisiera hacerme valer este chico me sacaba una cabeza de altura y es el
doble de grande y con un estilo que no parecía nada amigable.
-So, yo, yo soy... -empecé a tartamudear.
-¿Qué pasa? ¿Por qué no me respondes? ¿Has venido a robar, extraña? –
me acuso poniendo un brazo a cada lado de mi cuerpo.
-Yo no...
-Claro, ¿por qué una ladrona iba a admitir haber robado? ¿Cómo has
entrado? ¿A quién has engañado para sacarle el dinero? –empezó a
interrogarme de forma acusatoria.
Me quede en silencio reprimiendo las lágrimas que amenazan con salir
ante tal situación. Imágenes de Gorka acorralándome contra la encimera
vinieron a mi mente haciéndome sentir basura.
Sabía que cuando hui me prometí no ser un conejito asustadizo y que me
haría valer por mí misma ante los hombres, pero no podía contra esta
situación. He desarrollado un miedo a los hombres con actitud fuerte como
Gorka o este chico.
Por eso en este momento me sentía acorralada. Necesitaba escapar de
aquí.
Me agache para pasar por debajo de sus brazos.
-Yo... Yo sabía que era mala idea –murmure para mí, dando media vuelta.
Volví a la habitación, cerré la puerta dejándolo fuera. Esperaba que el
chico no me siguiera y me volviera a amenazar.
Saque otra vez la maleta para empezar a llenarla de nuevo. Ya le había
dicho a Maddi que venir aquí era una mala idea. Tendría que llamar a un
taxi para volver a casa. Me costaría un ojo de la cara, pero no me podía
quedar aquí.
Capítulo 10
(Katie)
-Yo sabía que era mala idea. Yo no pinto nada aquí. Están en familia y
yo... no soy de esta familia... además hay demasiados chicos grandes -
estaba murmurando para mí cuando escuche unos golpes en la puerta.
Debe de ser Maddi que ha venido a buscarme al ver que he tardado de
más en ir al comedor o que el chico ha preguntado por la ladrona o caza
fortunas que ha encontrado en el pasillo.
-Maddi, yo tenía razón... -digo abriendo la puerta.
Pero no era Maddi quien estaba detrás de la puerta. Era Raúl el chico que
se había caído en la entrada.
Inconscientemente di un paso atrás ante su altura y figura.
-Perdón, pensé que eras Maddi –me disculpe.
-Emm yo... venia por...
-Maddi no está aquí –me apresure a aclarar.
-No. No venia por ella –me dijo sonriendo.
-Entonces... ¿me buscabas a mí? –pregunte confusa.
-Si. Quería decirte que ya está lista la comida.
-Lo sé pero... -mire la maleta que estaba sobre la cama.
Raúl siguió mi mirada y vio la maleta.
-¿Y eso? ¿Aún no te has instalado?
-La verdad es que algo ha surgido y tengo que volver a casa –mentí.
No le iba a decir mis motivos a alguien a quien apenas conozco. Así me
evitaba problemas con cualquiera.
-Espera. Llamare a Maddi para... para que venga –dijo antes de salir
corriendo.
No me dio tiempo a decirle que no hacía falta. Que ya cogería un taxi y le
avisaría cuando llegara a casa. Que estaría bien y todo eso. Ahora seguro
que cuando se lo diga Maddi vendrá corriendo a intentar convencerme de
que me quede. Debería de haber dicho que estaba buscando algo y haberme
quitado el problema.
Seguí haciendo la maleta, más deprisa, para que cuando viniera Maddi no
le diera tiempo a convencerme. Pero vino antes de que recogiera todo.
Entro sin llamar.
-¿Qué haces? –pregunto confusa.
-La maleta.
-¿A pasado algo?
-Si... quiero decir no. Solamente....
-Deja de buscar excusas. Te conozco lo suficiente para saber que algo ha
pasado y quiero saber que es.
-Pues... cuando iba a bajar al comedor me he encontrado con... con un
familiar tuyo, que no sé quién es, y digamos que no parecía muy contento
de tener a alguien que no es de la familia por aquí. Así que mejor me voy.
Ya te dije que era mala idea. Las navidades son para pasarlas en familia, de
manera entrañable y si alguien de tu familia no está cómodo conmigo
prefiero irme, la verdad. No quiero que nadie este incomodo o molesto por
que yo esté aquí.
-No es que no esté cómodo, solo que no sabía quién era –se escucha
hablar desde la puerta.
Las dos nos giramos a mirar quien era. Es el mismo chico que me había
encontrado en el pasillo. Estaba en el umbral aun con los brazos cruzados,
amenazante.
-¿Este es el tonto que te ha intimidado? –pregunto Maddi.
Me quede parada. El chico no paraba de mirarme fijamente. Encima
Maddi le acababa de insultar y si yo decía que sí que él era con el que me
había cruzado le estaría llamando tonto yo también y no quería poner más
problemas ahora mismo.
-Emm... Maddi... -comencé a decir tartamudeando.
-Ni que la hubiera mordido –dijo el chico.
-Déjate de bromas, Damián. ¿Qué le hiciste? Mírala, no puede ni decir
una palabra en tu presencia.
-Hey. Cálmate. No le he hecho nada. Solamente he preguntado quien era
porque no la conocía y estaba en mi casa. No sabía si se había colado o que.
-Entonces si fuiste tú el tonto que la intimido. Damián, es mi invitada,
¿podrías ser más simpático?
-¿Por qué?
-Porque lo digo yo –dijo Raúl apareciendo por detrás, más amenazante
que Damián.
-Si claro, lo que faltaba. Id yendo a la mesa que enseguida bajamos –dijo
Maddi sacándolos del cuarto y cerrándoles la puerta en las narices- Ni se te
ocurra poner una prenda más en esa maleta. Te quedaras o me enfadare
contigo para siempre
-Pero ya has visto...
-Damián tiene un humor muy raro. Lo que tienes que hacer es ignorar sus
comentarios ya que en verdad lo le importa si estás aquí o no. Así que
quédate para hacerme feliz esta navidad. Te puedo asegurar que si te vas
esto se convertirá en el infierno.
-Que exagerada -digo riendo.
-Para nada. Créeme. Además me gustaría pasar al menos una navidad
contigo. Saber que las vas a pasar sola sino, me hace estar triste y no
disfrutaría de las fiestas ¿Entonces qué vas a hacer?
-Por el momento me quedo y mañana ya decidiré si me quedo o me voy
¿vale?
-Por algo se empieza –dice sonriendo- ahora vamos antes de que se
acaben toda la comida.
-Vale.
Salimos las dos de la habitación y bajamos las escaleras otra vez. En la
puerta nos estaban esperando Raúl y Damián. Raúl parecía más contento
que Damián. Como si supiera que me iba a quedar aquí.
Entramos los cuatro juntos y no me esperaba ver la cantidad de gente que
había. Había una mesa enorme rodeada de personas, mínimo veinte. Todos
enormes. No podía parar de pensar en que había muchos chicos y todos
muy grandes. Daba igual a qué lado de la mesa mirara.
-Maddi –la llame en susurros.
-¿Qué pasa? –me pregunto.
-Hay mucha gente.
-No te preocupes. Nadie te va a hacer nada, ni se les ocurriría.
-Si tú lo dices –respondí no segura de lo que Maddi había dicho.
La seguí aun no muy cómoda con la situación. Nos sentamos los cuatro
juntos y me dejaron entre Maddi y Raúl. Por suerte Damián estaba frente a
nosotros, pero aun podía ver sus ojos sobre mí.
Capítulo 11
(Katie)
Nada más empezar a comer podía ver incomodidad en el ambiente y se
miraban unos a otros como si se hablaran con los ojos. Me estaba
estresando ver cómo me miraban para luego volver a mirarse.
-Maddi –la llame a susurros.
-Dime –dijo sirviéndose de una de las muchas fuentes que había delante
de nosotros.
-¿Tengo algo en la cara? No paran de mirarme y me está incomodando.
-No tienes nada. Es que son muy cotillas.
-Pero si no están diciendo nada.
-Lo hablaran después –dijo rápidamente.
-Come todo lo que quieras –comento Raúl pasándome una de las fuentes
de comida.
Había todo tipo de comida, en su mayoría carne cocinada de diferentes
maneras, y mucha bebida, sobre todo vino.
Me serví un poco de ensalada y un trozo de carne se lo agradecí.
Raúl no paraba de mirarme mientras sonreía. Como si tuviera algún plan
malévolo contra mí. Inconscientemente moví un poco la silla hacia Maddi
pero Raúl también movió la suya, dejándome encerrada entre Maddi y él.
Maddi me distrajo de su proximidad presentándome a los que tenía más
cerca mientras comíamos. También aprovecho para contarme cómo fue su
infancia aquí junto a sus primos.
-¿Y cómo que no has venido antes con Maddi a vernos? –pregunto Raúl.
-La habría traído antes si hubiera sabido que pasaba las navidades sola
antes –interrumpió Maddi.
-Es tu amiga tendrías que haberlo sabido antes.
-No solemos hablar de eso. Además yo ni siquiera sé qué día es el
cumple de Maddi –dije a modo de justificación.
-Pues es verdad, yo tampoco se el tuyo –dijo Maddi dándose cuenta-
como siempre que es mi cumpleaños me vengo a celebrarlo a casa, nunca
ha coincidido en que te lo diga. Pues para que lo sepas es el dos de abril. ¿Y
el tuyo?
-Una semana antes de navidad. Es el dieciocho de diciembre.
-Claro por eso nunca ha coincidido, porque para esa fecha ya me he
venido aquí a pasar las fiestas.
-Espera... entonces tu cumpleaños es en dos días –dijo Raúl.
-Supongo que sí.
-¿Cómo no lo has dicho antes? –Pregunto Maddi- Tenemos que
celebrarlo.
-No, de verdad que no –dije rápidamente.
-¿Por qué no? –pregunto Raúl demasiado curioso.
No le iba a decir que porque me recuerda que es la misma fecha en la que
casi me violo mi novio, que mi padre me abrió la ceja y escape de casa,
dejando atrás todos los recuerdos y a mi único familiar.
-Porque no es quiero ser el centro de atención cuando estáis celebrando la
boda de tu hermano, Maddi. Además luego son las navidades y también
sabes que no soy buena teniendo la atención. Y por si fuera poco no sé si
mañana me iré de vuelta a casa –conteste mirando a Maddi ya que la mirada
de Raúl, parecía algo ansiosa.
-Tienes que pasar las navidades aquí –dijo Raúl en forma de orden.
-Pero yo...
-Raúl, no la agobies –se metió Maddi- y tu Katie tienes que quedarte.
Además a mi hermano le dará igual que celebremos tu cumpleaños, no ves
que ellos se encerraran en su cuarto y no saldrán hasta...
-Lo que quiere decir la bocazas de mi hermana es que no nos importa –
interrumpió Connor con un tono más suave que Raúl, que estaba sentado al
lado de Maddi.
-Pero no es solo por la boda. También están las navidades... -empecé a
decir.
-Va Katie, que me hace ilusión celebrarlo contigo –me interrumpió
Maddi cogiéndome el brazo en forma de súplica.
Mire a mi alrededor y vi que teníamos a todos en la mesa pendientes de
nuestra conversación. Disimuladamente, o eso creía estar haciendo yo, puse
mi mano en la frente y me gire para mirar a Maddi mientras tapaba mi perfil
con mi brazo y mi pelo.
-Maddi –la llame a modo de súplica.
-No tienes nada que temer. Nadie te va a morder porque celebremos tu
cumpleaños –dijo Raúl a mi espalda.
-La verdad es que no es una fecha que quiera recordar –dije obligándome
a girarme y mirar a Raúl a los ojos.
Se me quedo mirando fijamente como si leyera mi alma o algo así,
notaba el dolor en su mirada. Puso un brazo en el respaldo de la silla en la
que yo estaba. Inconscientemente me senté más a la orilla de la silla.
-¿Y si dejamos el tema por ahora? –pregunto Raúl, concediéndome el
respiro que necesitaba.
Asentí agradecida. Él me dedico una sonrisa de medio lado comprensiva.
Como si entendiera que era lo que me había pasado en aquella fecha.
-Vale –dijo Maddi con fastidio.
-Bueno ¿Qué vais a hacer mañana? –pregunto Lidia, la madre de Maddi,
ajena a la conversación.
-Había planeado ir de compras, para coger los regalos de navidad. Katie
¿Me acompañas, verdad?
-Si, por supuesto.
-Así podre enseñarte un poco de los alrededores.
-Me gustaría mucho.
-Si vamos. Yo también os acompañare –interrumpió Raúl.
-Yo pensaba más en una salida de chicas –se quejó Maddi.
-Pero yo quiero ir –dijo como si fuera un perrito abandonado- ¿A que tú,
Katie, estás de acuerdo?
¿Por qué tenían que meterme a mí en la conversación? Yo estaba bien
con lo que quisieran ellos.
-A mí me da igual. Lo que queráis vosotros –dije mirando a Maddi.
-Pues ya está decidido. Voy con vosotras –dijo sonriendo Raúl, aunque
Maddi suspiro frustrada.
No sé porque pero tenía la sensación de que debería de haber dicho que
mejor una salida de chicas. Además así podría estar más cómoda a la hora
de hablar con Maddi. Con Raúl yendo con nosotras sería raro.
-Genial –dijo con evidente ironía Maddi.
La verdad es que me hacía gracia ver como Maddi interactuaba con el
resto de su familia. Yo nunca he tenido mucha familia, aunque cuando
estaba mi madre éramos más cercanos, nunca hemos tenido este alboroto
tan cariñoso entre nosotros.
Hacían que me sintiera integrada aunque yo intentara poner barreras
entre ellos y yo. Era genial.
Capítulo 12
(Katie)
El viaje en coche hasta el centro comercial había sido un poco incómodo
ya que íbamos en el coche de Raúl y parecía que era nuevo, tenía miedo de
que si tocaba algo lo ensuciara o lo estropeara.
Íbamos Raúl, Maddi, Damián y yo. A Damián y a mí nos tocó ir juntos
detrás. Era bastante incomodo porque íbamos en silencio y Damián no
paraba de mirarme fijamente, intimidaba más callado.
-¿Qué os parece si vosotros vais a los recreativos mientras vamos a
comprar? No quiero que veáis que os compro para navidad, luego os llamo
y nos reunimos para seguir dando una vuelta ¿vale? –propuso Maddi.
Aceptaron aunque de mala gana y no después de haber discutido con
Maddi y que esta con su carácter arrollador los convenciera de que era lo
mejor.
-Menos mal, pensé que lo tendríamos que aguantar a esos dos durante
todo el rato quejándose sobre lo lenta que soy escogiendo. ¿Por dónde
quieres empezar? ¿Ropa o regalos? –pregunto animada.
-Como quieras yo solo voy a mirar. Comprare un detalle para tus padres
y otro para Connor y Marina.
-¿Para mi nada? Eres peor de lo que pensé –se quejó en broma.
-También habrá algo para ti –dije sonriendo- lo malo es que lo veras si
me acompañas.
-Saldré de la tienda antes para no verlo, quiero que sea sorpresa.
Decidimos ir primero por regalos para navidad. Después de muchas
tiendas por fin había conseguido un detalle para los recién casados, unas
tazas de café a juego. Era mejor opción que la recomendación de condones
que me había dicho Maddi.
Para los padres de Maddi elegí, algo no muy caro y no muy original, una
caja de bombones.
Maddi compro muchas cosas, sin mirar la etiqueta. Me ponía nerviosa
cuando hacia eso, solo porque yo no quería pasarme de dinero. Pero tenía
que recordar que ella no tenía motivos para preocuparse de gastar
demasiado.
-¿Qué te parece si a Damián le compramos carbón? –me pregunto
levantando una bolsa de carbón de azúcar.
-No sé yo... -no quería que pensaran que fue idea mía y se ofendiera.
-Sí, tienes razón. Es la mejor opción –dijo añadiéndolo a la cesta- ahora
vete a dar una vuelta por la tienda, evítame porque voy a coger tu regalo y
no quiero que lo veas. Te espero fuera, aprovecha y elige algo para mí.
-Vale... -dije alejándome mientras miraba los estantes.
Vi un collar de cadena muy finita del que colgaba una rosa como la de la
Bella y la bestia. Como es la película Disney de Maddi me decidí por eso.
Al desviar la vista a las pulseras vi una que llamo mi atención, era de
hombre y tenía una piedra brillante en el medio tallada en forma de lobo.
Era como ver el universo en un lobo. Precioso.
No pude resistirme a cogerla. La pulsera y una bola de cristal de esas las
que agitan y se ve como si nevara, dentro uno de los paisajes que vi
mientras venia en el coche con Maddi. Me pareció un bonito recuerdo que
llevarme para recordar estas navidades.
En cuanto vi que Maddi salió de la tienda me fui a la caja, para pagar.
Fueron tan amables de envolverme todos los regalos. No era lo que me
quería gastar pero era lo único que me iba a comprar por navidades.
En cuanto me reuní con Maddi me intento sonsacarme lo que le había
comprado pero no consiguió nada. Después de eso llamo a los chicos y
quedamos en encontrarnos en la cafetería del centro comercial. Maddi
guiaría, porque yo no sé dónde era.
Llegamos primeras a la cafetería, nos sentamos juntas para esperar.
-Chicos –los llamo Maddi cuando se acercaron.
-¿Cómo han ido las compras? –pregunto Raúl tomando asiento a mi lado.
-Seguro que han comprado las mil y una chorradas –dijo Damián
sentándose frente a mí.
-Pues solo te digo que he acertado de pleno con tu regalo, espéralo con
ansias –le contesto Maddi.
-¿Y tú que has comprado? –me pregunto Raúl.
-Solo unos detalles de navidad.
-Seguro que no te ha comprado nada –dijo Damián.
Eso me dejo parada. No esperaba que tuviera que cogerles regalos a
todos los familiares. Ni siquiera sabía cuántos eran. No le había comprado
nada. Esperaba que no se ofendiera.
-Ya sé que no me ha comprado nada. Tampoco lo esperaba.
No sé porque no me lo creí.
-Ya claro –se burló Damián. Maddi también sonreía con malicia.
No sé porque esperaban que le comprara algo a Raúl. Tampoco es que le
conozca de nada.
Ver como interactuaban Damián y Raúl, siendo hermanos, me parecía
muy diferente a como se relacionaban Connor y Maddi. Ambas parejas de
hermanos eran divertidas pero cada una a su manera.
Ellos parecen más brutos. Seguramente porque ambos son chicos. O eso
creo. Pero aunque parecían tener rivalidad entre ellos, no parecían ser
agresivos. Aunque a mí me intimidaran por su complexión.
-Pues luego vamos a comprar ropa ¿Qué os parece? –pregunto Maddi
sonriendo con malicia.
-Lo que queráis –contesto rápidamente Raúl.
-No pienso cargar ni una sola bolsa, yo aviso –se quejó Damián.
Después de acabar de tomarnos los refrescos nos fuimos daño un paseo
por las tiendas. Maddi insistió en entrar a verlas todas, absolutamente todas.
Probándose toda la ropa que le gustaba.
También insistía en que yo me probara cosas pero me negué. Aunque
había cosas que realmente me moría por comprar, ya no me quedaba dinero
para nada más.
Por suerte la vuelta a la casa Maddi se sentó a mi lado y no se quedaron
en silencio, por lo que se me hacía más cómodo.
Me sentía como yendo a pasar el tiempo con amigos de toda la vida. Ese
ambiente de amistad y bromas. Como si cualquier cosa pudiera pasar. No
sabía si eso me gustaba o no. Ya no me gustaban las cosas imprevisibles. Ya
no me fiaba de nada que fuera bueno para mí si eso incluía a chicos fuertes.
Capítulo 13
(Katie)
Esta noche me había costado coger el sueño pero una sensación de
calidez me invadió, como si hubieran enchufado la chimenea a mi lado, me
hizo sentir tan a gusto que me quede dormida. Era la primera vez que me
sentía así desde que mi madre murió. Era una sensación muy agradable,
como si nada pudiera dañarme estando allí.
Pero los hábitos son los hábitos y me desperté muy temprano. Era por la
costumbre que tenía que al mínimo ruido me despertaba. Por lo que podía
ver por la ventana, aun apenas había empezado a salir el sol. No había
cerrado las cortinas porque quería que la habitación se iluminara de la luz
de la luna. No quería estar totalmente a oscuras.
Me levante de la cama para desperezarme e ir al baño para darme una
ducha. Aun envuelta en la toalla me acerque al espejo. Las ojeras parecían
hacerme parecer un panda de por vida, la ceja aún tenía la cicatriz que me
provoco la botella y poco color de piel, más blanca no podía ser. Sin
mirarme mucho más me maquille para tener un aspecto un poco más
saludable.
Después me vestí de una manera sencilla: pantalones tejano, jersey rosa
palo y unas botas.
Luego para hacer tiempo para bajar me puse a recoger la habitación, pero
cuando me canse de agitar a bola de Navidad que me había comprado me
decidí a abrir la puerta de la habitación y buscar el salón, para esperar a
Maddi.
Acabe en la sala del comedor donde había comido con toda la familia.
Me di una vuelta por el salón para ver las pinturas que lo decoraban, ya que
ayer no pude apreciarlas. Era como ir a un museo.
-¿Entiendes de arte? –pregunto alguien a mi espalda.
Me gire sobresaltada, encontrándome con Damián. Que estaba apoyado
en el marco de la puerta.
-No, no sé nada. Pero solo los estaba viendo.
-Son piezas únicas –dijo acercándose hasta quedar a mi lado.
-Son muy bonitas.
Me sentía muy ignorante por solo poder decir ese comentario. No sabía
nada de pinturas, esculturas y de nada parecido.
-Si lo son. ¿Cómo que estas desierta tan temprano?
-Bueno... por el trabajo siempre me levanto temprano y aún tengo el
habito –mentí.
Por la cara que puso supe que no estaba para nada convencido de lo que
le había dicho.
-¿Quieres desayunar algo? –preguntó.
-Yo pensaba que desayunabais juntos.
-Normalmente sí, pero con las fiestas cada uno se levanta a una hora
diferente. Además me muero de hambre –dijo antes de que le rugieran las
tripas confirmando sus palabras.
-De acuerdo –dijo sonriendo.
-¿Te importa desayunar en la cocina? No quiero esperar a que me lo
traigan, así ya estoy allí.
-No me importa. Como quieras.
Me guio a la cocina, donde ya había dos personas empezando a cocinar.
Las salude y se quedan paradas al verme entrar tras de Damián.
-Buenos días, ¿Necesitáis algo? –pregunto sonriendo una de las chicas
que estaban cocinando.
-Veníamos a por algo para desayunar. Pero tranquilas, lo de siempre para
mí y ella... ¿Qué quieres?
-Yo estoy bien con un café.
-¿No quieres nada para comer? –pregunto la chica sorprendida.
-No, solo eso.
-Oído cocina. Sentaron en la mesa de aquí mismo si queréis.
Tal como dijo nos sentamos en la mesa de la cocina a esperar el
desayuno. Me sentía rara teniendo a personas que hacían las cosas por mí.
Tener sirvientes.
La cocina era muy grande, incluso tenían una televisión, con las noticias
puestas. Damián estaba con el teléfono mientras yo miraba el resto de la
cocina cuando las palabras de las noticias hicieron que mirara el monitor.
Estaban grabando en mi barrio. Lo que hizo que me preocupara, nunca
pasaba nada en este barrio. Por eso me resultaba raro que saliera en las
noticias.
Hablaban sobre que los vecinos habían llamado a la policía al ver uno de
los pisos de su edificio abiertos y todo destrozado. En cuanto enfocaron el
edificio, el poco color que me proporcionaba el maquillaje era el único que
tenía. Era mi edificio.
Enfocaron las escaleras, subiendo hasta mi piso. La puerta estaba abierta
y ponía "FELICIDADES PUTA YA VERAS" con espray rojo. Todas las
cosas estaban revueltas y tiradas por todo el piso.
-¿Estas bien? –pregunto Damián levantando los ojos del móvil y
mirándome con preocupación.
-Si, por supuesto –dije forzando una sonrisa.
-Odio cuando me mientes –dijo frunciendo el ceño.
No podía decirle lo que estaba pasando. Me derrumbe apoyando mi
cabeza en mis manos para que nadie viera mi cara a punto de llorar.
Estaba segura de saber quién había sido. Gorka. ¿Cómo me ha
encontrado? No lo entendía. No podía ser posible. No es del CSI ni de la
INTERPOL ¿Cómo lo había hecho?
Me levante para huir a la habitación pero antes de lograr cruzar el umbral
de la puerta de la cocina, me choque contra alguien que no había visto por
culpa de las lágrimas. Me agarro para impedir que me fuera a caer hacia
atrás.
-¡Hey! ¿Estás bien? –reconocía la voz. Era Raúl.
-Sí, lo siento –dije intentando rodearle, pero no me había dado cuenta que
aún estaba entre sus brazos y que él no parecía dispuesto a soltarme.
Capítulo 14
(Katie)
Se me quedo mirando fijamente, como si pudiera ver a través de mí.
Sutilmente agarre sus muñecas e hice que me soltara, en cuanto dejo de
rodearme, baje la cabeza para cortar el contacto visual y me fui corriendo a
la habitación. Me encerré y no sabía si sacar la maleta o no o ir a por un
billete de autobús para irme y desaparecer más lejos de aquí o... realmente
no sabía qué hacer.
Incluso me plantee la opción de volver a mi ciudad natal y enfrentarme a
Gorka. Pero tenía demasiado miedo a hacer eso viendo como había dejado
mi piso y la advertencia de la puerta.
Estaba llorando sentada en el suelo, apoyando la espalda en la pata de la
cama, cuando escuche que picaban a la puerta.
-Soy Raúl. ¿Estás bien? –pregunto a través de la puerta.
Me limpie las lágrimas de la cara y me aclare la voz antes de hablar.
-Sí, tranquilo. Bajare en un rato –dije fingiendo que estaba bien.
Intentando que no se notara que estaba rota por dentro.
Pude escuchar como suspiraba antes de que se alejara de la puerta, pero
los pasos no se alejaron demasiado. Podía notar como daba vueltas delante
de la puerta, como si estuviera frustrado.
Aprovecharía que están desayunando para irme. Así que me puse a hacer
la maleta rápidamente antes de que le dijeran a Maddi que había pasado y
se presentara aquí.
-Katie ¿Puedes abrirme y hablamos? –era Raúl que aún no se había ido
del otro lado de la puerta.
-De verdad que estoy bien –dije sin dejar de llorar.
Contra más me hiciera hablar más se notaría que estoy llorando y no
quería preocupar a nadie antes de que me diera tiempo a irme.
-¿Estas llorando? Por favor abre la puerta o me veré obligado a tirarla –
dijo Raúl.
Me quede parada pensando en sus palabras ¿De verdad iba a tirar la
puerta abajo? ¿Abro la puerta? No entendía nada.
Me acerque poco a poco a la puerta, no sabía porque lo hacía, porque no
tenía ganas de enfrentarme a un chico. Pero así lo estaba haciendo, me
limpie las lágrimas de los ojos y mejillas, quite el pestillo y poco a poco
gire el pomo de la puerta hasta abrirla.
Raúl estaba apoyado en el marco con una cara de angustia que yo no
podía darle ninguna explicación.
-Emm yo... -no sabía que decir, me había dejado sin palabra.
Sin decirme ni una sola palabra se acercó a mí y me rodeo entre sus
brazos. Me abrazo. No contento con eso, me espachurro contra su pecho tan
fuerte que temí no poder respirar.
La presión hizo que cerrara los ojos y llorara sobre su pecho
desconsoladamente. Llorando todo lo que tenía reprimido en mi interior. Su
calor hacía que me quedara ahí parada, cómoda. Incluso yo misma le rodee
a él con mis propias manos.
Raúl es un chico enorme y fuerte, cuando me está abrazando puedo notar
que también puede ser reconfortante y cálido.
-Tranquila, ya está. Todo va estar bien –me susurro en el oído.
Yo solo pude llorar más fuerte y apretarme más contra él.
De repente note que una mano acariciaba mi espalda y mi brazo mientras
Raúl me abrazaba. Gire para ver quién era. Maddi.
Entonces fui consciente de la situación y me solté de Raúl, pero él aún
me tenía abrazada, no me soltaba. Le di palmaditas en el brazo para que se
diera cuenta de que quería que me soltara pero nada.
-Raúl –dijo Maddi en un susurro muy suave- Suéltala, necesita respirar.
Raúl me apretujo más contra él durante unos segundos antes de soltarme
poco a poco pero sin alejarse de mí.
-¿Qué es lo que está pasando? –pregunto Maddi con evidente
preocupación.
-Yo... yo antes... -empecé a tartamudear.
-A salido corriendo de la cocina y me ha sorprendido lo angustiad que se
la veía por eso la he seguido –empezó a contar Raúl.
-¿Ha pasado algo en la cocina? Pero si las cocineras son de lo más
cariñosas.
-Yo estaba con Damián... y... y...
-Mira que le dije que se dejara de tonterías y de molestar a Katie. Le voy
a dar una paliza que no va a volver a ver un atardecer –dijo amenazante
Raúl.
-No. Espera. Él no ha hecho nada. Yo... yo...
Se frenaron de golpe ya que habían empezado a ir hacia la cocina a por
Damián.
-Yo no la he tocado –dijo apareciendo de la nada Damián- solo la he
acompañado a desayunar porque la he visto en el salón esperando a los
demás y estaba muerto de hambre.
Raúl y Maddi automáticamente me miraron esperando mi respuesta, por
lo que asentí con la cabeza. Damián no había mentido.
-¿Entonces qué es lo que ha pasado? –pregunto Raúl desconcertado.
-Eso quisiera saber yo también, porque no recuerdo haberle hecho nada
que le hiciera huir de mi tan rápido –comento Damián.
-No... no huía de ti... yo... yo lo siento. De verdad –dije dando un paso
hacia atrás.
La escena se había convertido en un interrogatorio en el que las miradas
amenazantes eran disparadas en tres direcciones. Y me sentía el blanco de
las tres miradas. Solo quería huir de aquí lo más rápido posible.
-¿Qué paso? –pregunto Maddi suavizando el tono.
-En las noticias han dicho que mi casa... que mi casa la han asaltado –
logre acabar la frase antes de volver a derrumbarme sobre Maddi.
Todos empezaron a preguntarme cosas a la vez y al ver que me estaban
atolondrando se fueron Maddi y Damián a la cocina para ver la televisión,
por si aún hablaban de la noticia. Pero Raúl se quedó mirándome a mí.
-No te tienes que angustiar mientras estés aquí. Yo te ayudare en todo –
dijo tan convencido que parecía que me estaba ofreciendo un nuevo piso- te
prometo que tu vida va a cambiar, no vas a tener que preocuparte de nada
más que no sea ser feliz el resto de tu vida.
Capítulo 15
(Katie)
Ahora que ya estaba más tranquila, que la policía ya me había contactado
y quería que fuera, por fin podía tomar un respiro.
Me encontraba en el porche de la casa, sentada en el columpio. No
recordaba muy bien como había llegado aquí. Creo que Raúl me sentó aquí.
Lo último que recuerdo hacer antes de estar aquí es estar respondiendo a la
policía.
-Toma –dijo Maddi ofreciéndome un vaso de agua- ¿Estas mejor?
-¿Cómo ha pasado? No puede ser él.
-¿Él quien? –pregunto agachándose frente a mí cogiéndome al mano
libre.
-No quiero hablar de él. Me hizo mucho daño –dije subiendo mis piernas
al columpio para apoyar la cabeza en mis rodillas.
Ahora sí que tenía que volver a la casa. La policía me esperaba para
tómame los dados y hacerme preguntas. Pero yo no me sentía capaz de
volver, sabiendo que Gorka estaría allí esperándome. Tenía miedo. Me
temblaban las piernas solo de pensar en tener que ir.
-Lo siento, por arruinarte las navidades –dije mirando a Maddi.
-No tienes que disculparte por esto. No es cosa tuya que un pirado robe
en tu casa. Iremos a hablar con la policía, recogeremos lo que se pueda y
volveremos aquí a esperar que hacer ¿Vale?
-No. Ya he causado suficientes problemas. No puedo abusar de la
hospitalidad de tu familia.
-¿Abusar de qué? Si te lo estoy ofreciendo no es abusar. Además...
-Además no te vamos a dejar sola en un momento como este –la
interrumpió Raúl.
Mire a Raúl que tenía la vista fija en mí. Me sentía, raramente, cómoda
cuando Raúl me miraba así. Me sentía como si mirándome así pudiera
protegerme de todo.
-Damián y yo os acompañaremos para que no haya problemas.
-No, por favor. No quiero...
-No te estaba pidiendo permiso. Te lo estaba diciendo. Además no quiero
quedarme aquí preocupado. Prefiero ir con vosotras y verlo con mis propios
ojos.
-Raúl tiene razón, es mejor ir acompañadas.
-¿Tienes idea de quien ha podido ser? –pregunto Raúl.
-Creo que sí. Estoy casi segura de que sí.
-¿Y quién es? –pregunto Raúl al ver que no tenía intención alguna de
responder.
-Nadie que importe ya.
-Tenemos que saberlo. La policía lo preguntara también. Sera más fácil si
sabemos quién ha podido ser.
-Ha sido mi ex –tuve que decir al final.
-¿Tu ex? ¿De cuánto tiempo? ¿Cómo se llama? ¿Cómo ha podido robarte
así? ¿Seguía teniendo llaves de tu casa? ¿Soy más guapo que él? –Raúl
empezó a soltar preguntas.
-¡Raúl! ¡Cálmate! –Le grito Maddi, antes de suavizar el tono y dirigirse a
mí- ¿Puedes contarnos porque crees que ha sido tu ex?
-El ultimo día que lo vi fue hace a casi cinco años.
-¿Entonces como puede ser que haga esto ahora?
-Yo escape de mi ciudad el mismo día que cumplía la mayoría de edad.
Más que escapar huía de casa. Cogí un avión y después de eso me he estado
mudando cada dos por tres. Hasta que decidí hacer de la última casa mi
hogar, porque los vecinos eran muy amables y porque por fin hice una
amiga –dije mirando a Maddi.
Maddi me abrazo sin decir nada, dejándome seguir con la historia.
-No sé cómo me ha podido encontrar. Nunca ha parecido un chico que
pudiera ser capaz de perseguirme fuera donde fuera.
-Yo lo haría... -dijo Raúl sin dudar.
-¿Qué? –pregunte confundida.
-Yo lo haría. Yo seguiría a mi pareja, si supiera que es el amor de mi vida
–se explicó mejor- será mejor que nos pongamos de camino, contra antes
lleguemos antes se acabara todo esto.
-Si será lo mejor –dijo Maddi levantándose y tirando de mi brazo
suavemente- ¿estás bien como para ir?
-Vamos –respondí poniendo los pies en el suelo para levantarme y
dejándome llevar por Maddi.
Me senté en la parte de atrás del coche de Raúl, que por cierto era
enorme. Maddi se sentó de copiloto, para poder guiar a Raúl, mientras que
Damián estaba sentado a mi lado.
El ambiente parecía tense, casi como si se pudiera ver. Raúl conducía
algo acelerado, mientras que Maddi se mordía las uñas. Por otro lado
Damián estaba medio tirado en el asiento, mirándome fijamente como si
intentara leer mi mente. Por ultimo estaba yo que no podía parar de mover
la pierna derecha, como si estuviera encendiendo una moto, de los nervios y
el miedo que me entraba a cada kilómetro que nos acercábamos.
-¿Podrías parar? Me pones nervioso –me dijo Damián.
-Perdón –dije cogiéndome la pierna- es un tic por los nervios.
-Lo entiendo, pero me molesta.
-Déjala tranquila, Damián. Tú estarías incluso peor si te quitaran algo –le
recrimino Raúl.
Damián resoplo molesto y giro su cara hacia la ventana.
Después de eso el coche se volvió a quedar en silencio y me sujete la
pierna con las manos, disimuladamente, para evitar que temblara.
Aunque según entrabamos en el barrio mi nerviosismo parecía ser más
contagioso porque todos estaban alerta. Pero la pierna no la seguía
moviendo por lo menos.
Empezamos a escuchar las sirenas y ver mucha acumulación de gente
alrededor de nuestro edificio. Raúl tuvo que aparcar unas cuatro calles más
allá.
También tuvimos que ir haciéndonos sitio para poder llegar al cordón
policial y avisar a un policía para poder pasar.
En cuando me identifique nos dejaron pasar.
-Subid al piso los investigadores están analizando todo.
-¿Pero no puede ser aquí...? –estaba preguntándole al policía cuando Raúl
poso su mano en mi hombro.
-Tranquila, yo estoy aquí –dijo dejando su brazo alrededor de mis
hombros.
Me guio hasta dentro. Nada más pasar el umbral de la escalera. Había
muchos policías, todo estaba pasando muy rápido e incluso los demás
dieron un paso atrás por el olor tan fuerte que había.
Olía demasiado fuerte, como si hubiera habido un incendio.
Los policías nos pusieron mascarillas y nos guiaron hasta nuestro piso.
La puerta estaba abierta con la pintada. Pero en cuanto nos asomamos el
horror apareció ante nuestros ojos.
Me gire para salir corriendo pero Raúl, que aún tenía su brazo sobre mí,
me apretó contra él, dejando mi cara aplastada contra él.
Capítulo 16
(Raúl)
El miedo que Katie sentía me recorría toda la columna vertebral. Hacía
que el ambiente fuera tenso.
Nada más acercarnos al piso un olor asqueroso inundaba el lugar.
Consciente de que solo era un olor que Maddi, Damián y yo podíamos oler,
no dijimos nada.
Apestaba demasiado a zorro. Por naturaleza los lobos y los zorros son
enemigos, por eso su olor no nos gustaba nada.
-¿Crees que su ex es un asqueroso zorro? –me pregunto Maddi por el
vínculo, para que nadie más se enterara.
-Creo que sí –le respondí de igual manera.
Como estaban interrogando a Katie, a nosotros no se nos permitía estar
delante por lo que estábamos en el comedor mientras que Katie y los
policías que la interrogaban estaban en la habitación.
Aunque con nuestro oído podíamos escuchar perfectamente lo que
estaban diciendo, yo estaba distraído mirando alrededor. El destrozo que
habían hecho en el piso. Ya no iba a ser habitable a no ser que se invirtiera
una gran cantidad de dinero.
Yo estaba dispuesto a gastarme todo lo que necesite, pero realmente no
me parecía buena idea. Lo que tenía en mente era atraerla a mí mientras me
ocupaba de ese zorro, y luego seguir cuidándola por siempre.
Sabía que tenía que explicarle sobre mí antes que todo se descontrole y lo
descubra de la peor manera posible y se asuste. Lo último que quería era
que me tuviera miedo, porque entonces sí que la perdería para siempre.
-Podemos moverle a una habitación de hotel de manera provisional hasta
que acabemos con el caso. Pero no le puedo ofrecer nada más. Eso siempre
que no tenga familia con la que quedarse ¿Tiene padres? ¿O algún familiar
con el que se pueda quedar? –escuche a uno de los policías que hablaba con
Katie.
-Mi familia está muy lejos. Y dudo que me pueda quedar con ellos.
-Puedes estar tranquilo –me dijo Maddi por el vínculo al notar mis
nervios- Katie se quedara en la casa de la manada porque yo la convenceré.
-Lo sé. Si no la convencías tú, lo hubiera hecho yo.
-De ti, con lo posesivo que estas, se asustaría.
Katie tenía miedo a los hombres, por culpa del asqueroso zorro. Se podía
oler por todas partes, como si hubiera marcado el territorio.
El policía le explico que al tener familia él no podía hacer nada por
ayudarla con el alojamiento, solo le podía ofrecer una noche en un motel y
que lo pagaría el de su bolsillo. Porque la pobre le había dado pena. Katie lo
rechazo diciendo que ya vería ella como lo haría.
Le pedí a Maddi que se quedara ahí ya que yo necesitaba salir fuera y
concentrarme en seguir el olor del zorro. Contra menos tiempo pasara
mejor. Damián se quedó con Maddi por si acaso pasaba algo, él sería el que
más rápido me encontraría. Damián es muy rápido.
Empecé a caminar por el alrededor, por si captaba el olor a zorro, pero
sin alejarme demasiado para poder seguir en contacto con Maddi y Damián
por el vínculo.
Podía captar a diferentes cambia formas, pero ningún zorro.
Podía llegar entender porque a Maddi le gustaba este lugar, estaba lleno
de cambiantes herbívoros y siendo una loba se sentiría la manda más,
aunque ella no incumpliría la ley de atacar a un cambia forma inocente.
Es un ambiente tranquilo. Por eso ha habido tanto alboroto por lo que ha
pasado.
Tenía que solucionar esto. Las ganas de venganza contra el ex de Katie
me hervían en la sangre. Aunque sabía que Katie no haría nada más que
intentar huir de nuevo, no le dejaría y le protegería del zorro y de todo.
-¿Crees que Katie es consciente de que su ex es un cambia formas? –
escuche la voz de Damián en mi cabeza.
-No lo creo ¿Por qué? –le respondí de igual manera.
-Por nada, solo curiosidad. Es que acaba de hablar con la policía y he
podido notar un cambio de actitud por un segundo, que casi ha sido
imperceptible, pero he captado confianza. Y si tanto miedo tiene... esa
fuerza no cuadra.
-No creo que lo sepa porque estarían registrados en la base de parejas y
no es así.
La base de parejas es una base de datos, en la que se apuntaban todas las
relaciones, serias, entre humano y cambia forma. Para estar seguros de que
ningún humano sufría por un cambia forma estando en pareja.
No estoy orgulloso de decir que fue lo primero que hice en cuento me
pude centrar después de obtener la camiseta de Katie, cuando Maddi me la
dio. Que por cierto, aun la conservo en mi cuarto.
-Pero eso no quiere decir que el zorro no se lo haya dicho. Y que por eso
ella huyo de él.
Esa era una posibilidad que no quería contemplar, pero no era imposible
aunque si en contra de las normas.
Mi lobo pedía sangre de zorro. Y yo no se la iba a negar cuando llegara el
momento.
-Damián te dejo el buscar información a ti o me volveré loco.
-Sera un placer –podía notar su sonrisa ladeada, de maldad, aun sin
tenerlo delante.
Damián podía ser muy sádico con el enemigo si se lo proponía. Era
incluso más protector con la manada que yo mismo. Podía ser muy crudo
con sus palabras y sus gestos, pero su trasfondo es de algodón de azúcar.
-Aunque he decir que Katie de momento no es santo de mi devoción lo
haré. No me pagas lo suficiente –dijo lo último en broma, ya que ambos
sabíamos que disfrutaba de una cacería.
-Te dejo vivir. Ése es suficiente premio –le seguí la broma.
Dicho esto volví al piso ya que no daba con nada afuera. Damián se fue
en por donde yo había venido para irse a rastrear. Maddi me había dicho por
el vínculo que estaban las dos en el piso de ella. Para ver si lograba relajar a
Katie.
Capítulo 17
(Katie)
Después de hablar con la policía fui un momento al baño para
refrescarme la cara y porque era la única habitación que estaba bien del piso
y la única que tenía pestillo.
Me encerré en el baño y llore aún más fuerte que antes, me senté en la
tapa del retrete. Necesitaba unos segundos a solas para llorar.
Cuando fui a coger papel para secarme la cara note que había algo más.
Había un posit enganchado en el papel. Los posit es algo que Gorka usaba
para ponerme notitas por su casa con cosas que él tenía que hacer pero me
pedía ayuda a mí para hacerlas.
Con mucho miedo gire el posit para ver que ponía.
"Nos vemos en el callejón del final de la calle por la noche. Tu amor G."
Siempre firmaba de la misma manera los posit, para endulzarlos.
Eso significaba que seguía estando en esta ciudad. Lo que me horrorizo.
Me cuadre de hombros pensando por un segundo que yo podía con él. Si
eso iba a hacer. Iría al callejón y le plantaría cara.
Escondí el posit en el bolsillo de atrás de mi pantalón, me lave la cara y
salí.
Fue entonces cuando los policías me dijeron que podía recoger todo lo
que yo creía importante para mí, cuando acabaran de registrar la casa.
Maddi me guio a su piso, diciendo que esperaríamos allí a que acabaran,
para hacer maletas con mis cosas, o lo que quedaban de ellas. Mientras
Damián no paraba de mirarme como si supiera que estoy ocultando el posit.
Raúl apareció al rato con cara de frustración. Se sentó a mi lado en el
sofá y poso su brazo en mis hombros. E inmediatamente note confort como
si mis problemas ya no los tuviera que aguantar sola.
-¿Qué te han dicho? –me pregunto Raúl.
-Que harían lo que podían, yo les he dicho todo lo que sabía. No tienen
ninguna pista de quien ha sido aunque han cogido a mi ex como primer
sospechoso. De momento mi casa va a estar custodiada, por lo que no se me
va a permitir entrar así que tengo que buscar un lugar donde dormir hasta
entonces.
-En nuestra casa –dijo claramente Raúl, casi parecía que fuera una orden.
-No quiero molestar más. Además tampoco se el tiempo que tardaran, ni
cuánto tiempo tardare en poder arreglar la casa como para poder vivir.
-El tiempo que sea. Da igual. Eres más que bienvenida a la casa y no
pienso dejarte a tu suerte.
-¿Qué tal si por el momento aceptas vivir con nosotros? Al menos por
navidad, por favor –intervino Maddi cogiéndome de la mano.
Estaba a punto de negarme cuando Raúl con la mano, que tenía apoyada
en mi hombro, dio un pequeño apretón de consolación que solo pude asentir
con la cabeza.
-Bien, pues decidido. En cuanto nos dejen entrar a coger tus cosas nos
volvemos.
-Emm... pero... ¿Ya? No podemos...
Necesitaba estar aquí para ir por la noche al callejón a encontrarme con
Gorka.
-¿Qué pasa? –pregunto Raúl.
-Es que me gustaría estar aquí por lo menos la primera noche... por si la
policía me necesita para algo –mentí- pero me pudo quedar por esta noche
en un motel y mañana ya venir a buscarme.
Pareció que no se la creyeron cuando Maddi y Raúl se miraron por unos
segundos, fijamente, sin decirse nada.
-No creemos que sea la mejor idea –comento Maddi- además no te
vamos a dejar sola.
-Maddi tiene razón. No te vamos a dejar sola, así que si tú te quedas
nosotros también.
-Pero... -iba a replicar cuando Maddi me interrumpió.
-Mi piso no es que sea muy grande pero podemos apañárnoslas, los
chicos al sofá, ya que es sofá cama, y las chicas en la cama.
-Pues arreglado.
En un momento tuvieron planes para pasar aquí la noche, sin dejarme
opinar en nada y tampoco me dejaron replicar nada.
Cuando Damián volvió trajo unas pizzas para cenar algo y el ambiente
volvió a ser tenso. Sobre todo porque Damián no paraba de mirarme
fijamente y me ponía nerviosa.
-¿Qué ocultas? –pregunto susurrando Damián a mi espalda cuando fui a
llevar los vasos al fregadero.
-Na... Na... Nada –respondí tartamudeando.
-No te creo. Y no pienso permitir que por tu culpa mi hermano salga
herido. Dime que sabes –tenía una actitud tan amenazadora que podía ser
capaz de mearme encima del miedo.
-Ya he dicho todo lo que la policía me ha dicho. No sé más. ¿A qué te
refieres?
-Tú lo sabes bien –dijo cogiéndome de los hombros.
-No sé de qué hablas. Suélteme, me haces daño.
-¿Qué pasa aquí? –bramo Raúl entrando en la cocina.
Parecía enfado. Saco las manos de Damián de mí y lo empujo fuera de la
cocina mientras le mataba con la mirada.
Maddi entro inmediatamente y al verme me abrazo.
-No llores.
No me había dado cuenta de que me habían saltado las lágrimas hasta
que ella me lo dijo. Me las seque con la manga de la camiseta.
-Necesito, aire. Voy a salir un momento.
-Espera voy contigo.
-No. Quiero ir sola.
Salí de la casa y baje hasta el portal. Me senté en el escalón.
No sé porque las palabras y los gestos de Damián me habían afectado
tanto. Se suponía que yo me iba a hacer fuerte contra los hombres. Que no
me dejaría pisar... y aquí estoy huyendo de nuevo.
Además, lo último que quería era hacer daño a nadie. No quería hacer
daño a Raúl.
Eran ellos los que insistían en tenerme cerca, en ayudarme. Cosa que
agradecía y atesoraba. Pero sabía que Damián tenía razón. Si Gorka estaba
por aquí podría tomar venganza contra ellos para hacerme daño a mí.
Mire el reloj de muñeca y decidí que lo mejor era ir al callejón para
encontrarme con Gorka. Si subía ahora no podría encontrar otra excusa para
volver a salir.
Me levante del bordillo y me encamine al callejón. Fui con paso rápido,
pero sin correr. No quería parecer sospechosa.
Capítulo 18
(Raúl)
En cuanto note la angustia y el terror en Katie por Damián, tuve que
sacar a Damián de allí. Por el vínculo le estaba regañando por su
comportamiento agresivo.
Mientras él intentaba explicarse. De que había sido así porque si no Katie
no habría hablado de nada. Pero esas no eran maneras. No podía recurrir a
la fuerza. No era una prisionera y esto era un interrogatorio.
-Dejad los forcejeos. Quiero mantener mi casa de una pieza, gracias –nos
reprendió Maddi por el vínculo.
Entonces fue cuando note que Katie no estaba en la casa. Pero aun la
notaba en el edificio. No me preocupe ya que estaba cerca.
-¿Estás loco? –Le pregunte a mi hermano- es nuestra Luna y tú la tratas
como si fuera una criminal.
-Yo solo quería que hablara para que todo esto no te dañara ni a ti ni a la
manada.
-Me haces daño tratando mal a mi mate ¿No ves que lo que haces es
provocarme?
Damián solo se me quedo mirando. Sabía que lo hacía por todos pero es
Katie, es a mi Katie, a quien estaba presionando.
-Sabes de sobra que usando los miedos de Katie contra ella es una forma
de tortura.
-No era mi intención asustarla... pero sé que sabe algo que no nos está
contando.
-Pues ya lo dirá cuando sea el momento.
-¿Y si esta compinchada con el zorro?
No podía ser. Me negaba a esa posibilidad. Si estuviera compinchada con
el zorro ella tendría su olor y no es así. Pero si lo pensaba como una táctica,
podía decir que era muy buena. Ya que me habían separado de la manada y
si nos superaban en número, por muchos, podían ser capaces de ganarnos a
Maddi, Damián y a mí.
-No lo está –dije convencido de ello.
Nada más decir eso note como Katie se alejaba del edificio. Con una
mirada, a Maddi y Damián, los tres supimos que nos teníamos que poner en
marcha. Para seguirla.
Salimos corriendo. Aunque no tardamos mucho en alcanzarla. Nos
quedamos unos metros por detrás, para vigilar a donde iba.
Por esto era que se quería quedar esta noche aquí. Podíamos notar su
inquietud y su miedo. Por eso no era difícil de seguir.
Se dirigía al final de la calle. Por ese camino no había salida. Por lo que
no nos acercamos más. Dio un giro a la derecha.
-Eso es un callejón, sin salida –comento Maddi por el vínculo.
-Me voy a asomar –dijo Damián adelantándose para ir hasta la esquina y
asomarse disimuladamente.
Pero como estaba tan curioso y nervioso por Katie, me puse de puntillas
para ver por encima de la cabeza de mi hermano.
Katie estaba caminando hacia el final del callejón, donde la oscuridad
impedía ver que había al final. Pero con nuestros sentidos podíamos ver
como había alguien allí, apoyado en la pared. Katie avanzaba tan
lentamente que podía notar como temblaba desde aquí.
-¿Gorka? –escuchamos la voz de Katie.
-Acércate –le respondió alguien desde la oscuridad con voz muy tomada.
-Te lo dije –escuche la voz de Damián en mi cabeza.
-Cállate –le reprendí, temiéndome lo peor.
Katie se acercó al final y de repente unas manos la envolvieron y la
atrajeron a la oscuridad. Grito de sorpresa.
-¿Sabes el tiempo que te llevo persiguiendo, perra? ¿Por qué me
abandonaste? Yo te quiero.
-No, no... yo no...
-Tienes que tomar la responsabilidad de abandonarme. ¿Sabes lo
preocupado que está tu padre? La última vez que lo vi fue en el hospital.
-¿Hospital? ¿Por qué?
Aunque parecía una conversación normal aun podíamos escuchar y sentir
como Katie forcejeaba con Gorka para que la soltara.
-Lo tuve que llevar después de la paliza que le di porque no me ayudaba
a buscarte. Asqueroso borracho.
La angustia y tristeza de Katie me recorrió todo el cuerpo, poniéndome la
piel de gallina.
-¿Qué le has hecho? –pregunto ella dándole un golpe en el pecho.
-Se lo merecía después de lo que te hizo –dijo con la intención de tocarle
la cara pero ella alejo la cara para que no le tocara- pero puedes estar
tranquila de eso ya hace mucho... y ya hace tiempo que salió dado de alta y
volviendo a beber como si el whisky fuera agua.
Katie seguía forcejeando, cada vez más angustiada.
-He venido a buscarte. A traerte de vuelta. Puedo perdonarte y estoy
dispuesto a olvidar que me abandonaste, si te sigues portando bien
conmigo. Podemos volver a como éramos antes –la espachurro en un
abrazo contra su cuerpo.
Ya me estaba empezando a hervir la sangre. Además Damián y Maddi no
paraban de preguntarme cosas y que si podíamos intervenir ya.. Yo solo
podía mirar la escena.
-¡No! ¡Para! –Grito Katie- ¡Suéltame!
Fue entonces cuando yo salí corriendo. Saque los brazos de alrededor de
Katie y me lie a pegar a Gorka.
Estaba tan cegado por la ira que solo recuerdo estar sentado en el torso
del zorro pegándole en la cara, mientras de fondo escuchaba gritos y como
me llamaban desesperados. Pero yo no frene.
-¡Ya vale! –grito Damián por el vínculo al tiempo que me cogía de los
brazos y me levantaba usando toda su fuerza, ya que yo me resistía.
Entonces me di cuenta de que mis manos se habían convertido en garras
y los dientes estaban empezando a doler.
Mire hacia atrás y vi que Katie no estaba.
-¿Dónde está?
-Se la ha llevado Maddi. Tranquilo, solo te ha visto lanzarte contra él. Y
viendo su estado de nerviosismo seguro que no ha sido capaz de ver ni
entender nada.
Sentado en el suelo me tranquilice.
-¿Qué quieres que haga con él? –pregunto Damián.
-Déjalo. Llama a la policía de aquí que se lo lleven ellos.
-¿Seguro? ¿No quieres acabar con él?
-Si. Vámonos.
Me levante del suelo y mire mi camiseta, estaba toda ensangrentada.
-Cuando lleguemos a casa de Maddi ábreme camino para que no me vea
Katie así. No quiero que me vea así.
Damián asintió con la cabeza.
Capítulo 19
(Raúl)
Ya era muy tarde cuando salí de la ducha. Por el vínculo pude notar como
Damián estaba durmiendo en el sofá cama y Maddi y Katie en la cama.
Aunque los tres estaban tumbados ninguno dormía.
Yo me fui a la cocina a asaltar la nevera. No sabía si era la frustración o
los nervios en si lo que me había abierto el apetito. Más que apetito son las
ganas de comer sin consciencia ninguna.
Estaba tan concentrado en engullir que no me di cuenta de que Katie
estaba en el marco de la puerta hasta que no hablo.
-¿Me puedo unir?
-Sí, claro –dije separando la silla de mi lado para ella.
-Gracias. ¿Cómo estás? –pregunto mirándome las manos.
No tenía marcas de pelea en mis nudillos, gracias a la auto recuperación.
-Sí, no se ha defendido.
-Yo... yo... yo siento mucho lo que ha pasado –dijo con un sentimiento
muy triste.
-No pasa nada –dije pasándole la cuchara con una tarrina de helado de
fresa.
-No quería meteros en problemas. No creía que fuera a ser así.
-Gracias a que te seguimos que no te ha pasado nada. No me preocupa lo
que ha pasado, solo me preocupa que tú estés bien.
-Yo solo quería hablar con él para que me dijera lo que quisiera e irme
por mi cuenta. No quería meteros en esto. Es mi culpa.
-Nadie aquí te culpa de nada. Solo caíste en su trampa. Pero no pasa
nada.
-Pero me siento muy mal por lo que ha pasado, yo no quería que... -dijo
antes de romper a llorar.
Le pase el brazo por los hombros y la apreté contra mí. Ella me rodeo
como pudo el torso por lo que acabe cogiéndola de las piernas, con la mano
libre, y las coloque sobre mí. Haciendo que acabara sentada en mi regazo
con la cara enterrada en mí pecho.
-Tengo mucho miedo. Lo siento mucho –lo dijo contra mí, sin levantar la
cabeza.
Yo no dije nada, porque sabía que no me iba a escuchar. Solo le podía
ofrecer mi consuelo. Por lo que la abrace más fuerte mientras le acariciaba
la espalda, a modo tranquilizador.
Estuve así hasta que note que los sollozos se fueron disminuyendo y se
quedó dormida en mis brazos, abrazándome.
No me atreví a ni a mover un musculo para no despertarla. Solo podía
mirar su cara, le aparte los pelos sueltos dejándolos detrás de su oreja.
Después le aparte las lágrimas de las mejillas.
-Maddi, déjame la habitación, por favor –me pedí por el vínculo.
-Ya estoy acostada en el sofá.
Le agradecí por el vínculo antes de levantarme lentamente e ir a la
habitación. Me senté en el borde de la cama con Katie sobre mí y me
moviendo hasta tumbar a Katie. Pero en cuanto la deje busco mi mano y la
agarro fuertemente.
Acabe tumbándome a su lado, con cierta distancia para que si Katie se
levantara no se asustara.
Pero mientras yo me estaba manteniendo tumbado boca arriba, mirando
el techo, mientras nos manteníamos cogidos las manos ella se acercó hasta
rodearme con sus brazos, poniendo una de sus piernas sobre las mías y
apoyando su cabeza en mi pecho, como si yo fuera una almohada.
Cuando note que su rodilla estaba subiendo demasiado tuve que mover a
Katie suavemente para sacarla de encima de mí. No quería excitarme por
tenerla cerca, no quería que malinterpretara la situación. Ya que solo de
tenerla así de cerca, por instinto, hacia me sintiera excitado.
Pero justo cuando estaba sacando su pierna de encima de mí se apretó
más fuerte y su respiración cambio, se había despertado.
-No. Déjame estar así, por favor –dijo casi en susurros.
-No quiero que estés incomoda por mí –le explique.
-No estoy incomoda, no quiero moverme. ¿Podrías abrazarme? –me pidió
con esa dulce voz suya.
-Si, por supuesto –dije rodeándola con mis brazos.
Después de eso entramos en un silencio que no era incomodo, más bien
era cálido. Cómodo.
-No te rías pero nunca me he sentido tan bien como ahora mismo. Haces
que me sienta bien, segura. Haces que me sienta a salvo. Como si fueras a
ser el muro que me salvarías de todo lo malo.
No fui capaz de decir nada, solo me atreví a darle un beso en la frente.
Esas palabras hacían que se me hinchara el pecho de orgullo. Porque me
gustaba que Katie dijera eso, que me empezara a tener más en cuenta en sus
pensamientos.
Solo pude apretarla más contra mí, sin llegar a asfixiarla por supuesto.
Ella se estiro para quedar más cómoda sobre mí.
Enseguida se volvió a quedar dormida. Entonces fue cuando me permití
estar más relajado y cerrar los ojos para quedarme dormido.
Ahora que mi miedo a que Katie me odiara y me tuviera miedo por haber
pegado al zorro de esa manera. Me veía como un salvador más que como
una bestia.
Capítulo 20
(Katie)
Para cuando me desperté podía notar como aún seguía abrazándolo,
tumbada casi totalmente sobre él, mientras se pasaba mi pelo entre sus
dedos.
Me acurruque más contra él.
-Buenos días.
-Hola –dije contra su pecho.
-¿Estas mejor? –me pregunto quitándome el pelo de la cara y
acariciándome la espalda.
Podía notar en su tono la preocupación. Si yo fuera un helado, podría
haberme derretido. Menos mal que estaba tumbada porque notaba mis
rodillas débiles, de estar de pie me habría caído al suelo. No sabía porque
exactamente.
-Sí, estoy mejor. Gracias por ayudarme anoche.
-No es necesario dar las gracias. Habría actuado de la misma manera una
y otra vez. Así que me encargue de ello –dijo volviendo a peinarme con los
dedos.
-Pero igualmente te tengo que dar las gracias. Habéis sido muy valientes
y muy amables por vuestra parte.
Había estado pensando que lo mejor para todos era que me alejara. No
quería que les hicieran daño y viendo la paliza que le dieron a Gorka, sabía
que el buscaría venganza. Y si yo me voy, estoy convencida de que Gorka
me seguiría buscando a mí y dejando a Raúl y su familia en paz.
-Tendría que irme levantando, tengo que ir haciendo algo de equipaje.
-¿Dónde lo vas a dejar? ¿Quieres que te ayude a llevarlo a nuestra casa?
-No, ya veré donde lo llevo –respondí incorporándome.
-¿Qué quieres decir? –pregunto curioso sentándose a mi lado.
-Mira Raúl. Eres un buen tipo y todo eso, y esta noche a colmado el vaso,
y si me quedara creo que...
-¿Qué quieres decir con si te quedaras? –me interrumpio.
Fue muy raro como había conseguido que su pregunta sonara en ese
extraño tono, entre gruido y enfado en su voz.
-Después de lo que ha pasado, no puedo quedarme aquí. Lo mejor será
que me vaya por mi cuenta. Me voy a ir en cuanto acabe el equipaje, reuniré
todo el dinero que tengo y coger el primer autobús, tren o avión.
-¿Para ir dónde? ¿Dónde vas a ir? –me estaba manteniendo la mirada, y
podía ver la preocupación en ellos.
-Yo no lo he pensado todavía –respondí encogiéndome de hombros-
cuanto menos planifique menos posibilidades tendrá Gorka de encontrarme.
-¿Estas escapando por tu culpa de él? –notaba que estaba molesto.
-Es lo más seguro que puedo hacer, no solo para mí, sino para ti y tu
familia.
-Eso es una estupidez –dijo muy seco. A modo de amargo reproche.
-Para ti, tal vez.
Para mí era el único plan que tenía algo de sentido y que era capaz de
mantener a Gorka lejos de Raúl y su familia, de mantenerlos lejos del
peligro.
-No estás pensándolo con claridad. Correr, huir no hará que tu ex se vaya.
-Si yo no estoy aquí, él no tendrá ninguna razón para quedarse aquí.
-O, si no te encuentra, entonces él va a ir detrás de todos los que te
importan –dando a entender que iría detrás de Maddi o de mi padre, de
nuevo- y tratar de hacerles revelar donde estas.
-Él no lo haría –dije rezando para que fuera así.
-¿Qué? ¿Hacerles daño? ¿Amenazarlos? ¿Sabes eso con seguridad?
¿Estas realmente dispuesta a correr ese riesgo?
Tuve que apretarme los labios de la impotencia, por entender que era lo
que Raúl me estaba intentando decir. ¿Cómo se atrevía a hacer agujeros al
único plan que tenía?
-No estoy tratando de asustarte, Katie –dijo suavizando su tono y
pasando su brazo por mis hombros para estrecharme contra él- sé que has
sufrido bastante. Pero siendo sinceros. Este idiota está desesperando. Y un
chico desesperado hace cosas impredecibles.
-Entonces ¿Qué quieres que haga? –Pregunte sacándome su brazo de
encima- ¿Quieres que me quede aquí y esperar que no termine en un
periódico con la reseña de "cuerpo de camarera se encuentra, víctima del
psicópata de su ex pareja"?
Por un momento vi un brillo especial en sus ojos. Me lo habría perdido su
hubiera parpadeado.
-No voy a dejar que te haga daño –dijo mirándome intensamente, casi
parecía una promesa.
No pude frenar una risa amarga de frustración que se me escapo.
-Y ¿Cómo vas a detenerlo? No puedes quedarte pegado a mí las
veinticuatro horas los siete días de la semana.
-¿Quieres apostar?
Me empujo por los hombros, haciéndome caer sobre mi espalda en la
cama de nuevo, y se puso sobre mí con las piernas a cada lado de las mías y
con una mano a cada lado de mi cabeza. Estaba demasiado cerca su cara de
la mía.
-Raúl, estas sobrepasándote –dije apoyando mis manos en su pecho, para
mantener cierta distancia entre nosotros.
-No veo donde me estoy sobrepasándome. Solo estoy pensando en
protegerte y hacerte ver la verdad. De hecho, la mayoría diría que estoy
siendo todo un caballero.
-¿Por qué te preocupas tanto, de todos modos? Apenas nos conocemos.
-Porque eres tú –dijo antes de pegar su nariz a mi cuello.
-¿Qué haces? ¿Por qué estas oliéndome el cuello? ¿Acaso eres un perro?
-Prefiero ser un perro salvaje –dijo sin levantar la cabeza.
¿Perro salvaje? Creo que es demasiado guapo como para compararse con
un perro.
-Entonces, ¿qué va a ser, gatita? ¿Vamos caminando, o te llevo en el
coche a casa? –dijo antes de dejar caer sus labios en los míos por unos
segundos antes de ponerse en pie y ofrecerme su mano para ayudarme a
levantar.
Al final, deje que Raúl me llevara a su casa. En el coche me senté de
copiloto con Maddi y Damián en la parte de atrás.
No podía dejar de mirar de reojo a Raúl. ¿Me había besado de verdad o
solo lo había soñado? ¿Una alucinación?
Preferí parar de mirarle la cara y mirar sus manos al volante, no podía
dejar de pensar en lo que será capaz de hacer con esas manos.
Me sonroje solo de ver por dónde iban mis pensamientos. Un escalofrió
de deseo recorrió mi espalda. No podía creer que yo pudiera sentir eso.
Me obligue a apartar mis ojos de Raúl y mirar por la ventanilla. Sin
embargo aún era demasiado consciente de él.
Capítulo 21
(Katie)
Cuando llegamos a la casa, mansión, castillo, de la familia de Raúl me
dirigí a la habitación con algunas maletas. Raúl me seguía con la otra parte
de mi equipaje.
Raúl se me quedo mirando tan intensamente que hacía que recordara el
breve pero real beso que me había dado.
-¿Estas bien? –dijo acercándose.
Inconscientemente di un paso hacia atrás.
-¿Me tienes miedo? ¿Crees que soy capaz de hacer algo?
-No sé qué pensar. Yo me quería ir para ayudaros, pero me traes a tu
casa... no sé cómo sentirme ahora mismo –decidí ser valiente y decirle- me
haces sentir cosas que no quiero sentir. Como si me desearas o algo así.
-No voy a negar que me gustas. Y que probablemente intente acercarme
más de lo que ya lo hemos hecho. Pero la razón principal por la que te he
traído es únicamente por tu propia seguridad. Este edificio tiene mucha
seguridad tanto de día como de noche.
-¿Y cuál es la otra razón? –me atreví a preguntar.
-¿No es tu protección razón suficiente?
-Tú has dicho que la principal era mi protección, pero ¿cuáles son las
demás razones?
-Porque he decidido no perderte de vista.
-¿Por qué?
-Porque eres mía.
Tuve que parpadear por la impresión de sus palabras. Era totalmente
posesivo e inesperado. Intente buscarle otro significado.
-¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso?
-Eso mismo.
No sé porque sus palabras no me habían afectado de la misma manera
que si las hubiera dicho Gorka. ¿Por qué hacía que me sintiera bien? ¿Por
qué estaba sintiendo placer? Debería sentir el mismo rechazo que siento
ahora por Gorka, pero es todo lo contrario.
-La esclavitud no es legal a día de hoy. No puedes ser dueño de la gente.
-¿Quién dijo acerca de ser mi esclava? Te puedo prometer, que con el
tiempo serás mía. Tú no tendrás que hacer nada, yo me encargare de todo y
veras como poco a poco y sin darte cuenta te enamoraras de mí.
-¿Qué estás diciendo? ¿Qué me vas a mantener para satisfacerte? ¿Cómo
es eso mejor?
-Gatita, tienes algunas ideas muy confusas cuando se trata de hombres.
Cuando digo mía, quiero decir que eres mi pareja. Mi compañera –dijo
volviéndose a acercar, mientras yo retrocedía hasta darme con la espalda en
la pared.
-Eso no lo puedes decidir por tu cuenta.
-Aquí mando yo –dijo guiñándome el ojo, mientras ponía sus manos a
cada lado mío. Parecía una broma pero lo decía enserio.
-Narcisista.
-Si me tienes que decir algún atributo, yo habría dicho ordenado.
-¿Ordenado? ¿Pero qué estás diciendo ahora?
-Por supuesto que de limpio. Serás feliz de saber que no soy un hombre
que deja sus calcetines en el suelo.
-Seguro que es porque tienes personal para eso, para limpiar por ti.
-¿Qué hay de malo en eso? Es mi lado limpio el que me hace contratarlos
para mantener mi hogar en forma impecable. Yo también tengo un cocinero
así que siempre comeremos bien, un modista y un terapeuta masajista, que,
pensándolo bien, tu no podrás utilizar.
-¿Por qué no? –pregunte estúpidamente.
-Porque el masajista es un hombre. Y no permitiré que ningunas manos
de hombre, excepto las mías por supuesto, te toquen.
Una vez más, su posesividad y sus maneras debería estar horrorizada,
pero joder, su atractivo para controlar las situaciones me ha hecho levantar
la cabeza y mirarle fijamente a los ojos. Me ha hecho hasta gracia su
afirmación celosa de un supuesto masajista y yo.
Raúl tenía su cuerpo a un escaso centímetro del mío. Me estaba
volviendo loca. ¿Por qué no era capaz de separarlo de mí? ¡Incluso me
daban ganas de levantar mis manos y rodearle en un abrazo, para acercarlo
más!
¿Porque no? Pensé seguidamente. Podía dejarme llevar. ¿Qué tenía que
perder? Mis planes no habían funcionado. La policía no había ayudado. La
mudanza a través de medio país no había detenido al imbécil de Gorka.
¿Por qué no dejar que Raúl y su arrogancia intentaran disuadir a mi ex?
Incluso si Raúl no podía, al menos podría conseguir un tiempo para
relajarme y calmarme en la comodidad, y tal vez disfrutar de un poco de
placer seductor. Al menos esto último, solo si me veía capaz.
Una cautiva en una jaula de oro y un anfitrión muy, demasiado, atractivo
como para resistirse.
Su mano se deslizó por el espacio entre el brazo y mi cintura,
rodeándome, y su nariz se pegó a la mía, acariciándome con su aliento,
haciéndome cerrar los ojos, antes de volver a juntar nuestros labios para
besarme con suavidad, un beso más largo que el primero. Su lengua se abrió
paso entre mis labios e inconscientemente respondí a su beso, sintiendo un
cosquilleo nervioso en la boca del estómago.
Un jadeo ahogado escapó de mi garganta cuando Raúl ascendía sus
manos por mis pechos acariciándome bajo la blusa.
Abrí los ojos de golpe consciente de que la excitación, que su beso
humedecía mi interior.
Capítulo 22
(Raúl)
Aún estaba como anestesiado por el beso que había compartido con
Katie. Había sido tan mágico que cuando he salido a por aire me he tenido
que pellizcar la cara, para comprobar que no estaba soñando. Me
encontraba en el cielo.
Aunque sabía que traer a Katie a la casa de la manada era como un arma
de doble filo. Yo lo sabía bien, pero lo había hecho de todos modos. Tengo
mis razones. La principal es porque ella es mi mate y mi luna. Además no
estaba exagerando cuando pensé que esta casa es la más segura que hay,
está llena de compañeros luchadores licántropos. Ningún extraño o cambia
forma sería capaz de acercarse sin que uno de nosotros lo notara.
Esa era la parte inteligente de todo el plan. Mantener a Katie a salvo.
La parte tonta del plan es que tengo que exponer a Katie a toda la
manada. Era como ofrecer carnada a los lobos. Pero había que hacerlo en
algún momento. Si Katie va a ser parte de mi vida entonces mejor que se
vaya acostumbrando a la locura de mi familia desde lo antes posible, antes
de que ella descubra el hecho aún más perturbados de la casa y es que todos
aquí somos cambia forma lobos.
Y acerca de esa conversación pendiente con Katie, la verdad es que no
tengo ni pizca de ganas de emplearla ¿Cómo iba a decirle que yo era capaz
de cambiar a algo peludo, que aullaba y le gusta cazar animalillos, a la
mujer que lo más cerca que ha estado de un lobo es en el zoológico?
Pensándolo bien, siempre podía pedir a Damián o Connor que
encontraran un manual de cómo hacerlo para mí. O que se lo dijeran ellos.
Ahora tenía que volver a su habitación, para ir a buscarla. Habíamos
preparado un cumpleaños improvisado. Según nos íbamos acercando con el
coche ya había empezado a darles órdenes de preparar una trata y decorar
un poco el salón y comedor.
Así que di la vuelta y volví a su habitación. Pique a la puerta y cuando
escuche que podía pasar abrí la puerta.
-¿Necesitas algo? –podía notar la timidez hasta en su tono de voz.
Me resultaba realmente dulce. Me estaba evitando mirar a los ojos
directamente.
-Necesito que me acompañes.
Dicho eso no me tarde en convencerla para que me siguiera hasta el
salón. Pero tuve que girarme al notar que la dejaba atrás. Me gire y pude ver
que Katie miraba al salón, donde ya estaba toda la manada esperando en su
forma humana.
-Vamos –la inste.
-No creo que esto sea buena idea –dijo ella aun sin mirarme y con los
ojos fijos en los que estaban dentro- Yo no quiero interferir en las fiestas.
No soy de tu familia.
Aun. Me daban ganas de decir. Katie no tenía ni idea de que ella si era de
mi familia, aunque no lo supiera.
-Podemos hablar de ello cuando entremos.
-O puedo volver a la habitación ahora y hablarlo luego –dijo girando
sobre sí misma, decidida a retomar el camino de vuelta.
Como que iba a dejar que eso sucediera. Por acto reflejo la esquive y la
bloquee, poniéndome frente a ella. La cogí de los hombros y la gire.
Cuando volvió a hacer el amago de volverse. Empecé a guiarla, aun con mis
manos en los hombros hacia el salón.
-Déjame volver. No quiero ir y no puedes detenerme.
Eso me hizo reír.
-Aish Gatita... ¿Cuándo aprenderás que no me puedes desafiar y esperar
ganar? Vamos, al salón.
Las chicas de la manada estaban tomando interés por sus palabas y
algunas estaban empezando a acercarse a las puertas, motivadas por la
curiosidad.
Para que las cotillas dejaran de hacer eso me apresure a llevar a Katie al
salón, donde había una gran pancarta donde ponía "Feliz cumpleaños" y el
resto de paredes llenas de globos. Donde nada más entrar todos le gritamos
a coro mientras lanzaban confeti y serpentinas:
-¡FELICIDADES!
Katie se tapó la boca con las manos de la sorpresa. Maddi se apresuró a
abrazarla, al ver que se ponía demasiado nerviosa.
-Felicidades guapa –me susurro Maddi espachurrándola.
-¿Por qué? Fue ayer mi cumple
-Por eso mismo. Como ayer no se puso. Además es la excusa perfecta
para una fiesta y para animarte –le conteste yo.
-Ya dije que yo no lo celebro –dijo mientras se le escapaba una lagrima,
por la emoción.
-Este si, por lo que parece –dijo Damián apareciendo a nuestro lado
sujetando un paquete pequeño envuelto- esto es de mi parte.
-No puedo aceptarlo... -estaba diciendo Katie cuando la interrumpimos
los tres a la vez.
-Sí que puedes.
-Además este es uno de todos los que te vamos a dar –añadí.
Al final lo acepto y resulto ser un frasco de cristal lleno de chocolates
con la etiqueta de "Píldoras anti estrés".
-No es mucho pero espero que te guste.
-Está bien. Me gusta –dijo sonriendo.
-Ahora los míos. Que por supuesto serán los mejores –dijo Maddi
cogiendo tres bolsas del suelo- Estas dos son para ahora y la negra para que
lo veas tu sola.
-¿Por qué? –pregunto abriendo el más pequeño.
-Porque es secreto entre tú y yo –dijo sonriendo malvada.
Era un collar a conjunto. Esos de Best Friends. El otro era un jersey casi
idéntico al que yo tenía suyo.
-Muchas gracias –dijo Katie sonriendo- es precioso.
-Ahora tu Raúl. A ver si superas mi regalo –bromeo Maddi
-Por supuesto que serán mejor que los tuyos.
La guie hasta una de las mesas que teníamos en una esquina, donde había
muchos paquetes envueltos. Eran toda la ropa que había visto Katie, el día
que fuimos los cuatro al centro comercial, y que había notado que le
gustaba. Además de un detalle que compre que pensaba dárselo más
adelante. Cuando tuviéramos más confianza.
-Creo que te has pasado –Comento Maddi al ver la montaña de regalos.
-Sí, la verdad. Son demasiados Raúl –dijo Katie.
-No pensemos en eso ahora. Vamos a disfrutar de la fiesta –dije
empujando a las dos hacia el centro de la fiesta.
Capítulo 23
(Katie)
La fiesta había sido una locura. Nada de lo que haya vivido nunca.
Siempre he estado sola o con Gorka, no sabía cómo actuar en estas
situaciones.
Yo era el centro de atención de la fiesta. Todos pasaban a felicitarme o
charlar conmigo. Aunque eran conversaciones cortas, pero se acercaban.
Para cuando acabo y llegue a la habitación me dolían los pies, de haber
estado bailando con Maddi, y el estómago, de los nervios. Estaba
mentalmente agotada.
Entonces recordé el regalo que Maddi, el de la caja negra. Lo cogí y me
senté en la cama para abrirlo. Nada más abrir el envoltorio y levantar el
contenido me quede sin habla y sin respiración.
Era un bikini comestible ¡¿QUÉ RAYOS?! Lo solté de golpe, dejándolo
caer al suelo. Me daba vergüenza hasta tenerlo en la mano.
-¿Estas bien? –escuche como susurraba Raúl a través de la puerta
mientras picaba con los nudillos.
-Sí, sí, todo bien –dije abriendo la puerta- ¿Cómo que estas aquí?
No había gritado ni nada como para haber alarmado a alguien afuera.
-Pasaba por aquí y te he escuchado, por eso he pensado que no podías
dormir o que te apetecía charlar un rato antes de ir a dormir –contesto
entrando en la habitación, cerrando la puerta tras él.
-La verdad es que estoy muy cansada. Me lo he pasado muy bien.
Gracias por todo.
-¿Y esto? –dijo cogiendo el regalo de Maddi del suelo.
-No es nada –dije corriendo a quitárselo.
Solo logre tropezar para caer contra él. Por suerte, Raúl estaba preparado
para cogerme con el brazo libre y apretarme contra él para no perder el
equilibrio.
-Creo que te atraigo mucho. Tanto como tú a mí. Y no solo físicamente.
Nos complementamos.
-¿Cómo puedes decir eso? ¿Tú qué sabes? Tú y yo somos muy diferentes.
-Es por eso que funcionaremos muy bien juntos.
-¿Qué dices? Nos conocemos desde hace nada ¿Y crees que eso nos hace
perfectos?
-Sí, eso mismo es lo que digo. No te sientes intimidada por mi evidente
naturaleza. Tu instinto te convierte en una compañera perfecta para mí.
-Si me hubieras visto la otra noche en el callejón no dirías lo mismo...-
solté avergonzada por admitir el miedo que sentí.
No pude evitar bajar la cabeza pero Raúl no me dejo, levanto mi barbilla
forzándome a mirarle.
-Hay momentos en los que el miedo es adecuado. Cuando te sientes
amenazado, si no tuvieras miedo sería una tontería. Pero no tienes miedo de
mí.
-Porque tú sé que no me vas a hacer daño –dije totalmente convencida de
lo que decía.
En cuanto lo admití pude sentir como Raúl hinchaba el pecho de orgullo.
Era extraño porque no sentía miedo al ver como se crecía, aun sabiendo que
era más fuerte que yo. Era como si quisiera que confiara en él. Y así lo
hacía.
-Tienes razón. No te haría daño, por nada del mundo. Porque eres mía –
dijo con solemnidad.
Antes de que pudiera protestar, y sabía que podía haberlo hecho pero le
deje, Raúl inclinó su boca sobre la mía, atrapando la negación que se
suponía que tenía que decir y respirando la excitación que volvía a crecer en
mí.
Me derretí, como él sabía que lo haría. Esto estaba destinado a suceder.
En sus brazos me tenía sujeta, aprisionada, segura. Me amolde a su cuerpo
y deje que su boca trazara la forma de la mía. Encontró mi lengua con la
suya, con impaciencia chupando y jugando con la mía a un ritmo salvaje.
Casi necesitado.
Como si no gobernara mi propio cuerpo le fui guiando, sin acabar el
beso, hasta la cama. Cuando el colchón toco la parte de atrás de sus rodillas,
perdió el equilibrio y se sentó. Lo que aproveche para subirme a su regazo,
poniendo una pierna a cada uno de sus lados.
Lo que provocó que me presionara contra su paquete y que ambos
gimiéramos por el contacto. El roce la ropa lo hacía aún más excitante.
Sus manos se deslizaron bajo mi suéter, y no pude evitar temblar
mientras me acariciaba la piel de su espalda. Temblaba de excitación no de
miedo.
Le tomo un segundo desabrochar el cierre de mi sostén.
-¿Qué estás haciendo? –pregunte parando el beso, podía notar como tenía
los ojos entornados y los labios hinchados por su beso.
-¿Qué te parece que estoy haciendo? Llegar a la segunda base –me
respondió sonriendo.
Mis pechos, liberados, estaban siendo masajeados por sus manos. El
contraste de la suavidad y el áspero era un placer para el tacto. La caricia de
sus pulgares sobre los picos erectos de mis pechos me hizo contener un
suspiro por el estremecimiento que provoco.
No sabía que estaba haciendo. Pero me quite el suéter y me lance contra
él, cogiéndolo por los dos lados de la cara para darle un beso. Era abrasador.
Nunca había sentido este descontrol por nadie. No podía parar, no quería
parar.
Estábamos tan calientes, que parecía que estábamos en medio de un
incendio.
Raúl puso las manos en mi cintura, con manos de hierro, para que no
pudiera balancearme hacia adelante y atrás. Quería me que me quedara
donde estaba pero con un ritmo más lento. Más tortuoso.
Necesitaba moverme, sentir que también estaba tan excitado como yo.
Que ambos lo deseábamos. Que ambos compartíamos.
Capítulo 24
(Raúl)
Mía. Y mi parte lobo no quería compartir. Al igual que la parte hombre
no quería parar.
Mi parte racional me decía que debía hacer una pausa en mi seducción
por unos minutos y llevarla a mi cuarto, que es el más seguro de esta casa.
El más insonorizado. Pero la necesidad me llevó a este punto, no la lógica.
Una necesidad de tener a mi mujer. Ahora.
No pude evitar llevar una mano a la curvatura tentadora de su pecho y
con la otra abarcar su cintura. Cómo me gustaba su figura de reloj de arena
voluptuosa, femenina y deseable. Quería explorar cada pulgada de sus
curvas, con mis dedos, con mi cuerpo, con mis labios...
Por el momento, tuve que contentarme con lo que podía alcanzar, dada su
posición. Paso mis dedos por la cintura de sus pantalones. Tejido elástico,
ideal para que mi mano llegara más lejos. Me encontré con un tipo de ropa
interior traviesa, un tanga por la sensación que le daba. Así a que a mi gatita
le gustaba la ropa interior sexy.
Agradable. Muy agradable. Tendría que acordarme de quitárselo con los
dientes después. Por ahora, deje que mis dedos buscarán bajo el trozo de
encaje, pasando desde la parte redondeada de sus nalgas alrededor de su
cadera.
Quería sentir su núcleo fundido contra la punta de mis dedos, pero la
posición en la que estábamos era demasiado incómoda para acariciarla de la
forma adecuada.
Así que la movió. Para adaptarla a mis necesidades. No pedí ni explique,
simplemente la agarre y la gire sobre mi regazo hasta que ella quedo con la
espalda pegada a mi pecho.
Podría haber protestado si no hubiera metido de inmediato mi mano en la
parte delantera de sus pantalones.
Le tome el montículo, y ella dejó escapar un suspiro de placer.
Caliente. Tan caliente que quemaba contra mi mano, y la humedad,
además, la crema de su excitación humedeciendo mis dedos.
Ella disfrutaba de mi toque. Podía decirlo por la forma en que ella se
apoyó en mí, con la cabeza apoyada en mi hombro, el cuello expuesto, una
larga extensión de tentadora piel blanca.
Cómo quería morder. A los lobos realmente nos encanta un buen
mordisco durante las relaciones sexuales, especialmente cuando querían
mostrar una reclamación.
Por un momento, la racionalidad nadó hasta la superficie, anulando mi
deseo, recordándome que Katie era humana. Katie no era su compañera,
aun.
Katie se retorcía contra mi mano, lo que, a su vez, implicaba que su
delicioso, su redondeado botón se retorcía contra mí.
El pensamiento racional se hundió cuando la necesidad me dominó y
ahogó. Sólo una pequeña probada. Presione mis labios contra la línea
sensible de su garganta y chupe la piel mientras mis dedos seguían
presionados contra su sexo.
Ella dejó escapar un pequeño grito, y sentí la reacción de su sexo. Calor
meloso mojo mis dedos, haciéndolos suaves, perfectos para deslizarlos
contra su botón de placer hinchado.
Su respiración se hizo aún más agitada, más desigual. Ella hizo pequeños
ruidos mientras se retorcía. Tuve que sujetarla en su lugar, la tortura de su
roce contra mi erección en mi regazo no era tan mala como la tortura de
sentir su crema en los dedos pero incapaz de dar un lengüetazo.
Como no podía enterrar mi lengua en su sexo, tuve que contentarme
penetrándola con mis dedos. Inserte uno. Dos. Las paredes de su canal se
aferraron firmemente a mí, y su eje creció aún más dificultando su reacción.
Cómo deseaba enterrarme a mí mismo en su sexo acogedor. Cómo quería
sentir las paredes de su coño mientras enterraba mi polla.
Por una vez, no deje que mis deseos egoístas me gobernarán. En este
caso, su placer era lo primero. Yo tenía la intención de llevarla al clímax, y
disfrutar cada momento de ello.
Mientras chupaba la suave piel de su cuello, la bombeaba con los dedos
dentro y fuera. Una lenta y constante penetración. Saboree la tensión que se
estaba creando. No pude evitar gemir ante la presión contra mi sexo.
Casi gritó cuando su orgasmo la golpeó, la ondulación de su placer
apretando mis dedos y recubriéndolos en crema erótica. Apenas me abstuve
de mordisquear su cuello, en su lugar rascaba mi mentón contra su piel.
A medida que sus estremecimientos cesaban, y mi polla palpitaba,
ansiosa por su turno, retire los dedos de su sexo palpitante.
Olía Delicioso. Con un olor más dulce que el propio azúcar.
Y pensar que era sólo un aperitivo antes del plato principal. No podía
esperar para la segunda ronda, en mi cama.
Katie estaba tan relajada que tuve que girarle poco a poco la cara para
que nuestros ojos coincidieran y comprobara que realmente no se había
dormido.
-¿Estas bien? –pregunte susurrando al comprobar que seguía despierta.
Asintió con la cabeza y levanto la mano para acariciar mi mejilla.
-Estoy bien... pero me has dejado sin fuerza.
Estaba totalmente sonrojada y con los ojos extasiados.
-Deja que te ayude.
La tumbe a mi lado, aun con las piernas colgando por el borde de la
cama. Me levante para ir al baño a aliviarme y a buscar por una toalla.
Le ayude a limpiarse y a ponerse el pijama. Katie estaba dormida antes
de que acabara de tumbarla bien y taparla con la sabana.
Pero en sus sueños cogió mi mano y se negó a soltarla. Así que como
pude me tumbe a su lado, por encima de la sabana y la rodee con mis
brazos. Dejando de nuevo su espalda contra mí pecho.
Así nos quedamos dormidos los dos juntos.
Capítulo 25
(Raúl)
Mi lobo estaba tan excitado que me acabo despertando. Pero era plena
noche y estaba tan cansado que me negué a abrir los ojos. Pero fue entonces
cuando pude notar el peso de Katie sobre mí, restregándose contra mí.
Podía oler su excitación sin ningún problema. Ahora podía entender la
excitación de mi lobo.
También note que Katie se había quitado los pantalones y me había
quitado los míos, por lo que estábamos los dos solo en ropa interior. Podía
notar la su cuerpo caliente compitiendo contra mi propio calor.
-¿Qué pasa? ¿Por qué no duermes? –pregunte abriendo los ojos cuando
note que Katie me estaba empezando a besar la mandíbula.
-Estoy muy agitada. Te necesito.
-¿Me estás utilizando? –pregunte con fingida indignación.
-Sí, lo siento –dijo paseando sus manos por mi pecho.
-Oh, gatita, eres única –dije acercándomela, más si se podía,
poniéndomela encima por completo.
Con un rápido movimiento, la coloque debajo de mí, la punta de mi pene
presionando contra su sexo todavía cubierto.
Se quedó sin aliento, y sin embargo, su corazón se aceleró. Se sujetó a
mis antebrazos y deje que mi boca viajara. Abajo de sus labios a la suave
piel de su cuello.
Lamida. Chupada. Me detuve en la muñeca, sin duda palpitante, y chupe.
Cada chupada de su boca enviaba una sacudida a su sexo.
Se nos calentó todo el cuerpo. La humedad de su excitación la hizo
resbaladiza, sus bragas estaban empapadas.
Después de dejarle un chupetón en la clavícula fui bajando, dándole
besos, moviéndome más abajo, con la mandíbula rozando la curva de sus
pechos, arrastrando el suave material del sostén.
Odiaba el tejido entre nosotros. Quería desaparecerlo. Así que no dude en
absoluto, cuando mi boca tomó el pezón erecto que sobresalía a través del
algodón.
Caliente. Tan cálida y agradable. Dios mío.
El material pronto quedó empapado mientras chupaba la punta de su
pecho, logrando evadir el bulto y aumentar su excitación. Ella gritó cuando
abandone esta zona erógena, pero luego se quedó sin aliento, a la espera,
cuando su destino quedó claro.
Abajo. Abajo. Por su cuerpo, viajando, con mi toque hice desaparecer la
barrera que creaba el sostén tirándolo al otro lado de la habitación entre
travesuras.
Le di un suave beso en la redondez de su vientre. Pero no me detuvo. Me
moví más abajo, aunque su respiración se volvió entrecortada y sus dedos
se aferraron a las sábanas.
Llegue al borde de sus bragas y tome el dobladillo elástico. Tire de él con
los dientes, arrastrándolo hacia abajo por la cadera. Podía sentir la mirada
de Katie mientras lo hacía. Sabía que le estaba presentando una imagen que
nunca olvidaría.
Me incline sobre ella, sus ojos ardiendo de deseo mientras agarraba con
los dientes la tela de sus bragas. Le sostuve la mirada y saque un poco más
de tela. Ella suspiró. Tan caliente.
Con un tirón salvaje y un gruñido demasiado atractivo, rasgue las bragas.
Convirtiéndolas en una pieza inútil que no podían impedirme el acceso a
ella. Que se adaptaba perfectamente a mis necesidades.
Flotaba entre sus muslos, su cálido aliento al jadear vibraba contra mi
sexo expuesto. Me estremeció. No pudo evitarlo. Katie también se retorcía,
sus caderas tratando de invitarme a acercarse.
Así lo hizo. Mis labios rozaron en sus labios inferiores, frotándome
contra ellos. Ella se sacudió, elevando la parte inferior de su cuerpo, con lo
que mis labios entraron en contacto más íntimo.
No pude evitar reír lo que provocó que Katie se estremeciera.
-Estás deliciosamente impaciente.
Estaba deliciosamente despierta y no estaba de humor para esperar.
Afortunadamente, yo tampoco.
La punta de la lengua lamió su sexo. Después otra vez. Cada golpe era
más audaz, más largo, más satisfactorio.
Abrí los labios sensibles y la lamí, estremeciendo su carne. Fue
maravilloso. Aumentando su deseo. Esto... no fue nada comparado a cuando
mi lengua encontró su clítoris hinchado. Olvidándose de permanecer quieta
y disfrutar, se retorcía en la cama mientras sentía un placer eléctrico cada
vez que la lengua la recorría.
La sujete firme, inmovilizándola con el antebrazo colocado encima de su
cadera. Ella gritó, un sonido entrecortado, incoherente, pero alentador
porque no cedi. Por el contrario, estaba decidido a volverla loca de
felicidad.
La acerque a la orilla. Ella flotaba en el umbral.
Me detuvo Cogiéndome de los pelos.
-¿Qué pasa? ¿Te he hecho daño? –susurre contra su vientre, mirándola.
-No. Si no quiero que te detengas. Pero no quiero ser la única que reciba
placer.
-Tranquila. Eso no va a pasar, esta vez tengo la intención de sentir
cuando te vengas –declare mis intenciones.
-¿Sentir que?
Sin más miramientos me deshice de la única barrera que nos separaba,
que es mi ropa interior, y la cabeza de mi eje encontró la entrada de su sexo.
Empuje, grueso, empapado con sus jugos. Sus muslos se abrieron para dar
cabida a mi cuerpo.
Me deslice lentamente, prolongando el placer de entrar en su estrecho
canal, llenándolo por completo.
Me hundió hasta la empuñadura y me detuvo, con la longitud rígida
latiendo en su interior. Su sexo palpitó en respuesta.
Katie gimió, casi gritando. Entonces fui consciente de la barrera que
había traspasado al entrar en ella por completo. Le había robado la
virginidad a Katie.
Me quede parado, esperando a que Katie reaccionara.
Abrió los pesados párpados para verme parado encima de ella, la cabeza
echada hacia atrás, los músculos de su cuello tensos. Entonces sostuve su
cuerpo lo más suavemente que pude.
Katie miro hacia abajo, donde podíamos ver donde nuestros cuerpos se
unían. Carne con carne.
Un sonido se le escapó, una expresión gutural de necesidad e
impaciencia. Me miró a la cara para encontrarme mirándola. Sus ojos
brillaban, el deseo que empañaba su visión. Temía que mis ojos cambiaran
de color a los de mi lobo.
Tuve que comenzar a moverme, a un ritmo lento y constante que lo lleve
a lo más profundo, tan profundo. No quería ir duro, siendo la primera vez
de Katie. No quería que viera lo salvaje que podía ser si mi control se iba.
Con un grito, ella llegó a su clímax. Katie agarró mis hombros, las uñas
clavándose en su piel. Pero no me importo. Incline la cabeza hasta que mis
labios se posaron contra el hueco de su garganta. Chupe la piel mientras
bombeaba su cuerpo, tomando su éxtasis, retorciéndose en un segundo
orgasmo que la hizo gritar, la boca abierta, y sin embargo sin ningún sonido.
Mi liberación llego de forma repentina. Me tense empujando
profundamente por última vez.
Después de salir de Katie e inundarla a besos, nos coloque para seguir
durmiendo juntos en forma de cucharita. Katie estaba como en trance antes
de acabar volviendo a dormirse.
-Mía –no pude evitar susurrar antes de que el sueño me venciera. De
nuevo.
Capítulo 26
(Katie)
Cuando me desperté, podía decir que era de día por la luz que se filtraba
por la cortina. No sabía qué hora era, pero sabía que era temprano.
Podía notar el dulce peso de Raúl sobre mí. No quería salir de entre sus
brazos, pero...
Me quite el brazo y la pierna de Raúl de encima, para poder levantarme.
De repente me sentía sucia. Tuve la urgencia de ir a ducharme, así que fui al
baño de puntillas para no hacer demasiado ruido.
En cuanto me vi en el espejo, la imagen que me devolvía era un horror.
Estaba desnuda, con el pelo enredado y alborotado, mi cuerpo lleno de
chupetones. El que más se veía era uno en mi clavícula, era muy grande.
Puta.
Esa palabra me vino a la mente con el tono de voz de Gorka y de mi
padre.
Me dio un escalofrió tan grande que mi repugnancia a mí misma. Así que
me apresure a meterme bajo el chorro de agua la ducha y frotarme el cuerpo
lo más fuerte que pude, para sacarme la sensación de suciedad que tenía.
Guarra.
No me quería sentir así. Por lo que frote mi cuerpo con más fuerza, casi
dolía incluso.
-¿Qué haces? –pregunto Raúl apareciendo en el umbral de la puerta,
desnudo.
Me tape como pude al tiempo que chillaba y escondía la cara contra las
rodillas.
-¡Sal fuera! ¿Pero qué haces? –le chille.
-No pienso salir ¿He hecho algo mal? –pregunto con tono de enfado.
¿Cómo podía estar enfadado cuando era a mí a quien había interrumpido?
Él no tenía motivos para estar enfadado.
-Sal –le ordene.
-No. ¿Qué te pasa? –note su mano en si espalda.
-Quiero estar sola.
-¿Qué he hecho mal?
Podía notar la preocupación en su voz. Sabía que Raúl no había hecho
nada malo, que había sido yo la que estaba de acuerdo en hacerlo con él y
también he sido yo quien en mitad de la noche le ha buscado a él.
Pero yo solo quería estar sola. Ahora me sentía sucia. Esta no era yo. Me
estaba dando asco.
-Nada, solo vete.
-No me pienso separar de ti, hasta que te calmes y me hables sobre lo que
te pasa.
-Me siento sucia –confesé sabiendo que no se iba a ir sin una respuesta.
-¿Sucia? ¿Cómo sucia? –pregunto confuso, parando mi mano que
inconscientemente estaba restregando mi perna fuertemente.
-Me he comportado como una guarra –dije aun sin mirarle, por
vergüenza.
-¡No digas eso ni en broma! –Me regaño- No te dejes influenciar por un
ex que es un psicópata en potencia. Tú eres libre de vivir tu vida conmigo y
aunque te proteja no estarás encerrada en una jaula de cristal. Puedes haces
lo que quieras conmigo.
Me obligo a mirarle, cogiendo mi cara por el mentón y girándola hasta
que nuestros ojos coincidieron. No era capaz de decirle nada. No sabía que
pensar.
Todo lo que Raúl decía tenía sentido. Raúl me transmitía una paz interior
que nunca había sentido. Hacía que me creyera de verdad lo que decía.
-No llores –dijo secándome una lagrima traicionera que se me haba
resbalado sin darme cuenta.
Sin decirme nada paso una de sus piernas por detrás de mí y me empujo
suavemente hacia delante. Por lo que se hizo un espacio para poder sentarse
tras de mí. En cuanto lo consiguió me abrazo por la espalda y dejo caer
algún beso en mi hombro.
Poco a poco su beso se fue intensificando hasta que note sus sientes y me
aparte hacia delante un poco.
-No me muerdas. Si tienes hambre vete a desayunar.
-Los lobos siempre tienen esta hambre –comento apretando el abrazo
para que volviera a pegar mi espalda a su pecho.
-¿Lobo? Me da a mí que tu opinión de ti mismo es demasiado alta –
bromee- Aunque tengo que admitir que me recuerdas a un animal con
algunos de ruidos que haces.
Sobre todo cuando habíamos estado en la cama. Era como medio rugido
o mini aullidos. No sabría decirlo muy bien. Pero cada vez que lo hacía yo
notaba como un cosquilleo que me recorría de desde el fondo de mi vientre
y se expandía hacia el resto de mi cuerpo.
-Solo dejo salir a la bestia para que te acostumbres. Pero te lo advierto,
todo es bajo tu propio riesgo –bromeo mientras sonreía contra mi piel de la
espalda.
-Si me preguntas, el dinero estaría mejor invertido en un psiquiatra para
tu problema de ego –conteste siguiéndole la broma.
-Admítelo, mi suprema confianza es sexy.
-No, es preocupante, pero por suerte para ti, tu trasero es increíble.
Fue acabar la frase y darme cuenta de lo que acababa de decir. Cerré de
golpe los ojos como si eso fuera a hacer que mis palabras desaparecieran.
Por un segundo reinó el silencio pero Raúl lo rompió estallando a
carcajadas.
-No te rías –dije cohibida, avergonzada por mí misma.
-Me encanta que me digas que te gusto, aunque solo sea por mi culo –
dijo mientras me achuchaba, más si se podía, contra él- ¿Ya te encuentras
mejor?
Lo dijo con un tono tan íntimo, pero no con pena, que la atmosfera
cambio de golpe. Era la típica atmosfera de una pareja que está
compartiendo un momento de secretos, de intimidad y confianza mutua que
ya pensaba que nunca iba a sentir. Pero estaba comprobando, otra vez,
como con Raúl era posible sentirse bien con un hombre cerca, de manera
intima.
-Mejor...
-¿De verdad?
-Si. Mucho mejor.
-Mmmm –emitió mientras restregaba su cara en mu cuello- no pienses así
de ti nunca más ¿Vale?
-Vale... -fue lo único que alcance a contestar.
Después de eso estuvimos así hasta que el agua, que quemaba cuando yo
entre y ahora se sentía tibia se enfrió. Aunque yo no sentía frio al tener a
Raúl a mí alrededor, decidimos salir para secarnos e ir a desayunar.
Ahora tenía que enfrentar la realidad de mis actos y sentía la necesidad
de contarle a Maddi lo que había pasado, para que ella me diera su opinión.
Maddi se había vuelto un pilar en mi vida y no me había dado cuenta hasta
que ahora, hasta que cuando he visto que cuando la he necesitado ha estado
ahí.
Capítulo 27
(Raúl)
Deje a Katie con mi madre y Maddy, para poder irme a una reunión con
las manadas de los alrededores. Fui con Damián, mi padre y algunos de mis
hombres.
En estas reuniones, aunque nos conocemos, tenemos que llevar escoltas y
betas por ley.
-¿Cómo que habéis perdido el objetivo? –pregunte furioso.
El objetivo es el zorro ex de Katie. Que en cuanto supe de él y le pegue la
paliza lo reporte a la junta y se suponía que ellos tenían que encargarse de él
y ahora me dicen que lo han perdido de vista.
Como Katie es mi luna no puedo tomar parte en su caza... aunque me
salte un poco las reglas cuando fue a por ella aquella noche. Pero eso está
justificado, además de que no lo he escondido a nadie.
-Bueno Raúl... -dijo el hombre que el alfa de la manada más cercana a la
ciudad- hemos hecho lo que hemos podido. Pr eso he venido en persona
para ofrecer mis disculpas. Mis hombres o jodieron todo, y consiguieron un
buen sermón por ello.
-Entonces ¿Qué paso? –pregunte más calmado, ya que se había
disculpado.
-El cambia formas solitario que estamos cazando no solo está ignorando
deliberadamente las leyes de la ciudad. También es más astuto de lo que
creíamos. Por lo que sabíamos de su comportamiento, esperábamos alguien
errático, fácil de detectar y arrinconar. Es decir, un tipo lo suficientemente
tonto para entrar en nuestra ciudad. Y amenazar con violencia a una mujer,
debe de tener algunos tornillo sueltos.
-¿Esperabas a un desterrado? Incluso si fuera un desterrado, eso no
explica cómo evadió a tus hombres. Les pague a tus chicos para que estén
alerta.
Un desterrado era aquel cambia forma que había dejado que su bestia
consumiera su humanidad. Tal vez había pasado mucho tiempo
transformado, o su psique no era lo suficientemente fuerte como para
controlar la bestia dentro. Cualquiera sea la razón, su pensamiento era a
menudo irracional, para un ser humano, inesperado, y violento.
-Y lo estaban. Sin embargo, no olía como un zorro. El bastardo se roció
el cuerpo con un aerosol. Añade que se ha afeitado la cabeza por lo que no
se parecía a las fotos. Mis chicos no lo detectaron. No fue sino hasta que se
detuvo en la esquina del edificio y tomo una gran bocanada de aire que se
dieron cuenta de quién era. Pero para entonces ya era demasiado tarde. En
cuanto nos vio salió corriendo como alma que lleva el diablo. El chico es
jodidamente rápido. Él nos perdió en el andén del metro. Se mezcló entre la
multitud, y con todos los diferentes aromas enturbiando el camino, no se lo
pudo localizar.
-Eso solo significa que sabe que vamos tras él. Que le queremos cazar.
No era exactamente la mejor noticia. El zorro podría desaparecer en el
entorno y dejarme sin nadie a quien castigar, o su próximo movimiento
resultaría ser más sutil y difícil de detectar. Necesitaba llamar su atención
antes de que el muy cobarde fuese tras alguien más frágil y humano, como
la familia de Katie. Una vez que Katie y yo nos emparejáramos, su
seguridad se convertiría en mi responsabilidad. Aunque para mí ya era mi
responsabilidad.
-¿Tienes suficientes hombres de guardia en su apartamento?
Sabía que no serviría de mucho, ya que dudaba que volviera el zorro por
ahí. Pero prefería mantener las bases cubiertas.
-Sí, y mis chicos también están observando de cerca a tu familia y su
lugar de trabajo. Si sale a la superficie, lo capturaremos.
-Más te vale.
-Pareces muy preocupado por este tipo -declaro el hombre- Más de lo
que un zorro solitario desobediente merece. ¿Ha hecho daño a alguien de la
manada?
-En cierto sentido. Él amenaza a mi compañera.
Esta era una manera de aturdir a un oponente.
-¿Tú? ¿Emparejado? Tienes mis condolencias.
Tuve que fruncir el ceño ante sus palabras.
-¿Qué se supone que significa eso?
-Siempre es triste cuando un hombre es encadenado a una bola y cadena.
Lo próximo será tomar malditos bailes de salón, después llamar a todo "lo
nuestro", perder tu armario por sus zapatos, y luego tener que ver comedias
románticas en vez de ir al bar con los chicos.
-Eso son cosas que a mí no me molestan.
-¿Y ya la has reclamado? –pregunto confuso.
Supongo por el hecho de que al ser un alfa, por norma general hacemos
una ceremonia e invitamos a los alfas de las manadas cercanas. Sobre todo
para que conozcan la unión y como detalle de cortesía.
-Aun no. Aún no sabe sobre nosotros. Quiero explicárselo a su momento.
-¿Por qué la vas a reclamar? ¿Por qué quieres hacer eso? -negó con la
cabeza- luego no me vengas llorando cuando ella te haga usar un suéter de
navidad feo.
-Tranquilo. No vendré llorando porque me asegurare de que tú y yo
tengamos el mismo suéter, dándotelo a ti en público, por lo que no podrás
rechazarlo. Tendré a alguien para que tome una foto, y la voy a publicar en
todas las redes sociales que me apetezcan –dije bromeando.
-Mira que eres retorcido, Raúl.
-Gracias -No pudo evitar una sonrisa de satisfacción.
Al final quedamos en que seguirán intentando buscar al zorro y yo les
contactare en caso de tener noticias.
De momento no podíamos hacer nada más que proteger a Katie. Lo que
iba a aprovechar para conocer bien a Katie y que ella me conociera a mí, y
poder contarle que en realidad soy un lobo.
Capítulo 28
(Katie)
En cuanto Raúl se fue de la casa note como parte de mi mundo se
volcaba. Estaba volviendo a la realidad. Como si Raúl hubiera creado una
realidad alternativa, en la que solo estábamos nosotros.
Ahora que se ha ido me encontraba desamparada en esta casa tan
grande... y tenía miedo de encontrarme con Maddi. Me sentía muy
avergonzada del hecho de tener que explicarle que había perdido mi
virginidad con su primo.
Decidí ir al jardín que tenían a dar una vuelta. Lo que no espere es
encontrarme con familiares de ellos allí. Era un grupo de chicas jóvenes,
suponía que primas de Maddi y Raúl. Por lo que intente irme por el lado
contrario del jardín pero lo que menos me esperaba era que me llamaran.
Así que tímidamente me acerque a ellos.
-¿Queríais algo? –pregunte lo más educada que pude.
-Solo intentamos comprender porque Raúl te trajo aquí.
Era como si pudiera apostar a que casi todas estas mujeres sentían celos
de que me hubiera traído. Lo que no entendía pero por otra parte, ¿quién
podía culparlas? El atractivo de Raúl mezclado con su poderosa presencia,
hacía que fuese imposible de ignorar.
-¿Hace mucho que sois pareja? -Preguntó una de las chicas.
-Nos conocimos hace poco –respondí, evitando la palabra pareja.
Técnicamente no éramos pareja, ninguno de los dos había dicho nada. Sí
que Raúl había hablado de mí como si tuviera algo de propiedad de mí, pero
nada más.
-Y ya te ha traído a casa para conocer a la manada.
¿Conocer a quién? Fruncí el ceño, al no entender de qué hablaba.
-He oído que es así como sucede -respondió con un gesto de asentimiento
de cabeza- Un olorcillo y bam. Emparejado de por vida.
Parpadee. ¿Olorcillo? ¿De qué rayos estaban hablando estas chicas?
Realmente me había perdido en esta conversación.
-¿Perdón? No estoy segura de entender –dije que realmente no lo
entendía.
Ambas hablaban de cosas que no tenían sentido. Tal vez me había
perdido algo y no era consciente de eso.
-No creo que lo sepa -dijo otra de las chicas con una inclinación de
cabeza.
-Oh, chica. Espera a que se entere.
-¿Enterarse de qué? -Preguntó un chico que se unía ahora al grupo podía
decir que era familiar de Raúl. Tenían un parecido muy notable.
-Esta es la novia de Raúl –rio la chica.
-¿En serio? –Me miro con sus ojos grises que son casi idénticos a los de
Raúl. Parecía que era cosa de familia, ya que casi todos los tenían así.
Tuve que resistir el impulso de encogerme ante él. No me sentía a gusto
siendo el centro de atención de todas estas personas.
-Yo esperaba a alguien... más alta –fue lo único que atino el chico a decir.
Él me sacaba más de una cabeza. En esta familia todos son muy altos y
fuertes ¿será por el agua?
Empecé a decir unas disculpas, para poder seguir con mi camino e irme,
cuando una de las chicas me agarro del brazo, impidiéndomelo. Con
demasiada fuerza en verdad.
Literalmente.
Empezaron, entre las dos chicas a tirar de mí hacia una zona del jardín
donde había hamacas, ocupadas por muchas personas jóvenes... bueno de
mi edad. Una zona de relax. Estaban animados.
-Mmmm... ¿qué estás haciendo? –me atreví a preguntar mientras
intentaba soltarme suavemente. En vano. La chica me agarraba firmemente
y no me soltaba.
-Tienes que conocer a la pandilla.
-Yo realmente no tengo tiempo para esto. Me tengo que ir –dije
intentando poner escusas.
-¿Sabe Raúl que te vas? -la pregunta vino de su amiga.
-¿Por qué le importaría?
La chica se echó a reír.
-Oh, esto no tiene precio. Espera a que las demás se enteren. Hey, tía,
tienes que conocer a la nueva novia de Raúl –grito la chica que me tenía
agarrada.
Varios pares de ojos grises tormenta se volvieron hacia mí, y tuve dejar
de lado la sutileza mientras intentaba soltarme.
Y no pude hacerlo.
-Hey, nunca lo preguntamos, ¿cuál es tu nombre? —preguntó, obviando
de forma deliberada, mis intentos por liberarme.
Con un gran suspiro conteste.
-Katie.
-Hermoso nombre. Soy Zena, y esta es mi prima, Reba. Y él es Dave –
señalo por ultimo al chico que se había unido en el último momento.
-Encantada de conoceros, pero realmente tengo que irme.
-Claro. Pero no te puedes ir antes de conocer a la pandilla. Solo
tardaremos un minuto o dos, lo prometo.
En contra de mi mejor juicio, aunque en realidad no me habían dado a
elegir, me he visto empujada hacia la pandilla de chicas y chicos que
estaban sentados en las tumbonas y tirados por el césped. Lo de pandilla era
acertado.
Un número ridículo de ojos de color gris se fijaron en mí de nuevo. La
mayoría tenían pelo moreno, pero algunos tenían una mezcla más claras, y
una chica tenía una melena pelirroja brillante de pelo rizado. Era la que más
destacaba en la pandilla.
Y todos eran muy pocos sutiles mientras pasaban su mirada de pies a
cabeza.
Zena me arrastró en medio de las miradas indiscretas, y dijo:
-Hey, todo el mundo, quiero que conozcáis a la novia de Raúl, se llama
Katie.
Tampoco entendía por qué tantas narices comenzaron a tener espasmos.
Me había bañado, y aunque no tenía desodorante aquí, no estaba sudando y
no debería oler mal. Sin embargo, no me podía negar que muchas de las
mujeres presentes, al olerla, arrugaron la nariz.
Estaba empezando a rayarme la cabeza, pensando que olía mal o algo.
-De ninguna manera -una de las chicas más jóvenes dijo con su cara
arrugada en una mueca- Yo no me lo creo ni por un segundo. Su madre
nunca lo permitiría.
-Sin embargo, él la trajo a casa -reflexionó otra- Nunca había hecho eso
antes.
-¿Y esa marca en el cuello es de él?
Un repentino silencio creció mientras todos los ojos se enfocaban en el
chupetón de amor que le había dejado Raúl, que no estaba oculto por el
cuello de la camisa.
Capítulo 29
(Katie)
No me había dado cuenta de que habían pasado tantas horas, hasta que no
me dio por mirar el reloj.
Me estaban bombardeando a preguntas como:
-¿Cuánto tiempo os habéis estado viendo?
-¿Sabe que estás intentando salir?
-¿Cómo os conocisteis?
Pero la verdad que respondí diciendo la verdad o evadiendo la pregunta.
Ellas me habían mantenido entretenida y ocupada por mucho tiempo. El
suficiente como para que me pudieran pillar.
Para cuando me di cuenta de eso, deje el vaso con el refresco en la
mesilla y, aprovechando que estábamos mirando como los chicos se tiraban
a la piscina, me levante de la tumbona y empecé a caminar de espaldas.
Para que no me notaran.
No tuve tiempo suficiente para escapar de los brazos que me agarraron
por la espalda, choque mi espalda contra el pecho de alguien.
-¿Y dónde crees que vas? -preguntó la persona que me tenía agarrada.
Enseguida reconocí la voz, es Raúl.
No le respondí. Pero mi cara debía de mostrar mi estado de ánimo,
pensando de vuelta a la cárcel.
Fuga frustrada.
Sus fuertes brazos me tenían atrapada, no me podía mover.
-Déjame ir.
-No.
Un movimiento ágil e implacable me arrojó sobre su hombro musculoso.
Y ni una persona trató de detenerlo. Por el contrario, la mayoría mostraban
expresiones divertidas o directamente se reían.
-Bájame –estaba sintiendo vergüenza y estaba notando como me estaba
subiendo el rubor.
-No.
-¡Raúl! -prácticamente grite su nombre.
-¿He mencionado lo mucho que me gusta cuando dices mi nombre así? Y
me refiero a que realmente me gusta -su insinuación, con ese tono tan
sensual, no dejó ninguna duda en cuanto a lo qué se refería.
Tenía que intentar liberarme con otra táctica, buscando a las chicas con
las que acababa de conectar mientras hablábamos en las tumbonas.
-¿Van a quedarse ahí y dejar que me secuestre de nuevo? –logre captar la
atención de Zena y le di una mirada suplicante.
Pero mi nueva amiga, con su elegante camiseta y su corto, muy corto
short, simplemente se encogió de hombros.
-Él es el alfa.
Con lo cual Zena parecía pensar que eso lo explicaba todo, pero eso solo
me confundió más. ¿Qué había en Raúl para que todas estas chicas
parecieran intimidadas por él? O, peor aún, ¿tenía intimidadas a todas las
chicas de su familia?
Apenas él me dejo en el suelo en el suelo de su habitación, estaba justo
delante de mí y puso sus manos en mis caderas acercándome a él.
-¿Qué demonios, tipo grande? No puedes cargarme por ahí como si fuera
un saco de patatas –le reñí.
-¿Porque no?
-Debido a que no se hace. Insisto que me dejes ir en este instante.
-Me prometiste que no te irías.
-¿Qué más se puede esperar que diga una vez que dejaste claro que tu
plan era mantenerme prisionera?
-Prisionera implica una celda y trabajo duro. Difícilmente se puede
llamar a mi casa eso.
-No, pero el hecho de que no pueda irme lo hace. Una jaula de oro sigue
siendo una jaula.
-Es por tu seguridad. Tu ex no se ha rendido.
Ante su declaración, me quede congelada.
-¿Qué quieres decir?
-Trató de acercarse a tu apartamento. Y más recientemente, hizo una
llamada a la cafetería donde trabajas buscándote.
-Mi jefe...
-Los de la cafetería están seguros. Tengo hombres custodiándolos, a
todos ellos. Este tipo, Gorka –dijo el nombre con evidente asco- no podrá
acercarse a ellos o hacerles daño. Pero esto sólo sirve para demostrar que no
es seguro para ti estar por ahí.
Tal vez no, pero yo no estaba del todo convencida de que fuera seguro
estar aquí con él tampoco. Había algo extraño acerca de esta situación.
Desde la forma en que seguía insistiendo en que le pertenecía hasta la
manera extraña en que todas las chicas que había conocido en el jardín y en
la zona de relax parecían conscientes de ello y no se sorprendían por sus
acciones.
¿En qué me había metido? ¿Había inadvertidamente tropezado con un
culto, con Raúl como su líder? Eso explicaría mucho, por lo que me vi en la
obligación de aclararle una cosa.
-No voy a formar parte de tu harén.
Apoyándose contra la pared que había justo detrás, Raúl me miro de
arriba a abajo, sus ojos tormentosos se iluminaron con regocijo.
-¿Mi harén?
-Ya sabes, esas mujeres de allí abajo parecen pensar que eres una especie
de Dios que debe ser obedecido.
Sus labios temblaban.
-Ojala obedecieran. En su mayor parte, les gusta sacarme un poco de
quicio.
-¿Así que no niegas que eres su líder?
-¿Por qué negar la verdad? Ellos responden ante mí. Todo el orgullo lo
hace.
Ahí estaba esa palabra otra vez. Orgullo. Pero de alguna manera yo no
creía que se refiriera al tipo de sensación de éxito. La forma en que la
utilizó era más como en jerga de salvaje. Una palabra imaginativa en vez de
llamarse como lo que eran, un grupo o secta.
-Bueno, lo que vosotros seáis, o lo que sea que adoréis, no quiero ser
parte de ello. No estoy en harenes sexuales raros o en cosas religiosas
extrañas. Así que, si no te importa, aunque aprecio lo que estás tratando de
hacer por mí, yo prefiero irme.
Con sus brazos musculosos cruzaron su pecho.
-No.
-Estoy empezando a comprender cómo algunas personas sensatas son
conducidas al asesinato –replique mientras le miraba.
Él sonrió. El imbécil.
Luche contra el impulso de devolverle la sonrisa. Le dije a mis rodillas
que no temblaran o si no. O si no qué, no lo sabía, sólo que necesitaba
permanecer fuerte ante su encanto.
-Oh, Katie. Hay tantas cosas que no entiendes –dijo como si él tuviera el
secreto del mundo.
-Entonces explícamelas porque te aseguro estoy cansada de sentirme
como si me estuviera perdiendo algo -Un rompecabezas gigante donde tenía
todas las piezas pero le faltaba la pieza clave, la pieza que daría sentido a
todo lo demás.
Capítulo 30
(Katie)
Tenía demasiadas dudas por lo que había llegado el momento de resolver
algunas dudas.
-Entonces... -dije mientras ponía las manos en mis caderas y dando un
par de pasos a otras para que me tomara enserio- ¿vas a explicarme qué
demonios está pasando realmente?
-Eres tan deliciosa, gatita, cuando te pones furiosa.
-No empieces a coquetear conmigo. Quiero respuestas.
-Y yo te quiero a ti -la intensidad latente en sus ojos fue acorde con la
sonrisa sensual que Raúl me mostro.
Seguí intentando permanecer enojada con él, para mantener mi mente
alerta, y luego él había dicho eso tan posesivo pero a la vez adorable que
hacía que se viera tan condenadamente delicioso.
Estaba empezando a tener pensamientos tan posesivos y trogloditas,
como los que parece tener Raúl.
¿Cómo se supone que una chica luche contra su encanto? ¿Cómo voy a
luchar si quiero ser seducida por su encanto? ¿Por qué quería ser seducida?
Ni yo misma sabía la respuesta a esas preguntas. Lo único que tenía claro
era que quería dejarme llevar con Raúl. Y algo me decía que no era malo
dejarme llevar con él.
-¿Sabes qué? Yo también te quiero, excepto que es difícil para mí aceptar
a un hombre que me está tratando como a una idiota frágil que no puede
manejar la verdad.
-Más como una muñeca frágil.
-No te atrevas a compararme con un juguete sexual de plástico que puede
desnudarse y es anatómicamente correcto. A diferencia de una muñeca
hinchable, voy a preguntar porque soy real.
Su risa surgió, fuerte y audaz.
-Dios mío, gatita. Dices las cosas más extrañas.
Y la encontraba divertida. No todo el mundo comprendía, muchas veces,
mi sarcástico y muy puntiagudo humor. Él se burlaba de mí, pero no me
podía enojar, solo me salía devolverle la burla. Otra razón por la que me
gustaba. El imbécil.
-Sí, nunca sé lo que va a hacer mi boca -Tan pronto como se me
escaparon esas palabras, vi como aparecía su sonrisa. Su guiño. Y me quede
callada esperando a que dijera algo.
-Yo sé lo que me gustaría que hiciera –no se cortó en decir.
Aunque sabía que algo por el estilo iba a decir pero aun anticiparlo no se
detuvo mi rubor.
Sus palabras hicieron que se cerrar mi mente contra la fantasía visual de
mí misma de rodillas, la mano alrededor de su...
¡Fuera ese pensamiento, tu sucia, sucia mente! Me reñí mentalmente
tirando de mis pensamientos en otra dirección.
-¿Por qué estás tan decidido a meterte en mis pantalones? ¿Por qué yo?
Estoy segura de que puedes conseguir a cualquier chica para acostarse
contigo. No entiendo por qué te quieres acostar conmigo.
-Porque eres mía –dijo con una rotundidad que congelaba.
Como si esa fuese toda la respuesta que necesitaba.
-Lo siento, pero eso no es suficiente. ¿Por qué crees que soy tuya?
¿Qué es lo que ve en mí? me pregunte. Esperaba que no fuera lastima.
Que no tuviera el síndrome del príncipe ayudando a la princesa.
Aunque a me hiciera la fuerte era notable mi faltaba autoestima, había
una parte femenina en mí que quería saber cómo se sentía él. Para verme a
mí misma desde su punto de vista. ¿Qué le atrajo de mí?
-¿Tiene sentido si digo que te amo y odio tu naturaleza argumentativa?
-No, lo siento. Necesito que respondas ¿O es que Quieres que me ponga
de rodillas y bese tus pies pidiendo perdón?
-¿Lo harías?
Resople.
-No. Obvio que no.
Una risa retumbó.
-No lo creo. Otra razón por la que me gustas. Tú sabes cómo ponerte de
pie por ti misma.
-Excepto con Gorka – tuve que admitir con todo mi pesar, aunque me
dolía decirlo.
Tal vez para demostrarle que la imagen de mí misma era defectuosa.
-Háblame de él. ¿Por qué te asusta tanto? Porque tengo la impresión de
que no hay mucho que lo haga- Él se sentó en el borde de la cama y le dio
unas palmaditas al espacio que dejo libre.
Sintiéndome incómoda de pie frente a él, me senté en su lado. Muy
agradable. Sólo pulgadas me separaban de Raúl, un hecho del que era muy
consciente. Debía alejarme. Sin embargo, alejarme, aunque sólo fueran unas
pocas pulgadas, o ponerme de pie, significaba admitir que él me afectaba.
El hombre ya era bastante arrogante. No necesitaba estimularlo.
Lo mire fijamente y me di cuenta que estaba esperando a que le diera una
respuesta. Hablar acerca Gorka. ¿Qué había que decir?
-Era una relación toxica que acabo mal. Intento forzarme a tener
relaciones, yo no estaba preparada. Y acabe huyendo después de darle con
una sartén en la cabeza-dije mirando el suelo.
Hablar y decir en voz alta lo tonta que fui con Gorka hacía que me
hiciera sentir mal y tonta conmigo misma.
Completamente descarado, Raúl sonrió, lo suficientemente grande como
para que apareciera su hoyuelo. Hacía que quisiera acortar los centímetros
que nos separaba para dejarle un beso en ese hoyuelo.
-No soy como ese zorro -tanto desprecio por un hombre al que nunca
había conocido.
Cierto es que Raúl había conseguido lo que Gorka no. Vale que las
condiciones habían sido diferentes. Que Gorka lo conocía de siempre pero
Raúl era más... más... no sabría cómo describir la sensación que me
provocaba Raúl. Era una mezcla entre protección y pasión... como si
estando a su lado nada malo pudiera pasarme.
Lo que hacía que todo el estrés y miedo que se había acumulado en mí
desde que hui de casa, se fuera poco a poco y me sintiera más relajada y
segura.
Capítulo 31
(Katie)
Le conté toda la historia mía con Gorka. Raúl parecía que me entendía y
hacia comentarios muy acertados.
La sola mención de Gorka todavía me daba escalofríos.
-El gilipollas te acosaba –dijo llegando a una conclusión muy amplia.
-Sí. Y la policía no me ha dado aún noticias al respecto. Podrían
advertirme de todo lo que está pasando por lo menos. No he puesto ninguna
orden de restricción que lo mantenga alejado. Solo hizo su acoso más
directo y no dejó evidencia de que era él.
-Toda clase de pequeñas cosas hasta llegar a la grande. Casi violación y
robo en tu casa. Si hubieras estado en casa no me quiero ni imaginar lo que
hubiera pasado. O si hubiera pasado algo en el callejón esa otra noche, yo...
-¿Cómo sabes eso?
-Estaba allí si recuerdas. Fui yo quien le pare -Por lo menos él no mintió.
No significaba que yo le gustara.
Enderezando la espalda, lo mire a los ojos.
-¿Tú hiciste qué?
-Cuando vi a ese chico forcejeándote... pudiendo sentir tu miedo. No me
gustó, y ya que tengo ciertas conexiones, decidí averiguar lo que pudiera
sobre el imbécil que te acosa. Lo ocurrido en tu piso fue uno de los hechos
que apareció.
-¿Qué más has averiguado? –pregunte angustiada por saber nada.
-Que tienes un padre con problemas de...
-Con el alcohol. Lo puedes decir.
-Pues eso y que tu madre falleció hace unos años. Y que tu vida ha sido
un poco difícil desde que no está tu madre.
-Bueno... no tan mal...
-Yo creo que sí. Déjame adivinar ¿Eras una estrella en el cuadro de honor
de la escuela? Yo odiaba la escuela.
-Las mejores notas de la escuela. Necesitaba las becas para poder seguir
estudiando.
-Eso explica muchas cosas. ¿Quieres saber que más descubrí? ¿Te
acuerdas de tu cumpleaños de mayoría de edad?
Casi se me cae la mandíbula inferior al suelo, de haber abierto la boca
por la impresión. Raúl había leído sobre mi visita al hospital por culpa del
botellazo de mi padre. En mi defensa tengo que decir que debí de haberlo
visto siendo mi padre, sabía que debería haber tenido más cuidado.
-Este estudio que has hecho de mí y mi vida da un poco de miedo, Raúl.
-Solo porque no me conoces lo suficiente, así que vamos a corregir eso.
Yo soy un gran jugador de futbol americano. Amo el color verde. Soy un
fanático de los batidos. Vas a tener que probar algunos sabores creados por
mí. Me gusta ver deportes. Sigo el mercado de valores. Y no puedo esperar
a hacer el amor contigo de nuevo.
Pestañee. Él lanzó esas palabras con indiferencia. Pero a mí se me hacía
más difícil fingir que no me afectaba.
-Las cosas se están yendo demasiado rápido.
Demasiado rápido. Él seguía afirmando que le pertenezco, y tan loco
como era, hacía también creyera esas palabras. ¿Me habrán infectado con
algún virus o alguna extraña droga que me ha hecho que nos anhelarnos el
uno al otro?
-No entiendo lo que me está pasando. ¿Por qué me siento tan fuertemente
atraída por ti? No es natural.
-Esa es a menudo la forma en que sucede cuando los verdaderos
compañeros se encuentran.
-Ahí vuelves con esa cosa sobre compañeros de nuevo. No puedes
simplemente tomarme como quieras. Esto requiere algo así como el
permiso.
-O el destino. Y eso es lo que somos, gatita. Predestinados. Los
verdaderos compañeros, destinados a estar juntos hasta el final de nuestro
tiempo. Somos el equivalente humano de almas gemelas.
Me lo quede mirando por un momento, tratando de digerir lo que dijo,
pero aún me tenía desconcertada. Raúl es un hombre muy maduro para
nuestra edad, no dado a sueños de fantasía.
Él realmente no iba a tratar ese tipo chorradas conmigo, ¿verdad?
-Oh, vamos, no puede ser que tu esperes que me trague el hecho de que
crees en las almas gemelas, o el amor a primera vista.
-Por extraño que pueda parecer, sí que creo en ello. Además de verdad.
-¿Predestinados? ¿En serio? –No puede evitar echarme a reír- Por favor,
no me digas que lo dices de verdad.
Raúl soltó varias frases con mucha posesividad hacia mí y coqueteos, y
vi demasiado tarde que había caído directamente en su trampa y en sus
brazos.
En mi defensa, el chico era muy caliente, y yo realmente no me
arrepentía de haber perdido la virginidad con él y tampoco de pensar en
volver a tener sexo con él. En realidad, a pesar de que estaba
completamente loco, lo haría de nuevo. Raúl resultó irresistible.
-Esto no es una estafa para llevarte a la cama. Los dos sabemos que todo
lo que tengo que hacer es besarte y... -su sensual sonrisa lo decía todo.
-Tu simplemente no puedes ayudarte a ti mismo, ¿verdad? -negué con la
cabeza ante su arrogancia. Un macho posesivo y orgulloso en su forma más
extrema. Frustrante y sin embargo inexplicablemente sexy.
Creo que realmente debía buscar ayuda profesional. Empezaba a tener
dudas de mi salud mental.
-Tienes razón. No puedo ayudarme a mí mismo. Yo había oído hablar de
la atracción cuando un hombre encuentra a su compañera, pero nunca me
espere que golpeara tan duro y rápido. Eres mía, gatita. La loba, aun
humana, para mi lobo.
-¿Lobo? Y las cosas van a peor, donde está la cámara oculta.
Hice como si buscara cámaras ocultas en la habitación.
-Soy un lobo. Por lo tanto, es de esperar que mi esposa sea mi loba.
Me quede sin aliento cuando la verdad me golpeó.
-Oh diablos, ¿no me digas que eres uno de esos tipos que le gusta vestirse
con esos grandes trajes de osito de peluche? ¿Tienes algún traje de lobo que
te gusta usar y luego montártelo? Mejor que no sea así, porque desde ahora
te digo, no iré por ese camino.
Raúl se rio entre dientes, como si hubiera hecho un comentario
desafortunado mientras estiraba los brazos sobre el respaldo del sofá, el
movimiento estirando su camisa apretada y delineando la perfección de su
cuerpo que recordaba bien.
Capítulo 32
(Katie)
Realmente estaba empezando a pensar que Raúl estaba loco.
-Debo admitir, gatita, que tu mente trabaja de maneras realmente
maravillosas. Pero permíteme aclarártelo. Cuando digo que soy un lobo, me
refiero a un lobo real, de verdad. Que me vuelvo peludo, tengo grandes
dientes, de la clase que aúlla a la luna.
Él lo dijo con absoluta seriedad. Él realmente creía que era un lobo. Lo
que significaba que él tenía algunos tornillos sueltos, lo cual, a su vez,
significaba que podía ser peligroso.
El solo pensamiento hizo que me estremeciera.
Tan pronto como el miedo trató de insinuarse, se disipó. No, no importa
cual fuera el fetiche de Raúl, yo tengo la impresión de que no era un chico
violento. Sin embargo, no pude evitar que se me escapara una risa nerviosa.
-Se terminó la broma. Muy buena. Ja. Ja. ¿Podemos ponernos serios y
hablar de nuestra situación?
-Pero de eso se trata. Nosotros lo somos. Hay mucho sobre este mundo
que no entiendes, Katie. Misterios que ni siquiera puedes empezar a
imaginar y verdades que tendré que revelarte. El primero es mi lado lobuno.
Sin embargo, esto no significa que tengas que temerme. Como mi
compañera, nunca voy a hacerte daño o permitir que otros logren hacerte
daño. Yo seré tu más firme defensor. Otra promesa que hago es que voy a
serte fiel. De ahora en adelante, serás la única en sentir mi tacto. Y a
cambio, no tocarás a nadie más. Tengo problemas de celos.
-Problemas de celos. Problemas de dictador. Enloqueciendo a una chica
con estos problemas -retorcía las manos, una parte dudando de cada palabra
que decía, alejándome de él disimuladamente. Sin embargo, otra parte, la
chica que quiere volver a creer en el romance y el concepto de amor a
primera vista, quería confiar. ¿Quién no quiere vivir y disfrutar de la clase
de amor que Raúl propuso?
Pero ¿qué pasaba con la libertad?
-No me puedo quedar con un chico que me mantiene encerrada.
-Oh, sí, sigues insistiendo en que te estoy reteniendo en contra de tu
voluntad.
-Bueno, lo estas.
-No me hagas besarte y probar que estas equivocada. En realidad,
pensándolo bien, por favor hazlo. Ha pasado demasiado tiempo desde que
te sostuve desnuda en mis brazos.
¿Había una respuesta para este tipo de desafío descarado? No una de tipo
verbal de todos modos. ¿Su cuerpo, por otro lado? me estremecí, me
despertó, y todos mis sentidos cobraron vida, esperando hacer o decir algo
que le obligaría a actuar según su palabra.
-La atracción hacia ti todavía no explica por qué me estas reteniendo en
vuestra casa, mansión.
-Mira, yo confiaba en que permanecerías en el interior. Creí en tu
palabra.
Me removí incómoda.
-Solo iba a dar un paseo, no era como si me pudiera ir a alguna parte.
-¿De verdad? –Pregunto sonriendo viendo que en verdad no era que
estaba escapando de él- no sabes lo feliz que estoy.
-Es extraño -Todo lo que había sucedido desde que le conocí era un
extraño País de las maravillas.
-Sí, y hay muchas más cosas extrañas por venir. Como la primera vez que
te muestre mi bestia.
No eso de nuevo. ¿Qué pasaba con esta insistencia de que era un lobo?
-Si eres un lobo, pruébalo. Vamos. Muéstramelo.
-Yo no creo que sea una buena idea. Ahora no.
-¿Por qué no? Sigues diciendo que eres una gran, grande, bestia peluda,
así que déjame verla. Quieres que te crea, y estoy dispuesta, con alguna
prueba.
-No sabes lo que pides, gatita, pero si insistes... -Se puso de pie,
empezando a desabrochar los botones de la camisa. Se desabrochó los
puños.
Todo el tiempo mientras se quitaba la camisa, siguió mirándome. Ojos
que ardían y se oscurecieron, eran casi negros de la excitación. Ojos que
eran diferentes de otros ojos que había visto. Ojos humanos, por lo menos.
Pero había algo en la pupila que era diferente. Se hizo aún más diferente
mientras miraba.
Bueno, pronto me tendrá también creyendo que es un lobo. Sólo porque
tiene ojos únicos y sorprendentes.
Su voz era más profunda, más gruñón cuando habló.
-Debo advertirte que esto puede ser perturbador de ver.
Perturbador para su libido mientras seguía quitándose la ropa. La camisa
golpeó los pies de la cama, dejando al descubierto su musculoso torso
superior, la carne tan suave y tonificada como recordaba. Recuerdo pasando
mis manos sobre la piel, la ondulación de sus músculos cuando flexionaba,
su cuerpo moviéndose encima de mí.
Trague saliva.
-Tal vez no deberíamos hacer esto.
-No, vamos a terminar con esto.
Su mano fue a la hebilla de su cinturón. Se fue volando, una hebilla
sinuosa de cuero. Sus dedos desabrocharon el botón. Sus pantalones
colgaban en sus estrechas caderas, la uve de músculos conduciendo...
Bang. Bang. Bang.
Alguien llamó a la puerta y gritó:
-Raúl. Soy yo –era la voz de Damián.
Frustración contorsionó las facciones de Raúl, y él gritó.
-¿Nadie sabe utilizar un maldito teléfono por aquí?
-Lo dejaste en la en el comedor.
-A propósito. Lo había dejado apropósito -murmuro Raúl, casi demasiado
bajo para que ella lo oyera.
-El comisario ha llamado. Ellos piensan que lo han acorralado, lo que
significa que traigas tu culo aquí si vas a venir.
¿Él como Gorka?
Volviéndose para enfrentarme, Raúl lo confirmó.
-Me tengo que ir. Parece que podríamos haber localizado a tu ex. ¿Te
quedarás aquí hasta que yo regrese, o debería decirles a mis primas que te
entretengan igual que antes?
-Me quedaré -No era una completa mentira. Una parte de mi quería
quedarse. Otra parte resopló, infiernos no.
-Cuando regrese, vamos a terminar nuestra conversación, y te mostraré
mi lobo.
Espera un segundo, tal vez por lobo quería decir su... Mi mirada bajó,
sólo para ver la suavidad de su pecho a pocas pulgadas.
Cruzó la habitación demasiado rápido para que me diera tiempo a
reaccionar. Sus brazos me rodearon, atrayéndome hacia él, mientras su boca
se inclinaba sobre mí en un beso abrasador.
Capítulo 33
(Katie)
Raúl tuvo que parar el beso antes de que todo se nos volviera a salir de
control. Podía notar la creciente excitación que había entre los dos, como
me estaba derritiendo por sus caricias. Si no fuera porque él cortó el beso yo
no podría haberlo parado. Era como droga.
Damián insistió llamando a la puerta llamándole.
-Que ya voy, he dicho.
Mientras agarraba su camisa, frote mis hinchados labios, la sensación de
hormigueo haciéndome difícil de olvidar la abrasadora pasión que había
provocado Raúl en mí.
-¿Qué vas a hacer con Gorka? –pregunte bajando la mirada.
Note como se detuvo mientras abotonaba la camisa y me miraba, con una
sonrisa casi salvaje inclinando la cara hacia un lado.
-Me aseguraré de que nunca se acerque a ti de nuevo. Eso te lo aseguro y
te lo prometo –y lo decía de verdad.
Le mire con mucha confianza en él. En vez de protestar parecía que le
quería acompañar e incluso parecía desear unirme y pegarle una patada o
dos a Gorka, en venganza por lo que me había hecho.
-Confío en ti –le dije de verdad.
Eso hacía que le gustaba mucho podía notar como se le hinchaba el
pecho de orgullo.
-No tardo –dijo antes de irse.
En cuanto se fue, me levante corriendo a poner la oreja en la puerta y salí
cuando ya deje de escucharle.
Abrí la puerta y no había nadie en el pasillo ni por alrededor.
Le había prometido a Raúl que no me iba ir de la casa pero ese tipo de
compromiso que había aceptado, no sabía si estaba segura de poder
cumplirlo. Me estaba asustando solo de pensar en un para siempre.
Así que decidí irme y ya vería luego que haría por lo que comencé a bajar
los escalones, casi de puntillas para que nadie me escuchara. No quería
encontrarme con nadie, no quería otra emboscada por parte de su familia.
-¿Todavía estas por aquí? –pregunto alguien a mi espalda me gire y vi a
Reba, la prima de Zena y de Raúl- pensaba que ya te habrías ido agarrando
tolo lo de valor y huido. O ¿Estas esperando por una mejor oportunidad de
obtener más dinero?
Que alguien creyera que no era lo suficientemente buena para Raúl, fue
lo que me enfureció.
Le gusto a Raúl, y mucho. El estar aquí y conocer a Raúl me estaba
haciendo ser más atrevida.
-¡Dios mío!, ¿eres de esas personas que tiene problemas de celos? ¿O es
que te mola el tema del incesto entre primos, para que los niños te salgan
tontos?
La sonrisa que me había aparecido en la cara por haberme atrevido a
contestar se me fue al ver como su cara se desfiguraba y le salía la mala
hostia en una sola expresión.
Ella balbuceo sorprendida por mis brutas palabras.
-Tú eres la más molesta puta que se ha acercado a Raúl que he tenido el
disgusto de conocer.
-Y tú eres la más pegajosa, pelo de paja arpía que me he encontrado.
¿Qué te parece si me marcho y fingimos que nunca nos conocimos?
Por alguna razón, eso hizo que Reba cerrara su mandíbula con un
chasquido.
-Quieres salir.
-Bueno... No estaba sólo de pie en el pasillo por la vista.
-¿Raúl lo sabe?
-No, no lo sabe, y realmente no me importa si le gusta o no. No creo estar
lista para el tipo de compromiso que él está pidiendo.
Por no hablar de que yo no estaba segura de poder manejar un tipo que
piensa que era un lobo. Que piensa que es un lobo real.
-¿Lo estas rechazando? -La chica se veía indignada.
-Piensa en ello más como que acabo de admitir que no estamos realmente
buscando la misma cosa ahora. ¿Y por qué te importa? Tú debes estar feliz
de que me vaya.
La chica se sacudió y se enderezó.
-Tienes razón. Estoy feliz. Raúl lo que necesita es establecerse con
alguien que se adapte a su estilo de vida.
Sin decir nada más acabe de bajar las escaleras y abrir la puerta. Para mi
sorpresa, funcionó. Una parte de mí no creía que lo haría, segura de que
Raúl de alguna manera había bloqueado la puerta su y evitar dejarme salir.
Con el objetivo de evitar la multitud de jóvenes que están en la piscina
tomando algo, entre ellos Zena, Nada más salir fui directa en la dirección
contraria para ir directa a la salida principal.
Nada más pasar la verja mí estómago rugió. Llevaba mucho tiempo sin
comer. Me hizo desear haber tomado algo de la nevera antes de salir.
Pero no regresaría por una merienda.
Ya en la acera, no pare, ni mire atrás para nada. Rápidamente me aleje,
moviéndome rápido, más rápido, probablemente por los murmullos de
voces alteradas detrás de mí.
Pronto estaba corriendo. Llegue a la esquina del edificio. No era un lugar
muy ajetreado, y los autos que circulaban ahora mismo eran pocos, casi
nulos, el área era residencial.
Salí pitando, mis pies golpeando el pavimento, y, para cubrir mi rastro de
posibles perseguidores, me metí en el primer callejón que vi.
Me escape. Lo logre. Mientras me acercaba al final del callejón, que daba
a una calle bien concurrida, no dejaba de pensar que había sido muy fácil.
En cualquier momento, esperaba que Raúl me atrapara de nuevo y me
preguntara con ese enronquecido murmullo de él ¿Hacia dónde estás
corriendo, gatita?
Excepto que cuando unos brazos que me atraparon, no eran los gentiles
que yo esperaba. Y la voz era una enojosa lección de porque yo debió
escuchar a Raúl y de haberme quedado a salvo en su casa.
-Hey, perra, ya era hora de que mostraras tu asquerosa cara –dijo a mi
oreja desde espalda.
Capítulo 34
(Raúl)
El aviso de los hombres del alfa de la manada de la ciudad diciendo que
habían acorralado a Gorka resultó ser un fracaso. El nauseabundo zorro los
había evadido una vez más. Peor aún, los hizo quedar como tontos. La
molestia rabiosa jugó con sus hombres haciendo que siguieran un rastro que
conducía a un montón de ropa, junto con un gran cabreo, echando casi
humo por el montón de insultos.
El hijo de puta los burló.
¿Pero por qué? Desde luego tenía que saber que era una mala idea. Yo no
era el alfa por nada. Ahora que lo estaba cazando, los días de Gorka estaban
contados. Porque una vez que lo encuentre, iba a aprender una valiosa
lección sobre divertirse un poco en mi ciudad.
Habría gran fiesta cuando lograra encontrar a ese asqueroso zorro, lo cual
no sucedió esa noche.
Frustrado, no de muy buen humor, y una persistente sensación de
haberme equivocado, fui de regresó a la casa. Con mi habitación y la de
Katie vacías.
-¡Ella se fue! –grite lo más alto que puede, incapaz de contener mi
incredulidad.
¿Cómo podía ella haberse ido? Le había dejado vía libre para ir por la
casa y el jardín. Sabía que no debía confiar en ella. ¿Qué mujer en su sano
juicio querría quedarse después de que le contara que era un lobo? Ha
debido de pensar que soy un loco. Un loco de manicomio.
Pero ya me había anticipado, y tan pronto como empecé a bajar las
escaleras fui llamando por el vínculo a los soldados de mi manada, para que
custodiaran la casa. Nadie entraría ni saldría sin yo saberlo. Otro grupo para
que me acompañara en busca de Katie, entre ellos a Damián y Maddi.
Serian el apoyo para Katie.
-Chicas –llame a mis primas. Estando en la piscina seguro que se habían
dado cuenta si había salido y cuando.
-¿Cómo que vienes a visitarnos? ¿Ya necesitas un descanso de tu
humana? –dijo Zena en broma.
-No. Quería saber si la habéis visto.
Se miraron entre ellos. Podía ver en sus caras que no sabían de que
hablaban. Menos a una persona que note sus nervios al segundo, y desvió la
vista.
-No estoy muy feliz porque cuando dije que quería que vigilaseis a mi
compañera y por otro lado le habéis dado acceso libre a la salida.
-¿Se supone que yo debía hacerlo? –Pregunto Reba aludida- Yo sólo
estaba tratando de hacer que la pobre se sintiera bienvenida ya que al
parecer alguien tontamente decidió coquetear con una humana.
Podía notar como le escocia mi elección.
-Katie es mi compañera.
-Sobre mi cadáver.
-Eso puede arreglarse -le dije muy en serio, los brazos sobre las caderas.
Imponiendo mí figura ante ellos.
Reba no parecía ni un poco ofendida. Ella casualmente tomó otra lata de
cerveza de la neverita portátil que tenían al lado.
-Tanto melodrama. Lo espero de nuestros primos más jóvenes. Pero tú
eres el alfa de la manada. Tú eres el rey de esta ciudad y señor de los que la
habitan. Actúa como tal.
-Yo lo soy, y como alfa te estoy diciendo que has ido demasiado lejos.
Katie es mi compañera.
-No una muy dispuesta.
-Eso cambiará a medida que me conozca, lo que habría sido más fácil si
ella siguiera aquí. ¿A dónde fue?
-¿Cómo voy a saber dónde se fue? Yo simplemente le proporcioné los
medios para salir. Yo no manejo su destino.
Y ella no tenía un coche. A mí de repente no me gustaba a donde se
dirigía esto.
-¿Sabes si ella llamó a un taxi?
Incluso mientras preguntaba, mis pies se movían, un sentido de
premonición formando una bola en mi estómago. No me digas que todo el
asunto de Gorka está acorralado fue una astucia.
Una astuta y descarada, sin embargo, eso explicaría la pista falsa que
habían seguido los lobos. El zorro había distraído a sus cazadores mientras
iba tras su verdadera presa, Katie.
Me iba a dar la vuelta cuando Reba protesto.
-Pero ¿a dónde vas? ¿Por qué la prisa?
-¿Por qué la prisa? Te voy a decir por qué. Debido a que tontamente
sobrepasaste tus límites como parte de la manada y le permitiste a mi
compañera, una mujer en peligro por un zorro rabioso, abandonar la
seguridad de mi casa. Tú la pusiste en peligro –le dije sin remordimientos.
-Yo no sabía que estaba en peligro –protesto Reba, sonaba débil voz
desde su lugar entre las chicas.
-Eso no importa.
Lo que importaba era Katie. No saber dónde estaba tenía a mi lobo
interior alterado. Tal vez ella estaba bien. Katie podría haber simplemente
haber ido a dar una vuelta alrededor de la casa o por el centro comercial.
Pero mi instinto no lo creía, y demostró tener razón.
En cuanto me fui a dar una vuelta, acompañado de unos cuantos de mis
hombres, olimos la peste a zorro a menos de una calle de la casa, en un
callejón.
-Toma –dijo uno de mis hombres recogiendo algo del suelo.
Se habían encontrado una nota que apestaba a zorro y a Katie. La nota
era corta pero iba al grano.
"ben al almasen 145 solo... o ella moryra"
Una invitación a la violencia muy mal escrita. Que divertido. Y sabía
exactamente qué ponerme. La piel y los dientes. Auuu.
Capítulo 35
(Katie)
Me desperté desorientada, maldije en susurros.
Había momentos en la vida de una mujer en los que desearía no ser tan
independiente. Tan obstinada. Tan malditamente estúpida. Estúpida del todo
es lo que era.
Debería haber escuchado a Raúl.
Pero, no, como una tonta, sólo para molestarlo, y porque él no era el
único que podía llevar la contraria, había tomado la decisión equivocada.
Pensé que era más inteligente que él, que sabía más, pero resultó que yo
debería hacer revisar mi coeficiente intelectual porque la falta de sentido
común me había llevado a la situación actual, atada a una silla.
Esto no es bueno.
Me sacudí brevemente mi cuerpo lo que demostró que no iría a ninguna
parte fácilmente. La cuerda, de nylon estaba envuelta varias veces alrededor
de la parte superior de mi cuerpo. Nada muy elaborado, ciertamente me
impedía mover.
Sin embargo, mis piernas quedaron sin restricciones. Solo podía patear
mis pies, de mal humor porque no tenía nada más a mi alcance, no hizo
mucho para ayudar a mi situación.
Ya que no iba a ir a ninguna parte, tuve que intentar centrarme en que
estaba pasando.
Se parecía a un plato de películas de bajo presupuesto. El lugar parecía
bastante sórdido. La iluminación tenue que se filtrada a través de los
ventanales cuadrados no permitían un escrutinio profundo, sólo lo más
básico. A juzgar por la altura del techo, junto con el suelo de cemento
polvoriento y, a cada lado de ella, lo que parecían ser pilas de cajas para
enviar, supongo que se encontraba en una especie de almacén.
Totalmente cliché, y si alguien hubiera puesto una banda sonora siniestra
en ese momento, probablemente podría mojar los pantalones. Sabía lo que
pasaría en una película.
Típico de que la muchacha era asesinada, que no me extrañaba que
Gorka fuera capaz, o la muchacha se salvaba en el último momento, poco
probable dado que la persona que podría haber notado que había
desaparecido no tenía idea de dónde había ido. Y entonces la banda sonora
dum-dum-dum apareció de nuevo.
Un arrastrar de pies por detrás hizo que me estirara para ver quién se
acercaba. Incluso antes de que él hablara, ya pude adivinado correctamente.
-Finalmente despertaste. Te tomó bastante tiempo. Culpa mía. Olvidé
cuando te inyecte con ese tranquilizante que le robé al veterinario que eres
humana y un poco más lenta para procesar las drogas.
¿Él me drogó? Bueno, eso explicaría el pinchazo que había sentido antes
de desmayarme.
-No tiene sentido que me drogues para retener a nadie para conseguir que
pasé tiempo contigo.
Demasiado tarde para morderse la lengua. Un movimiento poco
inteligente.
Enfadar al tipo que te tiene prisionera. Si es que cuando digo que soy
estúpida es que lo soy.
-Veo que sigues tan bocazas como siempre, algo que una vez creí poder
arreglar -mientras me hablaba, Gregory entró en mi línea de visión. Era un
hijo de puta de aspecto repugnante. Me dejaba fría.
Personalidades psicopáticas tendían a enfriarme.
-¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
-Un poco más de cinco horas. Tiempo suficiente para que me aburra.
¿Aburrido y haciendo qué? Un hombre que estaba dispuesto a drogar a
una mujer y secuestrarla no cabía duda a que era capaz de hacer cosas
peores. Di un rápido repaso a mí misma, preguntándome si se habría
aprovechado de mi inconsciencia. Si lo hubiera hecho, no había dejado ni
una pista. Mi ropa permanecía intacta, y no notaba ninguna clase de dolor o
humedad. Aun así, no pude evitar preguntar.
-¿Hiciste algo mientras estuve desmayada?
La esquina de su labio se levantó, torciendo su sonrisa. Su risa irritante
sobre mí.
-Como si yo fuera a tocar tu cuerpo contaminado. No ahora, después de
haber estado con él. Y pensar que me rechazaste, pero veo que no tuviste
ningún problema en decirle que sí a ese pulgoso sarnoso. No me di cuenta
que estabas esperando por alguien con más dinero. Si hubiera sabido acerca
de tu falta de moral, te habría tratado de manera muy diferente.
-¿Diferente cómo? ¿Dejándome sola y asustando a otra chica? Tú hiciste
mi vida un infierno y tuve que mudarme. ¿Qué peor podrías hacer?
-Podría haber cerrado tu boquita con mi polla.
-Necesitarías más que eso para mantenerme callada. He visto el tamaño
de tus manos y tus pies -una vez más, mi boca la metía en problemas, pero
no podía evitarlo.
A pesar del miedo, encontré una chispa de lucha. No voy a morir como tu
perra sumisa. No sabía de donde me salía este tipo de pensamientos
valientes, cuando me temblaban hasta los dientes.
Me acaricio el lado de la cara, por la mejilla, y termino dándome una
bofetada. Lastimándome.
-Sigue hablando, puta perra. Vamos a ver lo valiente que eres, una vez
que haya terminado contigo.
-Quita tus manos de ella -aun gritando, y maldiciendo algo, fui capaz de
reconocer la voz de Raúl. Había venido a rescatarme.
No.
Tuve que cerrar y abrir los ojos, incrédula.
No, no estaba alucinando. Raúl definitivamente estaba en el borde de una
línea de contenedores de transporte vistiendo nada más que su piel.
Atractivo, pero aun así, no pudo evitar gemir.
-¿Pero qué haces desnudo? ¿Estás loco? –le grite.
-Lo hice vengo a salvarte -fue su respuesta.
Fruncí el ceño cuando miró las manos vacías. Realmente está loco.
-¿Cómo lo vas a hacer si vas desnudo? ¿Qué trajiste?
-A mí mismo.
Mucho para un rescate. Pero al menos Raúl tenía buenas intenciones
mientras caminaba hacia Gorka, que era... ¿qué demonios? ¿Por qué Gorka
se estaba desnudando?
Su camisa cayó al suelo, dejando al descubierto un pecho bien definido
con una uve de vello oscuro dirección hacia abajo. Gorka se quitó las
zapatillas de deporte. Las manos fueron a su cintura, y los pantalones
deportivos fueron empujados hacia abajo.
En menos de un minuto estaba listo para enfrentarse a Raúl, rígido,
completamente desnudo.
¿Qué diablos?
Tal vez la droga que Gorka me había dado aún no había desaparecido.
Debía estar alucinando. Cómo explicar el hecho de que dos hombres
desnudos estaban en cuclillas, los brazos extendidos a los lados del cuerpo,
y los dedos flexionados. Ellos se miraban con cautela, paso a paso en un
lento círculo, preparándose para luchar.
Capítulo 36
(Katie)
Gorka fue el primero en lanzarse a atacar, un destello de piel pálida que
se abalanzaba sobre la forma más grande, bronceada de Raúl. Raúl lo
esquivo en el último momento y le hizo la zancadilla. Gorka no cayó, pero
lo hizo tropezar.
-Veo que diste con mi nota -dijo Gorka mientras se giraba de nuevo hacia
Raúl.
-¿Cómo podría resistir la invitación? Ven al almacén solo o ella muere.
Aunque, para que lo tengas en cuenta, es posible que desees tener a alguien
que revisé tu ortografía. Tú escribiste más de la mitad de la nota mal.
-A nadie le importa una mierda mi ortografía.
-Estás en lo cierto en que a nadie le importas, y aun mejores noticias,
después de hoy, no escribirás más notas amenazantes.
-¿Crees que me importa tu insignificante amenaza? No tengo miedo de ti.
Gorka saltó mientras Raúl bailó de vuelta.
-Deberías temerme. Pero, de nuevo, esta señal de deficiencia mental no
es la primera. Nadie se mete con mi manada.
Todavía atada a una silla, encontré extrañas su elección de palabras. ¿Así
que esto era cuestión de ego? Eso no tenía sentido y no explicaba por qué
los hombres luchaban desnudos.
Excepto que no eran hombres.
¿Eh?
Ante mis incrédulos ojos, la piel ondulo de una manera que estaba lejos
de ser natural. O humana.
Los dos hombres cayeron sobre sus manos y rodillas cuando la piel brotó.
Sus rostros desfigurados, en un rictus de dolor y cambio. La misma forma
de sus cráneos cambió. Y, no, eso no podía ser lo que yo pensaba que era.
No podía imaginármelo. Esa cosa que se agitaba y sacudía que surgió de
sus extremos era una cola. Una peluda cola castaña, por el cuerpo también
apareció un pelaje igual de castaño cubriendo su cuerpo, un zorro.
Imposible, y sin embargo, a menos que estuviera soñando, lo que rodo
alrededor de mí en un estallido de pieles, colmillos y violencia eran dos
animales salvajes.
Un verdadero hombre y... ¿Cuál es el término apropiado para él?
¿Hombre zorro?
Esta mente inquieta no quería saber, era ese tipo de conocimiento sin el
cual una chica podía vivir; pero definitivamente quería huir. Si no estuviera
atada a una maldita silla.
Él, con un gruñido que mostro demasiados dientes, se liberó del zorro. Se
volvió y se abalanzó sobre mí, el brillo malévolo en sus ojos fue suficiente
para callar el grito que tenía en la punta de la lengua.
La sangre caliente me salpico cuando Raúl lo golpeó, garras puntiagudas
que rasgaron la piel.
La violencia continuó sin cesar, los hombres peludos cayeron en un
frenesí salvaje de cortar miembros. No podían controlar su instinto
impetuoso. Rodaron hacia mí. No podía moverme. El cerco de la lucha
golpeo un lado de la silla hizo que me tambaleara.
Crash.
Caí al suelo, y algo se quebró. Mi cabeza palpitaba, al igual que el brazo
y el hombro sobre el que había aterrizado, pero nada parecía roto,
afortunadamente, a excepción de la silla. Por desgracia, no me fue tan bien.
Lo que era una buena noticia para mí.
La holgura repentina en mis cuerdas significaba que podía mover los
brazos. Una vez que fui libre, sólo era cuestión de tiempo antes de que el
resto me siguiera. Me arrastre entre los escombros y una vez fuera, me puso
de pie...
¡Sólo para ser aplastada!
Un peso pesado me golpeó en la por detrás, enviándome directamente al
duro suelo. No pude evitar gritar de dolor, mi barbilla golpeo el hormigón,
junto con las rodillas y las manos.
¿Acaso está pesadilla no tenía fin?
Grite por el peso que me tenía retenida contra el suelo, sujetándome.
Luche como pude, y no conseguí quitarme el peso de mi espalda, donde un
húmedo, preocupante cálido aliento calentaba su nuca.
¿A los dos les gustaba morder las gargantas de sus presas?
No era una buena idea pensar en eso dada mi situación. Podría haberme
meado entera encima si todos mis músculos no estuvieran congelados.
Un lobo aulló, al menos asumí que era un lobo, o que algún otro animal
gigante se les había unido en el almacén. Considerando que no había
esperado un lobo gigantesco en primer lugar, esto no la sorprendería.
La bola de pelo en su espalda respondió con un gruñido.
-Hablas mi idioma, ¿verdad? -murmure.
Para mi sorpresa, Raúl lo hizo. Por otra parte, probablemente porque de
nuevo era humano, o eso parecía, ya que podía ver sus pies desnudos.
-Oye, aliento de zorro, te sugiero que la dejes ir. Sal de encima de ella.
Ambos sabemos que has perdido esta batalla.
Sí, amigo, has perdido. Esta vez, mantuve las palabras para mí misma.
No porque fuera más inteligente, sino porque tenía la boca tan seca y los
pulmones tan faltos de aire que dudaba incluso que lograra dar un chillido.
El cuerpo encima de mío tembló y clavo en mí sus dedos en garras.
Oh que dolor. Él había cambiado mientras estaba encima de mí. Lo
cambiar de forma era muy extraño.
Una mano agarro mi pelo, y Gorka me arrastro a sus pies.
Ouch.
Le agarre la mano, tratando de aflojar su agarre.
-Cállate. Deja de gritar -la ligera sacudida me trajo lágrimas de escozor a
los ojos, ya que tiró de mis mechones maltratados.
Raúl lanzo un aullido propio.
-Déjala ir –dijo tan severo y seco, que me congelo más de lo que estaba.
-Pero todavía no he terminado con ella. Ella todavía me está rogando por
su vida.
-Déjala ir y tal vez tú no mueras. Matándola ahora no vas a conseguir
nada, excepto asegurar que tu ejecución será dolorosa y prolongada.
-Por el contrario, matar a Katie me proporcionara un gran placer, ya que
eso te devastaría. Es tu compañera.
-Lo es –aseguro.
Gorka apretó su agarre, doblando mi cuello hacia atrás e inclinó mi rostro
hacia él. Aspiró antes de murmurar contra su piel.
-¿Sabes que tenía un plan? Iba a hacerte mirar mientras me la tiraba –
Gorka me lamió, y no pude evitar estremecerme, incapaz de ocultar mi
repugnancia.
Observe los dedos de Raúl apretarse en puños a cada lado. Sus ojos se
oscurecieron tanto que se volvieron negros, y a pesar de que estaba en su
forma de hombre, había algo primitivo en su postura, algo animal en su
comportamiento.
-Tienes que saber que eso no va a suceder.
-Lo sé, y es una pena porque voy a tener que pasar a la fase dos. Matarla.
Delante de ti -su boca se abrió sobre mi cuello, vacilando con su amenaza
para que pudiera mirar y burlarse de Raúl.
Capítulo 37
(Katie)
Podía notar como mi corazón latía a mil por hora, no sabía si por el
miedo o la adrenalina o por las dos a la vez.
Gorka idiota arrogante. Él me subestimo. No estaba dispuesta a dejarse
morir, víctima indefensa de un maníaco. Espere mi oportunidad y la vi en el
momento el al que Raúl dijo algo que hizo que Gorka perdiera la
concentración en mí. Así que le golpee con mis zapatillas sobre el pie
desnudo, lance mi codo hacia atrás golpeando su diafragma y embistiendo
con la cabeza hacia los lados, golpeando la cabeza de él en el proceso.
Fue suficiente para distraerlo, suficiente para que él aflojara su agarre
sobre el pelo y para que yo lograra liberarme. Una vez libre, tropecé,
cayendo al suelo junto a los restos de la silla. Mi mano se cerró alrededor de
uno de los ejes rotos, a uno de los palos de la pata rota de la silla, y me di la
vuelta, trazando un arco con él. Me balancee cuando Gorka me golpeo,
vagamente consciente del grito de Raúl, pero más interesada en el porrazo
cuando el palo hizo contacto.
No fue suficiente para que Gorka y su rostro desgarrado quedaran
inconscientes, pero le di el segundo que necesitaba Raúl para alcanzarnos.
Golpeo a Gorka en la cara, lanzándolo lejos de mí, y saltó sobre Gorka
cuando este cayó al suelo. Raúl no perdió el tiempo. Envolvió sus manos
alrededor del cuello de Gorka.
-Tú. Te atreviste. A dañar lo que es mío -Con cada palabra, golpeaba la
cabeza de mi ex contra el suelo.
La violencia era intensa, y desagradable. Me di la vuelta, pero contuve el
aliento cuando escuche un golpe seco. Había visto suficientes películas para
adivinar lo que podía significar.
Uno de los dos había caído a peso muerto.
Gorka podía haber matado a Raúl o Raúl a Gorka. ¿Habría ganado el
zorro o el lobo? ¿Cuál de los dos depredadores?
Y yo soy todo lo contrario. Pero lo que era, no obstante, era una
superviviente.
Así que puse su culo en movimiento. Levantándome para correr, sin
mirar atrás.
-Gatita, ¿dónde crees que vas? -La pregunta despreocupada de Raúl
sostuvo una nota de diversión.
-¿Estás loco? –dije frenando, pero sin girarme.
-No del todo aun, así que trae ese dulce culo de vuelta aquí.
¿Volver a donde el cuerpo yacía en todo su espantoso esplendor? No
gracias. Por lo que me quede quieta como una estatua. Por suerte, él pareció
comprender el hecho de que no quería conversar con él sobre un cadáver
porque él enmendó sus palabras.
-En realidad, pensándolo bien, quédate donde estás. Yo iré hacia ti.
¿Ir a mí por qué?
Sin saber qué esperar de un mundo enloquecido de repente me dio el
impulso para moverme. Corrí sin dirección, el instinto no me dejó
quedarme quieta. Correr a pesar de que sabía que no tenía ninguna
posibilidad de escapar de él. No sólo era más grande y más fuerte, Raúl no
era humano. Raúl era un lobo.
-No hagas que te persiga, gatita –me dijo corriendo por detrás de mí.
-¿O qué, me matarás, también?
-Tal vez te mate... de placer.
Confiar en un hombre que encontraba el modo de introducir el sexo en
los momentos más extraños.
Mi huida repentina no duró mucho, y no porque Raúl me detuviera. Tome
el camino equivocado y me encontré en un callejón sin salida, ninguna
salida delante de mí, cajas amontonadas ambos lados. Me di la vuelta, sólo
para ver mi camino bloqueado por el hombre caminando hacia mí. A pesar
de la débil luz y las profundas sombras, no había duda de su intención, o
desnudez.
Retrocedí, dando un lento paso a la vez.
-No voy a hacerte daño.
-Dice el hombre que se convierte en un maldito lobo.
-Hey, no actúes como si estuvieras tan sorprendida. Yo te dije que lo
hacía.
-Pero no pensé que querías decir eso.
-Bueno, ahora lo sabes. ¿Y qué?
-¿Qué quieres decir con, ¿y qué?? Te conviertes en un lobo. Ya sabes,
carnívoro grande con dientes gigantes.
Los labios del Raúl se torcieron en una sonrisa irónica.
-Deja de alabarlo. Tendrá una cabeza incluso más gorda.
Eso me hizo tropezar en mi retirada.
-¿Te refieres a ese lobo en el que te conviertes en... es como una entidad
separada? ¿Él me escucha?
-Él escucha y entiende muy bien. Y está siendo un dolor en mi culo
peludo ahora.
-¿Por qué?
-Debido a que no le gusta que le tengas miedo.
-No tengo miedo –mentí descaradamente, me tuve que rodear con mis
brazos la parte superior del cuerpo en un intento de detener el temblor.
-No tienes que temerme. No voy a hacerte daño, y tampoco lo hará tu ex.
Me asegure de eso.
Quiso reconfortarme con sus palabras. No funcionó o contuve un gran
temblor. Gorka, un tipo con el que había salido, un hombre zorro. Oh, Dios
mío, ¿qué cerca que estuve de convertirme en uno? Espera un segundo,
Gorka no la había mordido, pero Raúl sí lo había hecho.
-¿Me voy a convertir en un lobo ahora que dormimos juntos y me
mordiste? -solté, pasando los dedos sobre el borde doloroso de su marca.
Mis dientes blancos, que grandes que son. ¿Para comerte mejor? Pensé
repentinamente mientras él se reía.
-No. Tú no puedes contraer el gen cambia formas. Es algo con lo que se
nace, e incluso con dos padres cambiantes, eso no es una garantía.
-¿Así que no me volveré peluda y empezare a perseguir a los conejitos?
-No.
Bueno, eso fue un alivio.
-Supongo que te tengo que dar las gracias por llegar justo a tiempo.
-Si quieres darme las gracias, trae tu culo aquí -abrió los brazos en
invitación.
-No, gracias. Estoy bien aquí.
-Gatita, estás siendo terca otra vez. Los dos sabemos que quieres un
abrazo.
Sí, lo sabía, pero estaba tratando de luchar contra el impulso de correr
hacia él. ¿Por qué? Porque resulto ser peludo. ¿Realmente necesitaba otra
razón para evitar a Raúl?
Capítulo 38
(Katie)
Pero él no era un lobo en este momento.
No, él era un hombre muy desnudo, con un cuerpo que todavía recordaba
claramente en movimiento, caminando hacia mí con un aire arrogante y una
erección que me tenía con los ojos muy abiertos.
-Um, Raúl, yo realmente no creo estar de ánimo. O que este sea el
momento ni el lugar para el placer.
-Entonces vamos a mi casa. Me vendría bien una ducha primero.
-¿Y si no quiero ir allí?
-Como mi compañera, es tu lugar.
De nuevo con la cosa prepotente. Me moví hacia atrás.
-No sé si estoy lista para ser la compañera de nadie. Eso es un gran
compromiso y un montón de cosas locas para manejar en tan poco tiempo.
-Entonces, ¿qué tal si sólo te llamo mi novia por ahora?
-¿Novia?
Él no se daría por vencido. Y, no, no podía resistir la adulación. El
recordatorio de que este no era un hombre no podía sofocar mi atracción e
interés por él.
-Sí, mi novia. Y yo seré tu novio. Ya que eres tan insistente en llegar a
conocerme y todo ese tipo de cosas, nos tomaremos un tiempo.
-¿Cómo ir al cine? ¿Cenar? ¿Largos paseos por la playa?
-Salir a lugares públicos, tomados de la mano, y pasar la noche en una
maraña de piernas desnudas.
-Pensé que no lo hacías hasta ahora.
-Voy a hacer una excepción contigo.
El temblor que me recorrió fue uno de deleite cuando despertó mi lado
femenino.
-Durante este período de las citas, me quedare en mi casa. Si logro
arreglarla algún día.
-Algunas noches.
-¿Qué quieres decir? –pregunte confusa por su respuesta.
-Algunas noches las pasaremos en tu casa, otras en la mía. Insisto en que
compartamos. Es lo justo.
-¿Justo? Nada acerca de ti es justo.
-¿Cómo es eso? -por fin se acercó lo suficiente para que casi pudiera
sentir el calor que salía de él. Ansiaba presionar mis manos contra su liso y
plano pecho y sentirlo, sentir el latido de su corazón, la rapidez porque me
excitaba.
-Porque eres como una bolsa de patatas a la izquierda en el mostrador.
Me estas rogando que te dé un mordisquito.
-¿A qué estás esperando? Muerde un poco, gatita.
-Yo no debería.
Él me tomó en sus brazos.
-Deja de luchar contra ello. Aquí es donde perteneces.
Cuánta razón tenía. Un abrazo. Eso era todo lo que necesitaba para
derribar mis defensas. ¿Y qué si él se convertía en un lobo y podía matar a
un hombre con sus propias manos? Él se había enfrentado a un grave
peligro para venir en mi rescate. Me tomaba su terquedad con paciencia y
humor. Él me permitía pincharlo y no tenía miedo de que se me acercara
por la espalda. Y cuando él me tocaba...
El mundo se incendiaba.
Como mínimo, todo mi cuerpo lo hizo. Cada terminación nerviosa volvió
a la vida. Toda sensación se amplifico ante la firme posesión de sus manos
en mi cintura atrayéndome, empujando su eje contra mi bajo vientre,
deslizando sus suaves sensuales labios sobre los míos.
Entrelace mis brazos alrededor de su cuello, abrazándolo con fuerza,
abriendo la boca para empujar mi lengua. La necesidad me quemaba, y
podría haber llorado cuando él se burlaba de mí, frotándose contra mi
montículo tan cruelmente oculto por mis pantalones.
¿Él no sabía que yo quería más? gemí contra su boca, me apreté contra
él, y luego me quede inmóvil cuando una voz divertida dijo:
-¿Te das cuenta de que tienes público?
Raúl podría haber matado a Maddi por su interrupción. ¿No podía ver
que estaba haciendo algo importante?
Él no estaba haciendo el amor conmigo. Él estaba aliviando mis miedos.
Mostrándome que, mientras el lobo era una parte de él, seguía siendo un
hombre. Mi hombre.
¿Pero Maddi comprendía lo que estaba tratando de hacer? Por supuesto
que no. Mientras Raúl me soltaba, él entrelazo sus dedos con los míos para
mantenerme atada a su lado no sea que de repente decidiese darme a la fuga
de nuevo.
Había pasado por mucho en los últimos días. Haría falta un poco de
tiempo y una explicación para que aceptara todos los cambios, y que lo
aceptara como mi compañero.
Volviendo de nuevo a la zona principal, me alegro de ver que el cuerpo
ya había sido retirado. No sé quién había sido quien se había encargado
pero había sido de lo más rápido.
Nadie podría encontrar el cuerpo de Gorka. O por lo menos eso esperaba.
Mientras Raúl me observaba mirar detenidamente alrededor, sin duda me
estaba preguntándome cómo había desaparecido el cadáver, el trato con sus
hombres, Maddi y Damián.
-Le tomó bastante tiempo a dos idiotas llegar aquí, -se quejó Raúl.
-¿Es que nuestro rey de la jungla no es capaz de hacer frente a un
pequeño cachorro? –protesto Damián apareciendo al lado de Maddi.
-Ese no es el punto. ¿Y si no estaba trabajando solo? ¿Y si estaba
armado? El chico ya estaba rompiendo todo tipo de leyes de los cambia
formas. ¿Quién iba a decir que no habría traído un arma en vez de luchar
cuerpo a cuerpo?
-No había pensado en eso -Damián no parecía disculparse en lo más
mínimo.
-Um, disculparme, ¿pero soy la única que piensa que es raro que estéis
charlando con Raúl aquí mientras él está desnudo? -intervine.
Ah, ese era el hombre que había llegado a adorar.
-Katie, te presento a la hermana de mi beta, Maddi, y al hermano del alfa
de la manada, Damián. Son cambia forma también –dijo con tono de broma,
volviéndome a presentar a Maddi y Damián.
-Eso no explica esta cosa rara de ir desnudo.
-Bueno, no es que cambiemos de forma completamente vestidos.
-Eso puede ser difícil, -agregó Damián- Una loba con un tanga es un
espectáculo peligroso de ver.
-¿Qué tan peligroso? -me atreví a preguntar.
-Debido a que la foto que puse en Instagram de ella, hizo que un trío de
lobas se abalanzase sobre mí, y me rasuran de pies a cabeza -Damián negó
con la cabeza, ante el triste recuerdo.
No pude evitar reírme, imaginando la escena y a un lobo calvo.
—Yo habría utilizado cera de depilación. Dura más –siguió la broma
Maddi.
Capítulo 39
(Katie)
Se detuvo sólo el tiempo suficiente para ponerse los pantalones y
zapatos.
Una vez vestidos todos nos fuimos caminando a casa de Raúl... o casa de
la manada, como lo había llamado Raúl antes.
No me atreví a decir nada, me tuve que morder la lengua todo el camino
hasta que llegamos a la puerta de la calle que conducía a las escaleras hasta
su casa.
Mire la cerradura y luego mis manos vacías.
-Yo no tengo mi cartera o las llaves.
-Lo bueno es que siempre hay una copia de la casa debajo de la maceta
esa –dijo señalando la maceta de la derecha de la puerta.
No quería pensar en lo que podría haber sucedido si el arrogante orgullo
de Gorka no me hubiera forzado a dejarlo.
Raúl abrió la puerta y se volvió. Me robó el aliento con un beso.
Podía estar indecisa acerca de él y mi futuro, mi naturaleza apasionada
sabía lo que quería. Lo quería a él.
Raúl pareció notar que estaba interesada ya que paso su brazo a mí
alrededor y me aplasto contra él.
Él me levantó y dijo:
-Envuelve tus piernas alrededor de mi cintura.
Obedecí y me reí en su boca cuando él corrió a dentro y subió las
escaleras.
-Yo podría haber subido por mí misma -replique aun agarrada con las
piernas a su cintura mientras se inclinaba para abrir la puerta del cuarto.
Lo hicimos en su cuarto, y no más allá. Me habría gustado que me diera
una ducha de agua caliente juntos y lavarse el hedor del de ambos. Sin
embargo la boca devorando la mía con frenética urgencia, se me olvidó el
plan.
Para Raúl parecía que solo había una cosa que necesitaba en este
momento. Yo y la pared más cercana.
Él me bajo, pero sólo el tiempo suficiente para quitarme los pantalones y
sacarme la camiseta. Sus pantalones también acabaron en el suelo en un
montón arrugado que lamentaría más tarde.
Ya desnuda, justo la forma como él me quería, me levantó de nuevo y
enrede mis labios con los de él. Su piel se frotó contra la mía, su curtida
piel. Los picos de mis erectos pezones se clavaron en su pecho, mientras
que mi núcleo humedecía su eje que se deslizaba hacia atrás y adelante
entre mis muslos, burlándose de ambos.
-Te quiero -jadee contra su boca, girando mis caderas y haciendo un
sonido de desesperación.
-Tú me tienes -fue su respuesta. Por ahora, y para siempre.
Se hundió a sí mismo con su glorioso calor en mi sexo, deleitándome en
la forma en que crecía en mi interior, los músculos de su canal agarrándole
tan deliciosamente. Como él osciló dentro y fuera de mí, la crema de mi
deseo recubriéndolo y aliviando a cada paso.
Podía sentir su placer construyéndose por la cercanía de sus
pronunciados gruñidos, clave mis dedos en su espalda.
La misma urgencia me afectó, y él golpeó en mí, abrazándome con
fuerza, finalmente permitiéndome creer que realmente él podía ser algo
permanente, conmigo.
Ahora ya estaba a salvo. Mi compañero estaba rodeándome en sus
brazos, yo estaba encima de su polla y me catapultaba a la gloria orgásmica.
Tuve que gritar su nombre mientras me acercaba, mi placer barriendo a
través de mí en oleadas estremecedoras, un placer al que Raúl se unió.
Podría escuchar como rugió mientras se acercaba su orgasmo. Acarició mi
cuello, aspirando de nuevo la marca que había hecho.
Nos aferraron juntos, dos cuerpos con un solo destino. Un futuro y... Una
prima entrometida que golpeó a la puerta y gritó:
-Raúl, sé que estás ahí.
No pude evitar grita.
-¡Hey, Reba, date media vuelta y camina! –grite antes de acelerar el ritmo
para evitar que Raúl dijera algo y espantar a Reba.
Cuando su prima gritó de rabia, Raúl río. Y se río. La vida en la manada
estaba a punto de ser más caótica. No podía esperar.
Pertenecer a la manada del lobo requirió algunos ajustes. Por un lado,
tuve que aprender a vivir sin ninguna expectativa de privacidad. Ahora
entendía por qué Raúl empleaba los rugidos para espantar a los demás, que
se basaba enseñar los dientes para que todos retrocedieran.
Incluso con esas medidas, su prima encontró la manera de invadir la
puerta de su cuarto. Y por su puesto en el momento más inoportuno.
Bang. Bang. Bang
-¿Por qué no puede alguno de ustedes utilizar un maldito teléfono? –Raúl
rugió, en uno de esos momentos en los que habían perturbado su búsqueda
del punto sensible en la parte posterior de mi cuello.
Casi rujo una o dos veces con él. Un rugido humano, por supuesto,
porque, para mi alivio, Raúl había dicho la verdad cuando dijo que mi
cambio a un ser peludo no era contagioso.
Capítulo final
(Katie)

Por un lado, Raúl no era el fanático del control que inicialmente lo había
acusado de ser. Bueno, él lo era, sólo que no en la forma en que
inicialmente creí. Por ejemplo, él era un monstruo de su espacio. A Raúl le
gustaba su cuarto mantenido de una manera determinada, para lo cual tenía
un ejército de limpiadores que venían todos los días para mantenerlo
impecable. Era asombroso cómo lo limpiaban exhaustivamente.
Disfrute probándolo, dejando manchas en lugares extraños y poniendo
los platos sucios debajo de la cama, en el cajón de la cómoda. Incluso hice
una bola con algo de ropa interior y lo metí con otra ropa sucia en el
congelador. Limpiada, lavada, doblada y guardada en sus cajones. Era
antinatural cómo siempre lo descubrían. ¿Era una locura sospechar que
Raúl empleaba elfos en lugar de personas reales? Él lo había negado, pero
tenía un presentimiento. Si sólo pudiera atrapar a este equipo de limpieza
misterioso trabajando...
La limpieza no era su única neurosis adorable. Al igual que muchos
lupinos, a Raúl le gusta dormir la siesta, con el sol en esa almohada gigante
que había notado en la parte de atrás de la casa. La parte peculiar era que
disfrutaba la siesta como un hombre, desnudo.
Mientras que toparse con un torso desnudo, estirando los músculos
bronceados calentados por el sol, era algo delicioso.
Raúl, lobo travieso, se limitó a sonreír cuando le reprendí por hacer la
siesta fuera, desnudo. Eso solo lo podía ver yo.
Entonces le había golpeado por ser demasiado absolutamente delicioso.
¿En cuanto a su acusación inicial de que me iba a restringir mi libertad y
que su actitud misógina me tendría atada al fogón y la cocina? Incorrecto.
Él realmente me había mantenido encerrada por la preocupación por mi
seguridad sólo al principio. Con el peligro erradicado, tenía vía libre para ir
y venir a mi antojo. Tuve que hacer una sola concesión. Si no estaba con él,
pues, dada mi posición como su compañera, tenía que tolerar un
guardaespaldas, a Damián o Maddi, siguiendo mis movimientos cuando
saliera de la casa.
Era un pequeño precio a pagar por la vida de absoluta felicidad que tenía
con Raúl. Y, además, disfrutaba del aprendizaje con las diferentes lobas que
eran primas de Raúl, sobre todo de Maddi y Zena, ya que como vi después,
la manada era en su mayoría mujeres, y eran unas verdaderas cazadoras.
Un atracador se enteró de la manera difícil cuando Maddi lo hizo llorar
por su madre y la promesa de hacer servicio comunitario.
La vida era diferente, pero buena. Muy buena.
Soy feliz.
En verdad y completamente. Feliz con Raúl, un hombre que pasaba todo
su tiempo libre conmigo. Un hombre con el que me acostaba todas las
noches.
Simplemente disfrutaba estar con él. La idea de volver a mi casa, aunque
fuera por una noche, sin él, no me atraía en absoluto.
Porque lo amo.
Eh. ¿Me pregunto cuando eso sucedió? No podía señalar un evento en
particular, simplemente había sucedido. Yo, Katie, amaba a un lobo. Por
muy loco que sonara eso.
Mirando a escondidas donde él estaba sentado hojeando el periódico o
jugueteando con el teléfono, mientras que masticaba un poco de tocino
crujiente, fue cuando solté la noticia trascendental.
-Te amo.
-Lo sé -respondió con suficiencia.
Parpadee sorprendida porque me escuchara desde tan lejos.
-¿Qué quieres decir con que lo sabes? –pregunte acercándome.
-A causa de la letra A
-¿Que significa la letra A, a excepción de que es la segunda letra de tu
nombre?
-Debido a que también significa impresionante.
-Y arrogante.
-¿Volvemos de nuevo al alfabeto de mis atributos? B es por bravo.
No pude evitar reír.
-¿No te atreves a empezar de nuevo? Además, sólo hay un conjunto de
tres letras que me interesan -dijo, dejando el teléfono y haciendo caso omiso
del periódico que se deslizo hasta caer al suelo.
-¿Y cuáles podrían ser?
-M.Í.A.
La única palabra que necesitaba para que él me arrastrara a su regazo
para un beso abrasador.
-Te amo –susurro haciendo que vibrara contra sus labios, su admisión
suavemente gruñida alimentando su pasión.
Y después de que lo hiciéramos, jadeáramos, ardiéramos y acunáramos
juntos, haciendo caso omiso de los golpes en la puerta.
Me quede inmóvil mientras trataba de averiguar lo que estaba oyendo.
Debería haber sido imposible. Raúl era un lobo, y sin embargo él estaba
¿haciendo gruñidos?
En efecto, lo estaba. Y cuando un alfa hacia ese tipo de sonido, el placer
estaba asegurado.

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