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Ciencias políticas I

Capítulo 1:

¿Qué es la política?
Política: un termino familiar y controvertido
A cualquier ciudadano común le resulta familiar el termino política, cuando se compara con
términos de otros ámbitos del conocimiento humano: son muy pocos los que se refieren con
naturalidad a la heliantina, los quarks, la eritrocitosis, la metonimia o el valor añadido. En
cambio, la política forma parte de nuestro lenguaje habitual: en relaciones familiares, en las
conversaciones de negocios, en las informaciones de los medios. Se aplica el termino para
describir la conducta de muchos actores: tienen su <política> los entrenadores de futbol respecto
de sus jugadores, las empresas respecto de sus competidores o de sus clientes, los estudiantes y
los profesores – incluso padres e hijos – en sus relaciones mutuas, etc. Y se emplea también,
como es natural, cuando tratamos de quienes dicen profesar la actividad política como tarea
principal y aparecen de un modo o de otro en el escenario público: los gobernantes de todos los
niveles (estatales, regionales, municipales), los funcionarios, los representantes de los grupos de
intereses, de los partidos, de los medios de comunicación, de las iglesias, etc.
 Pero la familiaridad con la palabra no implica que quienes la usan la entiendan del mismo
modo. Política es un término multívoco, dotado de sentidos diferentes según el ámbito y
el momento en que se emplea. Basta la consulta a diccionarios – o incluso a los manuales
de ciencia política – para darse cuenta de ello. Un buen ejercicio para comprobarlo
consiste en solicitar a un grupo de personas que den su definición espontanea de lo que
entienden por política: comprobaremos la diversidad de contenidos que les asignan.
 También abundan las referencias a la política en tono despectivo o receloso: suele
asociarse a confusión, división, engaño, favoritismo, manipulación, imposición,
corrupción. Por lo mismo, estar <al margen o por encima> de la política se considera un
valor. <Politizar> una cuestión o tomar una decisión por <razones políticas> comporta
generalmente un juicio condenatorio, incluso en boca de políticos o de otros actores
públicos. La política, pues, no esta libre de sospecha. Al contrario: carga de entrada con
una nota negativa.
 Y, sin embargo, la política también es capaz de movilizar en un momento dado a grandes
sectores de la ciudadanía, incluyendo a veces a los que – si se les pregunta sobre ella – la
critican. Despierta emociones positivas – y negativas – con respecto a personajes,
símbolos, banderas, himnos. Ha producido y produce movimientos de solidaridad y de
cooperación humana. Y se asocia con frecuencia a conceptos valiosos que la gran
mayoría afirma respetas: libertad, justicia, igualdad, paz, seguridad, bienestar, bien
común.
Hemos de ocuparnos, pues, de la política a sabiendas de que se trata de un concepto de
manejo incomodo: es de uso habitual, pero controvertido, incluso contradictorio y
presuntamente responsable de muchos males. Con todo, si queremos seguir adelante, no
podemos prescindir de construir nuestra propia idea de la politica. Estamos obligados a
tomar una opción inicial – de carácter provisional, si se quiere –, que nos sirva de punto
de arranque. A partir de aquí podremos ponerla aprueba, explorar paso a paso sus
diferentes manifestaciones y analizar sus distintos componentes.

La política como gestión del conflicto social

Nuestra opción es considerar la política como una practica o actividad colectiva que los
miembros de una comunidad llevan a cabo. La finalidad de esta actividad es regular
conflictos entre grupos. Y su resultado es la adopción de decisiones que obligan – por
fuerza, si es preciso – a los miembros de la comunidad. Desarrollaremos algo mas esta
propuesta siguiendo el esquema propuesto en la figura.

 El punto de partida de nuestro concepto de política es la existencia de conflictos sociales


y de los intentos para sofocarlos o para regularlos. La especie humana se presenta como
una de las físicamente más desvalidas – ¿la mas desvalida? – entre los animales. En todas
las etapas de su vida.

Necesidad de
Convivencia
(Sociabilidad)
Riesgo de Incertidumbre Busqueda de Politica
conflictos sobre el future seguridad

Diferencias y
desigualdades
sociales

Necesita de la comunidad para subsistir y desarrollarse. Con todo, estas mismas comunidades en
las que se sitúa encierran discordia y antagonismos. Los titulares informativos nos hablan todos
los días de desacuerdos y tensiones. Tienen alcance colectivo porque implican a grupos humanos
numerosos, identificados por posiciones comunes. Las discrepancias pueden afectar, según los
casos, al control de recursos materiales, al disfrute de beneficios y de derechos o a la defensa de
ideas y valores. En más de una ocasión, la tensión o el antagonismo puede afectar
simultáneamente a bienes materiales, a derechos legales o a creencias religiosas o filosóficas.
 ¿Qué explica esta presencia constante de desacuerdos sociales? ¿Por qué razón la
armonía social aparece como una situación excepcional o utópica, cuando la vida en
sociedad es una necesidad humana ineludible? El origen de los conflictos se sitúa en la
existencia de diferencias sociales que se convierten a menudo en desigualdades. La
distribución de recursos y oportunidades coloca a individuos y grupos en situaciones
asimétricas. No todos los miembros de la comunidad tienen un acceso razonablemente
equilibrado a la riqueza material, a la instrucción, a la capacidad de difusión de sus ideas,
etc. No todos comparten de manera sensiblemente equitativa las obligaciones y las
cargas: familiares, productivas, asistenciales, fiscales, etc. Tales desequilibrios entre
individuos y grupos generan una diversidad de reacciones. Quienes creen disfrutar de
situaciones mas ventajosas se esfuerzan generalmente por asegurarlas y luchan por no
perderlas. Por su parte, quienes se sienten más perjudicados aspiran por hacer realidad
sus expectativas de mejora. O simplemente pugnan por sobrevivir en su misma condición
de inferioridad, sin ser totalmente marginados o aniquilados. Junto a unos y otros,
también los hay que se empeñan en mantener o modificar las condiciones existentes,
movidos por principios y valores y no por lo que personalmente se juegan en el asunto.
Esta combinación de resistencias, expectativas, reivindicaciones y proyectos genera
sentimientos de incertidumbre, de incomodidad o de peligro.
De aquí la tensión que esta presente en nuestras sociedades: afecta a muchas áreas de
relación social y se expresa en versiones de diferente intensidad.
 En este marco de incertidumbre, la política aparece como una respuesta colectiva al
desacuerdo. Se confía a la política la regulación de la tensión social porque no parecen
suficientemente eficaces otras posibilidades de tratarla, como podrían ser la fidelidad
familiar, la cooperación amistosa o la transacción mercantil. Estos mecanismos de
regulación social – ya sea para mantener el statu quo, ya sea para lograr un cierto cambio
en la redistribución de posiciones y recursos – se basan, respectivamente, en los vínculos
de sangre, la ayuda mutua o el intercambio económico. Cuando estos mecanismos no
funcionan de manera satisfactoria para alguno de los actores empieza el ámbito de la
política. ¿Qué distingue, pues a la política respecto de otras vías de regulación del
conflicto social? Lo que caracteriza a la política es el intento de resolver las diferencias
mediante una decisión que obligara a todos los miembros de la comunidad. Es este
carácter vinculante o forzoso de la decisión adoptada lo que distingue a la política de
otros acuerdos que se adoptan en función de una relación de familia, de una amistad o de
un intercambio económico.
 Esta decisión vinculante se ajusta a un conjunto de reglas o pautas. La combinación entre
reglas y decisiones obligatorias aproxima la practica política a determinadas formas de
juego o de competición. Cuando en una partida de naipes, un encuentro deportivo o un
concurso literario se producen momentos de desacuerdo, los participantes aceptan la
aplicación obligatoria de un reglamento que han admitido de antemano. Solo de este
modo puede llegarse a un resultado previsiblemente acatado por todos, aunque solo unos
se hagan con la victoria. Es cierto que pueden darse – y de hecho se dan – disputas sobre
la misma elaboración del reglamento, sobre su interpretación y sobre los propios
resultados de la competición. Pero nadie negara que sin decisiones de obligado
cumplimiento nacidas de unas reglas y sin algún tipo de arbitro que pueda resolver las
disputas, no hay siquiera posibilidad de iniciar la partida o de llevarla a buen término.

Hemos aludido al cumplimiento obligado de las decisiones políticas. Este


cumplimiento obligado presupone que la capacidad de obligar incluye el uso de la fuerza.
Esta posibilidad de usar la fuerza física – o de la amenaza de recurrir a ella – es
característica de la política frente a otras formas de control social. Veremos mas adelante
que no todas las acciones políticas integran a alguna dosis de violencia. Pero no la
excluyen: la tienen presente como recurso ultimo al que acudir.
 Nos hemos referido a la <regulación> o <gestión> del conflicto: hemos evitado aludir a
<la solución> del conflicto. ¿Por qué razón? El termino solución evoca la idea de una
salida satisfactoria para todos los implicados en la competición. Y parece claro que –
incluso en las condiciones más favorables – es muy difícil conseguir esta satisfacción
universal. De la acción política puede derivarse una alteración profunda de la situación
anterior, lo cual no dejara muy convencidos a quienes antes disfrutaban de las mejores
condiciones. En otras ocasiones, la política reequilibrara las posiciones con
modificaciones que contaran con la aceptación – resignada o entusiasta, según los casos –
de los diferentes afectados. Pero esta acción política puede desembocar también en una
ratificación del statu quo anterior, dejando inalteradas – y, a veces, agudizadas – las
sensaciones de que – al igual que la energía – se transforma.
 Por tanto, la política no consigue siempre < solucionar > los conflictos, aunque así lo
prometan y lo proclamen algunos de sus protagonistas. Cuando se gestiona o maneja una
determinada disputa, lo que se procura es preservar – de grado o a la fuerza – una relativa
cohesión social. Incluso la política autoritaria de los regímenes dictatoriales tiene como
objetivo mantener un agregado social, aunque sea sobre la base del dominio despótico de
unos pocos sobre todos los demás. En cierto modo, la política – como acción colectiva –
busca reducir el riesgo de desintegración. Esta desintegración social se produce cuando –
ante la existencia de conflictos sociales – cada grupo decide < tomarse la justicia por su
mano > acudiendo por sistema a la venganza privada.
 La política puede contemplarse, pues, como un seguro colectivo que las comunidades
asumen contra la amenaza – mas o menos probable – de un derrumbe del edificio social.
O, si prefiere una visión más positiva, la política se convierte en la garantía de que
persistirá la cohesión de este edificio porque las tensiones provocadas por desequilibrios
y desigualdades internas serán reguladas de un modo suficientemente aceptable para el
mayor numero de los miembros del colectivo. Así pues, la acción política – la que hacen
a un tiempo los ciudadanos de a pie y los protagonistas de la escena pública – no puede
ser vista como disgregadora de una previa armonía social. Al contrario: en sociedades
divididas por creencias, intereses y recursos – como son todas las que conoce la historia
de la humanidad –, la política es ante todo constructora de sociedad. Dicho de otra
manera: la política constituye la argamasa que cohesiona a los grupos, más allá de sus
relaciones y diferencia familiares, afectivas, económicas, simbólicas, vecinales, etc.
Es muy probable que este agregado social – esta sociedad concreta – que la
política contribuye a conservar no e ajuste al modelo ideal que algunos – o muchos –
desearían. Lo que hay que preguntarse, entonces, es que caminos ofrece la politica – en
otras palabras, si existen otras maneras de gestionar los conflictos – para modificar los
equilibrios (o desequilibrios) sociales y alccanzas nuevos equilibrios que se acerquen mas
al modelo ideal de cada uno.

Capítulo 2

¿Qué es poder político?


Política y poder: dos perspectivas
Cuando se trata de la política se hace inevitable la referencia a la idea de poder: < los políticos
solo buscan poder >, < la política es la lucha por el poder >, < los sindicatos – o los medios de
comunicación – tienen un poder excesivo >.
Hasta el punto de que la ciencia política ha sido considerada por algunos como < cratologia >
(del griego Kratos, < poder >): una ciencia del poder, encargada de estudiar su naturaleza, su
distribución y sus manifestaciones.
¿Cómo se relaciona nuestra idea de la política con la noción de poder?
Hemos descrito la política como gestión del conflicto social por medio de decisiones vinculantes.
Hay, pues, un componente de obligación o de imposición en la acción política, que nos lleva de
manera natural a cierta idea de poder. Con todo, no es sencillo definir el concepto de manera
precisa e indiscutible. Bastiat (1801 – 1850), un economista y polemista francés, ofreció un
millón de luises de oro a quien fuera capaz de dar una convincente noción de poder. Y no se
tiene constancia de que llegara a otorgar el premio. Es probable que lo mismo sucediera hoy si se
convocara un concurso semejante.
Esta misma dificultad explica la abundancia de definiciones de poder que nos ofrece la teoría
social. Sin embargo, esta variedad de definiciones puede situarse en dos grandes perspectivas: la
que entiende el poder como un recurso disponible y la que concibe el poder como resultado de
una relación.
 Cuando se interpreta el poder como un recurso se tiende a percibirlo como una cosa que
se tiene o se posee: < el poder político esta en manos de tal grupo o tal persona>. Por
tanto, la cuestión importante en política es como apoderarse del poder, si se acepta la
redundancia. Y, a continuación, como administrarlo, echando mano de el como quien
administra una sustancia que se tiene almacenada en algún deposito.
Desde ese punto de vista, el poder es un recurso controlado por individuos, grupos,
clases o elites. O depositado en manos de las instituciones. Con frecuencia se tiene a
considerar el poder como algo exclusivo, controlado monopolísticamente por un actor
determinado: el estado, la clase social, la elite, la burocracia.

Capítulo 3

Las tres dimensiones de la política


La política: estructura, proceso, resultado

Ya hemos señalado que la política se nos presenta como un trabajo colectivo,


encaminado a gestionar los conflictos provocados por situaciones de desigualdad en la
comunidad. Pero esta tarea colectiva adquiere un aspecto diferente según el punto de
vista que adoptemos al contemplarla: puede ser percibida como una estructura, como un
proceso o como un resultado.

 Cuando observamos la política como estructura fijamos nuestra atención en el modo


estable en que una comunidad determinada organiza sus actuaciones políticas. Dicho de
otro modo, intentamos identificar a que estructuras permanentes se ajustan – o tratan de
ajustarse – aquellas actuaciones. En esta estructura se revela la arquitectura estable –
compuesta por instituciones y reglas – que acogen y limitan los comportamientos
políticos. Por ejemplo, nos ilustra sobre los factores que explican la aparición de los
parlamentos, que funciones tienen asignadas y como las ejercen. O sobre los métodos
existentes para designar a los titulares de poder: la herencia, la fuerza, la elección, etc.
Tienen aquí su lugar los análisis del estado y de otras formas preestatales de
organización política, el examen de las instituciones estatales o el estudio de las
organizaciones políticas internacionales.
 Cuando examinamos la política como proceso observamos ante todo una secuencia de
conductas individuales y colectivas que se encadenan dinámicamente. Desde esta
perspectiva, atendemos de manera partículas a los comportamientos de diferentes
sujetos, examinando sus motivaciones y sus formas de intervención. Por ejemplo, nos
interesan desde este ángulo los factores que influyen en una negociación entre partidos
para formar una coalición de gobierno. O por que determinados grupos se organizan en
partidos y asociaciones y otros, en cambio, prefieren la acción individual. Nos ayuda a
entender que lleva a unos ciudadanos a inclinarse por una candidatura en lugar de otra en
el momento de unas elecciones. Si la estructura institucional nos ofrece la cara estable de
la política, el proceso nos presenta su cara dinámica: la política en acción.
 Finalmente, cuando contemplamos la política como resultado, el punto de atención
principal lo constituyen las respuestas que la combinación de proceso y estructura da a
cada conflicto. Estas respuestas – en forma de decisiones – son el producto final de la
política, destinado a regular las tensiones existentes en diferentes ámbitos de la vida
colectiva. ¿Qué medidas se adoptan en materia educativa o sanitaria? ¿Qué acciones se
emprenden para disminuir el paro o la marginación social? ¿Qué resultados obtienen?
Aquí interesan menos el proceso de las actuaciones previas o el conjunto de reglas e
instituciones: lo que importa ahora es en que medida incide la politica sobre las
relaciones sociales y sus momentos conflictivos. En esta dimensión se pone de relieve lo
que la política es capaz de aportar a la necesaria cohesión de una comunidad.
La distinción entre estas tres dimensiones – en proceso, estructura y resultado – de la
política no es siempre fácil. Entre otras razones, porque las lenguas latinas utilizan un mismo
termino – < política > - para referirse a todas ellas. Así, se puede hablar de política feminista
para referirse a la actividad de quienes reclaman medidas para equipar la condición de la
mujer con la del varón. Por su parte, una disposición normativa que establece la
discriminación positiva en favor de la mujer formaría parte del entramado institucional.
Finalmente, es frecuente hablar de una < política de la mujer > para designar el conjunto de
decisiones que toma un gobierno en cuestiones que afectan a dicho sector de la población.
En el primer caso, estamos en el mundo de los actos y de los procesos; en el segundo, nos
situamos en la esfera de las instituciones; finalmente, en el tercero y último, atendemos al
ámbito de los resultados.
En el angloparlante es más fácil diferenciar las tres perspectivas. Para cada una de ellas
se suelen emplear tres términos diferentes: polity (la estructura), politics (el proceso) y
policy (el resultado). Cuando las lenguas románicas intentan evitar esta dificultad semántica,
la solución es emplear, respectivamente, las expresiones políticas, sistema político y política
pública. Los puntos de contacto entre están referencias pueden expresarse en un esquemático
cuadro de equivalencias.
En las paginas que siguen abordaremos el estudio de la política adoptando
sucesivamente las tres perspectivas. En la parte II – la estructura de la política – nos
ocupamos de las formas de organización política que la historia ha generado y analizamos
las instituciones que las constituyen. De manera particular, atendemos en la parte III – la
política estatal – a las características de la estructura política dominante en los últimos
siglos: el estado. En las partes IV y V – la política como proceso – prestamos atención
preferente a las conductas individuales y de grupo que configuran el proceso político.
Finalmente, en la parte VI y ultima – La política como resultado – nos referimos a las
políticas públicas, al cambio y a las situaciones de gobernabilidad y gobernación que
resultan de la actividad política.
Capitulo 4

¿Cómo podemos entender la política?


Ordenar nuestros conocimientos sobre la política

A diferencia de otras disciplinas científicas, la ciencia política utiliza términos y conceptos que
son de uso común: un ciudadano relativamente informado esta familiarizado con palabras de
contenido político y se permite opinar sobre su sentido. Los medios de comunicación de masas
contribuyen a su divulgación con apoyo de expertos – politólogos, economistas, sociólogos – a
los que se recurre para ampliar o comentar informaciones políticas.
 Sin embargo, esta familiaridad con los términos no evita la extendida impresión de que la
política es una actividad difícilmente comprensible. < La política es un lio >, <con los
políticos no hay quien se aclare> o <la gente como yo no entiende nada de política> son
frases repetidas por ciudadanos que declaran su desconocimiento de un asunto entrevisto
como un reino de confusión. Paradójicamente, muchos de los que se confiesan ignorantes
en política no dudan en dar opiniones tajantes sobre problemas complicados o en ofrecer
soluciones milagrosas. A veces la solución esta en prohibir: <Yo prohibiría tal o cual
actividad…>. En otras, esta en dedicarle mas recursos: <Esto solo se arregla con mas
dinero…>. O en sustituir drásticamente a los actores: <Aquí convendría echar a unos
cuantos…>.
 Esta doble actitud – confusión, por un lado, y contundente seguridad en muchas
opiniones, por otro – es menos contradictoria de lo que parece. Revela que, a pesar de su
apariencia de caos indescifrable, existe la convicción de que la política obedece a algunos
criterios regulares que pueden llegar a ser conocidos, aunque sea de modo aproximado.
<Incluso el infierno tiene sus leyes > (Goethe). Objetivo de una ciencia de la política es,
pues, identificar aquellos criterios, ordenarlos y, con ello, poner a prueba las intuiciones –
a menudo errónea – de una pretendida <sabiduría común > sobre la política.

La política, entre la practica y la ciencia


“La habilidad para fundar y mantener una comunidad política se basa en reglas ciertas, a
semejanza de la aritmética o de la geometría. Y no solo en la práctica… Los pobres no disponen
de tiempo para descubrir dichas reglas. Y quienes disponen de tiempo no han tenido hasta hoy la
curiosidad o el método para hacerlo…” (Thomas Hobbes, Leviathan, parte II, cap. XX, 1651.)
“En los pueblos civilizados, las ciencias políticas producen o, al menos, dan forma a aquellos
conceptos generales de los que surgen los hechos con los que los políticos tienen que tratar y las
leyes de las cuales los políticos se consideran inventores. Estos conceptos constituyen una
especie de atmosfera que rodea a cada sociedad, en la que gobernantes y gobernados obtienen su
inspiración intelectual y de la que – a menudo sin darse cuenta – ambos grupos (gobernantes y
gobernados) derivan sus líneas de acción. Únicamente entre los barbaros, la política es solo una
práctica.” (A. de Tocqueville, discurso a la Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1852.).

La ciencia de la política se convierte, pues, en algo así como la gramática de una lengua
vagamente conocida que no es útil en un doble sentido. En primer lugar, nos da las claves para
interpretar determinados fenómenos de la escena política. Pero también nos permite intervenir en
esta escena con mejor conocimiento de causa, sea cual sea nuestro papel: como ciudadano
común o como actor profesional, como individuo o como miembro de un grupo. Para calcular el
riesgo de una inversión en un país extranjero, un empresario o un analista financiero interpretan
informaciones disponibles sobre la estabilidad de su sistema de gobierno, sobre los actores
políticos y económicos decisivos, sobre le estado de la opinión respecto de la inversión
extranjera. Para persuadir a los ayuntamientos y asociaciones de vecinos de una zona de que el
trazado de una nueva carretera presenta mayores beneficios que inconvenientes, el funcionario
responsable deberá averiguar también cuales son los partidos dominantes en el territorio, que
relaciones mantienen con los medios de comunicación, etc. En función de ello, preparara
estrategias alternativas de persuasión para llevar adelante el proyecto.
En ambos casos, el conocimiento de la escena política se convierte en un factor necesario
para actuar con mayor eficacia. El objetivo de la reflexión sistemática sobre la política no se
reduce, por tanto, a la acumulación de conocimiento: es también un instrumento para la acción.
¿Cómo se ha desarrollado el conocimiento sobre la política?
Lo que hoy conocemos como ciencia política es el resultado de un largo proceso de desarrollo
histórico.
 En la Grecia clásica, Platón y Aristóteles se propusieron examinar de que manera se
comportan los sujetos humanos en comunidad y averiguar cual es el modo de vida
colectiva mas satisfactorio y mejor adaptado a la naturaleza humana. Para ello, analizaron
como eran las sociedades de su tiempo, pretendieron explicar por que se organizaban de
determinada manera y valoraron hasta que punto era mejorable dicha organización para
conseguir un orden político ideal. Este saber ordenado sobre la polis – la sociedad, según
los griegos – constituyo la primera versión de una ciencia política claramente vinculada a
la ética. Porque no es posible desligar el ideal de la conducta humana ignorando su
carácter de ser sociable – zoon politikon –, que solo se desarrolla plenamente en
comunidad, De ahí el carácter primordial de la ciencia de la política que para algunos
seria la mas antigua de las ciencias sociales.
 En el mundo medieval, la atención a la política estuvo condicionada por la hegemonía del
pensamiento cristiano sobre la ley y la moral: gobernantes y gobernados debían sujetarse
– cada uno a su modo – a los imperativos de un designio divino relevado en los textos
sagrados que la iglesia interpretaba, pero expresado también en la naturaleza misma de
las cosas que Dios ha creado. Ello explica que el conocimiento teológico, jurídico y
moral. Tomas de Aquino (1225 – 1274) inspiro este pensamiento, desde su posición
centra en la doctrina escolástica.
 Esta dependencia de la reflexión política respecto de la religión y de la moral se debilito
gradualmente. El renacimiento redescubrió el mundo clásico grecorromano. Al mismo
tiempo, empezó a dibujarse de los grandes poderes medievales: la iglesia romana y el
imperio germánico. El estado – y la política que lo construye y anima – se convirtió en
objeto autónomo de reflexión política. Los imperativos de la política – la <razón de
estado> - ya no podían supeditarse a criterios religiosos o éticos: necesitaban su propia
justificación. Por ello se plantearon de nuevo algunas preguntas sin recurrir ya a las
respuestas que habían dado hasta entonces la teología o la filosofía moral: ¿como se
explica la aparición de la autoridad?, ¿por qué se acepta la obligación política?, ¿hay
limites que el titular del poder debe respetar?, ¿qué formas de organización política son
las mas eficientes? Maquiavelo, Hobbes, Locke, Montesquieu o Tocqueville se cuentan
entre las referencias clásicas de esta reflexión sistemática sobre la política que se
emancipa de la sumisión al pensamiento teológico o moral y que se desarrolla en Europa
entre los siglos XVI y XIX.
 Desde principios del siglo XIX, cuatro factores fueron potenciando la expansión del
conocimiento sobre la sociedad y la política:
- Las revoluciones liberales – Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia – y la
industrialización de algunas sociedades despertaron la consciencia de que la sociedad
no era inmutable, sino que experimentaba cambios radicales. Esta conciencia de
cambio se nos presenta hoy como una obviedad. Pero tenia mucho de novedad
revolucionaria en un mundo en que predominaba la idea de una tradición inmóvil y
estable. De aquí que surgieran interrogantes nuevos: ¿Por qué cambian las
sociedades?, ¿Cómo es posible influir sobre estos cambios, ya sea para acelerarlos, ya
sea para impedirlos o frenarlos? En el terreno especifico de lo político, surgieron
también nuevas preguntas: ¿Qué mutaciones se dan en las estructuras políticas?, ¿Por
qué se producen?, ¿Qué relación tienen estas modificaciones con los cambios
económicos sociales?, ¿De que modo es posible intervenir para orientar estos
cambios?
 La afirmación del individualismo fragmento la visión integrada de la sociedad. Cada
individuo era contemplado ahora como sujeto – activo o pasivo – de una serie de
relaciones, en las que desempeñaba roles diferentes: en la familia, en la producción
económica, en la política, en la cultura, etc. De este modo, se tendió a parcelar la
observación sobre las conductas humanas de cada uno de ellos. En nuestro caso, se
delimito un campo de observación sobre las conductas políticas de los individuos y de los
grupos, allanando el camino a la constitución de una ciencia de la política.
 El conocimiento científico sobre la naturaleza, que había avanzado de manera
espectacular desde finales del siglo XVIII, estimulo un esfuerzo paralelo por conocer
científicamente la sociedad. A imitación de los que había ocurrido con las ciencias
naturales, se impuso una aproximación positivista a la realidad social y política, a la que
se intentaba aplicar el método experimental que había conseguido tanto éxito en el campo
de la física, la química o la medicina.
 Finalmente, a lo largo del siglo XIX se produjo una revitalización de las universidades
europeas y norteamericanas. Después de siglos de anquilosamiento y desconfianza ante el
progreso científico, las universidades se convirtieron en el espacio donde las diferentes
disciplinas desarrollaban su investigación y llevaban a cabo la formación de sus
especialistas. Aunque con mayor retraso, también las ciencias sociales – economía,
sociología, antropología, ciencia política – fueron integrándose en las universidades como
disciplinas institucionalizadas.

Capitulo 5

La política antes del estado


Diez mil años de organización política

Cuando visitamos grandes monumentos del pasado – tumbas, palacios, fortalezas, templos –
o cuando nos acercamos a textos antiguos – poemas épicos, crónicas de guerra, códigos
legales –, la política esta siempre presente, a menudo en un primer plano tan dominante que
deja fuera de escena otros elementos: económicos, culturales, familiares, etc. Casi todas las
reliquias históricas nos remiten, pues, a como se organizaba la política en su momento: con
arreglo a que instituciones y normas, bajo el dominio de que personajes, con que efectos
sobre la población, etc. En otros términos, nos hablan de la estructura política a la que nos
hemos referido antes.
 Pero lo que veíamos entonces con la simplicidad de un esquema – el sistema político –
aparece ahora con profusión de detalles que se entremezclan en un determinado paisaje
histórico: personajes, instituciones, episodios, conflictos, reglas, etc. A partir de este
mosaico de elementos, la ciencia política se ocupará de recomponer una imagen de
conjunto. Intentara dibujar algunos modelos de organización o estructura, a los que se
han acogido las diferentes experiencias políticas que la historia registra. Así, podremos
distinguir los rasgos propios del imperio egipcio de los de la polis griega. O los que
separan a una monarquía absoluta de un estado democrático.
 Se atribuye a nuestra especie – Homo sapiens sapiens – una antigüedad de unos ciento
cincuenta mil años. Impresiona admitir que, durante miles de años, nuestro antecesor
directo subsiste en bandas nómadas integradas por unas cuantas docenas de individuos.
Sobrevive gracias al consumo de carroña, a la recolección de frutos silvestres y a a=la
caza. Un cambio radical en este modo de vida se produjo hace diez mil anos en algunas
zonas del planeta cuando se puso en marcha la llamada revolución agrícola: el cultivo de
algunas especies vegetales y la domesticación de algunos animales consolido el
asentamiento de pequeñas comunidades que empezaron a dotarse de una embrionaria
organización política, diferenciada y permanente. De estos asentamientos – de estos
primeros poblados y pequeñas ciudades – nacerán gradualmente las variadas formas
políticas que la historia ha conocido, algunas de las cuales han llegado hasta hoy.
 Hay, pues, variedad de formas de organización de la política que se suceden a lo largo de
la historia, con sus etapas de constitución, transformación y crisis. Nos interesa abordar
en este punto dos cuestiones principales, referidas al cambio y a la variedad de estas
formas. ¿Podemos explicar el cambio y la sucesión de estas formas históricas? ¿Cómo
efecto de que factores? ¿de acuerdo con que leyes o constantes? Por otra parte, ¿es
posible ordenar o clasificar su variedad? ¿con que arreglo a que criterios?

Capítulo 6

El estado como organización política


Los rasgos esenciales del estado

Como acabamos de ver, ciento cincuenta mil anos de existencia humana han dado lugar a
sucesivas formas de organización colectiva. Cada una de ellas ha intentado responder a la
complejidad creciente de las comunidades humanas, necesitadas de un mecanismo para el
control de sus conflictos sociales. Hace aproximadamente quinientos años empezó a perfilarse en
Europa occidental una forma nueva de organización: el estado. En un primer momento tuvo éxito
en el Viejo Continente, fue exportada después a América y se implanto progresivamente en todo
el planeta. En la actualidad, es la forma de política mas extendida: basta observar la
fragmentación de un mapamundi político. Casi doscientos estados integran la organización de las
Naciones Unidas. Este éxito aparente plantea diversas preguntas a la ciencia política: ¿Qué
distingue al estado de otras formas políticas conocidas?, ¿Cómo se explica su aparición y su
expansión?, ¿Cómo ha evolucionado a lo largo de cinco siglos?, ¿Qué expectativas de futuro
podemos augurarle?
Para definir al estado frente a otras formas políticas es necesario tener en cuenta el
espacio delimitado por las dos dimensiones a que aludíamos en el capitulo anterior. En dicho
espacio, el estado se sitúa en los puntos de máxima autonomía institucional de la política y de
mayor concentración de la coacción. De esta situación se desprenden cuatro rasgos esenciales.
 En primer lugar, el estado delimita la política como un ámbito diferenciado respecto del
parentesco familiar, de la relación económica, de la creencia religiosa o de otras formas
de interacción social. Esta diferenciación no significa la ausencia de contacto entre estos
ámbitos: han persistido – y persisten – espacios de conexión o incluso de solapamiento,
que generan tensiones entre ellos. Pero en el modelo estatal, la policía – aunque no
permanezca inmune a la influencia de las estructuras económicas o religiosas – crea y
mantiene sus propios circuitos de decisión. Una gran compañía multinacional puede ser
determinante en la política de un pequeño estado, pero este mantiene sus instituciones y
sus reglas por contaminadas que estén por la influencia del actor económico. O una
determinada confesión religiosa puede controlar de modo más o menos directo la acción
política estatal, pero ello no implica la supresión de un ámbito político por subordinado
que pueda resultar en algunas ocasiones.
 En segundo lugar – y como otra faceta del rasgo anterior –, el estado tiende a la máxima
institucionalización de la relación política. En el estado, lo que otorga la capacidad de
mandar y lo que fomenta la disposición a obedecer ya no es la tradición. Tampoco son las
características personales del que manda o del que obedece. En la forma política estatal,
lo que cuenta son las reglas – las leyes – que sitúan a unos en la capacidad de tomar
decisiones políticas y a otros en la obligación de acatar tales decisiones. Son estas reglas
las que confieren legitimidad a la relación política.
Esta institucionalización – que equivale a la despersonalización del poder – conduce a la
profesionalización de los agentes políticos en su sentido más amplio: políticos y
funcionarios. Ni unos ni otros han de ser ya servidores personales de un monarca,
miembros de familias nobles o eclesiásticos. Son personas reclutadas específicamente
para esta función, de acuerdo con reglas predeterminadas.
 En tercer lugar, el estado reivindica la exclusiva de la coacción. Para ello se dota de un
doble monopolio: en la producción del derecho – que contiene todas las normas
obligatorias – y en la administración de la violencia física – ejércitos, policías, cárceles,
sanciones físicas o pecuniarias, etc. –. En este doble terreno – derecho y coacción – no
admite competencia de otros centros de poder, tal como ocurría en toras formas de
políticas históricas: imperios, premodernos, poliarquías feudales. Es cierto que el estado
puede distribuir el ejercicio de estas facultades: por ejemplo, cuando las cede a otras
autoridades territoriales – regionales o municipales –. Pero no renuncia al principio de
que solo al estado le corresponden en última instancia.
 Finalmente, el estado entiende que su capacidad de regulación de conflictos tiene como
marco de actuación un territorio claramente delimitado. La vinculación política tiene,
sobre todo, una base territorial: salvo excepciones pactadas entre estados, se sujetan al
poder estatal todos los que habitan en un territorio determinado. La frontera territorial se
convierte en una visualización de la forma política estatal. En este aspecto se diferencia
de las poliarquías feudales o de algunos imperios clientelares, donde las fronteras
territoriales eran menos importantes y mucho mas imprecisas: en estas organizaciones, lo
que delimitaba la esfera política era la red de relaciones personales – con base en la etnia,
la religión, la lengua o la profesión – entre quienes mandaban y quienes debían obedecer.
Los rasgos que acabamos de enumerar son tendencias: el estado tiene a adoptarlos
en su máxima intensidad, aunque no todos los estados consiguen adquirirlos en el
mismo grado. Pero el hecho de que solo le alcancen parcialmente no quita que
sean tenidos por objetivos irrenunciables de la forma política estatal. Todo estado
que se precie no dejara afirmarlos y de luchas contra quienes se oponen a ellos.
El estado según Max Weber
“… Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio…, reclama
para si (con éxito) el monopolio de la violencia física legitima” (Weber, M., “La política como
vocación”. Texto de la conferencia a los estudiantes de la Universidad de Múnich en 1919 y
editada bajo el titulo El político y el científico).

¿Cuándo nace el estado?


No puede extenderse una partida de nacimiento del estado en la que conste una fecha
determinada. Todas las formas de organización política se han ido gestando a lo largo de un
proceso prolongado en el que han ido perfilándose las características del modelo. Pero si no hay
fecha, si hay un periodo histórico – a caballo entre los siglos XV y XVI – en el que se sitúan
algunas condiciones que generaron esta forma política.
Podemos agrupar estas condiciones en cuatro apartados:
 En el orden económico se consolida un comercio a larga distancia centrado en las
ciudades, se amplia el marco territorial de las transacciones mercantiles. Se inician las
expediciones transoceánicas – África, las llamadas Indias Orientales y luego América –
con objetivo económico. Se hace cada vez mas necesario garantizar la seguridad de este
tráfico y disponer de una instancia eficaz para regular los conflictos que plantea.
 En el orden cultural e ideológico, el renacimiento difunde una determinada visión del
mundo clásico y se sus organizaciones políticas: Atenas y el imperio de Alejandro, la
Roma republicana y la Roma imperial. Contra la fragmentación de los poderes feudales
se evoca la unidad política que puede asegurar un poder político único y concentrado en
un soberano absoluto, es decir, desligado de los pactos feudales y de la tutela de la
religión que debe ponerse ahora al servicio del monarca.
 Por lo que hace a la administración de la coacción, se va imponiendo una visión
monopolista: solo al estado – y al monarca que lo personifica – corresponde la
producción de la ley y su aplicación – si es necesario, mediante la violencia –. No es la
tradición la que hace la ley, aunque algunas normas sigan teniendo un origen tradicional.
Pero, en todo caso, corresponde al rey promulgarlas, interpretarlas y aplicarlas. Ello
facilita la aparición de una burocracia profesional – letrados, administradores – entrega al
servicio del estado y que no se recluta ya exclusivamente entre la nobleza o el clero.
 En el ámbito de la violencia tiene lugar el paso de una fuerza armada temporal – basada
en la caballería que cada señor feudal reúne en función de sus compromisos y
posibilidades – a una fuerza permanente dotada con armas de fuego ligeras y pesadas.
Esta nueva organización militar requiere otras condiciones de financiación. Costear las
nuevas tecnologías de la violencia solo es asequible a unos pocos con capacidad imponer
tributos sobre una base personal y territorial mas amplia. Por otro lado, la artillería hace
vulnerable las defensas de los señores feudales – sus castillos – y de las ciudades – sus
murallas –: de este modo, señores y ciudades ven como se debilita su capacidad de
resistir a adversarios mejor dotados.
La construcción del estado equivale, pues, a un proceso gradual de expropiación de los medios
de dominación politica: producción legal, administración de justicia, recaudación fiscal, recursos
militares, relación diplomática. Se trata de recursos que en las formas políticas preestatales se
hallaban dispersos entre diversos agentes – señores feudales, corporaciones ciudadanas,
jerarquías eclesiásticas – y que hora tenderán a ser confiscados por la autoridad del estado y
atribuidos a su personificación: el soberano.
Este proceso de concentración por expropiación encuentra – como es natural – muchas
resistencias: nadie se resigna a perder situaciones de primacía o de privilegio. Genera conflictos,
tanto legales como diplomáticos y militares. La historia de las monarquías absolutas donde el
estado aparece mas tempranamente presenta muchos episodios de violencia, provocados por la
resistencia a aceptar los rasgos de esta nueva forma organizativa: rebeliones territoriales, pugnas
con las jerarquías eclesiásticas, conflictos con la nobleza hereditaria. En este itinerario
accidentado se producirán transacciones y componendas que preservan en ocasiones la posición
de algunos grupos o colectivos. Pero la tendencia dominante conducirá a la consolidación del
modelo estatal que acabará imponiendo su hegemonía (Tilly).

Capitulo 7

Estado, monocracia y democracia:


(1) Dictaduras
La regla y la excepción

A lo largo del siglo XIX y de un modo gradual, la política deja de ser una actividad
monopolizada por un grupo social reducido. Comunicaciones mas eficaces, aumentos en las tasas
de alfabetización, concentración urbana de trabajadores asalariados: estos y otros factores
facilitaron un acceso progresivo de sectores amplios de la población a la información y a la
actividad política. La llamada <política de masas> iniciaba su historia y ponía a prueba la
organización estatal al enfrentarla con la idea de democracia, inspirada – como veremos – en la
reflexión política de la Grecia clásica.
En la actualidad son muy pocos los estados que renuncian a proclamarse democráticos: se
presentan como tales Canadá y Cuba, la India e Irán, Libia y Luxemburgo, Suecia y Singapur. Y,
sin embargo, son perceptibles las diferencias entre ellos. Pese a esta tendencia dominante, hay
que darse cuenta de que la asociación estado-democracia no es obvia desde un punto vista
conceptual, ni es fácil desde el punto de vista de la practica política. Veamos por qué.
 ¿Qué ha caracterizado a la forma estatal? Sabemos que lo que la distingue de otras
formas políticas anteriores es la preocupación por constituir – en un territorio delimitado
– un poder político supremo y concentrado que se imponga sobre todos los miembros de
la comunidad. Por su parte, ¿Qué nos evoca la noción de democracia? En principio
sugiere la idea de una capacidad política igualitaria y difusa que es ejercida por todos los
miembros de una comunidad. Si contrastamos ahora las características, nos encontramos
con dos pares – superioridad/igualitarismo, por un lado, y concentración/difusión, por
otro – que parecen entrar en abierta contradicción.
 En la práctica política, la conciliación de ambas propuestas – estatal y democrática –
también presenta problemas. Ya hemos dicho que la inmensa mayoría de los estados se
proclaman hoy democráticos. Pero esta condición les es negada a menudo por otros
observadores que los acusan de ser monocracias o dictaduras alejadas de las
características democráticas. En una estimación benévola, algunos observadores estiman
que no mas de una tercera parte de los estados actuales pasarían un control de calidad
democrática. La excepción, pues, la constituyen la minoría de estados inspirados en
principios liberal-democráticos. La regla estaría, en cambio, en la mayoría de los
sistemas dictatoriales o autoritarios que contemplamos a lo largo y a lo ancho del
planeta.
 ¿Como distinguimos a la regla de la excepción? ¿Qué elementos permiten calificar,
respectivamente, como monocracia o como democracia a determinados sistemas
políticos? Desde una perspectiva etimológica, el termino <monocracia> - < poder de
uno>, sea persona o grupo – ha sido acunado como contraste con la democracia o <poder
del pueblo>.
Pero hay que señalar de entrada que se trata de nociones controvertidas. La razón
de su carácter polémico es que su definición no es mera descripción de las
características de un modelo, sino que encierra también juicio de valor, una
apuesta a favor o en contra del modelo que se describe. Y esta valoración
engendra inevitablemente la polémica.

Una clasificación polémica


El carácter valorativo de los conceptos de democracia y dictadura se manifiestan continuamente
en la discusión académica. Pero mucho más todavía en los debates políticos en los que los
participantes critican con frecuencia el funcionamiento de las democracias, intercambian entre
ellos acusaciones de no ser suficientemente demócratas o se acusan directamente de conductas
autoritarias o dictatoriales. Cuando se examinan las condiciones políticas de diferentes países, a
menudo se entrecruzan argumentos encendidos a favor de reconocer o de negar la cualidad
democrática de sus respectivos sistemas. Basta un ejercicio sencillo para comprobarlo. Si se
somete a un grupo de personas una lista de países y se les pide que los cataloguen como
democracias o como dictaduras, es muy probable que la lista que cada uno de ellos elabore no
coincida. Intente llevar a cano el ejercicio con la siguiente reacción de países, pidiendo a los
participantes las razones de su clasificación:
Argelia, Colombia, Cuba, Estados Unidos, Gran Bretaña, Irán, Israel, libia, México, nicaragua,
rusia, singapur, sudan, Suecia, Turquía.

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