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Ilustración

movimiento cultural europeo del siglo XVIII

La Ilustración fue un movimient o cult ural e int elect ual, primordialment e europeo,[1] ​que nació a
mediados del siglo XVIII y duró hast a los primeros años del siglo XIX. Fue especialment e act ivo
en Inglat erra, Francia y Alemania.[2] ​Inspiró profundos cambios cult urales y sociales, y uno de los
más drást icos fue la Revolución francesa. Se denominó de est e modo por su declarada finalidad
de disipar las tinieblas de la ignorancia de la humanidad mediante las luces del conocimiento y la
razón.[3] ​Exist ió t ambién una import ant e Ilust ración española e hispánica, la de la Escuela
Universalist a, aunque más cient ífica y humaníst ica que polít ica.[4] ​El siglo xviii es conocido, por
est os mot ivos, como el Siglo de las Luces [5] ​y del asent amient o de la fe en el progreso.
Import ant es ideas como la de búsqueda de la felicidad, la soberanía de la razón, y la evidencia de
los sent idos como fuent es primarias del aprendizaje nacieron durant e est a época. Ideales t ales
como la libert ad, Igualdad, el progreso, la t olerancia , la frat ernidad, el gobierno const it ucional, y
la Separación Iglesia-Est ado t ienen su nacimient o t ambién en est a época.[6] [7]
​ [8]
​ ​
Pintura de Charles Gabriel Lemonnier que representa la lectura de una tragedia de Voltaire, por entonces en el exilio, El
huérfano de la China (1755), en el salón literario de madame Geoffrin en la calle Saint-Honoré de París. Los personajes
más notables reunidos en torno al busto de Voltaire son Rousseau, Montesquieu, Diderot, d'Alembert, Buffon, Quesnay, Du
Plessis y Condillac. Además, figuran Gresset, Marivaux, Marmontel, Vien, La Condamine, Raynal, Rameau, mademoiselle
Clairon, Hènault, Choiseul, Bouchardon, Soufflot, Saint-Lambert, el Conde de Caylus, Felice, el barón de Aulne, Malesherbes,
Maupertuis, Mairan, d'Aguesseau, Clairaut, la condesa de Houdetot, Vernet, Fontenelle, el duque de Nivernais, Crébillon,
Duclos, Helvètius, Vanloo, Lekain, Lespinasse, Boccage, Réaumur, Graffigny, Jussieu y Daubenton.

Los pensadores de la Ilust ración sost enían que el conocimient o humano podía combat ir la
ignorancia, la superst ición y la t iranía para const ruir un mundo mejor. La Ilust ración t uvo una gran
influencia en aspect os cient íficos, económicos, polít icos y sociales de la época. Est e t ipo de
pensamient o se expandió en la población y se expandió por los hombres de let ras, pensadores y
escrit ores que creaban nuevas formas de ent ender la realidad y la vida act ual. Se expandió
t ambién a t ravés de nuevos medios de publicación y difusión, así como en libros, periódicos,
reuniones, o en cafés en las grandes ciudades cont inent ales y brit ánicas, en las que part icipaban
int elect uales y polít icos a fin de discut ir y debat ir acerca de la ciencia, polít ica, economía,
sociología, leyes, filosofía y lit erat ura. La Ilust ración fue marcada por su enfoque en el mét odo
cient ífico y en el reduccionismo, el dividir problemas y sist emas en sus component es al moment o
de encont rar una solución y/o ent ender mejor cómo funciona el sist ema o problema.

Definición del término

La Ilustración significa el abandono del hombre de una infancia mental de


la que él mismo es culpable. Infancia es la incapacidad de usar la propia
razón sin la guía de otra persona. Esta puericia es culpable cuando su causa
no es la falta de inteligencia, sino la falta de decisión o de valor para pensar
sin ayuda ajena. Sapere aude «¡Atrévete a saber!» He aquí la divisa de la
Ilustración.
Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración?

La Ilust ración (Lumières, en francés; Enlightenment, en inglés; Illuminismo, en it aliano; Aufklärung,


en alemán),[9] ​en frase de uno de sus más import ant es represent ant es, D'Alembert , «lo discut ió,
analizó y agit ó t odo, desde las ciencias profanas a los fundament os de la revelación, desde la
met afísica a las mat erias del gust o, desde la música hast a la moral, desde las disput as
escolást icas de los t eólogos hast a los objet os del comercio, desde los derechos de los
príncipes a los de los pueblos, desde la ley nat ural hast a las leyes arbit rarias de las naciones, en
una palabra, desde las cuest iones que más nos at añen a las que nos int eresan más débilment e».
Est o mismo nos indica que, más que el cont enido mismo de sus doct rinas, lo original del
movimient o fue la forma de pensamient o y valoración.

Según las int erpret aciones marxist as, ent re cuyas opciones se encuent ra la de Lucien Goldmann,
la Ilust ración puede ser definida como «una et apa hist órica de la evolución global del
pensamient o burgués». Como t al, insert aría su filiación doct rinal en el Renacimient o y,
especialment e, en las corrient es racionalist as y empirist as del s. XVII (de Descart es, a Locke,
pasando por Bacon, Bayle, Galileo, Grocio, Hobbes, Leibniz, Newt on, Spinoza, o los libertinos), y
basa su posibilidad sociológica de desarrollo en las revoluciones polít icas neerlandesa e inglesa,
en el empuje de la burguesía y en las t ransformaciones económicas en gest ación, apoyadas en
una coyunt ura en alza, que desembocarán en la Revolución francesa.

Esquema general e hispánico

Retrato de cuerpo entero de Jovellanos, pintado por Francisco de Goya y Lucientes en 1798, considerado uno de los más
emblemáticos personajes de la Ilustración española. Este intelectual español accedió al cargo de ministro y emprendió
reformas que no llegaron a consolidarse. En el fondo se aprecia una estatua de Minerva, diosa de la sabiduría, que parece
estar "bendiciéndole".
Desde Gran Bret aña, donde algunos de los rasgos esenciales del movimient o se dieron ant es que
en ningún ot ro lugar, la Ilust ración se asent ó en Francia, donde la anglofilia fue difundida por
Volt aire, y produjo en Francia un cuerpo ideológico, el enciclopedismo, y sus más difundidas
personalidades (Mont esquieu, Diderot , Rousseau, Buffon, et c). Ahora bien, la filosofía ilust rada
más sólida fue sin duda la más t ardía alemana, que con Kant culminará la creación del
pensamient o propiament e moderno, ya muy por encima de la ideología enciclopedist a. La
Ilust ración t ambién dio sus frut os propios en ot ras lugares europeos y americanos. En ocasiones
se recrearon proyect os ilust rados más o menos aut ónomament e, pero en la mayoría de casos
vinculados al pensamient o inglés y, sobre t odo en lo que se refiere a la ideología enciclopedist a, a
Francia (así en Países Bajos, Polonia, Rusia, Suecia, la península it aliana y la ibérica, et c., o en sus
colonias americanas). Desde el punt o de vist a sociopolít ico fueron frut os condicionados por el
grado de desarrollo ideológico adquirido en el moment o de lanzamient o de la nueva ideología y
por el proceso int erno seguido a lo largo de su desarrollo. Si la Ilust ración alemana fue por
necesidad t eórica de asimilación lent a y compleja, el ideologismo ilust rado lo fue rápido y con la
superficialidad caract eríst ica que le amparaba en la vida mundana, de la moda y las
cost umbres.[10] ​

La Ilustración en España

En España la Ilust ración coincidió con los reinados de Fernando VI y Carlos III. Si bien la sit uación
en que se encont raba el país obst aculizó una eclosión inmediat a, el auge dinámico de algunas de
sus zonas geográficas (especialment e Cat aluña[11] ​) y la act uación coadyuvant e del poder
polít ico facilit aron la aparición de un nut rido y valioso grupo de ilust rados (Cabarrús, Cadalso,
Campomanes, Capmany, Feijoo, Floridablanca, Jovellanos, et c.)[12] ​condicionado, no obst ant e, por
el arraigo y la preponderancia del pensamient o escolást ico t radicional. La creación de las Reales
Academias de la Lengua, de la Hist oria, de la Medicina y del Real Gabinet e de Hist oria Nat ural
(act ual Museo Nacional de Ciencias Nat urales), son reflejo de los logros de la Ilust ración
española, que ni mucho menos fue relat iva al influjo francés.[13] ​

La polémica acerca de la exist encia o no de una Ilust ración española (polarizada en las opiniones
cont rarias de Ort ega y Gasset y Eugenio D'Ors[14] ​), más el añadido de una escasament e
art iculada invest igación post erior durant e gran part e del siglo xx, at endía a razones más polít icas
que cient íficas y t uvo como consecuencia un gran ret raso en el reconocimient o de la exist encia y
reconst rucción de una sólida e int ernacionalizada Ilust ración española o hispánica, t ant o
humaníst ica como cient ífica, empirist a y crist iana, progresist a pero muy escasament e polít ica,
una t ardía Ilust ración universalist a de gran envergadura, encabezada por Juan Andrés, creador de
la Hist oria universal de las let ras y las ciencias, Lorenzo Hervás y Ant onio Eximeno, const ruct ores
de hecho de la Comparat íst ica moderna. Se t rat a de una nut rida gama de int elect uales, algunos
de primer orden (Miguel Casiri, Raimundo Diosdado Caballero, Juan Baut ist a Muñoz, Juan de la
Concepción, Pedro Franco Dávila, Ant onio José Cavanilles, José Celest ino Mut is, Vicent e
Requeno, Juan Ignacio Molina, Pedro José Márquez, Francisco Javier Clavijero, ent re ot ros), en
buena part e jesuit as españoles expulsos en 1767, pero t ambién americanos y filipinos. Es lo que
se ha venido en llamar [[Escuela Universalist a Española del siglo xviii]].[15] ​

La Ilustración en Hispanoamérica

A Hispanoamérica llegaron las ideas de la Ilust ración a t ravés de la met rópoli.[16] ​Exist e, junt o al
marbet e de Ilust ración Española, el más general de Ilust ración Hispánica, que abarca t ant o el
español como el hispanoamericano.[17] ​

En los ámbit os de la polít ica y la economía, las reformas impulsadas por el despot ismo ilust rado
a finales del reinado de Fernando VI y durant e el de su sucesor Carlos III t enían por objet o
reafirmar el dominio efect ivo del gobierno de Madrid sobre la sociedad colonial y cont ener o
frenar el ascenso de las elit es criollas.

Las aut oridades españolas procedían a una explot ación más sist emát ica y profunda de las
colonias. Procuraban, además, fort alecer y aument ar la marina de guerra y est ablecer unidades
del ejércit o regular español en las diversas regiones de América.

En la Nueva España (México), en el ámbit o de los colegios de la Compañía de Jesús, vemos surgir
un import ant e grupo de cient íficos y filósofos ilust rados, encabezados por José Rafael Campoy
(1723-1777), que defienden una clara separación ent re la filosofía y las ciencias nat urales, una
mayor especialización en el est udio cient ífico y una simplificación en el mét odo de la enseñanza
filosófica, evit ando las sut ilezas silogíst icas, así como la sumisión incondicional a las
aut oridades.[18] ​En est e grupo de est udiosos que t rabaja principalment e en la Ciudad de México,
Tepot zot lán, Guadalajara y Valladolid (Morelia), dest acan el hist oriador y nat uralist a, jesuit a
expulsado, Francisco Javier Clavijero (1731-1787), miembro sobresalient e de la [[Escuela
Universalist a Española del siglo xviii]], que empleaba un mét odo hist órico sist emát ico y
sorprendet ement e moderno; el filósofo Andrés de Guevara y Basoazábal (1748-1801), que se
basa en Bacon, Descart es y los censist as para plant ear la necesidad de una filosofía moderna,
just ificar el mét odo induct ivo y experiment al, y denunciar el abuso del mét odo deduct ivo; y
principalment e Juan Benit o Díaz de Gamarra y Dávalos (1745-1783), crít ico de la escolást ica y
defensor de la ciencia y de la modernidad, cuyo eclect icismo ilust rado est á principalment e
regido por los valores del buen sent ido, la racionalidad, la t olerancia y la ut ilidad para el hombre.

En el sur del cont inent e, el pensamient o ilust rado t uvo un primer gran empuje en la Real Audiencia
de Quit o mediant e la llamada Escuela de la Concordia, fundada en la ciudad de Quit o por el Dr.
Eugenio Espejo en 1791, y a la cual pert enecían nobles de la élit e criolla y profesionales
mest izos. Los pensamient os y debat es surgidos en la Escuela de la Concordia plant aron las
primeras semillas de nacionalismo e independencia de Sudamérica, ya que a part ir de varios
sucesos ocurridos con sus diferent es miembros, la ilust ración se propagaría hacia el rest o de
t errit orios de los virreinat os de Nueva Granada y Perú.

Contexto histórico

Introducción

El t érmino Ilust ración se refiere específicament e a un movimient o int elect ual hist órico. Exist en
precedent es e incluso una propia Ilust ración en Inglat erra y Escocia a finales del siglo XVII, como
inmediat ament e después en Alemania, si bien en su vert ient e polít ica el movimient o se considera
originalment e francés. La Ilust ración francesa t uvo una expresión est ét ica, denominada
Neoclasicismo, a diferencia de la alemana, prot ot ípicament e Got t hold Ephraim Lessing, que se
alejaba por complet o de est a, a la que despreciaba. Desde Francia se expandió un t ipo de
ilust ración sociopolít ica por t oda Europa y América renovando especialment e los crit erios
polít icos y sociales. La Est ét ica como disciplina es una de las grandes invenciones dieciochist as,
inglesa (Francis Hut cheson y los empirist as) y sobre t odo alemana (especialment e a part ir de
Alexander Got t lieb Baumgart en).[19] ​

Siglo xvii: la era de la Razón


Estatua de Newton en Trinity College, Cambridge.

Según muchos hist oriadores, los límit es de la Ilust ración han alcanzado la mayor part e del siglo
XVI, aunque ot ros prefieren llamar a est a época la Era de la Razón. Ambos períodos se
encuent ran en cualquier caso, unidos y emparent ados, e incluso es igualment e acept able hablar
de ambos períodos como de uno solo.

A lo largo del siglo xvi y siglo xvii, Europa se encont raba envuelt a en guerras de religión. Cuando
la sit uación polít ica se est abilizó t ras la Paz de West falia (acuerdo ent re cat ólicos y
prot est ant es, 1648) y el final de la guerra civil en Inglat erra, exist ía un ambient e de agit ación que
t endía a cent rar las nociones de fe y mist icismo en las revelaciones «divinas», capt adas de forma
individual como la fuent e principal de conocimient o y sabiduría. En lugar de est o, la Era de la
Razón t rat ó ent onces de est ablecer una filosofía basada en el axioma y el absolut ismo como
bases para el conocimient o y la est abilidad.

Est e objet ivo de la Era de la Razón, que est aba const ruido sobre axiomas, alcanzó su madurez
con la Ética de Baruch Spinoza, que exponía una visión pant eíst a del universo donde Dios y la
Nat uraleza eran uno, en la línea de la expresión bíblica: 'En Él vivimos, nos movemos y exist imos'.
Est a idea se convirt ió en el fundament o para la Ilust ración, desde Isaac Newt on hast a Thomas
Jefferson.

La Ilust ración est aba influida en muchos sent idos por las ideas de Blaise Pascal, Got t fried
Leibniz, Galileo Galilei y ot ros filósofos del período ant erior. El pensamient o europeo at ravesaba
por una ola de cambios, ejemplificados por la filosofía nat ural de Sir Isaac Newt on, un
mat emát ico y físico brillant e. Las ideas de Newt on, que combinaban su habilidad de fusionar las
pruebas axiomát icas con las observaciones físicas en sist emas coherent es de predicciones
verificables, proporcionaron el sent ido de la mayor part e de lo que sobrevendría en el siglo
post erior t ras la publicación de sus Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. Pero Newt on
no est aba solo en su revolución sist emát ica pensadora, sino que era simplement e el más famoso
y visible de sus ejemplos. Las ideas de leyes uniformes para los fenómenos nat urales se
reflejaron en una mayor sist emat ización de una variedad de est udios.

Siglo xviii: el inicio de las revoluciones

Portada de Elementos de la filosofía de Newton (1738), que Voltaire y Émilie du Châtelet publicaron con gran éxito. En ella,
explicaron de forma sencilla los principios básicos de los descubrimientos de Newton en matemáticas, astronomía y
óptica, haciendo accesible la nueva física para el público francés.

El siglo xviii const it uye, en general, una época de progreso de los conocimient os racionales y de
perfeccionamient o de las t écnicas de la ciencia. Fue un período de enriquecimient o que pot enció
a la nueva burguesía, si bien se mant uvieron los derechos t radicionales de los órdenes
privilegiados dent ro del sist ema monárquico absolut ist a. Sin embargo, la hist oria del siglo xviii
const a de dos et apas diferenciadas: la primera supone una cont inuidad del Ant iguo Régimen
(hast a la década de 1770), y la segunda, de cambios profundos, culmina con la Revolución
est adounidense, la Revolución francesa y Revolución Indust rial en Inglat erra.

Est a corrient e abogaba por la razón como la forma de est ablecer un sist ema aut orit ario ét ico.
Ent re 1751 y 1765 se publicó en Francia la primera Encyclopédie, de Denis Diderot y Jean Le
Rond D'Alembert , que pret endía recoger el pensamient o ilust rado. Querían educar a la sociedad,
porque una sociedad cult a que piensa por sí misma era la mejor manera de asegurar el fin del
Ant iguo Régimen (el absolut ismo y las dict aduras se basan en la ignorancia del pueblo para
dominarlo). En su redacción colaboraron ot ros pensadores ilust rados como Mont esquieu,
Rousseau y Volt aire. Por lo demás, exist en lados oscuros en la Ilust ración enciclopedist a
francesa: de una part e aquello que se refiere a ciert os aspect os plagiarios en la realización de la
Enciclopedia como proyect o int elect ual y las circunst ancias confusas que la rodearon; de ot ra el
ext remado y grat uit o proceso sanguinario a que innecesariament e condujo, razón est a que llevó a
Friedrich Schiller a rechazar la cart a de ciudadano de París y elaborar una t eoría de la revolución
sin violencia.[20] ​

Los líderes int elect uales del movimient o enciclopedist a se consideraban a sí mismos la élit e de
la sociedad, cuyo principal propósit o era liderar al mundo hacia el progreso, sacándolo del largo
periodo de t radiciones, superst ición, irracionalidad y t iranía-despot ismo (periodo que ellos creían
iniciado durant e la llamada Edad Oscura). Est e movimient o t rajo consigo el marco int elect ual en el
que se produciría la Guerra de Independencia de los Est ados Unidos y la Revolución francesa, así
como el auge del capit alismo y el nacimient o del socialismo. Frent e a la dominant e música del
barroco europea, las art es en Francia responderán al movimient o Neoclásico y Rococó.
Kant en su madurez.

Ot ro dest acado movimient o filosófico del siglo xviii, ínt imament e relacionado con la Ilust ración,
se caract erizaba por cent rar su int erés en la fe y la piedad. Sus part idarios t rat aban de usar el
racionalismo como vía para demost rar la exist encia de un ser supremo. En est e periodo, la fe y la
piedad eran part e int egral en la exploración de la filosofía nat ural y la ét ica, además de las t eorías
polít icas del moment o. Sin embargo, prominent es filósofos ilust rados como Volt aire y Jean-
Jacques Rousseau cuest ionaron y crit icaron la misma exist encia de inst it uciones como la Iglesia
y el Est ado.

El siglo xviii vio t ambién el cont inuo auge de las ideas empíricas en la filosofía, ideas que eran
aplicadas a la polít ica económica, al gobierno y a ciencias como la física, la química y la biología.

En la hist oria nada es casual, un hecho es la consecuencia inevit able de ot ros que lo precedieron.
La Revolución francesa, si bien t uvo ot ras causas, no hubiera sido posible sin la presencia del
iluminismo que, poniendo luz sobre el oscurant ismo de la Edad Media se alejó de los dogmas
religiosos para explicar el mundo y sus acont ecimient os, para hacerlos a la luz de la razón.

El iluminismo t ampoco hubiera exist ido de no haberlo precedido un debilit amient o del poder de la
Iglesia a causa de la reforma prot est ant e, que dividió al mundo crist iano; y del humanismo,
movimient o filosófico que cent ró en el hombre el objet o de las preocupaciones t errenales,
quit ando a la religión ese privilegio y desechando el t eocent rismo.

Contexto social, difusión y pensamiento

«-¿Debéis tener, le dijo Cándido al turco, una extensa y magnífica tierra?

-Solo tengo veinte arpendes, contestó el turco; los cultivo con mis hijos; el trabajo aleja de nosotros
tres grandes males, el aburrimiento, el vicio y la necesidad.

-También sé, dijo Cándido, que tenemos que cultivar nuestro jardín.»
— Voltaire, Cándido
Cesare Beccaria, padre de la teoría penal clásica (1738-1794).

Ya se ha dicho que, socialment e, la Ilust ración se halla inscrit a en el ámbit o de la burguesía


ascendent e, pero sus animadores no fueron ni t odas las capas burguesas, ni solament e est as.
Por un lado, t uvo sus adversarios en det erminados sect ores de la alt a burguesía comercial
(como, por ejemplo, el dedicado al t ráfico negrero), y, por ot ra part e, ciert os element os del bajo
clero o de la nobleza cort esana (caso del conde de Aranda en España, o de los Argenson en
Francia), e incluso el propio aparat o est at al de despot ismo ilust rado (Federico II, Cat alina II, José
II), la apoyaron, aunque, en est e últ imo caso, en sus manifest aciones más t ímidas y, muchas
veces, como simple arma de polít ica int ernacional.

Los medios de que se valió el movimient o para su difusión fueron múlt iples (ent re ot ros, las
sociedades secret as, como la masonería), pero, en primer lugar, hay que señalar las sociedades
de pensamient o, específicas de la época, como los Amigos del país en España, o conocidas ya
ant es, pero pot enciadas ahora, como las academias y los salones (est os en muchas ocasiones,
regidos por «femmes de let t res», como el influyent e salón de los que Napoleón llamó
«ideólogos» o Sociedad de Aut euil). Ot ros vehículos de enorme import ancia fueron la prensa
periódica y la int ernacionalización de las ediciones. Por ot ra part e, la independencia económica
del profesional de las let ras, ant es sujet o al mecenazgo, dio mayor aut onomía a su pensamient o.

Aunque exist ieron diversas t endencias ent re los ilust rados (que, a veces, dieron lugar a largas
polémicas ent re ellos —por ejemplo, en t orno a problemas de la propiedad, que enfrent ó a
fisiócrat as y ut ópicos— y a enemist ades duraderas, como la de Diderot -Rousseau), reconocieron
t ambién una línea maest ra común, que los hizo solidarios en su lucha. Su arma es la razón,
desprovist a de cont enido preest ablecido y convert ida en un seguro inst rument o de búsqueda,
cuyo poder no consist e en poseer, sino en adquirir (libido sciendi). Con ella luchan cont ra la
superst ición las formas religiosas t radicionales y reveladas (llegando al deísmo o al at eísmo), al
argument o de aut oridad y las est ruct uras polít icas y sociales anquilosadas, int ent ando eliminar
cualquier element o de mist erio, ext rañeza o milagro; es, por lo t ant o, una ideología
ant ropocént rica –Pope diría que «el est udio propio del género humano es el hombre»–, llena de
un opt imismo act ivo frent e al fut uro, porque cree en el progreso conseguido a t ravés de la razón,
en la posibilidad de inst aurar la felicidad en la Tierra y de mejorar a los hombres, de por sí buenos
(Rousseau). En est e sent ido es un movimient o ent usiast a, basado no en un frío racionalismo, sino
convencido de que la sensibilidad, como apt it ud para la emoción, es una pot enciadora de la razón,
si viene guiada por la experiencia: «a medida que el espírit u adquiere más luces, el corazón
adquiere más sensibilidad», se lee en L'Encyclopédie (art ículo “foible”). Al mismo t iempo, la
Ilust ración, forma de pensamient o de una economía de int ercambio basada en el cont rat o
comercial, t iene como rasgos dist int ivos el individualismo, el igualit arismo formal, el universalismo
iusnat uralist a, la t olerancia y el post ulado de la libert ad.

Características

David Hume, retrato de Allan Ramsay (1766).


Voltaire, a la izquierda, en la corte de Federico II de Prusia. Fue este último quien pronunció la famosa frase «Todo para el
pueblo, pero sin el pueblo», cita que resume el despotismo ilustrado.

En la segunda mit ad del siglo xviii, pese a que más del 70 % de los europeos eran analfabet os, la
int elect ualidad y los grupos sociales más relevant es descubrieron el papel que podría
desempeñar la razón, ínt imament e unida a las leyes sencillas y nat urales, en la t ransformación y
mejora de t odos los aspect os de la vida humana.

Para ent ender correct ament e el fenómeno de la Ilust ración hay que recurrir a sus fuent es de
inspiración fundament ales: la filosofía de Descart es -basada en la duda met ódica para admit ir
solo las verdades claras y evident es- y la revolución cient ífica de Isaac Newt on, apoyada en unas
sencillas leyes generales de t ipo físico. Los ilust rados pensaban que est as leyes podían ser
descubiert as por el mét odo cart esiano y aplicadas universalment e al gobierno y a las sociedades
humanas. Por ello la élit e de est a época sent ía enormes deseos de aprender y de enseñar lo
aprendido, siendo fundament al la labor desarrollada por Diderot y D'Alembert cuando publicaron
la Encyclopédie raisonée des Sciences et des Arts ent re 1751 y 1765, inspirada por los principios
laicos y mat erialist as de la burguesía francesa y complet ada en 1764 con el crít ico Dictionnaire
philosophique, de Volt aire. La obra Ensayo de John Locke [21] ​es uno de los precursores.

Como caract eríst ica común hay que señalar una ext raordinaria fe en el progreso y en las
posibilidades de los varones y mujeres para dominar y t ransformar el mundo. Los ilust rados
exalt aron la capacidad de la razón laica para descubrir las leyes nat urales y la t omaron como guía
en sus análisis e invest igaciones cient íficas. Defendían la posesión de una serie de derechos
nat urales inviolables, así como el reformismo frent e al abuso de poder del absolut ismo y la
rigidez de la sociedad est ament al del Ant iguo Régimen; fue precisament e el fracaso de est e
reformismo el que convirt ió a la Ilust ración en Liberalismo al est allar la Revolución francesa.
Crit icó la int olerancia en mat eria de religión, las formas religiosas t radicionales y al Dios
cast igador de la Biblia, y rechazó t oda creencia que no est uviera fundament ada en una
concepción nat uralist a de la religión. Est os plant eamient os, relacionados ínt imament e con las
aspiraciones y valores laicos y mat erialist as de la burguesía ascendent e, penet raron en ot ras
capas sociales pot enciando un ánimo crít ico hacia el sist ema económico, social y polít ico
est ablecido por los est ament os nobiliario y clerical que culminó en la Revolución francesa.

Antropocentrismo: Hay un nuevo Renacimient o en que t odo gira en t orno al ser humano y en
part icular en t orno a su razón mat erial y sensible de forma aún más pronunciada que en el
siglo xvi, aunque el papel que ent onces represent ó It alia lo desempeña est a vez Francia. La fe se
t raslada de Dios al hombre: hay confianza y opt imismo en lo que est e puede hacer, y se piensa en
que el progreso (surge en est e siglo la palabra) humano es cont inuo e indefinido, (Condorcet
escribe su Cuadro de los progresos del espíritu humano) y los aut ores modernos son mejores que
los ant iguos y los pueden perfeccionar. Se formuló la filosofía del opt imismo (Leibniz) frent e al
pesimismo caract eríst ico de la Edad Media y el Barroco. La sociedad se seculariza y la noción de
Dios y la religión empieza a perder, ya definit ivament e (como había empezado a mediados del
XVII con la Paz de West falia), la import ancia que en t odos los órdenes había t enido hast a ahora;
se desarrolla una cult ura exclusivament e laica e incluso ant irreligiosa y ant iclerical. Empiezan a
formularse las expresiones más t olerant es de espirit ualidad: nihilismo libert ario (Casanova, Pierre
Choderlos de Laclos), Masonería, deísmo (Volt aire), agnost icismo; incluso se formulan ya
clarament e las propuest as del at eísmo (Pierre Bayle, Baruch Spinoza, Paul Henri Diet rich) y el
libert inismo, expuest o por algunos personajes de novelas escandalosas de la época (Marqués de
Sade, et c.). La at ención a los aspect os más oscuros del hombre const it uye lo que se ha venido a
llamar "la cara oscura del siglo de las luces".

Racionalismo: Todo se reduce a la razón y la experiencia sensible, y lo que ella no admit e no


puede ser creído. Durant e la Revolución francesa, incluso se rindió cult o a la «diosa Razón», que
se asocia con la luz y el progreso del espírit u humano (Condorcet ). Las pasiones y sent imient os
son un mal en sí mismos. Todo lo desprovist o de armonía, t odo lo desequilibrado y asimét rico,
t odo lo desproporcionado y exagerado se considera monst ruoso en est ét ica.

Hipercriticismo y su subsecuent e reformismo: Los ilust rados no asumen sin crít ica la t radición
del pasado: con la Enciclopedia se replant ean t odo el conocimient o ant erior filt rándolo a la luz de
la razón y desdeñan cuant o no se somet e a los principios laicos y mat erialist as que est a impone.
Por ello desdeñan t oda superst ición y superchería (los "errores comunes" de Benit o Jerónimo
Feijoo), incluyendo a menudo la religión. Los consideran signos de oscurant ismo y de una sociedad
periclit ada: es preciso depurar el pasado de t odo lo que es oscuro y poco racional para const ruir
una sociedad mejor y más pura. Se usa la lit erat ura (el t eat ro, la fábula, la sát ira) para corregir los
defect os de la sociedad y mejorarla (castigat ridendo mores, "corrige riendo las cost umbres",
escribe Horacio): se educa, no se ent ret iene sino para conseguir lo primero. La t ragedia expone
los funest os result ados de la pasión o sent imient o fuera de cont rol; la comedia ridiculiza los
defect os morales del ser humano; la fábula suminist ra ejemplos de conduct as út iles y prudent es
y ant iejemplos opuest os. La hist oria se empieza a document ar con rigor; las ciencias se vuelven
exclusivament e empíricas y experiment ales; la sociedad misma y sus formas de gobierno
comienzan a ser somet idas a la crít ica social, lo que culmina en las revoluciones al fin del periodo.
Hay un enorme deseo de ut opía polít ica, que Jean-Jacques Rousseau formula con su concept o
de volunt ad general para inspirar gobiernos más just os; igualment e, Mont esquieu exige una
just icia mejor preconizando el principio de separación de poderes; la revolución americana declara
buscar la felicidad aquí en la t ierra y proclama el derecho democrát ico a elegir los gobernant es
frent e al modelo monárquico. Empieza a hablarse de const it uciones. Se crean sociedades para
mejorar t odas las disciplinas (academias cient íficas como la Royal Societ y, bibliot ecas públicas,
museos, Sociedades económicas de amigos del país...), las ciencias (Isaac Newt on, Leibniz,
Georges Louis Leclerc, Linneo, Lavoisier, Euler, Franklin), la medicina (vacuna, primeros int ent os de
higienización), la t ecnología (máquina de vapor, pila volt aica, reinvención de la porcelana,
lanzadera volant e, lámpara de gas, cronómet ro, t ermómet ro, sext ant e), la economía (Adam
Smit h) avanzan not ablement e gracias a est a preocupación, por lo que hay un gran crecimient o
demográfico.
Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu.

Pragmatismo: Solo lo út il merece hacerse; se desarrolla la filosofía del Ut ilit arismo preconizada
por Jeremías Bent ham, que halla un principio ét ico general en la felicidad enunciada por Epicuro,
bajo la fórmula de «la mayor felicidad para el mayor número de gent e». Las lit erat uras y las art es
en general han de t ener un fin út il, que puede ser didáct ico (enseñanza), moral (depurar de las
insanas pasiones) o social (sát ira de las malas cost umbres, para corregirlas). De ahí que ent ren en
crisis géneros como la novela o que se cult iven las novelas de aprendizaje y que se pongan de
moda las fábulas, las enciclopedias, los ensayos, las sát iras, los informes y en general los géneros
ensayíst icos. El t eat ro pret ende corregir las cost umbres con la comedia y limpiar de pasiones el
alma con la t ragedia. Es est a la Poét ica finalist a del Neoclasicismo francés, comúnment e
rechazada por el Empirismo inglés y la Ilust ración alemana.

Imitación: La mímesis se hace relat iva a la mathesis cart esiana. La originalidad se considera un
defect o en el rest rict ivo neoclasicismo francés, que no supo asumir a Shakespeare, y se est ima
que se pueden lograr obras maest ras «con recet a», imit ando lo mejor de los aut ores
grecorromanos (clasicismo o neoclasicismo), que se const it uyen en modelos para la arquit ect ura,
la escult ura, la pint ura y la lit erat ura. El academicismo impera en el t erreno art íst ico y sofoca
t oda creat ividad en Francia y t oda cult ura sujet a a su influencia El buen gusto es el crit erio
principal y se excluye lo imperfect o, lo feo, lo decadent e, lo superst icioso y oscuro, la violencia,
la noche, las pasiones desat adas y la muert e. El t eat ro debe somet erse a las reglas de las t res
unidades, no ya est at uidas por Arist ót eles sino un t ant o burdament e simplificadas: unidad de
acción, lugar y t iempo; es más, los franceses añaden la unidad de est ilo. Inglat erra mediant e la
est ét ica empirist a y, en especial, Alemania, es decir, los pivot es represent ados
paradigmát icament e por Lessing y Kant , definirán una posición evolucionada, que rechazará
front alment e t odo t eat ro francés, y la propuest a de la originalidad del genio.[22] ​

Idealismo: El buen gust o exige rechazar lo vulgar: no se cuent a con los crit erios est ét icos del
pueblo y la realidad que ofrece la lit erat ura es mejor de lo que la realidad es, es est ilizada,
neoclásica. El lenguaje no admit e groserías ni insult os, y busca el purismo, aunque con frecuencia
se cont agia de galicismos; no se present an crímenes ni crít icas a un poder que es inmut able (no
se t rat a, por ejemplo, el t ema del t iranicidio en el t eat ro, ni aparecen mezcladas las clases
populares con las elevadas por decoro, ni t emas de mal gust o como el suicidio (que solo
aparecerá en el Romant icismo con el Werther de Goet he), y t odo es amable y elevado. Se
excluye lo t emporal y lo hist órico, cualquier forma de cambio "desde abajo" de la cosmovisión
ilust rada.

Universalismo: El molde generalizador y objet ivizador de la razón conduce a los ilust rados a
asumir una t radición cult ural cosmopolit a, a asumir la relat ividad cult ural (Cartas persas de
Mont esquieu, crít icas a la diversidad de las religiones de Volt aire, gust o por el exot ismo de los
libros de viajes) y funden t odo t ipo de t radiciones en la horma grecorromana que les sirve de
fuent e principal. Sient en int erés por lo exót ico, pero no lo asumen, porque buscan en él lo
específicament e humano y universal. Y como la t radición lit eraria más universal es la clásica y el
academicismo francés la ha incorporado, t odo lo francés se pone de moda y poseer la lengua
francesa se t ransforma en un signo de dist inción: el art e y la cult ura francesa influye en Alemania,
España y Rusia y sus lenguas se llenan de galicismos. Se habla de "las Grecias, las Romas y las
Francias" porque no exist e (aún) el subjet ivo nacionalismo románt ico ni la t eoría de los caract eres
nacionales y se siguen los géneros puros e int emporales del clasicismo grecolat ino: la fábula, la
t ragedia, la comedia, la oda, la elegía, la égloga o past oral, la sát ira, el poema didáct ico o moral y
se arrinconan géneros propios de ot ras cult uras barrocas como la t ragicomedia lopesca o el
drama isabelino, o de aire medieval como la comedia de sant os o el aut o sacrament al, modelos
desviados y apart ados del clasicismo universal. Es más, el universalismo ilust rado empieza a
elaborar ut opías de gobierno colect ivo cuyo choque con la realidad desencadenará la Revolución
francesa. Por ot ra part e, la Ilust ración inglesa, empirist a, y la Ilust ración alemana, de t endencia
idealist a, promoverán una filosofía y un art e, sobre t odo est a últ ima, de mucho mayor calado que
el formado por el neoclasicismo francés. De raíz española, si bien en gran medida t ranst errada a
It alia por la expulsión jesuit a de 1767, fue la import ant e y t ardía Ilust ración española o hispánica,
universalist a y comparat ist a encabezada por Juan Andrés, el lingüist a Lorenzo Hervás, el
musicólogo Ant onio Eximeno y los grandes bot ánicos y los filipinist as y americanist as.
La filosofía ilustrada

Immanuel Kant.

La Ilust ración se nut rirá filosóficament e de varios movimient os y corrient es del pensamient o,
empezando por el moderno del siglo xvii. Ent re ellos, cabe dest acar el Ant ropocent rismo, el
Racionalismo (René Descart es, Blaise Pascal, Nicolas Malebranche, Baruch Spinoza, Got t fried
Wilhelm Leibniz), el Empirismo (Francis Bacon, John Locke y David Hume), el Mat erialismo (La
Met t rie, D'Holbach), el Hipercrit icismo, el Pragmat ismo, el Idealismo (George Berkeley e
Immanuel Kant ) y el Universalismo. En los campos de la filosofía, met afísica, geomet ría,
ast ronomía, ast rofísica, geografía, lógica, ét ica, derecho, est ét ica, deont ología, religión, ciencia,
polít ica cabe dest acar la obra de Immanuel Kant , que sigue t eniendo sobrada vigencia, en esos
t emas, hoy en día.

Todo el movimient o filosófico t iene su expresión en el rest o de los órdenes de la vida social
nacional y europea.

La política en la Ilustración
«La guerra es el arte de destruir hombres, la política es el arte de engañarlos», frase atribuida a Jean Le Rond d'Alembert
(1717-1783). Científico y pensador francés de la Ilustración, promotor de la Enciclopedia junto con Diderot.

Al igual que otros filósofos de la Ilustración, Jean-Jacques Rousseau fue crítico con el comercio atlántico de esclavos.[23] ​

En polít ica surge el despot ismo ilust rado que llevará pront o, aun a su pesar, a la t eoría de la
separación de poderes. Se subordina el poder religioso al civil (secularización) y dent ro del
religioso aparecen las primeras señales de independencia de las iglesias nacionales respect o al
absolut ismo del papa (regalismo) y aparece el concept o de cont rat o social que se hará fuert e
con Rousseau y el socialismo ut ópico.

Para los ilust rados, el dest ino del hombre es la epicúrea felicidad, y la propia Const it ución de los
Est ados Unidos acogerá est e propósit o como uno de los derechos de los ciudadanos. Hacia el
final del siglo el liberalismo, con la Revolución francesa a part ir de 1789 aunque iniciado en Gran
Bret aña de forma menos t raumát ica con las ideas de John Locke, Adam Smit h, Thomas Paine,
Jeremy Bent ham y John St uart Mill, expande las conquist as sociales de la Ilust ración por Europa
y Nort eamérica, dándose fin al Ant iguo Régimen.

Acaba progresivament e la sociedad est ament al que se viene arrast rando desde el feudalismo y
emerge una nueva clase social, la burguesía, que adquiere conciencia de su poder económico y su
impot encia polít ica, de forma que conquist ará el gobierno de su dest ino a lo largo del siglo
siguient e a t ravés de diversas revoluciones (1820, 1830, 1848) en que va ampliando su presencia
en los órganos polít icos del est ado relegando a la arist ocracia a un papel subalt erno.

En el ámbit o de la jurisprudencia, Cesare Beccaria (1738-1794) publicó en Livorno en 1764 Dei


delitti e delle pene,[24] ​obra que sient a las bases de la moderna ciencia criminal. Beccaria
est ablece la gravedad de los delit os y la proporción de las penas a part ir de los principios de la
filosofía ilust rada francesa y la t eoría cont ract ualist a y ut ilit arist a (J. Locke). El jurist a it aliano
ent iende el delit o como violación del orden social y la pena como una defensa del mismo. En Dei
delitti e delle pene plant ea t ambién una dura crít ica a los mét odos judiciarios de la época (como la
t ort ura o la pena de muert e, “ni út il ni necesaria”). Algunos legisladores europeos asimilaron la
lección de Beccaria: Cat alina II de Rusia, por ejemplo, promovió una reforma del código penal
inspirada en la obra del filósofo it aliano.[25] ​

La religión en la Ilustración
Véase también: Ateísmo en la Ilustración

Al replant earse de un modo hipercrít ico t odo el conocimient o ant erior, la ilust ración mira de una
nueva manera la religión e int ent a quit arle cualquier rest o de superst ición. La Hist oria de la Iglesia
se examina de un modo más crít ico, por ejemplo: el padre Enrique Flórez desmont a así numerosas
devociones, t radiciones y creencias falsas y legendarias en su España sagrada, y el benedict ino
Benit o Jerónimo Feijoo hace algo muy parecido con lo que llama "errores comunes" con su Teatro
crítico universal. La predicación pedant e cuyo propósit o direct o no es edificar y corregir al
creyent e es sat irizada así sin piedad por el jesuit a español José Francisco de Isla en su novela
sat írica Fray Gerundio de Campazas.
Bajo la luz de la razón los seglares realizan t ambién las primeras formulaciones del deísmo
(Volt aire, Volney, Rousseau) y el at eísmo (Diderot , Holbach, La Met t rie) y se esboza por primera
vez un ciert o comparat ismo en la hist oria de las religiones (véase religión comparada), que
aparece, por ejemplo, en el relat ivismo de Volt aire. El libert inismo (que no cree en los milagros) y
el librepensamient o se ext ienden. Pero lo fundament al es un laicismo que se va inst alando con
fuerza cada vez mayor en los gobiernos de Europa como una consecuencia nat ural del Trat ado
de West falia (1648), que consagró el fin del cesaropapismo; los mismos monarcas cat ólicos
empiezan a ver los beneficios económicos que report an el regalismo y las desamort izaciones
para el est ado: se discut e el excesivo papel que t enían las órdenes religiosas en las
universidades y su monopolio en la educación general, que hacía encauzasen los mejores t alent os
hacia la carrera eclesiást ica en vez de a las ciencias práct icas.

En 1759 el marqués de Pombal, minist ro del rey port ugués José I de Port ugal, expulsó a los
jesuit as, últ imos defensores del cesaropapismo, en lo que le siguieron la mayoría de los países
europeos (Francia, 1762; España, 1767; Parma, 1768; el propio papa disuelve la Compañía en
1773). El emperador cat ólico de Aust ria José II cerró los claust ros y los convent os para evit ar el
desperdicio de vidas que a su juicio represent aba la clausura... abriendo así además la vía para la
secularización y desamort ización general de sus bienes. Carlos III produjo una expulsión que, en
razón de sus t errit orios, abarcaba no solo España sino t oda la América hispánica y Filipinas. Si ha
sido discut ida la gran t ranscendencia del perjuicio int elect ual y académico de est a expulsión, lo
ciert o en cualquier caso es que est os jesuit as hispánicos cont ribuyeron decisivament e a una
madura Ilust ración crist iana desplegada desde It alia, lugar de acogida de los miembros de est a
orden española.

En los países prot est ant es, el piet ismo de August Hermann Francke y Nicolaus Ludwig von
Zinzendorf, que propugnaba una religiosidad purament e espirit ual y personal, se enfrent ó
igualment e a la ort odoxia clerical est ablecida más mundana. La religión se empieza a cont emplar
a t ravés de crit erios cient íficos y laicist as como si se est udiara a la nat uraleza misma y desde un
punt o de vist a ut ilit arist a que abandona las viejas y superst iciosas concepciones. Para la mayoría
de los filósofos, la ilust ración incluía un rechazo del crist ianismo t radicional. Y la aparición de
est as t endencias laicas culminó con la Revolución francesa. Inversament e, un espírit u universal
como el de Leibniz da un gran apoyo a la creencia en Dios con su Théodicée (1710).

En un siglo caract erizado por la soberanía de la razón, el Ensayo sobre el entendimiento humano
(1690) de John Locke reclamaba pruebas de los dogmas religiosos y ent abló un combat e general
cont ra el dogmat ismo. En Inglat erra, el repudio de la t radición religiosa acrít ica había derivado
rápidament e hacia el deísmo, que ya solo reconocía a Dios, a la virt ud y a la inmort alidad como los
t res fundament os de una religión nat ural universal; la obra del primer deíst a John Toland
Christianity not Misterious (1696) había señalado el punt o de part ida de est e movimient o que, en
el siglo xviii, cont ó a Got t hold Ephraim Lessing, a Volt aire y a Volney como a sus principales
adept os.

Pero la t endencia int elect ual más radical en el "est udio" de la religión fue el mat erialismo francés
del siglo xviii. En 1745 un médico, Julien Offray de La Met t rie, publica su Histoire naturelle de
l'âme ("Hist oria nat ural del alma"), en la que llega a la conclusión de que est a es mat erial. Aunque
la obra fue quemada por mano del verdugo a causa del mandat o del Parlament o del París, el
aut or desarrolló su t eoría y publicó en 1747 su libro principal, L'Homme Machine, en que define al
hombre como una máquina y defiende ost ensiblement e un mat erialismo at eo. Federico el Grande
lo llamó a su Academia de Berlín, donde el filósofo acudió de buen grado, ya que era perseguido
en Francia por sus concepciones polít icas, reput adas de peligrosas. Su seguidor, el barón de
Holbach, expuso las t eorías del mat erialismo francés en su Système de la Nature (1770)
mezclándolos con los rest ant es element os de la doct rina empírica, el Sensualismo de Condillac,
el Det erminismo at eo de Denis Diderot y la moral del egoísmo preconizada por Helvet ius,
llegando a la conclusión de que, en realidad, nada exist e fuera de la mat eria et erna de la que
provienen t odos los movimient os de los cuerpos y que, por consiguient e, la concepción de Dios
es inút il y la religión es una invención de los curas para aprovecharse ellos únicament e de la moral,
por lo que solo puede perjudicar al bienest ar del pueblo. Sus ideas, divulgadas por el grupo que
Jean-Jacques Rousseau llamó coterie holbachique, empezaron a calar seriament e ent re los
pensadores libres y ya el propio Rousseau había defendido una religiosidad nat ural en su
"Profesión de fe del vicario saboyano", dent ro de su Emilio. "Por vez primera se produce un
rechazo firme de t oda religión revelada en nombre del mat erialismo puro y una nueva visión del
mundo se enfrent a a la concepción t eológica que hast a ent onces había sido válida"[26] ​Algunos
philosophes incluso, como Charles-François Dupuis, reducen la idea de Jesucrist o a la de un mit o
solar.

Por ot ra part e, sociedades secret as como la Francmasonería, los Rosacruz y los Iluminat i
ident ificaban a Dios como un laico arquit ect o racional del universo y condenaban la religión como
una superst ición vulgar; lo import ant e para ellos era const ruir el t emplo de la humanidad sobre las
bases de la caridad act iva y la ét ica como cat egorías superiores a t oda religión. La primera gran
logia masónica se fundó en Londres en 1717 y en 1723 James Anderson escribió sus
Constituciones o estatutos. La masonería se propagará por t odo el mundo y, por ejemplo, t endrá
una gran import ancia en la secesión y const it ución de la primera república presidencial del
siglo xviii: los Est ados Unidos, que no reconoce ninguna religión como oficial. Incluso algunos
eclesiást icos y monarcas fueron masones, como Federico el Grande, e int elect uales como
Wieland, Goet he y Lessing, ent re muchos ot ros, fueron masones.

Se difunde una concepción más espirit ual, personal y sobre t odo t olerant e de la iglesia. La
religión se conviert e en un compromiso personal con Dios que abandona las imposiciones
dogmát icas e inst it ucionales de las iglesias, que, según los ilust rados, ocupan el lugar verdadero
de Dios. La Ilust ración se caract erizaba por la pluralidad y la t olerancia. La t olerancia es el
principio que exponen Volt aire y Lessing en sus obras. Volt aire escribirá que "en un país donde hay
una sola religión, no se puede vivir; en donde hay dos, hay guerra civil; pero en Inglat erra, donde
hay t reint a, exist e paz". Y Lessing, en su drama Natán el Sabio (1779), proclamó el evangelio del
amor t olerant e en su forma más pura y en su Erziehung des Menschengeschlechtes ("Educación
del género humano", 1780) t rat a además de resolver la cont radicción ent re la revelación y la
razón, explicando que la ét ica es la últ ima met a de t odas las religiones. Convivirán ort odoxos,
cat ólicos y prot est ant es; deíst as y part idarios de la llamada religión nat ural que llama a Dios "Ser
supremo" y al que incluso consagró un ara o alt ar en Nôt re Dame durant e la Revolución francesa.
Pero t ambién había at eos y nihilist as o libert inos (el marqués de Sade, Choderlos de Laclos,
Rest if de la Bret onne), t ambién llamados pirrónicos o llanament e descreídos.

La Iglesia est aba somet ida al Est ado absolut o, lo cual generó conflict os en los países cat ólicos,
ya que dependían a su vez de las decisiones del pont ífice en Roma.

Las Artes y las Ciencias en la Ilustración

Si la Ilust ración francesa permanece consust ancial al Neoclasicismo, según ant es quedó referido,
la inglesa y el Empirismo se const it uyen en import ant e esfera prerrománt ica y preidealist a en los
más diferent es campos del saber, al margen de las ciencias experiment ales y la sociales que
ent onces se at isban. La Ilust ración alemana será, en las art es, fundament o de la inmediat a
Romantik, t ras el Sturm und Drang.

En física, ópt ica y mat emát icas, los avances son decisivos gracias a las cont ribuciones de sir
Isaac Newt on y ot ros est udiosos. Igualment e en bot ánica. Surge la economía polít ica como
ciencia moderna gracias a las aport aciones de los fisiócrat as y sobre t odo del liberalismo de
Adam Smit h y su monument al obra La riqueza de las naciones. Para la visión del mundo es
import ant e que la geografía t erminase de cart ografiar t odo el globo, a excepción de los círculos
polares y algunas regiones de África.
La Enciclopedia significó una rupt ura del concept o hist órico en favor de una visión
esquemat izada. Sin embargo, por ot ra part e, la hist oriografía moderna y su fundament ación
epist emológica fue una de las grandes realizaciones ilust radas, t ant o desde el punt o de vist a del
t rat amient o del objet o como del mét odo, lo cual pret endió oscurecer el romant icismo.[27] ​

Juan Andrés (1740-1817).

En It alia el reformismo ilust rado se ent recruzó con la gran t radición humanist a de mat riz
renacent ist a: los result ados de más relieve se enmarcan en los ámbit os de la t eoría polít ica y
jurídica (el ant es referido Cesare Beccaria, los hermanos Alessandro y Piet ro Verri, Ant onio
Genovesi, Gaet ano Filangieri o Francesco Mario Pagano) y la hist oriografía,[28] ​t ant o civil
(Ludovico Ant onio Murat ori, en cuant o precursor) como lit eraria (Girolamo Tiraboschi). La Storia
della letteratura italiana de Tiraboschi, obra paradigmát ica de la erudición dieciochesca it aliana, es
el primer gran ejemplo de hist oria lit eraria nacional en Europa.

La Ilust ración universalist a española, import ant e para la geografía y las exploraciones desde
t iempos ant eriores a sus precursores más inmedit os Pedro Murillo Velarde y Jorge Juan,
culminará la creación de la Comparat íst ica moderna, t ant o desde el punt o de vist a de la
hist oriografía universal de las let ras y las ciencias (Origen, progresos y estado actual de toda la
literatura) por Juan Andrés, como de la lingüíst ica (Catálogo de las lenguas de las naciones
conocidas) por Lorenzo Hervás,[29] ​que cont ó con una gran red int ercont inent al de
colaboradores, y la musicología universal por Ant onio Eximeno. Las import ant es obras de la
Ilust ración universalist a española se publican originalment e en It alia y en lengua it aliana. Por ot ra
part e, la Escuela española, ya inicialment e int eresada por la física y la met eorología,
especialment e a part ir de las obras de Andrés, originó una t radición de est udios met eorológicos,
t ambién sísmicos, fundament al que alcanzaría post eriorment e sus grandes maest ros y
descubridores en las figuras de Benet Viñes y Federico Faura, creadores de los observat orios de
La Habana y Manila.[30] ​

Véase también

At eísmo en la Ilust ración Ilust ración polít ica en It alia

Deísmo Neoclasicismo

Encyclopédie Racionalismo

Est ado laico Sapere aude

Filant ropía Siglo XVIII

La Ilust ración en España República de las Let ras

[[Escuela Universalist a Española del


siglo xviii]]

Referencias

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2. Fazio, Mariano (1 de marzo de 2002). Historia de la filosofía III: Filosofía moderna (https://bo
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3. «Influencia filosófica en la insurgencia de 1810 , Jesús Pérez Uruñuela» (http://www.fondode


culturaeconomica.com/Editorial/Prensa/Detalle.aspx?seccion=Detalle&id_desplegado=416
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4. Cf. P. Aullón de Haro, La Escuela Universalista Española del siglo XVIII, Madrid, Sequitur,
2016; A. García Martín, La Ilustración Hispánica, Madrid, AECID, 2018.

5. Sesboüé, Bernard; Theobald, Christoph (1997). Historia de los dogmas (https://books.google.


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23 de febrero de 2018.

6. «Ideal ilustrado» (https://gizapedia.hirusta.io/wp-admin/post.php?


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7. Outram, Dorinda (2006). Panorama of the Enlightenment (https://archive.org/details/panoram


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8. Zafirovski, Milan (2010). The Enlightenment and Its Effects on Modern Society. p. 144.
ISBN 978-1-4419-7387-0.

9. U. Im Hof, La Europa de la Ilustración, Barcelona, Crítica, 1993, cap I.

10. Cf. Cf. F. Sánchez-Blanco Parody, Europa y el pensamiento español del siglo XVIII, Madrid,
editorial Alianza, 1991.

11. Ocampo Suárez-Valdés, Joaquín. «Los catalanes en España y la Economía política de la


Ilustración : ¿«Conquista pacífica» o Españas vencidas?» (https://www.cervantesvirtual.com/
obra/los-catalanes-en-espana-y-la-economia-politica-de-la-ilustracion--conquista-pacifica-o-es
panas-vencidas/) . www.cervantesvirtual.com. Consultado el 12 de mayo de 2022. «Revista
de historia moderna nº 29, 2011, pp.185-204. ISSN 0212-5862».

12. J.A. Maravall, Estudios de la historia del pensamiento español (siglo XVIII), Madrid,
Mondadori, 1991.

13. Cf. F. Sánchez-Blanco Parody, Europa y el pensamiento español del siglo XVIII, ob. cit.

14. Cf. P. Aullón de Haro, Los géneros ensayísticos en el siglo XVIII, Madrid, Taurus, 1987.
15. Cf. P. Aullón de Haro, La Escuela Universalista Española del siglo XVIII, ob. cit.

16. Cf. D. Soto Arango, La Ilustración en América Colonial. Bibliografía crítica, Madrid, CSIC, 1995.

17. Cf. Araceli García Martín (ed.), La Ilustración Hispánica, ob. cit.

18. Cf. S. Vargas Alquicira, La singularidad novohispana en los jesuitas del siglo XVIII, México,
UNAM, 1989.

19. Cf. E. Cassirer (1932), La Filosofía de la Ilustración, México, FCE, 1972, 3ª ed.

20. En Cartas sobre la educación estética del hombre (1795).

21. Crossman, Richard Howard (1 de enero de 2014). Biografía del Estado moderno (https://book
s.google.es/books?id=By53BgAAQBAJ&pg=PT52&dq=Ilustraci%C3%B3n++comenz%C3%B3
+en+Inglaterra+con+John+Locke&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwj5odHDz7zZAhWmmeAKHS0B
CqQQ6AEIKzAB#v=onepage&q=Ilustraci%C3%B3n%20%20comenz%C3%B3%20en%20Inglate
rra%20con%20John%20Locke&f=false) . Fondo de Cultura Económica.
ISBN 9786071621405. Consultado el 23 de febrero de 2018.

22. Cf. E. Cassirer (1932), La Filosofía de la Ilustración, ob. cit.

23. «Abolitionism - The Abolition of The Slave Trade» (http://abolition.nypl.org/print/abolition/) .


Abolitionism (en inglés). Consultado el 4 de mayo de 2016.

24. La obra de Beccaria fue traducida al español pocos años después de su publicación: Tratado
de los delitos y de las penas, trad. de D. Juan Antonio de las Casas, Madrid, por Joaquín
Ibarra, 1774. Existen numerosas ediciones modernas: la más reciente es la preparada por
Juan Antonio Delval sobre la versión de J. A. de las Casas, edición que incluye también el
comentario escrito por Voltaire (De los delitos y de las penas, Madrid, Alianza, 2014, 3ª ed.).

25. Cf. F. Venturi, “Beccaria, Cesare”, Dizionario biografico degli italiani, vol. 7, 1970, consultable
en http://www.treccani.it/enciclopedia/cesare-beccaria_(Dizionario-Biografico)/

26. A. Schönberger y H. Soehnner, El rococó y su época. Barcelona: Salvat S. A. - Alianza Editorial


S. A, 1971, p. 11

27. Cf. E. Cassirer (1932), La Filosofía de la Ilustración, ob. cit.

28. F. Arato, La storiografia letteraria del Settecento italiano, Pisa, ETS, 2002.

29. Cf. Puede verse en general F. Lázaro Carreter, Las ideas lingüísticas en España durante el
siglo XVIII, ed. de M. Breva Claramonte, Barcelona, Crítica, 1985; específicamente para Hervás,
Mª. del Carmen Rodríguez de la Mora, Lorenzo Hervás y Panduro. Su aportación a la filología
comparada, Madrid, Partenón, 1971; E. Coseriu, “Lo que sabemos de Hervás”, Estudios
ofrecidos a Emilio Alarcos, Oviedo, 1978, vol. 3, pp. 35-58.

30. Esta evolución científica fue proseguida por José María Algué y Miguel Saderra Masó y
permanece en nuestro tiempo ya desaparecido el vínculo de esos países tropicales con la
antigua metrópoli.

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Dat os: Q12539

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