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Número y tipo de ficha 03/II: Descripción textual o resumen

Fecha de consulta 1/4/22

Tipo de fuente y Elías, N. (2015) Sociogénesis de la civilización Occidental. En R. G. Cotarelo (Ed.), El proceso de
referencia bibliográfica la civilización: Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas (pp. 257-264). Fondo de Cultura
Económica.

Palabras clave Nobleza, iglesia, poder, burguesía, edad media, edad moderna, renacimiento, absolutismo,
poder central.

Al comienzo del capítulo el autor menciona la rivalidad que, durante la Edad Media,
mantenían la Iglesia, la nobleza y los príncipes (actores a los cuales se sumaría la burguesía). El
resultado más común de esta lucha, fue la concentración del poder por parte de individuos
aislados que se convertirían en reyes, imponiendo lo que el autor llama Elías (2015) “Un poder
dictatorial o absoluto” (p. 257). Mientras este proceso continúa a lo largo de Europa, llega la
Edad del Renacimiento, y con ella la importancia de las cortes aumenta de manera
exponencial, ya que estas forman relaciones estrechas a lo largo de toda Europa,
determinando todo un estilo de vida, o como el autor menciona: “La civilización del
comportamiento” (p. 258). Como un ejemplo de lo anterior, en el texto se habla de Francia y
su capital París desde sus fundamentales aportes hacia la construcción europea de la
“sociedad cortesana”, que se componía de modales, costumbres, y modificaciones en el
lenguaje que establecían de manera más clara una jerarquización social basada en el
autocontrol y la regulación de la vida afectiva.

Sólo es a partir del siglo XVIII que aquellas sociedades cortesano-aristocráticas empiezan a
perder su unidad gracias al ascenso de la clase media o burguesía y, eventualmente, el
traslado del punto de gravedad socio-político hacia la misma, fenómeno acentuado en gran
parte por la Revolución Francesa en 1789.

Ahora bien, el autor habla acerca de una creciente dependencia de los estamentos hacia el
Rey o el poder central. Este suceso ocurre gracias a la posición que ambos agentes mantenían
respecto a la economía, y es que mientras a los estamentos (compuestos por la nobleza
guerrera y los señores feudales) los afectaba directamente la cantidad de dinero (o
devaluación de la moneda) que se ponía en circulación gracias a que aquellos tenían ingresos
fijos, al Rey o gobierno central no solo no lo afectaba, sino que también podía significar una
fuente de beneficios para él, ya que este participaba de manera directa en el aumento de la
riqueza. Lo anterior también propició, al tener la mayor cantidad de recursos, el monopolio de
las armas por parte del Rey, junto con la evolución de la estrategia bélica, en la que la guerra
ya no necesitaba de la misma manera que antes a los caballeros de la nobleza guerrera.

Gracias a las condiciones anteriores, la nobleza perdió poder y al mismo tiempo, la clase
burguesa lo ganó, pero como lo expresa el autor: Elías (2015) “Ninguno de los dos estamentos
resultó ser suficientemente fuerte para mantener la supremacía sobre el otro durante mucho
tiempo” (p. 264). Es por eso, que el gobierno central tuvo que mantener un Elías (2015)
“equilibrio inestable” (p. 264) entre ambos estamentos.
04/ II: Descripción textual o resumen.

Fecha de consulta 1/4/22

Tipo de fuente y Rivero, M. (2000) Diplomacia Y Relaciones Exteriores En La Edad Moderna: 1453 – 1794. La
referencia bibliográfica guerra y la paz en el marco de la Cristiandad (pp. 9-19). Alianza editorial.

Rivero, M. (2000) Diplomacia Y Relaciones Exteriores En La Edad Moderna: 1453 – 1794.


Diplomacia y relaciones exteriores en la época del Renacimiento (pp. 9-19). Alianza editorial.

Palabras clave Estado, entidades políticas, soberanía, estamentos, guerra, jerarquía, libertad,

El autor comienza el primer capítulo con la definición de Estado que se tenía dentro de la
Europa de la época del Renacimiento, Rivero (2000) “Estado equivalía a dominio, a
patrimonio, ya fuera de un príncipe, de una república, de una ciudad, de un señor, etc…” (p.
9). Con esta definición, se deja claro que el Estado no es un ente autónomo, y que es como un
objeto material en la medida en que se puede adquirir o perder. Luego se menciona una
característica fundamental del Estado en la Edad Moderna, y es el hecho de que, sobre él
mismo, pueden funcionar una variedad de soberanías al mismo tiempo, haciendo que el
poder no esté ejercido por el Estado, sino en los estamentos que tienen jurisdicción sobre él.

Luego de lo anterior, el autor señala un punto importante respecto a la soberanía, y es que,


dentro de la Europa de la Edad Moderna, había dos entes de poder político principales: El
Imperio (lo que en la percepción organoléptica de la época era el corpus politicum) y la Iglesia
(corpus mysticum), que a su vez eran independientes, pero subsidiarias la una de la otra. Con
este panorama claro, se explica que existe una jerarquía de la cual los dos entes políticos
principales son cabezas, y en la que los Estados trataban de hacer reconocer su rango, pues el
lugar en aquella indicaba el grado de soberanía (estatus), y su libertad (es decir, su no
dependencia hacia otros Estados) determinaba el orden. En este sentido, el poder central de
los Estados trata de actuar con decoro, que, para la época, significa ocupar el lugar
correspondiente a la propia condición. En retrospectiva, existía una lucha constante de los
monarcas en Europa para estar en un nivel cada vez más alto de la jerarquía, tarea para la
cual, los emisarios eran herramientas fundamentales, pues como menciona el autor: Rivero
(2000) “En expresión de un cortesano isabelino, Edward Coke: El honor del emisario es el de
quien lo envía” (p. 13).

Luego en el texto, se hace especial énfasis en la guerra de la Edad Moderna, específicamente


en la categorización de estos conflictos, que se dividen en dos tipos muy concretos: Las
guerras entre cristianos, y las guerras entre cristianos y no creyentes (también llamados
bárbaros, o según la concepción romana, alienígenas). En el primer caso, el conflicto estaba
justificado por la reivindicación de derechos, algo que el autor llama una guerra casi civil.
Respecto al segundo caso, la guerra se justificaba de manera inherente, pues el hecho de que
el contrincante fuera un no creyente, lo hacía un enemigo automáticamente, o como dice
textualmente el autor: Rivero (2000) “éstos carecían de una naturaleza reconocida y por tanto
del amparo normativo que regía la civilidad”. Luego, se menciona el fenómeno de las guerras
no justificadas, que no cumplían ninguno de los requisitos expuestos por Antonio de Guevara
para considerar a una guerra como justa: Rivero (2000) “Respuesta a una agresión injusta,
Restitución del orden tras la ruptura del lazo de obediencia del vasallo al señor, y el
cumplimiento del derecho de sucesión y cesión de señorío”. Respecto a lo anterior, también
se menciona cómo es que el pensamiento humanista de la época hace una reflexión respecto
al rol del súbdito, que poco tenía que ver dentro de las disputas entre las figuras de autoridad,
por lo que se proponía cambiar las guerras por duelos singulares.

En el Siguiente capítulo, el autor habla acerca del concepto de diplomacia, que corresponde al
sistema de relaciones entre centros de poder de distinto nivel o cortes, y a su vez define a la
corte como una organización social donde se establecen relaciones entre individuos, con
dependencias recíprocas. Dentro de estas cortes, se manejaba el ocultamiento de los
intereses reales, algo relacionado con el equilibrio de tensiones, siendo el príncipe o poder
central, el agente que recurría a esta práctica con más frecuencia. En este aspecto, la
información empezó a representar cada vez más poder, es así que los diplomáticos (que en
aquella época no ejercía funciones sino encargos) debía analizar el ánimo de los príncipes
para poder cumplir con su función.

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