Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
DEL CURSO.
DERECHO
ROMANO
Kevin Garibaldo Monroy 1°B
Según Justiniano: obligatio est iuris vinculum, quo necesítate adstringimur alicuius
solvendae rei secundum nostris civitatis iura , “la obligación es un lazo de derecho,
en virtud del cual estamos constreñidos en la necesidad de pagar alguna cosa a otro
según el ordenamiento jurídico de cada estado”.
La obligación romana nació en tiempos arcaicos dentro del terreno de los delitos.
Las fuentes de obligaciones son aquellos actos que las generan o causan, es decir,
son los actos que hacen judicialmente exigible la conducta del deudor.
Distingue 4 categorías:
a). Delitos
Delitos
Los del ius civile eran: robo, daño en propiedad ajena y lesiones. Y los cuatro del ius
honorarium eran la rapiña, la intimidación, el dolo y fraus creditorum.
DOLO Y CULPA:
Las arras: Eran el signo visible que evidenciaba la existencia del convenio.
Consiste en que una de las partes contratantes entregara a la otra dinero o cosas
de valor con el fin de confirmar un contrato o de asegurar su realización.
El juramento promisorio: No tiene eficacia jurídica alguna, sino que solo tiene
valor moral. Pero existían excepciones. Ej.: la promesa que hacia el liberto de
realizar trabajos en beneficio del patrono, era válida mediante un juramento, el cual
si era violado hacía en infamia del autor.
El constitutum debiti propi: Una persona se obliga a cumplir por otra la deuda,
teniendo por finalidad postergar el pago o transformar una obligación natural en otra
civil.
Intención
La fianza
Modos de extinción
Según Borja Soriano, las características de las obligaciones reales o propter rem
son las siguientes:
En síntesis, podemos decir que las obligaciones reales son cargas o gravámenes
impuestos por la ley a los poseedores o propietarios, por el simple hecho de la
detentación de la cosa, y cuyo cumplimiento puede evitarse mediante el abandono
de la cosa de la cual dimana el gravamen, respondiéndose de la deuda en todo
caso con la cosa.
Obligaciones naturales.
Contratos y cuasicontratos
Contratos
Origen
Los juristas romanos no construyeron una teoría del contrato, como tampoco lo
hicieron del negocio jurídico, del cual el contrato no es más que una especie, por lo
cual no puede encontrarse en sus obras una exposición sistemática sobre los
elementos del contrato, pero la doctrina jurídica contemporánea tomando como
base las soluciones concretas que se encuentran en el Corpus Iuris Civilis ha podido
señalar tales elementos, particularmente con referencia a la
estipulación, clasificándolos en esenciales, naturales y accidentales.
Entre los elementos esenciales pueden distinguirse, a su vez, los que lo son a todos
los contratos, como la capacidad y el consentimiento de las partes, el objeto y la
causa, de aquellos otros que solo se exigen para determinados contratos, como
serían las palabras sacramentales en la sponsio, las inscripciones en el contrato
litteris, la datio en el mutuo, la gratuidad en el mandato, etc.
Ahora solo nos centraremos a analizar los elementos esenciales a todos los
contratos:
1º Capacidad
c) A los alieni iuris, es decir, las personas que en razón de su status familiae se
hallaban in potestate (como el filius familias y la mujer in manu). Es necesario hacer
algunas salvedades, el fillius familias podía figurar activamente en un contrato
adquiriendo, en consecuencia, un crédito, pero no para sí, sino para el pater bajo
cuya potestad se encontraba. A parte de ello, podía también obligarse por contrato
cuando tuviera un peculio, y siempre en la medida de este último.
Incapacidades de hecho
a) Los infantes, es decir, los menores de siete años, que no podían figurar en los
contratos como acreedores ni como deudores.
b) Los dementes, que en razón de sus estado mental, se hallaban afectados por
una incapacidad absoluta para contratar, salvo que lo hicieran en un intervalo lucido.
c) Los pródigos, es decir, aquellas personas a quienes, por disipar localmente sus
bienes, se declaraba interdictas, sometiéndolas a curatela en interés propio y de sus
agnados, llamados a sucederle. Como resultado de tal interdicción quedaban en una
situación análoga a la del impúber salido de la infancia, pues podían hacerse
acreedores por contrato, pero para obligarse debían requerir el consensus del
curador.
d) Las mujeres púberes sui iuris, que mientras estuvieron sometidas a la tutela
perpetua de sus agnados, soportaron un estado de incapacidad análogo al de los
pupilos, pues podían llegar a ser acreedoras en virtud de un contrato, pero no
obligarse sin la auctoritas del tutor.
2º Consentimiento
Los autores discuten si el mismo queda concluido, en este ultimo caso, desde el
momento en que la aceptación es enviada al proponente, o recién desde aquel en
que este la recibe. Windscheid propicia, a su vez, una solución que se podría
calificar ecléctica, y que muchos consideran aceptable. Dice, en efecto, que si el
contrato es bilateral, es decir, si las dos partes se obligan recíprocamente, la regla
es que el proponente queda obligado desde que la aceptación le ha sido enviada.
(Criterio de la emisión) y el aceptante solo desde el momento en que su aceptación
llega al proponente, (criterio de la recepción).
3º Objeto
Es la prestación. Una sola prestación en los unilaterales, dos o más prestaciones en
los sinalagmáticos.
Puede definirse como “el hecho positivo o negativo que debe realizar una de las
partes en beneficio de la otra, o las dos partes cuando ambas resultan acreedoras y
deudoras en virtud del contrato”.
Pero no cualquier hecho podía ser objeto del contrato; para que se lo aceptase
como tal, debía reunir las condiciones que siguen:
b) Debía ser lícito. El hecho prohibido por la ley o contrario a la moral o a las
buenas costumbres, como sería cometer un homicidio o ejercer la prostitución no
podría ser objeto de un contrato.
c) Debía ser determinado. Esa determinación no tenía que ser absoluta y actual,
bastaba con que lo fuera relativamente.
4º Causa
Sistema contractual
Contrato nominado será aquel que tiene nombre especifico y particular con-
templado por el derecho, por ejemplo: mutuo, depósito, compraventa, etcétera y
tienen, cada uno, acciones específicas, individualmente denominadas, que los
tutelan.
Contrato innominado era aquel que no formaba parte de los clásicos contratos
nominados del Derecho romano.
Pactos
Pacta adiecta
Adiectum viene de adjucio que se traduce por "agregar" o "añadir". Pacta adiecta,
pues, son los pactos añadidos a un contrato de buena fe en el momento de
perfeccionarse el mismo (in continenti). Tales pactos eran exigibles por la misma
acción del contrato a que se añadían y formaban parte integrante del mismo. Como
ejemplo recordamos los pactos añadidos a la compraventa, y a ellos nos remitimos.
Pacta praetoria
Los autores suelen llamar pactos pretorios a aquellos acuerdos o convenios que el
Pretor protegía mediante una acción. He aquí los principales.
Constitum
Constituere, en el sentido técnico que aquí nos ocupa, quiere decir "fijar un día de
común acuerdo", de donde, el constitutum es un pacto por el que una persona
conviene con otra que le pagará en un día fijo una deuda preexistente, es decir, una
deuda que ya existía. Por ejemplo, si A (deudor) estaba obligado a devolver cien a B
(acreedor) el día 1º de junio en virtud de un contrato de préstamo, y posteriormente
B y A pactaban que la deuda fuese pagada el día 1º de septiembre, este acuerdo de
prórroga era una constitutum.
Receptum argentarii
Receptum deriva de recipere que significa "aceptar", "tomar sobre sí" o "encargarse
de algo", y argentarius es el banquero romano. Era un pacto por el que un banquero
se comprometía a pagar la deuda de su cliente. En estos supuestos, el Pretor
concedía una acción especial al acreedor (actio recepticia) contra el banquero para
obligarle al pago. La deuda podía consistir en dinero o en otra cosa fungible y no era
necesario que fuese preexistente como en el constitutum.
Pacta legitima
Cuasicontratos
Principales cuasicontratos
2) El pago de lo no debido.
4) Comunidad o indivisión.
2) El pago de lo no Debido
Es aquel acto por el cual una persona paga una deuda suponiendo que la debe,
pero que en la realidad no existía tal obligación de pago.
El pago de una deuda, supone siempre una obligación la cual debe cumplirse, sin
embargo puede que una persona realice un pago sin que medie una obligación que
justifique jurídicamente el pago.
Para determinar los efectos del pago de lo no debido, hay que distinguir si el que
recibe el pago estaba de buena fe o mala fe.
Si estaba de buena fe, el que recibe el pago, está obligado a la restitución de otro
tanto del mismo género y calidad si se trata de dinero u otra cosa fungible. Si vende
la especie que se dio como debida, deberá restituir el precio de la venta. No es
responsable de los deterioros o la pérdida de la cosa que se le dio como debida.
4) La comunidad o Indivisión
La comunidad de una cosa universal o singular, entre 2 o más personas sin que
ninguna de ellas haya contratado sociedad o celebrado otra convención relativa a la
misma cosa, es una especie de cuasicontrato.
Para los romanos la comunidad o indivisión era una especie de cuasicontrato, esto
porque la institución en comento es una fuente de obligaciones y derechos
recíprocos entre los comuneros.
Delitos y cuasidelitos
• El Daño Causado
Es jurídicamente apreciable el daño cierto, sea este actual o futuro, por lo que se
entiende por daño cierto, la afectación probada a un interés jurídicamente protegido;
entre los cuales podemos contar los siguientes:
• Tipos de daños
Concepto de delito
El delito en roma
En el año 300, (459 años antes de J.C.) Roma votó y sancionó la Ley de las
XIITablas, que parcialmente reconstruida contenía en su Tabla III Ejecución contra
el deudor y en su Tabla VIII, Delitos y represión: compensación.En estas tablas, los
delitos y faltas estaban clasificados contra la persona, contra el patrimonio, contra
las buenas costumbres, seguridad pública, tranquilidad pública, contra la mala
actuación de autoridades y contra los malos servicios o perdidas de aquellos
propietarios o de aquellos no que ofrecían servicios, una clasificación muy parecida
a la de nuestros códigos actuales.
El primer concepto de delito que surge en Roma, considerando delito a todo a todo
acto ilícito castigado por alguna pena, a estos delitos se le dio dos categorías. Los
públicos llamados criminan, que lesionaban a la comunidad como tal y que el
Estado perseguía y sancionaba como una pública. Y los delitos privados,
denominados delicta o maleficia, que eran hechos antijurídicos que provocaban
lesión a un particular, a su familia o a su patrimonio, y que se castigaban con una
pena privada de carácter pecunario. Los delitos, como ya sabemos, son una de las
cuatro fuentes principales de las obligaciones, según Justiniano. El Derecho romano
distinguió entre los delitos públicos -crimina- que afectaban el orden social, se
perseguían de oficio y se castigaban con penas públicas, y lo delitos privados -
delicta- perseguidos a iniciativa de la parte ofendida, castigados con una multa
privada otorgada a favor de la víctima y que ésta podía reclamar a través de un
juicio ordinario. Los delitos privados daban lugar a una relación de tipo obligacional,
en la que la víctima figuraba como acreedor (de la multa privada) y el delincuente
como deudor. Los delitos privados fueron tipificados tanto por el derecho civil como
por el derecho honorario.
Relación entre la aparición del delito y la formación del
concepto de obligaciones
Gayo en sus celebre “Instituta” fue el primero en clasificar las fuentes de las
obligaciones, estableciendo que estas nacían de un contrato (ex contractu) o de un
delito (ex delicto). Gayo fue entonces el primero en tratar la fuente de la obligación
por el delito y posteriormente en otra obra suya “Libri rerum cottidianarum sive
aureorum” agrega a esta clasificación bipartita originaria un tercer cuadro de figuras
que deja indeterminadas, llamándolas “variae causarum figurae”(“varias figuras de
causas”) vendrían a ser de menor gravedad, lo que hoy consideramos Faltas.
Entre las obligaciones nacidas del “quasi ex delicto”, (más cercanos a la falta de
nuestros días), se incluia los casos, en que el juez dolosamente se inclinaba por una
de las partes, el effusum et deiectum, cuando de una habitación se arrojaba algo o
causaba perjuicio a otro, el positum et suspensum cuando el habitante de una casa,
propietario o con un objeto causare daño o si en un navío, posada o caballeriza,
alguno de los dependientes roba u ocasiona un perjuicio a quienes se encuentran
en esos lugares, el dueño de los mismos, y sus herederos, deberán responder ante
el perjudicado.
Es necesario distinguir entre delitos públicos y privados para entender mucho más
las diferencias entre querella y denuncia.
Los delitos públicos son aquellos que se persiguen “de oficio”, es decir, por las
propias autoridades. Para perseguir los delitos públicos se puede presentar
denuncia.
Intransmisibilidad
No se transmiten pasivamente, es decir los herederos del culpable no responden del
daño que se causó, aunque a veces el pretor concede una acción por el beneficio
obtenido cuando el delito supone una ofensa de carácter personal. La transmisión
activa correspondería a los herederos del perjudicado.
Noxalidad
Si el delito es cometido por un sometido, el responsable es el paterfamilias, este
puede librarse entregando al culpable, si fuese un esclavo, el ofendido sería su
nuevo dueño, si fuese un hijo de familia caería en una situación parecida a la
esclavitud. La entrega del hijo es abolida por Justiniano.
Cumulatividad
Si hay varios autores del delito, cada uno de ellos paga una parte completa de la
pena. También a veces son acumulables con la reipersecutorias, cuando se
persigue la indemnización se debe de elegir entre las penales o las reipersecutorias.
En derecho justinianeo la acción penal es mixta, es penal y reipersecutoria.
Perpetuidad o anualidad
Las acciones civiles y las reipersecutorias no tienen plazo para su ejecución, son
perpetuas; las utilizadas por el pretor son anuales, pero una vez realizada la litis
contestatio desaparece la anualidad
Efectos civiles del delito
"La acción no es otra cosa que el derecho de perseguir en juicio lo que a uno se le
debe". El juicio o procedimiento al que se hace referencia es organizado por
el pretor y se divide dos etapas o fases: in iure y apud iudicem. La primera de estas
fases tiene lugar ante el pretor y su denominación "in iure" es orientadora acerca de
su objetivo principal, esto es, que debe servir para que tenga lugar la discusión
propiamente jurídica. A su turno, la fase "apud iudicem" no se realiza ya ante
el pretor, sino ante el juez. En esta fase, ya no tiene lugar una discusión jurídica en
sentido estricto (p. ej., si el contrato es uno de compraventa o uno de arrendamiento
de obra), ya que esto último fue delineado antes, en la fase "in iure", sino que tiene
lugar propiamente la prueba de las alegaciones de las partes. Es decir, lo que en
definitiva resuelve el juez es si las partes han probado los hechos que han alegado;
por tal motivo, a partir de la opinión que el juez se forma de esta cuestión de hecho,
dicta su sentencia.
Delitos privados romanos Los delitos privados eran aquéllos que hacen surgir una
obligación, en el estricto sentido del término, entre el autor de acto ilícito y la víctima,
en virtud de la cual, esta última puede pretender el pago de una suma de dinero
como pena, y el autor está constreñido a pagarla. Así, en los delitos privados sólo se
tiene en cuenta el interés privado lesionado, y la pena se establecía exclusivamente
en provecho de la víctima, la cual persigue el pago de ésta mediante una acción
privada en un juicio civil, como cualquier otro crédito. De delitos privados a delitos
públicos, ahora bien, cuando el Estado se mostró interesado y tuvo el poder
suficiente para ello, comenzó a perseguir y reprimir directamente, no sólo aquellos
delitos que atentaban contra su soberanía (traición, conjura, etc.), sino también
aquellos otros que afectaban al ámbito privado (homicidio, hurto, injuria, etc.),
elevando así los delitos privados a la categoría de delitos públicos. Así hacen los
Estados modernos, y así procedió el Estado romano, admitiendo paulatinamente la
acción pública para algunos delitos que siempre había considerado como privados.
Destacan el delito de hurto, rapiña, daño causado a las personas y el daño
ocasionado a las cosas.
3. Privados: cuentan con el perdón eficaz que elimina la pena aplicada. Estos
delitos solo son perseguidos a iniciativa del ofendido o su representante
legal.
Los cuasidelitos
Si el daño afectaba una cosa, se respondía por el doble, pero si una persona libre
moría como consecuencia de este hecho, la acción duraba un año y no pasaba a los
herederos ni activa ni pasivamente, ya que era popular y penal. En cambio, si la
persona libre sólo resultaba herida, la acción era ejercitable en forma perpetua por
el perjudicado, y anual para los demás, y no era posible su transmisión a los
herederos. Se sometía al arbitrio de un juez la estimación del monto indemnizatorio
que había que pagar a las víctimas, ya que la mente romana no aceptaba ningún
tipo de tabulación de antemano respecto del valor de la vida y/o del cuerpo humano,
llegando a ser irreparable y por ello no punible la figura en los primeros tiempos,
pues se cosificaba a la persona.
-Si iudex litem suam fecerit: "Juez que hizo suyo el proceso". El Pretor otorgaba una
acción a quien resultara damnificado en los casos en que el juez, que por dolo y
más tarde por imprudencia, hubiera pronunciado una sentencia fraudulenta a o
errada (por ejemplo, cuando condenaba por una suma mayor o menor a la
determinada en la Condemnatio de la fórmula), cuando de probar que existió un
evidente favoritismo o enemistad con una de las partes, o aceptara soborno. La
acción se dirigía al resarcimiento del valor del litigio.
-Responsabilidad del nautae, caupones et stabularii: "del Capitán del barco o del
Dueño del establo o posada". En este caso, a más de la responsabilidad
proveniente del receptum, los armadores, posaderos, y encargados de establos y de
caballerizas se obligan mediante acciones in factum por el doble del valor de los
hurtos y daños cometidos por sus dependientes, los demás pasajeros y los
huéspedes en la nave, el albergue o establo, salvo que existiera un pacto en
contrario.
Esta acción, a pesar de ser perpetua, no podía ser ejercitada contra el heredero del
responsable, siendo este un caso también de responsabilidad civil más que de un
hecho penal. Si se conocía la identidad del autor del daño, el damnificado tenía la
posibilidad de optar entre ejercer esta acción, o las que pudieran corresponderle
contra el culpable.
Para concluir, sólo nos resta considerar que los temas que hemos tratado en este
trabajo han interesado e interesan desde siempre a la sociedad. Desde los albores
de la humanidad, el hombre se da reglas para organizar la vida con sus semejantes.
Cuando esas reglas se rompen, la sociedad organiza distintas formas para darles
una respuesta. La manera de responder a esas violaciones al orden en Roma,
tienen un largo proceso de evolución que hemos querido reflejar.
En tiempos como los actuales, y en sociedades como la nuestra, cabe recordar que
el respeto por el derecho ha sido y será siempre el oxígeno de la historia. Mientras
el hombre pretenda seguir llamándose así, el derecho no va a extinguirse, ya que
responde a la más elemental de las necesidades humanas: organizar una
convivencia que permita el progreso de la sociedad. Y el romano entendió esta
realidad muy bien.
Tal como lo hiciéramos siendo estudiantes de esta noble carrera, con mayor ahínco
y dedicación lo hacemos en la calidad de docentes y profesionales del derecho y
notariado, en nuestra diaria tarea, renovando permanentemente el compromiso de
construir una sociedad mejor, más ordenada y más justa.
Bibliografías
IGLESIAS, J., Derecho romano, historia e instituciones, Ed. Ariel, Barcelona, 1993
PETIT, E., Tratado elemental de derecho romano, trad. Por José Fernández
González, Ed. Nacional, México, 1963.
https://www.derechoromano.es/2011/12/extincion-de-la-esclavitud.html
http://acevedochar08.blogspot.com/2011/05/ciudadania-en-roma-y-perdida.html
ROSSI MASELLA, Blas E., Historia del Derecho, tomo III, Oficina de Apuntes del
Centro de Estudiantes de Notariado, Montevideo, 1967.