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TRABAJO FINAL

DEL CURSO.
DERECHO
ROMANO
Kevin Garibaldo Monroy 1°B

Derecho Romano, Centro


Universitario de Ciencias sociales y
Humanidades

Mtro. Miguel Ángel López Alba

18 de mayo del 2022


Obligaciones
Proviene del latin Obligatio. sus componentes léxicos son, el prefijo “ob” significa,
“enfrentamiento u oposición” , “ligare” quiere decir “atar” y el sufijo “ción” es
de “acción o efecto”. La real academia la definen como “aquello que alguien está
obligado a hacer” o “imposición o exigencia moral que debe regir la voluntad libre”.

Según Justiniano: obligatio est iuris vinculum, quo necesítate adstringimur alicuius
solvendae rei secundum nostris civitatis iura , “la obligación es un lazo de derecho,
en virtud del cual estamos constreñidos en la necesidad de pagar alguna cosa a otro
según el ordenamiento jurídico de cada estado”.

La palabra obligatio se empleaba para designar a la persona culpable de un delito;


en otros términos, a la sujeción del culpable de dicho delito con su víctima

La obligación romana nació en tiempos arcaicos dentro del terreno de los delitos.

Originalmente, la comisión de un delito hacía surgir a favor de la víctima o de su


familia, un derecho de venganza, el cual, mediante una composición podía
transformarse en el derecho de la víctima o de su familia a exigir cierta prestación
del culpable o de su familia. Como garantía del cumplimiento de tal prestación, un
miembro de la familia del culpable quedaba obligatus, o sea, “atado” en la domus de
la víctima como una especie de rehén. Por tanto, la obligación antigua era una
atadura en garantía de cumplimiento de prestaciones nacidas de los delitos. La
obligación es un vínculo de derecho, un vínculo jurídico entre dos personas: el
acreedor y deudor. En el antiguo Derecho romano, de la obligación nacía un vínculo
estrictamente personal, y el acreedor insatisfecho obtenía a través del proceso la
misma persona del deudor que incumplía, reduciéndolo a la esclavitud. Más tarde,
el Pretor introdujo el sistema de ejecución, no ya sobre las personas, sino sobre los
bienes del deudor que incumple, y Justiniano confirma que el acreedor, en caso de
incumplimiento, podría obtener una satisfacción pecuniaria equivalente, mediante la
ejecución del patrimonio del deudor.

Elementos de las obligaciones

SUJETOS: este elemento de la obligación está constituido por el sujeto activo o


acreedor (creditor) que tiene derecho a la conducta del sujeto pasivo o deudor
(debitor) el que tiene el deber jurídico de cumplir con ella. El derecho del acreedor
se puede exigir con una acción personal (actio in personam ) y solo es oponible a
una persona especifica: al deudor que es el único que puede violarlo. “Los sujetos
de la obligación podrán estar integrados por una o varias personas, lo cual en nada
altera su esencia.

1. Acreedor (sujeto activo): posee un derecho subjetivo

2. Deudor (sujeto pasivo): tiene un deber jurídico.

OBJETO: este es otro elemento de la obligación y está constituido por la conducta o


comportamiento que el deudor debe observar en favor del acreedor. Los romanos,
ateniéndose al texto de las fórmulas procesales describían el contenido posible de
las obligaciones con los términos dare, facere, praestare, non facere o pati. Dare
significa la entrega de una cosa (dar) y tiene por regla general y naturalmente fines
de enajenación; facere indica toda prestación consistente en hacer incluido el dare.

VINCULO: El Derecho romano modeló las relaciones de obligación de manera más


amplia que otros sistemas jurídicos. Ellas son resultantes de una evolución y por
cierto desde sus inicios encontramos el vínculo de obligación entre acreedor y
deudor los que presentaban también el aspecto de una relación de poder. En los
tiempos primitivos en efecto, el deudor estaba por completo ligado, vinculado al
acreedor (obligare) y caía bajo su poder omnímodo si no se desligaba del vínculo
mediante la realización de la prestación que le incumbiera (solvere).

Fuentes de las obligaciones

Las fuentes de obligaciones son aquellos actos que las generan o causan, es decir,
son los actos que hacen judicialmente exigible la conducta del deudor.

Distingue 4 categorías:

a). Delitos

b). Contratos (distinguió 4 tipos):

-reales: consiste en la entrega de una cosa.

-verbales: implica el uso de palabras formales.

-literales: se hace por medio de un documento escrito.

-consensuales: por el solo consentimiento de las partes.


c). Cuasidelitos: actos no propiamente delitos por la falta de dolo del autor

d). Cuasicontratos: relaciones en las que no hay propiamente un acuerdo, pero


que generan una obligación.

Delitos

En la antigua Roma encontramos delitos públicos (crimina) y delitos privados


(delicta). Los primeros ponían en peligro evidente a toda la comunidad. Se
perseguían de oficio por las autoridades o a petición de cualquier ciudadano y se
sancionaban con penas públicas. Tenían orígenes militares y religiosos. Los
segundos causaban daño a algún particular y sólo indirectamente provocaban una
perturbación social. Se perseguían a iniciativa de la víctima y daban lugar a una
multa privada en favor de ella. Fueron evolucionando desde la venganza privada,
pasando por el sistema del talión y por el de la "composición" voluntaria. Entre los
antiguos delitos privados debemos distinguir tres del ius civile y cuatro del ius
honorarium.

Los del ius civile eran: robo, daño en propiedad ajena y lesiones. Y los cuatro del ius
honorarium eran la rapiña, la intimidación, el dolo y fraus creditorum.

Consecuencias de incumplimiento de obligaciones

El incumplimiento de la obligación es la falta de realización de la acción u omisión


acordada en origen de la relación jurídica, la falta de realización de la prestación
debida por el deudor conlleva el incumplimiento de la obligación. Este
incumplimiento puede ser por dolo, negligencia, morosidad o cualquier otra
actuación que sea contraria a lo establecido como prestación en el origen de la
relación jurídica.

DOLO Y CULPA:

El dolo y la culpa regularmente tiene en cuenta una serie de elementos para


establecer la graduación de las penas. Dos de los más comunes son el dolo y la
culpa. Aunque podrían llegar a confundirse por sus similitudes, en realidad se trata
de conceptos diferentes con distinto significado. Se extrae que la diferencia entre el
dolo y la culpa es la mala fe necesaria en el dolo.

CASO FORTUITO Y FUERZA MAYOR:


Fuerza mayor pueden ser considerados como la principal excluyente de
responsabilidad en caso de incumplimientos contractuales. Desde un punto de vista
legal, caso fortuito - fuerza mayor tienen las mismas implicaciones legales y derivan
en las mismas consecuencias. Sin embargo, diversos doctrinarios mexicanos han
distinguido estos conceptos en los siguientes términos: Caso fortuito implica un
evento de la naturaleza que es impredecible. Fuerza mayor implica un evento
causado por el hombre que es inevitable.

La cesión de derechos es un acto jurídico, mediante el cual un acreedor


denominado cedente transfiere a otra persona o tercero, llamado cesionario, los
derechos o créditos que tiene contra su deudor, sin que se altere la esencia de la
obligación, pues sigue siendo la misma, y sin que se requiera el consentimiento del
que celebró el contrato.

Garantías personales derivados del propio deudor

Las arras: Eran el signo visible que evidenciaba la existencia del convenio.
Consiste en que una de las partes contratantes entregara a la otra dinero o cosas
de valor con el fin de confirmar un contrato o de asegurar su realización.

La clausula penal: Consiste en una prestación que el deudor promete, previendo el


incumplimiento o el cumplimiento irregular de la obligación. Es una estipulación
de carácter accesorio, o sea, que si estuviera viciado no invalidaría a la obligación
principal.

El juramento promisorio: No tiene eficacia jurídica alguna, sino que solo tiene
valor moral. Pero existían excepciones. Ej.: la promesa que hacia el liberto de
realizar trabajos en beneficio del patrono, era válida mediante un juramento, el cual
si era violado hacía en infamia del autor.

El constitutum debiti propi: Una persona se obliga a cumplir por otra la deuda,
teniendo por finalidad postergar el pago o transformar una obligación natural en otra
civil.

Intención

Conferían al acreedor un derecho de crédito contra un tercero llamado fiador a quien


se obliga con el deudor principal. Una o varias personas se comprometen a cumplir
por el deudor si este no satisface la obligación principal. Se llama intercessio a la
intervención de una persona en beneficio de otra. (Fianza).

La fianza

Contrato estipulatorio por el cual el fiador establecía un nexo obligatorio con el


acreedor de otra persona respondiendo del cumplimiento de la deuda principal de
esta última. La obligación del fideiussor era perpetua y transmisible por sucesión
hereditaria. Por la cual se compelía al acreedor a dirigir su reclamo, primero contra
el deudor principal y subsiguientemente al fiador.

El mandatum pecuniae credendae

Esta figura no tiene un origen claro ni un desarrollo especifico, tampoco se conoce


una definición precisa de la misma. Que se traduce a (mandato de prestar dinero a
un tercero determinado), una figura que fue utilizada en Roma como forma de
garantía personal de las obligaciones, que presentaba ventajas respecto de la fianza
tradicional, pero que parece haber surgido para cumplir otra finalidad: la promoción
del crédito. Su naturaleza de mandato lo convirtió de hecho en un instrumento
apropiado para hacer responder a una persona (mandante) de los perjuicios
derivados para otra (mandatario) del cumplimiento del mandato, por lo que en la
práctica se generalizó su empleo con fines de garantía, hasta el punto de que los
juristas intentaron adaptar el contrato a ese fin introduciendo determinadas
cláusulas. La figura fue paulatinamente acercándose a la fideiussio, siendo casi
asimilada a la fianza por obra del Emperador Justiniano.

▪ Existen dos tipos de actio mandati: directa y contraria. La primera, la ejercita


el mandante para que el mandatario cumpla el mandato acordado, mientras
que la segunda, la ejecuta el mandatario contra el mandate con el mismo fin.
Acción honoraria que protege al representante procesal del sujeto ausente en
un proceso determinado, creando estas obligaciones al representante y
representado. Existen dos tipos de actio mandati (acción de mandato): directa
y contraria. La primera, la ejercita el mandante para que el mandatario
cumpla el mandato acordado, mientras que la segunda, la ejecuta el
mandatario contra el mandate con el mismo fin. 3Acción honoraria que
protege al representante procesal del sujeto ausente en un proceso
determinado, creando estas obligaciones al representante y representado. (Si
el préstamo no se había realizado en las condiciones establecidas por el
mandante, éste no era válido y el mandante no tenía la obligación de
responder por el buen fin de este).

Modos de extinción

La obligación fiscal se extingue cuando el contribuyente cumple con la obligación y


satisface la prestación tributaría o cuando la ley extingue o autoriza a declarar
extinguida la obligación. En el Derecho Fiscal sólo se admiten como formas de
extinción de la obligación fiscal el pago, la prescripción, la compensación, la
condonación y la cancelación.

El pago: El pago es el modo por excelencia para extinguir la obligación fiscal y, en


palabras de De la Garza, es "el que satisface plenamente los fines y propósitos de la
relación tributaria, porque satisface la pretensión creditoria del sujeto activo". El
pago es el cumplimiento del sujeto pasivo de su obligación, satisfaciendo en favor
del sujeto activo la prestación tributaria.

Novación: La novación es la modificación o extinción de una obligación a


consecuencia de la constitución de una nueva obligación que extingue a la anterior.
La novación puede llevarse a cabo en una hipoteca para modificar ciertos aspectos
del préstamo hipotecario con el banco

Confusión: La confusión tiene lugar si la obligación queda extinguida cuando se


reúnen en una misma persona los conceptos de acreedor y deudor, por ejemplo
Gómez debe una cantidad a Rodríguez, pero al morir Rodríguez nombra heredero a
Gómez, con lo cual la deuda desaparece ya que Gómez es deudor y acreedor a la
vez, debido a la herencia.

Perdida de la cosa debida: Conocida asimismo con la más exacta denominación


de pérdida de la cosa debida, es una de las formas de extinguirse las obligaciones
por hacerse imposible el cumplimiento de la prestación. De ahí que se la llame
también imposibilidad de la prestación.

Muerte y capitis deminutio: Literalmente significaba disminución de cabeza


o estado de derecho. La capitis diminutio máxima suponía la pérdida de los
tres estados, de manera que el ciudadano que la sufría era en
la práctica un incapaz de derecho, desprovisto de personalidad jurídica, y en
consecuencia se le privaba de su libertad debiendo someterse a la autoridad de otra
persona.

Compensación: La compensación no es otra cosa que un pago, aunque ficticio, en


tanto que, si bien el deudor no entrega la cosa debida, da en pago su propio
derecho a la prestación que su acreedor le debía, y produce el efecto de extinguir
las obligaciones a un tiempo, sin necesidad de desembolso.

Transacción: La transacción es un contrato por virtud del cual las partes,


haciéndose recíprocas concesiones, previenen una controversia futura o determinan
una presente, con el objeto de evitar la incertidumbre jurídica en cuanto al alcance
de sus prestaciones y derechos o los resultados aleatorios de un juicio presente o
futuro.

Pactum de non petendo

Las partes convienen en que el acreedor no exigirá al deudor el pago de la deuda o


el cumplimiento de la obligación. Tal convenio, parece constituir la negación del
modo dé ser natural de las obligaciones, ya que el acreedor renuncia sin más al
ejercicio de su derecho, que queda por tanto extinguido. Sin embargo, no integra
manifestación de ingenuidad jurídica, ni una simple obligación potestativa, sino un
recurso más de los romanos para sortear los obstáculos de su formalismo en la
extinción de las obligaciones. Así, por ejemplo, en el primitivo Derecho romano, para
extinguir las obligaciones nacidas de delito, y en especial la que implicaba la prisión
del deudor en casa del acreedor, se echaba mano del pacto de non petendo, que
liberaba al obligado de su responsabilidad y de las severidades del procedimiento
de la manus injectio.

Praescripcion longui temporis o prescripción extraordinaria:

Junto a la usucapión, Justiniano admitió en el 528 (C. 7, 39, 8, 1) otro modo de


adquirir la propiedad basado en la posesión continuada en el tiempo: la praescriptio
longissimi temporis o prescripción extraordinaria. Según la praescriptio longissimi
temporis o prescripción extraordinaria, el poseedor de buena fe que hubiese
poseído la cosa durante treinta años, sin distinción entre muebles e inmuebles,
adquiría la propiedad de la misma, sin necesidad de un justo título, imprescindible
en la usucapión. Todas las cosas podían ser objeto de la prescripción extraordinaria,
excepto las extra commercium y, naturalmente las res furtivae.

Obligaciones propter rem.

La doctrina reconoce la existencia de ciertas obligaciones o cargas que están de tal


manera vinculadas a la existencia de una cosa que su transmisión de ésta implica la
de aquélla, es decir, que el origen de la obligación se encuentra en la cosa misma,
nace del hecho de su detentación. También se les conoce con el nombre de
ambulatorias, ya que la obligación pasa de un sujeto pasivo a otro por el simple
hecho de la detentación material de la cosa.

Según Borja Soriano, las características de las obligaciones reales o propter rem
son las siguientes:

a) No ligan al deudor en cuanto a su persona o identidad personal, sino que está


determinado por el hecho de ser propietario o poseedor de una cosa. El poder que
ejerce sobre ella los señala y exhibe como deudor. Son necesidades jurídicas que
gravitan sobre aquella persona que posee una cosa, porque son cargas que pesan
sobre esa cosa.

b) Puede transmitir la deuda al transferir la cosa. La deuda sigue a la cosa; por


tanto, para dejar de ser deudor le basta con enajenar la cosa o abandonarla.

c) El obligado responde de su deuda con la cosa, no con todo su patrimonio y, si


renuncia a ella, se desembaraza de su deuda.

En síntesis, podemos decir que las obligaciones reales son cargas o gravámenes
impuestos por la ley a los poseedores o propietarios, por el simple hecho de la
detentación de la cosa, y cuyo cumplimiento puede evitarse mediante el abandono
de la cosa de la cual dimana el gravamen, respondiéndose de la deuda en todo
caso con la cosa.
Obligaciones naturales.

En este último apartado nos ocuparemos de las llamadas obligaciones naturales, de


la cuales podemos decir que consisten "…en la necesidad jurídica de prestar una
conducta a favor de un acreedor, quien puede obtener y conservar lo que el deudor
le pague, pero puede exigirlo legítimamente por medio de la fuerza pública". En
otras palabras, lo que caracteriza o distingue a este tipo de obligaciones es el hecho
una vez cumplido voluntariamente la obligación por el deudor, el derecho autoriza al
acreedor a retenerlo válidamente, sin que pueda repetirse contra éste.

La doctrina considera a este tipo de obligaciones como obligaciones civiles


imperfectas equiparándolas a veces a los deberes morales, toda vez que carecen
de acción procesal que permita lograr su cumplimiento forzoso. Sin embargo, pese a
la diversidad de opiniones que existen sobre el tema, creemos que no se trata de
simples deberes morales, sino de verdaderas obligaciones jurídicas, ya que por la
circunstancia de que el Derecho reconozca la validez del pago y autorice al deudor
para retenerlo, impidiendo la repetición contra éste, resulta inconcuso que tal
reconocimiento por parte del ordenamiento jurídico le quita a dichas relaciones el
carácter meramente moral que pudieran tener, para convertirlas en fenómeno
netamente jurídico.

Contratos y cuasicontratos

Contratos

Los contratos son fuentes de obligaciones recíprocas. Es el acuerdo de voluntades


que producen obligaciones recíprocas, en las que ambas partes son tanto
acreedoras como deudoras, y cuentan con una acción para exigir el cumplimiento
de la prestación, la fuente principal de esta noción de contrato es Gayo, quien en
sus Institutiones dice que todas las obligaciones proceden de un delito o de un
contrato, y luego señala cuatro clases de “contratos”, según sea su modo de
perfeccionamiento: contratos reales, verbales, literales y consensuales. La
clasificación fue posteriormente asumida por Justiniano en sus Institutiones , quien
la completó señalando otras dos fuentes generales de las obligaciones los
“cuasidelitos” (a los que Gayo también se refería en otra obra suya, las Res
Cottidianae) y los cuasicontratos. Esta visión de Gayo de que las obligaciones que
no provienen de un delito provienen de un contrato, llevó a generalizar la palabra
contrato como una categoría que comprende cualquier convenio generador de
obligaciones, que es como la civilística actual entiende el concepto de contrato. No
hay en las fuentes jurídicos romanas un texto donde se afirme expresamente que el
contrato es el acuerdo de voluntades que produce obligaciones, pero la clasificación
sistemática de Gayo presupone que todas las obligaciones que no provienen de un
delito son efecto de un contrato, a salvo claro las situaciones anómalas, cuasidelitos
y cuasicontratos, en las que falla el dolo o el consentimiento.

Origen

En las legislaciones primitivas el Derecho es un procedimiento, luego la voluntad


humana por sí sola no origina obligaciones. Para que éstas existan deben cumplirse
una serie de formalidades. Así es que el origen del contrato se lo encuentra en el
nexum que establecía una suerte de derecho real del acreedor sobre el deudor.
Este procedimiento se realizaba por medio de las formalidades del cobre y de la
balanza (per aes et libram), el libripens y cinco testigos que representaban las cinco
clases en que se dividía la población de Roma. Luego aparece una manera de
contratar que reemplaza al nexum y que consistía en una pregunta hecha por el
acreedor seguida de una respuesta dada por el deudor. En una primera etapa sólo
podían prometer con esas palabras solemnes los ciudadanos, ya que para ello
debían emplear la palabra spondere; por ello se la conoce como sponsio. Más
adelante también se permitió a los peregrinos que usaran de esa manera de
contratar aunque utilizando otros verbos, porque el spondere era de uso exclusivo
de los ciudadanos. De esta manera se llegó a la stipulatio o estipulación. La
estipulación constituyó el típico ejemplo de los contratos verbis o verbales del
Derecho romano, pues para que se perfeccionaran debían pronunciarse palabras
solemnes. Los otros casos de contratos verbales eran la dictio dotis o promesa de
dote, y la jusjurandum liberti o juramento de los libertos. La importancia de la
estipulación reside en que no era un contrato con un objeto determinado, sino una
manera de contratar, por lo que se la podía utilizar para una serie de relaciones
jurídicas que de otro modo no tenían sanción. Así el simple pacto para hacerlo
obligatorio podía ser revestido de la forma de la estipulación. Los inconvenientes
que presentaba era que sólo podía aplicarse a contratos entre presentes y no entre
ausentes, y que sólo sancionaba obligaciones unilaterales, pues uno solo contraía
compromiso, para que lo hicieran ambas partes debían realizarse dos
estipulaciones. Con el tiempo surgieron los contratos litteris o literales, que se
formaban por una escritura hecha sobre un registro en condiciones determinadas. El
origen de los mismos se debe a una antigua práctica de contabilidad que realizaban
los romanos. Ciertas anotaciones, las nomina arcaría, que se hacían como medios
de prueba, dieron origen a las nomina transcriptitia, que se convirtieron en contratos
litteris. De esta manera a través de un juego de escrituras, se daba origen a
obligaciones. Existían las nomina transcriptitia a re in personam y las nomina
transcriptitia a persom in personam. El contrato litteris permitía la formación del
consentimiento entre ausentes. Como vemos estos contratos, tanto los verbales
como los literales eran solemnes, y no admitían que la simple voluntad creara
obligaciones. Tenemos luego la categoría de los contratos reales, que se
caracterizaban porque para su perfeccionamiento debía entregarse una cosa. La
formaban el mutuo, comodato, depósito y prenda. El antiguo Derecho romano sólo
había sancionado uno de esos contratos reales: el mutuo; las demás, aunque la
cosa se hubiese realmente entregado, seguían la suerte de los pactos en general,
es decir eran simples convenciones desprovistas de acción para exigir su
cumplimiento en juicio. Recién hacia el fin de la República el pretor les dio una
acción in faetum, que, en épocas del Imperio, al sancionarse al comodato, depósito
y prenda como contratos reales, se convirtió en acción in ius, con una denominación
distinta para cada uno de esos contratos. Hasta llegar a este estado, en la práctica
las partes recurrían al procedimiento de la fiducia.

Elementos del contrato

Los juristas romanos no construyeron una teoría del contrato, como tampoco lo
hicieron del negocio jurídico, del cual el contrato no es más que una especie, por lo
cual no puede encontrarse en sus obras una exposición sistemática sobre los
elementos del contrato, pero la doctrina jurídica contemporánea tomando como
base las soluciones concretas que se encuentran en el Corpus Iuris Civilis ha podido
señalar tales elementos, particularmente con referencia a la
estipulación, clasificándolos en esenciales, naturales y accidentales.

Esenciales, son aquellos sin cuya concurrencia el contrato no puede concebirse ni


llegar a existir, motivo por el cual se les llama también, requisitos del contrato. Si
alguno de estos falta, el contrato no tendría existencia legal, puesto que como su
propio nombre lo indica, ellos son de la esencia del acto.

Naturales son, en cambio, aquellos otros que, aunque acompañando normalmente


a un contrato y contribuyendo en consecuencia a caracterizarlo, pueden ser
excluidos por los contrayentes mediante una cláusula expresa. Tal sería, en la
compraventa, la responsabilidad del vendedor por la evicción o por los vicios ocultos
de la cosa vendida, que se considera implícitamente comprendida en el contrato,
mientras las partes no dispongan lo contrario. Como se trata de un elemento que no
es de esencia sino de la naturaleza del contrato, puede ser excluido por una
manifestación de voluntad expresa de las partes. El contrato de compraventa no
deja de ser tal por el hecho de que el vendedor no quede obligado a garantizar al
comprador contra la evicción o los vicios redhibitorios de la cosa vendida.

Elementos accidentales, por último, son aquellos que dependen única y


exclusivamente de la voluntad de los otorgantes, quienes pueden incluirlos para
modificar los efectos naturales del contrato. Se les llama también modalidades y,
aunque pueden ser muy variados, los más frecuentes son la condición, el plazo o
término y el cargo o modus.

Entre los elementos esenciales pueden distinguirse, a su vez, los que lo son a todos
los contratos, como la capacidad y el consentimiento de las partes, el objeto y la
causa, de aquellos otros que solo se exigen para determinados contratos, como
serían las palabras sacramentales en la sponsio, las inscripciones en el contrato
litteris, la datio en el mutuo, la gratuidad en el mandato, etc.

Ahora solo nos centraremos a analizar los elementos esenciales a todos los
contratos:

1º Capacidad

Para que un contrato sea válido, el consentimiento debe emanar de personas


capaces. La capacidad de los contratantes es pues, un elemento esencial para la
existencia de todo contrato.

Consiste en la aptitud de las personas para figurar en su propio nombre en un


contrato, y como ella constituye la regla bastará, para saber quienes son capaces de
contratar, con enumerar las incapacidades. Estas pueden manifestarse bajo la
forma de incapacidades de hecho o de derecho.

Incapacidades de derecho. Proceden de la falta de alguno de los tres status


constitutivos de la personalidad, y afectan:
a) A los esclavos, por faltarles el status libertatis. Su personalidad no ha sido
reconocida por el derecho civil, que los considera como simples cosas y les
desconoce, en consecuencia, capacidad para obligarse o adquirir por contrato.

b) A los peregrinos, quienes por no disfrutar el status civitatis no podían figurar ni


como acreedores ni como deudores en los contratos del derecho civil, es decir, el
nexum, los verbis y los litteris, aunque pudieran hacerlo en los del derecho de
gentes. Cabe observar, además, que los latinos a quienes se concedió el ius
commercii pudieron también, a pesar de faltarles la ciudadanía, figurar activa o
pasivamente en los contratos del derecho civil.

c) A los alieni iuris, es decir, las personas que en razón de su status familiae se
hallaban in potestate (como el filius familias y la mujer in manu). Es necesario hacer
algunas salvedades, el fillius familias podía figurar activamente en un contrato
adquiriendo, en consecuencia, un crédito, pero no para sí, sino para el pater bajo
cuya potestad se encontraba. A parte de ello, podía también obligarse por contrato
cuando tuviera un peculio, y siempre en la medida de este último.

Incapacidades de hecho

a) Los infantes, es decir, los menores de siete años, que no podían figurar en los
contratos como acreedores ni como deudores.

Los Impúberes salidos de la infancia, es decir, aquellos que habiendo cumplido


siete años no hubieran llegado aún a los catorce o doce, según se tratara del varón
o la mujer, podían figurar como acreedores en los contratos, pero no como
deudores, salvo que lo hicieran, naturalmente, con la auctocritas de su tutor. Los
mayores de catorce años (púberes) podían también figurar como acreedores en
los contratos, pero para poder hacerlo como deudores debieron requerir el
consensus de su curador, siempre que no hubieren cumplido veinticinco años, a
cuya edad se consideraban mayor.

b) Los dementes, que en razón de sus estado mental, se hallaban afectados por
una incapacidad absoluta para contratar, salvo que lo hicieran en un intervalo lucido.

c) Los pródigos, es decir, aquellas personas a quienes, por disipar localmente sus
bienes, se declaraba interdictas, sometiéndolas a curatela en interés propio y de sus
agnados, llamados a sucederle. Como resultado de tal interdicción quedaban en una
situación análoga a la del impúber salido de la infancia, pues podían hacerse
acreedores por contrato, pero para obligarse debían requerir el consensus del
curador.

d) Las mujeres púberes sui iuris, que mientras estuvieron sometidas a la tutela
perpetua de sus agnados, soportaron un estado de incapacidad análogo al de los
pupilos, pues podían llegar a ser acreedoras en virtud de un contrato, pero no
obligarse sin la auctoritas del tutor.

2º Consentimiento

Es, por lo menos en el derecho justinianeo, un elemento indispensable para la


existencia de todo contrato, y puede decirse que lo hay cuando las partes se han
puesto de acuerdo para la creación de las respectivas obligaciones.

Exige como requisito esencial la coincidencia de las voluntades de las partes, de


donde resulta que aquellas deben coexistir en un instante dado y ser capaces los
otorgantes. El acuerdo de voluntades se manifiesta por medio de propuestas u
ofertas de una de las partes y aceptación de la otra cuestión que no ofrece mayores
dificultades cuando aquellas están presentes, pero sí cuando el contrato se
concluye entre ausentes.

Los autores discuten si el mismo queda concluido, en este ultimo caso, desde el
momento en que la aceptación es enviada al proponente, o recién desde aquel en
que este la recibe. Windscheid propicia, a su vez, una solución que se podría
calificar ecléctica, y que muchos consideran aceptable. Dice, en efecto, que si el
contrato es bilateral, es decir, si las dos partes se obligan recíprocamente, la regla
es que el proponente queda obligado desde que la aceptación le ha sido enviada.
(Criterio de la emisión) y el aceptante solo desde el momento en que su aceptación
llega al proponente, (criterio de la recepción).

En cambio en los contratos unilaterales, es decir, aquellos en que solo hay un


acreedor y un deudor, como el préstamo, la aceptación del deudor no lo obligaría
sino desde que ella hubiera llegado al acreedor proponente, pero la aceptación del
acreedor, obligaría inmediatamente al deudor proponente.

3º Objeto
Es la prestación. Una sola prestación en los unilaterales, dos o más prestaciones en
los sinalagmáticos.

Puede definirse como “el hecho positivo o negativo que debe realizar una de las
partes en beneficio de la otra, o las dos partes cuando ambas resultan acreedoras y
deudoras en virtud del contrato”.

Pero no cualquier hecho podía ser objeto del contrato; para que se lo aceptase
como tal, debía reunir las condiciones que siguen:

a) Ser posible. Física y legalmente posible

b) Debía ser lícito. El hecho prohibido por la ley o contrario a la moral o a las
buenas costumbres, como sería cometer un homicidio o ejercer la prostitución no
podría ser objeto de un contrato.

c) Debía ser determinado. Esa determinación no tenía que ser absoluta y actual,
bastaba con que lo fuera relativamente.

4º Causa

Con el desarrollo del derecho y la admisión de los contratos no formales, que es su


consecuencia, se subordina el nacimiento de la obligación contractual a la existencia
y licitud de la causa, entendiéndose como tal “el fin inmediato perseguido por el
deudor al contraer la obligación”, o para emplear la terminología moderna, la causa
final.

Sistema contractual

Contrato nominado será aquel que tiene nombre especifico y particular con-
templado por el derecho, por ejemplo: mutuo, depósito, compraventa, etcétera y
tienen, cada uno, acciones específicas, individualmente denominadas, que los
tutelan.

Contrato innominado era aquel que no formaba parte de los clásicos contratos
nominados del Derecho romano.

Los contratos nominados, a su vez, y atendiendo a la forma en que se perfeccionan,


se clasifican en verbales (verbis), escritos (litteris), reales (re), consensuaos
(consensu).
Contrato verbal. Se perfecciona por la formulación de determinadas palabras, por
ejemplo: la stipulatio.

Contrato escrito. Se perfecciona por el uso de la escritura. En este tipo de contrato


tendrán que distinguirse dos épocas: en su forma arcaica, por ejemplo, la nómina
transcriptitia, y posteriormente los síngrafos y quirógrafos. Contrato real. Se
perfeccionará por la entrega de la cosa, por ejemplo, mutuo y depósito.

Contrato consensual. Es aquel cuyo perfeccionamiento, depende única y


exclusivamente del simple consentimiento de las partes. Este consentimiento puede
recaer sobre cualidades del objeto materia del contrato, y así nos encontraríamos
ante un contrato consensual de tipo intuitu rei como el caso de la compra-venta y del
arrendamiento; o bien sobre las cualidades de la persona que realiza la actividad en
el negocio Jurídico, lo que nos pondría frene un contrato consensual de tipo intuitu
personae como en el caso de la sociedad y del mandato.

Pactos

Pacta adiecta

Adiectum viene de adjucio que se traduce por "agregar" o "añadir". Pacta adiecta,
pues, son los pactos añadidos a un contrato de buena fe en el momento de
perfeccionarse el mismo (in continenti). Tales pactos eran exigibles por la misma
acción del contrato a que se añadían y formaban parte integrante del mismo. Como
ejemplo recordamos los pactos añadidos a la compraventa, y a ellos nos remitimos.

Pacta praetoria

Los autores suelen llamar pactos pretorios a aquellos acuerdos o convenios que el
Pretor protegía mediante una acción. He aquí los principales.
Constitum
Constituere, en el sentido técnico que aquí nos ocupa, quiere decir "fijar un día de
común acuerdo", de donde, el constitutum es un pacto por el que una persona
conviene con otra que le pagará en un día fijo una deuda preexistente, es decir, una
deuda que ya existía. Por ejemplo, si A (deudor) estaba obligado a devolver cien a B
(acreedor) el día 1º de junio en virtud de un contrato de préstamo, y posteriormente
B y A pactaban que la deuda fuese pagada el día 1º de septiembre, este acuerdo de
prórroga era una constitutum.
Receptum argentarii
Receptum deriva de recipere que significa "aceptar", "tomar sobre sí" o "encargarse
de algo", y argentarius es el banquero romano. Era un pacto por el que un banquero
se comprometía a pagar la deuda de su cliente. En estos supuestos, el Pretor
concedía una acción especial al acreedor (actio recepticia) contra el banquero para
obligarle al pago. La deuda podía consistir en dinero o en otra cosa fungible y no era
necesario que fuese preexistente como en el constitutum.

Pacta legitima

Son aquéllos reconocidos como fuentes de obligación y provistos de eficacia


procesal por las constituciones de los emperadores. Aludiremos al Compromissum y
al pacto de donación.
Compromissum
No es otra cosa que un pacto de arbitraje, en virtud del cual dos o más personas se
obligan a someter la decisión de una controversia al juicio de un tercero, que se
llama árbitro. Semejante compromiso obliga a las partes a acatar la decisión del
árbitro designado, que tiene carácter definitivo.
Pacto de donación
Justiniano estableció que el simple pacto de donar fuese válido e hiciese surgir la
obligación de hacerlo, siempre que la cantidad no excediese de quinientos sueldos.

Cuasicontratos

Se definen como hechos voluntarios no convencionales, lícitos que generan


obligaciones. El cuasicontrato se diferencia de los contratos en el elemento
voluntario que debe concurrir en el contrato, ósea, en el cuasicontrato no interviene
un acuerdo de voluntades entre los contratantes relaciones en las que no hay
propiamente un acuerdo, pero que generan una obligación. El cuasicontrato se
diferencia también de los delitos en el elemento de licitud. Cuando el hecho genera
una obligación y el hecho propiamente tal es lícito estamos en presencia de un
cuasicontrato, cuando el hecho que genera una obligación es ilícito estamos en
presencia de un delito civil. Constituye una de las fuentes de las obligaciones. Es un
hecho voluntario lícito y no convencional entre dos o más personas con el objetivo
de crear vínculos de obligaciones.
Características de los Cuasicontratos

Se caracteriza porque, realizando una persona actos que tampoco constituyen


contratos y no son ilícitos, le ocasionan un empobrecimiento en su patrimonio y otra
persona, que se ve favorecida, está obligada a darle una contraprestación.

En el Código Civil sólo se regulan como modalidades de cuasicontrato la gestión de


negocio ajeno sin mandato y el cobro de lo indebido. Elementos para la existencia
del cuasicontrato

1. º Que sean hechos jurídicos lícitos.

2. º Que tales hechos sean puramente voluntarios.

3. º Que no exista convención.

Principales cuasicontratos

1) La gestión de negocios ajenos o agencia oficiosa.

2) El pago de lo no debido.

3) Enriquecimiento sin causa o injusto.

4) Comunidad o indivisión.

1) La gestión de negocios o Agencia Oficiosa

La gestión de negocios ajenos o agencia oficiosa o comúnmente llamada gestión de


negocios, es un cuasicontrato por el cual el que administra sin mandato los
negocios de alguna persona, se obliga para con esta y la obliga en ciertos casos».

La definición expresa claramente que la gestión de negocios ajenos o agencia


oficiosa es un cuasicontrato dado que presupone que quien administra los negocios
de una persona, lo hace sin mandato. Esta administración sin mandato es elemento
principal que lo diferencia del mandato propiamente tal, dado que en la gestión de
negocios ajenos o agencia oficiosa se actúa sin existir un acuerdo entre las partes.

2) El pago de lo no Debido

Es aquel acto por el cual una persona paga una deuda suponiendo que la debe,
pero que en la realidad no existía tal obligación de pago.
El pago de una deuda, supone siempre una obligación la cual debe cumplirse, sin
embargo puede que una persona realice un pago sin que medie una obligación que
justifique jurídicamente el pago.

Requisitos para que exista pago de lo no debido:

• Que no exista obligación.

• Que el pago se haya hecho por error.

Para determinar los efectos del pago de lo no debido, hay que distinguir si el que
recibe el pago estaba de buena fe o mala fe.

Si estaba de buena fe, el que recibe el pago, está obligado a la restitución de otro
tanto del mismo género y calidad si se trata de dinero u otra cosa fungible. Si vende
la especie que se dio como debida, deberá restituir el precio de la venta. No es
responsable de los deterioros o la pérdida de la cosa que se le dio como debida.

3) Enriquecimiento sin causa o Ilegítimo

Para los romanos, el enriquecimiento sin causa, provenía directamente de las


obligaciones cuasicontractuales, la que suponía un enriquecimiento del patrimonio
de un sujeto en desmedro de otro sujeto. En otras palabras, el enriquecimiento sin
causa es aquel enriquecimiento en el patrimonio de una persona que proviene de
un hecho que empobrece el patrimonio de otra persona.

4) La comunidad o Indivisión

La comunidad de una cosa universal o singular, entre 2 o más personas sin que
ninguna de ellas haya contratado sociedad o celebrado otra convención relativa a la
misma cosa, es una especie de cuasicontrato.

Para los romanos la comunidad o indivisión era una especie de cuasicontrato, esto
porque la institución en comento es una fuente de obligaciones y derechos
recíprocos entre los comuneros.

Delitos y cuasidelitos

Los delitos y cuasidelitos son esencialmente producto de actos u omisiones que


causan daño a personas o bienes, existiendo la presencia de dolo, culpa,
negligencia imprudencia e impericia, tomándose así en fuente de obligaciones
conforme lo indica el artículo 1453 del Código Civil.

La noción de cuasidelito está identificada a la idea de culpa que es considerada


como un estado intermedio entre dolo y fuerza mayor, porque la culpa, considerada,
en sus sentido lato, amplio o restringido (Art. 29 CC), implica delitos y cuasidelitos,
en su orden.

• El Daño Causado

Es jurídicamente apreciable el daño cierto, sea este actual o futuro, por lo que se
entiende por daño cierto, la afectación probada a un interés jurídicamente protegido;
entre los cuales podemos contar los siguientes:

– Daño Actual, el que ya se ha producido.

– Daño Emergente, el que en el futuro objetivamente se espera.

– El Lucro Cesante, es el beneficio pecuniario que se deja percibir a consecuencia


del daño causado.

• Tipos de daños

– Daño material. - Cuando se afecta el patrimonio de las personas.

– Daño moral. - Cuando la afectación se refiere a cualquier aspecto extrapatrimonial


de la persona.

Concepto de delito

Un delito es un comportamiento que, ya sea por propia voluntad o por imprudencia,


resulta contrario a lo establecido por la ley. El delito, por lo tanto, implica una
violación de las normas vigentes, lo que hace que merezca un castigo o pena.Más
allá de las leyes, se conoce como delito a toda aquella acción que resulta
condenable desde un punto de vista ético o moral.

En sentido estricto, es definido como una conducta, acción u omisión típica


(tipificada por la ley), antijurídica (contraria a Derecho), culpable y punible. Supone
una conducta infraccional del Derecho penal, es decir, una acción u omisión
tipificada y penada por la ley. La palabra delito deriva del verbo latino delinquere,
que significa abandonar, apartarse del buen camino, alejarse del sendero señalado
por la ley. La definición de delito ha diferido y difiere todavía hoy entre escuelas
criminológicas. Alguna vez, especialmente en la tradición, se intentó establecer a
través del concepto de Derecho natural, creando por tanto el delito natural. Hoy esa
acepción se ha dejado de lado, y se acepta más una reducción a ciertos tipos de
comportamiento que una sociedad, en un determinado momento, decide punir. Así
se pretende liberar de paradojas y diferencias culturales que dificultan una definición
universal.

El delito en roma

En el año 300, (459 años antes de J.C.) Roma votó y sancionó la Ley de las
XIITablas, que parcialmente reconstruida contenía en su Tabla III Ejecución contra
el deudor y en su Tabla VIII, Delitos y represión: compensación.En estas tablas, los
delitos y faltas estaban clasificados contra la persona, contra el patrimonio, contra
las buenas costumbres, seguridad pública, tranquilidad pública, contra la mala
actuación de autoridades y contra los malos servicios o perdidas de aquellos
propietarios o de aquellos no que ofrecían servicios, una clasificación muy parecida
a la de nuestros códigos actuales.

El primer concepto de delito que surge en Roma, considerando delito a todo a todo
acto ilícito castigado por alguna pena, a estos delitos se le dio dos categorías. Los
públicos llamados criminan, que lesionaban a la comunidad como tal y que el
Estado perseguía y sancionaba como una pública. Y los delitos privados,
denominados delicta o maleficia, que eran hechos antijurídicos que provocaban
lesión a un particular, a su familia o a su patrimonio, y que se castigaban con una
pena privada de carácter pecunario. Los delitos, como ya sabemos, son una de las
cuatro fuentes principales de las obligaciones, según Justiniano. El Derecho romano
distinguió entre los delitos públicos -crimina- que afectaban el orden social, se
perseguían de oficio y se castigaban con penas públicas, y lo delitos privados -
delicta- perseguidos a iniciativa de la parte ofendida, castigados con una multa
privada otorgada a favor de la víctima y que ésta podía reclamar a través de un
juicio ordinario. Los delitos privados daban lugar a una relación de tipo obligacional,
en la que la víctima figuraba como acreedor (de la multa privada) y el delincuente
como deudor. Los delitos privados fueron tipificados tanto por el derecho civil como
por el derecho honorario.
Relación entre la aparición del delito y la formación del
concepto de obligaciones

Gayo en sus celebre “Instituta” fue el primero en clasificar las fuentes de las
obligaciones, estableciendo que estas nacían de un contrato (ex contractu) o de un
delito (ex delicto). Gayo fue entonces el primero en tratar la fuente de la obligación
por el delito y posteriormente en otra obra suya “Libri rerum cottidianarum sive
aureorum” agrega a esta clasificación bipartita originaria un tercer cuadro de figuras
que deja indeterminadas, llamándolas “variae causarum figurae”(“varias figuras de
causas”) vendrían a ser de menor gravedad, lo que hoy consideramos Faltas.

Estas figuras indeterminadas las encontramos posteriormente en Justiniano, a las


que a algunas, por su cercanía con los contratos las llamaba “quasi ex contractu”;
En tanto que a las otras, por su parecido con los delitos, las denominaba “quasiex
maleficio” o “quasi ex delicto” (Faltas).Revisando las obligaciones nacidas de la
clasificación romana de “delito”, los romanos consideraron una serie de figuras
delictuales concretas como el furtum (hurto manifiesto y no manifiesto), la rapina
(sustracción violenta), el damnum iniuria datum (el daño culposo sobre cosa ajena) y
la iniuria (toda acción fisica-golpes de puño, fracturas-verbal-insultos-o escrita-libelo
agraviante- que afecte a una persona libre.

Entre las obligaciones nacidas del “quasi ex delicto”, (más cercanos a la falta de
nuestros días), se incluia los casos, en que el juez dolosamente se inclinaba por una
de las partes, el effusum et deiectum, cuando de una habitación se arrojaba algo o
causaba perjuicio a otro, el positum et suspensum cuando el habitante de una casa,
propietario o con un objeto causare daño o si en un navío, posada o caballeriza,
alguno de los dependientes roba u ocasiona un perjuicio a quienes se encuentran
en esos lugares, el dueño de los mismos, y sus herederos, deberán responder ante
el perjudicado.

Diferencia entre delito público y privado

Es necesario distinguir entre delitos públicos y privados para entender mucho más
las diferencias entre querella y denuncia.
Los delitos públicos son aquellos que se persiguen “de oficio”, es decir, por las
propias autoridades. Para perseguir los delitos públicos se puede presentar
denuncia.

Delitos privados (calumnias e injurias) solo son perseguibles mediante la


presentación de querella (declaración de voluntad por la que se manifiesta
formalmente ante un órgano jurisdiccional la intención de constituirse en parte
acusadora en un proceso penal, para la persecución de unos hechos que se
estiman constitutivos de delito o falta. ) y para ello será necesario que el afectado
formule una querella en la que manifieste su voluntad de ser parte acusadora en
elprocedimiento penal.

Características de las acciones penales

Intransmisibilidad
No se transmiten pasivamente, es decir los herederos del culpable no responden del
daño que se causó, aunque a veces el pretor concede una acción por el beneficio
obtenido cuando el delito supone una ofensa de carácter personal. La transmisión
activa correspondería a los herederos del perjudicado.
Noxalidad
Si el delito es cometido por un sometido, el responsable es el paterfamilias, este
puede librarse entregando al culpable, si fuese un esclavo, el ofendido sería su
nuevo dueño, si fuese un hijo de familia caería en una situación parecida a la
esclavitud. La entrega del hijo es abolida por Justiniano.
Cumulatividad
Si hay varios autores del delito, cada uno de ellos paga una parte completa de la
pena. También a veces son acumulables con la reipersecutorias, cuando se
persigue la indemnización se debe de elegir entre las penales o las reipersecutorias.
En derecho justinianeo la acción penal es mixta, es penal y reipersecutoria.

Perpetuidad o anualidad
Las acciones civiles y las reipersecutorias no tienen plazo para su ejecución, son
perpetuas; las utilizadas por el pretor son anuales, pero una vez realizada la litis
contestatio desaparece la anualidad
Efectos civiles del delito

"La acción no es otra cosa que el derecho de perseguir en juicio lo que a uno se le
debe". El juicio o procedimiento al que se hace referencia es organizado por
el pretor y se divide dos etapas o fases: in iure y apud iudicem. La primera de estas
fases tiene lugar ante el pretor y su denominación "in iure" es orientadora acerca de
su objetivo principal, esto es, que debe servir para que tenga lugar la discusión
propiamente jurídica. A su turno, la fase "apud iudicem" no se realiza ya ante
el pretor, sino ante el juez. En esta fase, ya no tiene lugar una discusión jurídica en
sentido estricto (p. ej., si el contrato es uno de compraventa o uno de arrendamiento
de obra), ya que esto último fue delineado antes, en la fase "in iure", sino que tiene
lugar propiamente la prueba de las alegaciones de las partes. Es decir, lo que en
definitiva resuelve el juez es si las partes han probado los hechos que han alegado;
por tal motivo, a partir de la opinión que el juez se forma de esta cuestión de hecho,
dicta su sentencia.

Tres cuestiones se plantean en relación al alcance o amplitud de la responsabilidad


civil, derivada de delito o falta cuales son:

• Primera: Determinación de los hechos delictivos que dan lugar a responsabilidad


civil.

• Segunda: Amplitud reparadora de la misma.

• Tercera: Evaluación de los daños producidos por el delito.

En relación a la primera: Delitos que dan lugar a la responsabilidad civil. En


principio, parece deducirse, que toda persona responsable criminalmente de un
delito lo es también civilmente; pero ello, no corresponde a la realidad, puesto que ni
todos los delitos dan lugar a responsabilidad civil (aunque en realidad sí la debían
dar puesto que siempre está el Estado, como perjudicado los que se debería hacer
responsable a todo delincuente), ni todos los responsables civilmente lo son
criminalmente, ya que en algunos de los delitos surge responsabilidad civil para
terceras personas no participante en el hecho delictivo. Más acorde con esa
realidad, la Ley de Enjuiciamiento Criminal en el artículo 100 determina que de todo
delito nace acción penal para el castigo del culpable y «puede nacer también acción
civil para la...» con ese dubitativo puede salvar esa ambiciosa dicción del Código
Penal. En principio dan lugar a responsabilidad civil, todos aquellos delitos que bien
por el hecho que los determina o bien por las consecuencias de su realización
causan daño en la más amplia acepción de este concepto; pero, por otro lado,
también queda claro que cabe un pronunciamiento de responsabilidad civil en el
proceso penal, aunque en éste se constate la inexistencia de delito (en el sentido de
hecho punible) alguno. Si sumamos este dato al anterior, se advertirá que cabe
poner en cuestión que la llamada responsabilidad civil derivada de delito sea
siempre, efectivamente, una responsabilidad civil extracontractual y derivada de un
delito.

Efectos del delito en el proceso privado

Delitos privados romanos Los delitos privados eran aquéllos que hacen surgir una
obligación, en el estricto sentido del término, entre el autor de acto ilícito y la víctima,
en virtud de la cual, esta última puede pretender el pago de una suma de dinero
como pena, y el autor está constreñido a pagarla. Así, en los delitos privados sólo se
tiene en cuenta el interés privado lesionado, y la pena se establecía exclusivamente
en provecho de la víctima, la cual persigue el pago de ésta mediante una acción
privada en un juicio civil, como cualquier otro crédito. De delitos privados a delitos
públicos, ahora bien, cuando el Estado se mostró interesado y tuvo el poder
suficiente para ello, comenzó a perseguir y reprimir directamente, no sólo aquellos
delitos que atentaban contra su soberanía (traición, conjura, etc.), sino también
aquellos otros que afectaban al ámbito privado (homicidio, hurto, injuria, etc.),
elevando así los delitos privados a la categoría de delitos públicos. Así hacen los
Estados modernos, y así procedió el Estado romano, admitiendo paulatinamente la
acción pública para algunos delitos que siempre había considerado como privados.
Destacan el delito de hurto, rapiña, daño causado a las personas y el daño
ocasionado a las cosas.

Los delitos privados afectan a un sujeto o a varios en concreto, no a la colectividad


de toda una población, y solo pueden ser perseguidos por la iniciativa del afectado.

Para conocer el concepto de delito privado, es necesario recurrir a la clasificación


de los delitos según su perseguibilidad y posible eficacia de perdón que
podrán ser públicos, semipúblicos, privados.
1. Delitos públicos: se persiguen de oficio y no tienen perdón.

2. Delitos semipúblicos: han de ser denunciados por uno de los afectados o su


representante legal para poder ser perseguidos. Pueden tener un perdón
eficaz para extinguir la pena que se hubiera impuesto.

3. Privados: cuentan con el perdón eficaz que elimina la pena aplicada. Estos
delitos solo son perseguidos a iniciativa del ofendido o su representante
legal.

Los cuasidelitos

En los cuasidelitos, Justiniano siguió a las escuelas orientales, incluyendo dentro de


esta categoría a todo hecho que entrañara una conducta antijurídica, por lo que la
categoría justinianea de los cuasidelitos se integra de la siguiente manera:

-Effusum et deiectum: "Responsabilidad por las cosas arrojadas o vertidas". Se


establecía la acción de Effusis vel deiectis contra el habitator de un edificio público o
privado, ubicado en un lugar de tránsito (con lo que se deja afuera a los lugares
apartados o rurales) desde el cual se arrojaba algún objeto cuya caída ocasionara
un daño. Era una acción perpetua, que se transmitía a los herederos de la víctima,
pero no se transmitía a los herederos del habitante.

Si el daño afectaba una cosa, se respondía por el doble, pero si una persona libre
moría como consecuencia de este hecho, la acción duraba un año y no pasaba a los
herederos ni activa ni pasivamente, ya que era popular y penal. En cambio, si la
persona libre sólo resultaba herida, la acción era ejercitable en forma perpetua por
el perjudicado, y anual para los demás, y no era posible su transmisión a los
herederos. Se sometía al arbitrio de un juez la estimación del monto indemnizatorio
que había que pagar a las víctimas, ya que la mente romana no aceptaba ningún
tipo de tabulación de antemano respecto del valor de la vida y/o del cuerpo humano,
llegando a ser irreparable y por ello no punible la figura en los primeros tiempos,
pues se cosificaba a la persona.

Para la aplicación de la pena no se requería la culpa del habitante, por lo que en


caso de ser varios y no poder determinar desde qué habitación o dependencia de la
casa fue arrojada la cosa, se consideraba responsables a todos, respondiendo en
forma solidaria. En esos casos, el habitator podía accionar contra el culpable si
podía él determinar la autoría.

-Positum et suspensum: "Responsabilidad por las cosas peligrosamente colocadas


o suspendidas". La correspondiente acción era concedida por el Pretor contra el
habitator de una casa que colocaba o suspendía, o incluso autorizaba a otro a
hacerlo, algún objeto de manera de que, con su caída, ocasionara daño a cualquier
transeúnte. Era requerido por ello que la casa o habitación se encontrara en un
lugar de tránsito, remitiéndonos a los comentarios realizados supra al respecto. La
acción que era popular, y prescindía de que mediara culpa, con lo que se trata más
de una cuestión de responsabilidad objetiva igual que en el cuasi delito anterior. No
obstante, ello, quien resultara condenado por este hecho, debía abonar la suma de
diez mil sextercios, pero la acción no podía ejercitarse contra los herederos del
habitator [D. 9.3.5.11].

-Si iudex litem suam fecerit: "Juez que hizo suyo el proceso". El Pretor otorgaba una
acción a quien resultara damnificado en los casos en que el juez, que por dolo y
más tarde por imprudencia, hubiera pronunciado una sentencia fraudulenta a o
errada (por ejemplo, cuando condenaba por una suma mayor o menor a la
determinada en la Condemnatio de la fórmula), cuando de probar que existió un
evidente favoritismo o enemistad con una de las partes, o aceptara soborno. La
acción se dirigía al resarcimiento del valor del litigio.

-Responsabilidad del nautae, caupones et stabularii: "del Capitán del barco o del
Dueño del establo o posada". En este caso, a más de la responsabilidad
proveniente del receptum, los armadores, posaderos, y encargados de establos y de
caballerizas se obligan mediante acciones in factum por el doble del valor de los
hurtos y daños cometidos por sus dependientes, los demás pasajeros y los
huéspedes en la nave, el albergue o establo, salvo que existiera un pacto en
contrario.

Esta acción, a pesar de ser perpetua, no podía ser ejercitada contra el heredero del
responsable, siendo este un caso también de responsabilidad civil más que de un
hecho penal. Si se conocía la identidad del autor del daño, el damnificado tenía la
posibilidad de optar entre ejercer esta acción, o las que pudieran corresponderle
contra el culpable.
Para concluir, sólo nos resta considerar que los temas que hemos tratado en este
trabajo han interesado e interesan desde siempre a la sociedad. Desde los albores
de la humanidad, el hombre se da reglas para organizar la vida con sus semejantes.
Cuando esas reglas se rompen, la sociedad organiza distintas formas para darles
una respuesta. La manera de responder a esas violaciones al orden en Roma,
tienen un largo proceso de evolución que hemos querido reflejar.

En tiempos como los actuales, y en sociedades como la nuestra, cabe recordar que
el respeto por el derecho ha sido y será siempre el oxígeno de la historia. Mientras
el hombre pretenda seguir llamándose así, el derecho no va a extinguirse, ya que
responde a la más elemental de las necesidades humanas: organizar una
convivencia que permita el progreso de la sociedad. Y el romano entendió esta
realidad muy bien.

Tal como lo hiciéramos siendo estudiantes de esta noble carrera, con mayor ahínco
y dedicación lo hacemos en la calidad de docentes y profesionales del derecho y
notariado, en nuestra diaria tarea, renovando permanentemente el compromiso de
construir una sociedad mejor, más ordenada y más justa.

El romano, fue un jurista práctico por excelencia, capaz de crear un monumento


jurídico como el Corpus Iuris Civilis Romanorum que difícilmente pueda igualarse, y
cuyas notas esenciales podemos vislumbrar hasta la actualidad, alimentando
nuestra vocación de ser profesionales comprometidos con el derecho y con el futuro
y bienestar de la sociedad.

Aunque se intente desterrarlo de las aulas, felizmente el Derecho Romano no va a


morir jamás. Tiene cimientos sólidos, pues se fundamenta en la practicidad y en una
comprensión de la realidad capaz de trascender fronteras y de resistir al paso del
tiempo. Gracias a dichos cimientos, se puede decir que la gran mayoría de los
países del mundo gozan de un sistema de derecho de origen romano, puesto que
incluso los pueblos anglosajones basan su orden jurídico en lo que fuera el Derecho
Romano Antiguo.

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