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Títulos y operaciones de crédito

Actividad 2

MAESTRO:
Martin Eduardo Salmerón García

ALUMNO:
Brian Eduardo Bautista Tolentino

Chilpancingo de los Bravo, Guerrero a 02 de agosto del 2022.


I. QUE ES LA OBLIGACIÓN CAMBIARÍA
La obligación cambiaria es aquella que nace del título, es consecuencia de la obligación que
contrae quien suscribe el título valor, ya sea como girador, endosante, avalista o aceptante;
es decir, que la obligación cambiaria viene a ser la obligación existente que tiene un sujeto
de satisfacer (pagar) la obligación contenida en el título valor. Por tanto, es la obligación de
pago de un título valor por parte del sujeto obligado, independientemente de la relación
preexistente por la cual se giró el título valor.

II. MENCIONA LOS ELEMENTOS DE EXISTENCIA DE UN TÍTULO DE CRÉDITO


Y DEFÍNELOS CON 2 AUTORES DIFERENTES CADA UNO.

PRIMER AUTOR: Héctor Hugo Cruz Rendón y Ricardo Bautista Pérez

a) La incorporación. El título de crédito es un documento que lleva incorporado


un derecho, en tal forma, que el derecho va íntimamente unido al título y su
ejercicio está condicionado por la exhibición del documento; sin exhibir el
título, no se puede ejercitar el derecho en él incorporado. Quien posee
legalmente el título, posee el derecho en él incorporado, y su razón de poseer
el derecho es el hecho de poseer el título

b) La legitimación. La legitimación es una consecuencia de la incorporación.


Para ejercitar el derecho es necesario «legitimarse» exhibiendo el título de
crédito. La legitimación tiene dos aspectos: activo y pasivo.
La legitimación activa consiste en la propiedad o calidad que tiene el título de crédito de
atribuir a su titular, es decir, a quien lo posee legalmente, la facultad de exigir del obligado
en el título el pago de la prestación que en él se consigna
En su aspecto pasivo, la legitimación consiste en que el deudor obligado en el título de
crédito cumple su obligación y por tanto se libera de ella, pagando a quien aparezca como
titular del documento.

c) La literalidad. La definición legal dice que el derecho incorporado en el título


es «literal». Quiere esto decir que tal derecho se medirá en su extensión y
demás circunstancias, por la letra del documento, por lo que literalmente se
encuentre en él consignado. Si la letra de cambio, por ejemplo, dice que el
aceptante se ha obligado a pagar mil pesos, en determinado lugar y fecha,
estará obligado en esa medida, aunque haya querido obligarse por menor
cantidad y en otras circunstancias.
d) La autonomía. No es propio decir que el título de crédito sea autónomo, ni
que sea autónomo el derecho incorporado en el título; lo que debe decirse
que es autónomo (desde el punto de vista activo) es el derecho que cada
titular sucesivo va adquiriendo sobre el título y sobre los derechos en él
incorporados, y la expresión autonomía indica que el derecho del titular es un
derecho independiente, en el sentido de que cada persona que va
adquiriendo el documento adquiere un derecho propio, distinto del derecho
que tenía o podría tener quien. le trasmitió el título.

SEGUNDO AUTOR: Cervantes Ahumado Raúl, Títulos y operaciones de


crédito, Ed. Herrero, México, 1990
Los Títulos de Crédito, tienen características comunes a todos ellos, como:
a) La incorporación; b) La legitimación; c) La Autonomía, d) La literalidad.
La incorporación
El derecho está incorporado al Título de Crédito, materializado, en el propio documento, y
no se puede ejercitar el Derecho sin tener a la mano el documento material.
El autor Raúl Cervantes Ahumada, refiriéndose a la incorporación del derecho, como algo
íntimo, que el derecho es un accesorio del propio documento.
La Legitimación
El Título de Crédito, entrega a su tenedor el derecho a exigir todas las prestaciones en él
consignadas. El tenedor de un Título de crédito tiene la propiedad y posesión, y a la sola
presentación del mismo, legitima, para exigir la prestación a su favor y ejercitar su derecho.
Legitimación, es el poder de ejercitar el derecho de ser el titular o tenedor del Título, y de
hacerlo valer, por ser en ese momento, el tenedor legítimo que exige al deudor el pago del
Título de Crédito.
La Autonomía
Es el Derecho incorporado a un Título, es autónomo, y se transmite al nuevo tenedor como
un derecho propio e independiente, para exigir al deudor el pago, del mismo título.
La Literalidad
El Artículo 5º de la Ley Gral. De Títulos y Operación de Crédito, se refiere al derecho literal,
y está determinado por el texto del documento donde se desprenda el derecho y las
obligaciones. Si dice letra de cambio, se refiere al Título de Crédito Letra de cambio, y no
se acepta que se escriba letra, o solamente cambio, ya que la Ley reconoce al Título por su
texto íntegro.
El Artículo 8º. De la Ley de Títulos y operaciones de Crédito opone excepciones legales y
defensas legales al tenedor de un Título que exige el pago, como: firma falsa del deudor,
Título alterado ilegalmente, dirección y nombre del deudor diferentes, cantidades de dinero,
alteradas, etc.
III. REGLAS GENERALES DE UTILIZACIÓN APLICABLES A
TODOS LOS TÍTULOS DE CRÉDITO
CAPACIDAD.
La capacidad es a tal grado, un elemento de validez, en ésta como en todas las materias,
que su ausencia es una de las pocas excepciones que la ley consagra en contra de la
acción cambiaria.
Todo aquel que no tenga legalmente disminuida su capacidad para contratar, la tiene para
suscribir títulos de crédito.
REPRESENTACIÓN.
El mandato en materia cambiaria, es decir, la posibilidad de que un sujeto se obligue
cambiariamente no por él mismo, sino mediante sus representantes, contiene reglas
bastante especiales que están diseñadas para permitir que el requisito fundamental de la
creación de la obligación cambiaria, la firma, se respete y continúe sin alterar la fluidez de
los documentos.
La única forma de crear obligación cambiaria con cargo a otro es hacerlo de alguna de las
formas siguientes:
· Con un poder protocolizado e inscrito.
· Con una carta dirigida al tomador.
· En uso de sus facultades societarias y empresariales sobrentendidas.
· En uso de las facultades de gerente mercantil.
· La gestión de negocios del tipo cambiario.

IV. QUE SON LAS REGLAS DE APLICACIÓN EXTRAORDINARIA


Cláusula “no negociable” (art. 25, LGTOC)
Vimos (núm. 2.34) que esta cláusula, también denominada no a la orden, limita la
circulación (no puede cambiar de manos) del título de una de dos formas: cuando se limita
exclusivamente en favor de la persona a la que se expidió, si la cláusula se inserta desde
su emisión, o cuando se limita en favor del endosatario, si se inserta en el acto de endoso.
La Corte sostuvo que no se considera que un título es “no negociable” por el hecho de estar
vinculado a un contrato, pues para ello es requisito que esta cláusula aparezca en su texto.
Debe tenerse presente que ceder o endosar indebidamente el título “no negociable” trae
como consecuencia que la transmisión surta efectos de cesión ordinaria (núm. 2.34); por
tanto, el demandado podrá oponer al nuevo tenedor las mismas excepciones personales
que tenga contra el endosante o cedente.
En el mismo sentido, como el endoso en procuración no transmite la propiedad, no debe
entenderse que se viola el principio de “no negociable”, por haberse endosado de esta
manera.
Cláusula “sin mi responsabilidad” (art. 34, 2o. párr., LGTOC)
Esta cláusula es una excepción que sólo opera en virtud de un endoso. En efecto,
excepciona el principio de la solidaridad cambiaria y únicamente beneficia al que la insertó
en el momento en que endosó el título. Consiste en que el sujeto que recibió un título, por
haber entregado un beneficio patrimonial, lo endosa a su vez, también por haber recibido
otro beneficio, sin que, por ello, al insertar esta cláusula, quede responsabilizado del pago,
como es la regla general, ya que contra él no habrá acción cambiaria porque esta cláusula
la canceló.
Ahora bien, no debe pensarse que la cláusula contiene disposiciones inequitativas, pues el
título sigue siendo autónomo y literal y, por tanto, el endosatario que recibe un título con
esta cláusula “tiene conocimiento” de las consecuencias, que necesariamente aceptó
porque el conjunto del negocio le procuró suficientes ventajas para haberlo recibido en
estas condiciones.
Por otra parte, es inadmisible que el principal obligado inserte esta cláusula y así se libere
de su obligación de pago, cancelando la acción directa en su contra, ya que él no puede
dejar de responsabilizarse del pago de la única obligación que contiene el título, porque de
lo contrario el beneficiario quedaría en un estado de indefensión e impotencia absolutas, ya
que tendría en sus manos un título que ninguna persona está obligada a pagar.
Cláusula “sin protesto” (art. 141, 1er. párr., LGTOC)
Esta cláusula (también denominada sin gastos) incide sólo en el ejercicio de la acción de
regreso porque, como vimos (núm. 2.37), para el ejercicio de la directa no es necesario
levantar protesto por falta de pago ni de aceptación. La cláusula consiste en que con su
inserción el tenedor queda liberado del requisito de levantar el protesto cuando el título no
se pague o acepte. Sin embargo, la liberación no es absoluta. Sólo queda liberado de
levantar el protesto con las formalidades públicas que son necesarias institucionalmente,
así como de notificar el impago o la no aceptación a los otros signatarios; pero no queda
libre del requisito de presentar el título, de manera física, para su aceptación o pago.
Asimismo, cabe señalar que, desde el derecho antiguo, la Corte pronunció que no es
necesario que el texto “sin protesto” lo inserte de puño y letra el emisor, sino que puede
hacerlo otra persona, incluso su representante.
Cláusulas “documentos contra pago o documentos aceptación” (art. 89, LGTOC)
Estas cláusulas, cuyas siglas son D/p o D/a, respectivamente, constituyen una condición
que se debe cumplir para que (su nombre lo indica) se realice el pago o la aceptación.
Contrario a lo que sucede generalmente en los títulos cambiarios, esta condición no está
estructurada para ser desahogada por el obligado, sino por el beneficiario. En virtud de
estas cláusulas, el deudor recibe el beneficio de no pagar o aceptar el título, si antes el
acreedor no le entrega determinados documentos representativos de mercancías (facturas,
certificados de depósito, etc.) vinculados al negocio causal. Un ejemplo sería el siguiente:
una persona compra mercancías a crédito, para lo cual emite un título en condiciones D/p,
y el vendedor retiene la factura con la condición de entregarla cuando se le pague el título.
Inexplicablemente, lo vimos en el numeral anterior, el legislador no contempla la no entrega
de los documentos como defensa oponible a la acción cambiaria, porque esta cláusula tiene
mejores posibilidades en el comercio internacional (aunque también en el interno), y aquél
tiende a incrementarse; por tanto, sería recomendable que la no entrega de documentos
representativos de mercancías en los títulos D/p e incluso en los D/a se considerara en el
art. 8o. de la LGTOC como una defensa oponible a la acción cambiaria.

V. LETRA DE CAMBIO, PAGARE & CHEQUE (RESUMEN)


En Estados Unidos de América, el Uniform Commercial Code habla de bill of
Exchange, cuyo sinónimo incuestionable es la palabra draft, que presenta el mismo
significado que en Inglaterra y en el derecho anglosajón. En Francia, el Código de Comercio
se refiere a lettre de change, y aunque en este derecho existe una diferencia técnica
importante entre los efectos de comercio y los títulos mobiliarios, la lettre de change puede
ser uno u otro, según el uso comercial que se le dé. En España, que entre otros heredó a
Latinoamérica su idioma, este documento se conoce como letra de cambio. El porqué de
esta falta de concordancia obedece a que en español la frase letra de cambio es el producto
de una traducción pésima realizada, en algún momento imposible de determinar, de
manera directa y no idiomática, es decir, se trasladó la palabra, pero no la idea.

De haberse hecho de manera idiomática, es decir, si se hubiera traspasado la idea, la


traducción de este concepto habría sido carta de cambio. La razón de por qué en
francés, en inglés y en italiano aparece la palabra cambio, obedece a que en todos estos
idiomas el concepto expresa un cambio, pero no de cosas sino, como veremos en
seguida, de lugares. El paso resultó más simple porque en italiano y en español existe la
palabra cambio, que tiene el mismo significado. Una persona escribe una carta a otra, en
la que le ordena al destinatario que le pague a un tercero una determinada cantidad de
dinero.

De acuerdo con Williams, en el sentido de que la investigación de las fuentes históricas sólo
es útil cuando existe la necesidad imperiosa de recurrir a ellas para aclarar e interpretar
preceptos, le resultará claro al lector que en el caso de la letra de cambio acudamos a la
historia para aclarar el porqué de tan peculiar triangulación, y por qué y en qué medida se
da su uso actual. Es probable que el primer testimonio histórico conocido de una letra de
cambio sea el de los hermanos Raimondo y Ribaldo, quienes en ese año reconocieron
haber recibido 115 libras de signore Boleto, al que prometieron reembolsarle el
contravalor, o sea 460 besantes que la letra de cambio, enunciada como lettera di
pagamento notarialle, con frecuencia se utilizaba, pero no se entregaba al tomador sino que
se enviaba por correo directamente al girado que la suscripción requería que la participara
un notario. En este año se publicó lo que se conoce en historiografía como Código
Huesca, en honor a la villa de Aragón en donde radicaba su autor, el obispo Vidal de
Canelas. Como el contrato instrumentum ex causa cambii presuponía diversidad de lugares
y monedas y, en consecuencia, un adelanto de fondos, la instalación por parte de los
comerciantes de múltiples oficinas de representación en las ciudades en que operaban, lo
convirtió en una práctica de gran difusión.

Las letteras se enviaban a la oficina de representación, aunque en ocasiones se remitían a


otros comerciantes con los que el girador traficaba, pero siempre que hubiera celebrado un
instrumentum ex causa cambii. Fue tal la importancia de los rígidos Estatutos de Provence
que el endoso, es decir, la cláusula a la orden no existía, sino que la transmisión debía
hacerse de acuerdo con las reglas del derecho románico, o sea, el civil. Práctica que, una
vez más, se adoptó sin contradicción. Este año fue de importancia particular para nuestra
ley.

En él, la villa de Bilbao, que había recibido el derecho de autogobierno municipal en


1300, emitió la última Ordenanza que lleva su nombre, que fue sancionada por Felipe V ese
mismo año. Sus disposiciones, cuya primera ordenanza había seguido de cerca las de
Burgos, fueron el centro de inspiración del primer Código de Comercio español, de
1829. Las reglas de esta última ordenanza sobre la letra de cambio tienen sus antecedentes
en las Ordenanzas de 1673, pero también en el Libro IX de la Novísima Recopilación y en
las Ordenanzas de Burgos. Su importancia consiste en que hasta la LGTOC de 1932 todas
nuestras legislaciones formales anteriores adoptaron a la letra el capítulo XIII de las de
Bilbao.

Su permanencia obedece a su perfección técnica, que a su vez obedece, quizá, a


ser, desde entonces y hasta la fecha, el puerto más notable de España y uno de los más
importantes del Atlántico oriental. Este periodo destacó por la publicación de dos leyes
trascendentales en la materia, el Código Bonaparte y la Ley General de Cambio
alemana. Pero, en esencia, la organización de la letra de cambio era la misma en las dos
leyes.

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