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15 de marzo, 2022

Paula García Rivera


DD.HH, DIH y Justicia Transicional:
El Tejido Social que hay que Restaurar

Los Derechos Humanos (DD.HH) han sido una conquista cultural de la Humanidad, a la
que hemos llegado en las últimas décadas. Contrario a lo que algunos piensan, los
DD.HH no son libertades básicas que ponen límite al poder estatal, sino que, como aclara
Arango (2004) se pueden entender como exigencias que grupos sociales hacen frente al
Estado. En este sentido, los DD.HH no son objetos o servicios que se puedan adquirir,
sino relaciones entre personas, reglas básicas para la convivencia social. Esto significa
que un tejido social fuerte, en donde las personas están familiarizadas con los otros, es la
base de la humanización de todas las personas y por ende, de la garantiza de los DD.HH.

En contraste, el territorio Latinoamericano, empapado de una Historia sangrienta, en


donde muchos prefieren la eficiencia de la violencia para llegar a fines propios, sobre el
reconocimiento y el bienestar del otro, los DD.HH no son inherentes a las relaciones. Es
por esto que considero que los sistemas judiciales y legislativos de los estados se
deberían adherir a lo estipulado por los Regímenes Internaciones de DD.HH. Cogiendo el
caso especifico de los Acuerdos Finales en Colombia, y teniendo en cuenta las
categorías analíticas de la matriz de Donelly modificada posteriormente por Alejandro
Anaya, sobre el grado de institucionalización de los Regímenes Internacionales, se
buscaría un cambio de un Régimen Promocional a una Coordinación de Políticas y
Monitoreo Internacional. Ya que, de acuerdo a la teoría de Desdoblamiento Funcional de
Georges Scelle “la mayoría de las normas internacionales no pueden funcionar sin la
ayuda, la cooperación y el apoyo constantes de los sistemas jurídicos nacionales”
(Salmon, 2006).

En este sentido, la implementación de los DD.HH en las legislaciones de los estados en


guerra, como es el caso de Colombia, requiere del Derecho Internacional Humanitario
(DIH) en dos momentos. Por un lado, durante en enfrentamiento: el principio de limitación
(Derecho de La Haya) y el principio de distinción (Derecho de Ginebra) evita que
funcionarios del Estado respondan de manera desproporcional y deshumanizante a los
ataques de los grupos insurgentes, lo cual es un factor preventivo para el escalamiento
de respuestas cada vez más violentas entre los actores armados. Por otro lado, si los
actores estatales han cumplido con el DIH la restauración del tejido social va a ser mucho
menos compleja; también, el DIH facilita la implementación de una justicia transicional, ya
que los instrumentos utilizados para determinar el grado de violación a la dignidad del
otro (principio de limitación, principio de distinción y la participación directa en las
hostilidades) sirven como base para establecer las sanciones correspondientes a cada
delito.

Conceptualizar los DD.HH como relaciones sociales, abre paso para un replanteamiento
de la justicia retributiva ordinaria a una justicia restaurativa en los procesos transicionales
en el postconflicto. Como dice Alejandro Valencia: “La guerra puede ser vista como un
fenómeno cultural en general y político en particular, con un alto contenido normativo y
una amplia gama de funciones sociales” (2013). Esto significa que tanto la
responsabilidad como el daño del las infracciones a los DD.HH en el contexto de la
guerra, recaen en lo comunitario, por lo que la restauración debe ser un proceso en
comunidad. Detrás de esta concepción del delito subyace la premisa básica acerca de la
naturaleza de la sociedad: todos estamos entrelazados y somos interdependientes. Este

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principio también en fundamental para comprender los DD.HH, la construcción de paz, la
no guerra, entre otros temas fundamentales para garantizar la vida digna de todos y
todas en el planeta.

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