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Discurso del Señor Alcalde de la Ciudad de Guatemala, Alvaro Enrique Arzú

Irigoyen, ante el Pleno del Honorable Congreso de la República de Guatemala


durante la Sesión Solemne en ocasión de conmemorar el 188o Aniversario de la
Emancipación Política de la República de Guatemala

Excelentísimo Señor Vicepresidente de la República

.Excelentísimo Señor Presidente del Congreso de la República. Excelentísimo

Señor Presidente de la Corte Señores. Diputados al Congreso de la República

Autoridades .Cuerpo Diplomático

Señoras y Señores

Quiero agradecer al Señor Presidente del Congreso la invitación a participar en este acto
de Celebración de la Independencia de nuestro país. No hay, quizás, mejor ocasión ni
lugar para reflexionar sobre el sentido histórico de nuestra independencia, y esto, es el
privilegio que tengo de hacerlo en el seno mismo del Poder Legislativo, donde, día a día,
se dan cita todas las instancias políticas que representan a los guatemaltecos. Pero
cuando digo que no hay mejor ocasión, no sólo me refiero a que en estas fechas
celebramos nuestra emancipación del poder transcontinental; lo digo también pensando
en lo difícil que es este momento por el que atraviesa nuestra Guatemala, claro está, junto
a otras naciones de nuestro hemisferio.Todas las épocas y las culturas dominantes del
planeta han tenido una serie de valores que se consideraban incuestionables. En la Edad
Media, por ejemplo, el pensamiento giraba en torno a la religión, y nadie, nadie se atrevía
a desafiar las verdades reveladas, pues éstas servían de modelo, no sólo para la vida
individual, sino también para la vida social. Hoy, en el mundo moderno, detrás de una
máscara de tolerancia y libertad de opinión, también tenemos algunos valores que se
consideran incuestionables. Uno de ellos precisamente, y es el que me gustaría abordar
en esta oportunidad, es LA DEMOCRACIA .LA DEMOCRACIA se considera la panacea
de la sociedad actual, y se ve con desconfianza y reproche a aquellas sociedades que por
razones históricas, religiosas, políticas o culturales, no se ajustan a esa idea estadística
de una democracia representativa. Yo siempre he propuesto que la democracia tiene
sentido cuando es debidamente dirigida, cuando se dirige la democracia. La Comunidad
Internacional (término un tanto vago que esconde los intereses de las grandes naciones
más poderosas del planeta), al igual casi que la Santa Inquisición del pasado, se permite
“corregir” esas perversas desviaciones. Basta escuchar a muchos representantes decir
que su objetivo más importante en el Tercer Mundo, o sea nuestro mundo, es la
consolidación de las democracias incipientes, o sea esas democracias incipientes somos
nosotros, y dicen, facilitando que allí, en el seno de nuestro subdesarrollo, se fortalezcan
las instituciones democráticas del mundo libre.
Con todo el respeto que me merece la Comunidad Internacional y su ideología
democrática, permítanme disentir de este “noble” propósito que, en el momento presente,
se nos ha convertido más en una carga que en una ayuda para nosotros.¿Por qué digo
que es más una carga que un apoyo? Pues bien, porque la imposición externa de un
modelo que no permite la expresión del carácter propio de nuestra sociedad, se convierte
en lo que yo llamo casi un “saqueo de instituciones”. Sí, un saqueo, como sucede cuando
una fuerza conquistadora invade un poblado y empieza a robar y destruir lo que encuentra
a su paso. Después, cuando la tormenta ya pasó, lo único que queda son ruinas,
estructuras vacías, casi como un paisaje de utilería. Como cualquier otra nación del
continente americano, Guatemala, y los guatemaltecos, hemos estado en busca de
nuestra propia identidad, desde el momento de nuestra independencia. Al principio nos
anexamos a México, con la idea precisamente de soportar de una mejor manera los
embates de las naciones que querían mantener o imponer una nueva colonia en nuestro
territorio. Posteriormente iniciamos la vida independiente, pero lo hicimos de una manera
muy especial: construyendo una federación republicana de naciones centroamericanas.
Es claro que esta figura corregía la anexión a México en que los países centroamericanos
nos sentíamos más cercanos, más identificados histórica y culturalmente. Finalmente,
justo a la mitad del siglo XIX, vino la gran revolución conservadora y liberal que destruyó
la Federación y surgieron los Estados que tenemos actualmente .Ahora bien, y este es un
dato interesante señoras y señores, es en este preciso momento en que surgen dos
figuras fundamentales en la historia de nuestro país: Rafael Carrera y Justo Rufino
Barrios. Carrera, que ha sido olvidado, es un personaje clave en nuestra historia. Fue el
presidente que le dio forma al Estado Guatemalteco. Se le ha visto como un títere iletrado
de los grupos conservadores, pero no era así; recientes investigaciones han mostrado
que, contrariamente a lo que hemos creído, durante muchos años, Carrera fue el líder, el
caudillo incuestionable de un movimiento campesino que se levantó contra las élites
capitalinas. Ya en el poder, sabiamente, Carrera atendió sus demandas, combatió los
abusos contra los campesinos, protegió sus tierras y abolió las adjudicaciones a
extranjeros. Pero no lo hizo para cumplir con una promesa. Lo hizo porque sabía que con
ello le estaba dando contenido a las nuevas estructuras republicanas, de nuestra
república. Casi podríamos decir que fue Carrera quien le dio un respaldo, una realidad al
modelo republicano Barrios, por su parte, que representa el fin de las ambiciones de
unificación regional y el principio de una república liberal, modernizó al país y dio paso a
un nuevo pacto social que tuvo como resultado la emergencia de una industria bastante
creciente. Pues bien, hoy en día, casi 150 años después de aquellos eventos históricos,
volvemos a enfrentar, mis amigos, una crisis muy profunda.
Tan profunda como para que no sea descabellado pensar que abarca prácticamente a
todos los ámbitos de la vida nacional: abarca la familia la crisis, abarca a los estratos
sociales, a la política, a las instituciones, a la empresa, a la religión, la comunicación
social, a la prensa, a las economías tradicionales y a las economías emergentes, y un
largo etcétera, imposible de poder enumerar. Hoy, como hace más de un siglo,
Guatemala enfrenta el punto culminante de un proceso de debilitamiento del modelo
político heredado del pasado; en nuestro caso se trata del Modelo Liberal.
Los enormes cambios mundiales de finales de los años ‘80s: la desaparición del bloque
soviético, la emergencia de una economía global, el surgimiento de grupos minoritarios en
la escena política y sus demandas de espacios de autogestión y política social, cambiaron
para siempre la dinámica interna de los Estados-Nación alineados a cualquiera de los
bloques hegemónicos de la Guerra Fría, que creemos ya es superada. Pero el tema del
declive de un paradigma es muy amplio. Hoy me gustaría concentrarme, si ustedes me lo
permiten, en la que es quizás la más inmediata de las características más nocivas de
estos tiempos de crisis. ¿Saben cuál es?: el debilitamiento de nuestras
instituciones.Nunca, me parece, habíamos llegado tan lejos en este proceso de deterioro
de nuestras instituciones. Dicen los psicólogos que para superar una crisis hay que tocar
fondo primero. Bueno, en mi humilde diagnóstico del estado y de la sociedad
guatemalteca, un signo inconfundible de que si no hemos tocado fondo, estamos muy
cerca. Y es precisamente el hecho lamentable de que las instituciones significan cada vez
menos para los guatemaltecos. Y en este sentido, hay tres cosas que me gustaría
puntualizar, si ustedes me lo permiten:Primero, no cabe duda de que cualquier estrategia
para salir de la crisis, tendrá que tener como objetivo básico, fundamental, la regeneración
de nuestras instituciones. Y no me refiero sólo a las instituciones estatales, me refiero
también a las iglesias, me refiero a la prensa, me refiero al sector privado, me refiero a los
partidos políticos, me refiero a la comunidad en general; tenemos que buscar
regenerarnos, y regenerarnos significa el resultado de regenerar nuestras instituciones.
Segundo, un ejemplo de cómo regenerar las instituciones, y esto hace rasgar las
vestiduras a muchos y echarse cenizas sobre la cabeza, podría ser la instauración de un
modelo cívico-militar en la educación. Hablaré posteriormente de eso. Y tercero, frente a
los extremos en que se mueve la política actual, léase: el gobierno global de la
Comunidad Internacional y las reivindicaciones locales, una vía que podría darnos fuerza
en la negociación a nivel internacional y espacio para el cultivo de la vida local, es que
nos lancemos a crear Los Estados Unidos de Centro América.¿Por qué propongo un
modelo cívico-militar de educación? Pues por una razón muy sencilla, parece volver al
pasado, parece retrógrado que lo proponga, pero aquí va mi razón: cuando una institución
se deteriora es porque pierde autoridad, y cuando pierde autoridad, pierde potestad,
pierde legitimidad, dicho de una forma más sencilla, se le pierde el respeto. Es importante
recordar que los guatemaltecos, a pesar de que decimos querer mucho a nuestro país, no
lo respetamos.¿Ustedes creen que todavía se mantiene la autoridad y el respeto en
muchas familias guatemaltecas donde hay hijos vinculados a las Maras?, ¿ustedes creen
que esas familias, muchas de ellas desintegradas, todavía pueden rescatar la educación
de sus hijos y orientarlos por un camino de bien y de respeto? Yo pienso que es muy
difícil, por no decir imposible. Y es allí, mis amigos, donde se hace necesario la acción del
Estado, es allí donde es necesario reencauzar la vida de esta juventud. Pero a diferencia
de la familia, el Estado debe inculcar también valores cívicos, valores de convivencia, los
valores que promueven el respeto y la disciplina y, por ende, que restablecen la autoridad
de las instituciones. ¿Creen ustedes que es casualidad que en la actual crisis las
instituciones más desprestigiadas sean, precisamente, las encargadas del orden, las que
representan la autoridad, el respeto a la propiedad y al derecho ajeno? No, de ninguna
manera.
No es ninguna casualidad.¿Por qué propongo una unificación de Centroamérica, y ésta a
través de la creación de lo que he dado en llamar los Estados Unidos de Centroamérica?,
que quizá puede empezar con Guatemala, El Salvador y Honduras, el que se debió llamar
en una época “el Trifinio”, es un triángulo, porque la historia no siempre tiene una
estructura lineal, muchas veces tiene un comportamiento cíclico. Hace 150 años, ante la
amenaza extranjera, ante el intervencionismo de las naciones e imperios poderosos,
veíamos la necesidad de pertenecer a una región fuerte, de estar unidos, esa era la
necesidad. Hoy, como ayer, estamos amenazados por esas ambiciones de intervención.
Lo vemos en las políticas económicas internacionales, en el dinero político de los
Derechos Humanos que compra voluntades en la sociedad civil, y en el discurso
apocalíptico que se nos presenta como una profunda destrucción anticipada. Hoy, como
ayer, se hace evidente que no podemos subsistir solos, pero tampoco podemos ser
marionetas, sin capacidad de movimiento, en las manos de intereses de las grandes
potencias. Hoy , como ayer mis amigos, la única salida que tenemos es la creación de
una figura intermedia: ni el vulnerable Estado-Nación, ni el Estado Asociado a alguna
fuerza internacional que sólo nos vuelve cautivos, sino el Estado-Región, sólido hacia
fuera, fuerte en la negociación, y amplio en su interior, democrático, abierto a la
diferenciación y al cultivo de la vida local.¿Podemos hacerlo? Claro que sí. Nada nos lo
impide. Sólo necesitamos decidirlo, y ustedes son los grandes protagonistas de esa
decisión. En el mundo antiguo, el que legitimaba a los gobernantes locales era el
Emperador Romano; durante la Edad Media era el Papa; hoy en día es la Comunidad
Internacional; sin embargo, hoy como ayer, esta legitimidad se guía más por intereses que
por ideales inquebrantables. Si no, díganme ustedes amigos ¿por qué declaran ilegítimo
el gobierno que será elegido próximamente en Honduras?, ¿es porque las elecciones son
convocadas por un gobierno de facto?, y si eso es cierto, ¿por qué no se declaró ilegítimo
al Rey de España cuando fue citado y puesto en el trono por un gobierno de facto?, ¿por
qué no fue ilegítimo también el gobierno del Presidente Suárez que continuó?, ¿y los
gobiernos de Elwin, en Chile, y todos los que le han seguido que fueron puestos por
Pinochet en sus orígenes? ¿Por qué no se dijo que fueron ilegítimos los gobiernos de
Juan José Arévalo, Julio César Méndez Montenegro y Vinicio Cerezo?, pero óiganme
bien, y ¿Por qué no se dijo que yo mismo fui un presidente ilegítimo, si había recibido el
poder de un gobernante nombrado por el Congreso de la República ante el vacío
presidencial que se produjo cuando el Presidente Serrano fue “invitado” por las
autoridades militares a abandonar el país y viajar a Panamá No nos dejemos apabullar
por velos de palabras, por ideas que flotan en el aire. Necesitamos rescatar nuestra
sociedad, necesitamos rescatar a nuestro país, necesitamos rescatar a nuestra juventud,
necesitamos rescatar nuestras instituciones. Volvamos a los valores que hacen legítimo el
poder, los que facultan la instauración del orden y el respeto por el otro ser humano. No
permitamos que nuestras familias se desangren. La política y el diálogo humano sólo
debe estar al servicio de una cosa: la vida. Y Dios está tocando a nuestra puerta,
¡abramos! Quiero terminar con un pensamiento que me lee mi esposa todos los días, que
dice así: “Si mi vida no da frutos, qué importa que me feliciten; si mi vida da frutos, qué
importa que me critiquen”.Muchas gracias.

La Nueva Guatemala de la Asunción, 10 de septiembre de 2009

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