Está en la página 1de 17

LA AMISTAD COMO MODO DE VIDA1

Vivir es tan asombroso que apenas deja espacio para otras ocupaciones,
aunque los Amigos son, si cabe, un acontecimiento más hermoso.
Emily Dickinson

CLAUDIA

Mujer de 31 años. Nacida en Madrid. Estudió Trabajo Social. Le gustaría trabajar como
promotora de desarrollo rural. Actualmente, desempleada. Desde hace menos de un año
vive en un pueblo de la sierra madrileña, La Hiruela, en una casa compartida con su
pareja.

Claudia es una mujer comprometida, amante de los animales y vegetariana. Le gusta


pasear por las montañas y bañarse en los ríos.

Aborrece el sistema neoliberal y capitalista, considera que la mejor opción de vida es la


decrecentista: Intenta no consumir más de lo necesario, usa ropa de segunda mano,
participa en un grupo de consumo de alimentos.

Ha viajado por Bolivia, Colombia, Marruecos y Portugal. En el último año ha decidido no


hacer un uso innecesario de los aviones, para no aumentar la huella ecológica.

Mantiene una relación desde hace seis años con Manu, y llevan cinco conviviendo. Manu
es un hombre siete años mayor que ella. Se conocieron en un curso universitario. Al
principio no se había fijado en él en un sentido sexual, pero después de unos meses
empezó a sentirse atraída por él. No sabe muy bien el motivo. Comenzaron a enrollarse,
sin muchas expectativas por parte de ella. Él no cumplía con la lista de requisitos que se
había armado para elegir a una persona con la que compartir su vida. Sin embargo, la
cotidianidad se fue haciendo más frecuente, se dio cuenta de que estaba cómoda, le
empezó a enganchar la sensación de que en esa relación podía sacar partes suyas que
no se había permitido explorar, ser más autentica. También se abrió a la posibilidad de
descubrir partes de su sexualidad que le eran desconocidas. Cada vez se empezaron a
ver con más frecuencia. Cada día un poquito más presentes el uno en la vida de la otra, y
viceversa. Y así comenzó la relación… hasta ahora.

Cuando piensa en su relación le viene la palabra realismo. El amor para ella es como la
vida misma, que nunca es estable ni permanece en un punto fijo; de repente puedes
sentirte muy cerca de alguien, pero sin que pase nada especial o relevante, puedes
sentirte muy lejos, lo mismo que te puede pasar con un proyecto o en la relación contigo
misma.

Le avergüenza confesar a sus amigas que se siente insegura y no dice todo lo que piensa
por temor a ser juzgada. A veces tiene la sensación de que van a lo suyo y no están
pendientes de cómo se siente. Les reclama sutilmente. Se da cuenta. Se odia a sí misma
por ello.

1 Título de la publicación de la entrevista a Michel Foucault, De la amistad como modo de vida, con R. de Ceccaty, J.
Danet y Jean Le Bitoux. Revista Gai Pied, N° 25, abril de 1981.
VERA

Mujer de 40 años. Nacida en Durango. Estudió Psicología. Trabaja en una cooperativa de


intervención social. Desde hace más de veinte años reside en Madrid, donde realizó sus
estudios universitarios.

Vera es una mujer práctica, interesada en las relaciones humanas profundas, y feminista.
Le gusta ir al teatro y salir de fiesta con sus amigas.

Aborrece la violencia y a las personas competitivas y poco solidarias. Considera que la


mejor opción de vida es en comunidad, por lo que, después de seis años de convivencia
en pareja, ahora vive con su novio y cinco personas más. Participa en un colectivo de
mujeres.

Ha viajado por Italia, Grecia, Turquía y Portugal. Actualmente está planeando un viaje por
el sudeste asiático.

Mantiene una relación desde hace nueve años con Víctor, un hombre de su misma edad,
que conoció en circunstancias desgarradoras. Víctor fue una de las personas afectadas
por el atentado del 11 de marzo; se quedó viudo. Vera fue una de las psicólogas que
acompañó a la gente afectada, formando una red de apoyo y escribiendo después un libro
de experiencias. Víctor fue una de las personas entrevistadas, y formó parte del equipo
que realizó el libro. Hubo muchas reuniones en las que se encontraron. Se hicieron
amigos. A ella le gustó desde el principio, pero no se animaba a dejarse llevar por la
atracción; le parecía demasiado complicado. Hasta que llegó un momento en que fue más
grande el deseo de vivir la historia que el miedo a lo que pudiera suceder. Se dejó sentir.
Un día él, tan amable como siempre, le acompañó a comprar un ordenador, y se dieron el
primer beso. Desde entonces han estado juntos. Aunque evidentemente, ella tenía razón
y el inicio fue muy difícil. A Víctor se le mezclaban demasiadas sensaciones, tenía ganas
de vivir la historia y enamorarse, pero también se sentía culpable, en cierta forma un
traidor. Le resultaba sumamente complicado atreverse a sentir, atreverse a vivir.

Cuando piensa en su relación le vienen las palabras pasear despacio. El amor es para
ella algo tranquilo, no muy emocionante ni trascendente, pero que te coloca el día de
alguna manera.

A Vera le avergüenza confesar a sus amigas que está cansada de ser “la que lo entiende
todo”, la empática, “la amiga psicóloga”. A veces siente deseos de decirles que son unas
dramáticas y unas exageradas. Pero siempre se contiene.

RUTH

Mujer de 39 años, nacida en Madrid. Estudió Agronomía. Trabaja dando clases en la


Universidad Complutense. Vive en una casa en el centro de la capital que comparte con
su novio y otra pareja. Nunca han vivido solos.

Ruth es una mujer hiperactiva, interesada en el accionar de diferentes movimientos


sociales. Participa en un colectivo feminista, en un grupo de consumo y en un grupo de
apoyo a los zapatistas. Le gusta organizar eventos, charlas, conferencias y jornadas con
las estudiantes. Aborrece la apatía de la gente joven. Considera que la mejor opción de
vida es la militancia política.
Ha vivido durante algunos años en México. Ha viajado por El Salvador, Guatemala,
Honduras, Colombia, Ecuador y Brasil. Está planeando un nuevo viaje a México para
realizar una investigación en Chiapas.

Mantiene una relación desde hace cuatro años con Joan, un hombre cinco años menor
que ella. Se conocieron en su adolescencia, en el pueblo donde ambos veraneaban; él
era el hermano pequeño del amor de sus quince años. Por aquel entonces no se había
fijado en él, le parecía guapo pero era un mocoso. Años más tarde volvieron a coincidir en
la capital, se enteró de que él se había mudado a Madrid (es de Cataluña), y lo llamó. Se
enrollaron desde el primer día, y fue muy divertido. Ella estaba en una relación desde
hacía siete años, una relación en crisis con un hombre muy politizado, con inquietudes
culturales, muy cabezota, muy testarudo y con un punto muy fuerte de egocentrismo. Lo
que le atrajo de Joan fue justo que era la antítesis de ese hombre; era un tipo poco
cultural, no demasiado intelectual y nada egocéntrico. Un tipo sencillo, amigo de sus
amigos, cariñoso, capaz de ponerse en un segundo plano si veía que alguien necesitaba
ayuda. Se separó de su pareja y comenzó con Joan: soltó a uno y empezó con el otro. A
veces piensa que le hubiera venido bien una etapa de estar sola y valorar lo que quería,
pero le dio vértigo.

Cuando piensa en su relación le viene la palabra compañía. El amor para ella es sentirse
como en casa, preparar un arroz caldoso, estar en paz y tranquilidad.

Le avergüenza confesar a sus amigas que quiere ser madre biológica porque siempre ha
dicho que no se esclavizaría a sí misma con la maternidad obligatoria. A veces le da
miedo perder su identidad de mujer fuerte y autónoma si les dice lo que realmente desea.
Así que no suele hacerlo. Finge.

…............................................................................................................................................

Claudia conoció a Vera hace siete años, ambas trabajaban en un centro de menores en
Madrid.

Vera conoció a Ruth hace seis años, cuando se conformó el colectivo feminista en el que
militan.

Ruth y Claudia se hicieron amigas hace cinco años, tras un cumpleaños de Vera en el que
se pasaron la noche conversando.

Ahora las tres son íntimas.

También conocen a sus respectivas parejas, han organizado algunas cenas o encuentros.
Hace un par de años realizaron un viaje juntas a una casa rural en Gerona.

…............................................................................................................................................

Suena el timbre. Ruth contesta desde el telefonillo que está en la cocina. Es un aparato
moderno en el que puedes ver a través de una pantalla a las personas que están
llamando desde el portal. Son Claudia y Vera. Da al botón de abrir y ellas saludan
sonrientes a la cámara. Mientras suben, Ruth termina de cortar unos pedazos de queso y
colocarlos en un plato.

Tocan con los nudillos la puerta y Ruth va rápidamente a abrirles. Se abrazan, gritan y
besan a un mismo tiempo. Claudia y Vera dejan los bolsos en la entrada. Sacan un par de
botellas de vino y un bote enorme de helado de chocolate que guardan en el congelador.

Ruth termina de preparar los aperitivos en la cocina mientras les invita a que cojan de la
nevera una cerveza. Las chicas actúan obedientes y abren tres cervezas.
–Vamos a la terraza, que ya no hay mucho sol y se está a gusto. –Propone Ruth saliendo
de la cocina.

Las tres amigas se instalan en la terraza. Es un espacio rectangular pintado de azul, con
una mesa de madera en el centro, rodeada de sillas de diferentes estilos y procedencias.
En una de las esquinas cuelgan un par de hamacas. Está llena de plantas. Se sientan
alrededor de la mesa, donde colocan las cervezas, un plato de queso, un bol con patatas
fritas, un platillo con aceitunas y otro con pepinillos y cebolletas.

–Chicas, cuánto tiempo, ¿no? –Exclama Ruth con una sonrisa.

–Joder, si es que no tenéis tiempo para nada, parecéis ejecutivas agresivas. –Acusa
Claudia.

–Habló la neo-rural que nunca baja al mundo civilizado. –Dice Vera mientras se mete una
aceituna en la boca.

Todas se ríen.

–Bueno, primero la logística; os quedáis a dormir, ¿no?... –Sondea Ruth–. No habrá nadie
en la casa hasta mañana por la noche...

–Perfecto. –Dicen Claudia y Vera a un mismo tiempo.

Brindan con las botellas de cerveza, mirándose a los ojos y sonriendo.

Hablan sobre el calor que está haciendo este verano, sobre sus casas, el trabajo, las
nuevas sobrinas, las madres, las amigas en común... Se abren otras tres cervezas. Al
final, como siempre, la conversación deriva a su tema estrella: la relación con sus parejas.

Es Ruth la que entra en materia, preguntando a Claudia:

–Y qué, ¿cómo van las cosas con Manu?

Claudia fuerza un suspiro:

–Pues más de lo mismo, chicas... Si es que tenemos códigos opuestos, no nos


entendemos, tenemos mil conflictos... Vamos, nada nuevo... Es que no os quiero aburrir
siempre con la misma historia...

Ruth insiste echando el cuerpo hacia delante:

–Tía, ¡qué nos vas a aburrir! Para eso estamos, para escuchar mil veces las mismas
cosas...

–A lo mejor también influye que ahora mismo no estás en tu mejor momento, ¿no? –
Añade Vera, mirando directamente a los ojos de Claudia.
Claudia se recuesta en la silla con la cerveza en la mano.

–Sí, supongo que sí, demasiados cambios.... Que estoy contenta con lo de vivir en la
sierra y eso, pero es que al final me siento un poco sola.... En el pueblo no tengo amigas,
bueno está María, una chica maja que he conocido, pero que bueno, amiga lo que se dice
amiga, tampoco es... Y para venir a Madrid sin coche, pues tampoco es tan fácil... Sí... –
Bebe un trago largo–. Lo que más me jode es no tener trabajo, me siento muy vulnerable,
como dependiente, no sé… Es que no me acostumbro a vivir de su dinero... Me agobia un
poco eso, la verdad...

–Bueno mujer, es normal, no es fácil, pero ya verás como te va a salir algo... –Anima Ruth
con una sonrisa.

–Sí, sí, ya lo sé... Pero bueno, me puede la impaciencia y me veo muy demandante con
él, con mucha necesidad de que me entienda, de que me escuche, de que me
acompañe... Me siento un poco perdida... –No puede contener unas lágrimas.

Ruth y Vera se miran. Ambas echan el cuerpo hacia delante y tocan la pierna de su amiga
con la mano.

Ruth ofrece:

–Tía, ya sabes que cuando quieras desahogarte aquí nos tienes, coges el teléfono y nos
llamas...

–Ya, ya, no os preocupéis, si es que ando flojilla y me emociono... –Se queda con la
mirada ausente y retoma–. Pero… Eso, que me duele no sentirme entendida justo ahora.
Estoy atravesando una etapa difícil y él no es capaz de enterarse, me parece que no pone
la relación en un lugar prioritario en su vida... Le veo totalmente volcado en su trabajo, su
estrés, las cosas que hace fuera de casa... No le da ningún valor al tiempo que pasamos
juntos... Dice que soy muy exigente, pero, chicas, que la mayoría de los días llega y no
quiere hablar porque está cansado, y sólo quiere alienarse y ver series... Y menos mal
que no tenemos tele, porque si no... Entonces sí, pasamos tiempos juntos, pero para mí
no son tiempos de calidad... Tengo otras expectativas... Y me entran dudas... Siento que
no está todo redondo...

–Yo creo que nunca va a estar todo redondo, la verdad... Las relaciones no son
perfectas... –Vera intenta decirlo con cariño, pero suena a regañina.

–Sí, ya sé... Pero no es sólo eso... Son muchas cosas. Seguimos sin saber
comunicarnos... Yo sigo pensando que él es agresivo y él piensa que yo soy susceptible...
Y así nos la pasamos...

–Bueno, yo por lo que conozco a Manu, es su tono de voz, que sí es un poco así como...
Que si tiene una forma de decir las cosas muy macarra... Vamos, que con sus tonillos
parece hasta un poco vascuence; como Vera. –Ruth mira alternativamente a sus dos
amigas.

Se ríen.

–Sí, si muchas veces lo veo y digo: “Venga Claudia, no te lo tomes como algo personal,
es su forma, saca el contenido de fondo....”. Pero otras veces no lo puedo evitar, me
jode... Porque no es sólo cuestión de forma, es que también es un cabezón de la ostia, y
por ejemplo, en un tema que vemos de diferente manera, pues yo intento que generemos
una mirada común, de “bueno, tú sigues pensando esto y ves esta parte, y yo sigo
pensando esto y veo esta otra, pero vamos a ver si podemos ver algo en conjunto” ... Pero
para él no, para él hay una verdad, y otra cosa que no es verdad, y le da igual lo que yo
vea... Para él hay una forma correcta de hacer las cosas, un hecho que ha pasado así o
asá... Y claro, a mí eso me bloquea, porque entonces tengo que hacer un esfuerzo
todavía más grande para intentar contar mi forma de ver las cosas, y me frustro un
montón porque él no la reconoce... Y es más, piensa que lo único que quiero es llevar la
razón y que esa mirada común de lo que ha pasado sea la mía... Entonces, claro, es
como un diálogo de besugos total... –Se acaba la cerveza.

–Sí, no es fácil... Y es cierto que sois muy distintos en cosas... Pero, bueno, también es
cuestión de darle tiempo, ¿no? –Ruth come patatas sin apartar la vista de Claudia.

–Sí, y a mí me cuesta... Porque veo que no puedo esperar... Y cuando las cosas no son
como me las había imaginado, me frustro...

–Claro, pero eso es lo difícil, porque igual tú quieres solucionarlo pero él no está en el
momento, ni con las ganas, ni con la capacidad... –Añade Vera recostándose en la silla.

Ruth se hace un cigarro de liar mientras les confiesa:

–A mí me pasa un poco igual, que soy muy de aquí y ahora, “esto se soluciona y se
habla”... Y me da igual si son las cuatro de la mañana, si él está cansado, yo llego y le
vomito ochenta mil cosas y el otro se queda como… ¿qué me estás contando? –Se ríe–.
Y bueno, estoy aprendiendo a darle tiempo a las cosas, a hablarlo en un par de días, a
buscar el mejor momento, a aceptar que, bueno, así son sus tiempos también y no es
todo como yo quiero siempre... Y está bien...

Claudia se incorpora en la silla y deja la cerveza vacía sobre la mesa.

–Si ya lo sé, tengo que relajarme un poco, y aprender a poner límites… Porque luego me
voy guardando las cosas, y cuando pongo el límite ya lo hago desde el enfado y la rabia, y
me alejo...

Claudia se muerde una uña con la mirada clavada en la mesa. Vera la saca de su
ensimismamiento:

–No sé, chica, son rachas; a veces hay otros factores externos por ahí que afectan, y
vosotros estáis en un momento de transición vital importante, ¿no?

–Eso es, tía, que nos estamos adaptando al pueblo, a la casa, a la nueva vida... Sí... Es
raro... Porque yo estoy sin trabajo y eso me angustia, pero también es que no sé, a él le
veo medio apático, no quiere relacionarse mucho con el mundo, incluida yo... No le veo
muchas ganas de ver qué sucede en el exterior... Bueno, ¡ni en el interior! Está como
poco conectado con él mismo también... Así que nos la pasamos discutiendo porque yo
quiero hablar de nosotros, y él todo lo contrario. Yo quiero que hagamos cosas divertidas
y él no tiene ganas... Es que estamos en lugares opuestos... Y al final tengo la sensación
de que es una relación en conflicto permanente, que no nos terminamos de relajar... –
Claudia llora de nuevo.
-Pero, ¿estás pensando en dejarlo? –Pregunta Ruth pasando una servilleta de papel a
Claudia.

Claudia se limpia los ojos con el papel.

–Pues pensar lo he pensado mucho, pero no me animo... Es que luego sí veo cosas que,
no sé si será por comodidad, dependencia o qué, pero que sí me gustan... A pesar del
cansancio, siento que no está del todo agotado, que tenemos un reto ahí de ver si somos
capaces de gestionar nuestras dificultades....

–Pero tú en concreto, ¿por qué crees que quieres seguir con él? –Interrumpe Vera
mientras se mete una patata en la boca.
–No sé... Lo he pensado mucho, y en parte veo que tengo confianza en que me va a
apoyar en cosas así importantes, que puedo contar con él... A veces me imagino qué
haría si nos separásemos, y me veo perfectamente sin pareja, pero intuyo que un
escenario posible sería tener que volver a casa de mis padres, y me da pánico... Y tengo
la sensación de que estoy con él por descarte, porque las otras posibilidades no me
apetecen...

–Sabes que nosotras te hacemos un hueco cuando haga falta. –Ofrece Ruth.

–Si lo sé, pero no es eso... Es que veo que me paso la vida cuestionándolo todo, que no
dejo que las cosas pasen... Y es que cada vez que tenemos un conflicto gordo, mi
pensamiento automático es que la relación no funciona, que nunca vamos a superar los
conflictos y que es mejor dejarlo...

Hay un silencio. Claudia tiene la mirada clavada en la mesa. Ruth bebe. Vera come un
pedazo de queso y dice:

–Creo que a veces le das demasiada bola a cada enganchón que tienes con él...

–Puede ser...

Vera continúa:

–Sí maja, porque si os engancháis por el tema de la comunicación, que no os entendéis y


tal, y lo tratáis de resolver igual, con la palabra, pues estáis en las mismas, estáis
haciéndole más nudos al nudo... Yo creo que a veces sirve parar, y antes de revolverlas
más, calmar las aguas... Yo con Víctor muchas veces no solucionamos los problemas
hablando, porque nos pasaba esto de que cada vez que hablábamos se generaba más
tensión, y a veces nos ha funcionado hacer algo pequeñito fuera de ese conflicto, como
darnos un paseo, ir a cenar, salir al monte... Salir del foco del conflicto... Y la situación se
ha destensado y nos ha sido más fácil hablarlo después... Algo así como reconstruir un
poco la cotidianidad, sin forzarlo, claro...

Ruth enciende su cigarro.

–Y tirar más de amigas... –Dice–. A mí me sirve... Me he dado cuenta de que Joan no


tiene por qué, ni debe, solucionar todas mis cosas, ni ser mi pañuelo de lágrimas para
todo, ni mi... Es difícil... A veces nos centramos demasiado en el otro, y es bueno salirnos
y decir: ostia, no te olvides de que hay muchas más cosas y personas que esto... Y
tenerlo presente...
Vera mira a Ruth.

–¡Claro! Tomar un poco de distancia y ver las cosas con perspectiva.

Ruth continúa:

–Eso es, porque a Joan le veo muy amigo, pero no para todo; porque muchas veces le
cuento historias mías y no me entiende, y me lo dice, porque es de otra manera
completamente diferente a mí... Él simplifica mucho más las cosas... Que a mí a veces me
gustaría ser más como él, porque yo las complejizo más de la cuenta, tengo siempre mil
ecuaciones con mogollón de incógnitas y entran un montón de factores a formar parte de
la fórmula… Y él es mucho más de ver las cosas sencillas... Y es un choque... Pero, eso,
que aunque no me entienda en todo, luego me hace sentir que está, que es un amigo...
No sé si me estoy explicando o es un lío...

Claudia mira a Ruth con los ojos vidriosos.

–Sí, perfectamente... –Dice–. La verdad es que luego lo pienso y tampoco veo que
ninguno de los dos hagamos las cosas con mala intención... Que son torpezas,
desajustes, cansancios, tensiones... Y que yo también me complico mucho, es cierto...
¡Soy una rayeti de la vida!

–Pues un poco sí, maja, está bien colocar a cada quien lo que le corresponde; muchas
veces responsabilizamos al otro por cosas que en realidad son nuestras, a mí me pasa
constantemente... – Vera juega con los huesos de aceituna que están sobre la mesa.

Ruth tira la ceniza en una maceta que está junto a su silla.

–Total, tía, es verdad. Yo, por ejemplo, a veces dejo de hacer algún plan para quedarme
con Joan, y luego se lo echo en cara, cuando él nunca me había pedido que me quedara,
ni me había hecho chantaje ni nada, porque para eso es súper franco... Me he dado
cuenta de que detrás de ese querer quedarme con él hay algo insano, de querer
controlarlo por presencia o algo así... Y ahora estoy intentando ser más honesta conmigo
misma sobre qué priorizo en cada momento, y por qué...

–Y luego, –añade Vera con una sonrisa–, creo que por mucho discurso y talleres y no sé
qué, tenemos todavía introyectada esa idea del amor en la que estamos esperando a que
nos salven, que todos esos agujeros y tristezas que tenemos los llene quien está a
nuestro lado… Y no las asumimos como propias... Y no es posible que la otra persona
pueda llenarlo todo, ni tampoco es justo pedirlo...

–Es eso... Porque cuando pienso en dejarlo me doy cuenta que el cotidiano sí me gusta...
Y luego está el tema este que ya os he contado alguna vez, que me está apeteciendo
mucho el proyecto de maternidad, y desde luego una pareja aporta muchas más
posibilidades... –Claudia esboza una pequeña sonrisa.

Ruth se pone de pie y apaga su cigarrillo en un cenicero que está en el suelo.

–Bueno tía, pero eso tampoco puede ser un motivo para seguir con alguien... Creo yo... –
Dice.

Vera acerca el bol vacío a Ruth.


–Pues para mí no, la verdad, porque si quieres ser madre, de todos modos hay formas de
hacerlo...

–Ya, ya, no es sólo eso; mas allá de eso, la sensación de conexión así cotidiana, me
gusta... Me hace sentir que no estoy sola en el mundo...

–Bueno, –dice Ruth desde la puerta de la terraza–, pero eso lo puedes sentir también con
otras personas o proyectos, no te quedes con una pareja sólo por eso...

–Ya, ya lo sé, no es sólo eso...

Ruth sale de la terraza con el bol en la mano. Claudia se suena los m ocos con un papel.
Vera mira al horizonte mientras come queso.

Ruth regresa con el bol lleno de patatas y tres cervezas. Claudia continúa:

–Joder, si es que me escucho y es verdad que parece que estoy con él por estar, pero en
realidad no me animo a separarme porque sí hay cosas que me aportan... No es que esté
con él por interés o necesidad... Es sólo eso, que tengo que relajarme en vez de culparle
a él de todo y estar todo el rato poniendo en cuestión la relación... –Suspira–. Y dejarme
de tonterías, porque luego veo que me dejo llevar por esa parte fantasiosa que piensa que
en algún lugar hay una persona más afín a mí, con la que me entendería a la perfección,
con la que podría compartir proyectos, con la que no habría conflictos...

Vera finge atragantarse con un trago de cerveza:

–Laztana2, siento ser yo la que te dé esta mala noticia: esa relación no existe. –Todas se
ríen–. Además, eso que te pasa no es sólo tuyo, maja, le pasa a mucha gente. ¿Y sabéis
por qué? Pues para mí en el fondo es un rollo capitalista, esta creencia de que lo
conocido es aburrido, y que siempre hay algo desconocido y maravilloso esperándonos a
la vuelta de la esquina... Este sistema en el que nos abocan a querer probarlo todo y no
perdernos nada, con la consiguiente insatisfacción permanente...

Claudia bebe mirando a Vera.

–No lo había pensado nunca... Pero tiene mucho sentido… Soy una víctima de este
sistema de mierda... –Se ríe.

Vera come patatas y contesta con la boca llena:

–¡Tú y todas somos víctimas de esto! Y bueno, la movida es que seguro que puede haber
gente más afín a ti por el mundo en algunas cosas, que no es cuestión de estar con
alguien por estar o de aguantar, como decían nuestras amatxus3. Pero eso de que hay
una relación fácil y sin conflictos sólo pasa en las películas, la realidad no está tan
condimentada... Y así nos va, que estamos más perdidas que nada, que no tenemos ni
idea de lo que significa relacionarse...

Claudia se incorpora un poco en la silla y come un pedazo de queso.

–Ya ves, totalmente de acuerdo, lo que pasa es que en mi caso también tiene que ver con

2 En euskera significa cariño o querida.


3 En euskera significa madres.
una parte personal mía, que yo recuerdo que desde muy pequeña me decía a mí misma:
“Tú no hagas como tu madre, no te quedes con un tío pesado que está todo el rato
gruñendo, que no te escucha. No lo aceptes, puedes vivir mejor, no te conformes con algo
que no te hace feliz...”. Y claro, ahora me veo en esta relación y me da pánico... Pero
bueno, ahora que lo pienso también es cierto que desde pequeña pensé que la felicidad
era estar todo el día subida en una montaña rusa de emociones; pero de subida sólo, sin
bajones...

Vera se ríe y adopta un tono teatral, gesticulando exageradamente con sus manos:

–Pues claro, bihotza4, nos dijeron que en el amor todo eran cenas con velas y violines,
fuegos artificiales y orgasmos simultáneos... –Todas se carcajean–. Pero no... De hecho,
no sé si me estoy haciendo mayor o qué, pero la verdad es que ahora prefiero pasear y
estar tranquila que los violines y la fiesta... De verdad, que me veo mayor para cosas... Y
también me veo desidealizando mucho a Víctor. Antes sí me veía más esperando que me
entendiera en todo, que me escuchara, que bla bla bla... Pero ahora ya no… No sé si será
por su forma de ser, o más bien por el hecho de haber sido socializado como hombre,
pero la verdad es que ni me trata ni me escucha como yo quisiera. Y pues, qué se le va a
hacer, ¿no? Si estoy angustiada me busco otros espacios, para eso os tengo a vosotras,
por ejemplo. Y tampoco es que con Víctor me haya resignado, no es eso, pero intento
entender que todas las relaciones tienen límites… Que a veces lo consigo y otras me
frustro bastante, ¡para que nos vamos a engañar!… Pero bueno, al menos ya no estoy
esperando que me escuche como yo lo haría…

Ruth levanta el vaso para brindar.

–Eso entra dentro del cajón carta a los reyes magos. Por las amigas, chicas...

–A los Reyes y al Olentzero. –Apunta Vera entre risas.

Brindan y beben.

Claudia se dirige a Vera:

–¿Y tú cómo estás con Víctor?

–Pues estoy muy feliz, vamos, que no es que sea de cuento ni mucho menos, de hecho,
es rutinario, sin sorpresas...Tampoco es que sea aburrido, que dicho así, suena raro... Es
estable, me da tranquilidad... Supongo que después de un año tan de crisis laboral, crisis
social, crisis personal, crisis, crisis, este año necesitaba calma... Y Víctor me la da.
Tenemos una base muy sólida y eso me da fuerza para mover otras cosas... Claro, que
eso puede cambiar en cualquier momento, no digo que no, pueden pasar miles de cosas,
pero ahora me siento muy relajada...

–Qué bien... –Contesta Claudia, casi en un susurro.

Vera continúa recostada completamente en su silla, con las piernas cruzadas.

–Pues la verdad es que no me quejo, también es como mi momento de vida, creo; ando
muy serena, no necesito emoción permanente ni nada parecido... Pero bueno, que
tampoco es que todo sea maravilloso, seguimos teniendo nuestros momentos de no

4 En euskera significa corazón.


entendernos y de no aguantarnos, no os vayáis a creer. Porque hay días, majas, que lo
veo clarísimo, Víctor me cae mal... –Se ríen–. No, en serio, ¡que no le aguanto!... Pero
está muy bien, porque me doy cuenta de que no pasa nada, que no es el fin de la relación
ni dejo de quererle, pero que me parece un imbécil integral. –Más carcajadas–. En serio, a
mí me encanta sentirlo, porque como le quiero a él, pues le quiero así, y me gusta porque
me veo más yo que nunca también, más autentica, con menos miedo a mostrarme, a
permitir la imperfección, incluso a quererla un poco... Porque también la tengo, y mucho,
aunque no me la vea... Vamos, que yo también soy idiota muchas veces, y me caigo muy
mal a mí misma... –De nuevo, risas–. Entonces, bueno, tampoco dejo de quererme por
eso...

Ruth bebe sonriente.

–Me encanta. Pues sí, es que siempre intentamos ser perfectas y no se puede...

Vera da un trago y continúa:

–¡Es agotador!... Yo ahora incluso deseo un poco de imperfección, y le doy importancia a


lo pequeñito, a lo cotidiano, a los gestos, a las cosas sin florituras... Últimamente valoro
estar con Víctor sin hacer nada, cada quien leyendo un libro, viendo una película, lo que
sea, y sentir esa presencia, me encanta... Y no sé, a veces también me entran
preocupaciones de si me estaré haciendo una aburrida, o de si estaré renunciando a las
miles de emociones que me esperan, pero la verdad, majas, como estoy tan cansada
físicamente no me veo para muchas líricas, y me gusta lo que tengo ahora... Pero os lo
cuento y me da miedo parecer una conformista de la vida... Y tal vez sí lo soy porque,
claro, nunca harían una película de mi relación en estos momentos, eso seguro... –Todas
se ríen–. En serio, es que como el relato que nos han contado es que el amor tiene que
ser emocionante, que no tiene que ser tranquilo, apacible, sólido; aunque eso sea lo que
nos hace sentir bien... Me da la sensación de que al contarlo os voy a parecer una súper
amama5, y que vais a pensar: “Pobre, con lo que ha sido...”

Ruth se carcajea.

–Para nada, tía, yo te veo muy bien...

Claudia secunda:

–Total, yo te veo en muy buen momento...

Vera termina su cerveza.

–Pues sí, la verdad es que me veo a gusto y tranquila conmigo misma. Me da igual
parecerle a la gente normal, cosa que antes me angustiaba... Ahora me veo
escuchándome más a mí misma, con más claridad interna... Es como con lo del poliamor
y eso, mis colegas de la cooperativa me están todo el día vacilando con que soy una
monogámica de mierda y no sé qué... Y antes me afectaba, pero ahora la verdad es que
ni me lo planteo, digo: “Joder, qué difícil”, con lo chungo que es mantener una relación,
encima con más, ¡qué va! Me parece un puto infierno tener varias relaciones con
implicación emocional, compromiso, cuidado, ¡no, no!, no lo veo... Por lo menos para mí,
que luego hay seres superiores que pueden con todo, muy bien; a mí me ha tocado ser
inferior, qué le voy a hacer... –Se ríen.

5 En euskera significa abuela.


Claudia se mete una aceituna en la boca y pregunta curiosa, mirando a Vera:

–¿Y cómo va la convivencia?

–Pues muy bien, por un lado estoy encantada de vivir en el centro, me ha cambiado la
vida, y por otro, veo que vivir con más gente le da vidilla al cotidiano... O sea, que dentro
de esa rutina que me fascina, también está bien compartir otros espacios o momentos con
más gente... Y algo muy guay es que se ha revitalizado la intimidad, eso es curioso...
Antes toda la casa era nuestra y formaba parte de nuestra intimidad, y ahora se ha
acotado a nuestra habitación, y es muy interesante porque de repente nos tocamos
debajo de la mesa y es muy emocionante...

Ruth asiente.

–Sí, tía, a mí me encanta vivir con más gente por eso, porque se diluyen mucho las
dinámicas rancias de la relación... –Se dirige a Claudia–. Igual esa puede ser una
solución, convivir con más gente...

Claudia asiente mirando a Ruth, y tuerce la boca.

–Puede ser, no sé, pero me parece que Manu no está muy abierto a esa opción...

Ruth y Claudia miran a Vera, que continúa su relato:


–Pues eso, majas, que estamos en una buena racha, la verdad. Más o menos nos
entendemos, cada quien hace sus cosas por su cuenta y luego nos encontramos con
ganas. Sí. No estamos en una fase de esas de, ¿quién es el marciano este que está
durmiendo conmigo? –Se ríe–. Bueno, lo único que echamos de menos es poder irnos de
vacaciones juntos, que ya es el segundo año que no podemos; pero ya llegará...

Ruth se levanta de nuevo.

–Pero si luego os vais con la furgo un montón de fines de semana... –Dice.

–Sí, es verdad, pero no es lo mismo, yo necesito un mes seguido... –Vera junta los platos
vacíos.

–Bueno sí, no es lo mismo... –Rectifica Ruth dirigiéndose a la puerta con los platos.

Claudia va al baño. Vera se levanta y se asoma por la barandilla para mirar la calle. Ruth
regresa con otras tres cervezas. Claudia vuelve con la cara mojada.

Vera bebe un largo trago y continúa:

–Y, eso… que estoy en una fase tranquila y que espero que dure, la verdad, porque no ha
sido fácil, amiguitas, nada fácil, y vosotras lo sabéis muy bien...

Claudia brinda con Vera.

–Pues sí, tienes toda la razón, yo te admiro mucho por cómo lo has llevado, eres una
campeona...

Vera hace un gesto de forzuda con el brazo.


Ruth interrumpe la broma:

–¿Y cómo le ves a él? ¿Cómo lo ha llevado este año?

Vera suspira.

–Bueno, pues todavía le cuesta, es difícil porque la echa de menos y es normal... Este
año ha sido más leve, pero todavía se pone de mal humor cuando se acerca la fecha... Ya
no lo hablamos mucho, la verdad. A mí a veces hasta se me olvida y le noto rarillo y me
cuesta ubicarlo, pero bueno, es así, lo entiendo... Supongo que son cosas que no se
curan del todo por más años que pasen... Yo me siento orgullosa de que hayamos sido
capaces de construir una cierta normalidad... A lo mejor por eso valoro tanto estar
tranquila, aunque no haya demasiadas emociones ni cosas transcendentes...

Ruth echa el cuerpo hacia delante y da una palmadita en la mano de Vera.

–Pues sí, siéntete muy orgullosa, es para estarlo... Y claro que sí, hay que perderle el
miedo a la palabra normalidad, que está muy bien no estar siempre en una vorágine de
emociones... –Se interrumpe–. Chicas, una cosa… ¿cenamos?

Las amigas asienten. Las tres se levantan y entran en la casa. Ruth agarra del horno un
pastel de verduras. Vera abre un vino. Claudia saca de la nevera una ensalada ya
preparada. Regresan al patio. Ruth comenta la receta del pastel. Vera sirve el vino en
copas. Claudia confiesa estar un poco borracha.

Vera retoma la conversación dirigiéndose a Ruth, que está sirviendo:

–¿Y tú? ¿Cómo va el taller de parejas?

–Genial, chicas, nos está sirviendo un montón; ya llevamos tres meses, en teoría nos
quedan otros tres, pero muy bien, la verdad... Muy contentos... –Ruth distribuye los platos
con pastel y ensalada a sus amigas.

Vera agarra un tenedor y come con ganas.

–¿Y siguen yendo las mismas parejas? ¿O alguna lo ha dejado?

–No, todas continuamos, y está guay, porque como somos tan diferentes y cada vez nos
conocemos un poco mejor, es muy divertido...

Claudia saborea el vino.

–Y entonces, ¿os está ayudando así en cosas concretas?

–Pues sí, por ejemplo justo en eso de ver cómo establecer la comunicación entre
nosotros, qué quiere él y qué quiero yo, cómo negociamos esos anhelos, cómo
hacemos... Eso que decíamos antes, de que yo no puedo compartirlo todo con él, ni él
conmigo, ni intentar que me solucione mis problemas... –Hace una pausa para comer un
pedazo de pastel–. Entonces estamos trabajando mucho eso, cómo gestiono yo mis
frustraciones, él las suyas, las rabietas, mis modos, sus modos, mi modo mala ostia, mi
modo malo, que también lo tengo, su modo malo... Eso, muy chulo, la verdad... Y nos está
ayudando a crear más espacios en los que encontrarnos de verdad, en los que
comunicarnos y disfrutar...

Claudia se recuesta con la copa de vino. No toca la comida.

–Joder, ojalá Manu quisiera hacer ese tipo de cosas; pero es un cerrado de la ostia...

–Pues sí, tía, porque a nosotros nos ha ayudado mucho a hablar desde las necesidades y
no tanto desde lo que falta... Y está guay, porque como los ejercicios son muy vivenciales,
a mí me vienen genial; hay que sentirlo así muy en las tripas, y con lo racional que soy,
me va muy bien no darle tantas vueltas y sentir... Y con Joan nos está sirviendo mucho
para ver esos diferentes idiomas que tenemos a la hora de hablar...

Claudia se incorpora y da vueltas a la ensalada con el tenedor.

–A ver... Danos un ejemplo.

Ruth suelta el tenedor sobre la mesa, da un trago al vino y mira hacia arriba.

–Pues a ver, una cosa que hemos trabajado es que, por ejemplo desde mi punto de vista,
él por el hecho de ser un tío y haber sido educado como hombre, no es capaz de expresar
sus sentimientos... Entonces en el taller he visto que lo que yo pensaba es que él no tenía
sentimientos, directamente... Y, claro, con los ejercicios me he dado cuenta, bueno nos
hemos dado cuenta, porque para él también ha sido un descubrimiento, de que no era
eso, sino que lo que le cuesta la vida es explicarlo, pero que tener sentimientos los tiene...

–Vamos, que es un ser humano. –Vera sonríe.

–¡Exacto, que no es un robot! –Se ríen–. Y él lo está reconociendo y comienza a poner


más palabras a lo que quiere o siente, y es curioso porque le veo mucho más fluido en
eso... De hecho, tías, le veo que está mega empoderado el tío, que ya no me dice a todo
que sí, que me pone límites; que yo sé que soy muy intrusiva de repente, pero un poco se
está yendo al otro extremo y es de “tío, no me digas a todo que no, dame una de cal y
otra de arena, colega...”

–Vamos, que se te está empoderando más de la cuenta... –Vera levanta el tenedor


señalando a Ruth.

Ruth se carcajea.

–Fuera de bromas. Está guay porque siento que nos ha equilibrado un montón...

Vera interrumpe:

–Vamos, que ya no te lo comes con patatas...

–Pues no, tías, ahora me dice: “Esto no lo quiero, Ruth”, “esto sí, pero no ahora”; y yo…
¿cómo?... –Se ríe–. No, pero en serio, a mí me está sirviendo mucho... Por ejemplo, algo
que ha salido también es que a él le pone nervioso que no tenga en cuenta su opinión, o
sea, que su opinión tenga menos peso para mí que las opiniones de otras personas... Me
ha costado admitirlo, pero es cierto, lo hago... Y tiene que ver con que a él no le doy
capital simbólico o autoridad o lo que sea, y a otras personas sí... Y me he dado cuenta de
que doy esa autoridad en función de lo que ha estudiado la gente, de lo militantes que
sean, de lo guay que sean, vaya… Y me equivoco haciendo eso... Es normal que no le
haga ninguna gracia al chaval...

Claudia come con desgana.

–Que guay, tía, ¡me da una envidia! ¿Y qué más cosas habéis tratado?

Ruth termina su plato. Bebe vino recostada en su silla.

–Pues miles, tía. Pero una muy interesante es que salió el tema de la crisis que él tuvo
hace un año, cuando me dejo un par de meses... Que como ya sabéis yo lo pasé fatal,
que me dolió lo más grande... Pero que no le guardo ningún rencor, bueno al menos
consciente, ni me siento enfadada ni nada, porque sigo pensando que él lo hizo muy bien,
que fue honesto conmigo, que me cuidó, fue cariñoso, y en fin... Pero salió en el taller
porque yo sigo teniendo el insomnio este raro, que me despierto a las cuatro de la
mañana, y que tengo el sueño extra ligero... Y como lo tengo asociado a esa época, al
trabajarlo en el grupo, salió ese momento de crisis... Y estuvo guay porque lo hablamos, y
vi que gracias a esa crisis mi tendencia a querer controlarlo todo se ha modificado un
poco... Empiezo a ser consciente de que no puedo controlar mi relación con él, y de que a
veces las cosas están donde ni yo misma sé que están... No sé si me explico...

Las amigas asienten. Todas beben.

–Y esas dudas suyas de si quería o no estar conmigo a mi paradójicamente me han


relajado, porque he entendido que las cosas siguen el camino que tiene que seguir
independientemente de cómo me ponga, aunque quede como muy de echadora de
cartas, pero sí... Y eso me ha dado confianza en la vida... Esta claridad de que por más
que yo intente, insista, controle la situación, o le dé ochenta mil vueltas, al final, bueno, lo
más inteligente es ir haciendo lo que considere en cada momento, cuidarme, cuidar a la
gente que me rodea y confiar... Y bueno, que cada quien tomará las decisiones que tenga
que tomar, y que yo estaré bien, y ya... Porque el Joan me plantó y yo no me morí...

Vera sirve más vino en las copas y añade:

–Pues sí, claro, está guay, maja, porque es verdad que a veces pensamos que después
de una ruptura perdemos identidad o yo qué sé; pero está bien descubrir que no, que la
vida sigue...

–Eso es... Aunque bueno, qué os voy a contar a vosotras, estuve muy jodida... ¡Pero
sobreviví! No pasó nada, mi vida siguió su curso, seguí haciendo mis cosas, mi trabajo,
mis amigas... Que me daba pereza otra relación, eso sí, que todas mis fantasías sexuales
desaparecieron, y no me interesaba nada ni nadie... Pero bueno, eso también estuvo bien
porque me di cuenta de que muchas veces mis fantasías son más ideas que cosas que
quiera concretar en la práctica...

–Así somos… –Vera se encoje de hombros y asiente.

–Y también veo que desde que retomamos la relación, se me ha pasado mucho el tema
de los celos, que estoy mucho más tranquila... Bueno, que igual me puedo rayar con ésta
o con la otra, no digo que no, pero la verdad es que me veo en otra, total... –Ruth termina
su vino de un trago.
–Qué bueno, amiga... –Claudia tiene el plato todavía lleno.

Ruth se arma otro cigarro de liar.

–Que también es porque le veo a Joan mucho más cercano que antes, y bueno, supongo
que eso de una manera inconsciente me da mogollón de confianza y seguridad... Y eso,
chicas, que estoy contenta, que estamos también intentando currarnos más espacios de
encuentro bonitos, aunque, bueno, yo casi no tengo tiempo y eso pesa un poco en la
relación...

–Es que, maja, eres hiperactiva, también podrías dejar de hacer tantas cosas, que no te
vendría mal...

Vera se levanta y recoge su plato y el de Ruth.

–Ya, la verdad es que sí, porque hasta en esto del sueño veo que la cabeza me va a siete
mil por hora y necesito descansar...

Vera sale de la terraza. Claudia hace a un lado su plato casi lleno.

–Igual te va bien ir a una naturista... Yo conozco una.

–Pues igual sí, no lo descarto; luego me pasas los datos...

Claudia asiente. Vera entra de nuevo con el helado de chocolate y tres cucharas. Lo deja
sobre la mesa y comienza a comer mientras aconseja:

–Si estás cansada tienes que parar un poco, maja, no forzar tanto la máquina porque vas
a la carrera por la vida, siempre estás para arriba y para abajo... Y si tienes ganas de
descansar pues date permiso... Porque como tú dices, tienes una inclinación al control de
todo, también de ti misma y, laztana, eso es agotador...

Ruth deja el cigarro sobre la mesa y come helado:

–Pues sí, tienes toda la razón... Pero me cuesta verlo, ¿eh? Que ahora lo hablo aquí con
vosotras y está claro, pero luego me pongo a pensar, y madre mía, pienso por mí, por él,
en el año que viene, en el siguiente, en el otro, entonces, bueno... Sí, tengo que parar un
poco esta cabecita loca...

Claudia coge la cuchara por inercia y la mete en el helado:

–Y menos mal que tú no quieres ser madre, porque si no otra cosa añadida a tu lista de
comeduras de tarro...

Ruth se queda con la mirada fija en el helado. Claudia añade:

–Bueno, porque sigues sin querer, ¿no?

Ruth enciende el cigarro.

–Sí, ya sabéis que la maternidad biológica no me ha llamado nunca, pero bueno, con la
edad a veces pienso que... No sé... Tal vez, adoptar... Pero tampoco lo veo muy claro
ahora porque ando en mil cosas. Y luego el otro tema es la pasta, que es un temazo
chicas, porque como Joan no tiene trabajo remunerado... –Da una calada–. Si os soy
sincera a veces me carga, entiendo que él es artista y que está estudiando y todo el rollo,
y me parece súper positivo que haga lo que le gusta y que esté contento... Pero joder, a
veces veo que no se pone las pilas, tías, que le resulta muy cómodo que yo le
mantenga... Es que ya son unos años así, y bueno, tengo todo mi discurso de que el
dinero es capitalista y que no hay que darle tanta importancia y que quiero compartirlo con
él, y lo que quieras, pero para cosas sí veo que es limitante… Por ejemplo, para eso que
os decía; si queremos adoptar, pues no sé, una criatura requiere pasta... O para irnos de
vacaciones o un fin de semana... Está siendo un tema... Porque digo que no me importa
mantenerle, pero luego se establecen como cositas raras, como si diera pie a una relación
de poder o algo así... Como soy yo la que tiene el dinero, al final soy la que decide, y no
me gusta nada.... –Come helado sin mirar a sus amigas.

Vera llena las copas de vino y añade:

–Pues sí, maja, es importante, porque a ver, para mí una cosa es la generosidad y
compartir y todo eso, y otra es que se establezca una dinámica en la que él está muy
cómodo porque tú generas dinero, y no siempre trabajas en lo que te gusta; o sea, que yo
te entiendo, que está genial que él se desarrolle, pero también es importante un cierto
equilibrio...

Ruth suspira y come helado.

–Ese tema me tiene un poquito preocupada, la verdad... Pero bueno, a ver si consigue un
trabajo de una vez...

Claudia toca el brazo de Ruth.

–Bueno, pero, ¿por lo demás estáis bien?

–Sí, sí, lo que os digo, chicas; bien, creciendo, aprendiendo, contenta... Pero eso, que
nada está redondo nunca, como decíamos...

–Ya... –Susurra Claudia.

Vera se bebe de un trago el vino.

–Bueno, majas, y después de nuestra sesión cotidiana de desahogo... ¿Qué os parece si


nos vamos a la cama y mañana seguimos? Son las tres de la mañana y me noto
ligeramente embriagada... –Se ríe.

–Ostia, ¿son las tres? –Ruth mira el reloj de su muñeca–. Los vecinos deben de estar
flipando con nuestros gritos.

Vera se levanta.

–¿Gritos? ¿Nosotras? Pero si somos súper discretas... –Todas se carcajean.

Ruth y Claudia apuran sus copas. Recogen lo que queda en la mesa y entran en la casa.

También podría gustarte