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1
En el verano del 98 todos en la casa se fueron a veranear a Con
Con, menos la Gertru (mi nana) y yo.
2
Anoté en un papel: “Señora Gallardo. 3 de la tarde, Café Paula”.
Nos quedamos de juntar en el café donde mi abuelo iba, el de San
Antonio con Agustinas.
3
La señora Gallardo me miraba dudosa.
– No era eso, sino que.. – luego sonrió – bueno debe ser que no
estoy acostumbrada a estas cosas. No me queda otra, nadie ha
querido ayudarme.
– Si – mentí.
– Una lástima
– Se cumplen
– No veo el problema
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La Gertru me estaba esperando con panqueques con mermelada de
alcayota, porque sabe que a mí me gusta.
Martes
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A la mañana siguiente, salí y tome la micro que me dejaría en Santa
Familia.
– ¿Periodista?
No quise contradecirlo
– No
– ¿Conoció a Cacho?
7
No tenía nada. Me fui decepcionado a tomar el colectivo y mientras
lo esperaba apareció una niña de ojos claros. Me enamore
enseguida. La niña me miró y dijo:
– No, pero debe estar bien donde está. No te metas por el bien de
Cacho y comenzaron a desaparecer.
Miércoles
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Desperté tarde y la Gertru me esperaba con un plato de cereal con
leche.
– Me dijo que Cacho hace solo 3 años que está en el barrio y que
solo jugaba fútbol, dime ¿de dónde salía la plata para mantenerse,
pagar la pensión y gastos? Debía andar en malos pasos, por eso lo
mataron.
Gertrudis abrió los ojos con una mirada de avión despegando que
ella tenía cada vez que se sorprende y no entiende nada.
9
Homero Gavilán, entrenador del Ferro Quilín me esperaba en la
sede del equipo.
10
Caminé hasta llegar a la placita de Alférez buscando a Charo.
Almorcé en el “Pollo pechuga” un contundente plato de papas fritas
con kétchup. A las 4 en punto como estaba acordado, llamé a la
Gertru que trató de sobornarme con un fantasmal para que volviera
pronto. Lo más importante: dijo que había recibido un llamado de
una tal Charo, me esperaba a las 5 en la estación de trenes de
Santa Familia.
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La estación de trenes está abandonada hace años, llena de vagones
oxidados. Un escenario deprimente.
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Caminamos por el vagón como una pareja.
– Te escucho
– ¿La última?
– ¿Y quién te contrató?
Jueves
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Al otro día la Gertru quería llevarme al médico por lo pálido que
estaba, parece que aún no se me pasaba el susto.
Nos pusimos a ver las teleseries donde salen los hombres peludos
que le gustan a la Gertru y comentábamos las teorías que teníamos
del caso.
Yo no entendía nada
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Volví a Santa Familia y llegué al colegio Makario Cotapos, que tenía
un letrero con una leyenda no muy original: “La educación es futuro”.
Una frase como las que le gustan a papá, ideal para no terminar
como el tío Jorge.
– Ese curso egresó el año pasado, los que pudieron después del
accidente.
– ¿Qué accidente?
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Ya en el colectivo camino a casa, daba vueltas al asunto.
Entró a una galería comercial y corría entre la gente, era muy hábil,
hasta que entró a una tienda de ropa interior femenina, allí acababa
su carrera.
Entré a buscar al gordo y las señoras que se encontraban
comprando se voltearon a mirarme. Una vendedora se acercó. Para
disimular le dije:
– ¿Algo especial?
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La Gertru lloraba mientras el Sargento Suazo la consolaba.
– ¿Viven allí?
Viernes
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Al día siguiente tomamos desayuno la Gertru, León y yo. Llegamos a
la conclusión que debíamos avisar a carabineros sobre el rapto de
Charo, pero antes debía hablar con la señora Gallardo para
explicarle que el asunto se complicó y que no podría cumplir mi parte
de encontrar a Cacho.
Con León nos fuimos en la micro y me conto su historia.
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La secretaria me dijo que debía esperar porque la señora Gallardo
estaba en una reunión muy importante. Esperé porque deseaba
terminar con todo esto y olvidarme del trabajo.
19
Con la Gertru nos juntamos en el metro Baquedano, venía muy
elegante, como cuando se junta con sus novios, el poeta o el
carabinero.
Le conté todas las novedades de Intermar, pero ella dijo que tenía la
solución en la dirección que tenía anotada.
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Decepcionados pasamos con la Gertru al Bravísimo. Me contó que
ella era de Temuco y que quería ser azafata, pero no le gustaba
estudiar y no había tenido el dinero.
– ¿Qué?
21
Llegue en un taxi que me dejó detrás de la Villa Lomas de San
Clemente. En un parque me senté a esperar y dormí por una hora. Al
despertar le pregunté a un señor que paseaba 10 perros dónde
quedaba la oficina de encomiendas de Intermar.
Corrí hacia el interior sin que nadie me viera. Había cajas de todos
los tamaños. La bodega continuaba a un amplio patio. En las
dependencias interiores vi el brillo de un televisor y lo seguí. Llegue
al rincón donde sobre un catre de metal estaba Charo amarrada al
catre de una mano y un pie. Al verme se sorprendió.
– ¿Tú? ¿No eres de los mismos? ¿los guardias? – preguntó con voz
débil.
– Están adelante
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Los guardias nos tenían amarrados en completa oscuridad lo que
para mí es terrible porque me da mucho miedo.
Se acercaron a nosotros:
– Tenía que demostrar a los dirigentes y al Ferro que hacia todos los
esfuerzos. A ella no le conviene que aparezca Cacho, haría
cualquier cosa para que no apareciera nunca, eliminarlo si es
posible.
– No estoy segura
– Quedamos de encontrarnos.
Con Charo nos tiramos al suelo y el camión partió entre los disparos
y gritos de los empleados.
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Eran cerca de las 4 de la mañana cuando León se detuvo a la salida
de Santa Familia.
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La historia de Charo es la siguiente: en 1994 Charo y su hermana
melliza Leticia, estudiaban en el 2° medio del Makario Cotapos de
Santa Familia, eran buenas alumnas y su familia parecía normal.
Siempre estaban unidas y se tenían confianza.
Charo recordó más adelante, que antes del choque, ella se levantó
para ir al baño al final del bus y vio que Cacho Ramírez dormía en
un asiento trasero, pero en el sumario de investigación aparecía
Cacho como el conductor al momento del choque.
Charo sabía que Cacho tenía una tía que vivía en la Reina Alta, la
tía Solicita y quizá ella podía saber dónde estaba Cacho.
Los cuatro nos miramos, nadie dijo nada, hasta que la Gertru se
atrevió:
– ¿Qué esperamos? Estamos cerca de la Reina y con ganas de
conocer a la tía Solicita.
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Nos dirigimos en el camión a la Reina. Charo guiaba al grupo por un
camino en subida, se acercó a una casa llena de gatos y abrió la
puerta del antejardín. Golpeó pero nadie contestaba, hasta que por
atrás alguien respondió “adelante”.
– Viene cada cierto tiempo, me trae “El Condorito”, creo que la última
vez que vino fue hace 3 o 4 días.
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Nos fuimos por Av. La Florida hacia el Cajón del Maipo.
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Nos indicaron como cruzar el río. Llegamos cansados y transpirando
y con León apunto de vomitar.
Era una casa con dos Silos a los lados, pero el cruzar la reja, una
voz potente nos advirtió:
Pensé que eso era lo que don Chemo quería decirme, dos años
después salimos campeones consecutivos, pero comencé a recibir
amenazas y después de la balacera en el último partido, me vine a
esconder aquí.
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A las 5:30 se realizaría el partido enfrentando el local Ferro Quilín
contra Deportivo Malloco. El ganador subiría a segunda división. El
camarín del Ferro parecía un funeral. Sin la cábala Cacho Ramírez,
el destino del equipo se veía oscuro.
Allí estaba Cacho, bajo los 3 palos. Sabía que era su último partido
con Ferro y eso lo hacía estar triste y alegre a la vez.
Domingo
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Hoy domingo nos quedamos en casa con la Gertru tomando sol y
repasando la larga semana.
La tarde anterior el arquero del Ferro Quilín fue figura. El Ferro pasó
a segunda división con dos goles. Se entregó la copa y Cacho dio la
vuelta olímpica.
FIN