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Estados de ánimo, Mario Benedetti.

Unas veces me siento


como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.

Unas veces me siento


como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.

A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.
Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.

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Viceversa, Mario Benedetti

Tengo miedo de verte


necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte


preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte


alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

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Hagamos un trato, Mario Benedetti

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo
si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato


yo quisiera contar
con usted

es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

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Tríptico, Oliverio Girondo


I
Tendido
entre lo blanco,               
la vi.
Se aproximaba.
Las pupilas baldías,
el cuerpo inhabitado,               
sin cabellos,
sin labios, inasible,
vacía;
junto a mí               
a mi lado...
¡Toda hecha de nada!
Se sentó.
¿Me esperaba?               
La miré.
Me miraba.

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Nocturnos 1, Oliverio Girondo


No soy yo quien escucha
ese trote llovido que atraviesa mis venas.
No soy yo quien se pasa la lengua entre los labios,
al sentir que la boca se me llena de arena.
No soy yo quien espera,
enredado en mis nervios,
que las horas me acerquen el alivio del sueño,
ni el que está con mis manos, de yeso enloquecido,
mirando, entre mis huesos, las áridas paredes.
No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas.

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Nocturnos 5, Oliverio Girondo

La lluvia,
con frecuencia
penetra por mis poros,
ablanda mis tendones,
traspasa mis arterias,
me impregna, 
poco a poco,
los huesos, 
la memoria. 

Entonces, 
me refugio
en un rincón cualquiera
y estirado en el suelo
escucho,
durante horas,
el ritmo de las gotas
que manan de mi carne,
como de una gotera.

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Él, Oliverio Girondo

¿Dónde estará?
¿Dónde se habrá escondido? 

Creí que se ocultaba entre los ruidos.


Lo busqué.
Se había ido. 

Sospeché que habitaba el desamparo.


Fui a su encuentro.
No estaba. 

Pensé que su presencia me cegaba.


Me aparté.
No vi nada. 

Esperaba encontrarlo en mi camino.


Lo esperé.
Aún lo espero. 

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LLORAR A LÁGRIMA VIVA. Oliverio Girondo

Llorar a lágrima viva.


Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

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(…), MIGUEL OSCAR MENASSA

Hoy la vi llorar una vez más


a causa de mis versos:
Pero hoy lloraba como nunca.
El tiempo
detenía su nada silenciosa
para verla llorar.
Ella amaba llorar
con rabia
con soltura
con alevosía. 

Lloraba
y me miraba con un ojo,
con el otro lloraba
ojo de amor en cataratas.
Cuando dejaba de llorar
me amaba y me decía:
Eres malo, mi amor,
eres muy malo. 

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En la carpeta, Juan Gelman

Tomé mi amor que asombraba a los astros


y le dije: señor amor,
usted crece de tarde, noche y día,
de costado, hacia abajo, entre las cejas,
sus ruidos no me dejan dormir perdí todo apetito
y ella ni nos saluda, es inútil, inútil.

De modo que tomé a mi amor,


le corté un brazo, un pie, sus adminículos,
hice un mazo de naipes
y ante la palidez de los planetas
me lo jugué una noche lentamente
mientras mi corazón silbaba, el distraído.

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Preguntas, Juan Gelman

Ya que navegas por mi sangre

y conoces mis límites

y me despiertas en la mitad del día para acostarme en tu recuerdo


y eres furia de mí paciencia

para mí

dime qué diablos hago

por qué te necesito

quién eres

muda

sola

recorriéndome

razón de mi pasión

por qué quiero llenarte solamente de mí y abarcarte mezclarme a tus huesitos

y eres única patria contra las bestias del olvido

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DESAYUNO, Jacques Prévert


Echó café
En la taza
Echó leche
En la taza de café
Echó azúcar
En el café con leche
Con la cucharilla
Lo revolvió
Bebió el café con leche
Dejó la taza
Sin hablarme
Encendió un cigarrillo
Hizo anillos
De humo
Volvió la ceniza
En el cenicero
Sin hablarme
Sin mirarme
Se puso de pie
Se puso
El sombrero
Se puso
El impermeable
Porque llovía
Y se marchó
Bajo la lluvia
Sin decir palabra
Sin mirarme
Y me cubrí
La cara con las manos
Y lloré.
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PARA TI MI AMOR, Jacques Prévert

Fui al mercado de pájaros


y compré pájaros
Para ti
mi amor
Fui al mercado de flores
y compré flores
Para ti
mi amor
Fui al mercado de chatarra
y compré cadenas
Pesadas cadenas
Para ti
mi amor
Después fui al mercado de esclavos
Y te busqué
Pero no te encontré
mi amor.
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CANCIÓN, Jacques Prévert


Qué día es hoy
Es todos los días
Amiga
Es toda la vida
Amor
Amamos y vivimos
Vivimos y amamos
Y no sabemos qué es la vida
Y no sabemos qué es el día
Y no sabemos qué es amor.

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Una oportunidad, Fabián Casas.

Caminás con las manos en los bolsillos,


por la rambla, rodeando el mar.
Te acordás de otro tiempo, aquí mismo,
estabas enfermo de la cabeza
y no podías sostenerte de pie,
con elegancia. Sin embargo,
pudiste salir.
Hubo una oportunidad en aquella época.
Ahora mirás el mar, pero no decís nada.
Ya se han dicho muchas cosas
sobre ese montón de agua

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A mitad de la noche, Fabián Casas.

Me levanto a mitad de la noche con mucha sed.


Mi viejo duerme, mis hermanos duermen.
Estoy desnudo en el medio del patio
y tengo la sensación de que las cosas no me reconocen.
Parece que detrás de mí nada hubiese concluido.
Pero estoy otra vez en el lugar donde nací.
El viaje del Salmón
en una época dura.
Pienso esto y abro la heladera:
un poco de luz desde las cosas
que se mantienen frías.

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Después de largo viaje, Fabián Casas.

Me siento en el balcón a mirar la noche.


Mi madre me decía que no valía la pena
estar abatido.
Movete, hacé algo, me gritaba.
Pero yo nunca fui muy dotado para ser feliz.
Mi madre y yo éramos diferentes
y jamás llegamos a comprendernos.
Sin embargo, hay algo que quisiera contar:
a veces, cuando la extraño mucho,
abro el ropero donde están sus vestidos
y como si llegara a un lugar
después de largo viaje
me meto adentro.
Parece absurdo: pero a oscuras y con ese olor
tengo la certeza de que nada nos separa.

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Un plástico transparente, Fabián Casas.


Abrí la puerta y te estabas bañando.

Los vidrios empañados, el ruido del agua

detrás de las cortinas,


las cosas escenciales instaladas

fuera de la razón.

Me llamaste, acercaste la cara

y nos besamos a través del plástico

transparente: fue un instante.

Las parejas y las revistas literarias

duran casi siempre dos números.

Sin embargo, de a poco,

le fuimos ganando terreno al río:

días interminables en los que el caos

tomaba tu forma para envolverme mejor.

Me detengo frente a la barrera, Fabián Casas.


Me detengo frente a la barrera.

Es una noche clara y la luna se refleja

en los rieles. Apago las luces del auto.

Está bien, pienso, es bueno que  nos demos un

tiempo.

Pero no comprendo nuestra relación;

no sirvo para eso. ¿Acaso serviría de algo?

Tu padre está enfermo y mi madre está muerta;

pero igual podría ir y tirarme encima tuyo

como todas las noches. Eso es lo que sé.

Ahora la tierra vibra y un tren oscuro


lleva gente desconocida como nosotros.

Lloraría. Sergio Bizzio

¡Por el vasto territorio de la manija, marchemos!


¡Por los radios de lo que es liso, por la espiral
de los que no serán hombres ni aunque los castren,
marchemos, marcianos!

¡…!

¿La verdad?
No quiero escribir más.
(No vivo).

¡Lo bien que haría!

¿Pasarme el día encerrado


escribiendo,
riéndome de a ratos como un loco,
encerrado como un loco,
solo como un loco?

¡Si me va tan bien cada vez que salgo!

La gente es feliz “por momentos”


y con “pequeñas cosas cotidianas”.
¿No es para llorar?
Les das algo y te agradecen,
les das más y hacen silencio.
El mismo desconcierto
siento yo
cuando pienso
en el tiempo
que pasé
escribiendo.

¡Y lo poco que guarda uno!


¿Ven esa montaña?
Es lo que escribí.
Al pie de la montaña hay un hombre.
Soy yo. Es lo único que queda.

Y eso que yo era un niño quemado por el cielo


(¡marchemos!),
brillante de vanidad…

(No es para llorar


pero lloraría).

Lloraría por el tiempo que pasé escribiendo.


A los gritos,
cubriéndome la cara,
en medio del living,
en tu baño,
en un baño cualquiera,
en el asiento reclinado del auto de un amigo
-si es que se acuerda de mí,
si es que me lleva-
lloraría,
lloraría como un hongo,
como un remo,
como un vidrio.

Lloraría acostado,
dormido,
pálido,
inactivo.
Pero me levanto y escribo.
Pongo un pie en el suelo y voy y escribo.

La gente sale a buscar trabajo,


a comer,
a bailar,
a gastar,
a ver un eclipse mientras yo escribo.
Mi hijo juega solo mientras escribo.
Mientras escribo se encuentran los amigos,
se hacen negocios,
política,
dinero,
sexo,
trampas,
guerras,
matrimonios,
puentes,
atentados,
juicios,
“relaciones”.
¿Qué es lo que no se hace mientras escribo?
¿Qué es lo que se hace
aparte de no escribir?

Lloraría
y lloraría
y lloraría, cómo que no.
Lloraría por lo que perdí
(¿vos no?)
pero más por lo que evité.
¿Por qué lo perdí, por qué lo evité?
¿Qué estaba haciendo?
¡Escribía!

Ahora mismo, en lugar de llorar, escribo.


Pero llorar no es lo mismo que llorar.
(¡Ya ni escribir es lo mismo que escribir!)
Escribo en lugar de cualquier otra cosa.
Escribo en lugar de todo
menos de…

También voy a comprar pescado para la cena.


El vendedor pone los filetes en una bolsita de nylon y,
mientras la hace girar en sus manos enguantadas,
me pregunta si quiero algo más –“¿Algo más?”-,
lo pregunta tan amablemente que lloraría.

¡Eh, no!
Sí, también.
También lloraría por eso.
Lloraría por las palabras compuestas
-superhéroe, ciberespacio-
¿cómo no voy a llorar por la amabilidad?

Lloraría cuando bebo (pero no lloro).


Descorcho una botella “con frialdad calculada”,
es cierto, pero cualquier otra cosa que diga
sería exagerar.
Qué feo es no ver, no saber
¡y encima exagerar y no beber!

—¿Por qué te vas?


—¿Holá?
—¿Por qué?
—¿Por qué qué?
—¿Por qué te vas?
—Porque no como desde temprano: estoy muerta de
hambre.
—¿Me cortás para ir a comer con otro?
—¡Voy a comer con una amiga!
(Siempre hay una china
en la gran llanura de la excusa).

¿Lloraría?
Y, sí.
Lloraría por la que está,
por la que no está,
por la que estuvo,
por el que fui cuando estuvo y por el que no seré con la
que no estará.

¡Marchemos!

¿Llueve?
Llovizna.
Lloraría.

Me hace llorar la luz,


pero igual lloraría.
Lloraría siempre, pero también a veces.
¡Qué lastima me da!
Matan a un joven y veo una foto de su madre llorando.
Lloraría con ella.
Un chico me pide una moneda.
Lloraría.
Una anciana cruza la avenida con pasitos de hormiga.
Lloraría.

Leo la frase “un provocador de la política posmoderna” y


lloraría.
Lloraría cuando leo que “una invasión de bibliotecarios
disparó las ventas”.
Lloraría cuando leo en el diario el título “tres para soñar”,
o “una mirada sin prejuicios”, o “el destino de occidente”.

Cuando se apuesta a la claridad o a la oscuridad,


cuando es diferente pero igual
también:
lloraría.

¿Te agredo?
Lloraría.
¿Te hago falta?
Lloraría.
¿Llorás?
Lloraría.
¿Me querés?
Sí, te juro: lloraría.

-Papi ¿los bebés piensan?


(Digo que sí con la cabeza).
-¿Y entonces por qué ese bebé llora en vez de pensar?

¿Lloraría de qué?
¿De tristeza, de furia, de amor, de arisco, de miedo, de
enfermo, de genio, de vivo, de muerto, helado y ardiente,
rabiosamente,
verdaderamente,
lloraría mentalmente?

¿Y con qué?
¿Con los ojos, el alma, los dedos, el paso, la obra, la voz,
la ropa, con qué
marcharía?

¿Y por qué?
¿Y por qué, si escribo, lloraría?
¿Y si ya no escribo?

¿Y si son los otros los que no escriben más?


No quiero que ella sea algún día una señora
que de joven publicó una novela.
¡No!
Quiero que sepa, que sienta, que siga.
(Saber, sensibilidad y continuidad).
Pero si yo no estoy
no está mi fe.
¿Y quién es ella?
¡No sé, qué se yo, la Mujer!
¿Lloraría?

Ay, mi Dios, qué difícil: a veces, sin quererlo…

Noto, por ejemplo, que no considero


llorar de risa (de la risa)
ni reirme de dolor o de tristeza.
¿Por qué? ¡Porque no!
¿Qué tiene la tristeza que dé risa?
No sé los otros, pero yo no me reiría de la tristeza
y mucho menos hasta llorar.
¿Me reiría de un hombre que medita?
No. Y tampoco de quien descree de lo que piensa.
(Todo lo contrario: si tuviera manos aplaudiría).
Puedo reirme de mi tristeza, de mis aplausos, pero no de la
tristeza de los demás.
(aunque sí de sus aplausos).
Supongo que eso es algo que “no se me da”,
de la misma forma en que no se me da la esgrima.
Si se me diera lloraría.
Lloraría por las cosas que se me dan.
Lloraría por las cosas que no se les dan a los demás:
talento y alimento, principalmente.
Lloraría (de emoción, esta vez) por el talento,
pero también por las zanjas, los atajos y la interminable
espiral de lo menor.

El otro día, sin ir más lejos, una chica, en la calle, me


preguntó:
-¿Vos no sos Bizzio?
Dije que no con la cabeza y terminé en su casa.
Me había leído bien, pero yo fumé y me fui: empezó
a hablar de cine.
Todos los enemigos del arte están en la Industria, dijo.
¿Lloraría por un vendedor de penicilina adulterada?
¿Y por la chica chica que buscaba impresionarme?
Pienso en ella y lloraría:
se desprendió un botón de la camisa,
mi lectora con ojos de almendra bañada en miel
se desprendió un botón de la camisa y dijo, dijo, dijo.
Yo escuchaba lo que ella misma no oía.

Lloraría por los que suben el sonido y enseguida lo bajan.


Lloraría por la gente que ve tres globos y una luz y va.
Lloraría por los que creen que lo que molesta es la ropa.

Es peor estrellarse contra la nada que contra el dolor.


De eso no hay duda.
Así que lloraría por la timidez del tímido,
pero también por la ilusión del iluso.
Lloraría por los que tienen miedo.
Yo mismo tengo miedo.

“No pensé (pensé, pero no sirvió),


“no escribí (escribí, pero me esforcé),
“no amé (amé, pero aquí estoy),
“no fui siempre justo, ni honesto, ni bueno, ni responsable, y ni hablar de cosas
como la tolerancia o la humildad”.
¡Lloraría!

¿Lloro?
Quién sabe…

Lloraría, pero escribo.


La pregunta “¿Por qué escribir?” se ha mejorado a sí
misma en su doblez:
“¿Por qué volver a escribir?”

—Volvé, volvé, por favor, vení…

Son las tres de la mañana


aunque el reloj indica que es mucho más…
Amanece.
Escribí.
No lloré.
Y con la misma suficiencia,
con la misma dudosa soberbia,
amigos (chicos),
amanece.

IDEA VILLARIÑO

AMOR

Amor desde la sombradesde el doloramorte estoy llamandodesde el pozo


asfixiante del recuerdosin nada que me sirva ni te espere.Te estoy llamandoamor
como al destinocomo al sueñoa la pazte estoy llamandocon la vozcon el cuerpo
con la vidacon todo lo que tengoy que no tengocon desesperacióncon sedcon
llantocomo si fueras aire y yo me ahogaracomo si fueras luz y me muriera.Desde
una noche ciegadesde olvidodesde horas cerradasen lo solosin lágrimas ni amorte
estoy llamandocomo a la muerte amorcomo a la muerte.
Carta II

Estás lejos y al surallí no son las cuatro.Recostado en tu sillaapoyado en la mesa


del caféde tu cuartotirado en una camala tuya o la de alguienque quisiera borrar-
estoy pensando en ti no en quienes buscana tu lado lo mismo que yo quiero-.
Estoy pensando en ti ya hace una horatal vez mediano sé.Cuando la luz se acabe
sabré que son las nueveestiraré la colchame pondré el traje negroy me pasaré el
peine.Iré a cenares claro.Pero en algún momentome volveré a este cuartome
tiraré en la camay entonces tu recuerdoqué digomi deseo de verteque me mirestu
presencia de hombre que me falta en la vidase pondráncomo ahora te pones en la
tardeque ya es la nochea serla sola única cosaque me importa en el mundo.

No te amaba...No te amabano te amobien sé que noque noque es la horaes la luz


la tarde de verano.Lo sépero te amoahora te amohoyesta tarde te amocomo te
amé otras tardesdesesperadamentecon ciego amorcon iracon tristísima ciencia
más allá de deseoso ilusioneso esperasy esperando no obstanteesperándote
viendoque veníaspor finque llegabasde paso.

Ya no Ya no será, ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijono coseré tu ropa, no


te tendré de nocheno te besaré al irme, nunca sabrás quien fuipor qué me amaron
otros.No llegaré a saber por qué ni cómo, nuncani si era de verdad lo que dijiste
que era,ni quién fuiste, ni qué fui para tini cómo hubiera sido vivir juntos,querernos,
esperarnos, estar.Ya no soy más que yo para siempre y túYa no serás para mí
más que tú. Ya no estás en un día futurono sabré dónde vives, con quiénni si te
acuerdas.No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.No volveré a tocarte.
No te veré morir.

...................
Alejandra Pizarnik.

El despertar

A León Ostrov

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

y se ha volado

y mi corazón está loco

porque aúlla a la muerte

y sonríe detrás del viento

a mis delirios

Qué haré con el miedo

Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa

ni las estaciones queman palomas en mis ideas

Mis manos se han desnudado

y se han ido donde la muerte

enseña a vivir a los muertos

Señor

El aire me castiga el ser

Detrás del aire hay monstruos

que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío

Es el instante de poner cerrojo a los labios

oír a los condenados gritar

contemplar a cada uno de mis nombres

ahorcados en la nada.

Señor

Tengo veinte años

También mis ojos tienen veinte años

y sin embargo no dicen nada

Señor

He consumado mi vida en un instante

La última inocencia estalló

Ahora es nunca o jamás

o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo

y desaparezco para reaparecer en el mar

donde un gran barco me esperaría

con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas

y hago con ellas una escala

para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final

Todo continuará igual

Las sonrisas gastadas

El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra

Las gesticulaciones que remedan amor

Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo

porque aún no les enseñaron

que ya es demasiado tarde

Señor

Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez

cuando yo era una anciana

Las flores morían en mis manos

porque la danza salvaje de la alegría

les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol

cuando era niña

es decir ayer

es decir hace siglos

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

y ha devorado mis esperanzas

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

Qué haré con el miedo

......................
Silvia Plath

Carta de amor

No es fácil expresar lo que has cambiado.

Si ahora estoy viva entonces muerta he estado,

aunque, como una piedra, sin saberlo,

quieta en mi sitio, mi hábito siguiendo.

No me moviste un ápice, tampoco

me dejaste hacia el cielo alzar los ojos

en paz, sin esperanza, por supuesto,

de asir los astros o el azul con ellos.

No fue eso. Dormí: una serpiente

como una roca entre las rocas hiende

el intervalo del invierno blanco,

cual mis vecinos, nunca disfrutando

del millón de mejillas cinceladas

que a cada instante para fundir se alzan

las mías de basalto. Como ángeles

que lloran por la gente tonta hacen

lágrimas que se congelan. Los muertos

tenían yelmos helados. No les creo.

Me dormí como un dedo curvo yace.

Lo primero que vi fue puro aire

y gotas que se alzaban de un rocío

límpidas como espíritus. y miro


densas y mudas piedras en tomo a mí,

sin comprender. Reluzco y me deshojo

como mica que a sí misma se escancie,

igual que un líquido entre patas de ave,

entre tallos de planta. Mas no pienses

que me engañaste, eras transparente.

Árbol y piedra nítidos, sin sombras.

Mi dedo, cual cristal de luz sonora.

Yo florecía como rama en marzo:

una pierna y un brazo y otro brazo.

De piedra a nube iba yo ascendiendo.

A una especie de dios ya me asemejo,

hiende el aire la veste de mi alma

cual pura hoja de hielo. Es una dádiva.

...........................

 SILVINA OCAMPO

Al rencor

No vengas, te conjuro, con tus piedras;

con tu vetusto horror con tu consejo;

con tu escudo brillante con tu espejo;

con tu verdor insólito de hiedras.

En aquel árbol la torcaza es mía;


no cubras con tus gritos su canción;

me conmueve, me llega al corazón,

repudia el mármol de tu mano fría.

Te reconozco siempre. No, no vengas.

Prometí no mirar tu aviesa cara

cada vez que lloré sola en tu avara

desolación. Y si de mí te vengas,

que épica sea al menos tu venganza

y no cobarde, oscura, impenitente,

agazapada en cada sombra ausente,

fingiendo que jamás hiere tu lanza.

Entre rosas, jazmines que envenenas,

¿por qué no te ultimé yo en mi otra vida?

Haz brotar sangre al menos de mi herida,

que estoy cansada de morir apenas.

En tu jardín secreto hay mercenarias

En tu jardín secreto hay mercenarias

dulzuras, ávidas proclamaciones,

crueldades con sutiles corazones,

hay ladrones, sirenas legendarias.

Hay bondades en tu aire, solitarias

multiplican arcanas perfecciones.


Se ahondan en angostos callejones,

tus árboles con ramas arbitrarias.

Alguna vez oí el chirrido frío

de un portón que al cerrarse me dejaba

prisionera, perdida, siempre esclava

de tu felicidad que junto a un río

bajaba entre las frondas a un abismo

de intermitente luz, con tu exorcismo.

.....................

MAROSA DI GIORGIO

Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado

Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se

alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la

noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí.

Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande,

con rizos, vestido celeste.

Un picaflor le trabaja el sexo.

Ella brama y llora.

Y el pájaro no se detiene.

Empecé a ver casas y casas. Y casas que estaban más allá de las casas. Que no
se podían ver. Y cosas que sucedían hectáreas más allá, y una flor que nació en
los lejanos jardines de la abuela, le sentí el barullo, la corona de chispas. Salí a la
calle, pero, todo fue inútil. En los árboles, tras de las negras hojas, veía otras
hojas, y más hojas, y hasta un bicho chiquitito, le conté las alas.

Y había canastillas, de rosas, por todas partes, los pimpollos iban de la nieve al
rojo, padecí su olor a sándalo.

Pasó una nave, cerrada, y vi el marino; naufragó años más allá, entre las ramas y
supe, enseguira, el nombre de los navegantes. Los hombres se llamaban Pablo,
las mujeres Amelia.

Dije 'Nada más'. Bajé los párpados. 'Quiero volver'. Y busqué, a tientas, entre todo
aquello. Caminé un poco. Quería encontrar mi casa. Quería encontrar la sombra.

Y sólo vi un ropero de oro,

y una sucesión de candelabros.

El rocío ponía por todos lados sus espejos, su blanca estrella, las arañas sacaban
de sí, hilos larguísimos, e increiblemente, hacían nudos en los que caían gemas;
se levantaban espárragos, nardos y claveles, sobre los que, también, había
trocitos de vidrio, luz de estrella.

Salí a buscar mi desayuno. Carpí por ahí. Aré con un buey muy pequeño, que
parecía de juguete, de papel, pero, era muy fuerte y vivo. Eché semillas;
rapidamente surgió la planta verde, la baya roja; en una rama había leche, en una
rama había fuego. Comí de prisa, porque el sol, al subir, acababa esos
resplandores. Volví a casa, y entre antigos cartones esperé, otra vez, la sombra, y
otro amanecer.

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Alfonsina Storni
Animal cansado

Quiero un amor feroz de garra y diente

Que me asalte a traición en pleno día,

Y que sofoque esta soberbia mía,

Este orgullo de ser todo pudiente.

Quiero un amor feroz de garra y diente

Que en carne viva inicie mi sangría,

A ver si acaba esta melancolía

Que me corrompe el alma lentamente.

Quiero un amor que sea una tormenta,

Que todo rompe y lo remueve todo

Porque vigor profundo la alimenta.

Que pueda reanimarse allí mi lodo,

mi pobre lodo de animal cansado,

Por viejas sendas, de rodar, hastiado.

Vida

Mis nervios están locos, en las venas

la sangre hierve, líquido de fuego

salta a mis labios donde finge luego

la alegría de todas las verbenas.

Tengo deseos de reír; las penas

que de donar a voluntad no alego,


hoy conmigo no juegan y yo juego

con la tristeza azul de que están llenas.

El mundo late; toda su armonía

la siento tan vibrante que hago mía

cuando escancio en su trova de hechicera.

Es que abrí la ventana hace un momento

y en las alas finísimas del viento

me ha traído su sol la primavera.

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Wislawa Szymborska

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GIOCONDA BELLI

Como gata boca arriba

Te quiero como gata boca arriba,

panza arriba te quiero,

maullando a través de tu mirada,

de este amor-jaula

violento,
lleno de zarpazos

como una noche de luna

y dos gatos enamorados

discutiendo su amor en los tejados,

amándose a gritos y llantos,

a maldiciones, lagrimas y sonrisas

(de esas que hacen temblar el cuerpo de alegría)

Te quiero como gata panza arriba

y me defiendo de huir,

de dejar esta pelea

de callejones y noches sin hablarnos,

este amor que me marea,

que me llena de polen,

de fertilidad

y me anda en el día por la espalda

haciéndome cosquillas.

No me voy, no quiero irme, dejarte,

te busco agazapada

ronroneando,

te busco saliendo detrás del sofá,

brincando sobre tu cama,

pasándote la cola por los ojos,

te busco desperezándome en la alfombra,

poniéndome los anteojos para leer

libros de educación del hogar


y no andar chiflada y saber manejar la casa,

poner la comida,

asear los cuartos,

amarte sin polvo y sin desorden,

amarte organizadamente,

poniéndole orden a este alboroto

de revolución y trabajo y amor

a tiempo y destiempo,

de noche, de madrugada,

en el baño,

riéndonos como gatos mansos,

lamiéndonos la cara como gatos viejos y cansados

a los pies del sofá de leer el periódico.

Te quiero como gata agradecida,

gorda de estar mimada,

te quiero como gata flaca

perseguida y llorona,

te quiero como gata, mi amor,

como gata, Gioconda,

como mujer,

te quiero.

Amor de frutas
Déjame que esparza

manzanas en tu sexo

néctares de mango

carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;

te beso y todas las uvas sueltan

el vino oculto de su corazón

sobre mi boca.

Mi lengua siente en tus brazos

el zumo dulce de las naranjas

y en tus piernas el promegranate

esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua

que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,

dame a beber fuentes de melocotones y bananos

racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido

del que nunca jamás ningún Dios

podrá expulsarme.

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