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Ley de Identidad de Origen:


la información como derecho

«Me enteré de que era hija adoptiva recién a los 30 años. Ya mis papás no
vivían y no les pude preguntar nada: ¿por qué no me lo dijeron, por qué no
me di cuenta antes, por qué todos sabían menos yo?… también me surgie-
ron preguntas más profundas, como quién soy… El proceso de la búsqueda
de la identidad no se termina nunca. Uno lo puede atravesar constante-
mente, pero nunca se termina». Así relata un momento clave de su histo-
ria personal Ana Szumik, una de las protagonistas de la serie «Historias de
Adopción. Familias para armar», que se puede ver por la plataforma digital
CONT.Ar.

Y si bien las palabras de Ana aluden a su experiencia particular, bien po-


dría ser el relato de muchas personas a quienes les ha sido negada una par-
te esencial de su propia vida: el conocimiento sobre su identidad biológica
o identidad de origen. Todas y todos, desde nuestro nacimiento, poseemos
el derecho inalienable a contar con datos biológicos y culturales que nos
permitan individualizarnos como sujetos en la sociedad. Y es deber del Es-
tado garantizarlo.
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Sin embargo y paradójicamente, durante mucho tiempo fue la propia ley


la que favoreció que se atente contra ese derecho: la Ley de Adopción Ple-
na vigente en nuestro país entre 1971 y 1997 permitía negar a las niñas y
niños esta información clave sobre su identidad. Este marco legal, además,
tendió un manto de silencio que permitió «blindar» el pasado de niñas y
niños arrancados de sus familias durante la última dictadura cívico-militar
argentina, cuando a la desaparición forzada de personas y a tanto horror se
sumó la apropiación ilegal de menores.

En la búsqueda de un cambio de paradigma, un equipo de investigación


de la Facultad de Trabajo Social (FTS) de la Universidad Nacional de En-
tre Ríos (UNER), que estudió los procesos de adopciones realizados en la
provincia entre 1973 a 1983, impulsó un proyecto de ley sobre identidad
de origen que el 29 de abril de este año, en pleno aislamiento social y obli-
gatorio, se aprobó por unanimidad en una sesión virtual de la Honorable
Cámara de Senadores de Entre Ríos.

De este modo, la producción colectiva de conocimiento y la voluntad polí-


tica, conjuntamente, posibilitaron iniciar un camino para revertir prácticas
que suprimieron identidades, que robaron vidas. Se trata de una herra-
mienta para garantiza un derecho hoy que, 44 años después del terror, en
Entre Ríos nueve nietas y nietos ya restituyeron su identidad, pero todavía
faltan (al menos) diez más.

En este nuevo número de Intertextos abordamos el marco legal que hizo


posible la Ley de Identidad de Origen, el contenido y la importancia de
esta nueva norma, y el trabajo del equipo de investigación «No lo quiero
tener más, lo vengo a devolver. Características de los circuitos burocráti-
cos-administrativos en el proceso de adopciones tramitadas a través del
Consejo Provincial del Menor en el periodo 1973 a 1983 bajo el régimen de
la Ley 19.174». Lo hacemos en diálogo con la directora del proyecto de la
FTS, la docente Gladis Martínez, y una de las integrantes que participó en
la redacción del proyecto de ley, la abogada Marta Merlotti de Churruarín.
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Lo pleno encubre los detalles que faltan

En tema de adopciones, desde el año 1971 hasta el año 1997 existió en nues-
tro país una ley que fue sancionada por Alejandro Lanusse y que tenía la
característica de cortar para siempre con los datos y lazos biológicos de los
menores dados en adopción. Así lo señala Gladis en diálogo con el portal
de noticias de la UNER: «esta ley tenía la posibilidad de alterar la genea-
logía de las familias a través del Estado. Y eso es algo que ocurrió con los
apropiados».

Esa ley habilitaba y fomentaba adopciones plenas. Bajo su amparo, se en-


tregaba en adopción a niñas y niños a familias que no tenían la obligación
de garantizarles su identidad de origen. Se les suprimía ese derecho en
una suerte de «mejoramiento moral», como lo define la investigadora, que
sería algo así como el pasaje de niños y niñas nacidas en el seno de una
familia de mucha vulnerabilidad social a una de clase media y con ciertos
«valores».

Todo ello conllevaba la imposibilidad, para la persona adoptada, de co-


nocer sus orígenes, su historia particular que, en algún punto, determina
su condición de ser único en el mundo. «En ese período había una fuerte
creencia de que no había que decir quiénes eran los progenitores de niñas
y niños dados en adopción. Como refiere la antropóloga y referente en la
temática Carla Villalta en un artículo, lo que pretendía la ley esta era imi-
tar la naturaleza. Hacer que la ley reemplace absolutamente a la biología»,
afirma Gladis en comunicación con Radio UNER Paraná.

El camino hacia la reconstrucción de la identidad

El equipo de investigación coordinado por Gladis inició su recorrido en el


año 2014. En sus inicios, estaba conformado por un pequeño grupo de per-
sonas provenientes de diferentes disciplinas: la Psicología, el Derecho y el
Trabajo Social. El trabajo siempre consistió en leer, analizar y sistematizar
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los expedientes sobre adopciones tramitadas a través del Consejo Provin-


cial del Menor, hoy Consejo Provincial de Niñez, Adolescencia y Familia
(Copnaf).

Pero la tarea fue creciendo y generando nuevas demandas: los 100 legajos
que pensaban estudiar en un comienzo se convirtieron en cerca de 400.
Por lo que el equipo se amplió a 13 personas que rotaron para poder leer
y estudiar con detenimiento los expedientes existentes sobre quienes ha-
bían sido efectivamente adoptadas y adoptados entre 1973 y 1983 bajo la
Ley de Adopción Plena. El proyecto se realizó en convenio también con la
Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia, para que en los casos
en que se detectara alguna alarma, en alguna de las tantas historias leídas,
fueran ellos quienes realicen la pesquisa correspondiente.

Y el propio proceso también llevó al equipo a pensar que su accionar debía


ir más allá del trabajo académico, por lo que resolvieron asumir otro tipo
de responsabilidad que implique, de alguna manera, transitar el camino
hacia la modificación de la realidad que estaban viendo. La transforma-
ción sería un proyecto de ley. Así surgió esta iniciativa que del otro lado
encontró la colaboración del diputado Pedro Báez y de sus asesores.

Marta Merlotti de Churruarín, abogada que colaboró en los aspectos lega-


les de la propuesta, refiere que en el transcurso de la investigación se en-
contraron con que «había personas que buscaban su identidad y no había
una oficina, no había una organización que les diera respuesta».

La repetición de causas donde se violaron constantemente los derechos


de niñas y niños a saber acerca de propia identidad, terminó en la pues-
ta en marcha de un proyecto de ley, hoy ya sancionado, que le posibilita
develar al interesado o interesada lo que se trató de ocultar con la ley que
estuvo en vigencia hasta el año 1997. En palabras de Marta: «Esta ley susti-
tuía la identidad, borraba la historia. Porque establecía expresamente que
el expediente de adopción era reservado y secreto. En esa ley se consignó
que los escribanos entregaran niños por acta notarial. Además, en nuestra
provincia, el Superior Tribunal de Justicia amplió, por acordada, en 1977,
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las competencias de las Defensorías. Y los Defensores podían hacer entre-


ga de los niños en forma directa. Los daban en guarda para adopción. Esto
significó que en esos casos el entonces Consejo Provincial del Menor solo
tenía el rol de control de guarda, minimizándose o anulándose, en otros
casos, el tratamiento con la familia de origen y/o intervenciones para que
el niño permanezca con su familia biológica».

La nueva ley: entre el procedimiento, la subjetividad

En el artículo primero de la nueva ley se establece que la misma «tiene por


objeto garantizar el derecho a la identidad de origen a todas las personas
nacidas en el territorio de la provincia de Entre Ríos». Posteriormente, en
el artículo siguiente, se deja en claro que es el propio Estado el que debe
proveerle a la persona que busca su identidad el acceso gratuito a toda la
información «relacionada con su identidad de origen obrante en cualquier
registro público o privado». La nueva normativa no solo comprende a la
propia persona que busca información sobre su identidad biológica, sino
que también incluye «a todas las personas que presuman que la identi-
dad de un familiar hasta segundo grado de parentesco ha sido alterada o
suprimida».

En cuanto a la Autoridad de Aplicación, el artículo cuarto indica que será la


Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia la que «tendrá a su car-
go un Área de Promoción y Protección del Derecho a la Identidad, confor-
mada por un equipo interdisciplinario». En relación con esto, Gladis aclara
que lo novedoso de esta ley es precisamente la conformación de ese equipo:
«Si bien es la Subsecretaría de Derechos Humanos la que desde sus inicios
brinda acompañamiento a las personas que buscan su identidad de origen
y las asesora en el recorrido, lo nuevo de la ley es la conformación de un
equipo interdisciplinario: un psicólogo, un abogado y un trabajador social;
y, obviamente, la colocación del término “identidad de origen” como dere-
cho fundamental de toda persona que busca su legajo. El objetivo es que el
acompañamiento sea tanto a nivel burocrático como subjetivo».
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A quienes creen que su identidad fue sustituida o alterada, la nueva Ley les
brinda y garantiza el derecho a pedir toda la información que obra en re-
gistros de entidades públicas o privadas. Este pedido, por supuesto, a par-
tir de ahora lo puede hacer la autoridad de aplicación. «También pueden
hacerlo directamente en forma personal. Este derecho se otorga además a
familiares hasta el segundo grado de parentesco. Se establece el procedi-
miento para ello, y los interesados deben asumir el deber de confidenciali-
dad de datos a los que acceda y asume la responsabilidad civil y penal por
el uso indebido de información», aclara Marta.

Es importante destacar que en todo el proceso de búsqueda de informa-


ción es necesaria la participación de instituciones, organismos que cuen-
tan o pueden contar con algún tipo de datos de las personas que buscan
su identidad: el Copnaf, el Registro Civil, los hospitales. No importa si son
instituciones u organismos públicos o privados.

Además, a partir de la esta norma también se organiza una serie de medi-


das para la preservación de todos los archivos que hagan a la identidad de
las personas en nuestro territorio provincial. «Para nosotros es muy im-
portante que los papeles se preserven. No creo que haya que digitalizar
todo. Los archivos no están pensados para ver cómo ordenamos las cosas y
conseguimos mayor lugar y capacidad de lugares, sino que están pensados
para que nosotros los humanos tengamos un lugar en donde esté preser-
vada nuestra memoria», afirma Gladis.

El marco legal

Toda propuesta de ley debe garantizar el cumplimiento de ciertos dere-


chos indiscutibles. La nueva legislación es innovadora porque otorga la
garantía del derecho a la identidad de origen. Es decir, si bien existen al-
gunas normas anteriores, tanto provinciales como nacionales que prote-
gen ese derecho, ninguna especifica cómo se lo efectiviza o mediante qué
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procedimiento se restituye el derecho cuando el mismo es lesionado. En


este sentido, «no hay una ley anterior a esta Ley», asegura Marta.

El principal antecedente de la propuesta a nivel internacional es la Con-


vención de los Derechos del Niño, de 1989, la cual establece «que el niño
que esté separado de sus padres tiene el derecho a relacionarse con ellos y
a tener contacto directo, y que el Estado debe proporcionarle información
sobre el progenitor ausente cuando la separación se produjo por la acción
del mismo Estado». Esa normativa se incorporó en forma expresa en la
Constitución Nacional de 1994, y en el año 2005 se dictó la Ley 26.061 de
Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes, la cual determina que
estos tienen derecho a conocer a sus padres biológicos y que los organis-
mos del Estado deben facilitar y colaborar en la búsqueda, localización y
obtención de información de los padres u otros familiares.

Por su parte, la Constitución de Entre Ríos indica en su artículo 10 que es el


Estado el que debe garantizar el derecho a la identidad personal. En 2008,
con la Ley 9.861 de Protección Integral de los Derechos del Niño, el Ado-
lescente y la Familia, también el Estado asume esa responsabilidad, junto
con la familia y la sociedad. En el artículo 14 de dicha Ley se especifica que
«El derecho a la identidad comprende el derecho a una nacionalidad, a
un nombre, a su cultura, a su lengua de origen, a conocer quiénes son sus
padres y a la preservación de sus relaciones familiares. Para efectivizar el
derecho a la identidad de los niños y adolescentes el Estado debe: a) Adop-
tar las medidas tendientes a su inscripción inmediatamente después de su
nacimiento. b) Facilitar y colaborar para obtener información, identifica-
ción o localización de niños y jóvenes a quienes les hubiera sido suprimido
o alterada su identidad, de sus padres u otros familiares, procurando su
encuentro o reencuentro con éstos. c) Prestar asistencia y protección espe-
cial cuando hayan sido ilegalmente privados de alguno de los elementos
de identidad con miras a restablecerlos rápidamente».

Ya el viejo Código Civil en su artículo 328 instituía el derecho de la per-


sona adoptada de conocer su identidad biológica y poder acceder al
expediente de adopción, pero solo y recién a partir de los 18 años de edad.
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«En el año 2016, entra en vigencia el Código Civil y Comercial que reem-
plaza al Código Civil anterior y amplía ese derecho porque no solamente
habla de la identidad biológica, sino también de los datos relativos a su
origen, al origen del niño, y la posibilidad de acceder a los registros ju-
diciales y administrativos con la sola condición que la persona adoptada
tenga edad y grado de madurez suficiente. Ya no hay límite etario», explica
Marta.

Además, para la elaboración del proyecto de ley, el equipo tuvo en cuenta


las recomendaciones del Observatorio de Derechos Humanos del Senado
de la Nación, que ya otras provincias y municipios del país habían tomado
para poder trabajar sobre la misma temática; y, sobre todo, la Ley de Iden-
tidad Biológica o de Origen de la provincia de Santa Fe.

Sin memoria no hay justicia

Actualmente en el país hay cerca de tres millones de personas que bus-


can su identidad, según estimaciones que realizan las organizaciones que
abordan esta problemática. La investigación de la FTS tuvo entre sus obje-
tivos, en parte, dar con el paradero del «Melli» Valenzuela Negro, hermano
mellizo de Sabrina Gullino Valenzuela Negro, nieta recuperada número 96
por las Abuelas de Plaza de Mayo en el año 2008. Sus padres eran Tucho
Valenzuela, oriundo de San Juan, y Raquel Negro, oriunda de Santa Fe y
estudiante de la FTS, quien a comienzos de 1978 dio a luz a los mellizos en
el Hospital Militar de Paraná.

En nuestra provincia ocho nietas y nietos más (nueve en total) restituye-


ron su identidad de la mano del trabajo incansable de los organizacio-
nes de Derechos Humanos como H.I.J.O.S. Paraná y organismos estata-
les como Registro Único de la Verdad, creado en el año 2005. Además de
Sabrina, las nietas y nietos con raíces entrerrianas que han restituido su
identidad son:
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• Nieta número 25: Jorgelina Paula Molina Planas, hija de José Molina y
Cristina Planas, oriunda de Paraná.

• Nieto número 65: Andrés La Blunda Fontana es hijo Pedro La Blunda y


de Mabel Fontana, oriunda de Paraná.

• Nieto número 77: Juan Cabandié es hijo de Alicia Alfonsín y el entre-


rriano Damián Cabandié.

• Nieta número 79: Victoria Donda Pérez es hija de María Hilda Pérez y
José María Laureano Donda, nacido en Diamante.

• Nieto número 84: Alejandro Pedro Sandoval Fontana, hijo de dos en-
trerrianos: Liliana Fontana de Viale y Pedro Sandoval, oriundo de No-
goyá.

• Nieta número 94: Laura Catalina De Sanctis Ovando es hija Myriam


Ovando y de Raúl de Sanctis, nacido en Concepción del Uruguay.

• Nieto número 101: Francisco Madariaga Quintela, hijo de Abel Mada-


riaga y Silvia Quintela. Él pudo reencontrase con su padre en la ciudad
de Paraná.

• Nieta número 126: Adriana Garnier Ortolani, hija de Violeta Ortolani y


Edgardo Garnier, oriundo de Concepción del Uruguay; nació en enero
de 1977 durante el cautiverio de su madre.

Diez nietas y nietos, y probablemente más, aún no restituyeron su identi-


dad. Con nuevas herramientas como esta Ley de Identidad de Origen, con
la misma fuerza, los seguimos buscando.
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Integrantes del Equipo de Investigación que participaron del Proyecto de


Ley: Gladis Ana Catalina Martínez, Marta Merlotti de Churruarín, Marcos
Combet Lambert, Carmen María del Huerto Tibaldi, Mariela Cristina Eli-
zalde, Adriana Beade y Clarisa Sobko (H.I.J.O.S.).

También participaron y/o colaboraron en distintos momentos del Equipo


de Investigación «No lo quiero tener más, lo vengo a devolver […]»: María
Victoria Moine (Becaria), Sofía Uranga, María Eugenia Díaz Picó, Cami-
la Lucía Manzano, Rocío Marisol González, Silvia Graciela Nosmor, Nair
Santana, Fátima Yamila Molina y María del Carmen Motteta.

Mail: gladisanamar@yahoo.com.ar

Para acceder a la ley, seguí este enlace: https://bit.ly/3glDRII

* Agradecemos a Alfredo Hoffman, periodista y militante de H.I.J.O.S. Paraná,


por su asesoramiento en el cierre de esta nota.

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